HISTORIADOR DETALLA EL PLAN DE “MOVILIZACIÓN” DE 2 AÑOS DE STALIN PARA LA CONQUISTA DE EUROPA.
Por Daniel W. Michaels
(Título Original "Historian Details Stalin's Two-Year 'Mobilization' Plan for European Conquest"
http://www.marynet.com/tagm.html)
Cuando Hitler lanzó la “Operación Barbarroja” contra la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, los líderes de Alemania justificaron el ataque como un golpe preventivo para anticiparse a una inminente invasión soviética de Alemania y del resto de Europa. Tras la guerra, los líderes militares y políticos más prominentes supervivientes fueron ejecutados en Nuremberg por, entre otras cosas, planear y emprender una “guerra agresiva” contra la Unión Soviética. El Tribunal de Nuremberg rechazó las categóricas alegaciones de los acusados de que “Barbarroja” fue un ataque preventivo.
Durante décadas desde entonces, historiadores, oficiales del gobierno, y las obras de referencia estándar de los Estados Unidos, Europa y la URSS consecuentemente han sostenido que Hitler traicionó a los confiados líderes soviéticos para lanzar su traicionero ataque sorpresa, motivado por la avaricia por los recursos rusos y ucranianos y el “espacio vital”, y como parte de un avance alocado para “conquistar el mundo”.
En este bien investigado y poderosamente argumentado estudio, un especialista de origen ruso ha presentado abundantes pruebas que esencialmente afirman la argumentación alemana. Basándose principalmente en un análisis escrupuloso de la literatura militar y política pertinente, y en las memorias de prominentes miembros de las fuerzas armadas y de la elite del Partido soviéticos, el analista militar Suvorov ha producido un importante trabajo revisionista que obliga a una reevaluación radical del punto de vista bastante aceptado de la historia de la Segunda Guerra Mundial.
El autor, cuyo nombre real es Vladimir Bogdanovich Rezun, fue entrenado como oficial del ejército soviético en Kalinin y en Kiev. Después, tras servir a nivel administrativo y completar estudios en la Academia Militar Diplomática en 1979, sirvió como oficial de la inteligencia militar soviética (GRU), trabajando durante cuatro años en Ginebra bajo cobertura diplomática. Desertó en 1978, y se le concedió asilo diplomático en Gran Bretaña.
Su primer trabajo sobre este tema,
Rompehielos, fue inicialmente publicado en ruso (en Francia) en 1988, seguido por ediciones en otras lenguas, incluido el inglés. Causó sensación en la comunidad militar y de inteligencia, especialmente en Europa, porque documentaba cuidadosamente la naturaleza ofensiva de la masiva concentración militar soviética en la frontera alemana en 1941. En
Día M, Suvorov agrega sustancialmente las pruebas y argumentos presentados en
Rompehielos.
Al elaborar su investigación, Suvorov pone énfasis aquí en la importancia central para la planificación de Stalin del estratega militar Boris Shaposhnikov, Mariscal y Jefe del Estado Mayor. Su obra más importante, Mozg armii (“El Cerebro del Ejército”), fue durante décadas lectura obligada para todo oficial soviético. Stalin no sólo respetaban la perspicacia militar de Shaposhnikov, sino que, inusualmente, personalmente le gustaba el hombre. Fue el único hombre que se conozca al que Stalin siempre se dirigía rutinariamente en público por su primer nombre y patronímico (Boris Mikhailovich), en Rusia un tratamiento personal, menos formal pero definitivamente respetuoso. Stalin trataba a todos los demás por su nombre familiar precedido por Camarada (“Camarada Zhdanov”, por ejemplo). La admiración de Stalin también fue mostrada por el hecho de que siempre mantuvo una copia del Mozg Armii de Shapohsnikov en su escritorio.
El plan de movilización de Shapohnikov, fielmente implementado por Stalin, diseñaba un claro y lógico programa de dos años (agosto de 1939-verano de 1941) que culminaría inexorable y resueltamente en guerra. Según Suvorov, Stalin anunció su decisión de implementar esta plan en una reunión del Politburó el 19 de agosto de 1939, cuatro días antes de la firma del pacto de no agresión germano-soviético. (Fue también en esta reunión del Politburó, que se celebró poco después de que Stalin hubiera concluido sus draconianas purgas de militares y políticos “poco fiables”, donde el líder soviético ordenó al General Georgi Zhukov que atacara, y derrotara, a la manera de una clásica guerra relámpago, al Sexto Ejército Japonés en Khalkhin-Gol, Mongolia).
Trece días después del discurso de Stalin, las tropas alemanas atacaron Polonia, y dos días después –el 3 de septiembre de 1939- Gran Bretaña y Francia declaraban la guerra a Alemania.
Una vez que Stalin decidió embarcarse en este proceso de movilización, el régimen remodeló radicalmente la economía de la nación, dirigiendo los enormes recursos físicos y humanos de la Unión Soviética para la guerra. Por su naturaleza, este proceso envolvente solamente podía ser perseguido para su lógica conclusión –la guerra. Simplemente afirmaba que la decisión de Stalin de 1939 de movilizarse significaba inevitablemente la guerra.
En 1938, alrededor de 1.513.400 hombres estaban sirviendo en el Ejército Rojo. Esto era aproximadamente el uno por ciento de la población soviética, lo cual se considera generalmente la normal, económicamente sostenible, y máxima proporción de hombres bajo las armas para la población total. Como parte de su programa de movilización de dos años, Stalin-Shaposhnikov más que duplicaron el número de hombres bajo las armas –a más de cinco millones.
Durante este período –de agosto de 1939 a junio de 1941- Stalin formó 125 nuevas divisiones de infantería, 30 nuevas divisiones motorizadas, y 61 divisiones de tanques y 79 divisiones aéreas –un total de 295 divisiones organizadas en 16 ejércitos. El plan Stalin-Shaposhnikov también demandaba la movilización de seis millones de hombres adicionales en el verano de 1941, para ser distribuidos en todavía más divisiones de infantería, de tanques, motorizadas y aéreas.
Entre julio de 1939 y junio de 1941, Stalin aumentó el número de divisiones de tanques soviéticas de cero a 61, con docenas más en preparación. En junio de 1941, la “neutral” Unión Soviética había reunido más divisiones de tanques que todos los otros países del mundo juntos –una poderosa fuerza que solamente podía ser efectivamente empleada en operaciones ofensivas.
En junio de 1941, Hitler lanzó a la batalla diez cuerpos mecanizados, cada uno de los cuales, de media, tenía más de 340 tanques ligeros y medios. Por contraste, Stalin tenía 29 cuerpos mecanizados, cada uno con 1.031 tanques ligeros, medios y pesados. Aunque es cierto que no todos los cuerpos soviéticos estaban a tope de efectivos, un sólo cuerpo mecanizado soviético era militarmente más fuerte que dos cuerpos alemanes juntos.
Cuando Hitler atacó Polonia en septiembre de 1939, Alemania tenía un total de seis divisiones de tanques. Si esta fuerza de tanques ligeros puede ser considerada como prueba conclusiva de la intención de Hitler de lanzar una guerra de conquista mundial (o al menos de europa), ¿qué –se pregunta Suvorov- podemos concluir de la concentración de Stalin de 61 divisiones de tanques entre finales de 1939 y mediados de 1941, y con más docenas en preparación?
A mediados de 1941, el Ejército Rojo era la única fuerza militar en el mundo con tanques anfibios. Stalin tenía 4.000 de estas armas de guerra ofensiva; Alemania no tenía ninguno. En junio de 1941, los soviéticos habían aumentado el número de sus tropas paracaidistas de cero a cinco, y el número de sus regimientos de artillería de campaña de 144 a 341, en cada caso más que todos los otros ejércitos del mundo juntos.
Al comienzo de la guerra en septiembre de 1939, Alemania tenía una flota de 57 submarinos, un hecho que algunas veces es citado como prueba de las intenciones agresivas de Hitler. Pero en ese mismo momento, apunta Suvorov, la Unión Soviética tenía ya más de 165 submarinos. Estos submarinos, anota, no eran naves inferiores, sino más bien de calidad estándar. En junio de 1941, la armada soviética tenía más de 218 submarinos en servicio, con otros 91 en construcción. Stalin mandaba la flota submarina más grande del mundo, una fuerza que fue creada para la guerra agresiva.
Como Suvarov apunta, en el momento del ataque de Hitler contra Polonia en 1939, nadie en Alemania o en Europa Occidental consideraba esto como el inicio de una “guerra mundial”. Incluso la declaración de guerra contra Alemania de Gran Bretaña y Francia dos días después –el 3 de septiembre de 1939- no hizo esto una “guerra mundial”. Fue solamente mucho después, retrospectivamente, que la campaña polaca de Alemania llegó a ser considerada como el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Solamente en Moscú, escribe Suvorov, fue comprendido correctamente desde el principio que una guerra mundial había comenzado.
Haciéndose eco de los descubrimientos de historiadores tales como A. J. P. Taylor y David Hoggan, Suvorov señala que Hitler ni quería ni planeó un conflicto europeo a gran escala en 1939. Fueron las declaraciones de guerra de Gran Bretaña y Francia contra Alemania las que transformaron un conflicto local entre Alemania y Polonia en uno a escala europea.
Consecuentemente, Hitler no autorizó la conversión de la economía de su nación para en pie de guerra. El jefe del GRU soviético Iván Proskurov informó certeramente a Stalin que la industria alemana no estaba equipada para una guerra a escala completa. De hecho, Alemania no comenzó a poner en serio su economía en pie de guerra hasta comienzos de 1942, dos años después que la Unión Soviética. Pero mientras que la producción militar y de armas soviética alcanzó su cenit en el verano de 1941, Alemania no lo alcanzó hasta 1944 –tres años demasiado tarde.
Suvorov presenta pruebas abrumadoras para mostrar que Stalin se estaba preparando para un masivo ataque sorpresa contra Alemania para ser lanzado en el verano de 1941. (Suvorov cree que el ataque estaba establecido para el 6 de julio de 1941). En preparación para esto, los soviéticos habían desplegado enormes fuerzas directamente en la frontera alemana, incluyendo paracaidistas, junto con aeródromos y grandes reservas de armas, municiones, combustible y otros suministros.
En abril de 1941, el Ejército Rojo ordenó un despliegue masivo de piezas de artillería y produc-ción de munición en la frontera, y su almacenamiento allí sobre el terreno y al descubierto. Esto solo, escribe Suvarov, prueba la intención de Stalin de atacar, porque este armamento y munición tenía que ser utilizada antes del otoño, cuando comenzaran las lluvias anuales. Las municiones almacenadas al descubierto en 1941 significaba que un ataque tenía que producirse ese mismo año. “Cualquier otra interpretación de este hecho no es concebible”, escribe.
Suvarov recapitula:
Estudiando los documentos de archivo y las publicaciones disponibles al público, llego a la conclusión de que el transporte [en 1941] hacia la frontera de millones de botas, municiones, y piezas de repuesto, y el despliegue de millones de soldados, y miles de tanques y aviones, no podía haber sido un error, o un cálculo equivocado, sino más bien que debe haber sido el resultado de una política bien pensada...
Este proceso tenía como objetivo la preparación de la industria, del sistema de transporte, de la agricultura, del territorio estatal, de la población soviética y del Ejército Rojo para llevar a cabo la guerra de “liberación” en Europa Central y Occidental.
En resumen, este proceso es llamado movilización. Era una movilización secreta. El liderazgo soviético preparó al Ejército Rojo y a todo el país para la conquista de Alemania y de Europa Occidental. La conquista de Europa Occidental era la razón principal para que la Unión Soviética desencadenara la Segunda Guerra Mundial.
La decisión final para comenzar la guerra fue tomada por Stalin el 19 de agosto de 1939.
El plan de ataque soviético, explica Suvorov, exigía un ataque en dos frentes principales: el primero, oeste y noroeste, en la misma Alemania, y el segundo, igualmente poderoso, al sudoeste hacia Rumania para ocupar rápidamente los campos petrolíferos de allí.
Tres escalones estratégicos principales llevarían a cabo la invasión. El primer escalón consistía en 16 ejércitos de invasión y varias docenas de cuerpos y divisiones para acometidas auxiliares, formados por soldados profesionales del Ejército Rojo entrenados para abrirse paso a través de las líneas alemanas. El segundo escalón estratégico, consistente en siete ejércitos de tropas inferiores (incluyendo a muchos prisioneros del GULAG), aseguraría y expandirían las penetraciones del primer escalón. El tercer escalón, consistente en tres ejércitos formados principalmente por tropas NKVD, asegurarían la ocupación soviética, frustraría toda resistencia potencial reuniendo y asesinando a la elite social, política y militar de Alemania –tanto como se había ya hecho en los estados bálticos y en Polonia oriental (como en la masacre de Katyn).
Como su avión principal de ataque, Stalin había establecido el “Ivanov” (uno de los apodos de Stalin), después conocido como Su-2, un bombardero de ataque altamente efectivo que fue producido y desplegado en grandes cantidades. Stalin ordenó la construcción de más de 100.000 Su-2, así como también el entrenamiento de 150.000 pilotos. Con un peso de cuatro toneladas, el Su-2 tenía una velocidad máxima de 486 kilómetros por hora, un rango de 1.200 kilómetros, y capacidad de carga de bombas de 400-600 kilos. Similar pero superior al bombardero en picado alemán JU-87 “Stuka”, se parecía sorprendentemente al Nakajima B-5N2 japonés, que fue el avión principal utilizado en el ataque sobre Pearl Harbor.
Durante décadas los historiadores de la corriente oficial han sostenido que Stalin confió ingenuamente en Hitler. Esta imagen del confiado Stalin y del traicionero Hitler es ampliamente y oficialmente aceptada en los Estados Unidos y en la mayoría de Europa. Suvorov se burla de este punto de vista, y considera que, por el contrario, fue Hitler quien fatalmente calculó mal la astucia de Stalin, al menos durante unos 15 meses, tiempo el cual fue demasiado tarde.
Aunque Hitler logró frustrar el gran plan de invasión de Stalin, el líder alemán subestimó fatalmente la magnitud y la agresividad de la amenaza soviética. Suvorov escribe: “Hitler captó que Stalin estaba preparando una invasión, pero fracasó en estimar propiamente el grado completo de los preparativos de Stalin... Hitler estaba incierto sobre cómo de grande y cómo de cercano era el peligro”.
Los historiadores, anota Suvorov, no explican adecuadamente porqué Hitler decidió atacar a la Unión Soviética en un momento cuando Gran Bretaña aún no estaba subyugada, enfrentando así a Alemania a una peligrosa guerra de dos frentes. A menudo simplemente se refieren al deseo de Hitler por Lebensraum o “espacio vital”. Realmente, escribe el autor ruso, “Stalin no dio a Hitler una salida alternativa. La movilización secreta [soviética] era de una dimensión tal enorme que habría sido difícil de ignorar. La movilización secreta de Stalin había alcanzado tal gra-do que no podía ser encubierta. Para Hitler, la única posibilidad que le quedaba era un ataque preventivo. Hitler se adelanto a Stalin en dos semanas”. En resumen, dada la situación, el único recurso responsable para el liderazgo alemán fue lanzar un ataque preventivo.
Stalin no necesitó a Churchill, Roosevelt o al sobresaliente espía soviético Richard Sorge para advertirle de un posible ataque alemán. Ya había realizado sus propios preparativos para enfrentarse a Alemania. Pero al alistar sus fuerzas para una guerra ofensiva, Stalin se cruzó de brazos para la defensa del país.
Los alemanes, escribe Suvorov, disfrutaron de la ventaja temporal de la sorpresa ya que pudieron posicionar y lanzar a sus fuerzas de ataque justo dos semanas antes de lo que el Ejército Rojo estaba programado para atacar, cogiéndolos completamente fuera de guardia. La sorpresa fue todo lo mayor porque Stalin no creía que los alemanes se atreverían a abrir un segundo frente en el Este mientras todavía se enfrentaban a los británicos. También contribuyendo a los espectaculares éxitos iniciales alemanes estaba la audacia y el profesionalismo del soldado alemán.
Como escribe Suvorov:
La derrota [soviética] al comienzo de la guerra [junio-septiembre 1941] fue debida al hecho de que la Wehrmacht Alemana lanzó su ataque sorpresa justo en el momento en que la artillería soviética estaba siendo trasladada a la frontera, y junto con los correspondientes suministros de municiones. La artillería no estaba preparada para enfrentarse a una guerra defensiva, y el 22 de junio no era capaz de pasar a la ofensiva.
Debido a que Alemania carecía de los recursos naturales para sostener una guerra prolongada, Hitler solamente podía prevalecer doblegando completamente a Rusia en cuatro meses –esto es, antes del comienzo del invierno. En esto falló. Durante el verano y otoño de 1941 Hitler aplastó, pero no destruyó, la máquina militar soviética. (Así fue, los alemanes pudieron lograr asombrosos éxitos iniciales solamente utilizando las reservas soviéticas capturadas durante aquellos primeros meses).
En la “Operación Barbarroja”, Hitler lanzó 17 divisiones de tanques contra los soviéticos. Tras tres meses de combates, solamente le quedaba alrededor de una cuarta parte de sus tanques, mientras que las fábricas de Stalin estaban produciendo no solamente mucho más tanques, sino de calidad generalmente superior.
Durante los primeros cuatro meses del ataque “Barbarroja”, las fuerzas del Eje destruyeron quizás el 75 por ciento de la capacidad para hacer la guerra de Stalin, eliminando por consiguiente la inmediata amenaza militar hacia Europa. Entre julio y noviembre de 1941, las fuerzas alemanas tomaron o invadieron 303 fábricas de pólvora, municiones y granadas, que anualmente producían el 85 por ciento de la producción de municiones de todo el estado soviético.
Pero como apunta Suvorov, esto no era suficiente: “El ataque de Hitler ya no pudo salvar a Alemania. Stalin no solamente tenía mas tanques, piezas de artillería y aviones, más soldados y oficiales, sino que también Stalin había ya puesto a su industria en una base de economía de guerra y podía producir armas no importa que cantidades deseara”. El 29 de noviembre de 1941, el Ministro de Armamentos del Reich Fritz Todt informó a Hitler que, desde el punto de vista de armamentos y de economía de guerra, Alemana ya había perdido la guerra.
Stalin finalmente prevaleció porque un residual 25 por ciento de la gigantesca economía de guerra soviética, incluyendo el 15 por ciento de su producción de municiones –principalmente de las fábricas al este del Volga, en los Urales y en Siberia- permaneció intacta. Así, con justamente una fracción de su fuerza inicial de superpotencia, Stalin todavía pudo ganar las decisivas batallas de Stalingrado, Kursk y Berlín. También contribuyente sustancialmente a la victoria soviética fue la entrada en la guerra de los Estados Unidos, la sustancial ayuda norteamericana, y, por supuesto, la legendaria y estoica dureza del soldado ruso.
Incluso aunque Hitler asestó el primer golpe, al fin de la guerra Stalin controlaba Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia y el este de Alemania.
Anotando que Hitler pospuso repetidamente la fecha de lanzamiento de la “Operación Barbarroja”, Suvorov comenta:
Supongamos que Hitler hubiera pospuesto otra vez el ataque contra Stalin, y que Stalin hubiera asestado el primer golpe el 6 de julio de 1941... Intentemos imaginar que habría ocurrido si Hitler hubiese retrasado su ataque para convertirse en víctima del devastador asalto preparado por Stalin. En este caso, Stalin habría tenido no solo el 15 por ciento de la capacidad de producción del Comisariado de la Industria de Municiones, sino el 100 por ciento. En ese caso ¿cómo habría concluido la Segunda Guerra Mundial?
En esta situación, no es irrazonable suponer que para noviembre-diciembre de 1941 las fuerzas soviéticas habrían alcanzado el Atlántico, alzando la bandera roja sobre Berlín, París, Amsterdam, Roma y Estocolmo.
Desde la publicación de
Día M, estudiosos rusos han extraído pruebas adicionales de los antiguos archivos soviéticos que confirman la tesis de Suvarov y obligan a una reescritura radical de la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque es probable que muchos documentos hayan sido removidos y destruidos, algunos documentos reveladores están siendo desenterrados. Uno de los más importantes de estos documentos escondidos durante bastante tiempo es el texto completo del discurso secreto de Stalin del 19 de agosto de 1939. Durante décadas, figuras dirigentes soviéticas negaron que Stalin efectuara este discurso, insistiendo incluso en que ninguna reunión del Politburó fue celebrada en esa fecha. Otros han descartado este discurso como una falsificación.
El historiador ruso T. S. Bushuyeva encontró una versión del texto entre los expedientes secretos de los Archivos Especiales de la URSS, y lo publicó, junto con un comentario, en la prominente publicación rusa Novy Mir (Nº 12, 1994). El escritor alemán Wolfgang Strauss informó sobre este y otros recientes hallazgos de historiadores rusos, en el número de abril de 1996 de la revista mensual alemana Nation und Europa. Para conocimiento de este revisionista, ningún historiador norteamericano ha tomado aún aviso público del texto del discurso.
Debe ser mantenido en mente que este discurso fue realizado justo cuando oficiales soviéticos estaban negociando con representantes británicos y franceses sobre una posible alianza militar con Gran Bretaña y Francia, y cuando oficiales alemanes y soviéticos estaban discutiendo un posible pacto de no agresión entre sus países. Cuatro días después de este discurso, el Ministro de Asuntos Exteriores Alemán von Ribbentrop se reunió con Stalin en el Kremlin para firmar el pacto de no agresión germano-soviético.
En este discurso, Stalin declaró:
La cuestión de guerra o paz ha entrado en una fase crítica para nosotros. Si concluimos un pacto de asistencia mutua con Francia y Gran Bretaña, Alemania se retirará de Polonia y buscará un modus vivendi con las potencias occidental. La guerra sería evitada, pero sobre la marcha los acontecimientos podrían convertirse en peligrosos para la URSS. Si aceptamos la propuesta de Alemania y concluimos un pacto de no agresión con ella, por supuesto que ella invadirá Polonia, y la intervención de Francia e Inglaterra en esa guerra será inevitable. Europa Occidental estará sujeta a serios desordenes y agitaciones. Bajo estas condiciones, tendríamos una gran oportunidad para permanecer fuera del conflicto, y podremos planear el tiempo oportuno para nosotros entrar en la guerra.
La experiencia de los últimos 20 años ha mostrado que en tiempo de paz el movimiento comunista nunca es lo bastante fuerte para alcanzar el poder. La dictadura de tal partido solamente se volverá posible como resultado de una gran guerra.
Nuestra elección es clara. Debemos aceptar la propuesta alemana y atentamente debemos enviar a la misión anglo-francesa a casa. Nuestra ventaja inmediata será tomar Polonia hasta las puertas de Varsovia, así como también la Galicia ucraniana...
En resumen, Wolfgang Strauss señala que Stalin luchó por una guerra total europea, una guerra de agotamiento que derribaría a los estados y sistemas europeos. Además, Stalin planeó entrar en la guerra sobre las ruinas de la Europa “capitalista”, y entonces dictaría su sovietización por la fuerza militar. (El término clave “Sovietizatsia” surge repetidamente en su discurso).
Aunque anotaba que este discurso confirmaba aún más las intenciones agresivas de Stalin, el cauto Bushuyeva cita a Clausewitz en el sentido de que las guerras tienden a asumir sus propias direcciones y dimensiones, a pesar de lo que uno u otro bando puedan haber planeado o dicho.
En su artículo del Novy Mir, Bushuyeva escribe sobre el dolor que los rusos deben ahora aguantar al conocer que mucho de lo que creyeron durante décadas sobre la “Gran Guerra Patriótica” es erróneo. Anota que de los jóvenes nacidos entre los años 1922 y 1925, y que fueron enviados a la guerra por Stalin, solamente tres de cada cien sobrevivieron al conflicto. Escribe Bushayeva: “La profundidad entera de la tragedia que ocurrió a nuestro ejército de cinco millones de hombres en junio de 1941 debe ser sondeada. El mal que los gobernantes de la Unión Soviética que habían planeado para otros repentinamente, por algún destino inescrutable, golpeó nuestro país”.
Sería fácil, continua Bushuyeva, maldecir a aquellos que “están reescribiendo” la historia, y para continuar creyendo en los familiares mitos y símbolos artificiales que apelan a nuestro orgullo nacional –para el patriotismo del pueblo ruso. “Si, fuera posible seguir como antes”, escribe, “si no fuera por una circunstancia. El hombre es tan formado que la verdad, por muy dolorosa que sea, es más importante en el análisis final que la falsa felicidad de vivir en la mentira y la ignorancia”.
Suvorov asimismo admite que muchos rusos le desprecian por sus revelaciones. Escribe:
He desafiado la única cosa sagrada a la que aún se apega el pueblo ruso –su memoria de la “Gran Guerra Patriótica”. He sacrificado todo lo estimado por mí para escribir estos libros. Habría sido intolerable haber muerto sin contarle a la gente lo que he descubierto. ¡Maldigan los libros! ¡Maldíganme! Pero incluso del mismo modo que me maldigan intenten comprender.
Tras la publicación del discurso de Stalin en Novy Mir, historiadores de la Universidad de Novosibrisk emprendieron un gran estudio revisionista de la inmediata situación de preguerra. Los resultados de este seminario académico fueron publicados en abril de 1995. La historiadora rusa I. V. Pavlova, afirmó contundentemente en su contribución al seminario que durante décadas los historiadores del Partido Comunista trabajaron para enterrar los antecedentes, orígenes y desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el discurso de Stalin de agosto de 1939, bajo una montaña de mentiras.
Otro de los estudiosos participantes, V. L. Doroshenko, dijo que las nuevas pruebas muestran que “Stalin provocó y desató la Segunda Guerra Mundial”. Sugiriendo que Stalin y su régimen deberían haber estado en el juicio de Nuremberg, Doroshenko sigue explicando:
...No sólo porque Stalin ayudó a Hitler sino porque fue por los propios intereses de Stalin que la guerra comenzase. Primero, debido a su objetivo general de alcanzar el poder en Europa, y, segundo, debido a la ventaja inmediata de destruir Polonia y tomar Galicia. Pero el motivo más importante de Stalin era la guerra en sí.... El colapso del orden europeo habría hecho posible para él establecer su dictadura [sobre toda Europa].
Para este fin, Stalin quiso por el momento permanecer fuera de la guerra, pero solamente con la intención de entrar en ella en el momento más favorable. En otras palabras, el pacto de no agresión dejó libres las manos a Hitler y animó a Alemania a desencadenar una guerra [en Polonia]. Cuando Stalin firmó el pacto, él estaba ya determinado a romperlo. Directamente desde el principio no tuvo la intención de permanecer fuera del conflicto sino, al contrario, entrar en la gue-rra directamente en el momento más ventajoso.
Uno debe maravillarse del coraje mostrado por tales historiadores rusos en su voluntad para enfrentarse a este capítulo muy emotivo de su historia. Muestran una franqueza mucho más grande y una amplitud de miras en enfrentarse a tabúes de la historia del siglo XX de lo que lo hacen sus contrapartes en Europa Occidental y los Estados Unidos.
Pero hay excepciones. En estos últimos años, unos cuantos historiadores occidentales han afir-mado asimismo esta visión drásticamente revisionista de la historia de la Segunda Guerra Mundial. Entre éstos se incluyen el historiador alemán Max Klüver con su libro de 1996 “Präventivschlag 1941” (“Ataque Preventivo), y el estudioso austriaco Ernst Topitsch con “Stalins Krieg”, publicado en ingles en 1987 por St. Martin’s Press como “La Guerra de Stalin”. El historiador norteamericano R. H. S. Stolfi se hace eco de los puntos de vistas de Suvorov en su libro de 1991, “Los Panzers de Hitler en el Este: La II Guerra Mundial Reinterpretada, y el historiador alemán Dr. Joachim Hoffmann ha acrecentado considerablemente el debate con su estudio impresionantemente investigado de 1995, “Stalins Vernichtungskrieg 1941-1945” (“La Guerra de Aniquilación de Stalin”).
Desde el punto de vista de Wolfgang Strauss, las nuevas revelaciones sobre el discurso largamente suprimido de Stalin, y el tratamiento de este asunto por jóvenes historiadores rusos, constituyen una victoria para el revisionismo europeo y representan un gran cambio en la investigación histórica. Mientras tanto, Suvorov y otros historiadores continúan siguiendo la pista a las pruebas históricas. Además de rastrear en los archivos, Suvorov informa que, en respuesta a “Rompehielos” y “Día M”, veteranos soviéticos y alemanes de la II Guerra Mundial le han escrito para ofrecerles más pruebas en apoyo de su tesis. Él apuntala su causa en un tercer libro, “La Última República”, recientemente publicado en ruso, y en un cuarto volumen todavía sin publicar sobre este tema.