Y mañana el mundo...
Publicado: Mié Jul 11, 2012 8:44 pm
Saludos cordiales.
En la madrugada del 7 de noviembre de 1942 dio comienzo la ocupación estadounidense del Marruecos francés que junto con los desembarcos angloamericanos en Argelia formaron la operación militar conocida como Antorcha. En su mensaje del 8 de noviembre al jefe del Estado francés, el mariscal Henri Philippe Pétain, el presidente Franklin Delano Roosevelt justificó así la intervención angloamericana:
“Hoy, con los ojos cegados por la avaricia (…), Alemania e Italia se proponen invadir y ocupar el norte francés de África para poder llevar a cabo sus planes de dominio y conquista de todo este continente (…) Su conquista de África (…) sería el preludio de ulteriores intentos de amenaza por parte de Italia y Alemania de conquistar amplias zonas del hemisferio americano (…) La invasión y ocupación del territorio francés en el norte y el oeste de África supondría la más grave afrente a la seguridad de los EEUU y de todas las repúblicas americanas – del mismo modo que anunciaría el fin del Imperio francés” ( Roseman, S.I, The Public Papers and Addresses of Franklin Delano Roosevelt – Humanity on the Defensive, 1942), Harper & Brothers, N.Y, 1938 – 1950, pp. 455 – 457).
Pétain se puso rojo de ira, al igual que Pétain los historiadores de la Segunda Guerra Mundial han sostenido que el presidente norteamericano exageraba, que la Alemania de Hitler no tenía más que un interés efímero en África noroccidental y que carecía de planes globales contra los EEUU.
El libro de Norman J.W. Goda, “Y Mañana el Mundo… Hitler, África noroccidental y el Camino hacia America” analiza la cuestión y cuestiona la falta de un plan global de Hitler que se parara únicamente en su campaña contra la URSS. El autor intenta demostrar que desde la rendición de Francia en 1940 hasta los desembarcos aliados de 1942 en el noroeste de África, los límites cronológicos del contenido del libro, la Alemania de Hitler intentó firmemente desarrollar bases en el noroeste francés de África y en las islas españolas y portuguesas adyacentes. Las bases estaban destinadas a ser utilizadas en la futura confrontación contra los EEUU, el éxito aliado en 1942 no fue fruto de la falta de interés de Berlín sino de su fallida política en dicha área geográfica.
Dicha cuestión y el debate sobre los objetivos alemanes en el norte de África se enmarcan en un debate más amplio, ¿tenía Hitler estrategias y objetivos, o actuó únicamente guiado por el oportunismo?. ¿Perseguían una mera revisión del Tratado de Versalles?, ¿Acaso la Alemania de Hitler luchaba en última instancia por un “espacio vital” en el Este mientras creaba una posición militarmente inatacable en el continente europeo?, ¿O el objetivo final era nada menos que una hegemonia mundial del Tercer Reich?. El autor en todo el libro con un amplio manejo de archivos intenta demostrar que si el objetivo por parte de Alemania de usar la costa noroccidental de África como base de operaciones incluso antes de la entrada de los EEUU en el conflicto fue debido a que los objetivos del Tercer Reich eran realmente de ámbito global.
El argumento de que Hitler era un oportunista carente de todo principio, obra de Allan Bullock, ha tenido sus seguidores, no obstante la mayor parte de los historiadores de las políticas exterior y estratégica alemanas han atribuido a Hitler el objetivo de dominar por lo menos el continente europeo. Andreas Hillgruber elaboró en la década de los sesenta un paradigma para los futuros debates: los propósitos de Hitler constituían un plan escalonado coherente, un Stufenplan coherente, esto es, un programa para conquistar Europa paso a paso, según el cual Alemania eliminaría a sus enemigos continentales uno por uno mediante una serie de campañas relámpago. En primer lugar Alemania obtendría una poderosa situación estratégica en Europa central, a continuación debeía despejar su flanco occidental aplastando para siempre el poder militar francés. Por último tenía que pulverizar a la URSS para obtener el “espacio vital” alemán en Europa oriental. ( Hillgruber, A., Hitlers Strategie).
Hillgruber y sus seguidores por supuesto que conocen las discusiones que se dieron a alto nivel en el Tercer Reich sobre una estrategia global, como en la Armada, la aviación o la posibilidad de lograr bases en la costa occidental de África, pero para esos historiadores son cuestiones secundarias o muy limitadas, o le atribuyen a dichas materias aspectos defensivos y no ofensivos y subordinados siempre a la estrategia europea. Inciden en los aspectos defensivos en cuanto a lograr bases que sirvieran de futura defensa ante el incipiente y creciente poder de los EEUU.
El historiador norteamericano Gerhard L. Weinberg, uno de los mayores expertos estadounidense en política exterior nazi, efectúa otra valoración diferente. La tosca valoración basada en criterios raciales que Hitler hacía de los pueblos del mundo, combinada con su idea de que la lucha interracial era el motor hegeliano que impulsaba la historia, venía a significar que las consecuencias geográficas de la agresión alemana eran, en principio, ilimitadas. Además Hitler transformó su concepto de los EEUU desde 1929, viendo a partir de entonces la sociedad estadounidense con más repugnancia que respeto – (Weinberg, G. L., Germany, Hitler an World War II: Essays on Modern German and World History, Cambridge University Press, N.Y, 1995, pp. 30 – 56. Se pueden encontrar puntos de vista contrarios en otras como las de Schröder, H.-J., Deutschland und die Vereinigten Staaten, 1933 – 1939: Wirtschaft und Poltik in der Entwicklung desdeutsch-amerikanischen Gegensatzes.).
La investigación de los historiadores alemanes Jost Dülffer y Jochen Thies de las empresas contratistas de la Armada alemana y la Luftwaffe muestra que los líderes alemanes consideraban el poder global como algo más que castillos en el aire. El gobierno alemán, así como las compañías navales y aeronáuticas que trabajaban para él, invirtieron importantes recursos financieros y mano de obra en barcos de guerra gigantes y bombarderos de largo alcance – que no son armas defensivas – incluso antes de que se iniciara la guerra en Europa. (Thies, J., op. Cit, pp. 136 – 147, y para los encargos de buques Dülffer, J., Weimar, Hitler und die Marine: Reichspolitik und Flottenbau, 1920 – 1939), Droste, Düsseldorf, 1973).
Aunque Hitler habló de la lucha racial mundial desde fecha temprana, su concepto de los EEUU involucionó de forma lenta. En 1928 Hitler consideraba con respeto a los EEUU, y llegó anotar en su segundo libro “Los EEUU se están convirtiendo (…) en el más astuto competidor de las naciones exportadoras europeas en los mercados mundiales. (…) Sería imprudente (…) pensar que la lucha entre Europa y América va a ser siempre de naturaleza económica y pacífica”. (citado en Weinberg, G.L, Hitlers zweites Buch, pp. 131 -132). Pero el juicio de Hitler cambió radicalmente a principios de los años 30 debido a su percepción de la incapacidad norteamericana de paliar los efectos de la depresión mundial, y llegó a la conclusión de que los EEUU estaban dominados por los judíos y que finalmente había sido víctima de la deshonrosa contaminación de la sangre, aún consideraba a los EEUU poderosos y una potencia industrial pero la corrupción racial que Hitler apreciaba claramente en los EEUU los convertía para él en una bestia desdentada.
Hitler ya nunca cambió de opinión, e incluso en 1942 comentó que no le veía mucho futuro a los EEUU, “un país en decadencia” con “un problema de raza y con muchas desigualdades sociales”, “ el americanismo me produce sentimientos de odio y de intensa repugnancia. Me siento más emparentado con cualquier país europeo. Lo relacionadon con America está la mitad judaizado, y la otra mitad ennegrecido, ¿Cómo puede un Estado así mantener su integridad? (citado en Trevor – Roper, H, Hitler`s Table Talk, 1941 – 1944).
Cuando Hitler llegó al poder prestó poca atención a los EEUU, consideraba sus leyes inspiradas por el espíritu judeo-pacifista que prohibieron los préstamos y la venta de armas a los países beligerantes; su lamentable falta de preparación militar; y su vacilante desgana a la hora de intervenir por la fuerza en los campos de batalla mundiales de Manchuria, Etiopía o España, significaban para la mentalidad de Hitler en los años 30 que los EEUU no era un factor a tener en cuenta. Incluso dicha ambivalencia y desprecio hacia los EEUU se mantuvo cuando dicho país empezó a inicios de 1940 a rearmarse en serio, el Congreso americano aprobó dicho año el aumento de la producción aeronáutica y un presupuesto de cuatro millones de dólares para construir una Armada para los dos océanos, y en Berlín todo ello se percibió como una gran fanfarronada.
La inteligencia militar alemana confirmó entre 1940 y 1942 que cualquier intervención que EEUU pudiera organizar en el futuro inmediato supondría en el mejor de los casos una molestia y en el peor, un inconveniente, la verdadera preocupación de los alemanes eran que los EEUU se apoderaran de las bases del Atlántico oriental en las que estaba interesada Alemania.
Dentro de los historiadores hay muchos críticos de la tesis de la existencia de un plan global de Hitler para lograr el predominio mundial y que no existía un claro plan operativo diseñado para una guerra premeditada contra los EEUU, y que sugerir lo contrario es dar pávulo a cavilaciones concretas de Hitler y de ciertos contratos militares (aéreos y navales) que Hitler ordenó. Norman Rich, autor del libro “Los objetivos bélicos de Hitler” – 2 vol – hablaba de dicho asunto de forma escéptica y que el historiador dependía en última instancia de las propias declaraciones de Hitler para acercarse a sus intenciones.
Las afirmaciones de Hitler no son desechables por el mero hecho de que las hiciera Hitler ya que tienen un significado histórico por sí mismas, por muy generales o fanáticas que nos puedan parecer, es cierto que el plan operativo de la Alemania nazi no dejó un documento claro como les gusta a los historiadores, y por fortuna los EEUU no fueron bombardeados por aviones de largo alcance desde las bases del noroeste de África, pero Hitler siempre mantuvo una gran libertad táctica dentro de sus concepciones estratégicas más amplias, pero si aceptamos dicha falta de coherencia táctica, también hay que aceptar que no existía un plan lógico y estructurado de guerra contra Polonia cuando Hitler demandó Danzing; ni de atacar a Francia mientras se luchaba contra Polonia; ni de invadir GB y la URSS mientras que las tropas alemanas estaban en Francia.
El régimen nazi era agresión pura, tal y como decía Goebbels en abril de 1940: “el nacionalismo nunca ha tenido una doctrina quue entre en pormenores. (…) Si hay alguien que hoy se pregunte cómo vemos la nueva Europa, tenemos que decir que no lo sabemos. Claro que tenemos una idea. Pero si la arropamos con palabras, nos traerá enemigos enseguida y hará que crezca la resistencia. Una vez que tengamos el poder, todos veremos claramente lo que se puede hacer con él. Si es necesario se intentará llegar a la meta por etapas. Los aspectos individuales son más fáciles de comprender porque parece que se pueden lograr y todo el mundo ve que se pueden conseguir. Hoy decimos “espacio vital” y cada uno puede hacer lo que quiera con ello. Seguro que a su debido tiempo sabremos lo que queremos” – ( Hillgruber, Strategie, p. 22).
Las intenciones disperas se deben atar en los cimientos de la realidad y para eso resulta de vital importancia saber hasta dónde quería llegar Alemania con sus nuevas armas navales y aéreas, Alemania no disfrutaba de un fácil acceso al mar ni a bases estratégicas, la zona más adecuada para la instalación de bases alemanas era África noroccidental, una región que el historiador Goda acota desde el Marrueco francés hasta Senegal y que incluye las islas Canarias españolas y los archipiélagos portugueses de Azores, Cabo Verde y Madeira. Si el Reich adoptaba una política clara y coherente de adquisición de bases estratégicas en esa región, sería a costa de aquellos estados que ejercían un dominio sobre las zonas en cuestión (Francia de Vichy, España y Portugal), y lógicamente dicha política chocaba con las aspiraciones diplomáticas y de expansión tanto española como italiana.
La victoria alemana sobre los ejércitos aliados en Francia, en junio de 1940 hizo que la obtención de bases en el noroeste africano se convirtiera en una verdadera posibilidad, los franceses derrotados y excluidos a sus colonias, Italia había entrado en la guerra en el bando alemán al objeto de lograr su propio imperio colonial, y España estuvo sometida a tremendas presiones para entrar en la guerra o ceder bases a Alemania. En 1940 Alemania estaba más cerca de cumplir sus objetivos en Occidente que los aliados en lograr los suyos en 1943, así pues pensar que el gobierno alemán iba a planificar los pasos siguientes al objeto de lograr dichas bases no resulta descabellado. Hitler y el alto mando de la Marina discutieron las líneas maestras del porvenir estratégico y territorial de Alemania en el Oeste y alcanzaron un amplio acuerdo respecto a dichas necesidades estratégicas en el futuro. Alemania dispondría de un gran imperio de materias primas en África central, y debería preparse para una posible guerra contra los EEUU, y para dicha guerra las bases en el noroeste africano resultarían de esencial importancia.
La inflexible diplomacia de Hitler de todo o nada, y de no compartir dichas bases finalmente supuso la pérdida de una ventaja y afectó el curso de la guerra en detrimento de Alemania, y finalmente el norte de África fue el primer punto de entrada del poder norteamericano en su lucha contra Hitler.
El historiador Goda argumenta en su libro que la cuestión del noroeste de África, en relación con una futura guerra contra los EEUU no fue efímera, fue clave en el pensamiento estratégico alemán desde el colapso de Francia en 1940, hasta la pérdida definitiva de la zona dos años después.
Saludos desde Benidorm.
En la madrugada del 7 de noviembre de 1942 dio comienzo la ocupación estadounidense del Marruecos francés que junto con los desembarcos angloamericanos en Argelia formaron la operación militar conocida como Antorcha. En su mensaje del 8 de noviembre al jefe del Estado francés, el mariscal Henri Philippe Pétain, el presidente Franklin Delano Roosevelt justificó así la intervención angloamericana:
“Hoy, con los ojos cegados por la avaricia (…), Alemania e Italia se proponen invadir y ocupar el norte francés de África para poder llevar a cabo sus planes de dominio y conquista de todo este continente (…) Su conquista de África (…) sería el preludio de ulteriores intentos de amenaza por parte de Italia y Alemania de conquistar amplias zonas del hemisferio americano (…) La invasión y ocupación del territorio francés en el norte y el oeste de África supondría la más grave afrente a la seguridad de los EEUU y de todas las repúblicas americanas – del mismo modo que anunciaría el fin del Imperio francés” ( Roseman, S.I, The Public Papers and Addresses of Franklin Delano Roosevelt – Humanity on the Defensive, 1942), Harper & Brothers, N.Y, 1938 – 1950, pp. 455 – 457).
Pétain se puso rojo de ira, al igual que Pétain los historiadores de la Segunda Guerra Mundial han sostenido que el presidente norteamericano exageraba, que la Alemania de Hitler no tenía más que un interés efímero en África noroccidental y que carecía de planes globales contra los EEUU.
El libro de Norman J.W. Goda, “Y Mañana el Mundo… Hitler, África noroccidental y el Camino hacia America” analiza la cuestión y cuestiona la falta de un plan global de Hitler que se parara únicamente en su campaña contra la URSS. El autor intenta demostrar que desde la rendición de Francia en 1940 hasta los desembarcos aliados de 1942 en el noroeste de África, los límites cronológicos del contenido del libro, la Alemania de Hitler intentó firmemente desarrollar bases en el noroeste francés de África y en las islas españolas y portuguesas adyacentes. Las bases estaban destinadas a ser utilizadas en la futura confrontación contra los EEUU, el éxito aliado en 1942 no fue fruto de la falta de interés de Berlín sino de su fallida política en dicha área geográfica.
Dicha cuestión y el debate sobre los objetivos alemanes en el norte de África se enmarcan en un debate más amplio, ¿tenía Hitler estrategias y objetivos, o actuó únicamente guiado por el oportunismo?. ¿Perseguían una mera revisión del Tratado de Versalles?, ¿Acaso la Alemania de Hitler luchaba en última instancia por un “espacio vital” en el Este mientras creaba una posición militarmente inatacable en el continente europeo?, ¿O el objetivo final era nada menos que una hegemonia mundial del Tercer Reich?. El autor en todo el libro con un amplio manejo de archivos intenta demostrar que si el objetivo por parte de Alemania de usar la costa noroccidental de África como base de operaciones incluso antes de la entrada de los EEUU en el conflicto fue debido a que los objetivos del Tercer Reich eran realmente de ámbito global.
El argumento de que Hitler era un oportunista carente de todo principio, obra de Allan Bullock, ha tenido sus seguidores, no obstante la mayor parte de los historiadores de las políticas exterior y estratégica alemanas han atribuido a Hitler el objetivo de dominar por lo menos el continente europeo. Andreas Hillgruber elaboró en la década de los sesenta un paradigma para los futuros debates: los propósitos de Hitler constituían un plan escalonado coherente, un Stufenplan coherente, esto es, un programa para conquistar Europa paso a paso, según el cual Alemania eliminaría a sus enemigos continentales uno por uno mediante una serie de campañas relámpago. En primer lugar Alemania obtendría una poderosa situación estratégica en Europa central, a continuación debeía despejar su flanco occidental aplastando para siempre el poder militar francés. Por último tenía que pulverizar a la URSS para obtener el “espacio vital” alemán en Europa oriental. ( Hillgruber, A., Hitlers Strategie).
Hillgruber y sus seguidores por supuesto que conocen las discusiones que se dieron a alto nivel en el Tercer Reich sobre una estrategia global, como en la Armada, la aviación o la posibilidad de lograr bases en la costa occidental de África, pero para esos historiadores son cuestiones secundarias o muy limitadas, o le atribuyen a dichas materias aspectos defensivos y no ofensivos y subordinados siempre a la estrategia europea. Inciden en los aspectos defensivos en cuanto a lograr bases que sirvieran de futura defensa ante el incipiente y creciente poder de los EEUU.
El historiador norteamericano Gerhard L. Weinberg, uno de los mayores expertos estadounidense en política exterior nazi, efectúa otra valoración diferente. La tosca valoración basada en criterios raciales que Hitler hacía de los pueblos del mundo, combinada con su idea de que la lucha interracial era el motor hegeliano que impulsaba la historia, venía a significar que las consecuencias geográficas de la agresión alemana eran, en principio, ilimitadas. Además Hitler transformó su concepto de los EEUU desde 1929, viendo a partir de entonces la sociedad estadounidense con más repugnancia que respeto – (Weinberg, G. L., Germany, Hitler an World War II: Essays on Modern German and World History, Cambridge University Press, N.Y, 1995, pp. 30 – 56. Se pueden encontrar puntos de vista contrarios en otras como las de Schröder, H.-J., Deutschland und die Vereinigten Staaten, 1933 – 1939: Wirtschaft und Poltik in der Entwicklung desdeutsch-amerikanischen Gegensatzes.).
La investigación de los historiadores alemanes Jost Dülffer y Jochen Thies de las empresas contratistas de la Armada alemana y la Luftwaffe muestra que los líderes alemanes consideraban el poder global como algo más que castillos en el aire. El gobierno alemán, así como las compañías navales y aeronáuticas que trabajaban para él, invirtieron importantes recursos financieros y mano de obra en barcos de guerra gigantes y bombarderos de largo alcance – que no son armas defensivas – incluso antes de que se iniciara la guerra en Europa. (Thies, J., op. Cit, pp. 136 – 147, y para los encargos de buques Dülffer, J., Weimar, Hitler und die Marine: Reichspolitik und Flottenbau, 1920 – 1939), Droste, Düsseldorf, 1973).
Aunque Hitler habló de la lucha racial mundial desde fecha temprana, su concepto de los EEUU involucionó de forma lenta. En 1928 Hitler consideraba con respeto a los EEUU, y llegó anotar en su segundo libro “Los EEUU se están convirtiendo (…) en el más astuto competidor de las naciones exportadoras europeas en los mercados mundiales. (…) Sería imprudente (…) pensar que la lucha entre Europa y América va a ser siempre de naturaleza económica y pacífica”. (citado en Weinberg, G.L, Hitlers zweites Buch, pp. 131 -132). Pero el juicio de Hitler cambió radicalmente a principios de los años 30 debido a su percepción de la incapacidad norteamericana de paliar los efectos de la depresión mundial, y llegó a la conclusión de que los EEUU estaban dominados por los judíos y que finalmente había sido víctima de la deshonrosa contaminación de la sangre, aún consideraba a los EEUU poderosos y una potencia industrial pero la corrupción racial que Hitler apreciaba claramente en los EEUU los convertía para él en una bestia desdentada.
Hitler ya nunca cambió de opinión, e incluso en 1942 comentó que no le veía mucho futuro a los EEUU, “un país en decadencia” con “un problema de raza y con muchas desigualdades sociales”, “ el americanismo me produce sentimientos de odio y de intensa repugnancia. Me siento más emparentado con cualquier país europeo. Lo relacionadon con America está la mitad judaizado, y la otra mitad ennegrecido, ¿Cómo puede un Estado así mantener su integridad? (citado en Trevor – Roper, H, Hitler`s Table Talk, 1941 – 1944).
Cuando Hitler llegó al poder prestó poca atención a los EEUU, consideraba sus leyes inspiradas por el espíritu judeo-pacifista que prohibieron los préstamos y la venta de armas a los países beligerantes; su lamentable falta de preparación militar; y su vacilante desgana a la hora de intervenir por la fuerza en los campos de batalla mundiales de Manchuria, Etiopía o España, significaban para la mentalidad de Hitler en los años 30 que los EEUU no era un factor a tener en cuenta. Incluso dicha ambivalencia y desprecio hacia los EEUU se mantuvo cuando dicho país empezó a inicios de 1940 a rearmarse en serio, el Congreso americano aprobó dicho año el aumento de la producción aeronáutica y un presupuesto de cuatro millones de dólares para construir una Armada para los dos océanos, y en Berlín todo ello se percibió como una gran fanfarronada.
La inteligencia militar alemana confirmó entre 1940 y 1942 que cualquier intervención que EEUU pudiera organizar en el futuro inmediato supondría en el mejor de los casos una molestia y en el peor, un inconveniente, la verdadera preocupación de los alemanes eran que los EEUU se apoderaran de las bases del Atlántico oriental en las que estaba interesada Alemania.
Dentro de los historiadores hay muchos críticos de la tesis de la existencia de un plan global de Hitler para lograr el predominio mundial y que no existía un claro plan operativo diseñado para una guerra premeditada contra los EEUU, y que sugerir lo contrario es dar pávulo a cavilaciones concretas de Hitler y de ciertos contratos militares (aéreos y navales) que Hitler ordenó. Norman Rich, autor del libro “Los objetivos bélicos de Hitler” – 2 vol – hablaba de dicho asunto de forma escéptica y que el historiador dependía en última instancia de las propias declaraciones de Hitler para acercarse a sus intenciones.
Las afirmaciones de Hitler no son desechables por el mero hecho de que las hiciera Hitler ya que tienen un significado histórico por sí mismas, por muy generales o fanáticas que nos puedan parecer, es cierto que el plan operativo de la Alemania nazi no dejó un documento claro como les gusta a los historiadores, y por fortuna los EEUU no fueron bombardeados por aviones de largo alcance desde las bases del noroeste de África, pero Hitler siempre mantuvo una gran libertad táctica dentro de sus concepciones estratégicas más amplias, pero si aceptamos dicha falta de coherencia táctica, también hay que aceptar que no existía un plan lógico y estructurado de guerra contra Polonia cuando Hitler demandó Danzing; ni de atacar a Francia mientras se luchaba contra Polonia; ni de invadir GB y la URSS mientras que las tropas alemanas estaban en Francia.
El régimen nazi era agresión pura, tal y como decía Goebbels en abril de 1940: “el nacionalismo nunca ha tenido una doctrina quue entre en pormenores. (…) Si hay alguien que hoy se pregunte cómo vemos la nueva Europa, tenemos que decir que no lo sabemos. Claro que tenemos una idea. Pero si la arropamos con palabras, nos traerá enemigos enseguida y hará que crezca la resistencia. Una vez que tengamos el poder, todos veremos claramente lo que se puede hacer con él. Si es necesario se intentará llegar a la meta por etapas. Los aspectos individuales son más fáciles de comprender porque parece que se pueden lograr y todo el mundo ve que se pueden conseguir. Hoy decimos “espacio vital” y cada uno puede hacer lo que quiera con ello. Seguro que a su debido tiempo sabremos lo que queremos” – ( Hillgruber, Strategie, p. 22).
Las intenciones disperas se deben atar en los cimientos de la realidad y para eso resulta de vital importancia saber hasta dónde quería llegar Alemania con sus nuevas armas navales y aéreas, Alemania no disfrutaba de un fácil acceso al mar ni a bases estratégicas, la zona más adecuada para la instalación de bases alemanas era África noroccidental, una región que el historiador Goda acota desde el Marrueco francés hasta Senegal y que incluye las islas Canarias españolas y los archipiélagos portugueses de Azores, Cabo Verde y Madeira. Si el Reich adoptaba una política clara y coherente de adquisición de bases estratégicas en esa región, sería a costa de aquellos estados que ejercían un dominio sobre las zonas en cuestión (Francia de Vichy, España y Portugal), y lógicamente dicha política chocaba con las aspiraciones diplomáticas y de expansión tanto española como italiana.
La victoria alemana sobre los ejércitos aliados en Francia, en junio de 1940 hizo que la obtención de bases en el noroeste africano se convirtiera en una verdadera posibilidad, los franceses derrotados y excluidos a sus colonias, Italia había entrado en la guerra en el bando alemán al objeto de lograr su propio imperio colonial, y España estuvo sometida a tremendas presiones para entrar en la guerra o ceder bases a Alemania. En 1940 Alemania estaba más cerca de cumplir sus objetivos en Occidente que los aliados en lograr los suyos en 1943, así pues pensar que el gobierno alemán iba a planificar los pasos siguientes al objeto de lograr dichas bases no resulta descabellado. Hitler y el alto mando de la Marina discutieron las líneas maestras del porvenir estratégico y territorial de Alemania en el Oeste y alcanzaron un amplio acuerdo respecto a dichas necesidades estratégicas en el futuro. Alemania dispondría de un gran imperio de materias primas en África central, y debería preparse para una posible guerra contra los EEUU, y para dicha guerra las bases en el noroeste africano resultarían de esencial importancia.
La inflexible diplomacia de Hitler de todo o nada, y de no compartir dichas bases finalmente supuso la pérdida de una ventaja y afectó el curso de la guerra en detrimento de Alemania, y finalmente el norte de África fue el primer punto de entrada del poder norteamericano en su lucha contra Hitler.
El historiador Goda argumenta en su libro que la cuestión del noroeste de África, en relación con una futura guerra contra los EEUU no fue efímera, fue clave en el pensamiento estratégico alemán desde el colapso de Francia en 1940, hasta la pérdida definitiva de la zona dos años después.
Saludos desde Benidorm.