El suicidio de una Flota. Tolón 1942
Publicado: Sab Abr 07, 2007 8:25 pm
El suicidio de una Flota. Tolón 1942
Desde 1940, la flota de Tolón dormía en su dársena. Se subdividía en una fuerza de alta mar, mandada por el almirante conde Jean de Laborde, y una fuerza de defensa costera, puesta a las órdenes del prefecto marítimo, el vicealmirante Marquis. El insigne favor del que disfrutaba la marina daba al establecimiento tolonés una actividad y una prosperidad que no tenían igual en la Francia de los años sombríos. El cuerpo de los oficiales se mantenía en su tradicional anglofobia y en la aureola de no haber sido vencido (como si fuera posible establecer compartimientos estancos en el desastre que había herido a la nación).
El imperativo categórico era que en ningún caso los barcos debían caer en manos extranjeras, fueran las que fueran, ex - amigas o enemigas.
Esta determinación había creado entre los marinos franceses la psicosis del hundimiento. Nunca en la historia se había preparado una autodestrucción con tanta asiduidad; largas consignas se habían elaborado. De vez en cuando tenían lugar ejercicios. En esos buques a los que la opción de sus jefes les había privado de la posibilidad de reaparecer en una batalla victoriosa, la actividad principal era el ensayo del suicidio. ¡¡Faltó poco para que saliera mal!!
El potente crucero de batalla Strasbourg
Cuando el almirante Darlan lanzó desde Argel a la escuadra la orden de unirse a él, el resultado fue notable … ni una hélice se movió. Los barcos esenciales tenían el petróleo necesario para atravesar el Mediterráneo, y una poderosa fuerza naval angloamericana aguardaba en alta mar, dispuesta a escoltarles. Pero el almirante de Laborde detestaba a los ingleses, y el almirante Marquis se consideraba un subordinado. Los fuegos, encendidos con vistas a una intervención contra los invasores de Argelia, volvieron a apagarse cuando eso pareció imposible. Siguió la espera; luego, la euforia … Tolón supo con alivio que el Fuhrer no tenía intención de apoderarse de los barcos, y que se encomendaba al honor de la marina francesa la defensa de la ciudad.
Se organizó un campo atrincherado, llamando a veinte batallones del ejército. Tolón se vio ascendida al lisonjero papel de conservatorio de la soberanía militar francesa en una Francia totalmente ocupada. La ilusión subsistió cuando los alemanes prohibieron el refuerzo terrestre de la base, y exigieron la dispersión de los 20 batallones de defensa. La marina se dedicó a defender el frente marino contra los angloamericanos. Por el lado del interior, tres grupos de tres gendarmes, situados en Sanary, Ollioules y La Valette, fueron los únicos guardianes de la integridad de Tolón.
Desde 1940, la flota de Tolón dormía en su dársena. Se subdividía en una fuerza de alta mar, mandada por el almirante conde Jean de Laborde, y una fuerza de defensa costera, puesta a las órdenes del prefecto marítimo, el vicealmirante Marquis. El insigne favor del que disfrutaba la marina daba al establecimiento tolonés una actividad y una prosperidad que no tenían igual en la Francia de los años sombríos. El cuerpo de los oficiales se mantenía en su tradicional anglofobia y en la aureola de no haber sido vencido (como si fuera posible establecer compartimientos estancos en el desastre que había herido a la nación).
El imperativo categórico era que en ningún caso los barcos debían caer en manos extranjeras, fueran las que fueran, ex - amigas o enemigas.
Esta determinación había creado entre los marinos franceses la psicosis del hundimiento. Nunca en la historia se había preparado una autodestrucción con tanta asiduidad; largas consignas se habían elaborado. De vez en cuando tenían lugar ejercicios. En esos buques a los que la opción de sus jefes les había privado de la posibilidad de reaparecer en una batalla victoriosa, la actividad principal era el ensayo del suicidio. ¡¡Faltó poco para que saliera mal!!
El potente crucero de batalla Strasbourg
Cuando el almirante Darlan lanzó desde Argel a la escuadra la orden de unirse a él, el resultado fue notable … ni una hélice se movió. Los barcos esenciales tenían el petróleo necesario para atravesar el Mediterráneo, y una poderosa fuerza naval angloamericana aguardaba en alta mar, dispuesta a escoltarles. Pero el almirante de Laborde detestaba a los ingleses, y el almirante Marquis se consideraba un subordinado. Los fuegos, encendidos con vistas a una intervención contra los invasores de Argelia, volvieron a apagarse cuando eso pareció imposible. Siguió la espera; luego, la euforia … Tolón supo con alivio que el Fuhrer no tenía intención de apoderarse de los barcos, y que se encomendaba al honor de la marina francesa la defensa de la ciudad.
Se organizó un campo atrincherado, llamando a veinte batallones del ejército. Tolón se vio ascendida al lisonjero papel de conservatorio de la soberanía militar francesa en una Francia totalmente ocupada. La ilusión subsistió cuando los alemanes prohibieron el refuerzo terrestre de la base, y exigieron la dispersión de los 20 batallones de defensa. La marina se dedicó a defender el frente marino contra los angloamericanos. Por el lado del interior, tres grupos de tres gendarmes, situados en Sanary, Ollioules y La Valette, fueron los únicos guardianes de la integridad de Tolón.