Entrevista a Adolf Galland
Publicado: Mar Jul 19, 2005 7:26 pm
Entrevista a Adolf Galland
HABLA ADOLF GALLAND AS DE LA LUFTWAFFE
Adolf Galland nació en Westerholt, Westfalia, el 19 de marzo de 1912. Pilotó por primera vez un avión a la edad de dieciséis años, y luego se perfeccionó en Italia (en la Puglia) donde, de acuerdo con el gobierno italiano, los pilotos alemanes de la naciente Luftwaffe seguían cursos de adiestramiento. Diez veces condecorado al valor, durante la guerra derribó Gallana un total de 104 aviones enemigos, un verdadero record. El as de la Luftwaffe fue ascendido a general en 1942, a los treinta años. Ha sido el general más joven del ejército alemán.
—General, ¿cuál fue el más peligroso de los aviones enemigos con que tuvo que enfrentarse?
—En los primeros años de guerra, el "Spitfire" inglés, sobre todo, porque los pilotos de la RAF estaban perfectamente entrenados y sabían aprovecharlo al máximo. Después, en la segunda mitad del conflicto, el peligro mayor estaba representado por los "Mustang", que eran usados como escolta, y luego por los "Tempest" y "Typhoon".
—¿Y cuál era el mejor aparato alemán?
—Sin duda, el "Messerschmitt 262", que Hitler quería usar como bombardero en vez de caza. Y había que discutir tenazmente, sin grandes resultados, para tratar de hacerle comprender que no era utilizado del modo más lógico.
—¿Cuáles eran las principales diferencias entre los aviones alemanes y los aliados?
—Eran muchas, y destacadas. Los aparatos de la RAF eran más manejables y dóciles que los nuestros. Los alemanes, respecto a los ingleses, eran más veloces y tenían mayor potencia de aceleración. Luego, los americanos tenían motores aún más potentes que los nuestros, y estaban fabricados con materiales mejores.
—Durante las batallas aéreas, ¿era posible identificar entre los aviones enemigos el de otro piloto famoso?
—No, era imposible. Aunque muchos llevaban pintada en la carlinga una especie de insignia, un símbolo, un dibujo en suma, la velocidad a que se volaba impedía distinguirlos. Se reconocía la silueta del avión adversario, se identificaba el tipo, pero se veía el conjunto y no los detalles.
—¿Cuántas veces fue herido en combate?
—Tres o cuatro veces en total. En la última, casi al final de la guerra, en abril de mil novecientos cuarenta y cinco, fui alcanzado dos veces en la misma acción. Pero por mucho tiempo estuve menos expuesto que los demás, porque en mil novecientos cuarenta y uno fui nombrado inspector general de la caza, y no me estaba permitido volar. Continué haciéndolo a pesar de las órdenes en contra, pero raramente. Mas entre los pilotos combatientes la media era de siete u ocho heridas durante la guerra, y conozco a uno que fue alcanzado once veces, aunque ésas ya son muchas.
—¿Tuvo que arrojarse alguna vez en paracaídas?
— Oh, sí, naturalmente. Y siempre temía no poder salir de la carlinga, y luego que la sombrilla del paracaídas no se abriese.
—¿Qué es lo que pensaba durante la acción o cuando se preparaba al encuentro?
—Sabía que era el jefe, que tenía que mantener el orden en la formación, y que mis decisiones eran importantes. Creo que en vuelo nadie tenía una posición mejor que la mía, tácticamente. Pero el mando no hace sentirse particularmente fuerte o valeroso; se sabe que las propias órdenes pueden ser decisivas, que se debe escoger el ángulo de ataque, o por qué parte huir del ataque, y así todo. Algunas veces, antes de subir a bordo, tenía tales nervios que temblaba, y otras veces tuve verdaderas ganas de vomitar. Pero me sentía mejor sólo cuando la formación estaba en vuelo.
—¿Conoció los aviones italianos? ¿Qué pensaba de ellos?
— Volé en aviones italianos y fue antes de la guerra, en Grottaglie, en un curso de adiestramiento para pilotos alemanes. Después ví a la aviación italiana operar en África la única vez que estuve de inspección por el desierto. Tuve conmigo algunos de sus cazas durante la Batalla de Inglaterra. Me parece que eran algo inferiores a los alemanes, y también a los aliados, naturalmente.
—Y hoy, si tuviera que pilotar un avión de caza, ¿cuál escogerla?
—Quizá un "Phantom" o un "Mirage". Pero no, no es verdad; quizá el más interesante es el "F-15", o alguno de los rusos, como por ejemplo el "Mig 23". Porque hay que admitir que los soviéticos fabrican aviones muy, muy buenos.
—¿Le parece posible que en una guerra moderna se puedan repetir los duelos aéreos de la segunda guerra mundial, con resultados debidos a la habilidad del piloto?
—¡No, en absoluto! O mejor diría que las "dog fights", los duelos, sólo serían posibles si las fuerzas enfrentadas, agotados los misiles y las otras telearmas, tuvieran que acudir a los aviones para decidir la suerte del conflicto, como podrían recurrir todavía a los duelos de artillería de campaña. Pero en realidad, con los aparatos que se emplean hoy y que vuelan a velocidad dos o tres veces superior a la del sonido, interceptarlos sería imposible.
Saludos cordiales
HABLA ADOLF GALLAND AS DE LA LUFTWAFFE
Adolf Galland nació en Westerholt, Westfalia, el 19 de marzo de 1912. Pilotó por primera vez un avión a la edad de dieciséis años, y luego se perfeccionó en Italia (en la Puglia) donde, de acuerdo con el gobierno italiano, los pilotos alemanes de la naciente Luftwaffe seguían cursos de adiestramiento. Diez veces condecorado al valor, durante la guerra derribó Gallana un total de 104 aviones enemigos, un verdadero record. El as de la Luftwaffe fue ascendido a general en 1942, a los treinta años. Ha sido el general más joven del ejército alemán.
—General, ¿cuál fue el más peligroso de los aviones enemigos con que tuvo que enfrentarse?
—En los primeros años de guerra, el "Spitfire" inglés, sobre todo, porque los pilotos de la RAF estaban perfectamente entrenados y sabían aprovecharlo al máximo. Después, en la segunda mitad del conflicto, el peligro mayor estaba representado por los "Mustang", que eran usados como escolta, y luego por los "Tempest" y "Typhoon".
—¿Y cuál era el mejor aparato alemán?
—Sin duda, el "Messerschmitt 262", que Hitler quería usar como bombardero en vez de caza. Y había que discutir tenazmente, sin grandes resultados, para tratar de hacerle comprender que no era utilizado del modo más lógico.
—¿Cuáles eran las principales diferencias entre los aviones alemanes y los aliados?
—Eran muchas, y destacadas. Los aparatos de la RAF eran más manejables y dóciles que los nuestros. Los alemanes, respecto a los ingleses, eran más veloces y tenían mayor potencia de aceleración. Luego, los americanos tenían motores aún más potentes que los nuestros, y estaban fabricados con materiales mejores.
—Durante las batallas aéreas, ¿era posible identificar entre los aviones enemigos el de otro piloto famoso?
—No, era imposible. Aunque muchos llevaban pintada en la carlinga una especie de insignia, un símbolo, un dibujo en suma, la velocidad a que se volaba impedía distinguirlos. Se reconocía la silueta del avión adversario, se identificaba el tipo, pero se veía el conjunto y no los detalles.
—¿Cuántas veces fue herido en combate?
—Tres o cuatro veces en total. En la última, casi al final de la guerra, en abril de mil novecientos cuarenta y cinco, fui alcanzado dos veces en la misma acción. Pero por mucho tiempo estuve menos expuesto que los demás, porque en mil novecientos cuarenta y uno fui nombrado inspector general de la caza, y no me estaba permitido volar. Continué haciéndolo a pesar de las órdenes en contra, pero raramente. Mas entre los pilotos combatientes la media era de siete u ocho heridas durante la guerra, y conozco a uno que fue alcanzado once veces, aunque ésas ya son muchas.
—¿Tuvo que arrojarse alguna vez en paracaídas?
— Oh, sí, naturalmente. Y siempre temía no poder salir de la carlinga, y luego que la sombrilla del paracaídas no se abriese.
—¿Qué es lo que pensaba durante la acción o cuando se preparaba al encuentro?
—Sabía que era el jefe, que tenía que mantener el orden en la formación, y que mis decisiones eran importantes. Creo que en vuelo nadie tenía una posición mejor que la mía, tácticamente. Pero el mando no hace sentirse particularmente fuerte o valeroso; se sabe que las propias órdenes pueden ser decisivas, que se debe escoger el ángulo de ataque, o por qué parte huir del ataque, y así todo. Algunas veces, antes de subir a bordo, tenía tales nervios que temblaba, y otras veces tuve verdaderas ganas de vomitar. Pero me sentía mejor sólo cuando la formación estaba en vuelo.
—¿Conoció los aviones italianos? ¿Qué pensaba de ellos?
— Volé en aviones italianos y fue antes de la guerra, en Grottaglie, en un curso de adiestramiento para pilotos alemanes. Después ví a la aviación italiana operar en África la única vez que estuve de inspección por el desierto. Tuve conmigo algunos de sus cazas durante la Batalla de Inglaterra. Me parece que eran algo inferiores a los alemanes, y también a los aliados, naturalmente.
—Y hoy, si tuviera que pilotar un avión de caza, ¿cuál escogerla?
—Quizá un "Phantom" o un "Mirage". Pero no, no es verdad; quizá el más interesante es el "F-15", o alguno de los rusos, como por ejemplo el "Mig 23". Porque hay que admitir que los soviéticos fabrican aviones muy, muy buenos.
—¿Le parece posible que en una guerra moderna se puedan repetir los duelos aéreos de la segunda guerra mundial, con resultados debidos a la habilidad del piloto?
—¡No, en absoluto! O mejor diría que las "dog fights", los duelos, sólo serían posibles si las fuerzas enfrentadas, agotados los misiles y las otras telearmas, tuvieran que acudir a los aviones para decidir la suerte del conflicto, como podrían recurrir todavía a los duelos de artillería de campaña. Pero en realidad, con los aparatos que se emplean hoy y que vuelan a velocidad dos o tres veces superior a la del sonido, interceptarlos sería imposible.
Saludos cordiales