Es una lástima que, todavía hoy, haya historiadores que se dejan llevar, quizá, por sentimientos y no por el ideal de objetividad y el rigor que deben gobernar sus trabajos, aunque éstos sean un mero artículo de opinión como el que ha escrito Don José Álvarez Junco en el periódico El País de este domingo* sobre Hitler, de cuyo suicidio se cumplen próximamente setenta años. Nunca creí que yo tendría que salir, en cierta forma, en “defensa” de ciertos aspectos de la personalidad de Hitler, pero artículos como el citado no sirven, en buena parte, para explicar (que no justificar) al personaje, sino para confundir al lector y tergiversar la realidad. Sirvan pues mis siguientes comentarios para equilibrar la balanza en honor a la realidad.
¿Cómo no va a tener interés, y aun un gran interés, la personalidad de un hombre que tuvo tan extraordinario poder y tanta y tan decisiva influencia como Hitler en buena parte de la historia de Alemania, en particular, y del mundo, en general? Que dicho interés en la personalidad de Hitler haya llevado a muchas personas, entre las que me incluyo, a concluir que no tenía ninguna cualidad extraordinaria que lo hiciera grande como ser humano, no significa que ese personaje careciera de ciertas cualidades poco frecuentes que le ayudaron a convertirse, al albur de otras circunstancias ajenas a él, en la figura política probablemente más interesante y funestamente decisiva del siglo XX. No hay que confundir, pues, sus cualidades humanas (que yo jamás he encontrado extraordinarias) con sus cualidades intelectuales y políticas (que las tuvo), aunque muchas veces las primeras influyeron en las segundas, entremezclándose entre sí.José Álvarez Junco escribió: Y es así no porque su personalidad tuviera interés, porque fuera un “gran hombre”, bueno o malo, según gustos, pero dotado, en todo caso, de alguna cualidad extraordinaria.
Como he señalado arriba, esta sentencia me parece exageradamente radical, salvo que entendamos la “grandeza” exclusivamente como “elevación de espíritu, excelencia moral” (RAE), pues en este caso careció por completo de ella. Pero poseyó la “grandeza” del poder y de la autoridad, siendo incluso venerado por muchísimos alemanes y otros europeos de su época. Hablamos de hechos, no de opiniones.José Álvarez Junco escribió: Desde cualquier otro punto de vista, careció por completo de grandeza.
Nuevamente una exageración. No se puede decir, con fundamento de causa, que Hitler fue una persona inculta, ni mucho menos. Que su cultura fuera limitada y estuviera a años luz de la de un gran humanista del Renacimiento o la Ilustración no significa que careciera de ella. A no ser que la inmensa mayoría de los hombres nos califiquemos también de incultos.José Álvarez Junco escribió: Fue un tipo inculto, aunque él creyera, desde luego, saber mucho (otra prueba de su ignorancia).
Eso no fue realmente así. La decisión de registrar literalmente sus conferencias militares mediante el empleo de taquígrafos fue motivada a raíz de la crisis de confianza con sus mandos militares surgida en el verano (agosto-septiembre) de 1942. Hitler afirmó ante sus ayudantes militares que sus órdenes previas no habían sido correctamente interpretadas, por lo que ordenó que a partir de entonces se registraran verbatim por taquígrafos. Las conversaciones informales, más bien monólogos, que Hitler sostuvo con su círculo íntimo, mayormente durante las cenas, fueron, en parte, registradas por instrucciones de Martin Bormann, y a veces por el propio Bormann**.José Álvarez Junco escribió: En el cenit de su poder, pensó que eran tan importantes las conversaciones mantenidas en sus almuerzos por él y su grupo cercano que instaló a unas taquígrafas para que tomaran notas y se conservaran así para la historia.
Bien, para gustos se pintan colores. Para unos fue mediocre y para otros no tanto, o incluso aceptable. Aquí cada cual es libre de opinar.José Álvarez Junco escribió: Como pintor, su única profesión, fue mediocre;
La labor de un historiador debe ser presentar un relato lo más fiel posible a la realidad, explicando e interpretando honestamente los hechos; esto seguro que lo sabe el señor Junco, pero parece que no lo practica en ciertos pasajes de este artículo. Hitler se levantaba tarde porque se acostaba muy tarde. Sus horarios de trabajo eran peculiares, e inestable su constancia. Pero al margen de gustos personales o cánones establecidos en la forma y tiempo de trabajar, la calidad de un trabajo se debe considerar, en mi opinión, por la efectividad del mismo, y el trabajo de Hitler fue, en una buena parte de su carrera política, tremendamente eficaz. Hitler tuvo que haber leído forzosamente muchísimos informes; de otra forma no se entendería su perfecto conocimiento, a veces hasta el más mínimo detalle, sobre una serie de temas políticos y militares. Que le aburriera leer los informes aburridos no creo que sea algo extraño, más bien lo contrario: nos aburre a todos. Es cierto, sin embargo, que no pocas veces, ante decisiones difíciles o espinosas, procrastinaba en la toma de decisiones.José Álvarez Junco escribió: y cuando le tocó ser gestor se levantaba tarde, era vago y desorganizado, le aburría leer informes y eludía la toma de decisiones (o las tomaba de forma temeraria).
¡Menuda insensatez! ¿Quién inventó el antisemitismo (el racismo, la xenofobia...), señor Junco?José Álvarez Junco escribió: Por no inventar, no inventó ni el antisemitismo.
Nuevamente cae el señor Junco en los extremos o no se explica suficientemente. Hitler fue un oportunista (vulgar lo dudo) y un megalómano (vacuo sobra); también fue temporalmente (hasta que se convirtió en un pequeño y exitoso líder del DAP) un don nadie fanático, pero muy pronto dejó de serlo (sin dejar de ser fanático) cuando se hizo con las riendas del NSDAP. También ejerció de charlatán, sobre todo en su época de Viena, pero “desprovisto de cualquier idea de interés” es algo completamente relativo y subjetivo. Y sí, fue un ambicioso carente de empatía alguna por las desgracias de sus semejantes no pertenecientes a sus círculos íntimos.José Álvarez Junco escribió: Fue un oportunista vulgar, un megalomaniaco vacuo, un don nadie fanático y simplón, un charlatán desprovisto de cualquier idea de interés, un ambicioso cuyo único norte fue la conquista de un poder absoluto sobre sus semejantes.
Quizá la respuesta es difícil porque previamente se relacionan directamente los términos “culta, avanzada y moderna” con virtudes morales y/o éticas. Y ello no es necesariamente así. En esa sociedad alemana hubo hombres “cultos, avanzados y modernos” que se entregaron en cuerpo y alma a los crímenes del régimen nazi, quizá porque eran completamente amorales o inmorales.José Álvarez Junco escribió: La verdadera cuestión, la difícil de contestar, es cómo pudo un personaje tan mediocre alcanzar el poder absoluto sobre una sociedad tan culta, avanzada y moderna como la alemana.
En fin, lo dejo aquí porque comentar todo el artículo iría para largo. Repito, la historia no se explica así, y a Hitler menos.
* http://elpais.com/elpais/2015/04/20/opi ... 90284.html
**Un buen análisis del origen de las conversaciones de mesa de Hitler viene dado por Gerhard L. Weinberg en el prólogo a la edición del Hitler's Table Talk que Enigma Books publicó en los años 2000 y 2008.
Saludos cordiales
JL