27Pulqui escribió:Hola a todos.
Perdón por la extensión del artículo, es conveniente mencionar varios hechos antes de formular una conclusión. Un vicio muy común en este tema es reducir la historia política y social a la anécdota individual, a considerar a los protagonistas desde cierta subjetividad de tipo “idealista”, ej.: (la valoración negativa) los militares argentinos eran pronazis; (la versión positiva) la neutralidad fue la respuesta de la dignidad nacional a la presión norteamericana. Repasemos diversos aspectos:
LA ECONOMÍA
De acuerdo a la opinión de autores ya clásicos como Rapoport, Newton y algunas líneas del primer Escudé, Argentina no entró a la guerra no por razones ideológicas -al menos no las que suelen repetir los mitos caducos-, sino básicamente económicas. El país estaba sacando un gran provecho por sus exportaciones a Europa durante aquellos años y no había ningún sector de peso en la sociedad que impulsara su participación en los acontecimientos. A todo eso se le suman algunos datos más: el gobierno militar llega en junio de 1943; si los sectores del poder económico en la Argentina, quienes estaban representados por el gobierno conservador de entonces, hubieran apoyado el ingreso del país en la guerra, al menos tuvieron un año y medio para tomar la decisión (el periodo que va desde el ingreso norteamericano hasta el golpe militar).
Si Argentina entraba en el conflicto, sus envíos a Europa (básicamente a Gran Bretaña) hubieran sido saboteados por los submarinos alemanes (como fueron los brasileños en los meses posteriores a la ruptura, antes del ingreso pleno en el conflicto). Por su parte, los historiadores que defienden esta hipótesis argumentan que el Reino Unido apoyaba o aceptaba la decisión argentina porque de ese modo obtenía en forma eficiente alimentos y materias primas sin grandes riesgos de que pudiera cortarse el suministro. Estados Unidos, por el contrario, no tenía mayor necesidad de las exportaciones argentinas, y desde los años 1930 ya competía con Inglaterra en inversiones e influencia sobre la región y veía la guerra como una oportunidad de ampliar su poder y de desplazar definitivamente a los británicos. Por este motivo los funcionarios ingleses sostenían en sus informes secretos que el rompimiento de relaciones con el Eje no debía implicar el ingreso argentino al sistema panamericano con hegemonía estadounidense.
Por otra parte, las provisiones argentinas llegaron a representar el 40% del consumo británico de carnes. Buena parte del comercio con el Reino Unido se efectuaba sin pago inmediato y sin interés, el importe se acreditaba en Londres con garantía en oro y dio lugar a las libras bloqueadas cuyo tratamiento llevó complicadas negociaciones. Desde el punto de vista material la neutralidad fue claramente proaliada, en particular probritánica.
EL MITO
El mito del IV Reich en el país del Plata deriva de la resistencia argentina a sumarse al proyecto de defensa continental bajo la férula norteamericana, exagerado por la presencia de criminales nazis en la posguerra (ya volveré sobre este punto). Nunca perdonaron al único país latinoamericano que ha osado enfrentar sus truenos, Victor Perowne, encargado de la Sección Sudamericana del Foreign Office. La perspicacia británica abundó en comentarios al respecto:
Durante 40 años ó más, Argentina ha sido una espina en la espalda de los sucesivos gobiernos norteamericanos, en razón de haber liderado continuamente la resistencia latinoamericana a la hegemonía de los Estados Unidos sobre el hemisferio occidental, hegemonía que es considerada por casi todos los ciudadanos norteamericanos como una necesidad y un derecho. Tanto los liberales argentinos como los nacionalistas y los militaristas, han exasperado a los estadistas norteamericanos con su pretensión de ser los voceros de América Latina contra la “dominación yanqui” o la “diplomacia del dólar”... otros países latinoamericanos, aunque inclinados a recelar de la Argentina como una arrogante advenediza, la consideran una punta de lanza bienvenida contra la penetración norteamericana.
Con estas palabras el embajador británico en Washington lord Inverchapel explicaba al canciller Bevin en enero de 1947 la rivalidad histórica entre el coloso continental y el díscolo país sudamericano (díscolo de acuerdo a la visión norteamericana), además insinuaba las dificultades de constituir un bloque latinoamericano por las también tradicionales competencia y desconfianza entre los países de la América no anglosajona.
Causas económicas, percepción argentina de su lugar en América y en el Mundo (aunque hoy nos parezca broma), estrechos vínculos culturales con los países europeos que le agregaban a esa percepción el carácter de “país abierto”. Por supuesto que todo es más complejo, hay más motivos que pesaron en la decisión.
OTRAS CAUSAS
Políticas: la actividad local donde el opositor critica al gobierno en toda circunstancia, así los neutralistas de la Primera Guerra se convirtieron en cuasi belicistas en la Segunda y viceversa, de manera que el presidente conservador Castillo cuando se quedó casi sin aliados se aferró a la neutralidad, luego lo hizo el gobierno militar hasta la ruptura de relaciones en enero de 1944 cuando la Argentina deja de ser neutral.
Militares: en menor medida la influencia germana en el ejército, presente desde la época guillermina, pero no debemos exagerarla ni reducir la política a la instrucción militar. De acuerdo a los informes de la embajada alemana la mayoría de los oficiales eran simples profesionales apolíticos, algunos tenían admiración por el ejército alemán y los comprometidos ideológicamente se repartían entre aliadófilos y filonazis, siendo los últimos una minoría. La importancia del equipamiento es relativa, antes y durante los acontecimientos hay gestiones para proveerse de material bélico estadounidense más relevantes que los requerimientos a los germanos. Los Estados Unidos intentaban expandir el ascendiente militar en la región. Los gobiernos nacionales confiaban en obtener un acuerdo con el norteamericano, tanto el conservador (la misión Sueyro) como el militar (la carta de Storni), pero la actitud argentina incidía negativamente y la diplomacia norteamericana demandaba la ruptura de relaciones con el Eje. Los gobiernos de Castillo y del general Ramírez solamente después de cada negativa y frente al desequilibrio en favor de Brasil impulsaron la compra del armamento alemán.
La presencia alemana: las inversiones germanas, si bien muy lejos de las británicas y por debajo de las norteamericanas estaban en igualdad con las francesas. Tenían importancia en electricidad, inserción en las industrias química y farmacéutica, y disputaban el liderazgo en construcciones y en metalurgia. Los grupos principales (Siemens, Thyssen) estaban entrelazados con empresarios y firmas locales, también con extranjeras establecidas.
LAS RELACIONES TRILATERALES
Un punto importante son las relaciones trilaterales entre Gran Bretaña, Argentina y Estados Unidos. Sin la determinación inglesa, aunque sea por omisión, difícilmente el país hubiese mantenido la neutralidad avanzada la guerra.
Declaraciones públicas obligadas de Churchill y del canciller Eden, y el hecho de que la prensa en Londres compartiera los criterios de su par norteamericana pueden desorientarnos en la interpretación de la respuesta británica. Resultan más signifcativos los puntos siguientes (algo hemos comentado en el primer título):
a) antes del ingreso de Estados Unidos en la guerra, cuando el Reino Unido luchaba casi en soledad con Alemania, la neutralidad era bien recibida, al menos era aceptable ya que impedía el sabotaje de barcos de bandera argentina;
b) la diplomacia inglesa mostró desinterés cuando el canciller del gobierno conservador procuró otorgarle la condición no beligerante a Gran Bretaña y Francia en circunstancias en que la batalla del Río de la Plata (el Graf Spee) tornaba ilusoria la neutralidad en Sudamérica, tampoco le interesó a la administración de Roosevelt, no quería alterar la neutralidad cuando se jugaba la reelección, a los meses se las dio de hecho a los aliados olvidando los motivos legales esgrimidos a los argentinos.
c) El Foreign Office se mantuvo al margen de la Conferencia de Río de Janeiro de enero de 1942 sin ejercer presión a Buenos Aires desatendiendo los pedidos de Washington, en esa convocatoria interamericana se impuso la propuesta argentina que recomendaba la ruptura a las naciones del continente sin que existiera la obligación de hacerla.
La crítica inglesa se limitaba a que por tratarse de un socio histórico el gobierno nacional aplicaba la neutralidad con rigor excesivo. Es discutible la supuesta severidad, entre otras medidas fueron congeladas parcialmente las relaciones comerciales y financieras con Alemania y no únicamente por las dificultades obvias de la guerra, también fue por iniciativa argentina.
DISTINTOS INTERESES NORTEAMERICANOS
Un aspecto poco tomado en cuenta es el vínculo de los políticos con sectores de la economía. Cordel Hull (secretario de Estado) y Henry Wallace (secretario de agricultura y luego vicepresidente) tenían lazos con los intereses agrarios. El primero estaba ligado a la coalición de grandes productores, el Farm Block; el segundo representaba al populismo agrario del estado de Iowa.
Hull solicitó en más de una oportunidad a la Administración Americana de Alimentos para la Guerra la reducción de la ración nacional de carne a fin de proveer más raciones a Gran Bretaña y por este medio privar a la Argentina del cliente principal. La Administración se opuso a los pedidos. Wallace era partidario de las medidas más drásticas (como el bloqueo de los puertos argentinos), redactó el congelamiento de un fondo argentino de 400 millones de dólares. Estos intereses pesaron en la posguerra temprana donde la Argentina quedó excluida del Plan Marshall como proveedora, para conseguir mercados debía vender por debajo de los precios internacionales.
El desplazamiento temporario de los sectores de la línea dura facilitó el acuerdo secreto (y no tan secreto) del primer cuatrimestre de 1945. A Hull lo reemplaza el subsecretario Edward Stettinius, quien tenía antecedentes diferentes a su predecesor, estaba ligado a la Banca Morgan y había sido directivo de la General Motors y de la United Steel Corporation. Con él asciende al cargo de subsecretario de Asuntos Latinoamericanos el magnate Nelson Rockefeller, importante capitalista de la comunidad industrial financiera. Estos funcionarios tuvieron un rol central en la declaración argentina de guerra al Japón y a Alemania de fines de marzo de 1945. Conviene recordar que Perú, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela recién en febrero del mismo año declaran la guerra al Eje obligados por la imposición de Stalin y de Roosevelt en la Conferencia de Yalta.
La política norteamericana careció de coherencia debido a distintas percepciones estratégicas, disputas interdepartamentales y las vinculaciones de los protagonistas. La línea dura dificultó en gran medida las relaciones, privilegió la alianza con la Unión Soviética y cayó en interpretaciones maniqueístas calificando de profascistas a los gobiernos argentinos; la blanda analizaba como el problema mayor de la posguerra la unidad del continente frente a la posible amenaza del comunismo, además tenía una visión económica más acorde con la nueva división internacional del trabajo que facilitaba el acercamiento: la posibilidad de aumentar las exportaciones hacia América Latina era compatible con mercados protegidos y residía en la capacidad de industrialización de los países del continente.
LOS CRIMINALES DE GUERRA
Otro comentario merece la llegada a la Argentina de nazis, colaboracionistas belgas, franceses y los ustachas croatas. Yo creo que esto se podría explicar por muchos motivos: búsqueda de científicos y técnicos (las “rutas de las ratas” también conducían a las potencias), simpatías ideológicas, corrupción, negligencia, implícitos acuerdos internacionales. Es por este motivo que aquí también hay que mirar el asunto con mucha atención: los nazis no sólo entraban con pasaportes del Vaticano y de la Cruz Roja, sino también asignados por los Estados Unidos para guardar experiencia ante un posible conflicto con la Unión Soviética. Claro que el gobierno de Perón de la posguerra podía rechazarlos, supongo que por interés en el desarrollo y por el anticomunismo de Perón -y en general de los militares- había expectativa en traer científicos y servicios de inteligencia respectivamente.
Pero aquí también no nos podemos olvidar de otros datos: en Brasil también entraron y se instalaron muchos nazis a pesar de que ellos participaron en la guerra, mandaron tropas, tuvieron bajas, etc. En cierto modo el problema en Brasil no se debatía entre Estados Unidos y Gran Bretaña como en la Argentina, debido a los vínculos económicos y políticos de la década de 1930 lo hacía entre Estados Unidos y Alemania, es por eso que la tirantez obligaba a tomar partido por un bando. Y este también es un caso curioso: está absolutamente demostrado que el gobierno de Getulio Vargas tenía algunas simpatías por el Eje, incluso en algún momento le entregaron al gobierno alemán algunos prisioneros judíos y comunistas que finalmente fueron ejecutados. Sin embargo, Brasil entró voluntariamente en la guerra, aunque bajo presión norteamericana, a cambio de apoyo económico y la financiación de algunas obras de infraestructura. Por lo tanto, el refugio clandestino o no de la posguerra no implica necesariamente una posición durante el conflicto.
OTROS ASPECTOS RELATIVOS A LOS NAZIS
Párrafo aparte merecen los contactos del gobierno militar con la red de espías que ha alimentado la imaginación del periodista Uki Goñi y cía. En principio la mayor parte de esa red operaba en Brasil. Vino al país después de Conferencia de Río durante el gobierno de Castillo. Los contactos existieron en el más alto nivel, los militares usaban la estructura alemana para mantener comunicación con fuerzas afines en los países limítrofes. La colaboración de algunos militares argentinos en el golpe boliviano de diciembre de 1943 en combinación con los agentes del Eje, donde fue destituido un presidente pronorteamericano, dio rienda suelta a las versiones de un bloque nazifascista de militares en el Sur del continente. La realidad como siempre derriba los simplismos, el nuevo gobierno boliviano mantuvo el alineamiento y al poco tiempo fue reconocido por los Estados Unidos.
Por esa participación y la frustrada compra de armamento alemán en octubre del mismo año (luego de la negativa norteamericana) que acabó con la detención del enviado argentino de origen germano Osmar Hellmuth en Trinidad por los ingleses (los aliados conocían la operación y dejaron hacer) se hizo insostenible la neutralidad. En enero de 1944 el gobierno militar “se entera” de que había una red y rompe vínculos con los países del Eje. La detención de los espías fue violenta, con probables asesinatos, pero no sirvió para Hull porque no era el motivo que reclamaba para la ruptura, como no se hizo en sus términos el conflicto subió de nivel hasta el ascenso de Stettinius al cargo de secretario de estado, cuando las partes abrieron una línea de negociación.
Conviene recordar una frase del académico Ronald Newton aplicable a las publicaciones de Goñi y cía: Mucha de la "inteligencia" aliada en América Latina se basaba en acusaciones crudas y no analizadas que adquirían vida propia al copiarse y recopiarse, repetirse, parafrasearse y reparafrasearse, simplificarse, embellecerse y conectarse con otras (frecuentemente ignorando las fechas) para transformarse en impresionantes informes que se dirigían a docenas de organismos y a numerosos grupos de registros de los Archivos Nacionales de EEUU y de la prensa.
Los lectores avezados evaluarán si esos autores aplican las buenas normas de la hermenéutica o si más bien reciclan viejos mitos. Hay que reconocerle en algún caso la búsqueda de nuevas fuentes, pero las reflexiones del autor omiten el complejo juego de fuerzas e intereses que la guerra y la posguerra propone, induciendo al lector desprevenido a formular deducciones apresuradas a la par del escritor.
CONCLUSIONES
Es una verdad de perogrullo que en un conflicto múltiple como la Segunda Guerra Mundial también son múltiples las causas de la neutralidad argentina mantenida con llamativa tenacidad. A mi parecer prevalecieron motivos económicos y culturales como la tradicional hostilidad hacia los Estados Unidos, la única potencia del bando aliado interesada en la ruptura de relaciones desde su ingreso en la guerra en diciembre de 1941, recordemos que antes no, incluso desairó a la diplomacia argentina cuando ésta le propuso otorgarle conjuntamente la no beligerancia a Gran Bretaña y Francia en abril de 1940 (más de un año y medio).
¿Qué quiero decir con todo esto?. Que la historia es muy compleja para reducirla a una conspiración, a simpatías...
No me gusta la simplificación histórica basada en el prejuicio. Creo que para juzgar, incluso aquello que no nos agrada, tenemos primero que entender. Y me parece que los textos que suelen encontrarse en la prensa, los documentales con supuestas revelaciones, más contribuyen a la confusión que al entendimiento. Espero que este modesto artículo sea una de las excepciones a la regla.
Agreguemos que la neutralidad argentina era un bastion de nuestra diplomacia, mantenido en la primera guerra Mundial y en gran parte de la Segunda.
Y que el pais al que se envio la mayor cantidad de los alimentos (muchas veces a credito, pues no podian pagar ) fue Gran Bretaña.
Roosevelt le ofrece a Churchill alimentarse en un 100 % con comida norteamericana y no endeudarse con "los fascistas argentinos".
En el pais existia un vivo interes en la Guerra y habia partidarios del eje (germanofilos), asi como existian partidarios de los Aliados (aliadofilos ), que festejaron la liberacion de Paris cantando la Marsellesa en las calles de Buenos Aires .