Mensaje
por José Luis » Lun Oct 27, 2008 6:10 pm
¡Hola a todos!
La campaña del Oeste de mayo-junio de 1940 asombró al mundo entero por la rapidez y la manera en que la Wehrmacht derrotó al ejército aliado en el continente. Fruto de ese asombro nacieron y se extendieron algunos mitos a través de los medios de comunicación internacionales de la época, mitos que siguieron perpetuándose con el tiempo por no pocos historiadores. Este topic no da para extenderse sobre ellos, pues sólo nos interesa la
actuación de las Schnellen Truppen en relación con la doctrina blindada alemana. Sin embargo, es imprescindible sentar previamente unas cuantas consideraciones generales antes de entrar en materia.
En primer lugar, Alemania no contaba con un plan estratégico para hacer la guerra, y ganarla, contra Gran Bretaña y Francia. Cuando Hitler decidió atacar Polonia el 1 de septiembre de 1939 cometió, probablemente, una de las peores decisiones estratégicas en la historia de Alemania. Es evidente que en los planes del Führer no había cabida para una posible declaración de guerra por parte de las dos potencias occidentales a causa de Polonia. Catorce días antes de la invasión de Polonia, el general Thomas presentó un memorando a Keitel que concluía afirmando que Alemania no podía soportar una guerra por motivos de su economía de guerra. Keitel lo interrumpió para decirle que Hitler le había asegurado que Alemania jamás combatiría una guerra mundial, que no había problema alguno, pues los franceses eran unos pacifistas, los británicos unos decadentes, y los americanos no volverían a enviar un solo hombre a Europa para ayudar a Gran Bretaña o Polonia (186). Pero tras dos días de campaña militar, Gran Bretaña (y poco después la Commonwealth) y Francia declararon la guerra a Alemania. Confiando en que la declaración de guerra no pasaría de ser un amago hacia las galerías, Hitler continuó la campaña polaca sin tener ni preparar una estrategia para ganar esa guerra que desde el 3 de septiembre era ya un conflicto generalizado. Cuando Manstein se extrañaba en sus memorias del hecho de que el EMG alemán, ya desde la declaración de guerra de GB y F el 3 de septiembre, no considerara un plan estratégico para lidiar con Francia y Gran Bretaña, perdiendo así un tiempo inestimable (187), sin duda desconocía que Hitler se había opuesto radicalmente a tales estudios. En efecto, varios generales alemanes, entre ellos Keitel, intentaron varias veces “clarificar la situación militar en caso de guerra contra el Oeste” durante los juegos de guerra (188). Hitler rechazó tajantemente esas consideraciones con la siguiente afirmación: “No debe haber otras preparaciones en el Oeste más que la ocupación de la Muralla del Oeste por motivos de seguridad. No puede haber y no habrá una guerra con las potencias occidentales por el problema polaco. Una discusión sobre un caso tan imposible ponía innecesariamente en peligro el secreto y amenazaba las negociaciones políticas” (189).
La planificación operacional alemana (el Caso Amarillo con su famoso Corte de Hoz desarrollado a partir del borrador operacional de Erich von Manstein) carecía de un objetivo estratégico definido para ganar la guerra. Su objetivo final era envolver y destruir al mayor número de formaciones aliadas en Bélgica y conseguir una parte de suelo estratégico que sirviera de lanzadera para continuar la guerra contra Gran Bretaña y Francia. La planificación operacional de Caso Amarillo indica claramente que ni en los planes de Hitler ni en los de la jefatura militar alemana, antes del comienzo de las operaciones el 10 de mayo, había nada parecido al sueño de lo que más tarde se llamó guerra relámpago o Blitzkrieg, sino más bien todo lo contrario: una campaña larga. Una prueba que confirma lo anterior viene dada en la prioridad mostrada en la producción de armamentos, que evidenciaba claramente la expectativa de una guerra posicional; no fueron los tanques ni los vehículos a motor los que estaban en el primer lugar de la lista. La primera posición la ocupaban las municiones; la segunda los submarinos y los bombarderos Ju-88; sólo la tercera posición estaba ocupada por los tanques.
En segundo lugar, el jército alemán que combatió la campaña del Oeste de 1940 no era ni la maquinaria de guerra moderna ni la fuerza superior a la conjunta aliada en calidad y cantidad que pinta la mitología. Por una parte, apenas un diez por ciento de la fuerza total alemana en mayo de 1940 merecía realmente el nombre de ejército moderno: las dieciséis divisiones móviles (10 panzer y 6 motorizadas) de sus Schnellen Truppen que estaban completamente motorizadas; las otras 141 divisiones tenían que depender, mayormente, del caballo. En la Primera Guerra Mundial el ejército imperial había utilizado un millón y medio de caballos; en la Segunda Guerra Mundial el ejército de Hitler casi dobló esa cantidad, utilizando dos millones setecientos mil caballos (190). Por otra parte, la Wehrmacht, el 10 de mayo de 1940, tenía una fuerza total sobre el papel de unos 5,4 millones de hombres: unos 4,2 millones en el Heer, sobre 1 millón en la Luftwaffe, unos 180.000 en la Kriegsmarine y alrededor de 100.000 en las Waffen SS (191). Debe observarse que en estas cantidades estaban incluidas las tropas del ejército de reemplazo y las destinadas a tareas de trabajo, las que estaban en la frontera oriental y en Polonia, y las estacionadas en Noruega y Dinamarca. Así que, sacando esos contingentes, la Wehrmacht tenía sobre el papel unos 3 millones de hombres para la campaña del Oeste. El ejército francés contaba en la primavera de 1940 con unos 5,5 millones de hombres, incluyendo las tropas coloniales. De ese total, unos 2,24 millones de hombres manejaban el frente noreste al comienzo de la ofensiva alemana (192). La Fuerza Expedicionaria Británica desplegada en el continente levantaba sobre medio millón de hombres en mayo de 1940, incluyendo las reservas que estaban prestas para embarcar a Francia. Por su parte, Holanda y Bélgica, si tener en cuenta su ejército territorial, movilizaron unos 400.000 y 650.000 hombres, respectivamente (193). De esta forma, al comienzo de la campaña, el ejército alemán desplegaba unos 3 millones de hombres, reservas incluidas, contra unos 4 millones de hombres del ejército aliado. En términos de divisiones, de las 157 divisiones alemanas, 135 divisiones (incluyendo 42 de reserva) fueron destinadas para la campaña. Como varias de ellas estaban siendo recién organizadas y, por tanto, difícilmente aptas para la campaña, sólo 93 divisiones montaron el ataque inicial del 10 de mayo. Francia tenía 117 divisiones, de las cuales 104 (incluyendo 11 de reserva) manejaban el frente noreste. La Fuerza Expedicionaria Británica contaba inicialmente con 13 divisiones, de las cuales 3 todavía no estaban totalmente organizadas, pero había que añadir la 1ª División Acorazada y la 52ª Highland que habían sido transferidas al continente. Los belgas desplegaban 22 divisiones y los holandeses 10 (194).. En resumen, en mayo de 1940, 135 divisiones alemanas se enfrentaban a 151 divisiones aliadas.
En artillería los aliados desplegaban casi el doble de la artillería alemana. Francia sola contaba con más de 10.700 piezas de artillería, Gran Bretaña tenía 1.280 piezas, Bélgica 1.338 y Holanda 656. Así que en conjunto los aliados desplegaban unas 14.000 piezas de artillería contra 7.378 de la Wehrmacht (195). En aviación los aliados también eran ligeramente superiores. No quiero extenderme, pero los alemanes tenían el 10 de mayo un total de 3.578 aviones de combate, de los cuales eran operacionales 2.589. Francia sola tenía un total 3.562 aviones de combate (196).
Pasemos ahora al tema de nuestro topic, el blindaje. El 10 de mayo de 1940 había un total de 2.439 tanques alemanes asignados a la campaña francesa. Esta cifra se repartía entre 523 Pz.Kpfw. I, 955 Pz.Kpfw. II, 349 Pz.Kpfw. III. 278 Pz.Kpfw. IV, y los modelos checos Pz.Kpfw. 35(t) (106 unidades) y 38(t) (228 unidades) (197).
El blindaje francés en el frente noreste al 10 de mayo levantaba un total de 3.254 tanques (196). La cifra constaba de 450 AMR y AMC, 315 Renault F.T. modelo 1918, 900 Renault 35, 770 Hotchkiss 35/39, 100 FCM, 45 D1, 100 D2, 300 SOMUA, y 274 Char B (198).
El 10 de mayo la Fuerza Expedicionaria Británica tenía 310 tanques en Europa, aunque había 330 vehículos de combate más (de la 1ª DA) que estaban cruzando el Canal y que llegaron a Francia a finales de mayo. Los belgas tenían unos 270 tanques, la mayoría de ellos T13 y T15, mientras los holandeses contaban con unos 40, mayormente del tipo Landsverk (199). Esos vehículos belgas y holandeses, sobre todo los modelos armados con cañones de 4.7cm, eran iguales o superiores a los tanques ligeros alemanes Pz.Kpfw. I y II en potencia de fuego.
Así que, en conjunto, en mayo de 1940, 2.439 tanques de batalla alemanes se enfrentaban a 4.204 tanques de batalla aliados. Esta inferioridad numérica alemana venía agravada por dos factores más que jugaban a favor de los aliados: la protección de blindaje y la potencia de fuego de los tanques. En el primer factor, el Pz.Kpfw. IV tenía 30mm de espesor de blindaje; el Char B francés, 60mm, y el Matilda británico, 80mm. Ningún cañón de los tanques alemanes ni ningún cañón antitanque alemán podían penetrar el blindaje aliado de los Char B y Matildas. En el segundo factor, el Pz.Kpfw. I tenía dos ametralladoras de 7.92mm; el Pz.Kpfw. II, un cañón de 20mm; el Pz.Kpfw. III, un cañón de 37mm; el Pz.Kpfw. IV, un cañón corto de 75mm; el Pz.Kpfw. 35(t) y el Pz.Kpfw. 38(7), ambos con cañón de 37mm. En cambio, el Renault F.T. montaba un cañón de 37mm; el AMC montaba cañones de 25mm, 37mm y 47mm; el FCM cañón de 37mm, al igual que el Renault 35 y el Hotchkiss 39; los D1 y D2 montaban cañón de 47mm, al igual que el SOMUA; el Char B2 montaba cañones de 47mm y 75mm; los tanques ingleses montaban cañones de 40mm con una alta velocidad de boca.
Así pues (y dejamos las marinas de guerra al margen), el ejército aliado de mayo de 1940 era superior al alemán, en términos generales de cantidad y calidad, en hombres y material. Los alemanes no podían, pues, desplegar la tradicional ventaja de tres a uno recomendada a un ejército atacante contra un ejército defensor que estaba desplegado en fuertes posiciones defensivas. Sin embargo, ocurrió lo inesperado: los alemanes lograron una victoria espectacular en un tiempo que ni los más fantasiosos podían imaginar. El objetivo de este topic no es explicar las causas de esa victoria, pero no tengo inconveniente en adelantar que no se encontrarán en la supuesta “modernidad” del armamento del ejército alemán, ni en su planificación ofensiva (su famoso Corte de Hoz) diabólicamente genial, ni en el mito de la Blitzkrieg. Las causas del éxito se debieron, por parte alemana, a su flexibilidad en el sistema de mando, a la iniciativa personal de sus mandos intermedios y subalternos, a la improvisación y al empleo adecuado de sus armas combinadas, y al excelente entrenamiento de sus tropas de elite; pero todo eso no sería suficiente para tal éxito sin los defectos del mando aliado, especialmente francés, que venían definidos por una palabra: lentitud. Lentitud a la hora de valorar la situación estratégica y señalar correctamente el centro de gravedad del ataque alemán; lentitud en la toma de decisiones; lentitud en la cadena de mando. Los aliados siempre decidieron y comunicaron tarde, y siempre llegaron tarde. Todo ello era el producto global de un sistema de mando intolerablemente rígido que daba como resultado un mando intermedio y subalterno falto de iniciativa personal, falto de motivación, sin capacidad para la improvisación.
La primera cuestión importante, con respecto al blindaje alemán, se planteó en el bando alemán sobre qué arma debería encabezar el ataque a través de Las Ardenas hacia Sedán. Las Schnellen Truppen destinadas a este ataque estaban organizadas en tamaño de semi-ejército (Panzergruppe) al mando del general Kleist, dentro del Grupo de Ejércitos A del general Rundstedt. El oficial de operaciones del EM de Rundstedt, Blummentritt, opinaba que el ataque debía encabezarlo la infantería de a pie, con las formaciones motorizadas detrás, y sólo utilizar a las formaciones panzer una vez se hubiese conseguido la ruptura táctica y ganado libertad de acción (200). Rundstedt concordaba con esa opinión, aduciendo que la conducción de la ofensiva por los panzers no estaba justificada bajo las circunstancias presentes (201). El general Sodenstern, jefe del EM de Rundstedt, fue el principal antagonista del empleo de los panzers para encabezar la ofensiva. El 5 de marzo resumió sus críticas en un detallado memorando en cuatro puntos: en el primero dudaba que fuese posible, aun sin la intervención del enemigo, un ataque rápido y sorpresivo a través de Las Ardenas, subrayando que en 1914 ni siquiera elementos de caballería habían sido capaces de avanzar la mitad del terreno. Para Sodenstern, un defensor habilidoso lo tendría muy fácil para bloquear las estrechas sendas boscosas con barreras y minas para detener a los “pesados y torpes” panzers. En el segundo punto, razonaba que el ejército francés estaba en disposición de desplazar unidades móviles desde el Mosa para combatir operaciones dilatorias en Las Ardenas. Seguía con el tercer punto apuntando que las unidades de avanzada alemanas constituirían un objetivo extraordinariamente vulnerable para los ataques aéreos de la aviación enemiga, facilitado por las aglomeraciones de vehículos que iban a provocar las barreras naturales del terreno. Unos cuantos impactos serían suficientes para convertir las grandes columnas de marcha en “colosos inmóviles que bloquearían completamente todas las carreteras”. Llevaría muchas horas, quizás días, arreglar ese entuerto para abrir camino y posibilitar el avance de la infantería. En cuarto punto, Sodenstern creía que el avance de los panzers sería detenido, en el mejor de los casos, en el Mosa, donde los franceses tenían excelentes fortificaciones defensivas. Las divisiones panzer no podrían forzar el curso del río, pues tenían muy poca infantería. Esto sólo se podía conseguir con las divisiones de infantería, pero de nuevo su traslado a vanguardia se vería imposibilitado por los grandes embotellamientos de los vehículos de las divisiones panzer. Incluso si las divisiones panzer eran capaces, finalmente, de cruzar el Mosa, estarían desde entonces tan agotadas que no podrían ser empleadas para su auténtica misión –el ataque en el nivel operacional en las áreas de retaguardia del enemigo- hasta que fuesen completamente reacondicionadas.
Así, Sodenstern quería que el Duodécimo Ejército, reforzado con una o dos divisiones panzer, encabezara el avance por Las Ardenas y la ruptura en Sedán. La fuerza panzer se mantendría como reserva operacional para entrar en juego penetrando profundamente en la retaguardia enemiga a través de la brecha conseguida por la infantería en el frente (201).
Sabiendo lo que sucedió poco más de dos meses después en Las Ardenas y Sedán, sería fácil desechar las consideraciones de Sodenstern como infundadas. Sin embargo, su anális era correcto. Lo que sucedió fue que Sodenstern imaginó la respuesta aliada tal como él actuaría, mientras que Manstein, Guderian y Halder anticiparon la respuesta aliada no bajo los parámetros doctrinales alemanes, sino bajo los reales franceses. Frieser, en la mejor historia operacional que he leído jamás sobre la campaña francesa (principalmente centrada en Sedán y el posterior avance de los panzers), califica el plan alemán (el Corte de Hoz ideado por Manstein y configurado finalmente por una combinación de extrañas circunstancias en torno a Hitler-Guderian-Halder), como un juego donde todose arriesgaba a una sola carta (algo caro a Hitler, añado yo). Y efectivamente así era. Cabía la posibilidad, aun teniendo en cuenta el desfasado sistema de mando aliado, de que el enemigo contrarrestara los movimientos alemanes deteniendo al ataque panzer en el Mosa y, con ello, mandando al garete toda la ofensiva alemana. Esa posibilidad existió realmente, y no una sino varias veces, antes de cruzar el Mosa, durante el cruce y después. Pero, por suerte alemana, los franceses no supieron aprovecharla en ninguna ocasión.
El Panzergruppe Kleist (dos cuerpos panzer y uno motorizado con un total de 41.140 vehículos, incluyendo 1.222 tanques de batalla, y 134.370 hombres) avanzó, salvo los contratiempos de rigor, con éxito a través de Las Ardenas y pudo forzar el cruce del Mosa tal como había sido previamente planeado. Pero no fueron los panzers quienes posibilitaron inicialmente el cruce del Mosa, sino unidades de infantería blindada gracias a la iniciativa personal de sus comandantes, todos ellos (a excepción de Rommel en el cuerpo de Hoth bajo Kluge), con grados de teniente coronel para abajo, y a la acción de la aviación táctica. Las rutas de aproximación de Las Ardenas estuvieron a punto de convertirse en una catástrofe de embotellamientos de vehículos; el cruce inicial del Mosa fue el momento más crítico para las Schnellen Truppen, seguido después por los peligros de flancos expuestos, pérdida de comunicaciones, aislamiento de las unidades de tanques de sus unidades de infantería, problemas logísticos, y un claro agotamiento (aliviado por el éxito) de las tropas panzer (que recibieron tabletas de Pervitin, una droga para resistir). Esos problemas se vieron aliviados, en su mayoría, por las excelentes vías de comunicación de Francia y por las distancias asequibles a las formaciones móviles (no excesivamente largas si las comparamos con lo que sucedió después en otros teatros de operaciones de la guerra). Pero sobre todo se vieron oscurecidos por el asombroso éxito final de la campaña. Habrían de recuperar el primer plano cuando salieron a flote, de forma amarga para los alemanes, en las enormes distancias de la Unión Soviética, en sus pésimas carreteras y terrenos accidentados y poco adecuados para el tránsito de las formaciones panzer.
La doctrina blindada alemana tenía muchas lecciones que extraer de las experiencias vividas por sus formaciones panzer en la campaña francesa. Se demostró la validez del principio que priorizaba los factores de la velocidad y maniobrabilidad de los tanques contra los de protección de blindaje y potencia de fuego. Claro que la validez de tal principio iba a durar el tiempo en que los aliados aprendieron a emplear con propiedad su blindaje: a partir de entonces la protección y potencia de fuego dominaron los campos de batalla. Los modelos Pz.Kpfw. I y II dejaron definitivamente de ser válidos como tanques de batalla, reservándose para vehículos de mando y como chasis de armas autopropulsadas.
También se puso de manifiesto la verdad que asistía a quienes advirtieron contra la importancia de las armas antitanque. Los alemanes sólo pudieron contener, a duras penas y con grandes bajas en blindados, las operaciones ofensivas y defensivas de los tanques pesados aliados gracias a su artillería pesada y al empleo como Pak de sus Flaks de 88mm. Curiosamente, estas tácticas ya habían sido anticipadas por los teóricos de la defensa antitanque, como Uto Gallwitz (202), Ernst Volckheim, Walther Nehring, y Ludwig von Eimannsberger.
La aviación táctica de apoyo al suelo se demostró vital contra posiciones fortificadas fuertemente defendidas y contra los contraataques enemigos dirigidos contra los flancos expuestos de las unidades panzer.
La campaña de Francia acabó siendo una droga alucinógena para Hitler y, en general, su generalato superior, que creyeron invencible a su máquina de hacer la guerra, con las formaciones panzer en cabeza. Fue un “viaje” que duró año y medio.
Notas:
(186) Georg Thomas, Geschichte der deutschen Wehrand- und Rüstungswirtschaft (1918-1945) (Bopard: Boldt, 1966), p. 11; citado en Frieser, Op. Cit., pp. 17, 364.
(187) Erich von Manstein, Victorias Frustradas (Inédita, 2006), p. 108 y ss.
(188) Andreas Hillgruber, Hitlers Strategie. Politik und Kriegführung 1940-1941 (Munich: Bernard & Graefe, 1982), p. 40; citado en Frieser, pp. 18, 365.
(189) Bernhard von Lossberg, Im Wehrmachtführungsstab: Bericht eines Generalstabsoffiziere (Hamburg: Nölke, 1950), p. 27; citado en Frieser, ibid.
(190) Fuentes varias en Frieser, p. 29.
(191) Frieser, Op. Cit., p. 35.
(192) Ibid.
(193) Ibid. 36
(194) Ibid.
(195) Ibid.
(196) Ibid. 45.
(197) Ibid. 37. La lista no incluye 135 vehículos de mando blindados. Algunos autores, según Frieser, confunden el número de 2.439 tanques de batalla disponibles para la Ofensiva Occidental de mayo de 1940 con las cifras de producción de la industria de armamento alemana. En mayo de 1940 había 3.360 tanques de los cuatro modelos (I, II, III, IV), pero no todos estaban destinados a la campaña. Por ejemplo, del total de 1.445 Pz.Kpfw. I producidos, sólo había 523 para el Frente Occidental. Lo mismo sucede con las cifras que siguen de los franceses, cuya industria había producido hasta entonces un total de 4.688 tanques, pero sólo había 3.254 en el Frente Noreste el 10 de mayo.
(198) Ibid. 37. Los tanques franceses AMR y AMC estaban parcialmente armados con ametralladoras, aunque la mayoría disponía de cañones de 2.5cm ó 3.7cm, e incluso una serie de los AMC montaba cañones de 4.7cm; por tanto eran superiores en potencia de fuego a los tanques ligeros alemanes. Además, en mayo de 1940, los franceses también contaban con 1.500 Renault F.T. empleados en su mayoría para defender aeródromos, pero había entre 500 y 600 tanques de ese modelo de versión moderna, armados con un cañón de 3.7cm; de estos últimos, 315 estaban estacionados en el Frente Noreste.
(199) Ibid. 38.
(200) Ibid. p. 96
(201) Ibid. pp. 96-97.
(202) Uto Gallwitz, “Beiträge zur Kampfwagenabwehr”, Militär-Wochenblatt, Vol. 111, No. 9 (4 septiembre 1936): p. 295; citado en DiNardo, Germany’s Panzer Arm…., pp. 90, 162.
Continuaremos.
Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)