Mensaje
por Angie- » Mar Ene 24, 2012 12:12 am
Voy a contar una experiencia personal vivida en Francia en los años 80, más exactamente en entre el 85 y el año 88.
En aquellos años vivía en París, pero solía recorrer bastante la zona comprendida entre la capital de Francia y la frontera con Bélgica.
Como mi vehículo de aquellos años era una Volkswagen Kombi, no tenía mucho sentido pagar el peaje de las autopistas, por lo tanto siempre transitaba las carreteras secundarias, en las cuales la Kombi se encontraba como pez en el agua.
Así que aprovechaba para pasar por la mediana de esos pueblitos tan bellos; que lo único que tenían como signo de la "modernidad" de aquellos años, eran las cabinas de teléfonos de aluminio y cristal colocadas sus aceras con la marca Telecom, no podía ser otra.... todo lo demás era como si el tiempo no hubiera pasado, bueno; quizás los coches que eran contemporáneos, Renault, Peugeot y Citroën en su mayoría.
Por lo tanto, aprovechaba para parar en un Café Tabac, para tomar un "grand creme" bien calentito y de paso, recrearme con el ambiente.
En cierta oportunidad entré a un Bar Tabac que era hermoso, ocupaba una esquina y su mostrador estaba hecho en cobre con formas onduladas, en las paredes había publicidades de los años 50, como la de Pastís 51, Ricard, o los típicos Gauloises un tabaco negro muy fuerte cuya cajetilla es de color azul.
El espejo detrás de la barra delataba la falta de una limpieza al menos semanal y quién atendía detrás era un mujer ya bastante mayor, entrada en carnes, muy simpática y el local estaba con algunos parroquianos que por su edad también avanzada deduje que podrían haber vivido algunos años de la SGM.
Al entrar noté que las miradas se centraron en mi persona, era lógico porque no era una parroquiana y mi edad era significativamente menor a la del promedio de aquella gente: además al comenzar a hablar mi acento extraño que siempre se confundió como si fuera italiana les hacía mucho más atractiva mi presencia que rompía la monotonía habitual.
Mi carácter extrovertido facilitó ser pronto el centro de una conversación con la parroquia, así que en un momento les pregunté: ¿ qué habéis hecho durante la ocupación ?.
Nadie se cortó, todos parecían ser héroes de la resistance; hasta que la veterana mujer que atendía el bar no pudo más y llamó al órden: ¡ no le hagas caso, son todos unos mentirosos !
Así que empezó a nombrar uno por uno, diciendo qué había hecho o sino había hecho nada o lo que era peor aun: que había sido "colabó".
La que se armó, estimados amigos; fue sin dudas un quilombo padre, pero la sangre no llegó al río, porque gracias al "vin rouge", las cosas se calmaron y todos tan amigos.... pero todos sabían. "quién había sido quién", en aquellos ya lejanos años, pero el tiempo había hecho "olvidar" los hechos.... era un pueblo pequeño y tenían que seguir viviendo en tan pocas calles...
Me fui saludando a todo el mundo, no me importó lo que me contaron, si uno era ésto o aquello; creo que con los años esa ya era toda buena gente, que habían trabajado toda su vida y el bar era su único lugar de reunión y diversión.
Con la propietaria me abracé al despedirme, con cuatro besos como marca bien la costumbre: creo que en algún lugar tengo una foto de ese bar tan entrañable, si la encuentro se la mostraré.
La moraleja que me llevé; que la "resistance" fue mucho "bluf", tal vez los que más se la jugaron perdieron la vida y aquellos que la conservaron, no necesariamente fueron todos "colabó", pero bueno: tuvieron que vivir.... y no todos tienen pasta para ser héroes, tampoco era fácil....
De todas formas, les digo que era bastante difícil encontrar gente que hablara de aquellos años; por eso recuerdo tanto aquel Bar Tabac, de vaya a saber qué pueblo perdido entre la frontera con Bélgica y París; aquella gente sí que habló y hasta se pelearon como en los viejos tiempo, pero sin el peligro que la Gestapo entrara en cualquier momento.
Espero que les haya gustado ésta pequeña historia.