La estrategia marítima alemana. Otro punto flaco.
Publicado: Jue Dic 08, 2005 1:18 am
El mar es, indudablemente, una inmensa vía de tránsito, la guerra en el mar es, en consecuencia, una lucha por las comunicaciones marítimas, y los fundamentos de su estrategia han permanecido inmutables a lo largo del tiempo. Contrariamente, el rápido progreso de la técnica ejerció un notable influjo sobre la táctica y las operaciones.
Durante 'la Primera Guerra Mundial, los pocos barcos alemanes destinados a operaciones de largo alcance fueron fuertemente obstaculizados en sus movimientos por la necesidad de frecuentes reabastecimientos de carbón. Los sumergibles, dotados de motores Diésel, no obstante su pequeño tonelaje, fueron las primeras naves de guerra realmente oceánicas, dado que podían permanecer en el mar durante muchas semanas.
La dependencia de las unidades mayores de las bases y la situación geográfica de Alemania obligaron a este último país a realizar acciones aisladas y al desarrollo de nuevos medios técnicos, más que a grandes operaciones. El mayor interés se concentró en los sumergibles, que se habían revelado el mayor y casi único peligro para el tráfico marítimo de cualquier potencia.
La dirección política de Alemania creyó poder sustraerse a la influencia del mar con la autarquía. El concepto, equivocado, no tardaría en manifestar sus consecuencias; efectivamente, Alemania se vio obligada a asegurarse determinados elementos minerales, de importancia vital, con riesgosas operaciones marítimas. Pero aun después de esta experiencia, no se constituyó una verdadera concentración de fuerzas contra la potencia marítima más peligrosas.
La marina reclamó, constantemente una preferente atención sobre estos hechos, pero no llegó a hacer triunfar sus puntos de vista. En consecuencia, no obtuvo ni una adecuada arma aérea táctica ni un fuerte apoyo para el rápido desenvolvimiento del arma submarina. Este apoyo fue concedido cuando el desastre comenzó a perfilarse Pero ya era tarde. Se habían perdido dos años irrecuperables.
Italia, por su parte, tenía una flota relativamente fuerte, con objetivos muy claros. Su suerte efectivamente, dependía del dominio del Mediterráneo. La dirección política, empero no lo comprendió así.
Al comenzar las hostilidades, la flota mercante italiana, distribuida por los puertos del mundo, se perdió en gran parte. Desapareció así, a manos del enemigo, un inmenso tonelaje que posteriormente hubiera sido vital para asegurar el transporte.
El arma submarina, además, numéricamente fuerte, reveló numerosas deficiencias, y la colaboración entre la marina y la aeronáutica, vital, fue en extremo insuficiente.
Con su vieja experiencia marítima, Gran Bretaña concentró inmediatamente todas sus fuerzas en la protección de su tráfico naval. En lo que respecta a la guerra submarina, Gran Bretaña no estaba suficientemente organizada en los primeros momentos, encontrándose, en consecuencia, en grandes dificultades. Sin embargo, defendió con tenacidad sus posiciones en el Mediterráneo y logró, paulatinamente, eliminar la amenaza del arma submarina.
En lo referente a perdidas de navíos, todos los tipos de barcos de guerra sufrieron pérdidas considerables; superiores proporcionalmente a las de la Primera Guerra Mundial. La flota inglesa perdió el 62 % de sus cruceros, contra el 22 % de la Primera Guerra y el 90 % de sus destructores, contra el 29 %.
Las perdidas de submarinos fueron particularmente elevadas para todas las naciones: Alemania, que durante toda la guerra puso en servicio más de 1.100 sumergibles, perdió más de 800; Inglaterra perdió 77 unidades sobre 235; Italia, 86 sobre 160; Estados Unidos, 52 sobre 290 y Japón 127 sobre 190.
Las flotas mercantes, por su parte, fueron casi totalmente destruidas. Los japoneses perdieron el 82 % de su tonelaje total; los italianos una cifra casi igual, los alemanes alrededor del 70 % del tonelaje inicial y los aliados alrededor de 21.000.000 de toneladas (el tonelaje total de la marina inglesa al comenzar la guerra).
La mayoría de las pérdidas se debieron a los submarinos. Por su acción se perdieron aproximadamente 14.000.000 de toneladas de navíos mercantes aliados y 5 de los 8,2 millones de toneladas perdidas por los japoneses.
El arma aérea, ya sea la de tierra como la embarcada en portaaviones, ejerció una gran influencia en las operaciones navales. De particular importancia fueron los nuevos aparatos utilizados, como el radar, que para las unidades de superficie anulaba la protección de la oscuridad de la noche o la niebla y señalaba la aproximación de los aviones enemigos a centenares de kilómetros de distancia. Los detectores empleados para operaciones submarinas, fundados en el empleo de los ultrasonidos, dieron un resultado menos satisfactorio, pero, aún así, bastaron para convertir en inutilizable el empleo de los submarinos lentos y desprovistos de "Snorkel".
Las unidades mayores, por su parte, se vieron particularmente amenazadas en las cercanías de las costas, por la acción de las minas, lanchas torpederas, aviones. Estas zonas se convirtieron en campos de lucha con características especiales y fueron teatro de operaciones de numerosos desembarcos. La técnica de estos últimos, constantemente perfeccionada, hizo posible que el atacante pasara del mar a la tierra, bajo la protección de sus flotas naval y aérea aún en presencia de una defensa sólida.
Los progresos técnicos permitieron concentrar fuerzas extraordinariamente grandes, en puntos decisivos, aun a grandes distancias. Es decir, que puede afirmarse que la Segunda Guerra Mundial fue decidida por el dominio de las comunicaciones marítimas. Sir embargo, la decisión final de la victoria o de la derrota dependerá siempre del hombre. Efectivamente, lo mejores resultados tácticos y operativos, el más grande valor o el mayor sacrificio, son inútiles si la estrategia es inadecuada. Y la estrategia la dicta el hombre
Durante 'la Primera Guerra Mundial, los pocos barcos alemanes destinados a operaciones de largo alcance fueron fuertemente obstaculizados en sus movimientos por la necesidad de frecuentes reabastecimientos de carbón. Los sumergibles, dotados de motores Diésel, no obstante su pequeño tonelaje, fueron las primeras naves de guerra realmente oceánicas, dado que podían permanecer en el mar durante muchas semanas.
La dependencia de las unidades mayores de las bases y la situación geográfica de Alemania obligaron a este último país a realizar acciones aisladas y al desarrollo de nuevos medios técnicos, más que a grandes operaciones. El mayor interés se concentró en los sumergibles, que se habían revelado el mayor y casi único peligro para el tráfico marítimo de cualquier potencia.
La dirección política de Alemania creyó poder sustraerse a la influencia del mar con la autarquía. El concepto, equivocado, no tardaría en manifestar sus consecuencias; efectivamente, Alemania se vio obligada a asegurarse determinados elementos minerales, de importancia vital, con riesgosas operaciones marítimas. Pero aun después de esta experiencia, no se constituyó una verdadera concentración de fuerzas contra la potencia marítima más peligrosas.
La marina reclamó, constantemente una preferente atención sobre estos hechos, pero no llegó a hacer triunfar sus puntos de vista. En consecuencia, no obtuvo ni una adecuada arma aérea táctica ni un fuerte apoyo para el rápido desenvolvimiento del arma submarina. Este apoyo fue concedido cuando el desastre comenzó a perfilarse Pero ya era tarde. Se habían perdido dos años irrecuperables.
Italia, por su parte, tenía una flota relativamente fuerte, con objetivos muy claros. Su suerte efectivamente, dependía del dominio del Mediterráneo. La dirección política, empero no lo comprendió así.
Al comenzar las hostilidades, la flota mercante italiana, distribuida por los puertos del mundo, se perdió en gran parte. Desapareció así, a manos del enemigo, un inmenso tonelaje que posteriormente hubiera sido vital para asegurar el transporte.
El arma submarina, además, numéricamente fuerte, reveló numerosas deficiencias, y la colaboración entre la marina y la aeronáutica, vital, fue en extremo insuficiente.
Con su vieja experiencia marítima, Gran Bretaña concentró inmediatamente todas sus fuerzas en la protección de su tráfico naval. En lo que respecta a la guerra submarina, Gran Bretaña no estaba suficientemente organizada en los primeros momentos, encontrándose, en consecuencia, en grandes dificultades. Sin embargo, defendió con tenacidad sus posiciones en el Mediterráneo y logró, paulatinamente, eliminar la amenaza del arma submarina.
En lo referente a perdidas de navíos, todos los tipos de barcos de guerra sufrieron pérdidas considerables; superiores proporcionalmente a las de la Primera Guerra Mundial. La flota inglesa perdió el 62 % de sus cruceros, contra el 22 % de la Primera Guerra y el 90 % de sus destructores, contra el 29 %.
Las perdidas de submarinos fueron particularmente elevadas para todas las naciones: Alemania, que durante toda la guerra puso en servicio más de 1.100 sumergibles, perdió más de 800; Inglaterra perdió 77 unidades sobre 235; Italia, 86 sobre 160; Estados Unidos, 52 sobre 290 y Japón 127 sobre 190.
Las flotas mercantes, por su parte, fueron casi totalmente destruidas. Los japoneses perdieron el 82 % de su tonelaje total; los italianos una cifra casi igual, los alemanes alrededor del 70 % del tonelaje inicial y los aliados alrededor de 21.000.000 de toneladas (el tonelaje total de la marina inglesa al comenzar la guerra).
La mayoría de las pérdidas se debieron a los submarinos. Por su acción se perdieron aproximadamente 14.000.000 de toneladas de navíos mercantes aliados y 5 de los 8,2 millones de toneladas perdidas por los japoneses.
El arma aérea, ya sea la de tierra como la embarcada en portaaviones, ejerció una gran influencia en las operaciones navales. De particular importancia fueron los nuevos aparatos utilizados, como el radar, que para las unidades de superficie anulaba la protección de la oscuridad de la noche o la niebla y señalaba la aproximación de los aviones enemigos a centenares de kilómetros de distancia. Los detectores empleados para operaciones submarinas, fundados en el empleo de los ultrasonidos, dieron un resultado menos satisfactorio, pero, aún así, bastaron para convertir en inutilizable el empleo de los submarinos lentos y desprovistos de "Snorkel".
Las unidades mayores, por su parte, se vieron particularmente amenazadas en las cercanías de las costas, por la acción de las minas, lanchas torpederas, aviones. Estas zonas se convirtieron en campos de lucha con características especiales y fueron teatro de operaciones de numerosos desembarcos. La técnica de estos últimos, constantemente perfeccionada, hizo posible que el atacante pasara del mar a la tierra, bajo la protección de sus flotas naval y aérea aún en presencia de una defensa sólida.
Los progresos técnicos permitieron concentrar fuerzas extraordinariamente grandes, en puntos decisivos, aun a grandes distancias. Es decir, que puede afirmarse que la Segunda Guerra Mundial fue decidida por el dominio de las comunicaciones marítimas. Sir embargo, la decisión final de la victoria o de la derrota dependerá siempre del hombre. Efectivamente, lo mejores resultados tácticos y operativos, el más grande valor o el mayor sacrificio, son inútiles si la estrategia es inadecuada. Y la estrategia la dicta el hombre