El 8 de Mayo de 1.945, cuando Alemania firmó su rendición incondicional, Adolf Galland yacía impotente en un hospital, con su rodilla recién aliviada del acero enemigo. Sus dos hermanos ases de caza, Paul y Wilhelm, habían muerto. Barkhorn, con 301 victorias aéreas, también estaba en manos de los médicos después de que en un aterrizaje forzoso casi fuera guillotinado por la cabina de su Me-262. Steinhoff estaba a las puertas de la muerte, horriblemente quemado se retorcía en la cama con dolores espantosos. Werner Mölders, el brillante técnico y líder había partido hacia el Wlhalla, y el caballero y hombre de honor que era Lützow hacía pocos días que se había reunido con sus ilustres antepasados.
Guerreros memorables de irrepetible valentía y calidad como Wick, Oesau, Mayer, Nowotny, Kittel y Philipp habían grabado sus inmortales nombres en los libros de historia, antes de partir en busca de cientos de jóvenes pilotos alemanes que dieron su vida antes de lograr una sola victoria.
Marseille descansaba para siempre en Africa, y no lejos de allí, en Tunez, yacía Münchenberg, sepultado en la tierra extranjera donde había caído. Lent y el príncipe Heinrich Sayn Wittgenstein, quienes encontraron fama inmortal en la oscuridad, habían partido hacia su larga noche.
Pero no todos los ases alemanes que flirtearon con los dioses estaban muertos o heridos, también los había que encontraron la muerte en vida en las prisiones soviéticas, como Hartmann, el caballero rubio, que junto con ochocientos pilotos más tuvo el placer de gozar de “hospitalidad rusa”.
En la Lutwaffe, más 500 misiones de caza eran cosa común, bastantes se acercaron o pasaron de 1.000. Ni un solo piloto inglés o americano alcanzó jamás ese nivel operacional. Es dudoso que los pilotos aliados más activos hayan entrado en combate más de setenta u ochenta veces. Nadie dice que los alemanes fueran mejores pilotos o más valientes, solo digo que si un as angloamericano hubiera participado en 500 o 1.000 misiones de combate, también hubiera llegado a las 100 victorias En contraste vemos que entre Hartmann, Barkhorn y Rall derribaron casi 1.000 aviones enemigos. Solo Hartmann destruyó el equivalente a 14 escuadrillas enemigas.
La Lutwaffe se enorgullecía de poseer expertenn con más de 100 victorias en su haber, pero por cada uno de estos ases, los aliados podían poner en el aire más de cien pilotos perfectamente entrenados, en esa batalla de desgaste el destino de la Luftwaffe estaba sellado.
Los brillantes logros de los guerreros del aire contrastan con la incompetencia de sus mandos, existen cientos de ejemplos de la forma en que el perjuicio irracional, la falta de visión, la terquedad, la arrogancia, el orgullo y la incapacidad por comprender la guerra moderna echó por tierra el sacrificio de los entregados pilotos.
Muchos expertenn no solo fueron valientes y diestros pilotos en el aire, sino que además, arriesgaron sus vidas y sus carreras en vivas discusiones con el Alto Mando alemán, y muchos de ellos serán más recordados por sus batallas en tierra contra la irracionalidad de sus dirigentes que por sus logros en el aire. Estos hombres eran soldados, impotentes para desplazar al régimen político que hundía su patria. Su única opción era subirse a un caza y evitar o en su caso disminuir en lo posible la tragedia que iba a vivir su patria.
Un cordial saludo a todos!