Alemania, Francia y la URSS: Política "artística"
Publicado: Mié Jun 22, 2005 2:03 am
La U.R.S.S.
En las páginas de Guerra y Paz, León Tolstoi narra cómo la aristocracia rusa arrampla con su preciado menaje y lo oculta en fincas o haciendas de su propiedad. lejos del alcance de Napoleón. En 1 812 a Rusia le bastó con retirar a un lado sus joyas artísticas para salvar su patrimonio. Los moscovitas se limitaron a apartar sus objetos de arte de la línea de senderos y caminos por donde discurría la Grande Armeé en ordenado avance. Sin embargo, la invasión de la URSS por el Ejército alemán en 1941 fue otra historia.
En junio de aquel año, la parrilla de salida de la máquina militar del III Reich se extendía desde Báltico hasta el mar negro, un triple frente que abarcaba más de 1200 kilómetros. La invasión tendría un carácter global, lo que obligó a Moscú a coordinar un repliegue masivo de sus lienzos y obras de arte más precia das más allá de los Urales, un peregrinaje a lo largo de 3000 kilómetros que salvaguardó miles de cuadros de los brochazos” de metralla nazi.
En la Segunda Guerra Mundial, algunos países europeos se vieran obligados a desalojar su patrimonio allende sus fronteras. Sin embargo, la URSS no tuvo ese problema. Si algo le sobraba a Moscú eran miles de kilómetros cuadrados. Tras el "candado” de los Urales, Siberia pasó a ser la mejor despensa del arte ruso. La infinita retaguardia siberiana se convirtió en una hermética caja fuerte para las joyas del Ermitage, del Museo Ruso de Leningrado (ahora San Petersburgo) o de la Galería Tretiakov de Moscú. Miles de cuadros, esculturas y piezas arqueológicas de incalculable valor fue ron evacuadas por la puerta de atrás hacia el Este en una singular travesía ferroviaria por la estepa siberiana. Hasta el patriarca momificado del comunismo, el cadáver embalsamado de Lenin, fue evacuado del mausoleo de la Plaza Roja y puesto a buen recaudo al otro lado de los Urales, en la localidad de Tiumen. El 3 de julio de 1941, los embalsama dores Boris Zbarski y su hijo HM partieron en tren hacia Siberia con la momia de Lenin oculta un cajón de madera. Durante su exilio, el cutis agrietado del líder mereció los mismos cuidados que el mejor de los Rubens.
Ajeno a lo que se le venía encima, el pueblo soviético holgó el 22 de junio de 1941 como si se tratara de un domingo cualquiera. Aquella mañana, los noticiarios radiofónicos se centraron en la cifras de producción industrial y agrícola. Los moscovitas y leningradenses coparon parques, teatros y museos, cuyas paredes no tardaron en temblar.
Bombardeos de la Luftwaffe
Cogido por sorpresa, el dictador soviético Iosif Stalin no tuvo margen de maniobra para oponer resistencia a los primeros y demoledores compases del fulgurante avance nazi por el noroeste ruso. El desinterés de los nazis hacia el arte eslavo, pueblo al que consideraban una raza inferior. coayudó a la destrucción sistemática de edificios históricos a su paso por Smolensk o Novgorod, cuyas milenarias iglesias de estilizados muros blancos y cúpulas doradas fueron pasto de inmisericorde bombardeo de la Luftwaffe. La esvástica segaba todo a su paso. Las piezas de arte que no encajaban en el llamado "arte germánico”, tan apreciado por Hitler eran destruidas en vez de atesoradas como botín de guerra por las ‘urracas” del nazismo. Pese a la exitosa evacuación masiva a Siberia, 427 museos soviéticos fueron saqueados, mientras que 500 sinagogas y 1670 iglesias ortodoxas fueron derruidas o quedaron seriamente dañadas (quizá la pérdida menos lamentada por el ateo gobierno soviético). Las residencias imperales de Petergof y Tsarkoye Tseló, a las afueras de San Petersburgo, fueron saqueadas y pulverizadas por la aviación nazi. En los reconstruidos palacios estivales, hoy pueden verse fotografías de aquella demolición. Los alemanes se llevaron de Petergof 34.000 piezas de arte, pero su latrocinio más sonado fue cometido en la habitación de ámbar del palacio barroco de Catalina 11, en Tsárkoye Tseló. Los suntuosos paneles de ámbar fueron arrancados por los nazis y lleva dos a Alemania. Con motivo del 300 aniversario de San Petersburgo. el gobierno ruso ha reconstruido totalmente la sala.
Veinticuatro horas después de inicia da la invasión, el Comisariado Popular de Cultura y Educación de la URSS emitió un decreto cuyo función era proteger el patrimonio cultural, lo que implicaba la eventual evacuación de los edificios y museos en caso de extrema necesidad.
Antes de que la guerra de Hitler se fuera por el desagüe de Stalingrado en 1943, los objetivos prioritarios del III Reich eran Moscú y Leningrado, cuyos museos no tardaron en dar la voz de alarma. ‘Cuando en septiembre las tropas fascistas empezaron activamente a acercarse a Moscú comenzó a prepararse la evacuación. Fueron enviados soldados que ayudaron a enviar obras en las cajas de madera’, comenta Lidia lóvleva, vicedirectora responsable por el mantenimiento y restauración de la Galería Tretiakov de Moscú, la mejor pinacoteca de arte ruso del mundo con más de 100.000 lienzos.
El frenético embalaje de los retratos de lliá Repin, las estampas históricas de Vasili Súrikov, los mares embravecidos de Iván Aviazovsk o los iconos de Andrei Rubliov se llevó a cabo en pocos días. Especialmente aparatosa resultó la evacuación de cuadros enormes como La boyarda Morozovu, de Súrikov o la aparición de Cristo ante el pueblo, de lvanov de 5.5 x 7,5 m. En Moscú se quedaron todos los marcos así como las estatuas más voluminosas, como el marmóreo Iván el Terrible, de Mark Antókolski, que fue cubierta con sacos de arena y serrín. Durante la mudanza fue elaborado un minucioso listado de las obras para evitar extravíos durante la estampida.
Desde Moscú partieron varios trenes especiales con destino a Novosibirsk, en clavado en pleno corazón siberiano a más de 3000 kilómetros de Moscú. El ha del teatro de Novosibirsk dio cobijo a la mayor parte de la colección Tre dakov, así como a piezas de los principales museos leningradenses. el Ermitage y el Museo Ruso.
El resto de la colección Tretiakov anidó en los Urales, en la ciudad de Perm, a donde muchos cuadros arribaron a bordo de barcos a través del mítico Volga. tope físico del avance nazi en 1943. Mientras Stalin imponía a sus huestes la famosa consiga Ni un paso atrás durante la batalla de Stalingrado, la URSS ponía a salvo sus tesoros culturales con una organizada reculada de su patrimonio.
Tras el cerco
Si Perm y Novosibirsk las obras eran vigiladas por turnos día y noche por un equipo de funcionarios, en Moscú los trabajadores del museo se encaramaron al tejado para velar por la suerte de la galería, sobre la que acertaron a impactar algunas bombas incendiarias alemanes. Aunque el objetivo de la Luftwaffe era ‘encestar” las bombas tras la muralla del Kremlin, una pared de la galería resultó parcialmente destrozada por un explosivo errático recuerda Ióvleva
Menos suerte tuvo el Ermitage. el templo ruso del arte, que hubo de sufrir en sus muros el chaparrón intermitente de explosivos alemanes durante los 900 días que duró el cerco de Leningrado. Para cuando los nazis completaron el asedio en torno a la antigua capital zarista, cientos de voluntarios y operarios del museo habían logrado escamotear un millón de piezas en dos trenes. Sin embargo, cuando se preparaba tercer envío, los alemanes completaron el cerco. El destino principal de aquel éxodo de objetos de arte fue la ciudad de Sverdlovsk (actual Yekaterimburgo) dónde el renombrado erudito Vladimir Levinson Lessing se encargó de su cuidado.
En los amplios salones palaciegos que conforman el conjunto del Ermitage fue ron habilitados veinte refugios antiaéreos en los que se guarecieron 12.000 leningradenses. El director losif Orbeli, no soltó en ningún momento el "timón” de su museo durante el asedio,
Los funcionarios velaron por la integridad de los palacios del Ermitage eliminando los efectos de la nieve, la lluvia ye viento que se filtraba por los socavones abiertos por la aviación en la techumbre del museo, Equipados con cascos, guantes y equipos sanitarios, los funcionarios del Ermitage se apresuraban a despejar los restos de escombros cada vez que un proyectil sacudía los muros del museo.
Además de preservar las obras inmortales, la plantilla enterraba a quienes morían bajo las bombas o por inanición. El 8 de noviembre de 1945, cicatrizado ya el yeso de sus paredes, el museo reabrió sus puertas al público, que accedió a través del mítico pórtico de los atlantes (compuesto por diez esculturas de 5 metros de alto), la misma entrada que habilitada desde 1852 hasta 1917.
Cuando el Ejército Rojo irrumpió en Berlín, se cobró justa venganza confiscando miles de obras de arte que trasladó a la URSS. La actual ley rusa sobre la restitución de obras de arte prohíbe la devolución de botines de guerra traídos de Alemania a modo de compensación por los desmanes de una guerra en la que perdieron la vida 25 millones de soviéticos.
Saludos cordiales
En las páginas de Guerra y Paz, León Tolstoi narra cómo la aristocracia rusa arrampla con su preciado menaje y lo oculta en fincas o haciendas de su propiedad. lejos del alcance de Napoleón. En 1 812 a Rusia le bastó con retirar a un lado sus joyas artísticas para salvar su patrimonio. Los moscovitas se limitaron a apartar sus objetos de arte de la línea de senderos y caminos por donde discurría la Grande Armeé en ordenado avance. Sin embargo, la invasión de la URSS por el Ejército alemán en 1941 fue otra historia.
En junio de aquel año, la parrilla de salida de la máquina militar del III Reich se extendía desde Báltico hasta el mar negro, un triple frente que abarcaba más de 1200 kilómetros. La invasión tendría un carácter global, lo que obligó a Moscú a coordinar un repliegue masivo de sus lienzos y obras de arte más precia das más allá de los Urales, un peregrinaje a lo largo de 3000 kilómetros que salvaguardó miles de cuadros de los brochazos” de metralla nazi.
En la Segunda Guerra Mundial, algunos países europeos se vieran obligados a desalojar su patrimonio allende sus fronteras. Sin embargo, la URSS no tuvo ese problema. Si algo le sobraba a Moscú eran miles de kilómetros cuadrados. Tras el "candado” de los Urales, Siberia pasó a ser la mejor despensa del arte ruso. La infinita retaguardia siberiana se convirtió en una hermética caja fuerte para las joyas del Ermitage, del Museo Ruso de Leningrado (ahora San Petersburgo) o de la Galería Tretiakov de Moscú. Miles de cuadros, esculturas y piezas arqueológicas de incalculable valor fue ron evacuadas por la puerta de atrás hacia el Este en una singular travesía ferroviaria por la estepa siberiana. Hasta el patriarca momificado del comunismo, el cadáver embalsamado de Lenin, fue evacuado del mausoleo de la Plaza Roja y puesto a buen recaudo al otro lado de los Urales, en la localidad de Tiumen. El 3 de julio de 1941, los embalsama dores Boris Zbarski y su hijo HM partieron en tren hacia Siberia con la momia de Lenin oculta un cajón de madera. Durante su exilio, el cutis agrietado del líder mereció los mismos cuidados que el mejor de los Rubens.
Ajeno a lo que se le venía encima, el pueblo soviético holgó el 22 de junio de 1941 como si se tratara de un domingo cualquiera. Aquella mañana, los noticiarios radiofónicos se centraron en la cifras de producción industrial y agrícola. Los moscovitas y leningradenses coparon parques, teatros y museos, cuyas paredes no tardaron en temblar.
Bombardeos de la Luftwaffe
Cogido por sorpresa, el dictador soviético Iosif Stalin no tuvo margen de maniobra para oponer resistencia a los primeros y demoledores compases del fulgurante avance nazi por el noroeste ruso. El desinterés de los nazis hacia el arte eslavo, pueblo al que consideraban una raza inferior. coayudó a la destrucción sistemática de edificios históricos a su paso por Smolensk o Novgorod, cuyas milenarias iglesias de estilizados muros blancos y cúpulas doradas fueron pasto de inmisericorde bombardeo de la Luftwaffe. La esvástica segaba todo a su paso. Las piezas de arte que no encajaban en el llamado "arte germánico”, tan apreciado por Hitler eran destruidas en vez de atesoradas como botín de guerra por las ‘urracas” del nazismo. Pese a la exitosa evacuación masiva a Siberia, 427 museos soviéticos fueron saqueados, mientras que 500 sinagogas y 1670 iglesias ortodoxas fueron derruidas o quedaron seriamente dañadas (quizá la pérdida menos lamentada por el ateo gobierno soviético). Las residencias imperales de Petergof y Tsarkoye Tseló, a las afueras de San Petersburgo, fueron saqueadas y pulverizadas por la aviación nazi. En los reconstruidos palacios estivales, hoy pueden verse fotografías de aquella demolición. Los alemanes se llevaron de Petergof 34.000 piezas de arte, pero su latrocinio más sonado fue cometido en la habitación de ámbar del palacio barroco de Catalina 11, en Tsárkoye Tseló. Los suntuosos paneles de ámbar fueron arrancados por los nazis y lleva dos a Alemania. Con motivo del 300 aniversario de San Petersburgo. el gobierno ruso ha reconstruido totalmente la sala.
Veinticuatro horas después de inicia da la invasión, el Comisariado Popular de Cultura y Educación de la URSS emitió un decreto cuyo función era proteger el patrimonio cultural, lo que implicaba la eventual evacuación de los edificios y museos en caso de extrema necesidad.
Antes de que la guerra de Hitler se fuera por el desagüe de Stalingrado en 1943, los objetivos prioritarios del III Reich eran Moscú y Leningrado, cuyos museos no tardaron en dar la voz de alarma. ‘Cuando en septiembre las tropas fascistas empezaron activamente a acercarse a Moscú comenzó a prepararse la evacuación. Fueron enviados soldados que ayudaron a enviar obras en las cajas de madera’, comenta Lidia lóvleva, vicedirectora responsable por el mantenimiento y restauración de la Galería Tretiakov de Moscú, la mejor pinacoteca de arte ruso del mundo con más de 100.000 lienzos.
El frenético embalaje de los retratos de lliá Repin, las estampas históricas de Vasili Súrikov, los mares embravecidos de Iván Aviazovsk o los iconos de Andrei Rubliov se llevó a cabo en pocos días. Especialmente aparatosa resultó la evacuación de cuadros enormes como La boyarda Morozovu, de Súrikov o la aparición de Cristo ante el pueblo, de lvanov de 5.5 x 7,5 m. En Moscú se quedaron todos los marcos así como las estatuas más voluminosas, como el marmóreo Iván el Terrible, de Mark Antókolski, que fue cubierta con sacos de arena y serrín. Durante la mudanza fue elaborado un minucioso listado de las obras para evitar extravíos durante la estampida.
Desde Moscú partieron varios trenes especiales con destino a Novosibirsk, en clavado en pleno corazón siberiano a más de 3000 kilómetros de Moscú. El ha del teatro de Novosibirsk dio cobijo a la mayor parte de la colección Tre dakov, así como a piezas de los principales museos leningradenses. el Ermitage y el Museo Ruso.
El resto de la colección Tretiakov anidó en los Urales, en la ciudad de Perm, a donde muchos cuadros arribaron a bordo de barcos a través del mítico Volga. tope físico del avance nazi en 1943. Mientras Stalin imponía a sus huestes la famosa consiga Ni un paso atrás durante la batalla de Stalingrado, la URSS ponía a salvo sus tesoros culturales con una organizada reculada de su patrimonio.
Tras el cerco
Si Perm y Novosibirsk las obras eran vigiladas por turnos día y noche por un equipo de funcionarios, en Moscú los trabajadores del museo se encaramaron al tejado para velar por la suerte de la galería, sobre la que acertaron a impactar algunas bombas incendiarias alemanes. Aunque el objetivo de la Luftwaffe era ‘encestar” las bombas tras la muralla del Kremlin, una pared de la galería resultó parcialmente destrozada por un explosivo errático recuerda Ióvleva
Menos suerte tuvo el Ermitage. el templo ruso del arte, que hubo de sufrir en sus muros el chaparrón intermitente de explosivos alemanes durante los 900 días que duró el cerco de Leningrado. Para cuando los nazis completaron el asedio en torno a la antigua capital zarista, cientos de voluntarios y operarios del museo habían logrado escamotear un millón de piezas en dos trenes. Sin embargo, cuando se preparaba tercer envío, los alemanes completaron el cerco. El destino principal de aquel éxodo de objetos de arte fue la ciudad de Sverdlovsk (actual Yekaterimburgo) dónde el renombrado erudito Vladimir Levinson Lessing se encargó de su cuidado.
En los amplios salones palaciegos que conforman el conjunto del Ermitage fue ron habilitados veinte refugios antiaéreos en los que se guarecieron 12.000 leningradenses. El director losif Orbeli, no soltó en ningún momento el "timón” de su museo durante el asedio,
Los funcionarios velaron por la integridad de los palacios del Ermitage eliminando los efectos de la nieve, la lluvia ye viento que se filtraba por los socavones abiertos por la aviación en la techumbre del museo, Equipados con cascos, guantes y equipos sanitarios, los funcionarios del Ermitage se apresuraban a despejar los restos de escombros cada vez que un proyectil sacudía los muros del museo.
Además de preservar las obras inmortales, la plantilla enterraba a quienes morían bajo las bombas o por inanición. El 8 de noviembre de 1945, cicatrizado ya el yeso de sus paredes, el museo reabrió sus puertas al público, que accedió a través del mítico pórtico de los atlantes (compuesto por diez esculturas de 5 metros de alto), la misma entrada que habilitada desde 1852 hasta 1917.
Cuando el Ejército Rojo irrumpió en Berlín, se cobró justa venganza confiscando miles de obras de arte que trasladó a la URSS. La actual ley rusa sobre la restitución de obras de arte prohíbe la devolución de botines de guerra traídos de Alemania a modo de compensación por los desmanes de una guerra en la que perdieron la vida 25 millones de soviéticos.
Saludos cordiales