Con el permiso de la Administración citaré una crítica MUY INTERESANTE.
La vida es bella se presta muy bien a reflexiones sobre la vida y el amor. Ya me llamó la atención la diversidad de personas que la alababan y la manera en que se hablaba de ella. No me pareció, de entrada, una película más. Fui a verla en una gran sala, un cine de los de antes, con gallinero, repleto de gente. Y lo primero que me llamó la atención, aparte de la cantidad -que la cola daba una vuelta a la manzana que casi nos hizo desistir del intento-, fue el tipo de gente que había. Distinta a la mayoría de las que yo me había encontrado en otras proyecciones. Edad media, mayor. Clase media, alta."¡Menos mal que, por fin, ponen una película que se puede ver!", parecía que se decían.
Eduardo Sotomayor escribe: "Nunca me ha gustado Roberto Benigni. Me pareció patético en "El hijo de la Pantera Rosa" y odié "El Monstruo", paradigma del bodrio con pretensiones de comedia, que incomprensiblemente para mi, arrasó en Italia. Por ello acercarme a "La Vida es Bella", que nos llega repleta de galardones y alabanzas críticas me producía cierto pavor pues, conocida su obra, me resultaba impensable que este Jim Carrey italiano pudiera ser el responsable de tantas bondades. Pero, como todo es posible en el cine, reconozco que esta película me hace olvidar los nefastos antecedentes y paso a ser devoto admirador de Benigni.
Esta formidable "charlotada" -dicho sea en el mejor de los sentidos- quizás esté algo sobrevalorada pero
atesora suficientes méritos como para pasar a la historia del cine. Sin caer en el relato reivindicativo y huyendo de la sensiblería fácil, simplemente se nos muestra la historia de un gran hombre capaz de desdramatizar la mas horrible de las historias en beneficio de su hijo. La película nos regala secuencias de indudable genialidad ridiculizadora y de auténtica grandeza cinematográfica. El duelo entre el ingenio y la intransigencia queda retratado con indudable inteligencia y destaca sobre los valores formales pues tanto la realización como la interpretación son sólo correctos."
Sin estar del todo de acuerdo con la última frase, me ha llamado la atención la definición de la película como un duelo entre el ingenio y la intransigencia.
La grandeza de La vida es bella está, a mi juicio, en contarnos cómo 'aún es posible la esperanza', cómo 'el amor es más fuerte que la muerte', que 'el amor hace milagros'. Y toda una serie de frases que son percibidas como utópicas, pero que pueden ser verdad. Y pueden ser verdad, en la medida que las 'hagamos verdad' en nuestra vida.
"En este mundo traidor nada es verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira", escribía Campoamor; y dice la sabiduría popular "cada uno habla de la feria, como le va en ella". En muchas de mis intervenciones me toca hablar de la felicidad. Con la mayoría de personas que hablo tengo que ayudarles a encontrarla. Y os confieso que ambas cosas me resultan -además de apasinantes- muy difíciles. No hay una regla general. No hay dos personas ni dos vidas, ni dos circunstancias iguales. Ni siquiera parecidas. La felicidad -como la verdad, o la 'feria'- es distinta para cada itinerario. 'No hay ningún tren para la felicidad', formulaba hace poco. Casi todo se puede adquirir, más o menos 'en serie', en un sitio o en otro, a un precio u otro. La felicidad -como el amor, la verdad, la alegría- no trae manual de instrucciones. Se logra con la propia artesanía....
La principal moraleja que saco yo del genial film de Benigni -y os lo quiero contar, por si os sirve- es que Guido ama tanto a Josué y a Dora, que, hace todo lo posible, para que sean felices. El único camino para la felicidad es el amor...
En una entrevista que presenta el último Cinemanía, Emma Roig pregunta: "¿Una sola frase le ispiró La vida es bella?" Y Roberto Benigni contesta: "Sí, fue precisamente cuando leí el diario de Trotski, a pesar de que tuvo una vida terrible, llena de relatos atroces, acaba su historia diciendo: 'he vivido todo esto, pero, al final, sólo me queda decir una cosa "la vida es bella". Todos nosotros tenemos el derecho y el deber de decir lo mismo. El título traspasa el filme, es la frase más simple y a la vez lo que encierra todo. ... Lo que narro es real, hubo supervivientes de campos de concentración que fueron capaces de salvar el romanticismo. El amor, la imaginación y la fantasía son capaces de superar cualquier cosa. El protagonista ayuda a su hijo a superar una experiencia tan horrible, ... es el regalo más grande que un padre puede dar a su hijo."
Y en otra entrevista, de Graham Fuller, dice Benigni: "Para mí, si eres capaz de reír, eres el dueño del mundo. ¿Acaso hay algo más simple o más hermoso que proteger la inocencia, que tener el derecho de proclamar que la vida es hermosa hasta el último momento? Desde un punto de vista histórico es posible que la película adolezca de alguna inexactitud. Pero hay que recordar que es una historia de amor, no es un documental. No hay violencia explícita porque ese no es mi estilo. Hay gente que ha dicho que no hay suficiente horror en las escenas en el campo de concentración. Sin embargo, si ya mostramos la posibilidad de que mueran los niños, ¿puede haber algo más horroroso? ... Cada noche, tenía sueños en los que me convertía en el padre de un niño al que no podía verle la cara bien. Incluso antes del rodaje, cuando escribimos la segunda parte de la película, nos detuvimos muchas veces, porque la idea de hacer esta película con un chico pequeño era casi insoportable. Antes de empezar el rodaje, mi mujer y yo intentamos contarle a Giorgio el argumento de la película como si fuese una fábula, con buenos y malos. Le gustó el argumento, pero le asustó. Quería saber si era verdad, porque se dió cuenta de que aquello era la historia de Italia." Conviene recordar aquí que Nicoletta Braschi, la actriz que hace de Dora, es la pareja de Roberto Beligni en la vida real y la coprotagonista de casi todas sus películas anteriores.
Roberto Benigni, como los grandes cómicos, quiere enfrentarnos con un tema 'mayor': el drama de la vida de cada uno de nosotros. Cada uno tenemos que poner a los protagonistas nombres y apellidos, seleccionar paisajes y decorados, resituar bambalinas y comparsas.
No se queda corto el buen cómico al apuntar a la historia del holocausto judío. Un punto de referencia suficientemente cercano y lejano, para poder objetivar y relativizar nuestras historias grandemente pequeñas y complicadamente simples. En eso consiste el humor. En poner distancia iluminadora entre yo y lo mío. El humor, como el amor, es una forma privilegiada de mirar.
Magistral me parece la escena de la traducción simultánea. El protagonista es consciente de que quien tiene la información tiene el poder y convierte las órdenes del oficial, en reglas de un juego que salva y redime. Las trágicas normas de destrucción hechas piedras preciosas de un sueño. Sigue venciendo la vida. Incluso la banda sonora, densa y gris, hace tímidas variaciones sobre las melodías populares de la Toscana. Guido se arriesga a inundar el negro silencio con la alegre Barcarola de Offenbach, de rojos recuerdos de pasión y encuentro...
Y acabo. No puedo alargarme sobre otra infinidad de temas que sugiere La vida es bella. Creo que los aspectos formales están 'a la altura' de los geniales contenidos -explícitos e implícitos- de la película. Y pienso que hacer cine no es sólo los valores formales. Transcribo unas significativas palabras de Benigni en la entrevista de Emma Roig: "En EEUU se gastan mucho dinero en efectos especiales. La única manera de competir con eso es con ideas; las ideas son nuestros efectos especiales, unos efectos especiales todavía más poderosos."
Ya hablé antes del final, esperado e inesperado, como la vida misma. Giorgio dice, al ver el tanque: "¡Era verdad!". Y, poco después, ya como voz 'en off': "Este es el sacrificio que hizo mi padre por mí". La vida de Guido se dedica a hecer felices a los que quiere. Y curiosamente, como es desde un amor auténtico -un sabio y sano amor a sí mismo-, él es el primer beneficiado de su intento.
Gracias por estar
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