Introducción
La policía alemana siempre contó con el respecto de la sociedad alemana. En parte esto puede deberse al hecho de que una parte importantes la policía alemana había sido tradicionalmente reclutada de entre las filas de ex combatientes. Por lo tanto, la policía alemana era una fuerza más paramilitar que civil, incluso antes de la llegada de los nazis.
Tras el fin de la Primera guerra mundial, el Tratado de Versalles limitó el tamaño del ejército alemán a 100.000 hombres, una medida que condenó al desempleo a una inmensa multitud de soldados. No obstante, no se fijaron restricciones para las fuerzas policiales, de forma que muchos excombatientes simplemente cambiaron un uniforme por otro. Bajo las precarias condiciones que ofrecía la República de Weimar y en un momento en que la mayor amenaza a la autoridad e integridad del estado que se percibía provenía del movimiento comunista, el gobierno estaba encantado de que la policía se reforzara mediante la entrada de este tipo de soldados, que tendían a mantener opiniones autoritarias acerca de la necesidad primordial de “orden” en la sociedad. Los militares también eran conscientes del beneficio que suponía poder mantener bajo el control de un órgano del estado a numerosos soldados entrenados y disciplinados, soldados que componían un cuadro susceptible de volver a ser transferido a las fuerzas armadas.
Cuando los nazis llegaron al poder, forzosamente habían de estar dispuestos continuar la expansión y militarización de la policía. Durante años se habían ido infiltrando silenciosamente en las fuerzas policiales de varias estados federales alemanes (o Länder), y muchos miembros del partido nazi ya ocupaban cargos relevantes dentro del escalafón. Fueron precisamente los miembros del partido dentro de la policía los que comenzaron a deshacerse de aquellos policías a los consideraban poco fiables políticamente. También se expulsó a cualquiera con simpatías democráticas conocidas. Casi inmediatamente después de la toma del poder por parte de los nazis, muchos miembros de la policía añadieron a sus respectivos uniformes el brazalete nazi con la esvástica y se dejaron ver con ellos.
La estructura de la policía en este punto todavía se basaba en una organización federal y cada estado federal tenía su propia policía. En el primer gabinete de Hitler, Hermann Göring fue nombrado jefe (“presidente”) de la Policía Prusiana. De este modo adquirió el control de la mayor y más influyente fuerza policial. En cuestión de semanas, el departamento IA de la Landespolizei prusiana había sufrido una escrupulosa purga en la que se eliminó cualquier elemento sospechoso. Se cambió el nombre de su Amt III por el de Geheime Staats Polizei, la policía secreta o Gestapo.
Göring dobló el número de efectivos al servicio del gobierno en Berlín mediante la creación de la Hilfspolizei prusiana, o policía auxiliar, cuyo cometido era colaborar con la fuerza principal en el mantenimiento del orden. Sus integrantes eran generalmente miembros de los Sturmabteilugen (SA) junto con unos pocos miembros de las Allgemeine-SS y veteranos de guerra reclutados de otras asociaciones, en quienes se podía confiar para que apoyaran el nuevo régimen que aún no estaba totalmente establecido. En cuestión de días se crearon fuerzas similares a la Hiflspolizei en los demás Länder alemanes. Sus miembros llevaban los uniformes de sus organizaciones de origen, si es que tenían alguna, con un brazalete de la Hilfspolizei. Estos policías auxiliares fueron disueltos en agosto de 1933, en parte debido a las protestas extranjeras que afirmaban que contravenían las cláusulas del Tratado de Versalles, aunque también se debía al hecho de que Hitler empezaba a dudar de su capacidad para controlar las SA, que habían aportado la mayor parte de los efectivos de la Hilfspolizei.
Aunque tuvo una vida bastante corta, la Hilfspolizei cumplió su cometido de ayudar a la supervivencia del gobierno nazi en los primeros y convulsos días de su existencia, cuando aún luchaba en las calles con los movimientos comunista y socialista.
En enero de 1934 el régimen ya estaba más confiado y comenzó la unificación de las fuerzas de la Landespolizei transfiriendo las competencias policiales de los Länder al gobierno (el Reich). Desde este momento y en un texto de estas características, es lógico resaltar el nombre de “policía” como nombre del servicio, ya que se creó el puesto de Jefe de la Policía Alemana en el Ministerio del Interior para el que fue nombrado Heinrich Himmler en abril de 1934. A partir de este punto los límites entre las SS y la policía comenzaron a diluirse, puesto que Himmler se aseguraría de la mayoría de los altos y medios cargos de la policía fueran ocupados por miembros de las SS que le fueran totalmente leales. El nuevo sistema nacional de policía que Himmler controlaba fue dividido en dos secciones principales: la Ordnungspolizei (policía del orden u Orpo) y la Sicherheitspolizei (policía de seguridad, Sipo, que absorbió a la Gestapo).
Cuando se declaró abiertamente el rearme alemán y la formación de las nuevas fuerzas armadas (Wehrmacht) en marzo de 1935, varios miles de policías fueron transferidos al ejército, incluyendo a aquellos que continuaban prestando servicio a pesar de no mostrar mucho entusiasmo por el régimen nazi. Los altos cargos que aún seguían en la policía y que no eran miembros de las SS fueron presionados a unirse lo antes posible y la membresía se convirtió en un requisito para hacer carrera en la policía. (No obstante, es interesante señalar que, cuando comenzó la guerra en septiembre de 1939, sólo un 15% de los integrantes de la Gestapo pertenecía a las SS).
El estallido de la guerra trajo consigo un aumento significativo de la demanda de soldados por parte de las fuerzas armadas, y, como consecuencia, muchos policías jóvenes y sanos fueron integrados en las mismas. Para cubrir las vacantes de éstos, se integraron en la policía numerosos hombres mayores, considerados no aptos para el servicio militar, en calidad de reservistas “mientras durase la guerra” (entre ellos se encontraban muchos de los policías que habían sido víctimas de las purgas llevadas a cabo entre 1933 y 1934 por motivos políticos). Aunque podría pensarse que esta serie de reincorporaciones podría haber frustrado de algún modo la “nazificación” de la policía, lo cierto es que este tipo de personas carecía de influencia y su reputación de escasa lealtad política siguió figurando en los archivos y, por tanto, se los siguió contemplando con recelo.
Desde 1942, los generales de la policía adoptaron rangos duales de la policía y las SS, y desde entonces comenzaron a llevar insignias de rango que seguían el modelo de las SS, aunque con los colores de la policía. El personal de los servicios policiales también recibió libros de paga (Soldbücher) con las runas de las SS en lugar del águila de la policía en la portada.
Con el paso del tiempo, la policía dejó de llevar a cabo su labor original de suministrar al ejército soldados para enviar al frente sus propios regimientos de fusileros e incluso unidades acorazadas ligeras, destinados a servir tras las líneas del frente en los territorios ocupados. Aunque muchas de estas unidades se encargaron de luchar contra los bien pertrechados partisanos, otras se incorporaron a los Einsatzgruppen de las SD en labores de rastreo entre la población civil a la búsqueda de judíos y otros “indeseables”. Recientemente se ha aportado documentación que demuestra que la policía alemana se vio involucrada en los peores excesos del régimen nazi, a pesar de que mantenía a decenas de miles de efectivos en Alemania que desempeñaban las labores normales de esta fuerza.
Tras el fin de la contienda, los ejércitos aliados estaban al borde de sus recursos tratando de restablecer el orden en medio de la caótica situación en que se hallaba sumida Alemania. Esta acuciante necesidad de fuerzas del orden provocó que en la mayoría de los casos sólo se realizara una revisión superficial de la conducta de los integrantes de la policía en el Tercer Reich, para eliminar a los peores criminales. Numerosos agentes de policía fueron sencillamente readmitidos en el cuerpo sin un concienzudo escrutinio de sus actividades en sus registros de guerra.