Bombardeos y moral colectiva.
Publicado: Mar Nov 22, 2005 1:40 am
Más de veinticinco millones de civiles alemanes fueron sometidos al bombardeo aliado. Las incursiones aéreas no sólo produjeron sufrimientos de todo tipo, Sino que debilitaron el efecto de la propaganda del partido nazi y el de la política nazi sobre la población. Para principios de 1944, las tres cuartas partes del pueblo alemán consideraba que la guerra estaba perdida.
El bombardeo afectó apreciablemente la voluntad alemana de resistencia. Los síntomas psicológicos fueron: derrotismo, miedo, desesperanza, fatalismo y, en algunos casos, apatía. Además, la severidad de los ataques a veces ensañados inexplicablemente más contra las ciudades que contra puntos estratégicamente neurálgicos y el pasaje incontrolado de grandes y constantes formaciones aéreas sobre el cielo alemán, produjeron la fuerte convicción de la superioridad aliada.
El desgaste de la guerra, el deseo de rendirse, la pérdida de la esperanza en una victoria alemana, la desconfianza en los dirigentes, los sentimientos de desunión y el miedo desmoralizante, fueron factores más comunes entre los pueblos bombardeados que entre los que no habían sufrido el ataque aéreo directo.
Pero pasado el primer momento, y a medida que el bombardeo se hacía un algo cotidiano, los efectos morales fueron disminuyendo. La moral de los pueblos sometidos al más fuerte bombardeo no era peor que la de pueblos del mismo tamaño, que recibían cargas más livianas y con menos continuidad.
Los ataques fuertes y continuados a una misma ciudad no aumentaron la pérdida de la moral, por dos razones:
1º) las ciudades que sobrellevaron fuertes ataques, perdieron una parte considerable de sus habitantes mediante la evacuación;
2º) El bombardeo fuerte cambió la disensión activa en apatía con respecto a los asuntos políticos y hacia la preocupación por mantener la vida.
Los ataques nocturnos tuvieron efectos tan dañinos como los diurnos. El temor al ataque nocturno no era un asunto relacionado con la cantidad de explosivos, sino una gran inseguridad psicológica para desenvolverse en la noche. Las víctimas adujeron impedimentos subconscientes para despertar y sacar a los niños de sus lechos, ir a las refugios, elegir qué elementos llevar, etc. Entre varias personas, expuestas con idéntica severidad a los efectos de las bombas, los resultados eran distintos, de acuerdo con el grado de convicción con respecto al régimen. Los miembros del partido nazi mantenían su moral más firmemente que las personas que no pertenecían al partido. Las personas que habían aceptado la ideología eran más estables que las ideológicamente más tibias.
En los lugares donde los refugies antiaéreos eran más inadecuados, la moral era más baja.
La interrupción de los servicios públicos en una comunidad, hizo mucho para amenguar la voluntad de resistir. Fue de especial significado la interrupción del servicio de transportes; era el servicio público más decisivo para la moral de la población civil; le seguían en importancia: la electricidad, el agua y el gas.
Otro golpe vital para la comunidad bombardeada fue la destrucción de las escuelas y las facilidades de recreo de los niños. Esto hizo necesaria la evacuación de los niños. Los padres no sólo sufrieron el peso de la desintegración de la familia, sino, además, la posibilidad de la pérdida de autoridad moral, en manos del partido.
Las autoridades alemanas, profundamente preocupadas por el decaimiento de la moral del pueblo, mantuvieron un extenso servicio de inteligencia para orientarla. Un informe elaborado en Munich, en marzo de 1944, dice: "La moral ha alcanzado un bajo punto nunca observado desde el comienzo de la guerra. Se puede escuchar, aun de honrados ciudadanos, que se debe dar fin a la guerra, porque ella no puede ser peor que hasta ahora... El terror aéreo demuestra que es un problema agudo en el moldeamiento moral... Las gentes se espantaron, particularmente, de que las formaciones enemigas volasen de modo tan ordenado a reducida altura, de suerte que el número de aviones pudiese contarse sin ninguna interferencia de nuestros cazas, que no podían, ni siquiera durante el día, rechazar a los americanos, dejándonos solos en la noche".
Los trabajadores, desanimados y deprimidos, no eran necesariamente trabajadores improductivos. La producción de armamentos continuó subiendo hasta mediados de 1944, fecha en la que comenzó a declinar definitivamente. Según algunas teorías, la entrega total a un trabajo desmesurado sería un deseo escapista de olvidar las constantes preocupaciones.
La creciente severidad del partido nazi mantuvo al pueblo en su sitio, pero no suprimió la oposición al régimen imperante. Las sentencias de muerte (la mayor parte de ellas por ofensas políticas) aumentaron bruscamente durante cada año de guerra. En 1944, uno de cada mil adultos fue arrestado por ofensas políticas.
La oposición se dividió en organizada y desorganizada. La primera, tomó la forma de crítica al régimen, particularmente después de cada ataque aéreo con la difusión de anécdotas, chistes y rumores políticos, donde el bombardeo era el rasgo prominente, así como la sintonización de radios prohibidas, grandemente estimulada por la incredulidad que inspiraba la propaganda oficial.
La oposición organizada incluía a los grupos eclesiásticos que, a menudo, hacían gala de franqueza y a los que raramente se atrevían a tocar el régimen; los grupos políticos antitotalitarios, que habían tenido que limitar sus actividades a la acción secreta, pero que continuaron su existencia, y el movimiento de oposición que culminó con el frustrado atentado contra Hitler, el 20 de julio de 1944.
El bombardeo afectó apreciablemente la voluntad alemana de resistencia. Los síntomas psicológicos fueron: derrotismo, miedo, desesperanza, fatalismo y, en algunos casos, apatía. Además, la severidad de los ataques a veces ensañados inexplicablemente más contra las ciudades que contra puntos estratégicamente neurálgicos y el pasaje incontrolado de grandes y constantes formaciones aéreas sobre el cielo alemán, produjeron la fuerte convicción de la superioridad aliada.
El desgaste de la guerra, el deseo de rendirse, la pérdida de la esperanza en una victoria alemana, la desconfianza en los dirigentes, los sentimientos de desunión y el miedo desmoralizante, fueron factores más comunes entre los pueblos bombardeados que entre los que no habían sufrido el ataque aéreo directo.
Pero pasado el primer momento, y a medida que el bombardeo se hacía un algo cotidiano, los efectos morales fueron disminuyendo. La moral de los pueblos sometidos al más fuerte bombardeo no era peor que la de pueblos del mismo tamaño, que recibían cargas más livianas y con menos continuidad.
Los ataques fuertes y continuados a una misma ciudad no aumentaron la pérdida de la moral, por dos razones:
1º) las ciudades que sobrellevaron fuertes ataques, perdieron una parte considerable de sus habitantes mediante la evacuación;
2º) El bombardeo fuerte cambió la disensión activa en apatía con respecto a los asuntos políticos y hacia la preocupación por mantener la vida.
Los ataques nocturnos tuvieron efectos tan dañinos como los diurnos. El temor al ataque nocturno no era un asunto relacionado con la cantidad de explosivos, sino una gran inseguridad psicológica para desenvolverse en la noche. Las víctimas adujeron impedimentos subconscientes para despertar y sacar a los niños de sus lechos, ir a las refugios, elegir qué elementos llevar, etc. Entre varias personas, expuestas con idéntica severidad a los efectos de las bombas, los resultados eran distintos, de acuerdo con el grado de convicción con respecto al régimen. Los miembros del partido nazi mantenían su moral más firmemente que las personas que no pertenecían al partido. Las personas que habían aceptado la ideología eran más estables que las ideológicamente más tibias.
En los lugares donde los refugies antiaéreos eran más inadecuados, la moral era más baja.
La interrupción de los servicios públicos en una comunidad, hizo mucho para amenguar la voluntad de resistir. Fue de especial significado la interrupción del servicio de transportes; era el servicio público más decisivo para la moral de la población civil; le seguían en importancia: la electricidad, el agua y el gas.
Otro golpe vital para la comunidad bombardeada fue la destrucción de las escuelas y las facilidades de recreo de los niños. Esto hizo necesaria la evacuación de los niños. Los padres no sólo sufrieron el peso de la desintegración de la familia, sino, además, la posibilidad de la pérdida de autoridad moral, en manos del partido.
Las autoridades alemanas, profundamente preocupadas por el decaimiento de la moral del pueblo, mantuvieron un extenso servicio de inteligencia para orientarla. Un informe elaborado en Munich, en marzo de 1944, dice: "La moral ha alcanzado un bajo punto nunca observado desde el comienzo de la guerra. Se puede escuchar, aun de honrados ciudadanos, que se debe dar fin a la guerra, porque ella no puede ser peor que hasta ahora... El terror aéreo demuestra que es un problema agudo en el moldeamiento moral... Las gentes se espantaron, particularmente, de que las formaciones enemigas volasen de modo tan ordenado a reducida altura, de suerte que el número de aviones pudiese contarse sin ninguna interferencia de nuestros cazas, que no podían, ni siquiera durante el día, rechazar a los americanos, dejándonos solos en la noche".
Los trabajadores, desanimados y deprimidos, no eran necesariamente trabajadores improductivos. La producción de armamentos continuó subiendo hasta mediados de 1944, fecha en la que comenzó a declinar definitivamente. Según algunas teorías, la entrega total a un trabajo desmesurado sería un deseo escapista de olvidar las constantes preocupaciones.
La creciente severidad del partido nazi mantuvo al pueblo en su sitio, pero no suprimió la oposición al régimen imperante. Las sentencias de muerte (la mayor parte de ellas por ofensas políticas) aumentaron bruscamente durante cada año de guerra. En 1944, uno de cada mil adultos fue arrestado por ofensas políticas.
La oposición se dividió en organizada y desorganizada. La primera, tomó la forma de crítica al régimen, particularmente después de cada ataque aéreo con la difusión de anécdotas, chistes y rumores políticos, donde el bombardeo era el rasgo prominente, así como la sintonización de radios prohibidas, grandemente estimulada por la incredulidad que inspiraba la propaganda oficial.
La oposición organizada incluía a los grupos eclesiásticos que, a menudo, hacían gala de franqueza y a los que raramente se atrevían a tocar el régimen; los grupos políticos antitotalitarios, que habían tenido que limitar sus actividades a la acción secreta, pero que continuaron su existencia, y el movimiento de oposición que culminó con el frustrado atentado contra Hitler, el 20 de julio de 1944.