Hitler en París
Publicado: Lun Oct 10, 2005 3:07 am
Hitler en París
Francia capituló el 17 de junio y el armisticio, firmado en el famoso vagón de tren en el bosque de Compiégne, entró en vigor el día 25. Tres días después, a las 5:30 horas Hitler llegaba a París a bordo de un avión que aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget. Tres mercedes blindados lo recogieron a él y a su séquito para trasladarlos al centro de la ciudad. En el primer automóvil viajaba el Führer acompañado por los arquitectos Albert Speer y su rival Hermann Giessler, además del escultor Arno Becker y el ayudante Schmundt. La primera visita en París fue la casa de la ópera, edificio neobarroco del arquitecto Garnier, (espléndido edificio) que entusiasmaba a Hitler (una faceta poco conocida de Hitler es su pasión por la ópera y sus teatros. De hecho los soviéticos incautaron en mayo de 1945 una veintena de libros dedicados a los templos de la ópera en el búnker de Berlín) Hitler dijo de este edificio al contemplarlo: “¡Mi ópera, desde mi primera juventud he deseado ver este símbolo del genio arquitectónico francés!” Ante sus acompañantes el Führer hizo una exhibición de sus conocimientos de la distribución del edificio y su historia, adquiridos en sus constantes lecturas sobre teatros de ópera. Suigió después la visita, -siempre en automóvil, salvo unos minutos para ver de cerca algo que le interesara especialmente-, por la ciudad que comenzaba a despertarse : Los Campos Elíseos, la Madelaine, el Trocadero, la torre Eiffel. En ese momento se pararon y hay una famosa foto de Hitler paseando rodeado de militares con la torre Eiffel de fondo, curiosamente a los arquitectos Speer, Giessler, y al escultor Becker, se les ordenó vestir uniformes militares y aparecen en la foto, al lado de Hitler, a pesar de su condición de civiles. Hitler también pasó por el arco del triunfo, el monumento al soldado desconocido, y la iglesia de Los Inválidos, donde permaneció unos instantes contemplando el sarcófago de Napoleón Bonaparte; cuando salieron comentó al fotógrafo Hoffmann: “Ha sido el más bello momento de mi vida” No obstante, Hitler apenas mostró interés por la catedral de Notre Dame, la Sainte Chapelle, o el Louvre. Curiosamente se detuvo unos instantes al pie del Sacre-Coeur, donde permaneció unos minutos, rodeado de sus guardaespaldas, mientras numerosas personas pasaban por allí camino de misa. Según Speer “fue reconocido por muchos fieles, que no le prestaron ninguna atención”.
Cuando terminaron la visita a las 9, Hitler le dijo a Speer: “Poder ver París ha sido el sueño de toda mi vida, no puedo expresar todo lo feliz que soy al ver cumplido este deseo” Hitler nunca más regresó a París, pero aquella misma noche le comunicó a su arquitecto que debía acelerar los trabajos sobre el nuevo Berlín, ante cuya grandiosidad debería palidecer la capital francesa. “¿No es verdad que París es hermoso? Pero Berlín deberá superarla en belleza, cuando hayamos terminado París quedará en una segundo lugar.” Le dijo a Speer aquella noche. En el estudio del arquitecto favorito de Hitler se amontonaron los proyectos del Führer y Goering para configurar la nueva y fantástica capital del Reich. Se estaba diseñando el área sanitaria, la universidad, el Gran Recinto, destinado a los grandes discursos del dictador, la nueva residencia de Göring, y fuera de la capital, el fastuoso estadio de Núremberg, que debería disponer de 350.000 asientos para los asistentes a los grandes fastos nazis, nuevos aeropuertos para la Luftwaffe…
Según Speer en aquellos meses triunfales del nazismo, Hitler lo convocaba continuamente en Berlín o en el Berchtesgaden para comprobar la marcha de los planos y le urgía sin cesar recordándole que todo debería estar listo en 1950. “Durante ese verano maravillosamente cálido,-comentó posteriormente Speer- parecía que Hitler no tenía otra cosa en la cabeza, en realidad todos nos sentíamos, por así decirlo, en un estado de éxtasis.”
Saludos cordiales
Francia capituló el 17 de junio y el armisticio, firmado en el famoso vagón de tren en el bosque de Compiégne, entró en vigor el día 25. Tres días después, a las 5:30 horas Hitler llegaba a París a bordo de un avión que aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget. Tres mercedes blindados lo recogieron a él y a su séquito para trasladarlos al centro de la ciudad. En el primer automóvil viajaba el Führer acompañado por los arquitectos Albert Speer y su rival Hermann Giessler, además del escultor Arno Becker y el ayudante Schmundt. La primera visita en París fue la casa de la ópera, edificio neobarroco del arquitecto Garnier, (espléndido edificio) que entusiasmaba a Hitler (una faceta poco conocida de Hitler es su pasión por la ópera y sus teatros. De hecho los soviéticos incautaron en mayo de 1945 una veintena de libros dedicados a los templos de la ópera en el búnker de Berlín) Hitler dijo de este edificio al contemplarlo: “¡Mi ópera, desde mi primera juventud he deseado ver este símbolo del genio arquitectónico francés!” Ante sus acompañantes el Führer hizo una exhibición de sus conocimientos de la distribución del edificio y su historia, adquiridos en sus constantes lecturas sobre teatros de ópera. Suigió después la visita, -siempre en automóvil, salvo unos minutos para ver de cerca algo que le interesara especialmente-, por la ciudad que comenzaba a despertarse : Los Campos Elíseos, la Madelaine, el Trocadero, la torre Eiffel. En ese momento se pararon y hay una famosa foto de Hitler paseando rodeado de militares con la torre Eiffel de fondo, curiosamente a los arquitectos Speer, Giessler, y al escultor Becker, se les ordenó vestir uniformes militares y aparecen en la foto, al lado de Hitler, a pesar de su condición de civiles. Hitler también pasó por el arco del triunfo, el monumento al soldado desconocido, y la iglesia de Los Inválidos, donde permaneció unos instantes contemplando el sarcófago de Napoleón Bonaparte; cuando salieron comentó al fotógrafo Hoffmann: “Ha sido el más bello momento de mi vida” No obstante, Hitler apenas mostró interés por la catedral de Notre Dame, la Sainte Chapelle, o el Louvre. Curiosamente se detuvo unos instantes al pie del Sacre-Coeur, donde permaneció unos minutos, rodeado de sus guardaespaldas, mientras numerosas personas pasaban por allí camino de misa. Según Speer “fue reconocido por muchos fieles, que no le prestaron ninguna atención”.
Cuando terminaron la visita a las 9, Hitler le dijo a Speer: “Poder ver París ha sido el sueño de toda mi vida, no puedo expresar todo lo feliz que soy al ver cumplido este deseo” Hitler nunca más regresó a París, pero aquella misma noche le comunicó a su arquitecto que debía acelerar los trabajos sobre el nuevo Berlín, ante cuya grandiosidad debería palidecer la capital francesa. “¿No es verdad que París es hermoso? Pero Berlín deberá superarla en belleza, cuando hayamos terminado París quedará en una segundo lugar.” Le dijo a Speer aquella noche. En el estudio del arquitecto favorito de Hitler se amontonaron los proyectos del Führer y Goering para configurar la nueva y fantástica capital del Reich. Se estaba diseñando el área sanitaria, la universidad, el Gran Recinto, destinado a los grandes discursos del dictador, la nueva residencia de Göring, y fuera de la capital, el fastuoso estadio de Núremberg, que debería disponer de 350.000 asientos para los asistentes a los grandes fastos nazis, nuevos aeropuertos para la Luftwaffe…
Según Speer en aquellos meses triunfales del nazismo, Hitler lo convocaba continuamente en Berlín o en el Berchtesgaden para comprobar la marcha de los planos y le urgía sin cesar recordándole que todo debería estar listo en 1950. “Durante ese verano maravillosamente cálido,-comentó posteriormente Speer- parecía que Hitler no tenía otra cosa en la cabeza, en realidad todos nos sentíamos, por así decirlo, en un estado de éxtasis.”
Saludos cordiales