La gran alianza
Publicado: Dom Sep 04, 2005 11:57 pm
LA GRAN ALIANZA(De nuevo de la Sarpe)
Patrocinada por Inglaterra, nace la amistad entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
El ataque alemán contra la Unión Soviética cambió pronto, para las potencias en guerra, los términos del problema. Hasta aquel momento Rusia había sido espectadora impasible de lo que estaba sucediendo: había aprovechado la invasión de Polonia para anexionarse algunas provincias en la frontera occidental con el pretexto de que se trataba de reparar ciertas injusticias, y habla asistido sin pestañear a la caída de Noruega, de Bélgica, de Holanda, de Yugoslavia, de Grecia. Aliada de Hitler, no había encontrado nada que censurar en el duelo mortal entablado por la Alemania nazi contra Inglaterra, y la Unión Soviética y el Tercer Reich habían continuado las estrechas relaciones económicas y comerciales que hablan santificado con pactos. En resumen, mientras Hitler trataba de derrotar a Inglaterra —la única potencia que le cortaba el paso—, Stalin le proporcionaba el material estratégico del que tenia necesidad.
Churchill recordaría a su debido tiempo que los comunistas británicos trataron a su modo de sabotear, durante todos aquellos dramáticos meses de resistencia, los esfuerzos del país: el pacto germanorruso los ligaba en cierto modo a la política soviética, que en aquel momento era filonazi, o al menos parecía serlo.
Una situación bastante análoga fue la que se encontró el presidente americano Roosevelt. Hasta el día del ataque alemán a la URSS, los comunistas americanos habían molestado mucho la política presidencial, dedicada a socorrer de la manera más concreta posible a Inglaterra. Las ayudas destinadas al gobierno de Londres eran enormes, y su volumen había subido más después de la aprobación de la ley de "Préstamo y Arriendo". Sin embargo, los obreros americanos de sentimientos filosoviéticos habían hecho de todo por retrasar los envíos. Boicots, huelgas y manifestaciones habían bloqueado, por ejemplo, los puertos de embarque, imponiendo a los convoyes ritmos muy poco adecuados a la urgencia de las peticiones británicas. La agresión hitleriana obliga a los comunistas occidentales a un rápido cambio. En Inglaterra y los Estados Unidos pidieron resueltamente —de un día para otro— que se hiciese algo para socorrer a la "patria del socialismo". Churchill dice que los comunistas británicos "que hasta ahora habían hecho todo el mal que habían podido" a los establecimientos industriales del país y que "habían denunciado la 'guerra capitalista e imperialista', cambiaron de actitud de la mañana a la noche y comenzaron a escribir sobre paredes y vallas el 'slogan' 'Pronto el segundo frente'".
"Nosotros —comenta Winston Churchill— no nos dejamos influenciar por estos episodios más bien desagradables y vergonzosos, y continuamos teniendo firme la mirada sobre los heroicos sacrificios del pueblo ruso en medio de las calamidades provocadas por su gobierno, y sobre su apasionada defensa del suelo patrio. Esto, mientras duraba la batalla, hacía olvidar toda otra cosa".
Estaba, pues, claro que el ataque de Hitler iba destinado a arrojar a ingleses, rusos y americanos en brazos unos de otros. Rusos e ingleses estaban sujetos a la misma cordada y fue evidente cuáles eran sus intereses recíprocos, a pesar de los regímenes que los regían y a despecho de sus convicciones políticas. Por cuanto respecta a los americanos, la cosa podía resultar poco clara a quien no hubiera evaluado en la clave más correcta la política perseguida hasta aquel momento por el presidente Roosevelt.
Roosevelt estaba convencido de que los Estados Unidos y Alemania se encontrarían fatalmente y al poco tiempo en los campos de batalla. Toda la política nazi tendía a combatir la supremacía económica y moral de los Estados Unidos, y por otra parte los americanos estaban habituados ya a sentirse tocados cuando el enemigo se apoderaba de Europa occidental. Partiendo de este principio, el presidente americano nunca dudó en provocar a Hitler de modo manifiesto, a fin de inducirlo a declarar la guerra. Por eso, Roosevelt no había dudado en enviar abiertamente las ayudas a Inglaterra y a abrirle incluso créditos ilimitados para llevar adelante su lucha contra el Tercer Reich. Hitler había resistido a todas estas provocaciones evitando cometer un error estratégico fundamental, suscitando el estupor entre muchos de sus colaboradores. Durante largas semanas, por ejemplo, el gran almirante Raeder había seguido pidiendo mano libre para los U-Boote y las naves corsarias respecto a los mercantes americanos, que, aun enarbolando bandera neutral, era seguro transportaban armas, municiones y materiales de importancia estratégica a Inglaterra. Hitler había contestado siempre que no. Recordando lo sucedido en el curso de la Gran Guerra, cuando la indiscriminada guerra submarina había inducido a los Estados Unidos a declarar la guerra contra la Alemania guillermina, Hitler había expresamente impedido el torpedeamiento de naves americanas.
Fuerte con su solidez política (había sido reelegido a la presidencia por tercera vez), Roosevelt intuyó lúcidamente el embarazo de Hitler y se aprovechó de él. Los hechos le dieron la razón. Apenas atacaron los alemanes a la Unión Soviética, Roosevelt comprendió que los americanos tenían ya dos aliados: los ingleses y los rusos. Por esta razón ampliaron también al gobierno de Moscú los beneficios de la ley de "Préstamo y Arriendo".
Sobre esta base fue como comenzó a tomar forma la que llegarla a ser "gran alianza" entre las tres potencias, la coalición que determinaría la disolución del Tercer Reich y del Japón, que todavia no estaba en guerra pero que se preparaba a entrar en ella.
Naturalmente, en el plano diplomático las cosas procedieron con cierta lentitud. Para explicar este aspecto conviene tener presente la situación de la época.
En 1941, la Unión Soviética seguía siendo, para la mayor parte de los gobiernos occidentales, un planeta desconocido tanto desde el punto de vista politice como desde el económico. La URSS se había cerrado en si misma después de la revolución, para evitar también ser dominada. Churchill había favorecido entonces el envío de ayuda inglesa a los ejércitos blancos de los contrarrevolucionarios, y en 1927 había obtenido la ruptura de relaciones diplomáticas entre Moscú y Londres. Los dos gobiernos se habían ignorado recíprocamente durante algunos años. Algo semejante había sucedido también entre los Estados Unidos y la URSS. El gobierno de Washington había seguido ignorando durante años la existencia de un gobierno soviético, y cuando al fin se había llegado al reconocimiento, las relaciones habían tardado en normalizarse, aunque en el equipo democrático de Roosevelt había muchos filosoviéticos e incluso, como se dijo luego, muchos simpatizantes comunistas. Una tal situación no puede limitarse a las relaciones angloamericanas con la URSS. En realidad todo el mundo salido de la Gran Guerra y de los tratados de París tendía a aislar a la URSS por temor al contagio. Ahora todo esto no podía ser cambiado en un momento, pero fue en gran parte a causa de las incomprensiones y desconfianzas reciprocas por lo que, aun ante la inminencia de la agresión alemana, Stalin había rehusado creer las advertencias que le habían sido enviadas por Churchill y también por Roosevelt.
El primer movimiento de acercamiento fue realizado por Churchill, también porque el primer ministro inglés, de clamorosos antecedentes anticomunistas, creía deber tranquilizar a Stalin. El 7 de julio, mientras el avance alemán en territorio soviético parecía frenarse a causa de la encarnizada resistencia del Ejército Rojo, Churchill escribió a Stalin:
"Todos nosotros en Inglaterra estamos muy satisfechos de que los ejércitos rusos opongan una resistencia tan enérgica y animosa a la invasión nazi, absolutamente improvocada y despiadada. Todos admiramos el valor y la tenacidad de los soldados y el pueblo ruso. Haremos por ayudarles todo cuanto permitirá el tiempo, la posición geográfica y nuestros crecientes recursos. Cuanto más larga sea la guerra, mayor será la ayuda que podremos prestarles... Sólo tenemos que continuar combatiendo para exterminar a esos canallas",
Saludos cordiales
Patrocinada por Inglaterra, nace la amistad entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
El ataque alemán contra la Unión Soviética cambió pronto, para las potencias en guerra, los términos del problema. Hasta aquel momento Rusia había sido espectadora impasible de lo que estaba sucediendo: había aprovechado la invasión de Polonia para anexionarse algunas provincias en la frontera occidental con el pretexto de que se trataba de reparar ciertas injusticias, y habla asistido sin pestañear a la caída de Noruega, de Bélgica, de Holanda, de Yugoslavia, de Grecia. Aliada de Hitler, no había encontrado nada que censurar en el duelo mortal entablado por la Alemania nazi contra Inglaterra, y la Unión Soviética y el Tercer Reich habían continuado las estrechas relaciones económicas y comerciales que hablan santificado con pactos. En resumen, mientras Hitler trataba de derrotar a Inglaterra —la única potencia que le cortaba el paso—, Stalin le proporcionaba el material estratégico del que tenia necesidad.
Churchill recordaría a su debido tiempo que los comunistas británicos trataron a su modo de sabotear, durante todos aquellos dramáticos meses de resistencia, los esfuerzos del país: el pacto germanorruso los ligaba en cierto modo a la política soviética, que en aquel momento era filonazi, o al menos parecía serlo.
Una situación bastante análoga fue la que se encontró el presidente americano Roosevelt. Hasta el día del ataque alemán a la URSS, los comunistas americanos habían molestado mucho la política presidencial, dedicada a socorrer de la manera más concreta posible a Inglaterra. Las ayudas destinadas al gobierno de Londres eran enormes, y su volumen había subido más después de la aprobación de la ley de "Préstamo y Arriendo". Sin embargo, los obreros americanos de sentimientos filosoviéticos habían hecho de todo por retrasar los envíos. Boicots, huelgas y manifestaciones habían bloqueado, por ejemplo, los puertos de embarque, imponiendo a los convoyes ritmos muy poco adecuados a la urgencia de las peticiones británicas. La agresión hitleriana obliga a los comunistas occidentales a un rápido cambio. En Inglaterra y los Estados Unidos pidieron resueltamente —de un día para otro— que se hiciese algo para socorrer a la "patria del socialismo". Churchill dice que los comunistas británicos "que hasta ahora habían hecho todo el mal que habían podido" a los establecimientos industriales del país y que "habían denunciado la 'guerra capitalista e imperialista', cambiaron de actitud de la mañana a la noche y comenzaron a escribir sobre paredes y vallas el 'slogan' 'Pronto el segundo frente'".
"Nosotros —comenta Winston Churchill— no nos dejamos influenciar por estos episodios más bien desagradables y vergonzosos, y continuamos teniendo firme la mirada sobre los heroicos sacrificios del pueblo ruso en medio de las calamidades provocadas por su gobierno, y sobre su apasionada defensa del suelo patrio. Esto, mientras duraba la batalla, hacía olvidar toda otra cosa".
Estaba, pues, claro que el ataque de Hitler iba destinado a arrojar a ingleses, rusos y americanos en brazos unos de otros. Rusos e ingleses estaban sujetos a la misma cordada y fue evidente cuáles eran sus intereses recíprocos, a pesar de los regímenes que los regían y a despecho de sus convicciones políticas. Por cuanto respecta a los americanos, la cosa podía resultar poco clara a quien no hubiera evaluado en la clave más correcta la política perseguida hasta aquel momento por el presidente Roosevelt.
Roosevelt estaba convencido de que los Estados Unidos y Alemania se encontrarían fatalmente y al poco tiempo en los campos de batalla. Toda la política nazi tendía a combatir la supremacía económica y moral de los Estados Unidos, y por otra parte los americanos estaban habituados ya a sentirse tocados cuando el enemigo se apoderaba de Europa occidental. Partiendo de este principio, el presidente americano nunca dudó en provocar a Hitler de modo manifiesto, a fin de inducirlo a declarar la guerra. Por eso, Roosevelt no había dudado en enviar abiertamente las ayudas a Inglaterra y a abrirle incluso créditos ilimitados para llevar adelante su lucha contra el Tercer Reich. Hitler había resistido a todas estas provocaciones evitando cometer un error estratégico fundamental, suscitando el estupor entre muchos de sus colaboradores. Durante largas semanas, por ejemplo, el gran almirante Raeder había seguido pidiendo mano libre para los U-Boote y las naves corsarias respecto a los mercantes americanos, que, aun enarbolando bandera neutral, era seguro transportaban armas, municiones y materiales de importancia estratégica a Inglaterra. Hitler había contestado siempre que no. Recordando lo sucedido en el curso de la Gran Guerra, cuando la indiscriminada guerra submarina había inducido a los Estados Unidos a declarar la guerra contra la Alemania guillermina, Hitler había expresamente impedido el torpedeamiento de naves americanas.
Fuerte con su solidez política (había sido reelegido a la presidencia por tercera vez), Roosevelt intuyó lúcidamente el embarazo de Hitler y se aprovechó de él. Los hechos le dieron la razón. Apenas atacaron los alemanes a la Unión Soviética, Roosevelt comprendió que los americanos tenían ya dos aliados: los ingleses y los rusos. Por esta razón ampliaron también al gobierno de Moscú los beneficios de la ley de "Préstamo y Arriendo".
Sobre esta base fue como comenzó a tomar forma la que llegarla a ser "gran alianza" entre las tres potencias, la coalición que determinaría la disolución del Tercer Reich y del Japón, que todavia no estaba en guerra pero que se preparaba a entrar en ella.
Naturalmente, en el plano diplomático las cosas procedieron con cierta lentitud. Para explicar este aspecto conviene tener presente la situación de la época.
En 1941, la Unión Soviética seguía siendo, para la mayor parte de los gobiernos occidentales, un planeta desconocido tanto desde el punto de vista politice como desde el económico. La URSS se había cerrado en si misma después de la revolución, para evitar también ser dominada. Churchill había favorecido entonces el envío de ayuda inglesa a los ejércitos blancos de los contrarrevolucionarios, y en 1927 había obtenido la ruptura de relaciones diplomáticas entre Moscú y Londres. Los dos gobiernos se habían ignorado recíprocamente durante algunos años. Algo semejante había sucedido también entre los Estados Unidos y la URSS. El gobierno de Washington había seguido ignorando durante años la existencia de un gobierno soviético, y cuando al fin se había llegado al reconocimiento, las relaciones habían tardado en normalizarse, aunque en el equipo democrático de Roosevelt había muchos filosoviéticos e incluso, como se dijo luego, muchos simpatizantes comunistas. Una tal situación no puede limitarse a las relaciones angloamericanas con la URSS. En realidad todo el mundo salido de la Gran Guerra y de los tratados de París tendía a aislar a la URSS por temor al contagio. Ahora todo esto no podía ser cambiado en un momento, pero fue en gran parte a causa de las incomprensiones y desconfianzas reciprocas por lo que, aun ante la inminencia de la agresión alemana, Stalin había rehusado creer las advertencias que le habían sido enviadas por Churchill y también por Roosevelt.
El primer movimiento de acercamiento fue realizado por Churchill, también porque el primer ministro inglés, de clamorosos antecedentes anticomunistas, creía deber tranquilizar a Stalin. El 7 de julio, mientras el avance alemán en territorio soviético parecía frenarse a causa de la encarnizada resistencia del Ejército Rojo, Churchill escribió a Stalin:
"Todos nosotros en Inglaterra estamos muy satisfechos de que los ejércitos rusos opongan una resistencia tan enérgica y animosa a la invasión nazi, absolutamente improvocada y despiadada. Todos admiramos el valor y la tenacidad de los soldados y el pueblo ruso. Haremos por ayudarles todo cuanto permitirá el tiempo, la posición geográfica y nuestros crecientes recursos. Cuanto más larga sea la guerra, mayor será la ayuda que podremos prestarles... Sólo tenemos que continuar combatiendo para exterminar a esos canallas",
Saludos cordiales