Mensaje
por José Luis » Mar Jul 11, 2006 5:51 pm
¡Hola a todos!
A estas alturas del debate que estáis manteniendo -formalmente respetuoso, como debe ser-, me gustaría hacer unas cuantas consideraciones.
1) En primer lugar, este tipo de preguntas (¿quién o cuál fue el-la mejor...?) tiene respuestas que siempre están limitadas por su relativismo intrínseco. Una fuerza aérea en un momento determinado es siempre el resultado provisional y mutable de un largo proceso temporal con multitud de factores incidentales. Analizar la preparación y eficacia del arma aérea de un país a lo largo de una guerra como fue la IIGM tiene, pues, muchas lecturas.
Francia fue la causante fundamental de la superioridad aérea conseguida por los aliados en la etapa final de la Gran Guerra. Hasta principios de la década de 1930, los franceses seguirían siendo los líderes europeos en tecnología aérea. Ese liderazgo cambió a manos alemanas a mediados de esa década, pero las razones de ese cambio fueron fundamentalmente políticas y económicas. Sería provechoso no olvidar que mientras Alemania rearmaba y expandía sus ejércitos a un ritmo progresivamente vertiginoso desde la llegada de Hitler al poder –ritmo no condicionado ni limitado por el factor político-, en Francia y Gran Bretaña (y en Estados Unidos en América) el desarrollo armamentístico no sólo estaba limitado por los condicionantes económicos (como el caso alemán), sino por la política de contención. En este sentido, pues, no ha de extrañar que cuando comenzó la guerra en 1939, la Luftwaffe estuviera muy por delante, en general, de las fuerzas aéreas francesa y británica. Era fundamentalmente un resultado acorde a las diferentes dotaciones de presupuestos en esos países.
2) En segundo lugar, hay que considerar la gran estrategia adoptada por los líderes políticos de esos países, pues de las diferentes formas de prever el alcance de una posible guerra resultarían las diferentes posibilidades del desarrollo armamentístico. Nuevamente hay aquí una relación clara entre capacidades de recursos humanos, financieros y materiales, por una parte, y el grado de su explotación, por otra. En este aspecto, la estrategia de guerra corta prevista por Hitler determinaría en gran medida el rumbo final de la Luftwaffe escogido por su liderazgo.
Hay aquí un par de “detalles” que, en principio, podrían paliar el grado de incompetencia demostrado por el trío de ases en la dirección de la Luftwaffe: Göring, Udet y Jeschonnek (evito intencionadamente formar un póker con Milch). Se trata de la reiterada declaración de intenciones de Hitler a lo largo de los turbulentos años treinta de evitar por todos los medios posibles un conflicto armado con Gran Bretaña. Si una guerra contra ese imperio estaba desechada en principio, la opción por el desarrollo de un arma aérea eminentemente táctica no era aparentemente una mala elección del liderazgo de la Luftwaffe. Conseguir la superioridad aérea, realizar misiones estratégicas de corto alcance y apoyar a las fuerzas terrestres en el teatro de operaciones eran unos objetivos totalmente razonables y que la Luftwaffe estaba en disposición de llevar a cabo. Pero al estar el objetivo estratégico de Hitler en una potencial guerra (que, por otra parte, él sabía cierta, pues trabajaba para ella desde su llegada al poder) supeditado y, en esencia, ceñido a su último logro ideológico-político de la consecución de “espacio vital” en el Este, la limitación de la Luftwaffe a un arma esencialmente táctica era un lastre fatal para su futuro y, por ende, para el destino final de la Wehrmacht. Wever, el primer jefe del EMG de la Luftwaffe, había previsto ese condicionante y por ello había impulsado la creación de un bombardero pesado de gran alcance que, no en vano, había denominado “bombardero de los Urales”. Frecuentemente se achaca la frustración de ese proyecto a su desgraciada muerte en accidente de avión en 1936, pero yo tengo mis dudas de que, de seguir vivo, ese proyecto siguiera adelante. Con Hitler los proyectos a largo plazo eran de difícil realización. Hitler era un jugador de damas, no de ajedrez.
El estadista y el planificador militar deben preparar y armar a sus ejércitos de acuerdo con los previsibles teatros de operaciones y enemigos a derrotar. También deben preparar a su nación para el constante esfuerzo humano y material que estimen demandará esa guerra, en base a factores de tiempo y espacio. Retrospectivamente, Hitler fracasó en este sentido de forma absoluta. En la realidad, ese fracaso se hizo patente al naufragar su estrategia de guerra corta en el Frente Oriental al finalizar el otoño de 1941. La guerra ya no podía seguir siendo la partida de damas que inició Hitler el 1 de septiembre de 1939, sino la partida de ajedrez que habían comenzado a elaborar Churchill y Stalin. La Luftwaffe se había quedado sin peones entre 1939 y 1941 para poder jugar en igualdad de condiciones esa larga y compleja partida.
Recapitulando este punto, la Luftwaffe se había preparado para ser la fuerza aérea táctica más poderosa del mundo al comenzar la guerra, pero se había preparado para una guerra corta en un teatro limitado. Cuando la guerra perdió esas dos limitaciones, la Luftwaffe comenzó a perder su liderazgo.
3) En tercer y último lugar (pues ya me estoy extendiendo bastante más de lo necesario), dejando a un margen el error en las estimaciones estratégicas y sus terribles consecuencias, la Luftwaffe también fracasó en el esfuerzo productivo de sus aviones de combate escogidos. Las cifras de producción de la Luftwaffe para los años 1940-1942 son realmente escandalosas si se comparan (aunque sea proporcionalmente en base a las diferentes capacidades) con las de sus principales oponentes, la RAF y la VVS. Y el motivo de este fracaso tiene desgraciadamente (y no tan desgraciadamente) nombres y apellidos: Adolf Hitler, Hermann Göring, Ernst Udet y Hans Jeschonnek. Esto no merece mayor discusión: baste ver los resultados del esfuerzo productivo alemán del período 1943-1944 con los de 1940-1942.
Hay muchos otros factores a tener en cuenta, entre ellos el desarrollo y producción de la aviación de transporte (un requisito elemental para una guerra que se iba a “eternizar” en el espacio), y las increíbles decisiones del liderazgo alemán en la cuestión del entrenamiento de tripulaciones y utilización bélica del personal de adiestramiento.
En general, el dibujo que traza la línea evolutiva inicial en el desarrollo organizacional, técnico y armamentístico de la Luftwaffe es, fatalmente para el interés alemán, inverso al mostrado en el campo aliado. Cuando se quiso rectificar esa anomalía con cambios en la dirección y organización de la Luftwaffe y en su industria de armamentos era ya demasiado tarde.
Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)