A la hora de reflexionar sobre los hechos en torno a la muerte de Hitler nunca dejan de sorprenderme los siguientes episodios que me gustaría exponer y debatir, si hace, con los compañeros del foro.
1) Es sabido que Hitler anunció a sus colaboradores más íntimos su decisión de quitarse la vida días antes de que finalmente se suicidara. En particular, Hitler dio instrucciones precisas a su ayudante de cámara, Heinz Linge, sobre qué debía hacer con su cadáver (quemarlo con gasolina) para que no cayera en manos de sus enemigos. Teniendo esto en mente, resulta sorprendente la falta de profesionalidad administrativa de quienes manejaron la situación a la hora de hacerse cargo de los cadáveres de Hitler y su esposa, Eva Braun. Lo lógico en esa situación sería, en primer lugar, disponer de un fotógrafo para fotografiar ampliamente el escenario del lugar de los dos suicidios en el despacho de Hitler y sus cuerpos tal como fueron hallados; y en segundo lugar, tener a un médico para que certificara oficialmente la muerte del matrimonio, especificando el estado en que fueron hallados ambos cuerpos y la hora de la certificación. En tercer lugar y finalmente, los que manejaron los cuerpos del matrimonio para trasladarlos desde la habitación de Hitler al jardín donde fueron quemados los cadáveres, deberían dejar anotado en papel horas y participantes en el traslado, y luego, con fotografías, lugares y tiempo que duró la “cremación”. En lugar de esto, se hizo un trabajo totalmente chapucero, posibilitando así la creación y difusión de los bulos y patrañas que se comenzarían a divulgar pocos días después del día de autos: 30 de abril de 1945.
No cabe duda de que las circunstancias en que sucedieron los hechos en el día del suicidio de Hitler y su mujer eran realmente difíciles. Los rusos estaban muy cerca de la Cancillería del Reich, y en el llamado Búnker del Führer la situación de sus ocupantes era totalmente caótica y deprimente. Sin embargo, quienes participaron en el manejo de la situación con los cadáveres de Hitler y su esposa deberían haber sido conscientes, incluso en una situación así, de la enorme importancia de lo que estaban haciendo y que, tarde o temprano, tendrían que testificar ante sus captores.
2) El segundo episodio de esta historia es igualmente chapucero, esta vez en el bando soviético. Chuikov, Zhukov y Stalin sabían desde la misma noche del 30 de abril que Hitler se habían suicidado en el búnker de la Cancillería. Este hecho le fue comunicado personalmente a Chuikov por el general Krebs (el último jefe del EMG del OKH), quien se había trasladado desde el búnker al puesto de mando de Chuikov para intentar negociar un alto el fuego y una rendición parcial de Alemania, previa autorización de Goebbels y Bormann. Chuikov consultó lo dicho por Krebs a Zhukov, y éste a Stalin, quien finalmente dio la orden de rechazar las peticiones alemanas.
El 1 de mayo, poco después de las 10 de la noche, Radio Hamburgo anunció que Hiter había caído “combatiendo hasta el último aliento contra el bolchevismo”, y que el día anterior, Hitler había nombrado su sucesor a Dönitz. El propio Dönitz anunció en esa misma emisión que Hitler había muerto como un héroe en la capital alemana. El 2 de mayo, los principales periódicos de la URSS, Gran Bretaña y Estados Unidos publicaron el informe de la muerte de Hitler. Antes ya lo había hecho el periódico del Ejército Rojo, Estrella Roja.
Los soviéticos no organizaron un equipo de expertos para trasladarse al búnker de Hitler e investigar los hechos en torno a su muerte y, sobre todo, el paradero de su cadáver. En su lugar, la persona que llevó a cabo la chapuza fue el teniente coronel Ivan Klimenko del servicio de contraespionaje (SMERSH), quien llegó al búnker de la Cancillería el 2 de mayo sobre las nueve y media de la mañana. Ayudado por el ingeniero encargado del funcionamiento y mantenimiento del búnker, Johannes Hentschel, halló en el jardín los cuerpos carbonizados, pero reconocibles, del matrimonio Goebbels, cerca de la entrada de la puerta de salida de urgencia del búnker que daba acceso al jardín. Con anterioridad a este hallazgo, Klimenko había encontrado los cadáveres de los hijos del matrimonio en la habitación de Goebbels en el interior del búnker. Klimenko tomó fotografías de los cuerpos hallados en el jardín de la Cancillería. Entre idas y venidas al jardín, un soldado informó a Klimenko que había encontrado los cuerpos quemados de un hombre y una mujer enterrados en un cráter (producido por la artillería soviética) cerca de la puerta del búnker y de los cuerpos de los Goebbels. Klimenko, que pensó que ya había encontrado el cadáver de Hitler, no dio importancia al hallazgo de su soldado y le ordenó que los volviera enterrar en el mismo lugar.
Cuando finalmente Klimenko tuvo pruebas de que el cadáver de quien creía pertenecía a Hitler no era tal, volvió de nuevo al jardín del búnker acompañado por un testigo (Mengerschausen) que había presenciado los detalles de la quema y enterramiento de los cuerpos de Hitler y Braun el 30 de abril, junto con el soldado que había desenterrado (y vuelto a enterrar) los dos cuerpos del cráter. Era ya el 5 de mayo. Una vez allí, desenterraron los dos cadáveres del cráter (esto es, los huesos ennegrecidos y la carne carbonizada) y los colocaron en dos grandes cajas de municiones. Estos restos cadavéricos fueron llevados a una clínica en el norte de Berlín, en la cual el 8 de mayo el patólogo ruso Dr. Faust Shkaravski llevó a cabo una breve autopsia de los supuestos restos de Hitler, Braun, los Goebbels, el general Krebs y dos perros. La autopsia de los supuestos restos del matrimonio Hitler fue bastante chapucera, pues no se llevaron a cabo exámenes de órganos y tejidos que pudieran indicar restos tóxicos.
Bien, lo importante de toda esta “investigación” dirigida por Klimenko (que sólo se conoció más de 20 años después, al igual que una segunda investigación ordenada por Stalin a finales de 1945) es la forma totalmente chapucera en que se llevó a cabo. No hubo un trato cuidadoso en el manejo de los restos hallados en el jardín (que por cierto estaba plagado con más de 160 cadáveres o restos) ni en la forma en que fueron desenterrados, vueltos a enterrar y finalmente desenterrados los supuestos restos de Hitler y Braun. Todo el episodio fue realmente asombroso por ridículo.
3) En base a los dos anteriores episodios, la investigación llevada a cabo por Trevor-Roper en septiembre de 1945 (una investigación de apenas dos meses de duración y con gran ayuda de los servicios de inteligencia británicos) fue mucho más profesional y, a la postre, atinada en cuanto a lo que sucedió con Hitler el 30 de abril de 1945, teniendo en cuenta, además, que los aliados angloamericanos no entraron en Berlín hasta principios de julio. Dejó claras dos cosas (que ya sabían con casi total certeza los servicios de información soviéticos y británicos): que Hitler, junto con su esposa, se había suicidado en torno a las 15:30 del 30 de abril de 1945, y que sus cadáveres fueron subidos al jardín de la Cancillería, rociados con gasolina y prendidos fuego, quemándose durante varias horas. Erró en otras dos: que Hitler se había suicidado pegándose un tiro en la boca (hoy sabemos que fue en la sien derecha) y que sus huesos nunca fueron hallados (hoy sabemos que, al menos, sí se hallaron piezas dentales).
4) Finamente está el triste e indecoroso episodio puesto en escena por Stalin, que fue el artífice de la creación y divulgación de los bulos y patrañas sobre la huida de Hitler. Stalin fue quien primero levantó sospechas de que Hitler no había muerto, sino que había huido; una versión que mantuvo, pese a sabiendas de que era falsa, durante mucho tiempo. No se sabe con certeza con qué motivo, pese a que se han esbozado muchas teorías. Luego esta la complicidad en la propagación de los incontables chismes y rumores sobre la supuesta huida de Hitler a cargo de los medios de comunicación de la época. Muchos de estos rumores y noticias fueron investigados por los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses, investigaciones que acabaron en todos los casos por concluir que eran “pura tontería” o simplemente disparates ausentes de toda mínima prueba. Los autores que publicaron libros sobre la supuesta huida de Hitler citan esos informes de los servicios de inteligencia, pero no sus conclusiones.
5) La impactante noticia de 2009 sobre que el cráneo que los rusos tenían en su poder como perteneciente a Hitler era realmente el de una mujer por debajo de los 40 años de edad alimentó las teorías de la conspiración en los medios de comunicación y dio pie a nuevas publicaciones sobre la supuesta huida de Hitler. No interesó el hecho de que aunque el supuesto cráneo de Hitler no fuera tal, ello no invalidaba en absoluto la certeza de su muerte el 30 de abril de 1945. Sin embargo, en 2017, si no recuerdo mal, un equipo científico francés, previa autorización rusa, llevó a cabo un estudio microscópico del supuesto cráneo de Hitler (digo cráneo por abreviar, porque lo cierto es que se trata de una parte del cráneo) puso en cuestión la conclusión científica de 2009, sobre su pertenencia a una mujer.
6) Por último está la historiografía en torno a la muerte de Hitler. Detallaré su grueso durante el debate que espero suscite este tema, al final del mismo o a petición de cualquier compañero de foro.
¿Os animáis a tratar y debatir sobre este controvertido asunto? ¿De forma seria y con cierto método (no mezclando todo)?
Saludos cordiales
JL