Entiendo que a raíz de estos pequeños testimonios personales, será más fácil comprender que fue exactamente Dunkerke.
Saludos cordiales
Un artillero en Dunkerke
El siguiente relato nos cuenta la historia de Douglas Haig Hodge, desde su llegada a Francia, hasta su retorno a Inglaterra, pasando por su evacuación o su lucha en Dunkerke.
Publicado en inglés en Dundee Central Library con el número A3826938 ha sido traducido por mí al castellano. Esperando que sea del agrado de todo el mundo.
![Imagen](http://www.bbc.co.uk/ww2peopleswar/stories/38/images/11127738616305709381_1.jpg)
Antes de que fuéramos a Francia, el rey vendría a inspeccionarnos en el cruce de Cookham, cerca de Aldershot, donde los cañones y los obuses de 4 pulgadas estaban almacenados en garajes. Yo era miembro del cañón-sub (una sub-sección que manejaba un cañón). En el momento de la inspección yo tenía laringitis y cuando salí del hospital, el viejo coronel del Cuerpo Médico de la Batería Real me dijo: “Un permiso de 7 días no te sirve para nada. Añadiremos otros 3 días, ¿te parece?”. Por supuesto conteste yo agradecido, a lo que él me respondió que yo era un “buen tipo”.
El mayor incoveniente era que la batería no te daba un justificante de viaje, ya que en los permisos por enfermedad, no se te asignaban ninguna dieta por lo que te las tenías que arreglar solo. El billete costaba 12 chelines (0.60 libras) y me recorrí toda la batería hasta conseguir el dinero necesario para comprarlo. El último tipo al que le pedí fue a Jack Coutts, quien me dio el último chelín que necesitaba. Fui desde Kings Cross hasta Dundee pero no había dinero para comer ni beber ni para nada. Todo lo que conseguí fueron preguntas sobre por qué había vuelto, aunque mi madre se quedó bastante impresionada conmigo.
Cuando regresé, me dieron órdenes de que me uniera a la batería en Francia. Practicaban los que se llamaba un “control de tráfico”. Cuando llegabas a la estación solo tenías que darles el nombre de tu regimiento y división y te decían qué tren debías tomar. Salimos de Dover y llegamos a Francia. Allí me dieron un billete de 100 francos y pensé que nunca más sería pobre en mi vida. Finalmente me uní al regimiento y nos dirigimos hacia la frontera en el área de Lille. Después, cuando “la falsa guerra” terminó al final de la primavera, vimos un combate aéreo en las alturas. Tomamos posiciones detrás de la frontera con Maginot y después avanzamos hacia Louvain (Leuven).
En nuestra división había 4 batallones de infantería, los propios escoceses del Border del Rey (K.O.S.B), los Guardias Granaderos, el Regimiento del Sur de Lancashire y el Regimiento del Este de Yorkshire. Nos dijeron, y yo me creo esta historia, que cuando los alemanes comenzaron a avanzar, los K.O.S.B les hicieron retroceder 3 millas. Después nos dieron órdenes de alto el fuego y de hacer ejercicios de calentamiento. Yo estaba patrullando la carretera cercana a los cañones cuando en la retirada llegó la artillería belga. Era transportada a caballo y sus cañones estaban decorados con bonitos grabados. Cuando alguien gritó aviso de gas, se armó la de San Qunitín al entrar en un estado de pánico tanto los caballos como los soldados. Debieron de haberlo muy pasado mal en el lugar de donde venían.
Volvimos a Louvain y estábamos esperando órdenes cuando vimos aviones volando por encima de la carretera y civiles siendo ametrallados. Les vi venir y vi las explosiones aunque era horrible, no podíamos hacer nada por ellos. Fuera de Bruselas, disfrutamos de un extraordinario paisaje, con los civiles belgas evacuando la zona en sus caravanas. Apenas dormimos, rara vez sabíamos dónde nos encontrábamos y a menudo estábamos en contacto con los alemanes. Algunos no podían soportar la tensión. Un sargento regular, que había sido abanderado, se asustó. Tenía los nervios destrozados y se propuso no levantar la cabeza cuando más le necesitábamos.