Diario de un piloto aleman

Organización y despliegue de las fuerzas aéreas. Aviones de combate.

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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 2:51 pm

22 DE JUNIO DE 1942

Ayer en la noche me dieron la gran sorpresa al destacar una sección de la escuadrilla y trasladarla a Holanda, bajo mis órdenes. Por lo que toca al desempeño de operaciones, quedo directamente a las órdenes de la Comandancia de División, encargada de poner en práctica el método más moderno del mundo para interceptar y controlar los vuelos de combate.

Durante la noche, nuestros aparatos están equipados con los nuevos radios de onda ultracorta; he recibido órdenes de efectuar pruebas del nuevo sistema "Y", y para tal propósito se me han dado manos libres y la más completa autoridad. Entre otros documentos expedidos por la Comandancia Divisional, recibí la siguiente autorización por escrito:

"El teniente Knoke queda agregado a la Décimasegunda Unidad Experimental del Cuerpo Aéreo para desempeñar servicios especiales de vuelo relacionados con pruebas de suma importancia. Por órdenes del Alto Mando de la Fuerza Aérea (OKL) este trabajo debe considerarse esencial para la prosecución de la guerra.

"Por el presente certifico que está autorizado a aterrizar en todos los aeródromos, incluyendo aquellos que quedan fuera de los límites de la Primera División de Combate y las áreas que comprende la Décimasegunda Unidad del Cuerpo Aéreo".


La firma era de un mayor del Estado Mayor de la Comandancia de División.

La introducción del nuevo sistema "Y" da por resultado una vasta mejoría en las comunicaciones de radio a larga distancia entre los aparatos de combate en vuelo y las bases que se hallan en tierra. Hablando desde el punto de vista de las operaciones, ahora será posible localizar y dirigir a nuestros pilotos de combate desde las bases de control en cualquier momento.

La oficina de control propiamente dicha está instalada en un refugio a prueba de bombas, hecho de concreto. En el centro hay un gran mapa de Holanda en una lámina de vidrio, grueso y muy pulido, que forma un cuadrado de treinta pies de largo en cada uno de sus lados. En el margen distante se levanta una plataforma sobre la que están sentadas las muchachas de la
Fuerza Aérea ante una batería de audífonos de cabeza y micrófonos; reciben los informes que rinden las estaciones de radar a lo largo de la costa sobre la proximidad de aparatos enemigos y proyectan luces que se mueven sobre el mapa con objeto de mantener un trazo continuo de sus posiciones; hay otras chicas que localizan nuestros aviones de combate por medio del sistema "Y" y marcan sus posiciones, también en el mapa.

Frente a esta gran mesa se alza otra plataforma, equipada con una serie complicada de micrófonos e interruptores. Desde aquí es posible dirigir cualquiera de las unidades en formación de combate, cosa que hacen individualmente los oficiales de control de la base, valiéndose del radio teléfono de onda ultracorta. Con sólo echar una ojeada al mapa, en cualquier momento dado, es posible definir el cuadro completo que ofrece la situación cambiante.

Toda la escena se halla presidida por el Comandante de la División, que está sentado en el escritorio de control con su Oficial Jefe de Estado Mayor General y el Oficial Jefe del Servicio de Inteligencia.

Aquí convergen todas las comunicaciones de radio, teléfono y teletipo que hay en toda el Area Divisional. Existe una oficina adjunta donde se reciben los informes del estado del tiempo que rinden todas las estaciones meteorológicas y se hacen las gráficas correspondientes antes de pasarlos al escritorio principal de control. Dos pisos más del edificio se hallan ocupados por oficinas de la comandancia de los servicios de operación, administrativos y técnicos.

Aproximadamente 1,000 oficiales, oficiales subalternos, soldados, técnicos, meteorólogos, oficiales administrativos y un gran número de muy bonitas muchachas cuidan del buen funcionamiento de la central de control de combate como si fuera un cerebro director que trabajase durante todo el día y toda la noche.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 2:57 pm

18 DE AGOSTO DE 1942

Durante los últimos dos meses he llevado a cabo más de doscientos vuelos de prueba. En varias ocasiones fuimos atacados por Spitfires sobre el estuario del Schelde y a menudo los aviones del enemigo excedían en mucho al número de los nuestros. Varias veces logramos escapar por verdadero milagro.

Los experimentos hechos con el sistema "Y" han producido resultados muy satisfactorios. Todas y cada una de las alas de combate que operan en el frente occidental están siendo equipadas con el aparato que hemos probado. En Stade, Metz, Munich, Viena y Berlín se están instalando oficinas de control de combate de tipo semejante.

El Alto Mando de la Fuerza Aérea se está preparando para contrarrestar los ataques aéreos en gran escala que se esperan como resultado de la entrada de los americanos a la guerra.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 3:04 pm

2 DE OCTUBRE DE 1942

Hace varios meses que el Messerschmitt 109 E fue sustituído por el nuevo modelo perfeccionado 109 F. Hace pocos días empezaron a llegar de las plantas de montaje los primeros modelos del tipo G. El funcionamiento del "Gustav" (como llamamos al Messerschmitt 109 G) parece, al menos por el momento, definitivamente superior al del Spitfire.

El capitán Marseille, a quien conocí en el Palacio de los Deportes, en Berlín, cuando todavía era cadete de vuelo, hace aproximadamente dos años, derribó no menos de dieciséis Spitfires durante una sola misión, volando en un Gustav. Hace unas semanas recibió de manos del Führer, personalmente, la más alta condecoración alemana al valor después de haber derribado 150 aviones enemigos en cielo africano.

Hace dos días, todavía sin haber sido vencido por el enemigo, Hans Joachim Marseille encontró la muerte... cerca de El Alamein. Repentinamente, en mitad del aire, el motor de su Gustav se incendió. Con un récord de 158 victorias en combates aéreos, Marseille saltó de su aparato, pero el paracaídas se atoró en la cola del avión; sus camaradas trajeron el cadáver recogido en las arenas del desierto. Hemos perdido al as de los pilotos alemanes de combate.

Algo muy raro sucedió hoy, pocas horas después de que se supo la noticia de la muerte de Marseille.

A las 12:15 sonó la alarma; despegué junto con el sargento de vuelo Wenneckers, que en su aparato me servía de ala. Habían reportado un Mosquito en vuelo de reconocimiento sobre el área de Oldenburgo. Wenneckers se fue quedando más y más atrás, hasta que a 12,000 pies de altura lo perdí de vista. Lo llamé por radio, pero no me contestó. Después distinguí los despojos en llamas de un avión que acababa de estrellarse sobre la extensa planicie, allá, muy abajo.

¿Sería Wenneckers?

El Mosquito se había alejado demasiado antes de que pudiera yo alcanzar la altura que llevaba. Abandoné la persecución y descendí a Jever dando tres o cuatro grandes espirales. Aterricé y entonces no podía creer lo que estaba viendo. Wenneckers en persona estaba allí, riéndose de mí.

Repentinamente se había incendiado su Gustav a mitad del aire, sin que para ello hubiese razón aparente y exactamente en
la misma forma que el avión de Marseille, que volaba en Africa hacía tres días. El fuego se inició enfrente del motor, mismo que siguió funcionando con toda regularidad.

Estamos intrigados con el misterio. Hace pocos días la escuadrilla Núm. 4 perdió también un Gustav, precisamente en circunstancias semejantes. Los informes que llegan de otros escuadrones son en el mismo sentido.

Comienzo a ver mi avión con cierto recelo.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 3:08 pm

31 DE OCTUBRE DE 1942

Hace unos cuantos días, el capitán Dolenga fue comisionado a las escuadrillas nocturnas de aviones de combate; por el
momento ocupo el puesto de comandante de vuelo.

A pesar del mal tiempo y desde en la mañana temprano, ayudados por la Marina, nos encargamos de proporcionar patrullas de escolta para los convoyes.

A las 14:14 horas se reciben informes de que aviones Blenheim están atacando uno de nuestros convoyes; dos minutos después estoy en el aire junto con el teniente Gerhard. Nuestros aviones de patrulla han entrado ya en combate y el jefe de la sección, sargento de vuelo Dobrik, pide ayuda. Tienen poco combustible y se verán obligados a aterrizar dentro de breves minutos.

En menos de diez minutos llego hasta donde está el convoy. Hacia el norte, nuestros camaradas están trabando violenta lucha con cuatro Blenheims, uno de los cuales está ardiendo en llamas en estos momentos; pocos segundos después se hunde en el mar. Los demás intentan escapar cubiertos por la niebla, pero no los pierdo de vista y me preparo a atacar al que va a la cola.

Después de dispararle una prolongada ráfaga con todos mis cañones, noto que su motor del lado derecho se ha incendiado. Asciende en pronunciada pendiente hacia las bajas nubes, en medio de las cuales no se ve nada, salvo un resplandor rojizo.

Ya en tierra, se recibe un informe de uno de nuestros barcos de salvamento avisando que vieron un Blenheim que caía en llamas desde el cielo nublado y se hundía en el mar. El punto de referencia en el mapa es: sector Anton-Quelle-tres.

Dicho aparato debe ser el que ataqué yo, de manera que se me acredita la segunda victoria.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 3:38 pm

6 DE NOVIEMBRE DE 1942

Las 12:00 horas. De la Comandancia Divisional se reciben informes avisando que se aproximan dos Mosquitos. En ese
momento suena el teléfono; es el teniente Kramer, oficial de control de vuelos de combate en nuestra División; llama para preguntarme si puedo volar con el mal tiempo.

Contesto en sentido negativo; el cielo de nubes que tenemos está a no más de 100 pies y la visibilidad es totalmente nula; ni siquiera puedo ver el extremo lejano del campo.

—Lo siento, Kramer, pero no es posible. De cualquier modo, con esta cochina niebla, los dos Tommies clavarán el pico sin necesidad de que les ayudemos a hacerlo.

Hace varias horas que llueve. Es una llovizna persistente, cerrada. Los pilotos están sentados, juegan a las cartas, escriben a su casa o duermen en catres de campaña en el cuarto de junto.

Basándome en los informes de posición que llegan, voy trazando el progreso que hacen los Mosquitos; realmente van volando hacia el interior, sobre el corazón del Reich, y antes de que pase una hora se nos informa que ya vuelan sobre Berlín, donde nuestras baterías antiaéreas abren fuego. Esos muchachos tienen agallas;. de esto no cabe la menor duda. Con un tiempo como el que prevalece, volar no es ninguna diversión.

Vuelve a sonar el teléfono:

—Habla el teniente Knoke de la escuadrilla Núm. 5.

Esta vez la llamada viene del coronel Henschel, de la comandancia de defensas aéreas de combate en el área costera del Mar del Norte.

—Knoke, ¿qué tiempo tienen ustedes allá?

—Tan malo como es posible, señor. Sólo puedo ver a unas cuantas yardas.

—Knoke, tiene usted que subir y no hay réplica. Acabo de recibir una llamada telefónica del Mariscal del Reich Goering. Está en uno de sus arrebatos de ira. ¿Por qué no nos hallamos en el aire? Para nosotros, el tiempo es demasiado malo para volar, pero, en cambio, los malditos Tommies sí pueden llegar hasta Berlín. ¿Se imagina usted que yo le dijera eso al Mariscal del Reich? A toda costa hay que derribar esos Mosquitos. ¿Me entiende usted?

—Sí, señor

—¿Quiénes son los pilotos que va usted a mandar?

—El sargento de vuelo Wenneckers y yo, señor

—Muy bien, ¡y que tengan la mejor suerte!

—Gracias, señor.


Wenneckers y yo somos los únicos pilotos en el ala que tenemos experiencia en volar a ciegas; no es la primera vez que salimos juntos con tiempo tan malo.

Despegamos a las 13:30 horas.

Casi no puedo ver nada delante de mí. ¡Esta maldita lluvia! Manteniéndonos muy bajo, volamos a toda velocidad por sobre los techos de las casas, los árboles y las líneas de fuerza. La recepción de radio desde tierra es bastante buena. El teniente Kramer me va guiando.

Los Tommies se dirigen hacia el noroeste, sobre el área de Bremen. Por experiencia podemos anticipar que intentan cruzar las Islas Frisias del Este. Enderezo el rumbo hacia la costa; el tiempo que prevalece sobre el mar no ha mejorado.

El último informe de la posición de los Mosquitos, haciendo referencia al mapa: Sector Berta-Quelle-ocho, rumbo tres uno-cinco. En cualquier momento podemos avistarlos si abrimos bien los ojos. ¡Con sólo que no lloviese tanto! Tenemos que
concentrar la atención en no ir a chocar con algún obstáculo.

Son las 13:47 horas.

No veo nada delante de mí. Se vuelve uno loco. La llamada de la base advierte:

—En este momento deberían verlos; fíjense bien, a la izquierda.

No contesto, porque surge una sombra repentinamente de entre la niebla gris delante de mí. Es un Mosquito.

También él me ha descubierto y vira hacia la izquierda con inclinación tan vertical que casi barre la superficie del mar con la punta del ala; en seguida da vuelta a la derecha y vuelve una vez más a escabullirse diestramente hacia la izquierda.

—No, no, amigo mío, no es cosa tan sencilla librarse de Knoke.

Cada vez que hace un giro disparo frente a su nariz.

Vamos volando bajo, muy bajo, hacia alta mar. Mi Tommy deja una débil estela de humo. A toda velocidad sigue un rumbo fijo de tres-dos-cero; se mueve con una rapidez fantástica, pero mi Gustav puede también mantener el paso. Permanezco tras él. Wenneckers va quedándose atrás gradualmente; la velocidad tan espantosa es demasiado alta para su avión.

Quiero disparar sobre él tan cerca como sea posible y, por lo tanto, procuro acortar la distancia que media entre ambos. Poco a poco, casi imperceptiblemente, me voy acercando más y más a mi contrario; cierro las aletillas del radiador y la distancia se reduce a 150 pies. Se halla exactamente en el centro de las miras.

—¡Fuego, Knoke! ¡AHORA!

Oprimo los dos botones de tiro; la descarga da en el motor de la izquierda. El avión está hecho de madera, el ala se incendia inmediatamente y se desprende de raíz. Pocos segundos más tarde un Mosquito De Havilland se pierde en las verdes profundidades del Mar del Norte.

Esa fue mi tercer victoria.

Sólo una mancha de aceite ha quedado en el mar. Me enjugo el sudor que me baña la cara.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 4:19 pm

23 DE DICIEMBRE DE 1942

A las 11:50 horas regreso de escoltar un convoy en el mar. Diez grandes barcos de carga, acompañados de un cazatorpederos y cuatro lanchas torpederas de motor se encuentran en el estuario del Weser. Al subir la marea, podrán entrar en la bahía de Bremenhaven.

A las 12:57 estoy nuevamente en el mismo sitio. Sobre las cubiertas de los barcos, las tripulaciones nos saludan al pasar por encima de ellos. Al caer la tarde se sentirán felices de haber arribado a puerto.

Después de estar veinte minutos en el aire, recibo órdenes de aterrizar. Apenas si acabo de hacerlo y hace un momento que terminaron de ponerle combustible, cuando suena la alarma.

Volando cerca de la costa, unos aparatos Blenheim se dirigen hacia nuestras naves. Los interceptamos cerca de Norderney; son dos, pero en cuanto nos descubren se pierden entre las nubes y no vuelven a aparecer. ¡Qué lástima! Esta es mi misión ciento cincuenta de vuelo en acción; me habría gustado celebrar la ocasión añadiendo uno más a mi récord.

Mañana es Nochebuena; Lilo viene con Ingrid, nuestra pequeña hijita.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 4:27 pm

24 DE DICIEMBRE DE 1942

Nochebuena.

Ninguna actividad en ambos lados del frente. Amigos y enemigos, igualmente, observan una tregua tácita.

Lilo y yo nos encontramos juntos otra vez y es la primera en que somos tres los que estamos bajo las luces brillantes del árbol de Navidad; tengo a Ingrid en brazos; sus pequeñas manitas tratan de asir las luces del árbol.

Hay un extraño y apacible silencio en todo el derredor. Lilo nos besa a la niña y a mí, y sus labios entreabiertos son tibios y llenos de ternura; el perfume de su vestido se mezcla con el aroma de las hojas de pino. Un ambiente de júbilo y felicidad invade el cuarto...

Calladamente Dieter Gerhard se une a nosotros; besa la mano de Lilo y nos desea felices Pascuas de Navidad. Más tarde, él y yo visitamos los alojamientos de los miembros de la escuadrilla. Vamos de uno a otro cuarto; los soldados han decorado todo con ramas de abeto o árboles de Navidad. Se hallan acostados en las camas, leen, fuman, piensan, escriben, mientras otros, sentados a la mesa, juegan a las cartas.

—¡Felices Pascuas a todos!

—Gracias, señor; lo mismo le deseamos a usted.


A paso lento, Dieter y yo regresamos después a mi alojamiento. El suelo está cubierto de nieve; cosa rara en el sitio donde nos encontramos, que queda tan cerca del mar. Hasta nosotros llega con toda claridad la música del acordeón que tocan en la cuadra donde se aposenta la compañía de cuartel:

"Stille Nacht, heilige Nacht... Noche de paz, noche de amor..."

Es el más bello de los villancicos alemanes de Navidad. Hasta los ingleses, los franceses y los americanos lo cantan esta noche. ¿Saben acaso que es una canción alemana? ¿Comprenden bien su verdadero significado? ¿Por qué nosm odian a los alemanes las gentes de todo el mundo y a pesar de ello cantan nuestras canciones, tocan la música de compositores alemanes como Beethoven y Bach, y recitan los poemas de los grandes poetas alemanes? ¿Por qué?

Hasta las altas horas de la noche, Lilo, Dieter y yo permanecemos sentados en mi salita acogedora, arrellanados en cómodos y mullidos sillones junto a un fragante tazón de ponche caliente. Con ánimo de hacer reminiscencias, Gerhard y yo recordamos los eventos acaecidos durante el año que se acerca a su fin; las veces que nos sentamos en derredor de esta misma mesa con el capitán Dolenga y el teniente Steiger. Gerd Steiger. . . aquel muchacho rubio, alto, callado, a quien un Mosquito derribó en el lado Sur del aeródromo, ante nosotros. . . Encontramos su cadáver debajo del paracaídas medio abierto...

Lilo nos escucha en silencio, sonríe y pasa la mano por los largos cabellos de Dieter, que no se siente muy seguro al ponerse de pie cuando se levanta para irse. Parece que nuestro ponche le ha hecho bastante efecto y lo acompaño hasta su cuarto.

Cuando regreso, Lilo está pensativa. Apoyada en la puerta de la alcoba, contempla a Ingrid que duerme en su cunita, a media luz. La chiquilla descansa tranquila y apaciblemente.

Por fin estamos solos... juntos los dos...
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 4:42 pm

27 DE ENERO DE 1943

El 7 de enero fui comisionado para hacerme cargo del curso de entrenamiento para nuevos oficiales subalternos que cada invierno organiza la Segunda División de Combate. El año pasado también tuve el mismo cargo. Consecuentemente, entre los integrantes del ala se me conoce como " el último de los prusianos". Tengo que tolerar este apodo, aun cuando no me gusta. Por lo general, todos nosotros, los miembros de la aviación, no creemos mucho en el brillo de los ejercicios militares con uniforme reluciente, aunque aceptemos cualquier entrenamiento que incremente la idoneidad, la tenacidad y la eficiencia de combate del soldado.

La gran resistencia y eficacia en la lucha se está convirtiendo en algo de vital importancia para todos y cada uno de los soldados alemanes. La guerra nos ha impuesto increíbles fatigas y sufrimientos; Rusia nos ha costado el mayor esfuerzo y los más grandes sacrificios. Hace pocos días perdimos Stalingrado; la batalla más espantosa que se ha dado en la historia de la guerra ha terminado de esta manera.

Al dirigir la palabra a mis alumnos, oficiales subalternos, veo el gesto de tristeza que dibujan en sus rostros mientras les
describo brevemente la vasta operación de pinzas que ha dado por resultado el cerco y aniquilamiento del Sexto Ejército Alemán.

Salgo solo a la pista. El regimiento de mi ciudad natal formaba parte del ejército de Paulus; sé que lo integraban muchos de mis condiscípulos y un gran número de muchachos de Hamelin, amigos de mi niñez. Todos fueron arrancados del seno de su madre por un nuevo flautista.

Mirando por sobre la inmensa extensión de nieve, puedo ver las tumbas; las miles y miles de tumbas marcadas
con una cruz de madera, sobre las que cuelgan un casco de acero. Se alargan hasta el infinito en medio del invierno ruso...

Si llegara a derrumbarse nuestro frente oriental, toda Europa quedaría a merced del bolchevismo.

Al mediodía viene el primer ataque de los bombarderos americanos sobre la costa alemana del Mar del Norte. Hace varias semanas que estamos esperándolo. El enemigo vuela en formaciones de pesados aparatos tetramotores Consolidated Liberators y Boeings B 17. Estos últimos se conocen, y con mucha razón, con el nombre de "fortalezas voladoras". Y eso es exactamente lo que son, provistas de armamento defensivo, excepcionalmente pesado, que origina serios problemas a nuestro comando de combate.

Hace meses que nuestro servicio de inteligencia ha estado suministrándonos una corriente constante de informes sobre estos aviones gigantes; poco a poco hemos podido familiarizarnos con todos los detalles técnicos de su funcionamiento. En nuestra calidad de pilotos de combate nos interesamos particularmente en el armamento defensivo que consiste de dieciséis ametralladoras pesadas, dispuestas de tal manera que no queda un solo punto fuera del alcance del aparato.

He pasado horas enteras en conferencias y discusiones con los demás pilotos determinando cuáles son los mejores movimientos tácticos. Con toda rapidez se construyen modelos que se emplean para hacer demostraciones de aproches desde cualquier ángulo y en todas las posiciones. Cada minuto de nuestros ratos de ocio se emplea en hacer infinidad de cálculos de las distintas velocidades posibles en diferentes formas de ataque; se compilan largos cuadros tabulares de tiro, se trazan esquemas y planos y con toda premura se construyen nuevos modelos.

A partir del momento en que nuestras escuadrillas de combate estacionadas en la zona del Canal entran por vez primera en contacto con el enemigo y tienen que combatir con las fortalezas voladoras, continuamente se envían informes a nuestros mejores pilotos de combate para que analicen e interpreten hasta el más mínimo detalle.

Durante las incursiones que hacen sobre blancos en Francia, las primeras fortalezas y Liberators son derribados; de esta manera se rompe el embrujo: el mito de que estos monstruos son invulnerables llega a su fin.

Continúa la instrucción intensiva que se da a las tripulaciones aéreas en las alas de combate e intercepción comisionadas para la defensa del Reich y como preparación para las feroces batallas que se esperan en el futuro.

La construcción de una intrincada red de pantallas de radar y el establecimiento de bases adicionales de control desde tierra, equipadas con estaciones "Y", además de los más modernos equipos de radio han facilitado enormemente la interceptación de aparatos aéreos y la persecución dirigida en extensas zonas.

Para mí resulta obvio que hoy, con el primer ataque en masa a la luz del día que lanzaron los americanos sobre Alemania, se inicia una nueva fase de la guerra en el aire.

Por la noche llamo por teléfono a mi escuadrilla, estacionada en Jever. Dieter Gerhard y el teniente Frey, que actúa como comandante de vuelo por el momento, han derribado sus primeros bombarderos pesados. Allá están que se desbordan de tanta excitación. El sargento Müller fue derribado, pero pudo descender con toda seguridad mediante su paracaídas.

Hago entonces una petición telefónica al comandante de la División para que se me comisione nuevamente en mi escuadrilla. En momentos como éste siento que mi lugar se halla con mis camaradas, y esa misma noche salgo para Jever.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 4:49 pm

4 DE FEBRERO DE 1943

Desde muy temprano, en la mañana, hemos estado esperando, listos para despegar en caso de que suene la alarma. Nuestros radiogoniómetros informan que hay grandes concentraciones de aparatos enemigos sobre la zona del Gran Yarmouth.

Estoy ansioso de ir tras ellos. La moral que hay entre los miembros de la escuadrilla es, sencillamente, soberbia; no hay duda de que cada uno de los camaradas desempeñará su papel lo mejor que sea posible cuando comience la danza.

Las 11:13 horas: despegamos para ir a interceptarlos. Un minuto después estoy en el aire, en formación de vuelo sobre el campo. Los once aparatos que forman mi escuadrilla se cierran uno al lado del otro.

Mensaje de la base: "Pesados nenes en el sector Dora- Nordpol. Vayan a Hanni-ocho-cero".

Quiere decir que los bombarderos se hallan al Este de Leuwarden y que debo subir a 25,000 pies.

Pero sucede que los duendes se dedican a jugar con mi motor, y a 15,000 pies de altura empieza a fallar; no puedo subir más. Llamo a Dieter y éste se hace cargo del mando.

En un acceso de ira, me desprendo de la formación y bajo en espiral a tierra. Los mecánicos abren la cubierta del motor. ¿Qué rayos pasa con mi maldito armatoste?

A grandes alturas, una obstrucción que hay en la bomba impide que el combustible llegue en cantidad suficiente al motor; los mecánicos trabajan como locos para corregir el desperfecto, y trece minutos después vuelvo a estar en el aire.

"Pesados nenes están ahora en Friedrich-Paula".

Ese lugar queda bastante lejos hacia el Sur; abro la válvula y parece que ya trabaja bien la máquina. A 20,000 pies atravieso una capa de nubes. Tengo que alcanzar los aparatos en formación.

Estos malditos van rumbo al sur, como a 150 millas de distancia.

"Siga rumbo dos-cero".

¿Qué quiere decir ahora esto? ¿Por qué debo dar la vuelta y seguir en sentido opuesto? De mala gana viro en redondo y mi pregunta hecha a la base es contestada con órdenes de aterrizar.

Son las 12:58 horas, y dos minutos más tarde los camaradas aparecen en el campo y aterrizan también.

El teniente Kramer, nuestro oficial de control, habla por el teléfono para decirme que los americanos llegaron hasta el extremo sur del Zuiderzee y regresaron rumbo a sus bases sin dejar caer ninguna bomba.

No me queda tiempo ni siquiera para lanzar una maldición. A las 13:08 tengo que despegar nuevamente para hacer un vuelo de patrulla, escoltando a un convoy. Este es un servicio monótono al que he llegado a detestar.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 5:09 pm

26 DE FEBRERO DE 1943

¡Qué día!

Me siento precisamente con ganas de pelear contra un puñado de americanos: el tiempo es ideal, el cielo límpido y completamente azul, sin una sola nube.

Hasta estos momentos todo está en calma en el Gran Yarmouth.

Los pilotos andan ahí afuera, envueltos en mantas y gozando del calor de los primeros soles de primavera; descanso en compañía de ellos y de vez en cuando miro de reojo hacia el cielo.

Los dos grandes magnavoces dejan oir música de baile; todos gustamos de los programas musicales que la estación difusora de Londres dedica a los soldados alemanes. Cuando el locutor empieza a hacer su vieja propaganda, todos reímos irónicamente y se escuchan aplausos.

—¡Cállate la boca, hombre; deja oir la música!

Repentinamente, se detiene la música:

—¡Atención, todos! ¡Atención, todos! ¡El teniente Knoke, al teléfono!

Hablan de la comandancia de la División. Nuevas concentraciones han sido avistadas en el sector Dora-Dora del mapa. De manera que los yanquis están alistándose cerca del Gran Yarmouth para hacer una nueva incursión.

A las 10:50 se nos dan órdenes de estar listos. Los yanquis están cerca de la costa y se dirigen hacia Wilhelmshaven.

10:55 horas: ¡Interceptarlos!

Se cierran las cabinas; los mecánicos operan los arranques y mi motor comienza a rugir; me vuelvo para ver que los demás arrancan también. ¡Sin novedad! Los doce aparatos despegan juntos, en formación. Enciendo el radio y llamo a la base:

—Elbe-uno llamando a Bodo. Elbe-uno llamando a Bodo. Informen víctor.

—Bodo llamando a Elbe-uno. Bodo llamando a Elbe-uno. Víctor, víctor.


La comunicación con tierra está bien. Ascendemos rápidamente a 25,000 pies de altura.

—Pesados nenes en Anton-Quelle-ocho. Permanezcan sobre el aeródromo.

Volteo hacia el norte; nuestros motores dejan gruesas estelas de vapor que rayan el claro azul del cielo. En esos momentos descubro la formación del enemigo que viene de enfrente.

Es un espectáculo impresionante; son cerca de trescientos bombarderos pesados que vuelan juntos en grupo. Parecen un enorme racimo de uvas que brillan trémulas en el cielo.

Reviso mis cañones y ajusto la mira del reflector.

El enemigo en masa se halla todavía a varias millas de distancia, volando en dirección al Sur. Informo a la base de mis observaciones. Allá abajo parecerá todo un colmenar y sonrío al pensar en el tremendo alboroto.

Nos acercarnos más a los bombarderos en formación; ninconscientemente debo haber abierto más la válvula; ya puedo distinguir los aparatos separadamente. La mayoría son Liberators, y dan la impresión de que sus gruesos cuerpos estuvieran preñados de bombas; escojo uno de ellos como blanco.

—Amigo mío, aquí es donde te voy a convertir en picadillo —murmuro yo.

Haré un ataque frontal; el yanqui se halla enfocado al centro de mis miras y rápidamente aumenta su tamaño; toco los botones del disparador que hay en el bastón y siento cómo los proyectiles silban al pasar cerca de mi cabeza. ¡Han abierto el fuego directamente sobre mí! Hago lo mismo oprimiendo ambos botones, pero mi puntería falla y sólo alcanzo a distinguir unos cuantos blancos registrados en su ala derecha.

Al picar para pasarlo, casi rozo la parte de abajo del fuselaje del tetramotor y quedo envuelto en la corriente de las hélices que me zarandea de un lado a otro con tanta violencia que me hacen creer, por momentos, que he perdido la cola de mi avión. Asciendo casi en vertical y corto alejándome hacia la izquierda; las balas me persiguen desagradablemente cerca.

¡Al diablo con toda esta cantidad de metal que hay en el aire!

Trescientos bombarderos pesados llevan un armamento total de 4,800 ametralladoras de tipo superpesado; aunque solamente una de cada diez tiene oportunidad de disparar, eso significa, sin embargo, que tenemos que pasar una cortina de fuego terrible.

Regreso para hacer un segundo ataque frontal, pero esta vez lo hago desde un plano un poco más bajo; mantengo ininterrumpidamente el fuego hasta que materialmente tengo que desviar la dirección para evitar el choque. En esta ocasión mis ráfagas hacen blanco.

Desciendo hasta muy abajo y al dar la vuelta veo cómo se extienden las llamas en la parte inferior del fuselaje de mi Liberator que se aparta de la formación en un amplio viraje hacia la derecha.

Dos veces más entro al ataque, esta vez picando desde arriba de la cola del tetramotor. Confronto el fuego cerrado de defensa. Mi avión se estremece con el retroceso de los dos cañones y las ametralladoras de 13 milímetros; veo cómo los proyectiles de mis cañones estallan a lo largo de la parte superior del fuselaje y el ala derecha, y con ambas manos me aferro al bastón.

El fuego se extiende sobre el ala derecha; el motor interior deja de funcionar y repentinamente el ala se rompe y desprende totalmente; el cuerpo del monstruo herido se hunde verticalmente, girando hasta perderse en el abismo. Una larga estela de humo negro marca su descenso.

Uno de los tripulantes intenta saltar, pero su paracaídas está en llamas. ¡Pobre diablo! El cuerpo da un salto mortal y cae a tierra como una piedra.

A una altura de 3,000 pies se produce una tremenda explosión que hace que se desintegre el fuselaje que va girando; fragmentos de los despojos en llamas caen en una finca, como a dos o trescientas yardas del aeródromo de Zwischenahn, y el tanque de combustible, que estalla, prende fuego a los edificios de la finca.

En terrorifico vuelo de picada, sigo a mi víctima y aterrizo en la pista que hay allá abajo; corro hasta el lugar de los hechos y encuentro una multitud de gente que está tratando de apagar el fuego que ha invadido la casa habitación de la finca; me uno al rescate y saco muebles, animales y maquinaria de los edificios en llamas. El humo me ciega y sofoca, y mi traje de vuelo queda todo chamuscado con el fuego mientras arrastro un cerdo bien gordo, jalándolo de las patas traseras y haciéndolo que chille como loco hasta sacarlo de la zahurda que se halla completamente invadida por las llamas. Logramos salvar la casa y los graneros.

Los despojos del Liberator quedan esparcidos sobre todo un terreno para ganado; la explosión lanzó al aire a toda la
tripulación y sus cadáveres despedazados descansan a un lado de los restos humeantes del aparato.

Como a cien yardas de distancia encuentro el asiento del capitán y el volante. Una muñequita, que evidentemente era la mascota, permanece sentada, sin haber sufrido el menor daño, entre las ventanillas de la cabina. que están hechas trizas.

Una hora después aterrizo en Jever; mis hombres me llevan en hombros hasta el punto de dispersión. Esa fue mi cuarta victoria en combate, durante mi misión 164 de guerra, con lo que completé 1,004 vuelos desde que comencé a recibir instrucción del sargento Van Diecken.

Se acreditó a Dieter el derribo de su séptimo oponente; fue su segundo bombardero pesado. Además, Raddatz, Wenneckers y Dobrick derribaron una fortaleza cada uno; por lo tanto, el saldo fue de cinco victorias en combate para la escuadrilla sin haber sufrido ninguna baja.

Inevitablemente pienso en los cadáveres de la tripulación americana. ¿Cuándo nos llegará el turno? Esos hombres comparten con nosotros la gran aventura de volar. Separados momentáneamente por la barrera de la guerra, llegará un día en que la muerte nos vuelva a reunir en el aire.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 5:16 pm

28 DE FEBRERO DE 1943

El teniente Gerhard y yo pasamos toda la noche juntos, sentados en mi cuarto. Los americanos nos tienen confundidos; la cuestión es ésta: ¿Qué vamos a hacer con ellos?

Dieter tiene una brillante idea: ¿Por qué no tratamos de utilizar nuestros propios aparatos para dejar caer bombas sobre las formaciones en vuelo cerrado de los americanos?

Empleamos toda la noche en calcular velocidades y trayectorias. Ambos llegamos a la misma conclusión: que podría obtenerse el resultado deseado mediante la descarga simultánea de bombas desde una escuadrilla en formación cerrada que volara por encima de los bombarderos en masa de los americanos; esto podría ir seguido de un ataque de índole más ortodoxa, en el cual se emplearan las armas con que contamos en la actualidad.

El Messerschmitt 109 G puede llevar una carga de 500 libras. Así que podría acondicionarse para transportar cuatro bombas de 100 libras o una sola de 500; o también una serie completa de pequeñas bombas, como las que acostumbraba lanzar sobre la cabeza de los Ivanes en Rusia.

Se necesitaría una espoleta de quince segundos; la altura para descargar las bombas sería de 3,000 pies sobre
la formación del enemigo que sirviera de blanco. Por la mañana, me presento al comandante y le expongo nuestros proyectos. Cree que es una broma y empieza a reirse; sin embargo, cuando lo convencen nuestras repetidas insistencias, acuerda en respaldar el proyecto ante la jefatura de División.

Por la tarde, y después de que el comandante ha telefoneado, vuelo al Cuartel General de la División que se halla establecido en Stade. El General Schwabedissen y el Coronel Henschel (que tiene a sus órdenes a los pilotos de combate) escuchan lo que tengo que decirles y convienen en prestar su apoyo.

En seguida someto a aprobación una requisición por cien bombas de práctica, de 100 libras cada una; mecanismos de descarga para todos los tipos de bomba y aparatos especiales para cargarlas en los aviones. Del Comando de Servicio Aéreo solicito también autorización para usar, una hora todos los días, un avión que arrastre el blanco; si posible, de preferencia un JU 88. Este aparato, cuya velocidad es aproximadamente igual a la de las fortalezas, deberá llevar remolcando un ''drogue'' de diez pies que utilizaremos como blanco en las prácticas de bombardeo.

No se pierde tiempo para poner en práctica mi plan; el mismo coronel Henschel no se separa del teléfono hasta que terminan de hacerse todos los arreglos necesarios con el Comando Regional Aéreo (Luftgaukommando) que suministrará
el equipo necesario.

Durante los próximos días aprovecharemos cuanta oportunidad se nos presente para perfeccionar la precisión de nuestro vuelo en formación cerrada.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 5:20 pm

8 DE MARZO DE 1943

Cuarenta y ocho horas después de mi visita al Cuartel General de la División, llegan tres camiones pesados con las bombas de práctica. El resto del equipo nos llegó hoy en la mañana.

Mientras tanto, la escuadrilla se ocupa de prácticas de vuelo en formación que se efectúan todos los días. Todos mis pilotos son idóneos y experimentados, y pronto adquirimos un alto grado de perfección; podemos volar juntando los extremos de las alas, con tal seguridad que parece que una enorme tabla vuela en el aire; todas las maniobras se ejecutan con inteligencia, habilidad y precisión, incluyendo aterrizajes por secciones en formación.

Con estos propósitos se me comisiona en servicio especial, separado del escuadrón, que hace pocos días fue enviado para utilizarlo exclusivamente como unidad táctica en las operaciones contra las formaciones en masa del enemigo. Hasta tengo mi propio control "Y".

Por la tarde, Dieter y yo dejarnos caer nuestras primeras bombas de práctica sobre el blanco que arrastra el JU 88. Los primeros resultados están muy lejos de ser satisfactorios, pero debemos recordar que Roma no fue construída en un solo día.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 5:23 pm

10 DE MARZO DE 1943

Todo el día lo dedicamos a bombardeos de práctica en el campo de tiro de Zwischenahn. Estoy encantado con los progresos que hemos alcanzado.

12 DE MARZO DE 1943

Acaban de llegarnos las primeras bombas efectivas; la flotilla está ahora lista para emprender su nueva tarea.

16 DE MARZO DE 1943

Todos los mecánicos trabajan con ahinco, practicando la mejor forma de cargar las bombas en los aparatos en el menor
tiempo posible. Son extraordinariamente hábiles en su tarea y me siento encantado de ver su gran entusiasmo. Realmente son buenos muchachos.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 5:35 pm

18 DE MARZO DE 1943

Durante la mañana, Dieter y yo lanzamos, cada uno, cuatro bombas de práctica de 100 libras y la tercera que dejo caer da exactamente, con toda precisión, en el blanco.

Sin ninguna advertencia previa, a las 14:12 horas se reciben órdenes de entrar en acción. Debemos atacar e interceptar una formación de bombarderos pesados que se aproximan a las costas; la orden de despegue es dada con tal premura que no hay tiempo de cargar los aviones con bombas.

Antes de cerrar su cabina, Dieter me llama y dice que quiere derribar hoy al jefe de la formación de aviones enemigos. Le pregunto, riéndome, si los yanquis han dado recientemente en pintar las alas de sus aviones con las insignias de su grado.

A una altura de 25,000 pies, en la zona de Heligoland, hacemos contacto con el enemigo; dirijo la escuadrilla en formación cerrada para un ataque frontal.

Abro el fuego contra un Liberator desde un plano inferior; inmediatamente se incendia y se aparta hacia la derecha, abandonando la formación; entro nuevamente al ataque desde arriba de su cola y doy la vuelta otra vez para hacer otro ataque frontal, disparando del frente y abajo del Liberator que se clava en inclinación pronunciada. Nunca he tenido mejor puntería. Repentinamente se produce una explosión y el aparato en llamas se desintegra en una lluvia de despojos que vuelan por sobre mi cabeza; hay momentos en que corro el peligro de chocar contra los motores o las alas que giran descendiendo en llamas. Esto sería un completo desastre para mí. Actuando con suma rapidez, cambio el bastón hacia el extremo izquierdo y entro en picada; el fuselaje del Liberator que cae pasa a unas cuantas pulgadas de distancia en su carrera descendente al abismo. Se hunde en el mar, como a doce millas al sureste de Heligoland.

Ese fue mi quinto derribo.

Me elevo una vez más a 25,000 pies para llevar a cabo otro ataque contra la formación en masa del enemigo.

Repentinamente siento que mi corazón ha dejado de palpitar...

Dieter se halla en medio de la formación yanqui y mantiene firme su aparato sin cambiar de rumbo. Hace pocos minutos que su primer Liberator cayó al abismo; ahora quiere hundir al jefe en el Mar del Norte. Parece que el muchacho ha perdido el seso; sigue obstinado tras la cola de una fortaleza, disparando ininterrumpidamente contra ella mientras los proyectiles convergen hacia él de todas partes.

Debe haberse vuelto completamente loco.

Desciendo por entre la formación hacia Dieter, disparando indistintamente contra cualquiera de las fortalezas que vuelan en la proximidad.

De pronto Dieter se desprende en pronunciado vuelo en picada; tres mil pies abajo, su aparato comienza a emitir una estela de humo. Abre la cabina, con dificultad se alza en su asiento y un instante después está en el vacío; se abre su paracaídas y cuando paso volando cerca de él, noto que en su rostro hay un gesto de dolor; se oprime el cuerpo... Dieter está herido.

Quince minutos después cae al mar, en el sector marcado en el mapa con las letras U-R-9. Logra deshacerse del paracaídas, su bote de hule se infla y en un esfuerzo, arrastrándose, entra en él. Vuelo muy bajo pasando por encima del sitio donde está y le hago señales con la mano, pero no me responde; parece que ha quedado sin conocimiento o sufre agudos dolores; probablemente lo han herido en el estómago.

Inmediatamente aviso por radio la posición de nuestro camarada derribado y pido que se le presten los auxilios necesarios; después regreso y aterrizo. La noticia conmueve a los mecánicos y por mi parte no experimento ninguna alegría por el éxito que he tenido.

Si pudieran rescatar vivo a Dieter...

Volando solo regreso al mar; los demás no han regresado todavía. Ya no encuentro a Dieter. Es probable que una de las lanchas de auxilio que patrullan la zona haya notado su descenso en paracaídas y se apresuró a recogerlo.

Llega la noche y todavía no hay ninguna noticia del teniente Gerhard. En su guardarropa hay una botella de brandy, otra igual hay en el mío; una vez convenimos en que estas botellas se las beberían los muchachos en memoria de aquel que fuera el primero en no volver de alguna misión. ¿Qué le habrá pasado a Dieter?

A medianoche llama el teléfono en mi cuarto. El teniente Dieter Gerhard fue encontrado por una de las lanchas de auxilio. Ha muerto. Lentamente cuelgo el audífono... Dieter ha muerto... y era mi mejor amigo.

Saco la botella del guardarropa y voy a ver al teniente Frey, que está en su cuarto con su esposa y con Lilo. También ellos han estado en ansiosa espera de noticias respecto a Dieter. No tengo que decir nada. Paso la botella la Frey y les digo:

—Vengan, vamos a tomárnosla. Todos sentimos lo mismo, pero esto fue lo convenido con Dieter y así se hará.
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Mensaje por gerkamp » Mar Abr 26, 2011 5:40 pm

19 de marzo de 1943

Llevaron a Dieter a Cuxhaven y tendieron su cadáver en el depósito del hospital que hay allá. He ordenado que me hagan una gran corona que mis hombres colocan en un Fieseler Storch, en el cual volaré solo para ir a ver a Dieter.

Mi ruta atraviesa el Jadebusen y el amplio estuario del Weser. El agua brilla como un espejo; está en completa calma; los reflejos del sol naciente se extienden en anchas fajas de flaca que llegan al horizonte; hacia el Norte queda el mar abierto, de donde trajeron el cuerpo de mi camarada desaparecido.

Aterrizo en un pequeño aeródromo que hay cerca del hospital y llevo mi corona hasta la capillita donde descansa Dieter bajo su mortaja, en el centro de un cuarto frío y blanqueado con yeso. Alguien lo descubre. El joven alto y distinguido yace frío e inerte; parece que está dormido, que su cuerpo fornido descansa, agotado por el esfuerzo de la última batalla y el salto final. Tiene los ojos cerrados y sus facciones dibujan un gesto de desafío.

Adiós, Dieter, te has ganado el descanso después de pelear y morir por nuestra amada patria alemana; fuiste mi mejor
amigo y nunca te olvidaré. Ahora, solo, continuaré luchando en esta gran batalla por Alemania, misma que nosotros empezamos juntos, fieles al mismo juramento de servirla que ambos prestáramos.
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