La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
Moderador: Francis Currey
Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
Hola a todos ; algo más..............................
Der Oberste Befehlshaber (Comandante en jefe).
El Führer discutiendo la situación con el Generalfeldmarschall von Leeb en Julio de 1941, en enero de 1942 presentaría su dimisión como Comandante del Grupo de Ejércitos Norte; Wilhelm Keitel (izq.) observa la escena.............................................................
Fuente: Hitlers Heerführer. Die deutschen Oberbefehlshaber im Krieg gegen die Sowjetunion 1941/42
Saludos. Raúl M .
Der Oberste Befehlshaber (Comandante en jefe).
El Führer discutiendo la situación con el Generalfeldmarschall von Leeb en Julio de 1941, en enero de 1942 presentaría su dimisión como Comandante del Grupo de Ejércitos Norte; Wilhelm Keitel (izq.) observa la escena.............................................................
Fuente: Hitlers Heerführer. Die deutschen Oberbefehlshaber im Krieg gegen die Sowjetunion 1941/42
Saludos. Raúl M .
Irse a pique, antes que arriar el pabellón. Alte G. Brown.
Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
¡Hola a todos!
Una de las ironías más grandes del ejército alemán bajo el Tercer Reich, una dictadura, fue que perdió todas las prerrogativas y privilegios que mantuvo hasta 1918 bajo monarquías absolutas y constitucionales. Esto es importante para acercarnos desde la perspectiva histórica a la conducción militar de la guerra en tiempos de Hitler, al tiempo de señalar el papel que jugó el ejército en la política.
Las grandes derrotas prusianas de Jena y Auerstedt en 1806 frente a los ejércitos de Napoleón pusieron de relevancia las carencias y defectos del ejército profesional-mercenario de las monarquías prusianas hasta la fecha, un asunto que no viene al caso tratar aquí. Estas humillantes derrotas propiciaron, bajo la obligada aquiescencia del monarca y del generalato humillado y desprestigiado, los proyectos de reforma política y militar que llevaron a cabo Stein y Scharnhorst, respectivamente, y sus discípulos en uno y otro campo. La reforma política tenía por objetivo principal dotar a la monarquía prusiana de un marco constitucional para erradicar su carácter absolutista y acercarla así al de las potencias occidentales, al tiempo de abrir la esfera política y el cuerpo de oficiales del ejército a las clases medias (burguesía), algo que hasta entonces estaba exclusivamente reservado a la aristocracia y la nobleza terrateniente. En su contrapartida militar, Scharnhorst pretendía, entre otros cambios importantes en la esfera propiamente militar, acabar con el reclutamiento de mercenarios y, siguiendo las tendencias de reclutamiento de la levée en masse francesa, establecer un sistema de reclutamiento tendente en última instancia a la conscripción universal. Pese a los esfuerzos y avances realizados durante los años que siguieron a las derrotas de 1806, las reformas quedaron abortadas en 1819 y, salvo ciertos cambios sobre los que no puedo extenderme aquí, el sistema volvió al clásico de las monarquías absolutistas de los Federicos.
Al margen de los conflictos existentes dentro del régimen absolutista prusiano sobre el control del ejército (principalmente entre el Gabinete Militar y el Ministerio de Guerra), el control del ejército fue, tal vez, el conflicto de repercusiones más funestas durante la etapa constitucional prusiana, otorgada por vez primera por el rey Federico Guillermo el 5 de diciembre de 1848 tras la revolución liberal y democrática iniciada en marzo del mismo año (siguiendo la ola de las revoluciones europeas surgidas a raíz de la revolución de París del mismo año), y que continuó con la constitución del imperio alemán en 1871 hasta la derrota imperial de 1918.
Básicamente, durante todo ese tiempo el legislativo sólo pudo ejercer un control parlamentario vía presupuestos para el ejército. En todo lo demás el ejército dependía directa o indirectamente (vía Estado Mayor General, Gabinete Militar o Ministerio de Guerra) del monarca, más tarde emperador. Y así sucedió en la conducción militar de la guerra. Ya hubo tensiones en este aspecto en la guerra contra Dinamarca (1864) y la guerra contra Austria (1866) entre el Estado Mayor General y el ministro presidencial Bismarck sobre la conducción militar. El Estado Mayor General de Moltke el Viejo salió completamente reforzado tras su papel en las vitorias militares de esas dos guerras, ganando su jefe acceso directo al monarca, no teniendo así que pasar por el Ministerio de Guerra. Durante la guerra contra Francia (1870-71) el Estado Mayor General llegó al punto de ocultar su planificación y conducción de la guerra a Bismarck, una anomalía que sería más tarde subsanada por el monarca.
Clausewitz había establecido que la conducción de la guerra pertenecía al liderazgo político, pero para el Estado Mayor General prusiano esto era aceptable sólo antes y después de la guerra, no durante la misma. La voluntad de Bismarck de someter la dirección de la guerra a su liderazgo político se vio, pues, contestada por la reacción del generalato alemán, simbolizado en Moltke, que se oponía a esa subordinación. Y esta tensión no desapareció durante los años siguientes a la formación del Reich alemán en 1871, sino que vivió en un inestable equilibrio moderado por el emperador. Tras la muerte del emperador Guillermo I en 1888, sucedido en el trono por su hijo Federico III durante apenas tres meses al morir como consecuencia de un cáncer en junio de 1888, subió al trono su hijo Guillermo II para desgracia futura. En marzo de 1890 se produciría la dimisión de Bismarck por sus diferencias con el emperador. Dos años antes, en agosto, Moltke el Viejo dejaría la jefatura del EMG para ser sucedido por el mariscal Alfred von Waldersee.
Esos cambios en el trono del imperio y en su dirección política y militar acabaron definitivamente con el inestable equilibrio entre el liderazgo político y el EMG, a resultas del cual la conducción militar de la guerra volvió a ser plena competencia del EMG, sin tener que rendir cuentas ni al parlamento ni al canciller. Y de esta guisa entró el imperio alemán en la IGM, estableciéndose virtualmente una dictadura militar desde 1917 a cargo de Hindenburg y Ludendorff, responsables únicamente ante el emperador.
Desde los tiempos de Federico el Grande hasta los de Guillermo II, el ejército prusiano-alemán había sido el principal baluarte de los monarcas, actuando en tiempos de paz como auténtica fuerza de represión del Estado frente a las manifestaciones, revueltas y revoluciones, y siendo un actor principal también en las grandes decisiones políticas internas y externas. Pese a las reformas liberales que abrieron, con altibajos, el acceso al cuerpo de oficiales del ejército a las clases medias y trabajadoras, el ejército continuó estando dominado en su mayoría por un cuerpo de oficiales salidos de la aristocracia y la nobleza terrateniente, con un gran menosprecio hacia los "comunes". Todos los intentos de someter la organización y control del ejército al parlamento y al ejecutivo no triunfaron más allá de las limitacines presupuestarias. Los oficiales del ejército juraron lealtad al monarca, nunca a la constitución. De esta forma, el destino de la monarquía estaba unido inexorablemente al destino del ejército, y viceversa mientras duró ese régimen político.
La derrota de la guerra en 1918 trajo consigo la revolución de noviembre de 1918 y la caída de las monarquías prusiano-alemanas, con la proclamación de una república. La imagen del ejército y de su cuerpo de oficiales quedó severamente dañada, mucho más de lo que había ocurrido antes, durante y después de la revolución de 1848. El ejército alemán derrotado, liderado por Groener, dejó en la estacada al emperador y, para salvar hasta cierto punto su imagen y su papel futuro, negoció con los revolucionarios moderados (SPD) y las fuerzas políticas liberales del centro del espectro político la contrarrevolución que trajo finalmente la constitución de la República Weimar de 1919.
Por primera vez en la historia, al margen de ciertos altibajos, el ejército quedó sometido en todos sus aspectos a los poderes legislativo y ejecutivo, teniendo su liderazgo que reportar directamente al ministro de Defensa (se abolió el Ministerio de Guerra), que constitucionalmente no podía ser un militar sino un civil. Al mismo tiempo, y por estipulación de las cláusulas militares del Tratado de Paz de Versalles se abolió el Estado Mayor General. Todo esto no fue, en su mayor parte, más allá de la teoría, pues en la práctica el ejército, en connivencia con el ejecutivo, recuperó parte de su autonomía, estableció un EMG encubierto (Truppenamt), metió a militares retirados como ministros de Guerra y no dejó de jugar un papel fundamental en la política interior y exterior de la Republica de Weimar. En última instancia, fue el liderazgo del ejército (encabezado por el general Schleciher, aunque sin proponérselo) y una camarilla política conservadora y nacionalista (encabezada por Papen y Hungenberg), todos ellos cercanos al presidente Hindenburg, quienes posibilitaron la llegada de Hitler a la Cancillería del Reich el 30 de enero de 1933, pese a los dos millones de votos que el partido nazi había perdido en las últimas elecciones generales de 1932 y el estado de bancarrota política y financiera en que se encontraba el NSDAP de Hitler.
Papen, Hugenberg y los líderes del ejército creyeron que podrían someter a Hitler, cuyo partido tenía representación minoritaria en el nuevo gabinete, pero, como se dice popularmente, les salió la criada respondona, y en menos de un año Hitler abolió todos los partidos políticos, salvo el suyo, durante lo que los nazis llamaron la toma del poder. Hasta entonces el gran sostén del gobierno nazi había sido su fuerza paramilitar, la SA, con la complicidad inquietante del ejército. Esa inquietud desapareció tras el descabezamiento criminal de los líderes de la SA durante la llamada Noche de los Cuchillos Largos en el verano de 1934, y lo que sucedió a continuación con el liderazgo del ejército y Hitler ya lo comenté resumidamente en mis anteriores intervenciones.
La ironía de toda esta historia, o una de las ironías más asombrosas para mí, fue el sometimiento humillante del liderazgo del ejército alemán ante un civil, Hitler, hecho que nunca antes se había producido en la secular historia del ejército prusiano-alemán. Un civil que -a parte de convertirse en dictador absoluto por gracia del ejército, que voluntariamente había declarado también por vez primera en su historia un juramento de obediencia incondicional personal y específico a un civil llamado Adolf Hitler- no era siquiera prusiano y pertenecía por clase social a los "comunes", y que antes de la IGM y hasta 1923 había sido un auténtico don nadie en la vida política, cultural, social, económica...alemana. Y fue este civil don nadie convertido en el personaje más grandemente idolatrado en el conjunto de la sociedad de la Alemania nazi, e incluso en una buena parte del cuerpo de oficiales y la Generalität de la Wehrmacht, quien dirigió y gobernó con absoluto dominio la conducción militar de la guerra, llegando a ejercer esta tiranía incluso en los niveles tácticos de la guerra. Y todo ello con la aquiescencia y complicidad, cuando no entusiasmo, de la mayoría de la Generalität y el cuerpo de oficiales de la Wehrmacht hasta el amargo final.
Saludos cordiales
JL
Una de las ironías más grandes del ejército alemán bajo el Tercer Reich, una dictadura, fue que perdió todas las prerrogativas y privilegios que mantuvo hasta 1918 bajo monarquías absolutas y constitucionales. Esto es importante para acercarnos desde la perspectiva histórica a la conducción militar de la guerra en tiempos de Hitler, al tiempo de señalar el papel que jugó el ejército en la política.
Las grandes derrotas prusianas de Jena y Auerstedt en 1806 frente a los ejércitos de Napoleón pusieron de relevancia las carencias y defectos del ejército profesional-mercenario de las monarquías prusianas hasta la fecha, un asunto que no viene al caso tratar aquí. Estas humillantes derrotas propiciaron, bajo la obligada aquiescencia del monarca y del generalato humillado y desprestigiado, los proyectos de reforma política y militar que llevaron a cabo Stein y Scharnhorst, respectivamente, y sus discípulos en uno y otro campo. La reforma política tenía por objetivo principal dotar a la monarquía prusiana de un marco constitucional para erradicar su carácter absolutista y acercarla así al de las potencias occidentales, al tiempo de abrir la esfera política y el cuerpo de oficiales del ejército a las clases medias (burguesía), algo que hasta entonces estaba exclusivamente reservado a la aristocracia y la nobleza terrateniente. En su contrapartida militar, Scharnhorst pretendía, entre otros cambios importantes en la esfera propiamente militar, acabar con el reclutamiento de mercenarios y, siguiendo las tendencias de reclutamiento de la levée en masse francesa, establecer un sistema de reclutamiento tendente en última instancia a la conscripción universal. Pese a los esfuerzos y avances realizados durante los años que siguieron a las derrotas de 1806, las reformas quedaron abortadas en 1819 y, salvo ciertos cambios sobre los que no puedo extenderme aquí, el sistema volvió al clásico de las monarquías absolutistas de los Federicos.
Al margen de los conflictos existentes dentro del régimen absolutista prusiano sobre el control del ejército (principalmente entre el Gabinete Militar y el Ministerio de Guerra), el control del ejército fue, tal vez, el conflicto de repercusiones más funestas durante la etapa constitucional prusiana, otorgada por vez primera por el rey Federico Guillermo el 5 de diciembre de 1848 tras la revolución liberal y democrática iniciada en marzo del mismo año (siguiendo la ola de las revoluciones europeas surgidas a raíz de la revolución de París del mismo año), y que continuó con la constitución del imperio alemán en 1871 hasta la derrota imperial de 1918.
Básicamente, durante todo ese tiempo el legislativo sólo pudo ejercer un control parlamentario vía presupuestos para el ejército. En todo lo demás el ejército dependía directa o indirectamente (vía Estado Mayor General, Gabinete Militar o Ministerio de Guerra) del monarca, más tarde emperador. Y así sucedió en la conducción militar de la guerra. Ya hubo tensiones en este aspecto en la guerra contra Dinamarca (1864) y la guerra contra Austria (1866) entre el Estado Mayor General y el ministro presidencial Bismarck sobre la conducción militar. El Estado Mayor General de Moltke el Viejo salió completamente reforzado tras su papel en las vitorias militares de esas dos guerras, ganando su jefe acceso directo al monarca, no teniendo así que pasar por el Ministerio de Guerra. Durante la guerra contra Francia (1870-71) el Estado Mayor General llegó al punto de ocultar su planificación y conducción de la guerra a Bismarck, una anomalía que sería más tarde subsanada por el monarca.
Clausewitz había establecido que la conducción de la guerra pertenecía al liderazgo político, pero para el Estado Mayor General prusiano esto era aceptable sólo antes y después de la guerra, no durante la misma. La voluntad de Bismarck de someter la dirección de la guerra a su liderazgo político se vio, pues, contestada por la reacción del generalato alemán, simbolizado en Moltke, que se oponía a esa subordinación. Y esta tensión no desapareció durante los años siguientes a la formación del Reich alemán en 1871, sino que vivió en un inestable equilibrio moderado por el emperador. Tras la muerte del emperador Guillermo I en 1888, sucedido en el trono por su hijo Federico III durante apenas tres meses al morir como consecuencia de un cáncer en junio de 1888, subió al trono su hijo Guillermo II para desgracia futura. En marzo de 1890 se produciría la dimisión de Bismarck por sus diferencias con el emperador. Dos años antes, en agosto, Moltke el Viejo dejaría la jefatura del EMG para ser sucedido por el mariscal Alfred von Waldersee.
Esos cambios en el trono del imperio y en su dirección política y militar acabaron definitivamente con el inestable equilibrio entre el liderazgo político y el EMG, a resultas del cual la conducción militar de la guerra volvió a ser plena competencia del EMG, sin tener que rendir cuentas ni al parlamento ni al canciller. Y de esta guisa entró el imperio alemán en la IGM, estableciéndose virtualmente una dictadura militar desde 1917 a cargo de Hindenburg y Ludendorff, responsables únicamente ante el emperador.
Desde los tiempos de Federico el Grande hasta los de Guillermo II, el ejército prusiano-alemán había sido el principal baluarte de los monarcas, actuando en tiempos de paz como auténtica fuerza de represión del Estado frente a las manifestaciones, revueltas y revoluciones, y siendo un actor principal también en las grandes decisiones políticas internas y externas. Pese a las reformas liberales que abrieron, con altibajos, el acceso al cuerpo de oficiales del ejército a las clases medias y trabajadoras, el ejército continuó estando dominado en su mayoría por un cuerpo de oficiales salidos de la aristocracia y la nobleza terrateniente, con un gran menosprecio hacia los "comunes". Todos los intentos de someter la organización y control del ejército al parlamento y al ejecutivo no triunfaron más allá de las limitacines presupuestarias. Los oficiales del ejército juraron lealtad al monarca, nunca a la constitución. De esta forma, el destino de la monarquía estaba unido inexorablemente al destino del ejército, y viceversa mientras duró ese régimen político.
La derrota de la guerra en 1918 trajo consigo la revolución de noviembre de 1918 y la caída de las monarquías prusiano-alemanas, con la proclamación de una república. La imagen del ejército y de su cuerpo de oficiales quedó severamente dañada, mucho más de lo que había ocurrido antes, durante y después de la revolución de 1848. El ejército alemán derrotado, liderado por Groener, dejó en la estacada al emperador y, para salvar hasta cierto punto su imagen y su papel futuro, negoció con los revolucionarios moderados (SPD) y las fuerzas políticas liberales del centro del espectro político la contrarrevolución que trajo finalmente la constitución de la República Weimar de 1919.
Por primera vez en la historia, al margen de ciertos altibajos, el ejército quedó sometido en todos sus aspectos a los poderes legislativo y ejecutivo, teniendo su liderazgo que reportar directamente al ministro de Defensa (se abolió el Ministerio de Guerra), que constitucionalmente no podía ser un militar sino un civil. Al mismo tiempo, y por estipulación de las cláusulas militares del Tratado de Paz de Versalles se abolió el Estado Mayor General. Todo esto no fue, en su mayor parte, más allá de la teoría, pues en la práctica el ejército, en connivencia con el ejecutivo, recuperó parte de su autonomía, estableció un EMG encubierto (Truppenamt), metió a militares retirados como ministros de Guerra y no dejó de jugar un papel fundamental en la política interior y exterior de la Republica de Weimar. En última instancia, fue el liderazgo del ejército (encabezado por el general Schleciher, aunque sin proponérselo) y una camarilla política conservadora y nacionalista (encabezada por Papen y Hungenberg), todos ellos cercanos al presidente Hindenburg, quienes posibilitaron la llegada de Hitler a la Cancillería del Reich el 30 de enero de 1933, pese a los dos millones de votos que el partido nazi había perdido en las últimas elecciones generales de 1932 y el estado de bancarrota política y financiera en que se encontraba el NSDAP de Hitler.
Papen, Hugenberg y los líderes del ejército creyeron que podrían someter a Hitler, cuyo partido tenía representación minoritaria en el nuevo gabinete, pero, como se dice popularmente, les salió la criada respondona, y en menos de un año Hitler abolió todos los partidos políticos, salvo el suyo, durante lo que los nazis llamaron la toma del poder. Hasta entonces el gran sostén del gobierno nazi había sido su fuerza paramilitar, la SA, con la complicidad inquietante del ejército. Esa inquietud desapareció tras el descabezamiento criminal de los líderes de la SA durante la llamada Noche de los Cuchillos Largos en el verano de 1934, y lo que sucedió a continuación con el liderazgo del ejército y Hitler ya lo comenté resumidamente en mis anteriores intervenciones.
La ironía de toda esta historia, o una de las ironías más asombrosas para mí, fue el sometimiento humillante del liderazgo del ejército alemán ante un civil, Hitler, hecho que nunca antes se había producido en la secular historia del ejército prusiano-alemán. Un civil que -a parte de convertirse en dictador absoluto por gracia del ejército, que voluntariamente había declarado también por vez primera en su historia un juramento de obediencia incondicional personal y específico a un civil llamado Adolf Hitler- no era siquiera prusiano y pertenecía por clase social a los "comunes", y que antes de la IGM y hasta 1923 había sido un auténtico don nadie en la vida política, cultural, social, económica...alemana. Y fue este civil don nadie convertido en el personaje más grandemente idolatrado en el conjunto de la sociedad de la Alemania nazi, e incluso en una buena parte del cuerpo de oficiales y la Generalität de la Wehrmacht, quien dirigió y gobernó con absoluto dominio la conducción militar de la guerra, llegando a ejercer esta tiranía incluso en los niveles tácticos de la guerra. Y todo ello con la aquiescencia y complicidad, cuando no entusiasmo, de la mayoría de la Generalität y el cuerpo de oficiales de la Wehrmacht hasta el amargo final.
Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
Me ha llamado la atención que digas que constitucionalmente el ministro de Defensa de la República de Weimar no podía ser un militar, sino que tenía que ser un civil. He buscado el artículo de la Constitución de Weimar donde se establezca tal requisito pero no he sido capaz de encontrarlo. ¿Podrías decirme, por favor, en donde se encuentra tal provisión?José Luis escribió: ↑Sab May 02, 2020 10:07 pmPor primera vez en la historia, al margen de ciertos altibajos, el ejército quedó sometido en todos sus aspectos a los poderes legislativo y ejecutivo, teniendo su liderazgo que reportar directamente al ministro de Defensa (se abolió el Ministerio de Guerra), que constitucionalmente no podía ser un militar sino un civil.
Por otro lado, es un hecho que el General von Schleicher fue Ministro de Defensa de la República de Weimar entre junio de 1932 y enero de 1933 ¿como pudo serlo si existía tal impedimento constitucional?
Finalmente, no sé muy bien que significado le atribuyes a lo de
, más allá de un simple, y cosmético, cambio de nombre. En lo fundamental el nuevo Ministerio de Defensa se siguió ocupando de los mismos asuntos: gestionar la fuerza militar de la Nación. Estoy casi seguro de que algún día este ministerio se llamará Ministerio de la Paz (como en la novela de Orwell) pero en el fondo se seguirá dedicando a lo mismo.se abolió el Ministerio de Guerra
Nunca se hace el mal tan plena y alegremente como cuando se hace por motivos de conciencia (B. Pascal)
Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
¡Hola a todos!
Durante los anteriores ministerios -de Defensa hasta 1935 y de Guerra hasta 1938-, el ministro, que lo fue Blomberg durante todo ese tiempo "nazi", era el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas alemanas (Wehrmacht), y tenía poder ejecutivo para dictar leyes y órdenes en todo lo relacionado con los asuntos internos, de organización, etc., de las fuerzas armadas. Con las purgas de febrero de 1938, Hitler acabó con este poder ejecutivo del ministro de Guerra, que se lo transfirió a él mismo bajo el OKW, cuyo jefe nominal, Keitel, no era más que una especie de secretario (servil) de Hitler, que era el auténtico jefe de esta nueva oficina. Hitler se revistió así como Comandante en Jefe de la Wehrmacht, además de ser el Comandante Supremo como jefe del estado.
El cambio del Ministerio de Guerra por el OKW no fue, pues, una simple y nueva denominación, sino una maniobra de Hitler para acabar con la autoridad y facultades del antiguo ministro, es decir, de Blomberg, en los asuntos militares y, en consecuencia, allanar el camino de Hitler para la guerra.
Saludos cordiales
JL
Hola, fermat! El artículo de la CW que trata del Ministerio de Defensa del Reich es el 79, que efectivamente no dice nada en tal sentido (en realidad sólo dice que la defensa del Reich es una función del Reich -esto imagino que es para acabar con los antiguos ministerios de guerra de algunos estados del imperio guillermino para reunificarlos bajo un único ministerio), y para su organización remite a una ley posterior que debería regularla. Desconozco si en el desarrollo legal de ese artículo se estipuló lo del carácter civil del ministro de defensa. Ahora mismo no recuerdo las fuentes (porque sé que lo leí en más de una obra) de ello. Pero fuese una cuestión constitucional, de ley orgánica o de norma, lo cierto es que los tres ministros de defensa que antecedieron a Schleicher fueron civiles (Groener, militar e importante en 1918-1919, se retiró del ejército en el 19 o en el 20, no recuerdo), y Schleicher, efectivamente militar, lo fue durante la etapa de los gabinetes presidenciales (algo que, por cierto, urdió él mismo).fermat escribió:Me ha llamado la atención que digas que constitucionalmente el ministro de Defensa de la República de Weimar no podía ser un militar, sino que tenía que ser un civil. He buscado el artículo de la Constitución de Weimar donde se establezca tal requisito pero no he sido capaz de encontrarlo. ¿Podrías decirme, por favor, en donde se encuentra tal provisión?José Luis escribió: ↑Sab May 02, 2020 10:07 pmPor primera vez en la historia, al margen de ciertos altibajos, el ejército quedó sometido en todos sus aspectos a los poderes legislativo y ejecutivo, teniendo su liderazgo que reportar directamente al ministro de Defensa (se abolió el Ministerio de Guerra), que constitucionalmente no podía ser un militar sino un civil.
Por otro lado, es un hecho que el General von Schleicher fue Ministro de Defensa de la República de Weimar entre junio de 1932 y enero de 1933 ¿como pudo serlo si existía tal impedimento constitucional?
No, no fue un “simple y cosmético” cambio como tú interpretas. Fue un cambio de calado. Esto se entiende bajo el contexto del desacuerdo tácito que se había producido a principios de diciembre de 1937 en la Cancillería del Reich, cuando Hitler declaró a Blomberg y Fritsch (y a Raeder y el ministro de exteriores, si no recuerdo mal) sus intenciones en política exterior (véase el memorando Hossbach). Esta reluctancia de Blomberg y Fritsch ante las intenciones de Hitler abrió una crisis que Hitler resolvió, aprovechando el llamado Blomberg-Fritsch affair (el caso del casamiento del primero con una prostituta y la falsa acusación de homosexualidad contra el segundo), con el cese (oficialmente dimisión) de Blomberg y Fritsch, más una purga del generalato (y en el ministerio de exteriores), y la abolición del Ministerio de Guerra y el establecimiento del OKW.fermat escribió: Finalmente, no sé muy bien que significado le atribuyes a lo de, más allá de un simple, y cosmético, cambio de nombre. En lo fundamental el nuevo Ministerio de Defensa se siguió ocupando de los mismos asuntos: gestionar la fuerza militar de la Nación. Estoy casi seguro de que algún día este ministerio se llamará Ministerio de la Paz (como en la novela de Orwell) pero en el fondo se seguirá dedicando a lo mismo.se abolió el Ministerio de Guerra
Durante los anteriores ministerios -de Defensa hasta 1935 y de Guerra hasta 1938-, el ministro, que lo fue Blomberg durante todo ese tiempo "nazi", era el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas alemanas (Wehrmacht), y tenía poder ejecutivo para dictar leyes y órdenes en todo lo relacionado con los asuntos internos, de organización, etc., de las fuerzas armadas. Con las purgas de febrero de 1938, Hitler acabó con este poder ejecutivo del ministro de Guerra, que se lo transfirió a él mismo bajo el OKW, cuyo jefe nominal, Keitel, no era más que una especie de secretario (servil) de Hitler, que era el auténtico jefe de esta nueva oficina. Hitler se revistió así como Comandante en Jefe de la Wehrmacht, además de ser el Comandante Supremo como jefe del estado.
El cambio del Ministerio de Guerra por el OKW no fue, pues, una simple y nueva denominación, sino una maniobra de Hitler para acabar con la autoridad y facultades del antiguo ministro, es decir, de Blomberg, en los asuntos militares y, en consecuencia, allanar el camino de Hitler para la guerra.
Saludos cordiales
JL
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Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
¡Hola, de nuevo!
A ver, Fermat, buscando un poco dónde podía haber leído lo del ministro de defensa civil, me encuentro con que esa provisión no fue realmente constitucional, sino una ley promulgada en marzo de 1919 sobre el Reichswehr provisional (esto es las fuerzas armadas provisionales). La fuente es Goerlitz* y te traslado del original:
"By its provisions the President of the Reich, Ebert, was Supreme Commander of the Army, while Noske as Reichswehr Minister would act as its representative both at home and abroad. (...) The law embodied certain decisive new departures…Further, no military personage was to be allowed to hold the post of War Minister". (Subrayado mío).
*Walter Goerlitz, History of the German General Staff (Westview Press, 1985), pp. 214-215.
Sé que esta particularidad también la leí en alguno de los libros Gordon Craig (The Politics od the Prussian Army), en Wheeler-Bennett (The Némesis of Power), en Carsten (The Reichswehr and Politics), o en obras similares. Si te interesa, cuando tenga tiempo les echaré un vistazo, aunque creo que con la aclaración que te he hecho arriba es suficiente.
Esto es lo que tiene escribir de memoria.
Saludos cordiales
JL
A ver, Fermat, buscando un poco dónde podía haber leído lo del ministro de defensa civil, me encuentro con que esa provisión no fue realmente constitucional, sino una ley promulgada en marzo de 1919 sobre el Reichswehr provisional (esto es las fuerzas armadas provisionales). La fuente es Goerlitz* y te traslado del original:
"By its provisions the President of the Reich, Ebert, was Supreme Commander of the Army, while Noske as Reichswehr Minister would act as its representative both at home and abroad. (...) The law embodied certain decisive new departures…Further, no military personage was to be allowed to hold the post of War Minister". (Subrayado mío).
*Walter Goerlitz, History of the German General Staff (Westview Press, 1985), pp. 214-215.
Sé que esta particularidad también la leí en alguno de los libros Gordon Craig (The Politics od the Prussian Army), en Wheeler-Bennett (The Némesis of Power), en Carsten (The Reichswehr and Politics), o en obras similares. Si te interesa, cuando tenga tiempo les echaré un vistazo, aunque creo que con la aclaración que te he hecho arriba es suficiente.
Esto es lo que tiene escribir de memoria.
Saludos cordiales
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Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
¡Hola a todos!
Para explicar con más detalle y propiedad lo que supuso la abolición del Ministerio de Guerra en los términos que venía funcionando, creo conveniente subrayar unas cuantas cuestiones.
Para empezar, cuando Hitler asumió la doble función de Führer y Canciller, a la muerte de Hindenburg en 1934, remarcó que en todos los asuntos concernientes al ejército delegaría su autoridad en el ministro de Defensa, quien actuaría como su representante en los asuntos militares.
Esta declaración de Hitler de agosto de 1934 vio su expresión legal en la Ley de la Wehrmacht de 21 de mayo de 1935, propiciada por un decreto de 16 de marzo de 1935, cuyo apartado 3 estipulaba que el Führer era el Comandante Supremo de la Wehrmacht y Canciller del Reich, y que bajo la orden del Führer, el ministro de Guerra ejercía el mando sobre la Wehrmacht, de la cual era su Comandante en Jefe. Esta referida ley de mayo incluía el cambio en la designación del ministerio, que pasaba a ser “de Guerra” por el hasta entonces “de Defensa”.
Cuando lo del memorando Hossbach -que por cierto recogió la reunión secreta en la Cancillería del Reich entre Hitler, Blomberg (como ministro de Guerra y Comandante en Jefe de la Wehrmacht), Fritsch (como Comandante en Jefe del Ejército), Raeder (como C-e-J de la Marina de Guerra), Göring (como C-e-J del Arma Aérea) y Neurath (como ministro de Exteriores), y Hossbach como ayudante de Hitler, que fue quien tomó nota de lo que se dio en la reunión, que se celebró no a principios de diciembre como dije anteriormente, sino el 5 de noviembre de 1937-, digo que en esa reunión, a excepción de Raeder, todos expresaron sorpresa ante las declaraciones de Hitler (que iban de cara a la guerra en varios supuestos, véase el memorando, por ejemplo, aquí https://avalon.law.yale.edu/imt/hossbach.asp ), y aunque no expresaron su desacuerdo delante de Hitler, lo hicieron patente más adelante. Básicamente, no es que estuvieran en contra de la guerra, sino del momento en que Hitler la consideraba, pues objetaban que el ejército no estaba preparado todavía para la guerra, y bajo ningún concepto querían exponerse a una guerra contra Gran Bretaña y Francia).
Blomberg fue rebajando paulatinamente su renuencia a las propuestas de Hitler, lo que le granjeó la antipatía de Fritsch y la Generalität, en general, del Ejército (Heer), que se propusieron presionar para nombrar a otro ministro de Guerra. Mientras tanto, se acordó que Fritsch, que debía reportar al Führer próximamente, le explicaría a Hitler las consideraciones militares que no hacían aconsejable su política, y que Neurath le explicaría las objeciones políticas.
Fritsch se reunió con Hitler el 9 de noviembre en el Obersalzberg, y fue tal su incomodo ante el informe del jefe del ejército que se negó a ver a Neurath, que esperaba su turno, y que tuvo que esperar hasta el 18 de enero de 1938 para mostrar a Hitler su desacuerdo.
Entonces sucedió lo del asunto de Blomberg y Fritsch, que en su día lo expliqué en el hilo “El Juicio del coronel general Werner von Fritsch, aquí http://www.forosegundaguerra.com/viewto ... =59&t=3580 y ahí remito para no repetirme.
Al final de todo ese enredo, en el que hubo -al margen del caso en sí- muchas disputas e intereses por ver a quién nombraba Hitler nuevo Comandante en Jefe del Ejército (Heer), Hitler resolvió el conflicto con un decreto de 4 de febrero de 1938 , sobre el liderazgo de las fuerzas armadas (Wehrmacht), lo siguiente:
“De ahora en adelante yo ejerzo personalmente el mando inmediato del conjunto de las fuerzas armadas. La antigua Oficina de la Wehrmacht [esto es, la Wehrmachtamt] del Ministerio de Guerra se convierte en el Alto Mando de las Fuerzas Armadas [esto es, el OKW], y queda inmediatamente bajo mi mando como mi estado mayor militar. Como Jefe del Estado Mayor del Alto Mando está el antiguo jefe de la Oficina de la Wehrmacht [Keitel, al que, por cierto, lo había nombrado Blomberg, quizá porque se había casado con una hija suya]. Se le otorga el rango equivalente al de ministro del Reich. El Alto Mando de las Fuerzas Armadas asume también las funciones del Ministerio de Guerra, y el Jefe del Alto Mando ejercita, como mi delegado, los poderes hasta entonces mantenidos por el ministro de Guerra del Reich.
La tarea de preparar la defensa unificada del Reich en todos los ámbitos, de acuerdo con mis instrucciones, es función del Alto Mando en tiempo de paz”. (Reichsgesetzblatt, 1938, III)
Los ceses de Blomberg y Fritsch se anunciaron el mismo día, 4 de febrero, con el nombramiento de Brauchitsch como sucesor de Fritsch, con el grado de coronel general, mientras que a Göring se le nombró mariscal. La purga siguió con el relevo de sus mandos de 16 generales, mientras que a otros 44 altos oficiales se les transfirió de sus cometidos. Entre los purgados estaban von Rundstedt, Ritter von Leeb, Freiherr Kress von Kressenstein, von Küchler, von Kluge, von Weichs, y von Witzleben., quienes, por haber apoyado a Fritsch, pasaron a situación de retiro (a algunos de forma temporal, varias semanas, y a otros hasta el comienzo de la guerra). También se sustituyó a Neurath como ministro de Exteriores, ocupando su lugar Ribbentrop.
Con estas purgas -especialmente las de Blomberg, Fritsch y Neurath- Hitler eliminó los últimos obstáculos en su política de guerra, asumiendo para sí las funciones de ministro de Guerra, y dando efectividad práctica a las funciones que le correspondían teóricamente como Comandante Supremo de las fuerzas armadas desde que había subido a Führer a la muerte de Hindemburg. Con el nombramiento de Keitel y Ribbentrop, así como del sobornado Brauchitsch, Hitler podía contar ahora con una posición del todo servil a cargo de los jefes de estas tres instituciones.
Bien, la fuente que he utilizado para recoger esta información es la de John Wheeler-Bennet, The Nemesis of Power. The German Army in Politics, 1918-1945 (The MacMillan Press, 1953), pp. 335, 340, 361, 362, 372 y ss.
Saludos cordiales
JL
Para explicar con más detalle y propiedad lo que supuso la abolición del Ministerio de Guerra en los términos que venía funcionando, creo conveniente subrayar unas cuantas cuestiones.
Para empezar, cuando Hitler asumió la doble función de Führer y Canciller, a la muerte de Hindenburg en 1934, remarcó que en todos los asuntos concernientes al ejército delegaría su autoridad en el ministro de Defensa, quien actuaría como su representante en los asuntos militares.
Esta declaración de Hitler de agosto de 1934 vio su expresión legal en la Ley de la Wehrmacht de 21 de mayo de 1935, propiciada por un decreto de 16 de marzo de 1935, cuyo apartado 3 estipulaba que el Führer era el Comandante Supremo de la Wehrmacht y Canciller del Reich, y que bajo la orden del Führer, el ministro de Guerra ejercía el mando sobre la Wehrmacht, de la cual era su Comandante en Jefe. Esta referida ley de mayo incluía el cambio en la designación del ministerio, que pasaba a ser “de Guerra” por el hasta entonces “de Defensa”.
Cuando lo del memorando Hossbach -que por cierto recogió la reunión secreta en la Cancillería del Reich entre Hitler, Blomberg (como ministro de Guerra y Comandante en Jefe de la Wehrmacht), Fritsch (como Comandante en Jefe del Ejército), Raeder (como C-e-J de la Marina de Guerra), Göring (como C-e-J del Arma Aérea) y Neurath (como ministro de Exteriores), y Hossbach como ayudante de Hitler, que fue quien tomó nota de lo que se dio en la reunión, que se celebró no a principios de diciembre como dije anteriormente, sino el 5 de noviembre de 1937-, digo que en esa reunión, a excepción de Raeder, todos expresaron sorpresa ante las declaraciones de Hitler (que iban de cara a la guerra en varios supuestos, véase el memorando, por ejemplo, aquí https://avalon.law.yale.edu/imt/hossbach.asp ), y aunque no expresaron su desacuerdo delante de Hitler, lo hicieron patente más adelante. Básicamente, no es que estuvieran en contra de la guerra, sino del momento en que Hitler la consideraba, pues objetaban que el ejército no estaba preparado todavía para la guerra, y bajo ningún concepto querían exponerse a una guerra contra Gran Bretaña y Francia).
Blomberg fue rebajando paulatinamente su renuencia a las propuestas de Hitler, lo que le granjeó la antipatía de Fritsch y la Generalität, en general, del Ejército (Heer), que se propusieron presionar para nombrar a otro ministro de Guerra. Mientras tanto, se acordó que Fritsch, que debía reportar al Führer próximamente, le explicaría a Hitler las consideraciones militares que no hacían aconsejable su política, y que Neurath le explicaría las objeciones políticas.
Fritsch se reunió con Hitler el 9 de noviembre en el Obersalzberg, y fue tal su incomodo ante el informe del jefe del ejército que se negó a ver a Neurath, que esperaba su turno, y que tuvo que esperar hasta el 18 de enero de 1938 para mostrar a Hitler su desacuerdo.
Entonces sucedió lo del asunto de Blomberg y Fritsch, que en su día lo expliqué en el hilo “El Juicio del coronel general Werner von Fritsch, aquí http://www.forosegundaguerra.com/viewto ... =59&t=3580 y ahí remito para no repetirme.
Al final de todo ese enredo, en el que hubo -al margen del caso en sí- muchas disputas e intereses por ver a quién nombraba Hitler nuevo Comandante en Jefe del Ejército (Heer), Hitler resolvió el conflicto con un decreto de 4 de febrero de 1938 , sobre el liderazgo de las fuerzas armadas (Wehrmacht), lo siguiente:
“De ahora en adelante yo ejerzo personalmente el mando inmediato del conjunto de las fuerzas armadas. La antigua Oficina de la Wehrmacht [esto es, la Wehrmachtamt] del Ministerio de Guerra se convierte en el Alto Mando de las Fuerzas Armadas [esto es, el OKW], y queda inmediatamente bajo mi mando como mi estado mayor militar. Como Jefe del Estado Mayor del Alto Mando está el antiguo jefe de la Oficina de la Wehrmacht [Keitel, al que, por cierto, lo había nombrado Blomberg, quizá porque se había casado con una hija suya]. Se le otorga el rango equivalente al de ministro del Reich. El Alto Mando de las Fuerzas Armadas asume también las funciones del Ministerio de Guerra, y el Jefe del Alto Mando ejercita, como mi delegado, los poderes hasta entonces mantenidos por el ministro de Guerra del Reich.
La tarea de preparar la defensa unificada del Reich en todos los ámbitos, de acuerdo con mis instrucciones, es función del Alto Mando en tiempo de paz”. (Reichsgesetzblatt, 1938, III)
Los ceses de Blomberg y Fritsch se anunciaron el mismo día, 4 de febrero, con el nombramiento de Brauchitsch como sucesor de Fritsch, con el grado de coronel general, mientras que a Göring se le nombró mariscal. La purga siguió con el relevo de sus mandos de 16 generales, mientras que a otros 44 altos oficiales se les transfirió de sus cometidos. Entre los purgados estaban von Rundstedt, Ritter von Leeb, Freiherr Kress von Kressenstein, von Küchler, von Kluge, von Weichs, y von Witzleben., quienes, por haber apoyado a Fritsch, pasaron a situación de retiro (a algunos de forma temporal, varias semanas, y a otros hasta el comienzo de la guerra). También se sustituyó a Neurath como ministro de Exteriores, ocupando su lugar Ribbentrop.
Con estas purgas -especialmente las de Blomberg, Fritsch y Neurath- Hitler eliminó los últimos obstáculos en su política de guerra, asumiendo para sí las funciones de ministro de Guerra, y dando efectividad práctica a las funciones que le correspondían teóricamente como Comandante Supremo de las fuerzas armadas desde que había subido a Führer a la muerte de Hindemburg. Con el nombramiento de Keitel y Ribbentrop, así como del sobornado Brauchitsch, Hitler podía contar ahora con una posición del todo servil a cargo de los jefes de estas tres instituciones.
Bien, la fuente que he utilizado para recoger esta información es la de John Wheeler-Bennet, The Nemesis of Power. The German Army in Politics, 1918-1945 (The MacMillan Press, 1953), pp. 335, 340, 361, 362, 372 y ss.
Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
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Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
Es más que suficiente José Luis. Gracias por la aclaración. Ya me extrañaba que una cuestión hasta cierto punto de detalle, estuviese incluida nada menos que en la Constitución.
En cualquier caso, la ley que mencionas se debió enmendar a lo largo de la República de Weimar; ya que, cómo mencioné en mi anterior mensaje, el General Kurt con Schleicher fue Ministro de Defensa. De hecho se le puede ver de uniforme en las fotografías de la toma de posesión del gabinete de von Papen.
Saludos
Nunca se hace el mal tan plena y alegremente como cuando se hace por motivos de conciencia (B. Pascal)
Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
Cierto.fermat escribió: Ya me extrañaba que una cuestión hasta cierto punto de detalle, estuviese incluida nada menos que en la Constitución.
Intrigado por este asunto, he estado revisando mis libros e internet sin poder resolver la cuestión. Lo que he averiguado es que la ley a la que se refiere Goerlitz es la Ley de la Formación del Reichswehr "Provisional" (“vorläufige” Reichswehr) de 6 de marzo de 1919 (Gesetz über die Bildung einer vorläufigen Reichswehr). Pero esta ley presenta un par de cuestiones: en primer lugar es muy corta (véase http://www.documentarchiv.de/wr/vorl-re ... r_ges.html ) y no contiene ninguna referencia a lo escrito por Goerlitz, por lo que seguro que esa cláusula se encuentra en alguna de las provisiones posteriores que desarrollaron dicha ley. En segundo lugar, hay que recordar que esta ley es de marzo de 1919, por tanto antes de la firma del Tratado de Paz de Versalles (junio de 1919) y de la entrada en vigor de la Constitución de la República de Weimar (agosto 1919). Esto tuvo sus consecuencias para la reorganización del Reichswehr "Provisional", pero desconozco si las tuvo para esa cláusula que nos atañe respecto al ministro de Guerra. Al menos no aparece tampoco en la Ley de Defensa de 23 de marzo de 1921 (Wehrgesetz 23. März 1921., véase aquí http://www.documentarchiv.de/wr/1921/wehrgesetz.html ) que deja sin vigor la anterior ley de 6 de marzo de 1919. Así las fuerzas armadas dejan de llamarse Reichswehr "Provisional" y pasan a denominarse simplemente Reichswehr, hasta la nueva denominación de Wehrmacht en 1935.fermat escribió: En cualquier caso, la ley que mencionas se debió enmendar a lo largo de la República de Weimar;
Pero he sido incapaz de encontrar la provisión específica que comenta Goerlitz.
Que era militar en activo no hay duda alguna, pero tengo mis dudas sobre pensar que esa provisión tuviese necesariamente que ser enmendada. Con Schleicher de por medio todo era posible.fermat escribió: ya que, cómo mencioné en mi anterior mensaje, el General Kurt con Schleicher fue Ministro de Defensa. De hecho se le puede ver de uniforme en las fotografías de la toma de posesión del gabinete de von Papen.
En fin, que seguiré atento a ver si me topo con alguna respuesta a estas dudas.
Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
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Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
¡Hola a todos!
La intervención del compañero fermat me ha decidido a profundizar un poco más en mi opinión sobre el tema central que plantea este hilo. Y para ello quiero hacer unas comparaciones entre el cuerpo de oficiales y la Generalität del Ejército Imperial durante la IGM y lo que sucedió con los mismos durante la IIGM.
El cuerpo de oficiales prusiano había prestado juramento de obediencia incondicional al emperador Guillermo II, como rey de Prusia, al igual que el resto del cuerpo de oficiales de los estados de Baviera, Sajonia y Württenberg, Los oficiales de estos tres ejércitos estatales también habían prestado juramento de fidelidad (getreulich) a sus respectivos soberanos, pero este juramento también incluía el de obediencia incondicional al rey de Prusia como emperador alemán. Todo esto venía obligado por el artículo 64 de la Constitución del Reich de 1871, que rezaba: “Todas las tropas alemanas están obligadas a obedecer incondicionalmente las órdenes del emperador. Esta obligación debe incorporarse en el juramento militar...”.
Con el estallido de la IGM, la relación del emperador con su ejército descansaba principalmente en este juramento de obediencia incondicional. A través de su Gabinete Militar, Guillermo II ejercía los derechos de nominaciones, nombramientos, pensiones, promociones y toda clase de favores militares. Por otra parte, el Jefe del Gran Estado Mayor General, al igual que todos los comandantes de cuerpo y todos los Inspectores-Generales, tenían derecho de acceso directo al emperador, mientras que los informes de los militares y agregados navales de los cuerpos diplomáticos del exterior iban dirigidos directamente al emperador, y no a sus ministros. Sin embargo, las derrotas militares sufridas en el Marne y Aisne en el verano de 1914 comenzaron a erosionar el poder casi absoluto del emperador. Su último nombramiento de sí propio fue el del general Falkenhayn, que era el ministro de Guerra prusiano, como nuevo Jefe del GEMG en septiembre de 1914, en sustitución de Moltke el Joven.
Como la conducción de la guerra no discurría como se había previsto originalmente, en marzo y abril de 1915, el Gran Almirante Tirpitz urdió un plan, que según él estaba apoyado por la emperatriz y el príncipe heredero, para que el emperador destituyera al canciller Bethmann Hollweg y al Jefe del GEMG, Falkenhayn, y luego pasara a un retiro temporal, nombrando a Hindenburg Dictador del Reich, quien actuaría simultáneamente como Canciller y Jefe del GEMG de las fuerzas armadas. El plan nunca llegó a realizarse, pero fue un augurio de lo que pasaría al año siguiente. Efectivamente, en agosto de 1916 Guillermo II destituyó a Falkenhayn y nombró a Hindenburg Jefe del GEMG. Junto con Ludendorff, establecería virtualmente una dictadura militar casi absoluta, sometiendo al emperador, al canciller imperial, al gabinete ministerial, al parlamento, a los líderes de los partidos políticos con representación parlamentaria, a los industriales y a los líderes de los sindicatos oficiales. Forzaron la caída de dos cancilleres (Bethmann Hollweg y Georg Michaelis en 1917) y un ministro de exteriores (Richard von Kühlmann en 1918), y amordazaron al Gabinete Militar del emperador, quedando su jefe (Generaloberst Freiherr Moritz von Lyncker) como un pelele en sus manos. Obligaron a dimitir al Jefe del Gabinete Civil Imperial (Graf Rudolf von Valentini) en 1918, mientras que el Jefe del Gabinete Naval Imperial (Almirante Georg Alexander von Müller) se adhirió a sus políticas.
Bajo la dictadura de Hindenburg-Ludendorff se dio vía libre a la guerra submarina sin restricciones, lo que hizo más inevitable todavía la entrada de Estados Unidos en la guerra del lado de los aliados. Se exigió el establecimiento del Reino de Polonia, lo que conllevaba la imposibilidad de una paz por separado con la Rusia zarista. Sus exigencias territoriales sobre Francia y Bélgica rindieron inútiles las propuestas de paz del Papa en 1917. Propiciaron la liberación de Lenin y sus colegas desde Suiza a Rusia en el famoso “tren sellado” e impusieron un tratado de paz tan draconiano a los soviéticos (Brest-Litovsk) que el futuro Tratado de Paz de Versalles palidecería ante éste. Y, por encima de todo, todas esas medidas dictatoriales -mientras se sucedían tres huelgas generales masivas en 1916, 1917 y 1918, y crecía el descontento social y la carestía y escasez de alimentos en la sociedad alemana- no trajeron la victoria, sino la derrota final alemana, dando paso a la revolución de noviembre.
Tras el establecimiento de la República de Weimar, por vez primera en la historia alemana las tropas y oficiales del ejército tuvieron que prestar juramento de lealtad a la Constitución y a sus instituciones, y no a un individuo concreto como había sido el caso histórica en la persona del soberano. Este juramento de lealtad cambiaría, primero en diciembre de 1933 jurando lealtad y servicio al pueblo y la patria, y después, definitivamente, cuando en agosto de 1934 los militares prestaron un juramento de obediencia incondicional a Hitler, como Führer y comandante supremo de las fuerzas armadas. Esta perspectiva de cambios de juramento en tan poco tiempo sirve para ilustrar la falta de solidez en los argumentos de los militares que, después de la guerra, pretendieron justificarse en este juramento a Hitler para prestarse a cumplir todas sus órdenes y crímenes, y otra serie de inaceptable excusas.
Ahora, bajo este escenario de poder militar dictatorial en Alemania durante los últimos años de la IGM, el desprestigio social que sufrió el cuerpo de oficiales del ejército durante las primeras semanas de la revolución, seguido de la paulatina recuperación de su poder y privilegios durante la República de Weimar, con periodos de poder casi absoluto durante la era Seeckt y los golpes y huelgas revolucionarias llevadas a cabo por la derecha e izquierda radicales, y el papel finalmente determinante del ejército en la política, sobre todo para la llegada final de Hitler a la Cancillería del Reich el 30 de enero de 1933, digo que bajo este marco histórico es desde donde mejor se puede comprender, a mi juicio, la humillación final que sufrió la Generalität de la Wehrmacht ante Hitler, manifestada primero con las purgas de febrero de 1938 y después, de forma más práctica, aberrante e improvisada, con la conducción militar de la guerra desde que ésta se inició.
Los jefes militares que, mejor o peor, habían simbolizado el liderazgo del ejército prusiano-alemán, desde Moltke el Viejo, Schlieffen, Ludendorff, Seeckt, Heye, Hammerstein, Fritsch o Beck no se parecían en nada a Brauchitsch (hipotecado desde su divorcio a los favores de Hitler), Halder (un manojo de nervios que se descomponía delante de Hitler), Keitel (el lacayo de Hitler) y todos los que en un momento u otro ocuparon la jefatura del EMG, dado que la jefatura del ejército se la apropió también Hitler en diciembre de 1941, y dado que el OKW no era más que su secretaría servil. Aunque al principio Hitler no se metió en la planificación y conducción de la campaña polaca, la siguiente planificación y campaña escandinava vio ya el ninguneo del OKH y EMG cuando Hitler encomendó las mismas al OKW (principalmente Jodl). Y ya desde el final de la campaña polaca, Hitler se involucró personalmente en la turbulenta planificación y la improvisada conducción de la campaña del Oeste, desatada el 10 de mayo de 1940, llegando a humillar al comandante en jefe del ejército, Brauchitsch, y al jefe del EMG, Halder, especialmente en las controvertidas paradas del avance blindado durante mayo. Pero la inesperada y espectacular victoria militar contra Francia pronto relegó esas intromisiones y humillaciones al olvido, en medio de la euforia desbocada y los ascensos a mariscales y coroneles generales muy pronto sobornados con las pagas libres de impuestos y regalos personales que Hitler dispensó con gran generosidad a sus gerifaltes militares.
La gran crisis entre Hitler y sus generales vendría ocasionada por el fracaso estratégico final de la campaña rusa de 1941, a raíz de la cual el liderazgo militar se humilló todavía más, si cabe, ante la tiranía y los caprichos de Hitler. Las purgas militares iniciadas por Hitler en diciembre de 1941 redujeron todavía más la ya limitada capacidad de liderazgo militar, y la intromisión del Führer en los asuntos militares más básicos acabó definitivamente con el ADN del ejército prusiano-alemán desde la mitad del siglo XIX: la flexibilidad e iniciativa propia en la consecución de las misiones tácticas de acuerdo al objetivo operacional, lo que se conoció como Auftragstaktik. Puede decirse sin temor a equivocarse que, como norma, desde 1942 hasta el final de la guerra en 1945 Hitler eliminó por completo la libertad operacional y táctica de sus jefes militares y sus comandantes de campaña. Dicho esto, este sometimiento no habría podido llevarse a cabo sin la pasividad, cuando no complicidad o colaboración, de los propios afectados. Esta claudicación militar sería del todo inconcebible en el liderazgo militar de los ejércitos prusianos y del ejército imperial. No es excusa válida para culpar exclusivamente a Hitler del fracaso de las campañas militares en Rusia a partir de 1941 y en cualquier otro frente desde 1942, tal como adujeron muchos de los mariscales y generales una vez acabada la guerra, pues ellos mismos fueron corresponsables, y en algunos casos únicos responsables, de esos fracasos militares. Como tampoco es excusa válida cualquier alegación sobre la naturaleza dictatorial y terrorista del régimen nazi, pues ambas circunstancias no podrían haber tenido lugar sin la colaboración previa del liderazgo militar.
Esta, en fin, es la perspectiva histórica desde la que contemplo la conducción militar en tiempos de Hitler.
Saludos cordiales
JL
La intervención del compañero fermat me ha decidido a profundizar un poco más en mi opinión sobre el tema central que plantea este hilo. Y para ello quiero hacer unas comparaciones entre el cuerpo de oficiales y la Generalität del Ejército Imperial durante la IGM y lo que sucedió con los mismos durante la IIGM.
El cuerpo de oficiales prusiano había prestado juramento de obediencia incondicional al emperador Guillermo II, como rey de Prusia, al igual que el resto del cuerpo de oficiales de los estados de Baviera, Sajonia y Württenberg, Los oficiales de estos tres ejércitos estatales también habían prestado juramento de fidelidad (getreulich) a sus respectivos soberanos, pero este juramento también incluía el de obediencia incondicional al rey de Prusia como emperador alemán. Todo esto venía obligado por el artículo 64 de la Constitución del Reich de 1871, que rezaba: “Todas las tropas alemanas están obligadas a obedecer incondicionalmente las órdenes del emperador. Esta obligación debe incorporarse en el juramento militar...”.
Con el estallido de la IGM, la relación del emperador con su ejército descansaba principalmente en este juramento de obediencia incondicional. A través de su Gabinete Militar, Guillermo II ejercía los derechos de nominaciones, nombramientos, pensiones, promociones y toda clase de favores militares. Por otra parte, el Jefe del Gran Estado Mayor General, al igual que todos los comandantes de cuerpo y todos los Inspectores-Generales, tenían derecho de acceso directo al emperador, mientras que los informes de los militares y agregados navales de los cuerpos diplomáticos del exterior iban dirigidos directamente al emperador, y no a sus ministros. Sin embargo, las derrotas militares sufridas en el Marne y Aisne en el verano de 1914 comenzaron a erosionar el poder casi absoluto del emperador. Su último nombramiento de sí propio fue el del general Falkenhayn, que era el ministro de Guerra prusiano, como nuevo Jefe del GEMG en septiembre de 1914, en sustitución de Moltke el Joven.
Como la conducción de la guerra no discurría como se había previsto originalmente, en marzo y abril de 1915, el Gran Almirante Tirpitz urdió un plan, que según él estaba apoyado por la emperatriz y el príncipe heredero, para que el emperador destituyera al canciller Bethmann Hollweg y al Jefe del GEMG, Falkenhayn, y luego pasara a un retiro temporal, nombrando a Hindenburg Dictador del Reich, quien actuaría simultáneamente como Canciller y Jefe del GEMG de las fuerzas armadas. El plan nunca llegó a realizarse, pero fue un augurio de lo que pasaría al año siguiente. Efectivamente, en agosto de 1916 Guillermo II destituyó a Falkenhayn y nombró a Hindenburg Jefe del GEMG. Junto con Ludendorff, establecería virtualmente una dictadura militar casi absoluta, sometiendo al emperador, al canciller imperial, al gabinete ministerial, al parlamento, a los líderes de los partidos políticos con representación parlamentaria, a los industriales y a los líderes de los sindicatos oficiales. Forzaron la caída de dos cancilleres (Bethmann Hollweg y Georg Michaelis en 1917) y un ministro de exteriores (Richard von Kühlmann en 1918), y amordazaron al Gabinete Militar del emperador, quedando su jefe (Generaloberst Freiherr Moritz von Lyncker) como un pelele en sus manos. Obligaron a dimitir al Jefe del Gabinete Civil Imperial (Graf Rudolf von Valentini) en 1918, mientras que el Jefe del Gabinete Naval Imperial (Almirante Georg Alexander von Müller) se adhirió a sus políticas.
Bajo la dictadura de Hindenburg-Ludendorff se dio vía libre a la guerra submarina sin restricciones, lo que hizo más inevitable todavía la entrada de Estados Unidos en la guerra del lado de los aliados. Se exigió el establecimiento del Reino de Polonia, lo que conllevaba la imposibilidad de una paz por separado con la Rusia zarista. Sus exigencias territoriales sobre Francia y Bélgica rindieron inútiles las propuestas de paz del Papa en 1917. Propiciaron la liberación de Lenin y sus colegas desde Suiza a Rusia en el famoso “tren sellado” e impusieron un tratado de paz tan draconiano a los soviéticos (Brest-Litovsk) que el futuro Tratado de Paz de Versalles palidecería ante éste. Y, por encima de todo, todas esas medidas dictatoriales -mientras se sucedían tres huelgas generales masivas en 1916, 1917 y 1918, y crecía el descontento social y la carestía y escasez de alimentos en la sociedad alemana- no trajeron la victoria, sino la derrota final alemana, dando paso a la revolución de noviembre.
Tras el establecimiento de la República de Weimar, por vez primera en la historia alemana las tropas y oficiales del ejército tuvieron que prestar juramento de lealtad a la Constitución y a sus instituciones, y no a un individuo concreto como había sido el caso histórica en la persona del soberano. Este juramento de lealtad cambiaría, primero en diciembre de 1933 jurando lealtad y servicio al pueblo y la patria, y después, definitivamente, cuando en agosto de 1934 los militares prestaron un juramento de obediencia incondicional a Hitler, como Führer y comandante supremo de las fuerzas armadas. Esta perspectiva de cambios de juramento en tan poco tiempo sirve para ilustrar la falta de solidez en los argumentos de los militares que, después de la guerra, pretendieron justificarse en este juramento a Hitler para prestarse a cumplir todas sus órdenes y crímenes, y otra serie de inaceptable excusas.
Ahora, bajo este escenario de poder militar dictatorial en Alemania durante los últimos años de la IGM, el desprestigio social que sufrió el cuerpo de oficiales del ejército durante las primeras semanas de la revolución, seguido de la paulatina recuperación de su poder y privilegios durante la República de Weimar, con periodos de poder casi absoluto durante la era Seeckt y los golpes y huelgas revolucionarias llevadas a cabo por la derecha e izquierda radicales, y el papel finalmente determinante del ejército en la política, sobre todo para la llegada final de Hitler a la Cancillería del Reich el 30 de enero de 1933, digo que bajo este marco histórico es desde donde mejor se puede comprender, a mi juicio, la humillación final que sufrió la Generalität de la Wehrmacht ante Hitler, manifestada primero con las purgas de febrero de 1938 y después, de forma más práctica, aberrante e improvisada, con la conducción militar de la guerra desde que ésta se inició.
Los jefes militares que, mejor o peor, habían simbolizado el liderazgo del ejército prusiano-alemán, desde Moltke el Viejo, Schlieffen, Ludendorff, Seeckt, Heye, Hammerstein, Fritsch o Beck no se parecían en nada a Brauchitsch (hipotecado desde su divorcio a los favores de Hitler), Halder (un manojo de nervios que se descomponía delante de Hitler), Keitel (el lacayo de Hitler) y todos los que en un momento u otro ocuparon la jefatura del EMG, dado que la jefatura del ejército se la apropió también Hitler en diciembre de 1941, y dado que el OKW no era más que su secretaría servil. Aunque al principio Hitler no se metió en la planificación y conducción de la campaña polaca, la siguiente planificación y campaña escandinava vio ya el ninguneo del OKH y EMG cuando Hitler encomendó las mismas al OKW (principalmente Jodl). Y ya desde el final de la campaña polaca, Hitler se involucró personalmente en la turbulenta planificación y la improvisada conducción de la campaña del Oeste, desatada el 10 de mayo de 1940, llegando a humillar al comandante en jefe del ejército, Brauchitsch, y al jefe del EMG, Halder, especialmente en las controvertidas paradas del avance blindado durante mayo. Pero la inesperada y espectacular victoria militar contra Francia pronto relegó esas intromisiones y humillaciones al olvido, en medio de la euforia desbocada y los ascensos a mariscales y coroneles generales muy pronto sobornados con las pagas libres de impuestos y regalos personales que Hitler dispensó con gran generosidad a sus gerifaltes militares.
La gran crisis entre Hitler y sus generales vendría ocasionada por el fracaso estratégico final de la campaña rusa de 1941, a raíz de la cual el liderazgo militar se humilló todavía más, si cabe, ante la tiranía y los caprichos de Hitler. Las purgas militares iniciadas por Hitler en diciembre de 1941 redujeron todavía más la ya limitada capacidad de liderazgo militar, y la intromisión del Führer en los asuntos militares más básicos acabó definitivamente con el ADN del ejército prusiano-alemán desde la mitad del siglo XIX: la flexibilidad e iniciativa propia en la consecución de las misiones tácticas de acuerdo al objetivo operacional, lo que se conoció como Auftragstaktik. Puede decirse sin temor a equivocarse que, como norma, desde 1942 hasta el final de la guerra en 1945 Hitler eliminó por completo la libertad operacional y táctica de sus jefes militares y sus comandantes de campaña. Dicho esto, este sometimiento no habría podido llevarse a cabo sin la pasividad, cuando no complicidad o colaboración, de los propios afectados. Esta claudicación militar sería del todo inconcebible en el liderazgo militar de los ejércitos prusianos y del ejército imperial. No es excusa válida para culpar exclusivamente a Hitler del fracaso de las campañas militares en Rusia a partir de 1941 y en cualquier otro frente desde 1942, tal como adujeron muchos de los mariscales y generales una vez acabada la guerra, pues ellos mismos fueron corresponsables, y en algunos casos únicos responsables, de esos fracasos militares. Como tampoco es excusa válida cualquier alegación sobre la naturaleza dictatorial y terrorista del régimen nazi, pues ambas circunstancias no podrían haber tenido lugar sin la colaboración previa del liderazgo militar.
Esta, en fin, es la perspectiva histórica desde la que contemplo la conducción militar en tiempos de Hitler.
Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)
Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
Hola a todos ; algo más..............................
Visita húngara al Cuartel General del Führer.
El Ministro Honved húngaro, Coronel General Lajos von Csatay, que se encontraba en Alemania para mantener conversaciones con el Alto Mando de la Wehrmacht, fue recibido por el Führer. (al fondo Jodl?)..........
Fuente: Deutsche Illustrierte. Nr. 36 vom 31. August 1943 / 19. Jahrgang
Saludos. Raúl M .
Visita húngara al Cuartel General del Führer.
El Ministro Honved húngaro, Coronel General Lajos von Csatay, que se encontraba en Alemania para mantener conversaciones con el Alto Mando de la Wehrmacht, fue recibido por el Führer. (al fondo Jodl?)..........
Fuente: Deutsche Illustrierte. Nr. 36 vom 31. August 1943 / 19. Jahrgang
Saludos. Raúl M .
Irse a pique, antes que arriar el pabellón. Alte G. Brown.
Re: La Conducción Militar en tiempos de Hitler.
Hola a todos ; algo más..............................
Visita del Führer.
El Führer interiorizándose de la situación, desde la izquierda Rommel, ??, AH, ??, Keitel y ??.......
Fuente:Jungen - eure Welt! Das Jahrbuch der Hitlerjugend. Herausgegeben von Wilhelm Utermann. Vierter Jahrgang 1941
Saludos. Raúl M .
Visita del Führer.
El Führer interiorizándose de la situación, desde la izquierda Rommel, ??, AH, ??, Keitel y ??.......
Fuente:Jungen - eure Welt! Das Jahrbuch der Hitlerjugend. Herausgegeben von Wilhelm Utermann. Vierter Jahrgang 1941
Saludos. Raúl M .
Irse a pique, antes que arriar el pabellón. Alte G. Brown.
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