Un III Reich más allá de su Führer
Publicado: Mar Feb 12, 2013 7:12 pm
Hitler se creía insustituible y así lo dijo en infinidad de ocasiones incluso ante el escéptico generalato que sufría por sus continuas aventuras en política exterior y osadía bélica. El Führer en su foro interno nunca pensó que su régimen y su futura gran obra, la Gross Deutschland, pudieran tener futuro sin él y si se reflexiona a fondo sobre el asunto se llega a la conclusión de que todo lo que ocurrió en aquella época fue única y exclusivamente por su intervención directa para bien o para mal. Lo que ocurriría tras su fallecimiento una vez él hubiera conseguido su meta lo traía sin cuidado, era pura poesía melancólica y ciertamente a nadie le interesaba por entonces pensar o hablar de algo semejante. Una cosa eran sus sueños Wagnerianos de mega construcciones y triunfos capitales, aquello de lo que tanto gustaba soñar en alto, y otra cosa era lo que en verdad pensaba sobre la caducidad de su ideario político y doctrinal. Todo el mundo sabía, porque él no se lo callaba, que el Führer opinaba que nadie salvo él reunía las dotes fundamentales con las que poder dominar a un régimen acaudillado, con un entramado descomunal de intrigas e intereses yuxtapuestos, con una Wehrmacht conservadora y clasista recelosa de unas SS joven, arrogante y populista. Sin Hitler el III Reich era inviable y él sabiéndolo nombró a Goering, majete domador de fieras, como su segundo de abordo porque era el que, en líneas generales, menos odiaba el total de los componentes del Estado y el Ejército. Goering, de familia noble, era admitido en los corralillos del Ejército como a un igual, el Volk sentía simpatía por él y los Gauleiters y demás personajes estatales lo tenían como a un veterano, un Altkampfer incuestionable. Karl Dönitz cumplía parecidos requisitos, salvo el último, y por eso fue nombrado por el Führer cuando Goering dejó de serle útil a tal efecto. Por todo esto creo que los nombramientos a su sucesión que hizo Hitler fueron primero por cumplir expediente y después, viendo que su sueño no se cumpliría, más por despecho que por otra cosa. Hitler dijo que después de la guerra, una vez fuera por él ganada, por supuesto, se retiraría de la política y de la Jefatura de Estado y se dedicaría a la arquitectura entregándose por completo a la reconstrucción de su amada Linz. También decía que una vez esto ocurriera la gente pronto le olvidaría y el protagonismo lo asumiría quien lo sustituyera. Quien crea que esto no era pura demagogia y ganas de disfrazar las evidencias es que no conocía la "voluntad" que empujó a Hitler y a su doctrina gubernamental diseñada por él mismo a su imagen y semejanza. Ni Martin Bormann, ni Himmler, Hess, Ribbentrop, Speer, Goebbels, Goering, Donitz, eran capaces de sustituir al Führer. Ellos lo sabían tan bien como él. Eran marionetas y todos debían su posición a su creador, Adolf Hitler. Y no dudéis de que si alguno de ellos hubiera osado creerse algo así habrían acabado como Roehm o Strasser o como Goering y Himmler cuando, al final del túnel, intentaron hacer uso de lo que Hitler una vez firmó y fueron proscritos y condenados. Nadie pensó jamás qué sería del régimen nazi una vez Hitler muriera habiendo conseguido sus propósitos. El Nacionalsocialismo era lo suficientemente dinámico para que nadie quisiera poder llegar a conclusiones incómodas. Hoy en día es fácil darse cuenta de que un régimen totalitario de tan frágil estructura no hubiera sobrevivido a quien lo ideó por mucho que los nazis hubieran ganado la guerra. Con Stalin pasó justo esto y lo tenemos más que asumido.
Gracias por estar ahí.
Gracias por estar ahí.