La crisis de conciencia de Holanda.
Publicado: Vie Sep 08, 2006 3:06 am
LA CRISIS DE CONCIENCIA DE HOLANDA
El 22 y 23 de febrero de 1941, la política alemana cayó sobre el barrio judío de Ámsterdam, detuvo a 400 jóvenes y los envió a un campo de concentración.
“Forzaron la entrada con el pretexto de un registro de armas”, escribió un gentil holandés.
La policía de Ámsterdam hubo de rodear todo el barrio. Uno de los uniformados casi lloraba de ira e indignación, pero “¿qué podía hacer?”.
Muchos no judíos furiosos se hicieron la misma pregunta cuando oyeron hablar de las detenciones. Y cuando el partido comunista holandés inundó las calles de octavillas llamando a una huelga de protesta, respondieron entusiastas, pensando poco en las consecuencias.
El 25 de febrero, Ámsterdam se detuvo. Los tranvías desaparecieron de las calles, los empleados abandonaron las oficinas y los servicios públicos permaneciendo cerrados. La huelga se mantuvo durante 2 días y se extendió a las ciudades vecinas.
Una mecanógrafa gentil escribió:
“Holanda ha mostrado espontáneamente que no se puede hacer bromas con ella, que defiende a su gente, se a de la raza que fueran”.
La auténtica crisis comenzó después de que los alemanes quebrantaran violentamente la huelga. Los holandeses se dieron cuenta de que no habían apartado a los alemanes de sus planes de persecución. Habría que proteger a los judíos día tras día, mes tras mes, año tras año, y todo no judío, independientemente de sus simpatías, se vio forzado a preguntarse si arriesgaría su vida o la de su familia para proteger indefinidamente a unos desconocidos. Los jefes judíos se enfrentaban a otro dilema moral.
Los alemanes ofrecieron suavizar su tratamiento si estos jefes colaboraban en un programa de apaciguamiento y registro de su gente. Los jefes estuvieron de acuerdo con tan plan y, con poca cordura, no vacilaron en traicionar a algunos judíos para salvar a otros.
Muchos gentiles decidieron apenados que su primera obligación era para con sus familiares y no para con los judíos. Pero muchos otros holandeses se comprometieron en una vida de permanente riesgo mortal y consiguieron salvar a casi 15.000 de sus paisanos judíos.
El 22 y 23 de febrero de 1941, la política alemana cayó sobre el barrio judío de Ámsterdam, detuvo a 400 jóvenes y los envió a un campo de concentración.
“Forzaron la entrada con el pretexto de un registro de armas”, escribió un gentil holandés.
La policía de Ámsterdam hubo de rodear todo el barrio. Uno de los uniformados casi lloraba de ira e indignación, pero “¿qué podía hacer?”.
Muchos no judíos furiosos se hicieron la misma pregunta cuando oyeron hablar de las detenciones. Y cuando el partido comunista holandés inundó las calles de octavillas llamando a una huelga de protesta, respondieron entusiastas, pensando poco en las consecuencias.
El 25 de febrero, Ámsterdam se detuvo. Los tranvías desaparecieron de las calles, los empleados abandonaron las oficinas y los servicios públicos permaneciendo cerrados. La huelga se mantuvo durante 2 días y se extendió a las ciudades vecinas.
Una mecanógrafa gentil escribió:
“Holanda ha mostrado espontáneamente que no se puede hacer bromas con ella, que defiende a su gente, se a de la raza que fueran”.
La auténtica crisis comenzó después de que los alemanes quebrantaran violentamente la huelga. Los holandeses se dieron cuenta de que no habían apartado a los alemanes de sus planes de persecución. Habría que proteger a los judíos día tras día, mes tras mes, año tras año, y todo no judío, independientemente de sus simpatías, se vio forzado a preguntarse si arriesgaría su vida o la de su familia para proteger indefinidamente a unos desconocidos. Los jefes judíos se enfrentaban a otro dilema moral.
Los alemanes ofrecieron suavizar su tratamiento si estos jefes colaboraban en un programa de apaciguamiento y registro de su gente. Los jefes estuvieron de acuerdo con tan plan y, con poca cordura, no vacilaron en traicionar a algunos judíos para salvar a otros.
Muchos gentiles decidieron apenados que su primera obligación era para con sus familiares y no para con los judíos. Pero muchos otros holandeses se comprometieron en una vida de permanente riesgo mortal y consiguieron salvar a casi 15.000 de sus paisanos judíos.