Laval y Degrelle en España, una historia con dos finales.

Los juicios de Núremberg, las nuevas fronteras

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beltzo
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Laval y Degrelle en España, una historia con dos finales.

Mensaje por beltzo » Jue Jun 22, 2006 1:56 am

Hola a Todos:

Que Laval y Degrelle se refugiaron, (o al menos lo intentaron,) en España al término de la guerra, es un hecho bastante conocido, sin embargo las circunstancias que se dieron para que ambos casos en apariencia semejantes tuvieran un final bien distinto son mucho menos conocidos. Por ello voy a exponer estos entresijos tomándolos textualmente de la obra "España refugio nazi" de Carlos Collado Seidel Ed. Temas de hoy marzo 2005. La obra esta, por lo general, perfectamente documentada, sin embargo he omitido las notas porque me llevaría mucho tiempo transcribirlas.

Caso Laval

Era el 2 de mayo de 1945 cuando Pierre Laval, acompañado por un pequeño grupo de personas entre las que se hallaban los ex ministros del gobierno de Vichy Maurice Gabolde y Abel Bonnard, descendía de un junkers luego de haber aterrizado en el aeropuerto de El Prat. La presencia en suelo español de un huésped de tal calibre no podía despertar entusiasmo alguno en Madrid: por el contrario, lo ponía en una situación embarazosa.

Conceder asilo político a quien había sido jefe del gobierno colaboracionista durante la ocupación de Francia habría traido serios problemas con los aliados y sobre todo con el gobierno provisional francés después de la guerra. Pero la llegada de Laval no parece haber sido del todo inesperada. Era muy conocido del ministro de exteriores Lequerica, quien hasta el verano de 1944 había sido embajador de España en Vichy. Robert Aaron cita un telegrama de Laval a Lequerica en el que solicita al gobierno español permiso de entrada y de residencia. La respuesta de Madrid es por tanto positiva, si bien contiene importantes limitaciones. Laval obtuvo permiso de permanencia sólo para tres meses, terminados los cuales debía dirigirse al país que se hubiera declarado dispuesto a acogerlo de forma duradera. Además, Laval había de dar su consentimiento (por razones políticas) a ser internado durante el tiempo de su permanencia en España.

De todos modos, lo que hubiera preferido el gobierno español era haber devuelto a Laval y a sus acompañantes al avión en que habían llegado, con lo cual el problema habría quedado resuelto de raíz. En este sentido fue también la primera reacción de Lequerica en su conversación con el embajador de Estados Unidos. Laval, entre tanto, rechazó otras propuestas, como por ejemplo continuar vuelo a Irlanda. El gobierno español no quiso proceder contra la voluntad de Laval, y así, de momento, otorgó al huésped tratamiento de invitado alojándolo en un castillo a expensas del estado.

También los deseos de los aliados, quienes inmediatamente mostraron gran interés por el caso Laval, debían ser atendidos. Lequerica expresó su confianza en que los aliados tomarían lo antes posible una decisión sobre el destino de Laval.

Lo que deseaban los aliados era la inmediata entrega de Laval por el impacto que causaría entre los nazis y criminales de guerra ansiosos por evadirse. Pero Laval no figuraba en la lista de criminales de guerra buscados, con lo cual se daban impedimentos jurídicos. Por eso, en Londres el caso Laval fue considerado ante todo un problema que debía ser resuelto por París. El Foreign Office no se sintió llamado a inmiscuirse directamente en la extradición del ex jefe del gobierno francés y también el departamento de estado adoptó una posición semejante.

Por otra parte, tampoco España estaba obligada jurídicamente a entregar a Laval a París, y lo que el gobierno español quería evitar ante todo era poner a Laval directamente en manos de los franceses. En contra de una entrega directa se interponían las tensiones existentes entre París y Madrid, además de los problemas jurídicos. Por eso argumentaba Lequerica que la extradición de Laval a Francia constituiría una quiebra de todos los principios del derecho internacional, a la vez que sentarían un precedente sumamente sospechoso. Extradiciones por motivos políticos entre España y Francia no se habían dado en el pasado. En el caso de que Laval fuera en efecto extraditado a Francia, saltaría inmediatamente a escena la cuestión de los republicanos españoles refugiados en Francia a causa de la guerra civil. De todos modos Madrid no quería verse envuelto en complicaciones por la presencia de este huésped en su territorio, y así dio a entender con toda claridad a británicos y estadounidenses que el gobierno no tenía interés alguno en retener a Laval en el país, sino todo lo contrario: que estaba deseoso de verse libre de él. Ésta es la impresión que transmitía el encargado de negocios británico James Bowker al Foreign Office después de una conversación con Lequerica, la misma impresión que trasladó el embajador estadounidense Armour a la secretaría de estado.

Madrid no se proponía, pues, la simple extradición de Laval a Francia, sino que aspiraba a una solución que contentase a todos los gobiernos implicados. La primera propuesta de Lequerica fue entregar a Laval y a sus acompañantes a las autoridades británicas de Gibraltar, las cuales se harían cargo de él en nombre de los aliados. Laval estaba al parecer de acuerdo con este procedimiento, y lo mismo París y Washington. Sin embargo, el gobierno de Londres mantuvo su posición de no ingerencia en el asunto. La propuesta fue rechazada.

Lequerica hizo una segunda propuesta: Madrid se declaraba dispuesto a que Laval se embarcara en Barcelona en un navío estadounidense o británico, o en un barco de guerra o mercante de cualquier país aliado que no fuera Francia. En él también podría haber policía francesa o militar que se hiciera cargo de Laval. Con esta propuesta, Lequerica habría visto cumplida su exigencia de no entregar a Laval directamente a Francia, pues al gobierno español no le incumbía saber cuál era el destino del barco una vez que hubiese abandonado el puerto de Barcelona.

Lequerica hizo todavía una tercera propuesta: entregar a Laval a las autoridades francesas en Gibraltar. Pero Londres se volvió a negar de nuevo a participar en el procedimiento de extradición por lo espinoso del asunto. Después de varias discusiones en el Foreign Office, fue Churchill quien dijo la última palabra: "No hay que ocuparse de ello. ¿A nosotros que nos va?". Ante esta decisión nada pudo cambiar el informe de la asesoría jurídica del Foreign Office, que no había encontrado reparos jurídicos convincentes en cualquiera de las tres propuestas de Lequerica que se pudiera adoptar. Tampoco un requerimiento oficial del gobierno francés ante la negativa de España a entregar a Laval directamente, ni la disposición de Washington a secundar los deseos de Francia, contribuyeron a modificar la decisión de Churchill. El punto de vista de Londres quedaba, pues, claro: el gobierno británico estaba interesado en que Laval fuera juzgado lo antes posible, pero deseaba mantenerse al margen de las implicaciones jurídicas del caso. Con esto, la extradición de Laval quedaba de momento en suspenso.

A pesar de que Madrid estaba decepcionado por la falta de colaboración de británicos y estadounidenses, volvió a presentar una nueva propuesta para lograr por fin la salida de Laval del territorio español: devolverle a él y a sus acompañantes al punto de donde habían partido. Esta solución sí fue acogida favorablemente por el Foreign Office, pero los contactos indirectos iniciados entre Laval y el gobierno francés sobre un regreso voluntario a Francia demoraron aún por espacio de más de dos meses la realización de la salida propuesta. Laval sólo se mostraba dispuesto a regresar bajo determinadas condiciones, las cuales París no estaba dispuesto a aceptar. Ante el bloqueo de la situación, Madrid urgió una decisión. El gobierno español estaba interesado en mejorar sus relaciones con Francia. Por esto era urgente acabar con el caso Laval, y tanto más cuanto que estaban a punto de comenzar negociaciones sobre la futura situación de Tanger, en las que participaría Francia.

[…]Entre tanto, británicos y estadounidenses habían vuelto a reconsiderar la solución de que Laval fuera devuelto al lugar de donde había partido. Pronto Londres, Washington y París se pusieron de acuerdo sobre este procedimiento, y aceptaron la solución. El 31 de julio de 1945 Laval volvió a subir al mismo Ju-88 en que había venido. Acto seguido del aterrizaje en la ciudad austriaca de Linz, zona de ocupación de las tropas estadounidenses, fue entregado a las autoridades francesas. Trasladado a París, fue procesado, y el 9 de octubre se dictaba contra él la pena de muerte. La ejecución tuvo lugar el 16 de octubre de 1945.

La extradición de Laval no había sido puesta nunca en tela de juicio por Madrid. El único problema fueron las discrepancias en el procedimiento. Con ello se había puesto por primera vez de manifiesto que el gobierno español no tenía ningún interés en proteger o en conceder asilo a quienes habían sido sus asociados y con los que había compartido una misma ideología. Lo que ahora interesaba a España era tener buenas relaciones con las tres potencias occidentales, y el régimen no quería entorpecer su propio futuro por causa de viejas amistades.

Saludos
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beltzo
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Mensaje por beltzo » Jue Jun 22, 2006 10:00 pm

Caso Degrelle

Otro problema semejante se creó con la llegada a España de otro huésped no deseado el último día de la guerra. El 7 de mayo de 1945 hacía un aterrizaje de emergencia en la playa de La Concha de San Sebastián un aparato en el que viajaba Léon Degrelle, fundador de la extrema derecha belga, Rex, y jefe de la legión valona destacada en el frente del este. Había tomado en Oslo el avión que tenía a su disposición para fugarse el fascista noruego Vidkun Quisling, y que éste no había utilizado. Como Degrelle había resultado herido en el aterrizaje, fue ingresado en un hospital militar.

El gobierno español quedó sorprendido por este nuevo caso en que otro pez gordo buscaba refugio en España. El subsecretario de estado, Castillo, se puso inmediatamente en contacto con el encargado de negocios de la embajada británica, Bowker, para comunicarle que ya se habían dado instrucciones para que, una vez reparado el aparato, Degrelle regresara en él al punto de donde había partido. Hasta ese momento Degrelle permanecería internado. El caso, sin embargo, tomaría una evolución distinta a la que había seguido el de Laval.

El gobierno de España estaba dispuesto también en este caso a adoptar una solución de acuerdo con los aliados, rechazando tan sólo la entrega directa a las autoridades belgas. Y también esta vez se ofreció a entregarlos a los aliados o ponerlo a disposición de los ingleses en Gibraltar. Pero de igual manera el gobierno de Londres volvió a eximirse del asunto por las mismas razones que en el caso Laval. De modo que la única forma en que Londres estaba dispuesto a mediar era apoyando, las exigencias de extradición de Bélgica, y dado el paralelismo entre los casos de Laval y Degrelle, Londres optó por esperar el desenlace del caso Laval, sobre todo teniendo en cuenta que éste empezaba a ser acuciante a raíz del empeoramiento de las relaciones entre París y Madrid.

Entre tanto, el gobierno belga estuvo barajando diversas soluciones. En julio de 1945 presentó una solicitud de extradición, intentando además que el nombre de Degrelle se incluyera en la lista de criminales de guerra para forzar la extradición a través de la comisión de crímenes de guerra de las naciones unidas. Por otra parte propuso que Degrelle fuera considerado como oficial del ejército alemán (de hecho había aterrizado en San Sebastian vestido con un uniforme alemán), y que por consiguiente la extradición se gestionara a través de los órganos de control militar de los aliados. Londres no tuvo nada que oponer a estas propuestas de Bruselas.

Después de la salida de Laval de territorio español, se esperaba que también Degrelle fuera expulsado rápidamente. Sin embargo, el procedimiento de retorno al punto de partida por el mismo camino y en el mismo aparato en que había llegado se hizo imposible en el caso de Degrelle: el avión había quedado tan averiado por el aterrizaje de emergencia en San Sebastián que resultaba totalmente inservible. Aquí pues falló el caso Laval como precedente, pero también fracasó el intento de declarar a Degrelle criminal de guerra por los sucesos ocurridos en la batalla de las Ardenas, pues el proceso de inclusión habría consumido un tiempo precioso y el resultado, además era incierto. La idea de considerarlo como oficial alemán ofrecía por lo demás dificultades mayores de lo que se creyó en un principio. Probablemente el gobierno español habría aceptado la ficción de que Degrelle era un oficial alemán, pero aún se hallaba en fase de elaboración el programa de repatriación, en virtud del cual deberían ser trasladados de España a Alemania funcionarios y militares alemanes, entre los cuales se habría podido incluir también a Degrelle. Por esto, el embajador británico, Victor Mallet, no se atrevió a hacer ninguna gestión ante el gobierno español respecto a la consideración de Degrelle como militar germano en tanto no pudiera basarse en propuestas concretas de repatriación. La esperada solución rápida del caso parecía alejarse, sobre todo habiendo dado Londres a entender que no intervendría directamente en un procedimiento de extradición entre España y Bélgica.

Bruselas, mientras tanto, extendió la solicitud de extradición a un nuevo inculpado: René Lagrou. Era oficial de las SS y fundador de la Algemeene SS Vlaanderen. El 24 de enero de 1945 fue condenado a muerte en Amberes por un tribunal militar y, según la petición belga, debería ser trasladado a Alemania en calidad de oficial alemán, lo mismo que Degrelle, para desde allí ser entregado a las autoridades belgas. Una vez que Degrelle y Lagrou se hallaran en Alemania, en virtud del programa de repatriación, Londres no vería dificultades técnicas o jurídicas para la entrega de ambos a las autoridades belgas. Con esto los casos Degrelle y Lagrou quedaron por lo pronto en suspenso.

La ejecución de Laval en Francia a mediados de octubre de 1945 causó consternación en España, pues sin duda había un sentimiento de complicidad en un proceso que fue considerado como una farsa. Algunos opositores del régimen, como el duque de Alba, hasta poco antes embajador en Londres, criticaron la extradición de Laval, medida que, además, tampoco había servido para mejorar las relaciones con Francia. Por esto, en los círculos del gobierno comenzaron a acumularse los reparos contra la entrega de Degrelle, ya fuera como oficial alemán o por cualquier otro motivo, pues no se veía ninguna ventaja en mostrar un gesto de buena voluntad entregando a Degrelle si ello no encontraba reconocimiento.

Ante este cambio de manera de sentir en España, la extradición de Degrelle parecía alejarse más aún. El tiempo, por lo demás, obraba en contra de los aliados, y en Londres se dolían de no haber procedido con mayor firmeza.

En el gobierno español, sin embargo, seguía sin existir interés en evitar a todo trance la entrega de Degrelle, y puesto que este caso había despertado gran interés en la opinión pública belga a través de los medios de comunicación, poniendo al gobierno de Bruselas en el apremio de conseguir la extradición, las autoridades españolas vieron en la persona de Degrelle una baza que jugar en el plano político. Así, la entrega de Degrelle se supeditó a que Bélgica cumpliera una condición: Madrid exigía como contrapartida el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas mediante el intercambio de embajadores. Esta propuesta fue rechazada de lleno por el ministro de exteriores belga Paul-Henri Spaak, quien además atacó duramente al régimen de Franco.

La reacción del gobierno español fue inmediata: en abril de 1946 se informó oficialmente al belga de que España no estaba dispuesta a conceder la extradición de Degrelle y Lagrou. La negativa se basaba, naturalmente, en razones jurídicas, como por ejemplo que los crímenes imputados a Degrelle eran de naturaleza política, no siendo, por tanto, de aplicación el acuerdo de extradición. A nadie se ocultaba, sin embargo, que la decisión de España obedecía a motivos políticos.

Conocido el rechazo de la solicitud de extradición, el régimen franquista fue muy criticado, y muchos observadores vieron confirmadas las sospechas de que Franco ofrecía refugio a nazis y criminales de guerra. El delegado de Polonia en la ONU, Oscar Lange, presentó al consejo de seguridad un informe en el que se afirmaba que el gobierno de Madrid había otorgado pasaporte español a 2.000 agentes de la gestapo y les había dado empleo como policías en los servicios de seguridad. Con todo esto la situación de España en el exterior había quedado todavía más deteriorada. El consejo de seguridad de la ONU propuso investigar si el gobierno de España no constituía un peligro para la paz mundial.

Posiblemente Madrid habría estado dispuesto a hacer ulteriores concesiones con tal de acabar de una vez con el problema de Degrelle, pero la intransigencia de Spaak cerró definitivamente la puerta a un posible entendimiento.

El gobierno español, ante esta situación reaccionó con más rapidez de lo esperado. El 25 de agosto la policía hizo público un comunicado según el cual Degrelle, en virtud de lo dispuesto en la ley sobre extranjeros, había sido invitado a abandonar en el término de siete días el territorio nacional. Mas dado que el decreto de expulsión evidentemente había sido cursado cuatro días antes de la nota hecha pública por la policía, todos los interesados entendieron que Degrelle, para esas fechas, ya había puesto pies en polvorosa. En asuntos exteriores además se afirmaba una y otra vez desconocer por qué frontera habría podido salir Degrelle. Londres y Washington protestaron, y todavía más lo hizo el encargado de negocios belga en Madrid. El asunto Degrelle había acabado, como constataba un empleado del Foreign Office, en fracaso.

En los días siguientes corrieron muchos rumores sobre el posible paradero de Degrelle: unos creían que había huido en barco a sudamérica, otros que se encontraba en Madrid. De declaraciones hechas posteriormente por el mismo Degrelle se podía deducir, sin embargo, que su expulsión había sido una estratagema y que se encontraba escondido en España con el consentimiento de las autoridades.
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sants
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Mensaje por sants » Sab Jun 09, 2007 4:50 pm

Curiosa historia la de Leon Degrelle, otro de los nazis protegidos por el dictador Franco. Este tuvo, sin embargo mas suerte que Laval, condenado a muerte posteriormente como bien ha indicado beltzo.

La huida de Degrelle efectivamente fue una farsa para tratar de evitar males mayores al régimen, y el sitio donde estuvo viviendo muchos años tas todo aquello fue un pintoresco pueblecito de Sevilla llamado Lora del Río, y donde aún queda bastante gente que tuvo algún tipo de relación, en mayor o menor medida con él. Mientras tanto, estuvo trabajando en empresas de construcción (no como obrero naturalmente, sino dirigiendolas) y obtuvo la nacionalidad española en el 54 si no recuerdo mal. Se marcha de Lora del río al parecer por problemas con Opus Dei, después de que esta organización comprara unos terrenos, las relaciones entre ambos, a pesar del marcado ultracatolicismo de Degrelle, parece ser no fueron demasiado buenas. No se demasiado bien en que año se marcha (podría buscar información al respecto si a alguien le interesa), pero lo que si es cierto que vivirá sus últimos años en la costa del sol, falleciendo en Málaga en 1994.

En fin, fue en definitiva un personaje que nunca renegaría de sus ideas fascistas (entre los libros que escribió estan "Hitler por mil años" o "Memorias de un fascista") y siempre negaría el Holocausto, llegando en 1979 a enviar una misiva a Juan Pablo II criticandole su visita a Auschwitz y negando nuevamente el Holocausto.

A pesar de todo, aún te encuentras a gente que lo admira, existiendo la Asociación de Amigos de León Degrelle, con sede en España...
Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños.

Paulaner
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Re: Laval y Degrelle en España, una historia con dos finales.

Mensaje por Paulaner » Sab Abr 24, 2021 1:04 pm

Y no olvidemos a Otto Skorzeny, otro alto oficial (coronel) protegido por el régimen franquista o el millonario Michel Szkolnikoff https://www.eldiario.es/opinion/tribuna ... 34770.html

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