Un traidor sin escrúpulos
Sus juguetes preferidos eran las gomas de borrar y los encendedores. Así se denominaban en las SA de Hitler las porras y las pistolas. Por temperamento y figura Rohm parecía mas bien un siervo de la gleba y no un oficial. Carecía de todo escrúpulo: el asesinato político tenía para él los mismoslímites que el amor homosexual. Sabía animar el lugar donde se encontrase. Actuaba con ampulosidad, alardeaba de honorable, hablaba con esperanza, estaba muy poseído de sí mismo y se mostraba duro.
Adolf Hitler tenía pocos amigos inquebrantables. Ernst Rohm era uno de ellos y todo lo supeditaba a su fidelidad. No entraba en si aquello o lo otro era o no legal. Así, por ejemplo, prefirió traspasar el mando supremo del las SA a Hitler, el 1 de Mayo de 1925, a verse envuelto en un conflicto político con el Fuhrer. Por esta razón parecía absolutamente imposible que estuviese complicado, en 1934, en el peligroso "juego de la revolución" (Rudolf Hess) que se le atribuía y que le valió la muerte a mano de dos asesinos a sueldo en la prisión muniquesa de Stadelheim al tiempo que exclamaba "mein Fuhrer".
La hora de Rohm sonó cuando Hitler le mandó llamar de Bolivia, donde se encontraba como instructor en el alto mando del Ejército de aquel país. El Fuhrer necesitaba al antiguo jefe supremo de las SA para que organizase un grupo de choque paramilitar que contribuyera decisivamente en la lucha final contra el sistema de Weimar, contra los odiados bolcheviques, contra los aborrecidos demócratas. Él hizo lo que se le ordenó. Pero no logró entender a su Fuhrer cuando éste decidió que a partir de entonces se acababan los golpes de estado y las acusaciones de alta traición para acceder a la Cancillería del Reich por la vía de la legalidad estricta. La concepción nacionalsocialista no estaba hecha para él y se burlaba de todo aquello.
Le parecía política pequeño burguesa de los "civiles alemanes". Ante aquella "porquería", se limitaba a mover la cabeza alegando incompresión. Insistía en la superioridad del soldado sobre el político, y por ello esperaba desde el 30 de Enero de 1933, que al fin las SA fusionados con el Ejército del Reich, se convirtiesen en una gran milicia popular con una misión especial en el nuevo Estado. En la cabeza de Rohm bullía el objetivo de una "segunda revolución". Pero lo que se movía era el deseo de prebendas antes que un cambio socialista. Sin embargo, para el nuevo Estado el brutal patrón que era Rohm y sus "desesperados" (Joachim Fest), ofrecía un semblante poco agradable. Por ello debían ser ofrecidos como víctimas de una sociedad de la tranquilidad y el orden en aras de la imagen del Tercer Reich como "Estado del trabajo y de la Paz". El antiguo amigo de Rohm, Hitler, se decidiría por atacar las SA, en favor del Ejército del Reich y de las SS. La muerte del jefe de Estado Mayor de las SA significó la hora del nacimiento de las SS.
trimotor Ju52 rompia el silencio de la noche con el zumbido de sus motores. En la cabina del piloto, al lado de éste, el canciller del Reich, Adolf Hitler, se revolv{ia nerviosamente en su asiento. Cuando el avión describió un amplio círculo y se dispuso a tomar tierra, en el horizonte apuntaba ya la aurora. El jefe de sección de las SA Viktor Lutze, sentado detrás de Hitler, recordó mentalmente un verso: "El alba brilla para mí como una muerte anticipada". Amanecía un día nuevo, el 30 de Junio de 1934.
Entre tanto el aparato había tomado tierra y rodaba por las pistas del aeródromo de Oberwiesenfeld, en Munich. Al detenerse, Hitler saltó de su asiento y esperó impacientemente que se abriese la puerta. El Fuhrer descendió del avión delante de los jefes del partido que le acompañaban, de los de las SS y de los policías. En el límite de la pista, dos oficiales del Ejército del Reich, que montaban guardia, se llevaron la mano a la gorra y saludaron respetuosamente al canciller, unos metros más allá que los obsequiosos miembros del partido. "Este es el día más difícil de mi vida", dijo Hitler y añadió; "Pero mi juicio será inexorable". Momentos después subía al coche que lo aguardaba.
Continúa...
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