La verdad sobre Hendaya

Partidos políticos, actuaciones gubernamentales

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La verdad sobre Hendaya

Mensaje por Erich Hartmann » Vie Jun 17, 2005 3:54 am

Hendaya: Toda la verdad. Franco, entre la humillación y el ridículo
Por: PAUL PRESTON


Prólogo

La tesis de que Franco, cor hábil prudencia, burló a Hilter y consiguió que España no entrase en la Segunda Guerra Mundial es un mito central de la propaganda franquista.

Durante mucho tiempo, esa tesis fue una de las preferidas por los admiradores del Caudillo. Aún más importante, después del colapso del Tercer Reich, fue un elemento crucial en la operación propagandística destinada a probar la perspicacia providencial del Caudillo y su consecuente indispensabilidad. En un momento en que estaba creciendo la oposición en España y en el exterior, el éxito de esa operación contribuyó de manera significativa a la consolidación interna del régimen franquista. Además, proporcionó una débil justificación para que las potencias occidentales, deseosas de incorporarlos en el frente anticomunista de la Guerra Fría, olvidasen sus innumerables actos hostiles de palabra y obra durante el conflicto mundial. Dichos actos (entre otros: la devoción de la prensa española por la causa del Eje, el abastecimiento y suministro de submarinos alemanes, la autorización del uso de radares, reconocimientos aéreos y tareas de espionaje dentro de España, junto con la exportación a Alemania de materias primas valiosas), aunque muy disminuidos en la primavera de 1944, nunca fueron interrumpidos de forma completa.

Los inicios

En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Franco todavía abrigaba la esperanza de que las armas maravillosas de Hitler cambiasen el curso de les acontecimientos en favor del Tercer Reích, convencido de que los científicos nazis habían aprovechado el poder de los rayos cósmicos. De hecho, a la par que las tropas aliadas se topaban con los horrendos escenarios de los campos de exterminio (los británicos en Belsen, los americanos en Buchenwald y los rusos en Auschwitz), la prensa franquista restaba importancia a los horrores del holocausto y los atribuía a la inevitable y comprensible desorganización de tiempos bélicos. A la caída de Berlín, esa misma prensa elogiaba la presencia de Hitler en la defensa de la ciudad y las cualidades combativas de la Werhmacht, dignas de una epopeya. Informaciones declaraba que Hitler había preferido sacrificarse por Europa antes que utilizar sus armas secretas y la victoria aliada retrataba como un triunfo del materialismo sobre el heroísmo. Franco no rompió relaciones diplomáticas con el Tercer Reich hasta el 8 de mayo, el día de la victoria aliada en Europa. Sólo entonces fue clausurada la Embajada alemana en Madrid y retirada la cruz gamada de sus balcones.

Con singular presteza, la muy controlada prensa franquista abandonó todo lamento por la caída de Hitler y saludó el final de la guerra en Europa con elogios extremos hacia la sabiduría y firmeza del Caudillo, que había proporcionado a España los dones de La paz. A tenor del diario Arriba, el final de la guerra era una victoria de Franco, La página frontal de ABC contenía un retrato del Caudillo con la leyenda: Parece haber sido escogido por la benevolencia de Dios. Cuando todo era oscuro, él vio claro... y sostuvo y defendió la neutralidad de España. Ahora, Franco estaba en condiciones de dedicar todos sus esfuerzos a regularizar su posición con relación a los aliados triunfantes En el contexto de la Guerra Fría, ese proceso iba a ser mucho más fácil de lo que el propio Franco, eterno optimista, había anticipado. De hecho, durante los doce meses precedentes, políticos y publicistas, con interés personal apenas disimulado, habían estado contribuyendo al mito de Franco como hombre de paz.


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Última edición por Erich Hartmann el Mié Sep 27, 2006 11:51 pm, editado 1 vez en total.

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Mensaje por Erich Hartmann » Vie Jun 17, 2005 11:04 pm

El apoyo de Churchill

El 24 de mayo de 1944, Winston Churchill en un discurso a la Cámara de los Comunes, conmocionó a muchos británicos y norteamericanos con una declaración de gratitud al Gobierno español por haber permanecido neutral en 1940. Agradeció incluso más el hecho de que España se hubiese abstenido de interferir durante los preparativos para la Operación Torch. La clave de sus intenciones radicaba en su afirmación de que los problemas políticos internos de España son un asunto de los propios españoles (7). Con toda probabilidad, las palabras de Churchill tenían otra intención; aparte de la admiración desinteresada por Franco, no eran totalmente sinceras. Por una parte, a corto plazo, estaba intentando neutralizar a España con vistas al próximo desembarco de Norrnandía. Por otra, estaba presente el objetivo a largo plazo de embellecer a Franco para poder utilizarlo como baluarte futuro en la política mediterránea occidental. Sin embargo, en el momento en que fue pronunciado, el discurso provocó protestas considerables en círculos políticos anglo-americanos y desánimo en la oposición antifranquista en gran medida a causa de la reacción de la prensa española. No en vano, la maquinaria propagandística de Madrid presentó las palabras de Churchill como una aprobación plena del régimen de Franco y su política exterior (8). Y este sentido, el discurso de Churchill benefició enormemente al Caudillo en el ámbito interno e internacional. Tratando de justificarse por ello ante Roosevelt, Churchill escribió: No me preocupa Franco pero, después de la guerra no quiero tener una Península Ibérica hostil hacía Gran Bretaña... No sé si hay más libertad en la Rusia de Stalin que en la España de Franco. Y no tengo intención de pelearme con ninguno de ellos (9).

En el invierno de 1944, la United Press secundó la contribución de Churchill a los esfuerzos de Franco para reescribir la historia. La pretensión del Caudillo de que había sido un amigo secreto de los aliados durante la guerra recibió una masiva publicidad mundial en noviembre de aquel año. Entonces, una entrevista con el director del servicio exterior de la United Press, A. L Bradsford, permitió que Franco hiciese gala de un cinismo descarado. La simpatía con la que se trató a estas declaraciones de Franco no estaba desconectada del hecho de que, a la par, la agencia española de noticias EFE estaba negociando un contrato con la United Press para prestar sus servicios en España (10). En cualquier caso, la entrevista fue publicada el 7 de noviembre de 1944 y reproducida ampliamente en todo el mundo.

Las afirmaciones de Franco constituían un relato bastante ingenuo y falseado de su política en el quinquenio precedente. Olvidando su ocupación de Tánger y su petición a Hitler para que desmembrase el Marruecos francés en 1940, cuando la derrota de Francia, ahora describía su actitud hacia este país como llena de nobleza e hidalguía. De todos modos, la declaración más extravagante consistió en afirmar que el envío de la División Azul a Rusia no implicaba ninguna idea de conquista o pasión contra ningún país.


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Mensaje por Erich Hartmann » Lun Jun 20, 2005 7:37 am

La propaganda y la verdad

Presa del delirio, la prensa española recogió informes sobre la expectación universal y admiración respetuosa con que el mundo había percibido la importancia trascendental de las palabras de Franco. Para el diario Ya, estas importantes declaraciones han sido universalmente consideradas como uno de los acontecimientos más importantes de tiempos recientes .

En lo sucesivo, los servicios de Franco a España y a los aliados al oponerse a las hordas nazis se convertirán en un tema constante de la propaganda franquista. El eje central de esta imagen fue la entrevista directa del Caudillo con Hitler en Hendaya, en la frontera hispano-francesa, el 23 de octubre de 1940. Según dicha propaganda, en la entrevista Franco mantuvo astutamente a distancia a un amenazante Hitler. En realidad, el análisis de tal encuentro en nada indica que Hitler ejerciera entonces una presión desmedida en favor de la beligerancia española. Y tampoco desdice otro hecho notorio: que Franco, en el otoño de 1940, estaba tan deseoso de formar parte del futuro orden mundial del Eje como lo había estado a principios de aquel verano. Hitler acudió al sudoeste francés para calibrar el precio respectivo de conseguir la colaboración de la Francia de Vichy y la España de Franco en el marco de su bloque continental. Por ello, se entrevistó con Laval el 22 de octubre, en Montoire-sur-Loire, una remota estación ferroviaria cerca de Tours, de camino hacia su entrevista con Franco el 23 en Hendaya, a la que siguió una entrevista con Pétain el 24 otra vez en Montoire. Franco acudió a Hendaya para obtener los beneficios de lo que percibía como el final de la hegemonía anglo-francesa que había mantenido á España en una posición subordinada durante dos siglos. La entrevista resultó un fracaso porque Hitler creyó que Vichy presentaba una oferta mejor.

El mito fabricado posteriormente de un Caudillo brillante y perspicaz que anticipó el desenlace del conflicto y resistió las amenazas germanas se ha apoyado en el indisputado hecho de que Franco no entró en la guerra. Los artífices del mito también han conseguido dar un sesgo favorable a ejemplos innumerables de lo que simplemente eran vacilaciones cautelosas sobre la participación de España en la contienda. Franco aspiraba a tomar parte en la guerra, pero, consciente de la debilidad económica de España, sólo después de que hubiese pasado lo peor del combate y antes de que llegara a la división del botín. En las vacilaciones consiguientes hubo, pues, tanta prudencia como cautela. Lo que no aparece en ningún modo es la conversión perspicaz en el aliado secreto de las democracias

Hasta casi el final de la guerra. Franco apenas tuvo dudas de que el vencedor último sería el Tercer Reich. Y también creyó, hasta el discurso de Churchill de mayo de 1944, que el futuro de su régimen peligraría seriamente si triunfaban los aliados. Dos factores cruciales impusieron a Franco cautela, excluyendo su supuesta previsión de origen divino. Por una parte, la debilidad económica y militar de España y el control aliado de sus suministros alimenticios y petrolíferos hacían imposible cualquier esfuerzo bélico que durase más de algunos días. Por otra, Hitler se convenció durante su viaje de reconocimiento entre Montoire y Hendaya de que no podría pagar el precio exigido por Franco.


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Mensaje por Erich Hartmann » Lun Jun 20, 2005 11:49 pm

Las pretensiones de Franco

Cuando la derrota de Francia parecía inminente, Franco lanzó su tentativa más descarada para tener acceso a lo que suponía que iba a ser una conferencia de paz para repartir el imperio francés. Dicho intento tuvo la forma de una carta a Hitler, escrita a principios de junio de 1940 y entregada en mano por el general Juan Vigón el día 16 (13). Los alemanes la ignoraron sin muchos miramientos. A la altura del mes de septiembre de 1940, la posición de Franco apenas se había modificado. Convencido en una pronta victoria germana sobre Inglaterra, había enviado a Berlín a su cuñado y ministro de Interior, Ramón Serrano Suñer, para que estableciese las condiciones en las que España participaría en la conferencia final.

Durante el transcurso del invierno, la situación iría cambiando lentamente como resultado de tres factores. En primer lugar, Franco quedaría desconcertado por la reacción de los alemanes que lejos de ponderar en alto grado la beligerancia española, se mostraron descorteses y despectivos hacia sus aspiraciones territoriales, presentaron demandas para establecer bases militares en España y no satisficieron ninguna de sus peticiones de suministros. Por otra parte y más importante, la creciente conciencia por parte del Caudillo de la fortaleza de la resistencia británica reactivaría sus hondos temores hacia una represalia contra España o sus territorios extrapeninsulares. Este temor hacia los británicos, junto con el resentimiento hacia los alemanes, mermó el fervor belicista de Franco. Pero, finalmente, el obstáculo decisivo a la intervención en la guerra fue el deterioro vertiginoso de la posición económica de España, el cual incrementó su vulnerabilidad respecto a las presiones y atracciones anglo-americanas.


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Más sobre Hendaya

Mensaje por Eckart » Mar Jun 21, 2005 4:57 am

Creo interesante aportar cuales fueron los primeros comentarios de Hitler respecto a Franco tras su histórico encuentro en Hendaya.

Justo al acabar la reunión, se oyó comentar a Hitler que "con este tipo no hay nada que hacer" (citado por Paul Preston en "Hendaye"). Unos días más tarde, en un encuentro con Mussolini, le dijo al Duce que "prefería que le sacaran tres o cuatro muelas" que volver a soportar otra discusión de nueve horas con Franco, del cual decía que era un "espíritu valeroso", pero que no reunía las condiciones para ser un político o un organizador (citado por Schmidt, intérprete de Hitler). Según las memorias de Halder, en una ocasión Hitler bramó contra "ese cerdo jesuita" y "ese orgullo español desencaminado".

Es interesante anotar también la apreciación de Ribbentrop al día siguiente de la reunión, mientras volaba hacia Burdeos, ya que Franco se le antojaba un "cobarde desagradecido" (Cit. Schmidt)

Por último, y para tener las opiniones de ambos interesados, citaré el comentario de Franco a Serrano Suñer tras la reunión de Hendaya: "esta gente es insoportable, quieren que entremos en la guerra a cambio de nada" (Cit. Preston).

Todas las citas anteriores se recogen en Hitler 1936-1945, de Ian Kershaw.

Ciertamente, parece ser que no hubo una buena conexión entre ambos...

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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Jun 22, 2005 1:44 am

Serrano Suñer en Berlín

A pesar de todo, si Hitler hubiera estado decidido a lograr la beligerancia española, bien habría podido empujar a Franco a combatir a su rada. Ello hubiera requerido entregas masivas de alimentos y equipo bélico y promesas extravagantes de un botín imperial a expensas de Francia. Tal y como sucedieron las cosas, el Führer se guardó de hacer las promesas necesarias por temor a que las descubrieran los franceses. Las pruebas abrumadoras de que España sería una carga económica y militar convencieron a Hitler de que, simplemente, no merecía la pena correr el riesgo de enfrentarse a la Francia de Vichy para conseguir la beligerancia española. En consecuencia, la misión de Serrano Suñer en septiembre de 1940 no tuvo éxito. Al presentar la lista de artículos requeridos por España, Serrano Suñer informó a Ribbentrop de su determinación de apropiarse de todo el Marruecos francés, que pertenecía al espacio vital de España, y de la comarca de Orán, habitada por españoles. Quizás intentando demostrar que España podría ser tan despiadada como otro miembro del Eje, también expresó las ambiciones españolas respecto a Portugal: Hablando en términos geográficos, Portugal en realidad no tiene derecho a existir. Ribbentrop no solamente se mostró en desacuerdo, sino que sorprendió a Serrano Suñer con su propia lista de demandas contrarias.

Entre Serrano Suñer y Ribbentrop se generó muy pronto una intensa aversión mutua, lo que habría de tener gran importancia para la neutralidad española final. La implacable aspereza y afectación del ministro alemán contribuyó a recortar la impetuosidad y fervor del español por la causa del Eje En la reunión del 16 de septiembre, Ribbentrop, aunque poniendo objeciones a las cantidades de material requerido por España. Finalmente accedió a suministrar todo lo que fuera absolutamente necesario. A cambio de ello, expuso las contrapartidas requeridas por Alemania de un modo bastante brutal. Serrano Suñer quedó alarmado al conocer por boca de Ribbentrop el abismo que separaba a Hitler y Franco en su respectiva ponderación del valor de la beligerancia española. Y lo que descubrió entonces, una vez digerido, alteraría significativamente su actitud hacia el Tercer Reich y el asunto de la entra da española en la guerra.

El Führer, consciente de que los británicos responderían a la toma de Gibraltar con la ocupación de las Canarias, las Azores o las Islas Cabo Verde, demandaba una de las islas Canarias para instalar una base alemana, junto con bases en Agadir y Mogador con el hinterland apropiado. También pretendía concesiones económicas substanciales, tanto en la forma de pagos de a deuda pendiente de la guerra civil como de participación en intereses mineros marroquíes. Serrano Suñer había ido a Berlín esperando ser tratado como un aliado valioso y, en cambio, estaba siendo tratado como el representante de un Estado satélite.

La idea de que Serrano Suñer era un partidario beligerante del Eje y Franco un pacifista cauteloso queda desmentida por las cartas que el Caudillo envió a su cuñado durante su permanencia en Berlín. No cabe duda de que, en aquel tiempo, Franco no sólo confiaba ciegamente en la victoria del Eje, sino también que estaba plenamente decidido a entrar en la guerra a su lado. Sus dudas se referían únicamente a las condiciones materiales para que España estuviese preparada y a las recompensas futuras. En su carta del 21 de septiembre, por ejemplo, el Caudillo manifestaba su confianza en que Hitler asumiría el punto de vista español. El temor de la misiva era de una adulación desmesurada hacia Hitler: aprecio como siempre la agudeza de miras y buen sentido del Führer. Las crudas demandas hechas a Serrano eran atribuidas al egoísmo y excesiva autoestima de los subordinados del Führer, y al hecho de que Ribbentrop y los asesores económicos olvidaban cómo la guerra civil española había facilitado la victoria alemana sobre Francia.

Estando todavía Serrano Suñer en Alemania, el entusiasmo de Franco se enfrió un poco. No está claro si ello fue consecuencia de haber recibido de manos del coronel Tomás García Figueras la lista completa de demandas económicas alemanas, o si se debió a que, finalmente, se había enterado de la decisión alemana de posponer el ataque a Inglaterra. En cualquier caso, parece que recibió pruebas de que la guerra iba a ser larga.
El resultado de sus cavilaciones fue otra carta de Serrano Suñer cuyo tono era menos optimista que en las anteriores, aunque sin sugerir ningún cambio en el compromiso esencial con el Eje: No hay dudas sobre la alianza. Está completamente (esta palabra subrayada por Franco en el original) recogida en mi respuesta al Führer y en el conjunto de nuestra política desde nuestra guerra civil. Sin embargo, Franco traslucía una preocupación real por la perspectiva de una guerra prolongada. Además, se mostraba mucho más firme que antes sobre la necesidad de una preparación económica y militar adecuada. La escala de la ayuda requerida por España implicaba que hay que protocolizar el futuro y aunque no hay duda en nuestra decisión, tenemos que pensar las particularidades del acuerdo y las obligaciones de las partes. El pacto con el Eje debería permanecer secreto hasta que Madrid estimase que estaba preparada para la guerra .

La política de Franco siempre se había basado en la decisión de entrar en la guerra tan cerca de su final como fuera posible. Sin embargo, la resistencia británica estaba haciendo que ese momento cada vez fuese más difícil de predecir. Además, junto con las pruebas de vacilaciones alemanas, la oposición a la entrada en guerra estaba creciendo en los escalones superiores del Ejército español. El Estado Mayor informó que la flota carecía de petróleo que no había fuerzas aéreas dignas de tal nombre, tampoco unidades mecanizadas efectivas, y que la población, tras la guerra civil, no toleraría más sacrificios.

Con la tensión entre monárquicos y falangistas en ascenso, Franco se agarró a la idea de un protocolo secreto con el Eje como solución de compromiso, con la esperanza de que ello garantizaría sus ambiciones territoriales y dejaría a su Juicio la fecha de entrada española en la contienda. Sin embargo, la cuestión de la fecha nunca se resolvería porque Hitler ni quiso ni pudo pagar el doble precio impuesto por el Caudillo: la previa financiación alemana de los preparativos militares y económicos españoles y la entrega del Africa del Norte francesa a España. Las rudas de mandas hechas por Hitler y Ribbentrop a Serrano Suñer en Berlín el 16, 17, 24 y 25 de septiembre reforzaron la decisión de Franco de no entrar en guerra hasta que se le hubiera pagado por anticipado. No obstante, sólo con el aplazamiento de la Operación León Marino (Sealion), el Caudillo se percató de que la guerra iba a ser de larga duración

Después de leer la carta de Franco del 22 de septiembre, Hitler y Serrano Suñer acordaron que los puntos fundamentales de las negociaciones deberían abordarse en el próximo encuentro del Führer y el Caudillo. Antes del mismo, Hitler se entrevistó con Mussolini en el Brennero el 4 de octubre y le confesó claramente sus temores si los franceses descubrían que estaba tratando con Franco la entrega de sus territorios africanos, o bien simplemente abandonarían la defensa de sus posesiones o las fuerzas francesas locales romperían con el régimen de Vichy A la vista de la reciente defensa victoriosa de Dakar, estaba decidido a no hacer nada que disminuyese la determinación de Vichy para defender su imperio contra los británicos.

Para resolver la contradicción entre las ambiciones españolas y la sensibilidad francesa, estaba dispuesto a ofrecer territorio en Nigeria a os franceses a cambio de la cesión de parte de su Marruecos a España. Si ello no fuera posible, Hitler creía que el ataque a Gribraltar sería factible sin consentimiento español. En cualquier caso, los alemanes consideraban que la conquista de Suez tenía preferencia sobre la conquista de Gibraltar. Si esta última tenía lugar antes de que Suez estuviese en manos del Eje, provocaría tan sólo un ataque inglés sobre las islas Canarias.

Cuando Franco se dio cuenta de que las opiniones de Ribbentrop, simplemente reflejaban las de Hitler, quedó desconcertado por la aparente capacidad del Führer, aunque no tanto como su cuñado por la actitud y malas formas de Ribbentrop De hecho, el Caudillo siguió entusiasmado con la perspectiva de obtener para España el Marruecos francés. Las esperanzas abrigadas por Franco explican su lentitud al extraer la conclusión lógica de que había que tener extremo cuidado con Hitler. Prefirió agarrarse a la idea consoladora de que la generosidad y comprensión del Führer estaban siendo socavadas por la mezquindad de sus subordinados. Lo más notable de sus opiniones sobre la guerra y la actitud de Hitler en el otoño de 1940 es su curiosa mezcla de mediocridad provinciana y complacencia rayana en la megalomanía.

El continuo fervor de Franco por el Tercer Reich se reveló claramente en su reajuste ministerial del 16 de octubre de 1940, con la eliminación de los dos ministros más proaliados, Luis Alarcón de Lastra fue reemplazado en el Ministerio de Industria y Comercio por Demetrio Carceller Segura, un empresario falangista astuto y sin escrúpulos. El coronel Juan Beigbeder fue sustituido en el Ministerio de Asuntos Exteriores por Serrano Suñer. Beigbeder se enteró de su destitución a través de la prensa matutina. Mussolini escribió a Hitler el 19 de octubre que el reajuste ministerial: nos garantiza que las tendencias hostiles al Eje están eliminadas o al menos neutralizadas Por otra parte, no creo que la situación económica interna haya mejorado. Reitero otra vez mi convicción de que la no beligerancia española es más ventajosa para nosotros que su intervención. Debemos guardar la intervención como reserva. Es una carta que debemos jugar en el momento oportuno y de acuerdo con las circunstancias, como, por ejemplo, en caso de prolongación de la guerra en 1941 o de una intervención abierta de los Estados Unidos. Entre tanto, España tendrá tiempo necesario para prepararse.


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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jun 23, 2005 12:24 am

La entrevista

El hecho es que en el histórico encuentro de Hitler y Franco en Hendaya, el miércoles 23 de octubre de 1940, las promesas españolas de unirse al Eje fueron reiteradas pero no convertidas en un compromiso estrictamente obligatorio. Y ello no es del todo sorprendente. A pesar del mito de la bravura de Franco resistiendo las amenazas de Hitler, éste no había ido a exigir la entrada inmediata de España en la guerra. En su viaje había mucho más una intención exploratoria. Formaba parte de su grandiose fraud, con un encuentro con Laval el 22 de octubre en Montoire-sur-Loire, antes de proseguir a su encuentro con Franco y, después, el día 24, otro encuentro con Pétain, en su viaje de regreso a través de Montoire. El Führer estaba preocupado porque Mussolini estaba a punto de embarcarse en una guerra balcánica larga e inconveniente con su ataque a Grecia. También abrigaba la certeza de que entregar el Marruecos francés a los españoles era hacerlos vulnerables ante un ataque británico. Por tanto, como confesó al Duce en Florencia el 28 de octubre, había llegado a la conclusión de que lo mejor era que los franceses siguieran defendiendo el Marruecos francés. Hendaya y Montoire eran viajes de reconocimiento para comprobar si había manera de hacer compatibles las aspiraciones de Franco y Pétain y para ayudarle a decidir su estrategia futura en Europa del sudoeste.

El recuerdo de la victoria de Vichy en Dakar se percibe en la afirmación hecha en Hendaya por Hitler en el sentido de que los deseos españoles y las esperanzas francesas eran obstáculos para su objetivo de un gran frente antibritánico compuesto por Alemania, Italia, España y la Francia de Vichy. A la vez, el Führer conocía las opiniones de Brauchitsh, su comandante en jefe, y la su jefe de Estado Mayor, para quienes la situación interna de España es tan lamentable que la hacen inútil como aliada política. Tendremos que conseguir nuestros objetivos esenciales (Gibraltar) sin su participación activa.

Franco llegó a Hendaya poco después de las tres de la tarde, con ocho minutos de retraso, en un tren que dio una brusca sacudida al parar en la estación, ante el desprecio de los alemanes que allí estaban esperando. Según las memorias del Dr. Paul Schmidt, funcionario del Ministerio alemán de Asuntos Exteriores, el tren llegó con una hora de retraso, aunque no hay ninguna prueba que corrobore su afirmación en los informes contemporáneos al hecho ni tampoco en los relatos de Serrano Suñer. Los hagiógrafos de Franco han escrito, sin fundamento alguno, que el retraso fue una hábil treta del Caudillo para desconcertar a Hitler. Pero Franco no tenía ninguna razón para desear tal cosa y, de hecho, se enfureció por el pequeño retraso de su tren y amenazó con destituir al teniente coronel responsable de la organización de sus viajes, por considerar que le había disminuido ante los ojos de Hitler. El mariscal Keitel observó que los fusiles de la guardia de honor española estaban tan herrumbrosos que resultaban del todo inservibles. La apreciación es puramente exageración despectiva, los fusiles datarían de 1938 ó 1939 y, sin ninguna duda, estarían bruñidos, en perfecto estado de revista.)

Después del encuentro, cuando el tren de Franco se puso en marcha, volvió a sacudir se tan violentamente que sólo la intervención del general Moscardó evitó que el Caudillo cayese de cabeza sobre el andén. En el viaje de regreso a San Sebastián, la lluvia se filtró en el viejo tren de antaño, usado por Alfonso XIII, conocido como el -Break- de Obras Públicas, de modo que las goteras cayeron sobre el propio Franco y Serrano Suñer.

Las abundantes pruebas fotográficas del encuentro permiten afirmar que Franco estaba encantado de entrevistarse con Hitler y poder agradecerle en persona la ayuda alemana durante la Guerra Civil. Ciertamente, es natural que los ojos de Franco brillasen de emoción dado que la entrevista constituía una ocasión histórica notable. Sin embargo, contradice las tesis de que Franco estaba engañando a Hitler astutamente. En palabras de un hagiógrafo: la habilidad de un hombre detuvo todo lo que los ejércitos de Europa, incluyendo el francés, habían sido incapaces de frenar.

La entrevista entre Hitler y Franco tuvo lugar en el salón-vagón del Erika, el tren especial del Führer, desde las 3.30 hasta las 6.05 de la tarde. Estuvieron presentes también Serrano Suñer y Ribbentrop, junto con el barón de las Torres, intérprete español, y Gross, intérprete alemán.

Serrano Suñer y Ribbentrop volvieron a reunirse separadamente entre les 6.30 y as 7.00 Aproximadamente una hora después, el grupo al completo se juntó de nuevo para cenar en el vagón de Hitler.


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Mensaje por Erich Hartmann » Dom Jun 26, 2005 2:18 am

Versiones

Es imposible una reconstrucción absolutamente fidedigna de la entrevista de Hendaya a pesar de contar con varios relatos de supuestos testigos presenciales. Estuvieron presentes seis personas: Hitler, Franco, Ribbentrop, Serrano Suñer y los dos intérpretes. Paul Schmidt, miembro del equipo de Ribbentrop, se mantuvo en contacto con su jefe pero sin participar en el encuentro. De todos ellos, sólo cuatro han dejado sus versiones: Serrano Suñer, el barón de las Torres (Luis Álvarez Estrada y Luque). Ribbentrop y Schmidt. La versión más extensa es el acta conservada en el archivo del Ministerio alemán de Asuntos Exteriores. Tal acta está incompleta, al igual que se han perdido incomprensiblemente otros documentos relativos a las relaciones entre Hitler y Franco.
La redacción del acta se atribuye en la documentación alemana a Paul Schmidt, que sí es tuvo en Hendaya pero que, según Serrano y el barón de las Torres, no se hallaba presente en la entrevista y sólo entró en el vagón al final de la misma. El relato de Schmidt concuerda con las ligeras referencias de Ribbentrop en sus memorias y. aun cuando no hubiese estado presente en la conversación, podría admitirse que fue informado inmediatamente después por el ministro alemán. El propio Schmidt publicaría en sus memorias un breve y tentador relato con algunos toques al parecer imaginarios. Se un testimonio de Serrano Suñer al autor, Schmidt distorsionó su versión en favor de Franco para mejorar sus posibilidades de supervivencia después de 1945.

Serrano Suñer ofrece en sus memorias un re ato muy revelador y no del todo desinteresa do. El barón de las Torres escribió unas notas, fechadas el 26 de octubre de 1940, que fueron publicadas íntegramente por la prensa española en 1989. Estas notas y otras minutas del barón de las Torres fueron utilizadas por Serrano Sara redactar sus memorias. Sin embargo, ni el tono ni el contenido de las notas del barón resulta convincente. Las referencias a la virilidad, patriotismo y realismo con el que Franco resistió la presión de Hitler hacen pensar más en los ejercicios de propaganda posteriores a 1945 para reescribir la historia del papel del Caudillo en la guerra. Además, tales documentos contienen varias afirmaciones que se contradicen entre sí y con otras fuentes. Por ejemplo, dicen que el Führer, pasando revista a la situación miliar en Europa, lanzó la siguiente amenaza: Soy el dueño de Europa y, como tengo a mis órdenes 200 divisiones, no hay más alternativa que obedecerme. En el acta alemana que se conserva está incluido el análisis de la situación hecho por Hitler, así como un relato de las divisiones disponibles, pero no aparece ninguna amenaza como la antes mencionada. Además, el barón de las Torres dice que Hitler salió de la entrevista murmurando: con estos tipos (o este tipo), no hay nada que hacer (mit diesem Kerl _o, mit diesen Kerlen— ist nichts zu machen. Sin embargo, esta confesión de impotencia por parte de Hitler resulta incongruente con la supuesta amenaza de utilizar sus divisiones para imponer su voluntad. Por el contrario, si tal amenaza nunca existió, el sentimiento de irritación resulta comprensible.

Igualmente, las notas del intérprete español dicen que Hitler, impulsivamente, ofreció e Oranesado a Franco, quien lo rechazó por motivos de honor. Esto es totalmente insostenible habada cuenta de las conocidas ambiciones españolas en el área y de la presión que Franco había ejercido en ese sentido sobre Vichy en los meses previos. La elaboración de estos documentos, cuando se tiene en cuenta la misteriosa desaparición de otros materiales relevantes del Auswärtges Amt (Ministerio alemán de Asuntos Exteriores), cobra sentido en el contexto de un ejercicio de propaganda.


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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jun 30, 2005 7:14 pm

Dictadores frustrados

A la efusiva bienvenida de Franco (Me alegro de verte, Führer) Hitler respondió fríamente: Por fin se cumple un viejo deseo mío, Caudillo. Sin embargo, en vez de la conversación que Hitler había esperado dominar, tuvo lugar un cruce de monólogos opuestos. Curiosamente, dada la poco imponente imagen de Franco. Hitler parece haber estado a la defensiva, divagando sobre varios temas y justificando frenéticamente las dificultades que Alemania encontraba en la guerra, enfatizando el papel del clima en la Batalla de Inglaterra. También explicó laboriosa y oscuramente por qué el cumplimiento de las ambiciones marroquíes de España era problemático en vista de la necesidad de cooperar con la Francia de Vichy. A este respecto, se refirió a su previa conversación con Laval y a la que tenías prevista con Pétain, en las cuales su argumento era que si Francia se aliaba con Alemania, sus pérdidas territoriales serían compensadas con las colonias británicas.

El trago amargo para Franco fue la afirmación de Hitler de que: si era posible la cooperación con Francia, entonces puede que las ganancias territoriales de la guerra no fuesen tan grandes. No obstante, el riesgo era más pequeño y el triunfo más fácilmente alcanzable. En su opinión personal, en una lucha tan enorme, era mejor con seguir un triunfo rápido en poco tiempo, incluso si las ganancias fuesen más pequeñas! Que librar una guerra larga. Si Alemania pudiese vencer más rápido con ayuda de Francia, a cambió de tal ayuda estaba dispuesto a ofrecer a los franceses mejores condiciones de paz.

Es difícil que Franco no notase que su esperanza de ganancias territoriales masivas a bajo costo estaban siendo trituradas ante sus propios ojos. Había ido a la entrevista convencido ingenuamente de que Hitler, su amigo, sería generoso. Por tanto, le abrumó con un monólogo recitativo acerca de la historia de as reivindicaciones españolas en Marruecos, las pésimas condiciones existentes en España y la lista de suministros requerida para posibilitar su preparación militar, terminando con la pomposa afirmación de que España podría tomar Gibraltar sola.

La voz atiplada de Franco y su imperturbabilidad provocó que Hitler se distrajese. El Führer se levantó nerviosamente y exclamó que no había lugar a más discusiones. No obstante, pese a su frustración ante lo que percibía como estrechez de miras de Franco, recapacitó y yo a sentarse para proseguir la conversación. La misma terminó a las 6.05 de la tarde, y después de un corto intervalo durante el cual se reunieron Serrano Suñer y Ribbentrop, tuvo lugar la cena en el vagón de Hitler. Los dos ministros habían quedado reunidos para redactar el borrador de un protocolo. Es significativo que en dicha conversación, el Cuñadísimo afirmó al comenzar que el Caudillo no había entendido exactamente las cuestiones concretas tratadas en la entrevista con el Führer. En particular, él no podía aceptar que Hitler quisiera colaborar con Pétain, a quien el Caudillo consideraba acabado.

Sin embargo, Franco no había quedado total mente desconcertado. Cuando Hitler presionó por una pronta publicación del Pacto Tripartito, Franco le había respondido que hacer eso supondría provocar un desembarco británico en Portugal. Serrano Suñer expresó a Ribbentrop su sorpresa por la nueva línea de Hitler respecto al África francesa y su pesar porque eso significaba invalidar las demandas máximas de España. Ello no obstante, de acuerdo con la propuesta inicial de Franco, Serrano aceptó redactar un protocolo secreto. Otra aspiración española que no sería recogida en el texto escrito era la petición de rectificación de la frontera pirenaica para dar a España el Rosellón (la Cataluña francesa).

El protocolo no había sido totalmente redactado cuando se interrumpió la reunión. Las palabras de Franco al despedirse del Führer revelaron su compromiso emocional con el Eje: A pesar de todo lo que he dicho, si llegase el día en que Alemania me necesitara realmente, me tendrá a su lado incondicionalmente y sin ninguna demanda por mi parte. Para alivio de Serrano Suñer, el intérprete alemán no tradujo lo que pensó que era una cortesía formal.


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Mensaje por Erich Hartmann » Sab Jul 02, 2005 2:38 am

El consuelo de la neutralidad

Con una mezcla asombrosa de ingenuidad y codicia, Franco le dijo a Serrano Suñer después de la entrevista: Esta gente es intolerable. Quieren, que entremos en la guerra a cambio de nada. No podemos fiarnos de ellos sino se comprometen formalmente ahora, en lo que firmemos, a darnos los territorios que nos pertenecen como les he explicado. De otro modo, no entraremos en guerra. Este nuevo sacrificio por nuestra parte sólo se justificaría si nos dan lo que será la base de nuestro imperio. Si no se comprometen formal mente ahora, después de la victoria, a pesar de lo que digan, no nos darán nada. Quizá lo más notorio en las palabras de Franco sea la creencia implícita en que un compromiso formal de Hitler tenía algún valor. Tales afirmaciones, y todo el conjunto de la entrevista, desmienten la tesis posterior de Franco y Serrano Suñer según la cual ambos se resistieron astutamente a Hitler. Su determinación no fue preservar la neutralidad sino conseguir las bases de un imperio colonial. Para su fortuna, Hitler tenía otros compromisos. En consecuencia, la neutralidad resultó ser una especie de premio de consolación. Después de su accidentada salida de la estación, el tren que llevaba a los españoles regresó a San Sebastián. Serrano Suñer y Franco se alojaron en el Palacio de Ayete, donde elaboraron el texto del protocolo entre las 2 y as 3 de la madrugada. El texto propuesto por los alemanes fijaba la entrada en la guerra para cuando el Reich lo estimara oportuno. Franco y Serrano buscaron el modo de encontrar una fórmula que les diera mayor autonomía y margen de maniobra. Antes del alba, el general Eugenio Espinosa de los Monteros, embajador español en Berlín, se presentó en Ayete. A la vista de sus informes sobre la impaciencia de los alemanes) quedó encargado de llevar en mano a Hendaya el texto finalmente elaborado. Ribbentrop rehusó aceptar pequeñas enmiendas al protocolo inicial, aunque Serrano Suñer ocultó esa noticia a Franco. A pesar de su vaguedad, el protocolo constituía un compromiso formal por parte de España para unirse a la guerra al lado del Eje.

Goebbels anotó en su diario respecto a la entrevista de Hendaya: Ya ha tenido lugar el encuentro previsto entre el Führer y Franco, me informan por teléfono que todo ha ido bien y que España está firmemente a nuestro lado. A Churchill le esperan malos tiempos. Goebbels no fue el único en recibir una información similar. También Ribbentrop telefoneó a Ciano y le expresó la satisfacción alemana con el curso de la entrevista. Ambas interpretaciones concuerdan plenamente con el hecho de que Hitler había hecho una especie de viaje de reconocimiento para evaluar las posiciones de Franco y Pétain. Sólo más tarde el Führer llegaría a considerar la entrevista un auténtico fracaso. Sin embargo, ello no significa que hubiese disfrutado de la misma. Tras haber pasado casi nueve horas en compañía de Franco, Hitler confesaría a Mussolini posteriormente que antes de volver a repetirla preferiría tener que sacarme tres o cuatro dientes. Es evidente que tanto Hitler como Ribbentrop estaban irritados porque Franco y Serrano Suñer parecían incapaces de apreciar que los intereses alemanes exigían refrenar las demandas españolas. Según el mariscal Keitel, que habló brevemente con Hitler durante la pausa para cenar, el Führer no estaba nada satisfecho con la actitud de los españoles y prefería interrumpir las conversaciones de una vez. Estaba muy irritado con Franco y particularmente enfadado por el papel jugado por Serrano Suñer, su ministro de Exteriores; según Hitler, Suñer tenía a Franco en su bolsillo. En cualquier caso, el resultado final era muy pobre.

En el mismo sentido, al partir de Hendaya, Ribbentrop describió al parecer a Serrano Suñer como un jesuita y a Franco como un cobarde desagradecido. El 25 de octubre, Ribbentrop también escribió al embajador alemán en Roma, Mackensen, sobre las dificultades surgidas en Hendaya. Las definió sucintamente al decir: Con frecuencia, el ministro español de Asuntos Exteriores parece incapaz de comprender que la realización de las aspiraciones españolas depende exclusivamente del triunfo militar de las potencias del Eje y que por consiguiente, esas aspiraciones deben subordinarse al objetivo del Eje de lograr la victoria final. Y se quejó de que los españoles no apreciaban suficientemente que el Eje tendría grandes dificultades para enfrentarse en África a la vez con los británicos y con De Gaulle (48). El coronel Gerhard Engel, ayudante militar de Hitler, informó a Halder que el Führer estaba descontento con la entrevista de Hendaya y abominaba de la canalla jesuítica y del orgullo español equivocado.


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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Jul 06, 2005 6:51 pm

La suerte de Franco

Mientras tanto, Serrano Suñer estaba informan do a Stohrer del amargo sentimiento provocado en el Caudillo y en mí mismo por la negativa alemana a asumir las pequeñas enmiendas sugeridas al protocolo propuesto. De hecho, Hitler había proyectado engañar a los españoles respecto al Marruecos francés admitiendo con aparente franqueza que no podía dar lo que todavía no era suyo. La verdad era que confiaba en poder disponer pronto del imperio colonial francés como gustara, pero no tenía intención de entregárselo a Franco. Ese era su grandiose fraud. Años después, Serrano Suñer anotaría que Hitler no había dicho una mentira suficientemente grande. A tenor del Cuñadísimo, la obsesión africanista de Franco con Marruecos era tal que si Hitler se lo hubiese ofrecido, habría conseguido que entrase en la guerra. Parece que el propio Franco le confesó a Antonio Martínez Cattaneo, gobernador civil de León: fue Hitler quien no aceptó mis condiciones.

Mientras esperaba la llegada del tren de Franco en Hendaya, el Führer reveló las razones por las que era incapaz, por vez primera, de utilizar una mentira monstruosa en sus planes diplomáticos. Conversando con Ribbentrop en el andén, reconoció que no podría hacer promesas firmes sobre el territorio francés porque, con estos latinos charlatanes, es seguro que los franceses se enterarían de ello tarde o temprano. En mi entrevista con Pétain quiero inducir a los franceses a que empiecen la lucha activa contra los ingleses, así que no puedo insinuarles ahora que hagan esas cesiones de territorio. Además, si tal acuerdo con los españoles se hiciera público, el imperio colonial francés pasaría íntegro al campo de De Gaulle.

Para Franco fue una verdadera suerte que Hitler continuase mostrándose reacio, y de hecho incapaz de pagar su precio Después de todo, una de las razones del Führer para desearla intervención española era que posibilitaría el control del Norte de Africa y evitaría el surgimiento de una resistencia francesa en el área. Sin embargo, el precio requerido por Franco (la cesión de las colonias francesas) precipitaría con seguridad un movimiento anti-alemán favorable a De Gaulle, abriendo paso al desembarco aliado en la zona. La entrevista de Hendaya quedó en tablas precisamente por este problema. Se firmó el protocolo por el cual España se comprometía a unirse al Eje en fecha a determinar de común acuerdo por las tres potencias y después de que se hubiesen completado los preparativos militares. En realidad, esa fórmula dejaba la decisión final en manos de Franco. No obstante, Hitler hubiera podido presionarle a que se decidiera rápidamente si hubiese ordenado la entrega de los suministros militares y alimenticios contemplados. Las promesas del Führer sólo habían sido precisas respecto a Gibraltar, manteniéndose en la ambigüedad respecto al futuro control español de las colonias francesas en África.

Paradójicamente, Hitler, que creía estar engañando a Franco al ocultar que no tenía intención de entregarle el imperio francés, fracasó en su empeño por no decir una mentira suficientemente grande. Las vagas promesas hechas no eran bastante para el Caudillo. En Hendaya, la fatua admiración que Franco había mostrado por Hitler desde 1939 comenzó a ceder ante su codicia gallega natural. Los comentarios que hizo a Serrano Suñer reflejaban su indignación porque los alemanes no le ofrecían un imperio colonial a cambio de la beligerancia española. La réplica irónica a esos comentarios es la opinión alemana de que la indignación de Franco ante la demanda de una isla en Canarias demostraba que los españoles sólo desean ganancias sin tener que hacer ningún sacrificio.

Franco tuvo suerte también de que las formas despóticas de Ribbentrop habían colocado a un susceptible Serrano Suñer en el lado de la precaución. El 31 de octubre de 1940, Serrano Suñer decía pues una verdad a medias al declarar por tres veces al embajador norteamericano en Madrid: ni Hitler ni Mussolini habían hecho ninguna presión, ni siquiera habían insinuado que España debería entrar en la guerra.

EL Führer se entrevistó con el Duce en Florencia el 28 de octubre, tanto para informarle de sus encuentros con Franco y Pétain como para recibir noticias sobre la aventura griega de Mussolini. Hitler expresó su temor de que los españoles no fueran capaces de mantener el control sobre su colonia marroquí si el Marruecos francés rompía con Vichy y se producía un desembarco inglés. En ese caso, la carga sobre las fuerzas del Eje sería intolerable. Por tanto, pensaba que sería mejor dejar que la Francia de Vichy se encargase de la defensa de Marruecos. A medida que profundizaba en el modo de atraer a Laval y Pétain hacia una alianza subordinada con el Eje, Hitler se hacía más y más crítico hacia Franco. Respecto a las demandas españolas, le dijo a Mussolini que España sólo podría conseguir una ampliación sustancial de su colonia marroquí y que la fecha de su entrada en guerra dependería de la conclusión de los preparativos militares. A pesar de las fantasías de los propagandistas de Franco, para el Führer no era todavía una prioridad urgente conseguir la beligerancia española. De cualquier modo, poco tiempo después Hitler volcaría sus reflexiones sobre Rusia.


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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Jul 06, 2005 6:52 pm

Epílogo: Cambio de rumbo

Lo que haría cambiar la actitud de Hitler hacia España serían las dificultades que habría de encontrar en los Balcanes, como resultado del precipitado ataque italiano sobre Grecia iniciado el 28 de octubre. Las previsiones del Führer sufrieron una grave sacudida por la victoria naval británica sobre Italia en Tarento y por el cambio de coyuntura bélica en Grecia, que abrió la vía a una ofensiva británica en la Península. Sólo entonces, y con el fin de reducir los riesgos creados a los suministros petróleo procedentes de Rumania, Hitler decidió que debía cerrarse el Mediterráneo.

Por primera vez, su deseo de la beligerancia española fue lo suficientemente grande como para que se decidiese a presionar a Franco, El 11 de noviembre, Ribbentrop invitó a Serrano Suñer a una conferencia con él y con Ciano en Berghof, siete días más tarde. Tras consultar con su cuñado, Serrano aceptó la invitación. En realidad, después de escribir su carta de 30 de octubre a Hitler, Franco se había vuelto mucho más prudente. La situación económica española estaba deteriorándose día a día y el Caudillo también había notado los síntomas de reforzamiento de la posición británica, Dado que Hitler seguia mostrando la misma reticencia a prometer las ganancias imperiales ansiadas, Franco se preparaba para retirarse a una política más realista que la precedente: posponer la beligerancia española hasta que la derrota británica fuese con toda seguridad inminente. Por tanto, sólo a partir de mediados de noviembre de 1940 es posible hablar con rigor de que Franco se resistió a las demandas de Hitler, Pero incluso a partir de esa fecha, su confianza y compromiso con la victoria del Eje permanecería inalterada durante los siguientes tres años.


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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Jul 06, 2005 6:54 pm

La versión de la entrevista del traductor de alemán por parte Española, a la sazón Don Luís Álvarez de Estrada y Luque, Barón de las Torres.

ANOTACIONES SOBRE <<LA CONFERENCIA DE HENDAYA>> CELEBRADA EL 23 DE OCTUBRE DE 1940 ENTRE SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO Y EL FÜHRER, CANCILLER DEL REICH, CON ASISTENCIA DE LOS RESPECTIVOS MINISTROS DE ASUNTOS EXTERIORES, SEÑORES SERRANO SUÑER Y RIBBENTROP.

Llega el trén que conduce a S.E. el Caudillo a la estación de Hendaya poco después de las tres de la tarde. Hace S.E. el viaje en el break de Obras Publicas, acompañado por el Ministro de Asuntos Exteriores, Sr. Serrano Súñer, y los jefes de sus Casas Militar y Civil.
A la llegada del trén es recibido en el andén por el Fürer, a quién acompañan su ministro de Negocios Extrangeros, Sr. Ribbentrop, Mariscal Keitel y todo su Estado Mayor. Una vez hechas las presentaciones de los séquitos respectivos, invita el fürer a S.E. a pasar a su coche-salón, donde se ha de celebrar la entrevista.
En dicho coche-salón, y en una mesa rectángular para seis personas, toman asiento S.E. el Jefe del Estado, el Führer, el Sr. Serrano Súñer, el Sr. Ribbentrop, un intérprete alemán y el Barón de las Torres, que actúa como intérprete por parte Española, prohibiéndose el acceso a dicho salón de ninguna otra persona, ya que los Embajadores de Alemania en Madrid, Sr. Von Sthorer y de España en Berlín, General Espinosa de los Monteros, han permanecido con el resto del séquito.
El Fürer está sentado en una cabecera, teniendo a su derecha al Caudillo y a su izquierda al Sr. Serrano súñer; a la derecha del Caudillo está el Sr. Ribbentrop.

Comienza S.E. el Jefe del Estado señalando la satisfacción que le produce el encontrarse por vez primera con el Führer, a quién de nuevo reitera las gracias por la ayuda que Alemania prestó a España durante nuestro Glorioso Movimiento Nacional.
El Fürer contesta a S.E. diciendo que es también para él muy grato el momento de encontrarse con el Generalísimo, y después de ensalzar la gesta del pueblo español, qu ha sabido enfrentarse contra el comunismo a las órdenes de S.E., señala la importáncia que tiene la reunión de ambos Jefes de Estado en este momento crítico de la guerra en Europa, en que acaba de ser derrotada Francia.

Empieza el Führer por hacer una relación bastante minuciosa de todos los acontecimientos ocurridos hace trece meses, y que han dado oigen a la guerra mundial, insistiéndo que él no quería la guerra, pero que se ha visto obligado a aceptarla con todas sus consecuencias. Pinta la situación de Europa como completamente favorable a las armas alemanas, diciendo textualmente: <<Soy el dueño de Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay más que obedecer.>> Continúa el Führer ponderando la eficacia y dominio de las fuerzas alemanas, asegurando que será cuestión de muy poco tiempoel aniquilamiento de Inglaterra, cuya invasión se está preparando con grán eficacia, y que le interesa tener previenidos y sujetos todos los puntos neurálgicos que puedan ser de interés para sus enemigos, y por ello es por lo que le ha interesado tener esta conversación con el Caudillo, pues hay varios puntos en los que España está llamada a tener un papel muy importante, y que no hay duda que velando por sus intereses políticos lo llevará a cabo, ya que si dejara pasar esta oportunidad no se le podría presentar nunca.
A este respecto, dice que le interesan tres puntos, que són: Gibraltar, Marruecos e islas Canarias.

Continúa diciendo el Führer, al pasar a tratar de Gibraltar, que esta es una cuestión de honor para el pueblo Españo, el reintegrar a la Patria enste pedazo de suelo que todavía está en manos extrangeras, y que por su situación privilegiada en el Estrecho sea el punto de apoyo más que para la navegación por el Mediterráneo tienen los aliados, y que, por tanto, hay que ir tomando en consideración la necesidad de que se cierre el Estrecho, ya que si Ceuta y Gibraltar estiviesen en manos Españolas , sería imposible la navegación.
Ataca el segundo punto referente a Marruecos, diciendo que España, por su historia y por otros muchos antecedentes, es la llamada a quedar en posesión de todo el Marruecos francés y de Orán, y que, desde luego, si España entraba en la guerra al lado del Eje, se le garantizaba el dominio de los territorios antes citados.
Por lo que se refiere a las Islas Canarias, dice qué, aunque está convencido de que los Estados Unidos no han de entrar en la guerra, pues no tienen intereses de gran envergadura en ella, no así los ingleses, que aunque suren una situación precaria actualmente, en cualquier golpe de mano pueden hacerse con ellas y sería desde luego, un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con toda eficacia se está llevando a cabo.

S.E. el Jefe del Estadocontesta a los puntos que acaba de mencionar el Führer, diciendo que aunque es exacto que Gibraltar es un pedazo de tierra española que hace muchos años que está en manos ajenas, y que sería de gran satisfacción para el pueblo español que volviera a formar parte de la Patria, hay que comprender que lo que al Führer le parece muy facil, que es tomar la ofensiva contra Gibraltar, supone para un pueblo que acaba de pasar por una de las más terribles guerras civiles un sacrificio, ya que no tiene aún cerradas las heridas de todo orden que ha sufrido, y que sería una muy pequeña conpensación para los estragos y dificultades que la entrada en guerra con Inglaterra supondría.
Por otro lado, continua el Caudillo, por lo que se refiere a Marruecos debe tenerse muy en cuenta el esfuerzo que para una España aun no rehecha de la Guerra Civil supone el mantenimiento de los efectivos militares que tiene en su zona y que obliga a las tropas francesas a mantener unos efectivos militarres inactivos que no pueden acudir a otros sectores. Continúa el Caudillo diciendo que agradece mucho lo ofrecimientos que para después de la guerra, y en el caso de que España entrara en ella, se le hacen de la Zona Francesa y de Orán, que no se le ha ocurrido pedir, pero que estima que para ofrecer las cosas es necesario tenerlas en mano, y que, hasta ahora, el Eje no dispone de ellas. Añade el Caudillo, que este problema de Marruecos no lo ha considerado él vital para España, y comprende que no se le ha hecho justicia a nuestro país y que no se le ha reconocido la situación que por derecho e historia le corresponde; pero que habiendo sido, como lo prueba la Conferencia de Algeciras, problema que siempre suscitó la intervención de todos los países, aún de aquellos que más alejados se encontraban de él, estima que no debe procederse a la ligera, sino, por el contrario, sin hacer dejación de ninguno de los derechos que le asisten, examinar el problema con toda frialdad.
Por lo que se refiere a las Islas Canarias, no cree el Caudillo que puedan ser objeto de ataque, pero, desde luego, reconoce que aún cuando existen en las islas efectivos necesarios, los medios de defensa de las islas no están a la altura de las circunstancias, pues el armamento no es eficiente.

A esto contesta el Führer diciendo que se le enviarían por Alemania las baterías de costa de gran calibre que fueran necesarias, así como los técnicos encargados de montarlas y enseñar su manejo.

Señala el Caudillo, con referencia al cierre del Estrecho de Gibraltar, que considera de mucha más urgencia e importancia el cierre del canal de Suez, pues el corte de éste traería aparejada la inutilidad del Estrecho de Gibraltar, y psaría a ser un mar muerto el Mediterráneo.

El Führer se mantiene en su postura de que considera más importante cerrar por Gibraltar que por Suez.
Insiste el Führer en señalar los grandes beneficios que reportaría a España una intervención al lado del Eje, manifestando que cree llegado el momento en que España tiene que tomar una determinación, pues no puede permanecer indiferente a la realidad de los hechos y de que las tropas Alemanas se encuentren en los Pirineos.
Y añade que como mañana o pasado tiene concertada una reunión con el Mariscal Pétain y el Sr. Laval en Montoire, quiere saber a qué atenerse respecto a la actitud de España para obrar en consecuencia con respecto a Francia.

Contesta a este el Caudillo, que no cree que tenga nada que ver la actitud de España en las conversaciones de una potencia que acaba de hacer ofrercimientos, pues, una de dos, o estos ofrecimientos no son más que el cebo para una posible entrada de España en la guerra o no se piensa cumplirlos si la actitud de Alemania con el Gobierno de la Francia derrotada no es excesivamente dura.

Esta contestación del Caudillo no parece agradar mucho al Führer (seguramente porque es verdad), y recalca de una manera un poco vehemente, y sin recoger lo dicho por el Generlísimo, que él no puede ir a Montoirea entrevistarse con Pétain sin conocer una actitud definida por parte de España.

El Caudillo, vuelve a insistir en lo antes manifestado, y además reitera que España, que acaba de sufrir una Guerra Civil, que ha tenido cerca de un millón de muertos por todos los conceptos, que está falta de víveres y de armamento, no puede ser llevada sin más a una guerra cuyo alcánce no se puede medir, y en la cual no iba a sacar nada.

(Al llegar este momento se suspendió la sesión, que ha durado desde las cuatro menos cuarto a las siete menos veinte. La conversación ha resultado lenta por tener que traducirse del Español al Alemán y viceversa. Una vez terminada la conversación se traslada el Caudillo a su coche-salón hasta la hora de la comida que ofrece el Führer a S.E. y a su séquito. Se reanuda la Conferencia poco después de las diez y media de la noche.)

En la segunda parte de la Conferencia se nota desde el principio el afán del Führer de hacer ver al Caudillo la conveniencia de entrar en la guerra, por estar esta, como quién dice, virtualmente ganada, y asegurando que tendría España, cuanta ayuda pudiera necesitar tanto en provisiones como en armamentos.

Vuelve el Caudillo a insistir en lo que tantas veces ha repetido durante el curso de la conversación, de que España no está preparada para entrar en ninguna guerra, y que no se le pueden pedir sacrificios inútiles para no obtener nada por ellos, y que considera que ya es buena ayuda la Neutralidad Española que le permite no tener efectivos en los Pirineos y la distracción de fuertes contingentes Franceses por nuestras fuerzas militares en la zona de Marruecos, aparte de lo que representa el aberse adueñado España de Tánger, evitando que lo hicieran otros.

El Führer ante esta contestación, y visiblemente contrariado, manifiesta que aunque esto es verdad, no es lo suficiente ni lo que necesita Alemania.

El Caudillo le vuelve a contestar que él no puede llevar al pueblo Español a una guerra que , desde luego, sería impopular, ya que en ella no se podría alegar que estaba implicado el prestigio ni la conveniencia de España.

Después de un forcejeo insistiendo ambos Jefes de Estado en sus puntos de vista, y teniendo en cuenta que quiere llegarse a una solución por parte de Alemania, propone el Führer, de acuerdo con su Ministro de Asuntos Exteriores, Sr. Ribbentrop, que se firme por parte de España un compromiso en el que se compromete a entrar en la guerra al lado de Alemania cuando ésta estime necesario que lo haga más adelante.

El Caudillo vuelve a insistir en los tan repetidos puntos de vista respecto a la imposibilidad de España de entrar en una guerra que no le habría de reportar ningún beneficio y que por tanto, aunque fuera un compromiso aplazado, él no lo puede aceptar.

Se siguen manteniendo durante tres cuartos de hora los respectivos puntos de vista y, pasadas las doce y media el Führer, que ha ido cada vez más perdiendo el control, se dirige en Alemán a Ribbentrop y le dice: <<Ya tengo bastante; como no hay nada que hacer, nos entenderemos en Montoire.>>
El Führer dando muestras de su sobervia o de su mala educación, se levanta de la mesa y, de forma completamente militar y agria, se despide de los presentes, acompañado de su ministro de Asuntos Exteriores.
Poco después, y ya de manera oficial, tiene lugar la despedida en el andén en forma aparentemente cordial.

A la una menos cinco arranca el trén que conduce a S.E. quién creo que ha sacado una impresió del Führer distinta de la que se había imaginado, como aquel señor que cree encontrase con otro y se lleva un chasco.

Mi impresión, como Español, no puede ser mejor, pues conozco a los Alemanes y sé sus procedimientos, y teniendo en cuenta la fuerza que tienen hoy en día dominando Europa entera, la actitud del Caudillo ni ha podido ser más viril, ni más patriótica, ni más realista, pues se ha mantenido firme ante las presiones, justoficadas o no, del Führer y ha pasado por alto con la mayor dignidad los malos modo, al no ver satisfechos sus deseos, del Führer-Canciller
.


Luís Álvarez de estrada y Luque. Barón de las Torres.
26 de Octubre de 1940.



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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Jul 06, 2005 6:56 pm

Complementando la versión del traductor español, aquí unos fragmentos de las memorias del traductor alemán Paul Schmit, el 6° participante del encuentro:

Antes del encuentro: "Escuché cómo Hitler le decía a Ribbentrop: "Ahora no le podemos dar a los españoles ninguna promesa por escrito sobre entrega de territorios coloniales franceses. Si ellos reciben algo por escrito sobre este tema delicado, estos latinos son tan parlanchines, que los franceses se enterarán tarde o temprano......Además, si se llega a conocer de tal tratado con los españoles, todo el imperio colonial frances se pasará al lado de De Gaulle........"

"Bajo, rechoncho, moreno, con ojos vivaces, el dictador español se sentó en el vagón de Hitler. En las fotos que yo había visto parecía bastante más alto y esbelto. Pensé, que si llevara un vestido blanco, podría pasar por árabe, y a medida que se conversaba, por su forma de argumentar, con dudas y con cuidado, esta impresión se reforzaba. Enseguida me di cuenta de que Franco es un cautelo maestro de conversaciones, y no va a ser fácil presionarlo......."

Hitler propone tomar Gibraltar. "Primero Franco, sentado descuidadamente, no decía nada. Por su cara impenetrable yo no podía comprender si estaba asombrado por esta proposición o estaba pensando tranquilamente la respuesta. Después comenzó una maniobra de evasión igual a la de su colega italiano al principio d ela guerra. España no tiene alimentos. El país necesita trigo, varios cientos de miles de toneladas, e inmediatamente. "¿Puede Alemania abastecerlas?" preguntó según me pareció, con cierta astucia en la cara. España necesita armamento moderno. Para capturar Gibraltar hace falta artillería pesada, Franco mencionó una enorme cifra de cañones pesados que quería recibir de Alemania. Además, él tiene que defender toda su larga costa de ataques de la Armada inglesa. Y casi tampoco tiene artillería antiaérea. ¿Y cómo va a defender Canarias de un ataque inglés?. Y entre otras cosas, el orgullo nacional español no permite aceptar que Gibraltar sea tomado por soldados extranjeros y luego se la entreguen. La fortaleza debe ser tomada exclusivamente por españoles. Me llamó mucho la atención una observación de Franco hecha en respuesta a la declaración de Hitler de que unidades acorazadas lanzadas desde Gibraltar pueden expulsar a los ingleses de Africa. "Hasta la frontera de los grandes desiertos puede ser -dijo Franco- pero Africa central estará defendida de los ataques principales por tierra, por la franja de desiertos, igual que los mares defienden a una isla. Como veterano de campañas africanas sé lo que digo".

"Franco considera, que Inglaterra puede ser tomada, pero su gobierno junto a su flota continuará la guerra desde Canadá con ayuda de America"

".....A medida que Franco iba explicando sus argumentos, con voz tranquila y suave, su tono monótono recordaba a algún almuecín llamando a rezar. Hitler se estaba intranquilizando cada vez más. La conversación lo estaba poniendo nervioso. Una vez incluso se paró, y dijo que no podía continuar, pero enseguida se sentó de nuevo y continuó sus intentos de vencer a Franco."

"...Después del almuerzo ambos dictadores continuaron discutiendo tanto, que los trenes se retrasaron dos horas, pero no se entendieron. De hecho, los sentimientos de ambos cambiaron bastante"

"....Al día siguiente Ribbentrop continuó la destrucción, paso a paso, de los restos de la amistad germano-española. Contnuaba presionando al cada véz más resistente ministro de relaciones exteriores español, que quería defender a los españoles de la firma de un acuerdo contra el cual estaban. Al final Ribbentrop mandó a los españoles a San Sebastian, como si fueran escolares. "Que el texto lo tenga yo aquí mañana a las 8 de la mañana ", dijo el enojado maestro. "Los dejo, porque nos vemos con el mariscal Petain".

Tras estos y otros choques con los españoles ese día Ribentrop:
"Por todo el camino iba insultando al "jesuita" de Suñer y al "malagradecido cobarde" de Franco, que nos debe todo, y ahora no quiere unirse a nosotros. Los saltos del auto por el camino, parecía que aumentaban su enojo"

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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Jul 06, 2005 6:57 pm

No podemos pasar por alto el Protocolo Secreto. Creo que no quedaron muchas copias, salvo la que tenía el Conde Ciano y la Española.

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MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES

SECRETO


Entre los gobiernos de España, Alemania e Italia, se decide lo siguiente:

1.- La entrevista celebrada entre S.E. el Jefe del Estado y el Führer del Reich que siguió a la que sostuvieron el Duce y el Führer, así como el intercambio de pensamientos entre los tres Ministros de Asuntos Exteriores de los tres países en Roma y en Berlín, han servido para aclarar las posiciones recíprocas de los tres países a las particulares propias de la conducta de la guerra y a la política en general.

2.- España se declara dispuesta a entrar en el Pacto que el 27 de Septiembre firmaron Alemania Italia y Japón y con ese objeto firmar el correspondiente Protocolo sobre el ingreso resultante por parte de las cuatro potencias en una fecha determinada.

3.- Con el presente Protocolo, declara España, su ingreso en el Pacto de Alianza y Amistad firmado por Italia y Alemania, y el correspondiente agregado secreto del 22 de Mayo de 1939.

4.- En cumplimiento de sus obligaciones como aliado, España intervendrá en la actual guerra de las potencias del Eje contra Inglaterra, después que estas hayan otorgado las ayudas militares necesarias para su preparación hasta un punto en el cual, en apreciación conjunta entre las tres potencias , se establezca que se ha alcanzado un punto decisivo en los preparativos. Alemania concederá ayuda a España, mediante la entrega de víveres y materias primas para hacer frente a las necesidades del pueblo español y a las exigencias de la guerra.

5.- Además de la incorporación de Gbraltar a España, las potencias del Eje se declaran básicamente dispuestas -en relación con un orden conjunto, que deberá establecerse en África y que se fijará en los tratados de paz después de la derrota de Inglaterra- a conceder que España reciba en territorio africano en la misma cantidad, en la cual Francia pueda ser compensada, que se le asignen en territorio africano, con lo cual permanecerán en cuenta las pretensiones de Alemania e Italia referentes a Francia.

6.- El presente Protocolo tendrá un estricto carácter secreto, y sus participantes se obligan a guardar un estricto secreto sobre él, mientras no se llegue a un acuerdo de hacerlo público.


Establecido en tres originales en español, italiano y alemán.
Hendaya, 23 de Octubre de 1940.


Saludos cordiales

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