¿Por qué Hitler decidió luchar hasta el último minuto?
Publicado: Sab Mar 13, 2010 6:49 pm
¡Hola!
El bombardeo estratégico aliado dejó caer sobre territorio ocupado por el III Reich 2,5 millones de Tm de bombas, la mitad (50,3%) sobre Alemania y un 70% en los 10 últimos meses. De ahí se puede extrapolar la parte correspondiente de los 400.000 civiles alemanes muertos, 800.000 heridos, 7,5 millones que quedaron sin techo y los 9 millones de evacuados por las bombas. De las viviendas, unas 4 millones (equivalente a un 20%) quedaron destrozadas o seriamente dañadas (1). Desde 1944 hasta el final de la guerra fueron exterminados 700.000 judíos (el 14%), murieron 3.342.000 soldados alemanes (el 64%) y 2.570.000 soviéticos (el 23%) (2,3,4). Hubo muchos muertos y heridos por otras causas de las que no tengo las cifras y mucho sufrimiento no cuantificable
Un daño más doloroso todavía si se considera que tras Stalingrado, cuando el III Reich no tenía ya expectativas de una solución militar de la guerra, podía haber intentado darle fin por la vía política y diplomática mucho antes. ¿Por qué en cambio Hitler decidió luchar hasta el último minuto? Las respuestas que da la historiografía son variadas pero en su mayor parte asumen que Hitler se aferró obsesivamente hasta el final a los objetivos iniciales de la guerra y que a pesar de los reveses no perdió nunca la esperanza de alcanzar la victoria final ("Endsieg"), siempre que se mantuviera la fe en ella.
Sin embargo existen argumentos que cuestionan este punto de vista y propuestas para una hipótesis distinta sobre sus motivos para continuar hasta el final. Es el contenido del estudio de Bernd Wegner, del MGFA, que voy a exponer resumido a continuación (5,6).
Veremos en un primer post las objeciones de dicho autor a la concepción de un Hitler cegado por su fanática esperanza en la victoria final, y en el siguiente, las premisas de una hipótesis donde el dictador tiene una visión realista de la situación estratégica y del irremediable fin del III Reich y los motivos para luchar hasta el final son otros.
¿Un Hitler alejado de la realidad y empeñado en una estrategia de victoria final?
Entre los autores que se alinean con este punto de vista están, entro otros, Kershaw, Weinberg, Hillgruber, Bullock, Gruchmann, Dülffer y Wendt.
[Y aunque no lo cita, en la misma colección del MGFA unas páginas atrás del mismo volumen, también su compañero Karl Heinz Frieser se adhiere a la "hipótesis-Endsieg”. Es la fuente que empleé para explicar el motivo de Hitler de mantener al experimentado Grupo de Ejércitos Norte en Curlandia cuando el enemigo había pisado ya la frontera alemana, ver viewtopic.php?f=5&t=10274&start=75).]
Wegner cuestiona esta hipótesis por considerarla incompleta, de contenido dudoso y por un empleo discutible de las fuentes. Incompleta porque contiene grietas rellenadas con suposiciones tendenciosas y argumentaciones ilógicas [eso lo dice nada menos que por Kershaw
]. Si fue la creencia en la victoria final lo que lo movió a continuar la guerra, ¿porqué lo siguió manifestando en un momento en que la situación era ya tan desesperada que lo llevó al suicidio? ¿Cuáles fueron sus motivos para, en un momento en que ya estaba escribiendo su testamento político, alentar a los mandos supremos a “reforzar por todos los medios el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el sentido nacionalsocialista”? Tampoco se explica que, si apostó hasta el último momento por un colapso de la alianza antialemana por las tensiones con la Unión Soviética, no hiciera ningún tipo de esfuerzo diplomático en ese sentido.
Más importante que el retrato de un Hitler cegado por su creencia fanática en la victoria final es el error de reducirlo al cliché de dictador fanático, irrazonable y militarmente incompetente, que han cultivado sus generales por diversas razones, aspecto al que los historiadores (alemanes) han dedicado poco interés a pesar del hecho de que en los últimos años Hitler dedicara la mayor parte de su tiempo a las cuestiones militares. Sin embargo, un examen detallado de su papel en la conducción de la guerra en la segunda mitad muestra la fragilidad de dicha concepción.
Si bien es cierto que Hitler dio motivos para ser considerado incompetente y tozudo cuando intervino en asuntos puramente operativos, no ocurre lo mismo en el plano estratégico. Desde el principio de la guerra Hitler tuvo, en comparación con la mayor parte del generalato, una concepción más moderna y más compleja de la guerra y una conciencia más aguda de las demandas de la guerra económica. Otra cosa es que estas condiciones las pudiera modificar bajo las condiciones estructurales del régimen.
Tampoco se sostiene la afirmación de que su estado de salud lo llevara a evaluar erróneamente la situación estratégica a partir de 1943/44. Hay varios contraejemplos, como sus manifestaciones en el círculo íntimo de que ya en 1942 contaba que Estados Unidos sería el gran vencedor de la guerra. O que en enero de 1943 calculara que ese año perdería el norte de África y que Italia saldría de la guerra, y que supiera que los demás socios del Eje intentarían lo mismo, o la valoración en sus últimos días (2.4.1945) de que tras la caída del Reich habría dos potencias mundiales, los Estados Unidos y la Unión Soviética, enfrentadas en el terreno político e ideológico, y que ambas serían rivales de la independencia europea.
Los elementos con los que se ha confeccionado el retrato “Hitler-Endsieg” -la confianza en la ventaja estratégica del frente interior, la esperanza en las armas nuevas, el inminente colapso económico y social de la Unión Soviética o la especulación con una crisis en la alianza antialemana- han sido tomados de órdenes, proclamas y discursos. Frases que expresan confianza en la victoria final pero que no corresponden a una convicción interior. Realmente esta es difícil de conocer porque Hitler la transmitió en escasas ocasiones, y cuando hablaba en público e incluso en el círculo íntimo, lo hacía investido de su papel de “Führer”, de hombre de Estado, no en la situación en la que se admite la necesidad de consejo o se confiesa no saber encontrar la salida. Estas manifestaciones, exentas de autenticidad, servían al esfuerzo persuasivo para mantener a los generales en la creencia en la victoria final en los momentos en que la situación real ofrecía dudas claras al respecto, para que a pesar de los reveses mantuvieran una disposición decidida para la continuación de la guerra.
Se sabe que realmente dudaba del efecto de las armas de represalia “estas armas son sólo una gota sobre una piedra caliente”. Y aunque en público desdeñaba las comparaciones de cifras estratégicas, sobrevalorando el papel de la fuerza de voluntad, lo que se ha tomado como muestra de su falta de realismo, hay declaraciones creíbles en su círculo íntimo contrarias, como el 20.8.1942 “la historia militar no presenta ningún ejemplo de crasa desproporción de fuerzas que haya acabado con victoria para el contendiente en inferioridad numérica”. Sus proclamas eran un recurso también para quitarse de encima objeciones incómodas.
[Esto lo vimos en “Stalin sondea a Hitler” viewtopic.php?f=27&t=3570&p=133102#p133102 donde también Wegner explicaba que Hitler mantuvo una actitud aparentemente intransigente cuando recibía sugerencias de una solución diplomática de la guerra, y sin embargo Goebbels había descrito a un Hitler bastante más flexible al respecto, versión que fue corroborada por Ribbentrop, quien afirmó de él que: “estaba abierto a una paz y que había hecho incluso el esbozo de una eventual línea de demarcación”.]
Tampoco parece que Hitler creyera en un “milagro” del tipo que en 1763, en la Guerra de los Siete Años, salvó a Federico el Grande cuando los rusos estaban en Berlín y el fallecimiento de la zarina llevó a la ruptura de la alianza enemiga. El 11.11.1943 había dicho en una reunión de mandos de la marina: “Posibilidad de discusiones en el campamento de nuestros adversarios, la hay, pero por de pronto no va a tener influencia sobre el desarrollo de las operaciones militares ... Rusia por sus grandes pérdidas y los anglosajones por sus intereses en Extremo Oriente tienen un interés común en acabar pronto la guerra europea”. Y dictado a Bormann el 2.4.1945 respecto a los enemigos del Reich: “estos no van a soltar sus armas antes de haber destruido, aniquilado y despedazado la Alemania nacionalsocialista”
Hitler era cada vez más consciente de la imposibilidad de ganar la guerra. La confianza en una victoria sobre la Unión Soviética se había basado en la convicción de que Barbarroja finalizaría antes de la irrupción del invierno. No tanto porque este perjudicara particularmente las operaciones militares alemanas sino porque lo contrario significaría que no habrían conseguido los recursos económicos del Este que haría innecesaria a corto plazo la guerra contra las potencias marítimas anglosajonas.
No fue así, por lo que Taifun significó el desplome de los fundamentos estratégicos de la conducción alemana de la guerra. Ya en noviembre de 1941 Hitler había transmitido a Halder la sospecha de que “los dos grupos de enemigos no pueden derrotarse mutuamente”, y Jodl constataría más tarde que “a partir de este punto culminante de principios de 1942 estuvo claro que no podía alcanzarse victoria alguna”.
Hitler no descartó, sin embargo, la posibilidad de un giro en la situación, sobre todo al extenderse la guerra al Teatro de Operaciones del Pacífico, que ataría durante un tiempo recursos norteamericanos lejos de Europa. Pero tras el fracaso en alcanzar los objetivos estratégicos en el Cáucaso y el revés japonés en Midway llegaría la mayor crisis del Reich hasta entonces, sin que su cúpula supiera cómo llevar la guerra a un final victorioso o al menos aceptable.
El problema nuclear para Alemania a lo largo de la segunda mitad de la guerra fue la creciente y finalmente abrumadora diferencia entre las posibilidades estratégicas aliadas y la insuficiencia de los medios propios. Al contrario que en 1941 o principios de 1942, el mando alemán ya no subestimaba las fuerzas y recursos del contrario y reconocía las posibilidades aliadas de una guerra coordinada en múltiples frentes, así como la imposibilidad de llevar a cabo ofensivas decisivas.
Una especie de optimismo con tintes ideológicos se hizo presente en el OKW pero no era fruto de la ceguera ante la grave situación del Reich, sino al contrario, del desespero de verla. El mismo Goebbels se quejó al respecto en junio de 1944, cuando Alemania sufría crisis en dos frentes a la vez, “Overlord” y ”Bagration”: “En el OKW están sentados unos hiperoptimistas desinhibidos, para no llamarlos alucinados. Ellos mismos se ponen un velo delante de sus ojos. Cada mala noticia del frente es regada con una salsa embellecedora de forma que solo el entendimiento crítico es capaz de avanzar hasta el núcleo de la situación real”. El cálculo racional se vio desplazado por la fe en la victoria alemana. Ya en noviembre de 1943 Jodl había escrito “venceremos porque debemos vencer, porque de lo contrario la Historia perdería su sentido”.
Hasta aquí las objeciones de Wegner al retrato "Hitler-Endsieg". En el siguiente post veremos la hipótesis que propone para responder a la pregunta de porqué
decidió luchar hasta el final.
Un saludo cordial
Grossman
Fuentes:
(1) BOOG H “IV. Die strategische Bomberoffensive der Aliierten gegen Deutschland und die Reichsluftverteidigung in der Schlussphase des Krieges” en MGFA “Das Deutsche Reich und der Zweite Weltkrieg. Bd. 10/1. Der Zusammenbruch des Deutschen Reiches 1945”. Deutsche Verlags Anstalt (2008) p.869
(2) HILBERG R “La destrucción de los judíos europeos”, Akal (2005) p.1368
(3) OVERMANS R “Deutsche militärische Verluste im Zweiten Weltkrieg”, Oldenbourg (2004) p.239
(4) KRIVOSHEEV GF “Soviet Casualties and Combat Losses in the Twentieth Century” Greenhill (1993) p.105
(5) WEGNER B “II. Die Choreographie des Untergangs” en “Das Deutsche Reich und der Zweite Weltkrieg. Bd 8. Die Ostfront 1943/44. Der Krieg im Osten un dan den Nebenfronten”, MGFA, Deutsche Verlags Anstalt (2007) p.1192-1209
(6) WEGNER B “The Ideology of Self-Destruction. Hitler and the Choreography of Defeat”, en German Historical Institute London Bulletin, Vol. XXVI, No. 2, November 2004, pp. 18-33, basado en una conferencia que dio en ese Instituto el 30 de marzo de 2004.
NOTA: Esta referencia, gentileza de José Luis
, es un resumen del ensayo que escribió en “Hitler, der Zweite Weltkrieg und die Choreographie des Untergangs”, Geschichte und Gesellschaft, 26 (2000), pp. 493–518. No la he leído pero la dejo para poder acceder a lo más parecido al original en un idioma más corriente.
El bombardeo estratégico aliado dejó caer sobre territorio ocupado por el III Reich 2,5 millones de Tm de bombas, la mitad (50,3%) sobre Alemania y un 70% en los 10 últimos meses. De ahí se puede extrapolar la parte correspondiente de los 400.000 civiles alemanes muertos, 800.000 heridos, 7,5 millones que quedaron sin techo y los 9 millones de evacuados por las bombas. De las viviendas, unas 4 millones (equivalente a un 20%) quedaron destrozadas o seriamente dañadas (1). Desde 1944 hasta el final de la guerra fueron exterminados 700.000 judíos (el 14%), murieron 3.342.000 soldados alemanes (el 64%) y 2.570.000 soviéticos (el 23%) (2,3,4). Hubo muchos muertos y heridos por otras causas de las que no tengo las cifras y mucho sufrimiento no cuantificable
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Un daño más doloroso todavía si se considera que tras Stalingrado, cuando el III Reich no tenía ya expectativas de una solución militar de la guerra, podía haber intentado darle fin por la vía política y diplomática mucho antes. ¿Por qué en cambio Hitler decidió luchar hasta el último minuto? Las respuestas que da la historiografía son variadas pero en su mayor parte asumen que Hitler se aferró obsesivamente hasta el final a los objetivos iniciales de la guerra y que a pesar de los reveses no perdió nunca la esperanza de alcanzar la victoria final ("Endsieg"), siempre que se mantuviera la fe en ella.
Sin embargo existen argumentos que cuestionan este punto de vista y propuestas para una hipótesis distinta sobre sus motivos para continuar hasta el final. Es el contenido del estudio de Bernd Wegner, del MGFA, que voy a exponer resumido a continuación (5,6).
Veremos en un primer post las objeciones de dicho autor a la concepción de un Hitler cegado por su fanática esperanza en la victoria final, y en el siguiente, las premisas de una hipótesis donde el dictador tiene una visión realista de la situación estratégica y del irremediable fin del III Reich y los motivos para luchar hasta el final son otros.
¿Un Hitler alejado de la realidad y empeñado en una estrategia de victoria final?
Entre los autores que se alinean con este punto de vista están, entro otros, Kershaw, Weinberg, Hillgruber, Bullock, Gruchmann, Dülffer y Wendt.
[Y aunque no lo cita, en la misma colección del MGFA unas páginas atrás del mismo volumen, también su compañero Karl Heinz Frieser se adhiere a la "hipótesis-Endsieg”. Es la fuente que empleé para explicar el motivo de Hitler de mantener al experimentado Grupo de Ejércitos Norte en Curlandia cuando el enemigo había pisado ya la frontera alemana, ver viewtopic.php?f=5&t=10274&start=75).]
Wegner cuestiona esta hipótesis por considerarla incompleta, de contenido dudoso y por un empleo discutible de las fuentes. Incompleta porque contiene grietas rellenadas con suposiciones tendenciosas y argumentaciones ilógicas [eso lo dice nada menos que por Kershaw
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Más importante que el retrato de un Hitler cegado por su creencia fanática en la victoria final es el error de reducirlo al cliché de dictador fanático, irrazonable y militarmente incompetente, que han cultivado sus generales por diversas razones, aspecto al que los historiadores (alemanes) han dedicado poco interés a pesar del hecho de que en los últimos años Hitler dedicara la mayor parte de su tiempo a las cuestiones militares. Sin embargo, un examen detallado de su papel en la conducción de la guerra en la segunda mitad muestra la fragilidad de dicha concepción.
Si bien es cierto que Hitler dio motivos para ser considerado incompetente y tozudo cuando intervino en asuntos puramente operativos, no ocurre lo mismo en el plano estratégico. Desde el principio de la guerra Hitler tuvo, en comparación con la mayor parte del generalato, una concepción más moderna y más compleja de la guerra y una conciencia más aguda de las demandas de la guerra económica. Otra cosa es que estas condiciones las pudiera modificar bajo las condiciones estructurales del régimen.
Tampoco se sostiene la afirmación de que su estado de salud lo llevara a evaluar erróneamente la situación estratégica a partir de 1943/44. Hay varios contraejemplos, como sus manifestaciones en el círculo íntimo de que ya en 1942 contaba que Estados Unidos sería el gran vencedor de la guerra. O que en enero de 1943 calculara que ese año perdería el norte de África y que Italia saldría de la guerra, y que supiera que los demás socios del Eje intentarían lo mismo, o la valoración en sus últimos días (2.4.1945) de que tras la caída del Reich habría dos potencias mundiales, los Estados Unidos y la Unión Soviética, enfrentadas en el terreno político e ideológico, y que ambas serían rivales de la independencia europea.
Los elementos con los que se ha confeccionado el retrato “Hitler-Endsieg” -la confianza en la ventaja estratégica del frente interior, la esperanza en las armas nuevas, el inminente colapso económico y social de la Unión Soviética o la especulación con una crisis en la alianza antialemana- han sido tomados de órdenes, proclamas y discursos. Frases que expresan confianza en la victoria final pero que no corresponden a una convicción interior. Realmente esta es difícil de conocer porque Hitler la transmitió en escasas ocasiones, y cuando hablaba en público e incluso en el círculo íntimo, lo hacía investido de su papel de “Führer”, de hombre de Estado, no en la situación en la que se admite la necesidad de consejo o se confiesa no saber encontrar la salida. Estas manifestaciones, exentas de autenticidad, servían al esfuerzo persuasivo para mantener a los generales en la creencia en la victoria final en los momentos en que la situación real ofrecía dudas claras al respecto, para que a pesar de los reveses mantuvieran una disposición decidida para la continuación de la guerra.
Se sabe que realmente dudaba del efecto de las armas de represalia “estas armas son sólo una gota sobre una piedra caliente”. Y aunque en público desdeñaba las comparaciones de cifras estratégicas, sobrevalorando el papel de la fuerza de voluntad, lo que se ha tomado como muestra de su falta de realismo, hay declaraciones creíbles en su círculo íntimo contrarias, como el 20.8.1942 “la historia militar no presenta ningún ejemplo de crasa desproporción de fuerzas que haya acabado con victoria para el contendiente en inferioridad numérica”. Sus proclamas eran un recurso también para quitarse de encima objeciones incómodas.
[Esto lo vimos en “Stalin sondea a Hitler” viewtopic.php?f=27&t=3570&p=133102#p133102 donde también Wegner explicaba que Hitler mantuvo una actitud aparentemente intransigente cuando recibía sugerencias de una solución diplomática de la guerra, y sin embargo Goebbels había descrito a un Hitler bastante más flexible al respecto, versión que fue corroborada por Ribbentrop, quien afirmó de él que: “estaba abierto a una paz y que había hecho incluso el esbozo de una eventual línea de demarcación”.]
Tampoco parece que Hitler creyera en un “milagro” del tipo que en 1763, en la Guerra de los Siete Años, salvó a Federico el Grande cuando los rusos estaban en Berlín y el fallecimiento de la zarina llevó a la ruptura de la alianza enemiga. El 11.11.1943 había dicho en una reunión de mandos de la marina: “Posibilidad de discusiones en el campamento de nuestros adversarios, la hay, pero por de pronto no va a tener influencia sobre el desarrollo de las operaciones militares ... Rusia por sus grandes pérdidas y los anglosajones por sus intereses en Extremo Oriente tienen un interés común en acabar pronto la guerra europea”. Y dictado a Bormann el 2.4.1945 respecto a los enemigos del Reich: “estos no van a soltar sus armas antes de haber destruido, aniquilado y despedazado la Alemania nacionalsocialista”
Hitler era cada vez más consciente de la imposibilidad de ganar la guerra. La confianza en una victoria sobre la Unión Soviética se había basado en la convicción de que Barbarroja finalizaría antes de la irrupción del invierno. No tanto porque este perjudicara particularmente las operaciones militares alemanas sino porque lo contrario significaría que no habrían conseguido los recursos económicos del Este que haría innecesaria a corto plazo la guerra contra las potencias marítimas anglosajonas.
No fue así, por lo que Taifun significó el desplome de los fundamentos estratégicos de la conducción alemana de la guerra. Ya en noviembre de 1941 Hitler había transmitido a Halder la sospecha de que “los dos grupos de enemigos no pueden derrotarse mutuamente”, y Jodl constataría más tarde que “a partir de este punto culminante de principios de 1942 estuvo claro que no podía alcanzarse victoria alguna”.
Hitler no descartó, sin embargo, la posibilidad de un giro en la situación, sobre todo al extenderse la guerra al Teatro de Operaciones del Pacífico, que ataría durante un tiempo recursos norteamericanos lejos de Europa. Pero tras el fracaso en alcanzar los objetivos estratégicos en el Cáucaso y el revés japonés en Midway llegaría la mayor crisis del Reich hasta entonces, sin que su cúpula supiera cómo llevar la guerra a un final victorioso o al menos aceptable.
El problema nuclear para Alemania a lo largo de la segunda mitad de la guerra fue la creciente y finalmente abrumadora diferencia entre las posibilidades estratégicas aliadas y la insuficiencia de los medios propios. Al contrario que en 1941 o principios de 1942, el mando alemán ya no subestimaba las fuerzas y recursos del contrario y reconocía las posibilidades aliadas de una guerra coordinada en múltiples frentes, así como la imposibilidad de llevar a cabo ofensivas decisivas.
Una especie de optimismo con tintes ideológicos se hizo presente en el OKW pero no era fruto de la ceguera ante la grave situación del Reich, sino al contrario, del desespero de verla. El mismo Goebbels se quejó al respecto en junio de 1944, cuando Alemania sufría crisis en dos frentes a la vez, “Overlord” y ”Bagration”: “En el OKW están sentados unos hiperoptimistas desinhibidos, para no llamarlos alucinados. Ellos mismos se ponen un velo delante de sus ojos. Cada mala noticia del frente es regada con una salsa embellecedora de forma que solo el entendimiento crítico es capaz de avanzar hasta el núcleo de la situación real”. El cálculo racional se vio desplazado por la fe en la victoria alemana. Ya en noviembre de 1943 Jodl había escrito “venceremos porque debemos vencer, porque de lo contrario la Historia perdería su sentido”.
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Un saludo cordial
Grossman
Fuentes:
(1) BOOG H “IV. Die strategische Bomberoffensive der Aliierten gegen Deutschland und die Reichsluftverteidigung in der Schlussphase des Krieges” en MGFA “Das Deutsche Reich und der Zweite Weltkrieg. Bd. 10/1. Der Zusammenbruch des Deutschen Reiches 1945”. Deutsche Verlags Anstalt (2008) p.869
(2) HILBERG R “La destrucción de los judíos europeos”, Akal (2005) p.1368
(3) OVERMANS R “Deutsche militärische Verluste im Zweiten Weltkrieg”, Oldenbourg (2004) p.239
(4) KRIVOSHEEV GF “Soviet Casualties and Combat Losses in the Twentieth Century” Greenhill (1993) p.105
(5) WEGNER B “II. Die Choreographie des Untergangs” en “Das Deutsche Reich und der Zweite Weltkrieg. Bd 8. Die Ostfront 1943/44. Der Krieg im Osten un dan den Nebenfronten”, MGFA, Deutsche Verlags Anstalt (2007) p.1192-1209
(6) WEGNER B “The Ideology of Self-Destruction. Hitler and the Choreography of Defeat”, en German Historical Institute London Bulletin, Vol. XXVI, No. 2, November 2004, pp. 18-33, basado en una conferencia que dio en ese Instituto el 30 de marzo de 2004.
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