El blanqueo de un científico del III Reich

Los juicios de Núremberg, las nuevas fronteras

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El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Dom Oct 12, 2008 4:39 pm

INTRODUCCIÓN

El título de este tema, que describe el caso de un presunto criminal de guerra, podría haber sido Impunidad asegurada por tres Estados, puesto que Walter Schreiber logró eludir acusaciones bajo el patrocinio soviético primero, auspicio norteamericano después, y recepción argentina por último.

Este higienista y bacteriólogo alemán estuvo al frente de los departamentos de ciencia y salud de la inspección médica de la Wehrmacht, y más tarde, como director del departamento científico de la Academia Militar de Medicina, tuvo a cargo los institutos científicos de esa institución. A la luz del desempeño de esta última función fue buscado inicialmente bajo la sospecha de haber realizado o promovido experimentos con humanos. Sin embargo, debido a la colaboración como testigo en los juicios de Nuremburgo y a la ayuda prestada a la contrainteligencia norteamericana en la cooptación de ex ingenieros químicos del régimen nazi con los que había mantenido contacto en la zona oriental (vale decir soviética), no fue acusado ni enjuiciado por crímenes de guerra.

Schreiber ingresó a los Estados Unidos contratado por la fuerza aérea de ese país. Cuando el higienista fue identificado, entre otros, por una ex-víctima del campo de concentración en Ravensbrück, se convirtió en un estorbo político para las autoridades norteamericanas. Ante la imposibilidad de permanecer en los Estados Unidos, la búsqueda de un nuevo país en donde radicarse contó con la asistencia oficial.

El caso pone de relieve tres aspectos: a) la competencia entre Aliados y neutrales por los despojos científicos del Tercer Reich, b) el empeño puesto por los Aliados, más precisamente los Estados Unidos, para que la Argentina y otros Estados americanos acogieran a colaboracionistas y nazis sin reparar demasiado en su actuación previa, c) la falsedad de la versión unilateral que señala la lenidad del gobierno argentino de la inmediata postguerra como causa principal (si no única) del escape de presuntos criminales de guerra. Respecto del último punto, es legítimo suponer que no hubo distancias siderales entre los Aliados y Argentina en los estándares de admisión de mano de obra alemana, Schreiber fue reclutado junto a otros miembros con pasado nazi y probablemente criminal por el Proyecto Paperclip, la organización estadounidense de cooptación de científicos, técnicos y servicios de inteligencia.

La fuente es el examen pormenorizado del historiador Ignacio Klich en “El ingreso a la Argentina de nazis y colaboracionistas”, en Ignacio Klich y Mario Rapoport (editores), Discriminación y racismo en América Latina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1997.


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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Lun Oct 13, 2008 5:26 pm

ANTECEDENTES DEL MÉDICO MILITAR

Formado en la universidades de Greisfwald, Königsberg y Berlín, Walter Schreiber ingresó al cuerpo médico del ejército alemán en marzo de 1921, terminando su carrera en abril de 1945 con la derrota del Tercer Reich. Para ese entonces el higienista detentaba el rango de comandante general del servicio médico (Generalarzt), además de ser miembro del Consejo de Investigaciones del Reich (Reichsforschungsrat), ente presidido por Hermann Göring. Durante sus veinticuatro años como médico militar, Schreiber trabajó en epidemiología y bacteriología. En particular, durante los primeros años de Hitler en el poder, Schreiber fue oficial inspector de higiene, encabezando un laboratorio en el que se realizaban un promedio anual de 33.000 análisis bacteriológicos, serológicos y de higiene.

En el par de años previos al comienzo de la Segunda Guerra, Schreiber se desempeñaba como jefe del Instituto de Higiene y Bacteriología de la Academia Médica del Ejército, y consultor en asuntos de higiene del principal oficial médico alemán. Luego participó en la ocupación de Francia como médico de división y principal oficial de higiene, con base en Fontainebleau. También acompañó a las tropas alemanas en los Balcanes, dirigiendo la implementación de medidas preventivas para evitar epidemias allí. El papel de Schreiber en unidades de combate le valió la promoción en marzo de 1942 a la dirección del Departamento de Ciencias y Sanidad en la central berlinesa del Alto Comando del Ejército, y en agosto de 1943 a la jefatura del grupo científico (Lehrgruppe C) de la Academia Médica del Ejército. En esta última, Schreiber estuvo a cargo de todos los institutos científicos.

Los datos de los párrafos precedentes fueron extraídos de los interrogatorios realizados por el servicio de inteligencia del Ejército Estadounidense y de las declaraciones del médico en el tribunal de Nuremburgo. No obstante el contacto de Schreiber con el personal norteamericano, primero, en la caída de Berlín, fue capturado por los soviéticos, quienes lo retuvieron hasta septiembre de 1948. En agosto de 1946 Schreiber compareció ante el tribunal internacional militar no como encausado, sino como testigo de la acusación en los juicios de Nuremburgo, cubriendo su testimonio los preparativos del Tercer Reich para la guerra bacteriológica y los experimentos llevados a cabo en campos de concentración.

En el tribunal varios de los encausados y demás testigos mencionaron a Schreiber como responsable de facilitar materiales y fondos para la implementación de experiencias funestas, como así de su evaluación, supervisión y seguimiento, aunque nunca de haber llevado a cabo experimentos criminales directamente en la población involuntaria de los campos de concentración. De acuerdo a los testimonios, el higienista estuvo vinculado a experimentos sobre tifus, ictericia, fiebre amarilla, hipotermia, edema gaseoso y eutanasia. Antes de abordar consideraciones políticas de la protección de Schreiber por soviéticos y estadounidenses, conviene hacer un recorrido por lo surgido en Nuremburgo respecto de dichos experimentos, sus consecuencias y la evidencia incriminatoria.


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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Mar Oct 14, 2008 4:51 pm

INDICIOS DE PARTICIPACIÓN CRIMINAL

La evidencia presentada en el tribunal incluía copias de dos intercambios epistolares entre Schreiber y el Profesor Eugene Haagen, ambos de junio de 1944, referentes a experiencias llevadas a cabo en el campo de concentración de Natzweiler, y destinadas a producir una vacuna activa contra el tifus y la ictericia infecciosa. En esa correspondencia Haagen solicitaba recursos humanos y materiales, concediéndole Schreiber todo lo solicitado. En el proceso murieron 50 de los prisioneros inoculados.

Otros de los experimentos sobre tifus, éstos a cargo del Dr. Erwin Ding-Schuler, le costaron la vida a más de 210 personas en Buchenwald, 600 según una fuente, amén de impulsar al propio Ding a suicidarse tras confesar los crímenes en los que había tomado parte a instancias de sus superiores. El papel del higienista fue mencionado en el veredicto de uno de los juicios. Allí se señaló la presidencia de Schreiber de una reunión de consultores médicos de la Wehrmacht en la que Ding informó de sus actividades en mayo de 1943. En ella Schreiber dio por concluida la discusión del costado ético de las experiencias ante los planteos de uno de los presentes (luego condenado a cadena perpetua en Nuremburgo, conviene aclarar). Teniendo en cuenta que el grueso de las muertes en Buchenwald acontecieron luego de esa reunión, Schreiber no sólo habría contribuido inicialmente a encubrir la naturaleza de tales experiencias sino a instigar su continuación también. Además, Shcreiber es nombrado en una carta presentada al tribunal en donde se sugiere el seguimiento y participación activa en los experimentos en Buchenwald referentes a la fiebre amarilla.

Schreiber también parece haber tenido cierta responsabilidad por los experimentos para hallar un tratamiento efectivo de quienes habían estado expuestos a muy bajas temperaturas. Los sujetos involuntarios de esos experimentos en Dachau fueron expuestos por distintos procedimientos a bajas temperaturas, por ejemplo hasta tres horas en agua congelada, insuflándose luego calor en sus cuerpos. Los resultados de las experiencias mortales en varios casos fueron presentados por el Dr. E.Holzlohner ante una interesada audiencia de médicos militares que también incluía a Schreiber, según la declaración de un testigo ocular. Luego de la reunión, Schreiber invitó a Holzlohner a efectuar una segunda presentación ante los consultores médicos de la Academia Médica del Ejército; esa sesión, llevada a cabo en los primeros días de diciembre de 1942, estuvo presidida por el mismo Schreiber.

Posiblemente la evidencia más incriminadora presentada en Nuremburgo tenía que ver con los experimentos para reducir la mortandad por causa de edemas gaseosos entre heridos tratados con un suero específico. Después de una rápida recuperación, se había observado que los receptores de tal suero morían inexplicablemente, sospechándose que ello pudiera deberse al fenol que éste contenía. En consecuencia, en una reunión presidida por Schreiber a fines de 1942 se le ordenó a dos médicos la realización de experimentos de eutanasia con fenol en los que hasta cinco prisiones murieron instantáneamente en Buchenwald.

En otra investigación para determinar la efectividad de las sulfamidas en el tratamiento de heridas, Schreiber habría sido accesorio en las experiencias llevadas a cabo por el Dr. Karl Gebhardt en el campo de Ravensbrück durante 1942-1943. Con el propósito de recrear los efectos de heridas en combate, las víctimas de estos experimentos fueron lastimadas de ex profeso, infectándosela luego con bacterias tales como el estreptococo y el tétano, y agravándose su condición por contacto con vidrio molido y virutas. En mayo de 1943, Gebhardt presentó un informe de los resultados del tratamiento con estos antibióticos a una reunión de consultores médicos en la Academia Médica del Ejército. Schreiber habría recibido antes de la presentación datos de los experimentos por conductos oficiales. Luego de la reunión, Gebhardt, posteriormente condenado a muerte en el juicio, retornó a Ravensbrück para proseguir con su investigación, tal cosa le costó la vida a tres mujeres.

A partir de las declaraciones y de los documentos presentados en los juicios, está claro que el médico militar bien pudo haber tenido cabida dentro de la categoría de accesorio de crímenes de guerra, si no otras. En la práctica la flaqueante voluntad política de los Aliados hizo que el número de enjuiciados fuese menor al potencialmente comprendido por la legislación. En suma, mientras Siegfried Handloser, el inmediato superior de Schreiber, fue condenado a cadena perpetua, y varios de los experimentadores se habían hecho pasibles en los juicios a la pena de muerte, o a cadena perpetua, el higienista parece haber eludido toda acusación dada la inmunidad que consiguió como testigo soviético inicialmente, y por la colaboración prestada a los norteamericanos después.


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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Mié Oct 15, 2008 3:31 pm

DEL ESTE AL OESTE

En abril de 1945, tras la toma de la capital del Tercer Reich por tropas soviéticas, el general Schreiber es capturado y enviado inicialmente a Polonia, más tarde a la Unión Soviética. Según Alexander Hardy, uno de los fiscales norteamericanos involucrados en la preparación del enjuiciamiento como criminales de guerra a médicos del régimen nazi, Schreiber fue buscado sin ser localizado hasta que apareció en Nuremburgo como testigo soviético en agosto de 1946. Como ya se ha dicho, en el tribunal su testimonio abarcó los planes para la guerra bacteriológica y las investigaciones con los detenidos en los campos de concentración. El deseo de los fiscales norteamericanos de interrogar al higienista como futuro testigo o posible acusado de crímenes de guerra no pudo concretarse, su estadía en Alemania no excedió de tres días en esa ocasión y regresó de inmediato con su escolta soviética a Moscú.

Tras esa experiencia, y dos cursos para médicos y otros prisioneros de guerra en la Unión Soviética, Schreiber fue enviado al sector oriental de Alemania en octubre de 1948. Habiéndose mencionado su nombre como futuro ministro de Salud Pública de la zona bajo ocupación soviética, se le ofreció en cambio el cargo de director médico de la policía de Alemania oriental. En sus declaraciones a los norteamericanos, Schreiber aseguró que declinó las dos ofertas, en particular la segunda. Tras conversaciones con los líderes germanos orientales Walter Ulbricht y Kurt Fischer, el insistente deseo del higienista de culminar su vida profesional como hombre de ciencia le redituó un ofrecimiento en la Universidad de Liepzig. No obstante ello, un posible descuido de sus captores facilitó la huida a Berlín, allí Schreiber se puso en contacto de inmediato con el Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército Norteamericano (de aquí en más CIC).

El CIC no sólo evacuó al higienista a la zona de ocupación estadounidense a fines de octubre de 1948, sino que además le suministró una nueva identidad para protegerlo de posibles represalias soviéticas y lo empleó como médico también. Por los próximos tres años Schreiber gozó de la protección norteamericana en Alemania. Interrogado durante el primero, el higienista “se mostró altamente dispuesto a cooperar y ofreció informes detallados y exactos sobre todos los temas”, a juzgar por un informe del CIC, elevado al Director de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército Norteamericano en Washington.

Investigaciones ulteriores permitieron comprobar que la información suministrada por el protegido del CIC, ahora conocido como Fischer, era “enteramente exacta y confiable”. Si la documentación consultada es verdaderamente representativa de los interrogatorios al higienista, la alusión al detalle y exactitud de Schreiber respecto de toda la gama de temas de los que fue interrogado permite pensar en ocultamiento del CIC de detalles cruciales de sus funciones durante el Tercer Reich. Dicho de otro modo, la evidencia revela al CIC más interesado en ciertos aspectos, por ejemplo de aquello que el higienista habría observado durante su permanencia en la Unión Soviética y su zona de ocupación en Alemania, evitando hurgar demasiado alrededor de la información incriminatoria de su actuación en el régimen nazi. Por otra parte, el CIC privilegió lo que Schreiber declaró en Nuremburgo, no lo que otros dijeron sobre el papel del médico en los experimentos, nada de lo dicho en el capítulo anterior aparece en los resúmenes biográficos de Schreiber preparados por sus interrogadores estadounidenses.


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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Jue Oct 16, 2008 3:36 pm

UN COLABORADOR EFICIENTE

Según los documentos estadounidenses el higienista renunció a la jefatura del Departamento de Ciencia y Sanidad del Alto Comando del Ejército alemán “cuando se solicitaron medidas contrarias a la ética médica”. A decir verdad, mucho antes de la preparación de las biografías, el Ejército Norteamericano dio muestras del futuro blanqueo de la actuación de Schreiber en la Alemania hitleriana. Al mes de extender su manto protector al higienista, presentó a Schreiber en rueda de prensa. En esa ocasión, la casi totalidad de las intervenciones del médico cubrieron su estadía en la Unión Soviética y en la zona oriental alemana. Consultado por su participación en Nuremburgo, uno de sus custodios contesto en su lugar que “el doctor jamás tomó parte en ninguna de esas intervenciones. El conocimiento que adquirió sobre ellas lo obtuvo a partir de documentos que le llegaron a sus manos en virtud de su posición, o en convenciones médicas”. De atenernos a la declaración del custodio, el general habría sido un miembro meramente pasivo de la Academia Médica del Ejército y del Consejo de Investigaciones Científicas del Tercer Reich.

El aporte de Schreiber al banco de conocimientos norteamericanos no se limitó a los programas médicos y de estudios soviéticos. Sus méritos también incluían haber asistido a sus protectores estadounidenses “a localizar antiguos ingenieros químicos del régimen nazi y a otros individuos con los que había mantenido contacto en la zona oriental”. Es por ello que la ayuda de Schreiber, y la información que éste y sus ex-colaboradores suministraron a la División Química del Comando Europeo de los Estados Unidos sobre planes del Tercer Reich en materia de gases venenosos, impresionaron muy favorablemente al CIC.

En lo que a su filiación política se refiere, el CIC enfatizó el hecho de que el higienista era un hombre de “elevados principios, por no haber sucumbido pese a los tres años y medio de intenso adoctrinamiento soviético”. Lo mismo certificó el Coronel G. D. Ingraham, comandante del campo en que Schreiber/Fischer se desempeñaba como médico, según este comandante, el higienista “no aboga en favor del comunismo, ni lo aprueba”, habiendo demostrado “su lealtad política a través de su cooperación con la División de Inteligencia, Comando Europeo, al aportar información de gran valor” sobre la Unión Soviética. En cuanto al nazismo, Ingraham sostuvo que no creía que Schreiber hubiese simpatizado con esa ideología. En septiembre de 1951, el informe de seguridad emitido por la Oficina del Alto Comisionado de los Estados Unidos para Alemania proporcionaba otra capa blanca sobre los antecedentes de Schreiber, en él se certificaba que el higienista y su familia carecían “de vínculos con el antiguo gobierno alemán”. No escapaba al conocimiento del signatario de ese informe, el Teniente Coronel Harry Smith, la pertenencia de la esposa del higienista –Olga Schreiber- a la rama femenina del NSDAP. Para 1951, si no antes, las filiaciones pasadas no eran más que pequeñeces.

Ya desde fines de 1949, la División de Inteligencia del Comando Europeo del Ejército Norteamericano buscaba el reasentamiento de Schreiber, preferentemente fuera de Europa. Dado que éste no representaba “una amenaza para los Estados Unidos, como así también en virtud de la riqueza de la información” que había suministrado, se lo recomendaba para su utilización en los Estados Unidos. No parece haberse descartado, sin embargo, su emigración a Chile o reinserción en Alemania. Hacia 1951 estaba claro que tanto el Ejército como la Marina estadounidenses no deseaban emplear a Schreiber. Distinto era el caso de la Fuerza Aérea, cuyo interés en el higienista fue confirmado a mediados de año. Una vez asegurado el visto bueno británico para la utilización de Schreiber en los Estados Unidos, éste fue contratado en agosto de 1951. Bajo la égida del proyecto Paperclip, su desembarco en Nueva York un mes después, en camino a la Escuela de Medicina Aeronáutica de la Fuerza Aérea, con asiento en Tejas, era declarado “de interés nacional”.


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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Vie Oct 17, 2008 2:53 pm

EL INCIDENTE EN LOS ESTADOS UNIDOS

La estadía de Schreiber en Norteamérica fue, contrariamente a las expectativas de los directamente interesados, inusitadamente breve. Un periodista del Boston Globe a partir de una entrevista telefónica en la cual Schreiber negó haber trabajado en campos de concentración, disparó el interés de la prensa por la presencia del higienista, dando su caso lugar a una serie de peticiones a la Casa Blanca para que fuese expulsado del país. Los solicitantes incluían miembros del público, asociaciones judías, profesionales de la medicina norteamericana y políticos, entre estos últimos un par de legisladores judíos, el Senador Herbert Lehman (demócrata) y el Representante Jacob Javits (republicano).

Desafortunadamente para Schreiber, una de las sobrevivientes de las experiencias en Ravensbrück, Janina Iwanska, lo reconoció como aquel a quien el Dr. Gebhardt le había explicado los resultados de sus tratamientos con sulfamidas en 1942. Iwanska estaba en Boston para ser tratada en el Hospital Beth Israel, interrogada por el Servicio de Inmigración y Naturalización, no sólo confirmó haber visto al higienista tres veces en Ravensbrück, sino además declaró tener la más absoluta certeza de que las operaciones que había sufrido habían sido llevadas a cabo por Gebhardt, no Schreiber.

De nada sirvieron las declaraciones de Schreiber negando haber tenido papel alguno en los experimentos en campos de concentración. Buscando poner a cubierto todas las flaquezas del reclutamiento y proceso de selección de científicos del III Reich, el apoyo a la versión de Schreiber vino de la mano de prevenciones antijudías. Así por ejemplo, el General de Brigada Otis Benson Jr., Comandante de la Escuela de Medicina de la Fuerza Aérea, expresó que el higienista era merecedor de respeto, y que la movilización contra Schreiber estaba digitada “por médicos de origen judío”. Más allá de los ribetes antijudíos, la inversión practicada por Benson en donde el higienista es la víctima y los denunciantes los victimarios, puede interpretarse como un intento para retener a Schreiber, y, más importante, para resguardar a Hubertus Strughold, antiguo jefe del Instituto de Medicina Aeronáutica de la Luftwaffe, también empleado en la base tejana. Strughold hoy es visto como uno de los padres de la medicina espacial norteamericana.

Más discreto, pero no por ello menos prejuicioso que Benson, el Director de la JOIA* del Estado Mayor Conjunto, Coronel Benjamin Heckemeyer, en la defensa de Schreiber responsabilizó por la campaña a grupos minoritarios. En una entrevista del semanario Time declaró que no había elementos probatorios de la culpabilidad del higienista. Más importante, dijo que no era la intención de los Estados Unidos abrir un nuevo juicio de Nuremburgo a tres años de concluida la actuación del tribunal militar internacional. A decir verdad, Heckemeyer adelantó que se evitaría que un juez despejase las dudas, de manera de cerrar la posibilidad de que se ventilase la utilización del talento del régimen nazi, además de las flaquezas de la documentación recibida desde Europa antes de la llegada de los germanos contratados, no sólo del higienista.

Con la amenaza de una investigación legislativa en el horizonte, la Fuerza Aérea por un lado, y el resto de los factores norteamericanos involucrados en la contratación de científicos y técnicos alemanes por el otro, necesitaban tomar urgentes medidas para limitar el daño que el caso Schreiber podía causarles. El anuncio del 14 de febrero de 1952 de que el contrato del higienista no sería renovado era insuficiente para calmar a la oposición del público y de la prensa. A pesar del alegato de la superioridad de la Fuerza Aérea, y de la justificación de la contratación por el Secretario de Defensa en una respuesta dirigida al legislador Javits (aunque no hay certeza de su envío contenía el argumento que ya había sido esgrimido ante el Senador Lehman), las alternativas para sus empleadores eran reubicar a Schreiber en el país o en el extranjero.

* JOIA, Joint Intelligence Objectives Agency, es decir Oficina de Objetivos de Inteligencia Conjuntos


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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Sab Oct 18, 2008 3:48 pm

LA REUBICACIÓN EN EL EXTERIOR

Para marzo de 1952, un documento interno de la USAF señalaba que por razones obvias la capacidad de Schreiber “de buscar empleo productivo como médico en este país es extremadamente limitada”. Las alternativas eran devolver al higienista a su lugar de origen o bien hallar otro país dispuesto a recibirlo, mencionándose a Chile como posible destino. La oposición a la repatriación estaba fundada en el impacto negativo que ésta tendría sobre el reclutamiento de otros científicos y técnicos alemanes, no en consideraciones más desinteresadas, amén de la vieja e indisputable posibilidad de represalias soviéticas. Una autoridad militar norteamericana en Heidelberg recomendaba retener a Schreiber en los Estados Unidos puesto que “toda repatriación de afectados al proyecto Paperclip, a menos que sea voluntaria, tiene efectos adversos para los programas de la JOIA”.

Con el telón de fondo de la eliminación en 1949 de las restricciones norteamericanas a la emigración de alemanes, excepto a países comunistas y España, la alternativa de Chile fue explorada. El cónsul de ese país informó a un funcionario menor del Departamento de Estado que “su gobierno no emitiría un visado en favor de alguien que no reunía los requisitos para obtener una visa norteamericana”. Dado el reclutamiento chileno de por lo menos un científico del Tercer Reich (Franz Gerlach fue contratado para dirigir una unidad de guerra bacteriológica), si no más, la respuesta desfavorable del cónsul parecía sugerir que la alternativa chilena requeriría contactos de otro nivel.

Desde el mes de enero de 1952, Elizabeth Schreiber, hija mayor del médico ya radicada en la Argentina, instaba a su padre a trasladarse a Buenos Aires. A criterio de ella, con las facilidades otorgadas por el República del Plata la visa podría conseguirla en 15 días. Para la segunda semana de febrero, lo que parecía haber sido un empeño de la hija de Schreiber era buscado por los Estados Unidos. Desde Washington, el Agregado Aeronáutico Norteamericano en Buenos Aires había sido movilizado para ayudar a Elizabeth en la tramitación de la inmigración de su padre a Argentina. Paralelamente, los Generales Robert Walsh y Charles Bolhe aprovechaban una visita del General Reyes a los Estados Unidos para interesar al gobierno de Perón en los servicios del higienista alemán.

Contrariamente a lo vaticinado por la hija, los trámites no resultaron rápidos. La lentitud impulsó a Walsh a escribirle más detalles a Reyes de los comentados en la primera ocasión. Admitiendo la aparente asociación del higienista con el régimen nazi, deseaba saber si habría más facilidades en la tramitación de una visa de tránsito, advirtiéndole además que la gestión tenía la aprobación del estamento superior del arma. Dados los numerosos casos de gente que había permanecido en la Argentina luego de obtener una visa de tránsito a países vecinos, la astuta requisitoria de Walsh suponía cooptar una estrategia de las víctimas del nazismo y otros en beneficio de uno de los servidores del III Reich.

Por carta de Elizabeth del 29 de marzo, Schreiber supo que la administración peronista no ponía reparos a su inmigración a la Argentina. Requería, sin embargo, que éste se abstuviere de toda actividad política, exigencia a la que por cierto no parecen haber estado sujetos otros llegados al país. Dicho de otra manera, frente a patrocinadores norteamericanos, el gobierno platense, escasamente insolidario frente al requerimiento de Washington, podía permitirse un celo antinazi sin igual. El 22 de mayo de 1952 el higienista y los suyos se embarcaron con destino al país que no sólo había acogido a su hija Elizabeth y a miles de sus connacionales sino también a por lo menos una de las víctimas polacas de los experimentos de Ravensbrück, que Schreiber habría supervisado a diversos sobrevivientes del genocidio nazi; precisamente Janina Iwanska.


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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Dom Oct 19, 2008 3:44 pm

CONCLUSIONES

El caso de Schreiber no es el de un criminal de guerra comprobado, no obstante, la documentación impide afirmar que el médico estuvo sujeto a una investigación minuciosa de su presunta actuación como cómplice encubridor o instigador de tales experimentos. Aunque insuficiente para probar la culpabilidad del higienista, una vez descubierto en la base tejana, la misma performance de la USAF, como aquella de los demás usufructuarios de los programas de utilización de científicos y técnicos del Tercer Reich, obliga a pensar que éste no era tan inocente como él o sus empleadores se empecinaron en sostener.

Puede decirse preliminarmente que Schreiber fue uno de los beneficiarios de la feroz competencia de los vencedores de la guerra por el botín del Tercer Reich, y más específicamente, que, de aceptarse que la actuación soviética en materia de juicios a criminales de guerra fue superior a la anglonorteamericana, tal superioridad no incluiría la performance del régimen stalinista frente a científicos y técnicos. Por lo demás, no puede descartarse la posibilidad de que, de haber logrado los norteamericanos someter al higienista a interrogatorio en 1946, Schreiber no habría comparecido en Nuremburgo, aun si se hubiese determinado que reunía requisitos para ser encausado, en razón de la propia dinámica de esa competencia.

Es siempre aventurado extraer conclusiones generales a partir del estudio pormenorizado de no más de un caso, en especial de uno tan específico. Pero está claro que la llegada del higienista al Plata forma parte de otros arribos alentados o condonados por los vencedores de la guerra. En lo referente a la participación de los Estados Unidos, la secuencia se inicia en 1947 cuando el Secretario Adjunto de Estado para Áreas Ocupadas, General John Hilldring, emitió la primera luz verde en torno a la libertad de las repúblicas americanas para resolver la cuestión de los desplazados. Dos años después, el Subsecretario de Estado Dean Acheson anunciaba internamente que no existían más obstáculos para la emigración de alemanes a la Argentina. Para diciembre de 1951, las autoridades militares norteamericanas estaban seriamente interesadas en promover “la utilización de especialistas y técnicos alemanes en América del Sud”.

Nada de lo antedicho significa ignorar o minimizar la constancia de que la inmigración de “alemanes útiles” fue promovida por el gobierno peronista desde antes de las luces verdes estadounidenses. Por lo tanto, no sólo que no todos los nazis y los colaboracionistas desembarcados en Buenos Aires no estuvieron patrocinados por los Aliados y/o el Vaticano sino que además está claro que, con o sin tal auspicio, Schreiber se hallaba entre quienes tenían los atributos necesarios para ser deseados por el gobierno argentino. Difícilmente interesada en el reclutamiento específico de criminales, lo cierto es que la Argentina distó de tomar los recaudos indispensables para impedir su llegada.

Desde otro ángulo, el caso Schreiber sirve para ilustrar que la lucha antinazi durante la guerra jamás fue incompatible con la existencia y abierta manifestación de una cuota de prejuicio antijudío en la sociedad norteamericana, como entre altos oficiales de las fuerzas armadas. No sorprende, entonces, que la derrota del Tercer Reich y el inalcanzable fin de la judeofobia u otros prejuicios remitan, desafortunadamente, a batallas diferentes.

Hasta aquí lo extraído al exhaustivo estudio del historiador Klich. En el próximo mensaje agregaré más información sobre el reclutamiento de alemanes ligados al régimen nazi y de colaboracionistas. Al final escribiré mis impresiones.
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Re: El blanqueo de un científico del III Reich

Mensaje por 27Pulqui » Lun Oct 20, 2008 2:45 pm

Comentarios finales

Agrego estos párrafos con la intención de poner en perspectiva los hechos narrados y de reforzar el punto c) de la introducción al tema en cuanto a la falsedad de versiones unilaterales. Para ello extraeré datos de dos artículos. El primero es de John Loftus, “La inmigración de criminales de guerra nazis a Norteamérica” en Ignacio Klich y Mario Rapoport (eds.), op. cit.

En opinión del autor, el Departamento de Estado de los Estados Unidos era el último y menos importante traficante ilegal de nazis. Los franceses eran los primeros, el Vaticano el más exitoso y los británicos los más agresivos en el reclutamiento y tráfico ilegal de ex-nazis en Occidente. Aunque sus estimaciones de criminales de guerra fugitivos, tanto en general como en particular para la Argentina, tienden más a la exageración que a la deflación, admite a continuación que “para ser justos con la Argentina, existen evidencias muy concretas de que el gobierno de Perón protestó con motivo de la reubicación y que posteriormente la Argentina pasó a ser tan sólo un punto de tránsito para el asentamiento de los fugitivos nazis en otros países de América Latina”. Respecto de colaboracionistas, en el artículo menciona un caso más escabroso que el de Schreiber. El jefe del gobierno pronazi de Bielorusia, Radislaw Ostrowsky, ingresó a la Argentina al parecer con la complicidad de los servicios de los Estados Unidos. Este fugitivo ofreció sus servicios como espía a los Estados Unidos a condición de que su gente internada en campos de refugiados en el sector norteamericano en Alemania no fuera tratada como criminal de guerra. La oferta fue aceptada, casi la totalidad del gobierno títere de Bielorusia fue posteriormente reubicado en Norteamérica. El mismo Ostrowsky fue trasladado desde la Argentina, y actualmente se encuentra enterrado en un cementerio privado para los bielorusos que sirvieron en las SS en South River, New Jersey.

El otro artículo es de Ronald Newton, “Refugiados y criminales de guerra en Estados Unidos y Canadá”, en Beatriz Gurevich y Carlos Escudé (eds.), El genocidio ante la historia y la naturaleza humana, Buenos Aires, Universidad Di Tella y Grupo Editor Latinoamericano, 1994.

De acuerdo al historiador, la mayoría de los científicos y técnicos ingresaron a los Estados Unidos bajo el programa Paperclip, que continuó hasta 1973. Y se dio el caso de que, una vez que el recluta había llegado a los Estados Unidos, era casi imposible deshacerse de él (por más innecesario o incompetente que fuese o por más que estuviese involucrado en actos criminales) por temor a que pudiera revelar “secretos oficiales” al enemigo. El mismo principio se aplicaba a los “activos” de inteligencia (de allí el affaire Barbie) y a una gama de operaciones (National Interest, a partir de 1947, el programa “Cien Personas” de la CIA, según el cual podían ingresar 100 personas por año con los auspicios de la CIA y sin cumplir criterios aplicables) llevadas a cabo por la JOIA y otros organismos del Pentágono, el Departamento de Estado y, con posterioridad, la CIA. En 1947 y 1948 esos organismos comenzaron a interesarse por la cantidad cada vez mayor de refugiados de Europa del Este, que no estaban dispuestos a permanecer o regresar a países que estaban convirtiéndose en satélites del poder soviético. El problema se tornó crítico en Italia, donde se encontraban alojados en campos temporarios. Esta situación generó confabulaciones entre Gran Bretaña y sus dominios (Canadá y Australia en particular), los Estados Unidos y el Vaticano, siendo la Argentina uno de los “depósitos” de estos individuos.

En mi opinión, el arribo tardío de Schreiber a la Argentina tiene como fondo el reclutamiento competitivo de científicos y técnicos alemanes por las potencias vencedoras y un grupo de neutrales rezagados. Concomitantemente, existió cooperación en la relocalización de los despojos del Tercer Reich y sus Estados satélites. Ese tráfico de personas incluyó a criminales de guerra. Bajo la luz de convenciones morales generales, la inmunidad puede ser vista como impunidad, tal como sugerí en el título alternativo en la introducción, y las políticas desplegadas por los Estados en el campo internacional merecen un juicio negativo. En cambio, de analizar los hechos a través del prisma de la realpolitik, las conclusiones seguramente resultarían más matizadas. De una u otra manera, primero tenemos que comprender a los fenómenos en su contexto. Y a esa tarea poco ayuda la información con mayor llegada al público, por lo general las notas en la prensa, los documentales que prometen revelaciones, y la insistencia de escritores de moda en imágenes estereotipadas, más contribuyen a la confusión que al esclarecimiento.
La historia tergiversada no es historia inofensiva. Es peligrosa.
Eric Hobsbawm

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