Pensamiento operacional alemán

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Pensamiento operacional alemán

Mensaje por José Luis » Lun Ene 09, 2023 3:08 am

¡Hola a todos!

Tras completar la lectura del libro del coronel Gross del Bundeswehr me gustaría traducir sus conclusiones finales a su capítulo 7, titulado en referencia a Manstein "Lost Victories, or the Limits of Operational Thinking" ("Victorias Perdidas, o los Límites del Pensamiento Operacional"). Creo que servirá como introducción para un posible desarrollo del pensamiento operacional alemán bajo Hitler por parte de los compañeros de foro que así lo deseen.

El libro lleva por título The Myth and Reality of German Warfare, y por subtítulo Operational Thinking from Moltke the Elder to Heusinger, y fue publicado en 2016 por la University Press of Kentucky. Los capítulos 6 y 7 están dedicados a la época del Reichswehr y la Wehrmacht y a la IIGM. En su conjunto, el libro me parece un trabajo correcto, aunque hay muchos puntos (en particular con la época de Schlieffen y Moltke el Joven) en los que estoy en bastante desacuerdo con el autor. Pero esta no es la cuestión que me trae aquí, sino las conclusiones de Gross a su capítulo 7 ya mencionado que traduzco a continuación. Las anotaciones que la acompañan son comentarios míos al texto.

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Cuando el 1 de septiembre de 1939 el Reich Alemán comenzó un nuevo intento de remodelar a su favor el mapa político de Europa, entró en la guerra sin tener preparado un plan general. Esto fue un marcado contraste con el comienzo de la IGM (1). En el otoño de 1939 ni el liderazgo político ni el liderazgo militar del Reich tenían un concepto estratégico Blitzkrieg. Al contrario, los planes de operaciones para el ataque sobre Polonia fueron redactados unos pocos meses antes del comienzo del asalto, y los planes contra Francia sólo después de la victoria sobre Polonia. Los planes para la captura de Dinamarca y Noruega, Operación WESERÜBUNG, fueron redactados después del asalto sobre Polonia. Pero incluso cuando el Estado Mayor General [EMG] o el OKW (2) comenzaron a redactar los planes de ataque a corto plazo, no lo hicieron de la nada. La planificación operacional del EMG del Ejército estaba basada en el pensamiento operacional tradicional alemán, que había sido cultivado y desarrollado durante años, y estaba dominado por el pensamiento militar de los oficiales de EMG. Pero la falta de movilidad y realidades del combate en los niveles táctico y operacional durante la IGM habían frustrado la ejecución de los planes operacionales teóricos del EMG. Durante los años de entreguerras pareció que ese problema se había resuelto con la introducción de tanques, camiones y aviación. Bajo Hitler la máxima del EMG se convirtió en la de socavar los recursos y el potencial superiores del enemigo logrando una decisión tan rápida como fuese posible en el campo de batalla, acabando así rápidamente la guerra.

Pero los rápidos éxitos en las no anticipadas “Guerras Blitz” contra Polonia y Francia (3) obscurecieron el hecho de que el problema de la movilidad sólo se había resuelto en la superficie. Al comienzo del ataque en 1940, sólo 16 de las 157 divisiones disponibles en el Oeste estaban completamente motorizadas, y por tanto totalmente capaces de conducir operaciones móviles. El noventa por ciento de las divisiones del ejército alemán no tenían mayor movilidad que sus predecesoras en la IGM. Su velocidad estaba determinada por el ritmo de marcha de las tropas de infantería, acompañadas por la fatigosa marcha de los vehículos tirados a caballo.

El ejército alemán era una fuerza de dos clases, no sólo por movilidad sino también por armas. En 1940 algunos de los soldados más viejos combatieron con las mismas armas que habían usado en la IGM. La modernización parcial y las armas semiobsolescentes no fueron fundamentalmente el resultado del rápido crecimiento de la Wehrmacht durante un periodo de sólo cinco años, sino que resultaron también de las limitaciones estructurales del potencial estratégico de Alemania. Así, el Reich alemán en mayo de 1940 sólo pudo lograr levantar unas ochenta divisiones a plena capacidad operacional, y sólo entonces agotando todos sus recursos. La misma cosa sucedió durante la IGM, antes de la Ofensiva de Primavera de 1918. La imagen de un “ejército Blitzkrieg totalmente motorizado” alemán, que todavía persiste ampliamente en Alemania y en el extranjero hasta hoy, fue el resultado de una hábil campaña de propaganda nacionalsocialista, cuyos efectos persisten. Las unidades plenamente motorizadas incluían las divisiones de la Waffen-SS, que estaban bajo el control operacional del OKH. Esas divisiones habían sido todas ellas completamente motorizadas por órdenes de Hitler al comienzo de la campaña francesa.

Aunque al igual que en la IGM en el nivel estratégico el ferrocarril fue el principal medio de transporte de larga distancia para redespliegues de grandes tropas en líneas interiores, en el nivel táctico la Wehrmacht seguía siendo un ejército movido a caballo, al igual que lo había sido el Ejército del Káiser. Durante la IIGM el ejército alemán desplegó más caballos incluso que los que tuvo durante la IGM. Los variados niveles de motorización forzaron a los expertos operacionales del EMG a revaluar el factor tiempo. La cuestión era cómo ejecutar operaciones rápidas y móviles con un ejército de variadas cualidades y que se movía a dos velocidades diferentes. Los oficiales del EMG hallaron la respuesta en su pensamiento operacional clásico arraigado en Schlieffen. Durante las campañas de Polonia y Francia aceptaron la asunción del riesgo para establecer un centro de gravedad con las elitistas unidades motorizadas, apoyadas por la potencia aérea táctica. Al forzar la penetración en el punto decisivo, ganaron la batalla decisiva. Combinadas con la sorpresa, un elemento central del concepto de operaciones alemán, las victorias sobre Polonia y Francia se convirtieron en un triunfo del pensamiento operacional alemán. Los sucesores de Schlieffen ampliaron necesariamente su doctrina de envolvimiento para incluir la ruptura táctico-operacional, que él había rechazado.

Sin embargo, los éxitos de los primeros años de la guerra, no anticipados por la mayoría de los oficiales del EMG, no pueden ocultar el hecho de que las fallas centrales del pensamiento operacional alemán estaban sin resolver al comienzo de la IIGM. La guerra contra la Unión Soviética expuso sin rodeos las debilidades de esa escuela de pensamiento. La Wehrmacht no había logrado alcanzar el nivel de motorización necesario para la ejecución de su doctrina operacional. La consecuencia fue que las unidades móviles en la mayoría de los casos fueron obligadas a adaptar sus ritmos de avance a las lentas divisiones de infantería que estaban parcialmente motorizadas o sin motorizar en absoluto. Las batallas de aniquilación decisivas buscadas por el EMG quedaron sin combatir. En cambio, Alemania continuó confiando en una combinación de establecimiento de un centro de gravedad, la voluntad para retener la iniciativa, y su superior liderazgo operacional. Tradicionalmente aplicada para compensar la desigualdad de recursos humanos, esa aproximación naufragó finalmente en sus propias limitaciones. Fue una repetición de lo que había sucedido durante la IGM, cuando el ejército alemán intentó conducir una guerra más allá de las áreas centro-europeas adyacentes a las fronteras de Alemania. En las profundidades de Rusia durante la IIGM, la superioridad aérea sólo se podía mantener localmente en el mejor de los casos.

La Campaña Rusa ilustra también la arrogancia operacional que resultó de los sentimientos de superioridad después de la victoria sobre Francia, combinado con las experiencias contra las fuerzas rusas durante la IGM. Muchos oficiales creyeron que Alemania había derrotado a Rusia “con su mano izquierda” (mit der linken Hand). Estas nociones, empero, se disiparon rápidamente porque los planificadores operacionales ignoraron las advertencias de Moltke el Viejo y Schlieffen sobre la profundidad del espacio ruso (4) y la tenacidad de los soldados rusos en la defensa, advertencias que deberían haber sido verificadas por la experiencia de la última guerra mundial. Estas fallidas asunciones fueron reforzadas por la extendida ideología nacionalsocialista acerca de la superioridad de los alemanes sobre la raza eslava. Contribuyendo a esta desconexión de la realidad estaba el hecho de que la mayoría de los coroneles y generales de la Wehrmacht habían ganado sus experiencias de combate de guerra en la guerra de trincheras en el Frente Occidental, y no en la guerra móvil del Frente Oriental entre 1914 y 1918.

El foco unilateral en el elemento operacional de la guerra reforzó el tradicional desprecio por la logística (5) en el pensamiento operacional alemán. Mientras que en el nivel táctico se habían aprendido y aplicado algunas de las lecciones de la IGM, los expertos operacionales siguieron ignorando los asuntos de suministros, en gran parte porque durante la guerra de trincheras de 1914 a 1918 el sistema ferroviario había sido adecuado para sostener los requerimientos logísticos. El papel crucial de la logística en la guerra mecanizada moderna rara vez fue un tema de discusión en cualquier agenda. Al igual que con la planificación operacional general, el EMG estaba dispuesto a aceptar altos riesgos logísticos. Como consecuencia, el sistema logístico para sustentar la conducción de rápidas operaciones móviles se desarrolló sólo para la fase inicial de la Campaña Oriental. Los enfoques tradicionales al apoyo logístico, adaptados a las operaciones en la Europa Central adyacente a la frontera alemana, se modificaron de algún modo, pero todavía eran del todo inadecuados para el ataque sobre la Unión Soviética. Comenzando con la segunda fase de la Operación BARBARROJA, y especialmente en el sector del Grupo de Ejércitos Centro, los bajos niveles de motorización y las inadecuadas capacidades de transporte obligaron a las tropas a buscar sus alimentos como lo habían hecho los ejércitos en los siglos XVII y XVIII. Y eso, por supuesto, afectó negativamente a las poblaciones locales. Viviendo del campo, como lo habían hecho los ejércitos durante la época de Napoleón, complementaba también los objetivos ideológicos nacionalsocialista para la Operación BARBARROJA al llevar la guerra económica al Este, matando de hambre a cientos de miles de civiles rusos en el proceso. En última instancia, el OKH estaba dispuesto a recurrir a medidas criminales para compensar un defecto nunca rectificado en sus conceptos operacionales.

La Operación BARBARROJA expuso también la falla estratégica estructural inherente al pensamiento operacional alemán. Desde Schlieffen el excesivo énfasis en el nivel operacional había llevado al descuido del nivel estratégico. Esto condujo a un pensamiento militar unidimensional en el EMG, que a su vez dio a Hitler la oportunidad de neutralizar esa institución, primero en el nivel operacional-estratégico y más tarde en el nivel operacional-táctico. Al hacerlo, asumió personalmente el mando operacional e incluso el parcial control táctico sobre el ejército. Aparte de la lucha por el poder sobre la estructura de máximo nivel y los reclamos de liderazgo en competencia entre el OKW y el OKH, la parálisis del EMG en su propia esfera de competencia resultó también de las diferencias en las ideas operacionales de estos dos cuarteles generales. Como en la época de Schlieffen, por ejemplo, el OKH centró la conducción de las operaciones exclusivamente en la decisión de la batalla. El OKH sólo modernizó su pensamiento operacional en algunos aspectos relativos a la mejora de la movilidad en el nivel táctico-operacional. No obstante, mantuvieron indefectiblemente el objetivo de forzar una rápida decisión de la guerra a través de una sucesión de victoriosas batallas de aniquilación (6), libradas en las áreas adyacentes a la frontera alemana. El liderazgo del ejército continuó creyendo que la rápida desestabilización de la base de poder enemiga era la única solución al dilema estratégico alemán, evitando así una larga guerra de desgaste y una guerra popular. El pensamiento estratégico del OKW que coincidía bastante con las estratégicas y económicas “ideas de capturar y controlar el espacio” de Hitler era relativamente extraño a los expertos operacionales del EMG del Ejército. Estos sólo adaptaron los factores de guerra mecanizada y moderna a su concepto tradicional de la conducción de las operaciones.

Al enfatizar en demasía los factores puramente operacionales, el EMG ignoró aspectos cruciales de la guerra mecanizada moderna. Para ejecutar sus conceptos operacionales, el EMG estaba dispuesto en última instancia a recurrir a medios criminales en la prosecución de la guerra para compensar las debilidades estructurales de la doctrina operacional alemana, incluyendo la negligencia de la logística y la dramática disparidad de recursos humanos. Aceptaron e incluso respaldaron la inanición de prisioneros de guerra rusos y grandes partes de la población. Como consecuencia, la guerra contra la Unión Soviética -en contraste con las campañas en el oeste- degeneró en una guerra de aniquilación. En el curso de esa lucha, las fuerzas opuestas se volvieron incapaces de combatir, lo que por supuesto fue un regreso al concepto de aniquilación.

El Estado Mayor General y los expertos operacionales, como Manstein, suprimieron en gran medida cualquier aprensión sobre la conducción de la guerra por parte de Alemania, así como las realidades estratégicas. Encajonados en el pensamiento operacional clásico centrado en la decisión de la batalla, se vieron despojados de sus victorias por las rígidas órdenes de Hitler de resistir y luchar a la defensiva, y por su fallida configuración operacional-estratégica en la ofensiva. Fue Hitler, y no el pensamiento operacional-estratégico unidimensional, como sugirió Manstein después de la guerra, que resultó en las “Victorias Perdidas” (verlorene Siegen). Y como sucedió después de la IGM, la personalización de la culpa desvió la atención de las deficiencias estructurales del pensamiento operacional alemán en la IIGM (7).

La completa minusvaloración del enemigo, en combinación con la sobrevaloración de las propias capacidades de Alemania, también ilustra que la pérdida de la realidad atribuida a OHL en IGM fue paralela a una pérdida de realidad casi idéntica por parte del liderazgo de la Wehrmacht durante la IIGM (8).
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(1) En agosto de 1914 Alemania entró en la guerra con un plan de guerra diseñado por Moltke el Joven, a la sazón Jefe del GEMG. Ya desde los tiempos de Motlke el Viejo y Schlieffen como jefes del EMG del Ejército se habían contemplado diferentes soluciones ante la posibilidad de una guerra en dos frentes. Con Moltke el Joven, debido a los cambios de alianzas en la diplomacia alemana, esa posibilidad se convirtió en certeza. El plan de guerra final de Moltke el Joven perseguía buscar una decisión inmediata a la guerra mediante la aniquilación del ejército francés. Para más información al respecto véase El “Plan Schlieffen”. Historiografía y Debate en https://www.forosegundaguerra.com/viewt ... 89&t=22432 En cambio, Alemania desencadenó una guerra contra Polonia, para la cual tenía un plan de guerra, en la creencia de que sería una guerra localizada. Cuando Gran Bretaña y Francia le declararon la guerra el 3 de septiembre de 1939, entonces y en ese momento Alemania carecía por completo de un plan de guerra contra Francia y Gran Bretaña. A esta diferencia con la IGM se refiere Gross.

(2) Aquí se refiere, de una parte, al Estado Mayor General del Ejército de Tierra, cuyo jefe estaba subordinado directamente al comandante en jefe del Ejército de Tierra, OKH en breve; y de la otra, al OKW, cuyo jefe estaba directamente subordinado al Führer.

(3) Esto es inexacto referido a la campaña polaca, que el EMG confiaba en acabar rápidamente como así ocurrió. En cambio es cierto para la campaña del Oeste, que ni los más optimistas en el EMG creyeron acabar tan rápida y victoriosamente.

(4) Con anterioridad a Moltke el Viejo y Schlieffen, ya Clausewitz había sentenciado que Rusia era un país que no podía ser conquistado por el uso exclusivo de la fuerza. Moltke el Viejo y Schlieffen, en los escenarios posibles que estudiaron para una guerra en dos frentes, y cuando planificaron en dicha situación un ataque en primer lugar contra Rusia, jamás contemplaron ir más allá del Reino de Polonia, pues consideraban imposible aniquilar al ejército ruso, que siempre sería capaz de retirarse a la profundidad de su territorio, y el ejército alemán sería incapaz de perseguirlo por razones relacionadas con la logística.

(5) En mi opinión, la mayor laguna en el discurso de Gross es su simplificación de la logística a una cuestión de transportes de suministros y tropas. Creo que debería haber profundizado más en este término, pues como ya escribí en La Logística alemana en Barbarroja en https://www.forosegundaguerra.com/viewt ... 6&start=15 : “La logística no sólo tiene que ver con los suministros y su transporte, sino también con las reservas humanas y materiales, y la movilización de la industria nacional, factores que determinan, en última instancia, la capacidad de un ejército para planificar y llevar a cabo el movimiento y el mantenimiento de sus formaciones de combate”. Y ésta fue la gran falla del pensamiento operacional alemán en las dos guerras mundiales.

(6) La batalla de aniquilación en el pensamiento operacional alemán no debe entenderse como la aniquilación física del enemigo, sino como la destrucción del ejército enemigo como una fuerza organizada y capaz de continuar la guerra. La aniquilación física del enemigo es lo que contemplaba la ideología nazi de una guerra de aniquilación racial.

(7) Todo este discurso de Gross es un puro eufemismo para edulcorar la realidad. No fue la personalización de la culpa de la derrota (por ejemplo, en Moltke el Joven y en Hitler acabadas las guerras) lo que evitó un estudio objetivo de las deficiencias del pensamiento operacional alemán. La personalización de la culpa de la derrota en otros (todos muertos en su momento) fue la manera que tuvieron quienes la ejercieron de escapar del oprobio y del castigo del pueblo alemán tras la IGM y del castigo de los vencedores y la condena de las generaciones futuras alemanas tras la IIGM. Y para ello crearon mitos como los de la “puñalada por la espalda” o el vaciado del “Plan Schlieffen” al acabar la IGM, o el de la “Wehrmacht limpia” o "la culpa fue de Hitler" después de la IIGM. Y en el primer caso, que fue el que dio paso a lo sucedido durante la IIGM, quienes buscaron esos chivos expiatorios para exonerarse de su propia culpa, no podían sino aferrarse a esos mitos, dejando a un margen de este moto cualquier estudio riguroso sobre las verdaderas causas de la derrota militar alemana en la IGM. Porque si hubieran hecho este estudio con honestidad y seriedad (algunas contadas excepciones sí lo hicieron) nunca se habrían embarcado en otra guerra mundial.

(8) La comparación, a mi juicio, me parece injusta. Antes de la IGM había una justificación histórica razonable (las guerras del siglo XIX) para que el EMG alemán creyera firmemente en el concepto de batalla decisiva o de aniquilación, que con tanta maestría había llevado a cabo Moltke el Viejo. Es cierto, sin embargo, que el EMG aceptó unos riesgos demasiado altos porque en caso de fallar en su intento (plan de guerra), la buscada guerra corta se tornaría una guerra de desgaste y ahí los alemanes estaban irremediablemente perdidos ante la superioridad material y humana de sus enemigos. Sea como fuere, lo que demostró la IGM fue que la batalla decisiva era una ilusión del pasado y que la supuesta superioridad del liderazgo operacional y el mejor entrenamiento de las tropas alemanas no eran suficientes para compensar la enorme desigualdad de recursos humanos y materiales potenciales de los enemigos a los que se enfrentó. Y esto fue precisamente lo que no quiso aceptar el liderazgo militar alemán bajo Hitler, espoleado además por la ideología nazi de superioridad racial aria. Siguieron creyendo obstinadamente que uniendo las ventajas de las nuevas tecnologías (tanques, aviación y comunicaciones) a las que ya tenía de su supuesta superioridad en el liderazgo operacional y mejor entrenamiento de tropas podían ejecutar con éxito finalmente la guerra de aniquilación entronada en su pensamiento operacional. Y lo hicieron desdeñando todas las lecciones que había arrojado la IGM sobre las enormes deficiencias alemanas en el nivel estratégico de la guerra. El EMG alemán de la IGM (y por supuesto el liderazgo político) fue ciertamente tuerto, pero el de la IIGM fue completamente ciego.

En fin, ahí queda todo esto por si mis estimados compañeros de foro desean desarrollarlo o apuntar cualquier otra cuestión relacionada.

Saludos cordiales
JL
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sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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Re: Pensamiento operacional alemán

Mensaje por José Luis » Mar Ene 10, 2023 8:02 pm

¡Hola a todos!

Cuando preparé la introducción de este tema no me detuve a pensar que probablemente no todos sus potenciales lectores estén suficientemente familiarizados con los fundamentos principales en los que descansaba el pensamiento operacional alemán clásico y el contexto histórico que los acompañó. Lo que sigue a continuación busca trasladar una imagen clara y resumida al respecto.

El problema o dilema estratégico para los oficiales del EMG prusiano-alemán venía definido por dos factores principales que derivaban uno de su posición geográfica y otro de su limitado potencial en recursos humanos y materiales.

Tanto Prusia como después el Segundo Imperio Alemán (1871) ocupaban una posición geográfica central que estaba rodeada de potenciales enemigos. Nos vamos a centrar en el II Reich para analizar este primer factor. Desde su fundación en 1871, Alemania era la única de las cinco grandes potencias europeas (Alemania, Austria-Hungría, Rusia, Francia y Gran Bretaña) que limitaba directamente en sus fronteras con tres de esas grandes potencias. En el este estaba Rusia; en el sureste Austria-Hungría, y en el oeste Francia. Y luego estaba Gran Bretaña: no limitaba con Alemania, pero en caso de intervenir en su contra en una guerra tenía la capacidad de aislar a Alemania del mercado internacional mediante un bloqueo naval.

El segundo factor venía definido, como dije, por las capacidades de Alemania en recursos humanos y materiales. Y la conclusión obvia es que en una guerra de desgaste contra una alianza de esas tres o cuatro potencias, Alemania llevaba las de perder en este ámbito. Por tanto, la guerra para Alemania, para tener éxito, tenía que ser sí o sí corta.

El objetivo estratégico principal de la política exterior del Canciller del Reich Otto von Bismarck fue precisamente evitar una guerra en dos o más frentes mediante el establecimiento de alianzas. Así, la Alianza Dual con el imperio austro-húngaro en 1879 eliminaba en principio la amenaza de una guerra en más de dos frentes, mientras que el llamado Tratado de Reaseguro (Rückversicherungsvertrag) de 1887, un pacto secreto de neutralidad entre Alemania y Rusia, eliminaba en principio la amenaza de una guerra en dos frentes para Alemania.

Hasta ese momento, el jefe del EMG alemán, Moltke el Viejo, jugó en sus estudios, planes de despliegue y diferentes juegos de guerra con el hipotético escenario de una guerra en dos frentes (Francia y Rusia) para ver qué posibilidades tenía Alemania de salir victoriosa en dicho conflicto. Y jugó ese hipotético escenario con los elementos fundamentales del pensamiento operacional que había ejecutado y desarrollado en la guerra austro-prusiana de 1866 y la guerra franco-prusiana de 1870-71, que posibilitó finalmente la creación del II Reich Alemán. Estos elementos fundamentales eran, en breve, la sorpresa, la velocidad, la maniobra y el envolvimiento. Dada la posición geográfica de Alemania y sus recursos estratégicos relativamente limitados, Moltke el Viejo hizo del espacio y el tiempo el fundamento de su pensamiento operacional. Es decir, la hipotética guerra en dos frentes que estaba jugando debía librarse en un teatro de operaciones no muy lejano de las fronteras alemanas, y debía librarse y ganarse rápidamente para impedir que sus enemigos tuvieran tiempo de materializar en el campo de batalla su superior potencial de recursos estratégicos. Una hipotética guerra en dos frentes bajo estos parámetros era la única manera, en opinión de Moltke el Viejo, de compensar las desventajas estratégicas alemanas respecto de sus enemigos mediante los elementos mencionados de su pensamiento operacional, desplegados por un liderazgo operacional superior y mejor entrenamiento de tropas. Pese a todos sus estudios y escenarios, Moltke el Viejo concluyó finalmente que no veía posibilidad alguna de derrotar totalmente a sus enemigos (ya poniendo el centro de gravedad primero en el Este para después volverse al Oeste, ya primero en el Oeste y después en el Este) mediante una guerra de aniquilación (recuérdese que no significaba necesariamente la destrucción física del enemigo), y que la guerra tendría que acabar necesariamente en una mesa de negociaciones favorable para Alemania, en el mejor caso, o en la derrota alemana, en el peor.

Sea como fuere, los escenarios de una hipotética guerra en dos frentes planteados por Moltke el Viejo eran sólo eso, unos juegos rutinarios de EMG. Bajo la dirección política de Bismarck dicho escenario era altamente improbable. Sin embargo, a la muerte del emperador Guillermo I (9 de marzo de 1888) y tras el breve reinado de su hijo Federico III, muerto el 15 de junio de 1888 a consecuencia de un cáncer, subió al trono Guillermo II, quien se opuso a la estrategia política de Bismarck de un equilibrio de poderes en Europa mediante alianzas, decidiendo por una estrategia política de rápida expansión imperialista. Esta discrepancia unida a otros conflictos surgidos entre Guillermo II y Bismarck llevaron finalmente a la dimisión del canciller el 20 de marzo de 1890. Con su dimisión se acababa una próspera época de equilibrio de poderes y daba comienzo una política de expansión imperialista que desembocaría finalmente en el estallido de la IGM.

Mientras tanto, Moltke el Viejo se retiró como jefe del EMG el 10 de agosto de 1888, siendo sucedido por von Waldersee hasta el 7 de febrero de 1891, momento en el cual entró en escena el nuevo jefe del EMG, von Schlieffen.

Durante su mandato (7 de febrero de 1891-1 de enero de 1906) como jefe del EMG, Schlieffen siguió estudiando y jugando diferentes escenarios sobre una hipotética guerra en dos frentes. Sin necesidad de entrar en sus pormenores, que fueron variados y complejos, Schlieffen continuó el pensamiento operacional de Moltke el Viejo con sus elementos centrales de la sorpresa, la velocidad...y una guerra de maniobra que condujera al envolvimiento y destrucción del enemigo (primero uno y luego otro). Aunque como dije no es necesario entrar en pormenores para el objetivo de esta intervención de mi parte, he de subrayar, no obstante, que su ahora famoso memorando de 1905, que ha pasado a la historia como el “Plan Schlieffen”, consideraba el escenario de una guerra en un solo frente, contra Francia. Dicho esto, Schlieffen, al igual que antes Moltke el Viejo, fundamentó sus conceptos operacionales en el espacio y, sobre todo, el tiempo. En otras palabras, en cualquier escenario de una guerra en dos frentes, Alemania debía buscar una rápida decisión a la guerra para poder ganarla. De otra forma, estaría perdida ante el superior potencial de la alianza enemiga.

Mientras que el pensamiento operacional del EMG alemán no varió esencialmente desde Moltke el Viejo a Schlieffen, sí lo hizo el cuadro general de la política exterior alemana bajo Guillermo II. No tengo tiempo ni espacio aquí para ahondar en ella, pero pondré dos ejemplos que tuvieron una influencia determinante cuando estalló la IGM. El primero fue la Alianza franco-rusa de 1891-92 como una consecuencia de la negligencia en la política exterior de Guillermo II. El segundo, y en su estela, el intento del emperador de construir una gran flota de guerra que pudiera competir con la flota británica en aras de la expansión imperialista alemana. Estos y otros desatinos en política exterior e interior bajo Guillermo II convirtieron la posibilidad de una guerra en dos frentes en una certeza absoluta caso de que estallara un conflicto generalizado. Alemania se veía ahora, en caso de guerra, abocada a un conflicto contra Francia y Rusia, y muy probablemente con la entrada de Gran Bretaña del lado de estas dos potencias. La violación de los territorios belga y holandés en el supuesto contemplado por Schlieffen en su memorando de 1905 en una guerra contra Francia hacía segura la intervención británica, mientras que la violación del territorio belga contemplada en los planes de guerra de Moltke el Joven para una guerra en dos frentes la hacía probable.

Pese a estas realidades estratégicas y pese a los obstáculos presupuestarios que impedían, de una parte, crear en tan corto espacio de tiempo una gran flota naval capaz de competir con la británica, y, de la otra, aumentar en la cantidad requerida las unidades y equipamiento del ejército, Moltke el Joven siguió diseñando sus planes de una guerra en dos frentes bajo los fundamentos del pensamiento operacional alemán, buscando una rápida decisión a la guerra en el oeste con la destrucción del ejército francés en una batalla de aniquilación para después enfrentarse al ejército ruso en el este. Así fue diseñado su plan de guerra final. La sorpresa, la velocidad y el tiempo (duración de la operación) eran las condicionantes del plan. Se desdeñaban o ignoraban las debilidades estratégicas y las deficiencias estructurales del plan (logística, cantidad de fuerzas necesarias, espacio y profundidad, niebla de la guerra y mando y control), para confiarlo todo a un plan de guerra de muy alto riesgo en busca de una batalla de aniquilación para una guerra corta.

Cuando la ejecución y el desarrollo del plan de guerra alemán de agosto de 1914 no salió como se esperaba y acabó empantanado en la Batalla del Marne en septiembre de 1914, se disiparon todas las ilusiones alemanas depositadas en una guerra corta. Ahora salían a la superficie todas las debilidades estratégicas de una Alemania que se veía abocada a una guerra de desgaste que, en última instancia, no podía ganar militarmente, y menos aún cuando el gigante estadounidense se sumó a las fuerzas de la Entente.

La IGM debería haber puesto un punto final al pensamiento operacional alemán que buscaba una pronta decisión a la guerra mediante una batalla de aniquilación. Esto ya no era posible en una guerra moderna con ejércitos de millones de hombres y la explotación de los recursos humanos y materiales de las naciones en liza. Salvo una inesperada quiebra política (como sucedió años más tarde en Francia en 1940), la batalla de aniquilación se volvió un concepto obsoleto. Pero los oficiales de EMG alemán de posguerra no quisieron extraer las lecciones de la guerra y siguieron ignorando las debilidades y deficiencias estructurales de su pensamiento operacional. Buscaron (con propósitos espurios) las causas de la derrota alemana en un liderazgo militar fallido (principalmente en la persona de Moltke el Joven) y en otros mitos que situaron a la retaguardia del frente, dejando a un lado las verdaderas causas de dicha derrota, porque afrontarlas honestamente sólo podía llevar a una conclusión final: que un liderazgo operacional superior y unas tropas muy bien entrenadas, junto con los elementos fundamentales del pensamiento operacional alemán (sorpresa, velocidad, maniobra, envolvimiento) no podían compensar la inferioridad cuantitativa alemana en términos estratégicos para poder enfrentarse con éxito y derrotar finalmente a una alianza de grandes potencias.

Los oficiales de EMG del Reichswehr y la Wehrmacht -cierto que con discrepancias en torno a cómo sería y se combatiría la guerra futura- siguieron apegados al pensamiento operacional clásico y creyeron que las nuevas tecnologías (los tanques, las mejores comunicaciones, la aviación, la motorización, etc.) serían el factor determinante que posibilitaría ejecutar con éxito la batalla de aniquilación en una futura guerra. Las realidades estratégicas, otra vez, fueron dejadas al margen, ignoradas o minimizadas.

Inicialmente durante la República de Weimar y debido a las limitaciones impuestas sobre Alemania por las cláusulas del Tratado de Paz de Versalles, el EMG (ahora Truppenamt por su prohibición) no podía pensar en una estrategia ofensiva en el corto y medio plazo, y todos sus esfuerzos se concentraron en una estrategia defensiva-ofensiva (con Polonia o Checoslovaquia y Francia como sus atacantes), pero bajo los mismos parámetros de su pensamiento operacional clásico y en una guerra estrictamente fronteriza. Las divergencias sobre la guerra futura iban desde la posición de Seeckt a la de von Stülpnagel, con el primero a favor de un ejército profesional (no popular) y el segundo a favor de un ejército popular (para detener el ataque de sus enemigos) que ganara tiempo para asestar finalmente el golpe decisivo con un ejército profesional. Stülpnagel defendía la guerra total, cosa que aborrecía Seeckt. Con Groener como ministro de Defensa la posición de Stülpnagel pasó (con él mismo) a un segundo plano y el Reichswehr jugó en sus ejercicios de EMG los escenarios de una guerra defensiva en dos frentes (Polonia y Francia), siempre bajo los mismos parámetros de su pensamiento operacional y mientras se hacían planes clandestinos para aumentar el tamaño de las fuerzas armadas y se afianzaba la colaboración militar con Rusia salida del Tratado de Rapallo de 1922.

Cuando Hitler llegó al poder al finalizar enero de 1933 el “software” del Reichswehr ya estaba diseñado y sólo faltaba el “hardware” que lo soportara. En 1935 Hitler puso fin a las limitaciones del Tratado de Paz de Versalles, decretó el servicio militar obligatorio, anunció la creación de la Luftwaffe, la apertura de la Academia de Guerra de Berlín, la restauración del EMG, y embarcó a Alemania en un inédito programa de expansión y rearme de la Wehrmacht que debía estar listo inicialmente para 1940-41. Con su política exterior agresiva (y la apaciguadora de sus potenciales enemigos) Hitler fue recuperando poco a poco los territorios que había perdido Alemania en la IGM, incluso incrementándolos finalmente. Con la crisis checa de 1938 y la crisis polaca del año siguiente, la amenaza de una nueva guerra en dos frentes se cernió sobre los oficiales del EMG. El Pacto de Munich, en el primer caso, y el Pacto de No Agresión con la Unión Soviética, en el segundo, evitaron que se materializase dicha amenaza. El EMG del Ejército planificó la guerra contra Polonia (desde una posición estratégica abrumadoramente favorable gracias a las incorporaciones previas de Austria y Checoslovaquia) con su frente Este cubierto por el pacto con Stalin y en la supuesta inteligencia de que sería un conflicto localizado y rápido. La declaración de guerra de Gran Bretaña y Francia el 3 de septiembre sorprendió al liderazgo militar y a Hitler, quien una vez sobrepuesto consideró que la declaración de guerra franco-británica no iba más allá de una pura declaración nominal de cara a la galería.

Sin embargo, lo cierto es que Alemania no tenía un plan de guerra contra Francia y Gran Bretaña, y la operación que se puso finalmente en marcha en mayo de 1940 no anticipaba ni en sueños el final que tuvo con la derrota militar aceptada por Francia, sino la conquista del máximo territorio posible como futuras bases de operaciones para la guerra contra Gran Bretaña. Sea como fuere, hasta entonces Alemania había evitado lo que más temían sus jefes militares y el propio Hitler: una guerra en dos frentes. Todas las deficiencias y carencias militares que asomaron durante las campañas de Polonia y Francia en el ejército alemán se ignoraron (salvo a nivel táctico) obscurecidas por el ánimo desbocado por el éxito contra Francia. Sin embargo, la realidad estratégica del verano de 1940 -con el gobierno británico rechazando las “ofertas” de paz de Hitler y la Luftwaffe incapaz de doblegar a la RAF en la Batalla de Inglaterra- llevó a Hitler a tomar una decisión de efectos irreversibles: abrir un segundo frente contra la Unión Soviética. Sólo que esta vez la guerra que iba a desatar Alemania contra la URSS, planificada como Operación Barbarroja, se iba a librar por vez primera en la historia de Alemania en un teatro de guerra totalmente diferente por su amplitud y profundidad a los que había conocido previamente el ejército alemán. Y nuevamente el pensamiento operacional alemán del jefe del EMG (Halder) ignoró las carencias y deficiencias estructurales inherentes al mismo. Ni la máxima de Clausewitz contra la imposibilidad de conquistar Rusia por el uso exclusivo de la fuerza, ni las advertencias de sus viejos antecesores en el cargo (Moltke el Viejo y Schieffen) contra los riesgos inasumibles de una operación contra las profundidades del espacio ruso detuvieron a Halder y sus colaboradores más cercanos. Simplemente las ignoraron en la confianza, por enésima vez, de la batalla de aniquilación de su pensamiento operacional y un rápido fin a la guerra.

Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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