La vida en los campos
Publicado: Dom Mar 25, 2007 10:12 am
LA VIDA EN LOS CAMPOS
En la Europa ocupada por los Nazis hubo innumerables campos de todo tipo, categoría y tamaño: los de trabajo, tránsito, prisioneros de guerra y los campos de concentración con sus incontables subcampos donde estaban recluidos presos políticos de todos los países europeos.
Los nombres de Dachau, Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenbürg, Mauthausen, Natzwailer, Neuengamme, Stutthof y Gross-Rosen, se convirtieron en sinónimos del terror.
A los antes mencionados se sumaron los de exterminio, donde no vivía nadie aparte del personal de guardia alemán y ucraniano y una cuadrilla de trabajo judía.
Existieron dos campos combinados de concentración y exterminio:
- Majdanek (cerca de Lublin)
- Auschwitz
La selección de personas, no decidía entra la vida y la muerte, sino el momento de morir.
Unos eran asesinados de inmediato, mientras que otros eran explotados antes en el trabajo hasta su agotamiento físico total.
En el lenguaje de la SS, esto se denominaba “exterminio por el trabajo”.
El Reich alemán, alquilaba sus esclavos por 3 o 4 Reichsmarks al día, a numerosas empresas de la gran industria alemana de la época.
A finales de 1944, los ingresos por ese concepto se cifraron en más de 50 millones de Reichsmarks mensuales.
La vida cotidiana en los campos se caracterizó por la total insuficiencia de alimentación y vestimenta, el alojamiento en barracas más que precarias, unas condiciones higiénicas escalofriantes y catastróficas, la formación de filas a cualquier hora y cualquier tiempo y, el trato inhumano que les fue infringido por los guardianes.
Los crueles castigos disciplinarios, que fueron desde la privación de la comida hasta la horca, pasando por azotes y celdas que eran tan estrechas que solo permitían estar de pie, crearon un ambiente de terror permanente. Dentro de la jerarquía de los presos, los judíos ocuparon el escalafón más bajo.
Al cabo de 3 o 6 semanas como máximo, el preso se hallaba al final de sus fuerzas. Si no perecía o se suicidaba por desesperación, era clasificado como no apto para el trabajo en una de las temidas “post-selecciones”.
Entonces el preso moría por la aplicación de una inyección de fenol o era enviado a las cámaras de gas.
Sólo quien era capaz de conseguir un puesto de trabajo en la administración del campo, en la enfermería o en la cocina tenía laguna posibilidad de sobrevivir.
Los médicos SS en los campos, no sólo seleccionaban transportes enteros con destino a las cámaras de gas y supervisaban los castigos y ejecuciones, también realizaban series de ensayos médicos en seres humanos vivos, para fines militares, en el marco de la investigación sobre “higiene racial”, y por encargo de la industria farmacéutica. Para muchos estos experimentos también era el camino a la muerte.
En la Europa ocupada por los Nazis hubo innumerables campos de todo tipo, categoría y tamaño: los de trabajo, tránsito, prisioneros de guerra y los campos de concentración con sus incontables subcampos donde estaban recluidos presos políticos de todos los países europeos.
Los nombres de Dachau, Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenbürg, Mauthausen, Natzwailer, Neuengamme, Stutthof y Gross-Rosen, se convirtieron en sinónimos del terror.
A los antes mencionados se sumaron los de exterminio, donde no vivía nadie aparte del personal de guardia alemán y ucraniano y una cuadrilla de trabajo judía.
Existieron dos campos combinados de concentración y exterminio:
- Majdanek (cerca de Lublin)
- Auschwitz
La selección de personas, no decidía entra la vida y la muerte, sino el momento de morir.
Unos eran asesinados de inmediato, mientras que otros eran explotados antes en el trabajo hasta su agotamiento físico total.
En el lenguaje de la SS, esto se denominaba “exterminio por el trabajo”.
El Reich alemán, alquilaba sus esclavos por 3 o 4 Reichsmarks al día, a numerosas empresas de la gran industria alemana de la época.
A finales de 1944, los ingresos por ese concepto se cifraron en más de 50 millones de Reichsmarks mensuales.
La vida cotidiana en los campos se caracterizó por la total insuficiencia de alimentación y vestimenta, el alojamiento en barracas más que precarias, unas condiciones higiénicas escalofriantes y catastróficas, la formación de filas a cualquier hora y cualquier tiempo y, el trato inhumano que les fue infringido por los guardianes.
Los crueles castigos disciplinarios, que fueron desde la privación de la comida hasta la horca, pasando por azotes y celdas que eran tan estrechas que solo permitían estar de pie, crearon un ambiente de terror permanente. Dentro de la jerarquía de los presos, los judíos ocuparon el escalafón más bajo.
Al cabo de 3 o 6 semanas como máximo, el preso se hallaba al final de sus fuerzas. Si no perecía o se suicidaba por desesperación, era clasificado como no apto para el trabajo en una de las temidas “post-selecciones”.
Entonces el preso moría por la aplicación de una inyección de fenol o era enviado a las cámaras de gas.
Sólo quien era capaz de conseguir un puesto de trabajo en la administración del campo, en la enfermería o en la cocina tenía laguna posibilidad de sobrevivir.
Los médicos SS en los campos, no sólo seleccionaban transportes enteros con destino a las cámaras de gas y supervisaban los castigos y ejecuciones, también realizaban series de ensayos médicos en seres humanos vivos, para fines militares, en el marco de la investigación sobre “higiene racial”, y por encargo de la industria farmacéutica. Para muchos estos experimentos también era el camino a la muerte.