Hitler, Mussolini y Barbarroja

La guerra en el este de Europa

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Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por José Luis » Mié Nov 26, 2014 1:15 pm

¡Hola a todos!

La mayoría de las historias que examinan las relaciones de Hitler y Mussolini durante los meses previos al comienzo de la Operación Barbarroja coinciden en considerar que el dictador italiano se vio sorprendido cuando el 21 de junio de 1941 recibió la noticia de que Alemania iba a invadir Rusia al día siguiente. Así, por ejemplo, Ian Kershaw, Hitler 1936-1945 (Barcelona: Ediciones Península, 2000), p. 380, viene a decir que Hitler se había reunido con Mussolini el 2 de junio de 1941 en el paso del Brenner, asegurando después que había dejado caer una insinuación sobre el ataque, pero que si fue así el Duce parece que no se enteró. Cuando acabó la conversación entre los dos dictadores, y pasaron a conversar sus ministros de exteriores, Ribbentrop le dijo a Ciano que los rumores que circulaban sobre un futuro ataque a Rusia debían considerarse “carentes de fundamento, al menos excesivamente prematuros”. De esta forma, Kershaw dice que Mussolini sólo se enteró por la carta que Hitler le escribió el 21 de junio, carta que Ciano le leyó por teléfono al Duce. Kershaw resume el contenido de esta carta en las páginas 384-385. La carta se reproduce, en buena medida, en William L. Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich (Simon & Schuster, 1960), pp. 849–51.

Sin embargo, existen pruebas de que Mussolini ya tenía indicios, al menos, desde hacía tiempo de que la invasión alemana contra la URSS estaba próxima. Por ejemplo, Rolf-Dieter Müller, The Unknown Eastern Front. The Wehrmacht and Hitler's Foreign Soldiers, (Tauris, paperback edition 2014), pp. 70-71, afirma que “en mayo de 1941, como muy tarde, Roma estaba bien enterada de los próximos pasos de Berlín. Los dos dictadores se encontraron en el Paso del Brenner el 2 de junio de 1941, donde Mussolini fue oficialmente informado sobre las intenciones de Alemania”. Y añade que el 30 de mayo Mussolini ya había decidido unirse a la invasión. Según Irving, Hitler insinuó a Mussolini, el 2 de junio en el Brenner, que iba a atacar a la URSS, y que el Duce estaba seguro de la victoria; Véase David Irving, Hitler's War and The War Path (Focal Point Publications, 2000), p. 399.

La fecha del 30 de mayo de 1941 se encuentra en varias historias más. Por ejemplo, Arrigo Petacco, L'armata scomparsa. L'avventura degli italiani in Russia (Mondadori, 1998) p. 10, afirma que la historia que representa a Mussolini cogido por sorpresa cuando se enteró por Ciano del contenido de la carta que le dirigió Hitler el 21 de junio de 1941 no es verídica (“naturalmente no è vero”), que, "como documenta Renzo De Felice", Mussolini conocía sustancialmente la operación Barbarroja desde el 30 de mayo, pues de lo contrario no se entiende por qué, ya el 30 de mayo, Mussolini ordenó a Cavallero la organización de un cuerpo expedicionario en previsión de un conflicto ruso-alemán al que “Italia no puede permanecer extraña porque se trata de luchar contra el comunismo” (“che già nel maggio del 1941 Mussolini era sostanzialmente a conoscenza dell'Operazione Barbarossa. Nel caso contrario no si spiegherebbe perché, già el 30 maggio, Mussolini avrebbe ordinato al capo di Stato Maggiore, Ugo Cavallero, di allestiri un corpo di spedizione in previsione di un conflitto russo-tedesco a cui 'l'Italia non può rimanere estranea perché si tratta di lottare contro il comunismo'”. Petacco no anota la información de De Felice, sólo remite en su bibliografía al Mussolini l'alleato, pero yo no tengo acceso a este libro.

Ciano, en su diario en la entrada del 14 de mayo de 1941, escribe, respecto a Rusia, lo siguiente (traduzco literalmente): “Mientras tanto, en Japón, las cosas no están yendo como debieran, y todavía peor en Rusia. El propio Ribbentrop [éste había llegado el día anterior a Roma para dar cuenta de lo de Hess], cuando fue preguntado por el Duce, dijo que si Stalin no es cuidadoso 'Rusia será despachada en el espacio de tres meses'. El Jefe del SIM [el servicio de inteligencia del ejército], en base a información conseguida en Budapest, dice que el ataque ya está decidido, y que comenzará el 15 de junio; los húngaros y los rumanos colaborarán. Esto puede ser. Pero es un juego peligroso y me parece a mí sin un propósito claro. Se repite la historia de Napoleón”; véase Galeazzo Ciano, Ciano's Diary, 1937-1943 (London: Phoenix Press, 2002), p. 425.

Es posible que Hitler y Ribbentrop no dijeran nada específico sobre el ataque a Rusia hasta el 21 de junio, cuando Hitler envió la carta a Mussolini. De otra forma, no tendría sentido esa carta cuando Hitler escribe (mintiendo descaradamente): “Si esperé hasta este momento, Duce, para enviarle esta información, es porque la propia decisión final no se hará hasta las 7 de esta noche...”; véase Shirer, Ibid. No hay duda de que Ciano y Mussolini sabían desde hacía tiempo que, más pronto que tarde, Alemania atacaría a Rusia; pero no sabrían nada fijo (salvo indicios) del cuándo, ni del cómo y el dónde. Así la víspera de la invasión, el 21 de junio de 1941, Ciano escribió en su diario: “Muchos indicios crean la impresión de que las operaciones contra Rusia están próximas a comenzar”. Finalmente, su entrada del 22 de junio reza: “A las tres en punto de esta madrugada Bismarck me trae una extensa carta de Hitler dirigida al Duce, tratando de explicar las razones de su movimiento [la invasión de Rusia]...Por teléfono informo al Duce, que todavía está en Riccione. Luego, todavía de madrugada, intento contactar con el embajador soviético para notificarle la declaración de guerra, pero no lo consigo ver hasta las 12:30...Mañana Mussolini enviará a Hitler su respuesta. Lo que más se acerca al corazón del Duce es la participación de una de nuestras unidades, pero a raíz de lo que escribe Hitler es evidente que estaría muy a gusto sin ello”; véase Ciano, Op. Ci., p. 437 (21 de junio) y p. 438 (22 de junio).

En mi opinión, y en base a las fuentes a las que tengo acceso, lo más probable es que Mussolini, sospechando ya en mayo que Hitler se disponía a invadir la URSS muy pronto, quiso adelantarse a los acontecimientos y el 30 de mayo de 1941 ordenó a Cavallero la organización de un cuerpo expedicionario para la URSS. De hecho, el 19 de junio de 1941, dos días antes de la llegada de la susodicha carta de Hitler, el Comando Supremo nombró al Generale di Corpo d'Armata Francesco Zingales comandante del Corpo d'Armata autotrasportabile (El 10 de julio pasó a denominarse oficialmente Corpo di Spedizione Italiano in Russia (CSIR). El 13 de julio el Generale di Corpo d'Armata Giovanni Messe recibió una orden telefónica para sustituir, por enfermedad (infarto), al general Zingales, asumiendo el mando del CSIR el día siguiente).

Si alguien tiene más información, incluso mejor, si alguien tiene acceso al libro de Renzo de Felice, Mussolini l'alleato. I.1, (que es al que remiten las fuentes que citan la orden del 30 de mayo de 1941), sería de agradecer que ampliasen esos datos.

Saludos cordiales
JL
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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Jue Dic 11, 2014 12:48 pm

Saludos cordiales.

Efectivamente, tal y como ha reseñado la reseña del compañero Jose Luis, el libro del historiador Renzo de Felice “Mussolini l´alleato. I. L´Italia in guerra (1940 – 1943), y 1. Dalla guerra “breve” alla guerra lunga”, señala el conocimiento de Mussolini del ataque alemán a la URSS y que con los datos obrantes en archivos no es deducible que le cogiera por sorpesa. En concreto trata la temática, en el capítulo 2º, pp. 390 y ss.

En las dos decisiones políticas y estratégicas más altas de la segunda fase del conflicto, el ataque de Alemania a la URSS, el 22 de junio 1941, y cinco meses y medio más tarde del Japón a los EE.UU y a Gran Bretaña, Mussolini no tuvo parte alguna. De la primera decisión fue informado por Hitler con una carta que la recibió entre la noche del 21 y 22 de junio, entregada por el príncipe von Bismarck, Consejero en Roma que llevó en mano a Ciano, ya que Mussolini estaba en Riccione.

El hecho de que Hitler lo informara de su decisión sólo en el momento del ataque no quiere decir que cogiera a Mussolini de sorpresa, dado que la diplomacia italiana fue consciente de los primeros signos de cambio en julio – agosto de 1940, de un cambio de la actitud alemana hacia la URSS, y de los los posteriores encuentros en noviembre de Hitler, Ribbentrop y Molotov.

Renzo de Felice, hace referencia a que informaciones del Servicio de inteligencia británica (anotadas en el Diario de Ciano con fecha de 14 de mayo), ya señalaban el ataque el 15 de junio. Esta información, junto a otras del embajador italiano a Berlín, convencieron a Mussolini de que Hitler estaba ordenando una ruptura con la URSS.

De otra manera no se explica como ya el 30 de mayo se ordenó a Cavallero que no sólo preveira la posibilidad de un conflicto armado entre Alemania y la URSS, a la cual no podía permanecer al márgen Italia, sino que incluso era necesario la formación de un cuerpo expedicionario (Cfr. U. Cavallero, Diario, cit, p. 188. Los estudios y planes para formar de un Cuerpo Militar de una división rápida y dos mecanizadas en Rumanía para ser usadas contra la URSS se iniciaron en la sede del Comando Supremo el 9 de junio, y el Estado Mayor del Ejército fue informado el 14 de junio (cfr. Aussme, Diario storico, 9 junio 1941). El 22 de junio Mussolini ordenó también el envío de cincuenta aviones de combate y un centenar de bombarderos (U. Cavallero, Diario cit., p. 202).

Se hace referencia a que el 2 de junio Ciano sondeó a Ribbentrop sobre la posibilidad de dicho ataque a la URSS por parte de Alemania, pero éste respondió con evasivas genéricas y en la misma dirección que lo dicho en Viena, en un encuentro anterior el 25 de marzo, y que las voces de un inminente conflicto con la URSS eran “destituite di fondamento”, o “per lo meno eccesivamente premature”, y que la enorme concentración de fuerzas alemanas en la frontera soviética era una respuesta a la concentración soviética.

El 23 de junio Mussolini responde por escrito a la nota escrita en la que Hitler le comunica el inicio del ataque a la URSS y las razones. En dicha carta de Mussolini señala que en la entrevista el 2 de junio en el Brenner, le manifestó su postura acerca de Rusia y que indicó que dicho asunto requiere una solución radical: o un acuerdo con Rusia o la guerra. Mussolini le señala a Hitler que éste le hizo entender que el acuerdo fue excluido porque Stalin nunca podría olvidar los fracasos de su política en la zona de los Balcanes y que el acuerdo de última hora con Belgrado y las peticiones desorbitadas de la URSS le habían revelado las verdaderas intenciones (de Stalin).

Mussolini, después de la entrevista con Hitler, dedujo claramente que Alemania iba a atacar a la URSS y de hecho muy pronto. El 6 de junio, le hizo el comentario a Ciano de que considerara el enfrentamiento inminente. Para confirmar que Alemania estaban preparando un inminente ataque a la URSS también influyó la reunión de Ciano con Ribbentrop en Venecia, durante los 14 al 15 de junio, en la ceremonia de adhesión de Croacia al Pacto Tripartito (Diario de Ciano, p. 525, En los mismos días noticias similares llegaban de Berlín a Roma de la mano del general Marras, cfr. U. Cavallero, Diario, cit, p. 200).

Por lo tanto, no plantea ninguna sorpresa que en aquellos días Mussolini ordenara a Cavallero de la "inevitabilidad" del conflitto y le diera nuevas instrucciones para la participación de un cuerpo expedicionario italiano que ya le había dicho dos semanas antes que preparara e incluso le encargó al agregado militar en Berlín, al general Marras que comunicara esta decisión a Hitler, y que tuvo que ser transmitida inmediatamente, si la carta de 21 que recibió Mussoli fue capaz de hacer referencia explícita a ella “con el corazón lleno de gratitud” (DDI, “I documenti diplomatici italiani (1861 – 1945), s. IX, VII, p. 276).

PD: El italiano se hace ameno de leer :sgm117: con un buen diccionario y tiempo he podido leer bastante del libro, lo tengo todavía pendiente en su parte final.... pero si los compañeros del foro les interesa el tema que me lo indiquen y transcribo íntegramente la parte del capítulo que he reseñado del libro de Renzo De Fellice, ya que he podido cometer algún error de traducción.

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por José Luis » Jue Dic 11, 2014 4:22 pm

¡Hola a todos!

Muchas gracias, maxtor. Si tienes tiempo y no te supone un compromiso, a mí sí me gustaría que resumieras dicho capítulo completo, sin necesidad de que hagas una traducción literal. Me bastan que guarden el sentido del autor y que cites las fuentes que anota Renzi (sólo las fuentes primarias en casos importantes, como los que has adelantado).

Saludos cordiales
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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Lun Dic 15, 2014 3:56 pm

Saludos a todos.

El historiador Renzo de Felice, en la parte del capítulo segundo y que habla del asunto de la comunicación de Hitler a Mussolini de la decisión de atacar a la URSS, está basado fundamentalmente en fuentes documentales del DDI (Documentos Diplomáticos italianos, desde 1861 – 1945), P. Pastorelli, “L´Esaurimento dell`iniziativa dell`Asse”, los diarios de Ciano, y de U.Cavallero, principalmente.

Ampliaré la traducción de lo comentado anteriormente y poniendo todas las notas, y continuaré con la parte del capítulo que no mencioné anteriormente... tardaré un poco ya que el capítulo es extenso.

La noticia del ataque de Japón a los EEUU y a GB le fue comunicada al Duce, aunque sin fecha exacta, cuatro dias antes, el 3 de diciembre de 1941, cuando Tokyo informó a los dos gobiernos del Eje de que las negociaciones con Washington no iban bien, y pidió a ambos gobiernos (a Alemania e Italia) que declararan la guerra a los EEUU tan pronto como se declarara el conflicto y que firmaran con el Japón un acuerdo para no hacer las paces por separado. (DDI, s. IX, VII, p. 273 sgg; cfr. G. Ciano, Diario, pp. 526 sg).

Mario Toscano ha llamado la atención sobre algunos hechos, en el sentido de que por parte alemana no fue ejercida ninguna presión sobre Roma para inducirla a entrar en guerra contra la URSS, que la embajada alemana a Moscú, incluso el día anterior del ataque, consideraba poco probable la intervención italiana y que por parte del embajador Augusto Rosso no excluía en absoluto tal posibilidad (de no intervención) y que se efectuaron consultas a Roma (Cfr. M. Toscano, “La intervención de Italia contra la URSS en 1941 visto desde la embajada en Moscú “. La explicación a este hecho, en opinión del historiador Renzo es dual y depende del punto de vista en que se enfoque. Una explicación puede ser encontrada en la desconfianza hacia Italia, por la diplomacia y política alemana, y acrecentado en este caso por la disponibilidad mostrada en octubre de 1940 de Mussolini de instar que la URSS entrase en el Pacto Tripartito y sobre todo por el hecho de que, incluso después del fracaso de las conversaciones en Berlín entre Hitler y Molotov, Italia había continuado buscando un entendimiento con Moscú, y en este sentido estuvo dispuesta a efectuar concesiones que en Berlín fueron valoradas muy negativamente.

Otra explicación puede ser, al contrario, la seguridad de Hitler en cuanto al antibolchevismo de Italia y el esmero puesto por Berlín para no se filtrara nada a los soviéticos lo que les llevó a limitar al máximo las comunicaciones con la embajada en Moscú. Una vez que Mussolini está seguro de que Hitler va a ir contra la URSS, el Duce no atisba posibilidad alguna de oponerse a esta decisión, y tampoco tiene ningún interés en mantenerse distante. En una situación diferente sus argumentos podrían haber tenido algún peso en Hitler y probablemente hubiera intentado disuadirlo del ataque a la URSS, pero más que nada para evitar el peligro de un mayor fortalecimiento de Alemania. (El 14 de junio de 1941, de vuelta de una misión en Alemania, A. Pirelli escribió una carta a Mussolini donde sopesaba los pros y contras del inminente conflicto bélico, y con cierta cautela se postulaba a favor de los pros de aquel conflicto. Según U. Cavallero Mussolini manifestó diez días más tarde encontrase de acuerdo con dicha valoració – Cfr. A. Pirellim, Taccuini cit., pp. 305 sgg y 309). Esta carta puede considerarse una prueba más de que a Mussolini el ataque no le cogió por sorpresa.

Mussolini estaban convencido de que los soviéticos no podrían enfrentarse a la potencia, a la organización y a la técnica militar alemana (el conflicto ruso-finlandés de 1939-1940 constituyó para él, como para muchos otros, un test definitivo de dicha valoración), y según el punto de vista del Duce, los motivos para considerar negativamente la extensión del conflicto hacia el este no eran más fuertes que los argumentos a favor. Aquello no impedía darse cuenta sin embargo, que aunque incluso con el fracaso de Alemania en Rusia, una victoria alemana habría incrementado cada vez más la diferencia entre ambos países en la aportación de los dos países a la victoria final. Éste fue uno de los motivos que le indujo a Mussolini a participar, con la clara intención de sacar réditos políticos en Italia, en Europa y exportar al mundo una imagen de antibolcheviquismo.

Esta preocupación de Mussolini respecto al prestigio de Italia frente Alemania, en cuanto a la desproporción de su implicación en la guerra contra Rusia estuvo presente en un Consejo de Ministros del 5 de julio, recogido en el diario de G. Gorla, “La Italia durante la Segunda guerra Mundial”, p. 217 sg.”, donde el propio Mussolini reconoce que fue la principal causa de entrada de Italia en la guerra contra la URSS.

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Lun Dic 22, 2014 3:02 pm

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En esta perspectiva política Mussolini tiene ante sí, otro motivo para justificar el ataque contra la URSS, en un modo parcialmente diferente a los alemanes; difuminándose el aspecto “defensivo” respecto a la amenaza creciente del expansionismo soviético y de las maniobras inglesas diseñadas para atacar por la espalda a Alemania y aun así teniendo en cuenta también todo aquello de la conquista del este del “espacio vital” necesario para la completa realización del Gran Reich y la exaltación de la cruzada antibolchevique en nombre de la defensa de la civilización europea y mundial.

En una carta del 23 de junio a Hitler de Mussolini expuso las ventajas que en su opinión, les reportaría a ambos la eliminación del problema ruso (DDI, s. IX, pp. 285 sgg), entre otras cuestiones manifestó que con la eliminación de la URSS como rival se conseguía eliminar toda esperanza de Gran Bretaña de imponer su política en el continente europeo, y que eliminaría cualquier preocupación en un futuro inmediato; que convergería hacia el Eje todas las corrientes antibolcheviques existentes en el mundo, e incluso en el mundo anglosajón; y que se podría reconducir la Rusia renovada hacia una leal colaboración económica hacia el resto de Europa y poner a la disposición de ambos dictadores las materias primas de dicho país en el caso de que los anglosajones impongan una imprevisible duración de la guerra.

No hay razones para dudar de la sinceridad de Mussolini cuando escribió esta carta; pero su verdadera motivación para él era otra, que la referida en su carta del 23 de junio donde no expuso claramente sus motivos, pero sí en dos cartas sucesivas; del 2 de julio y del 6 de noviembre; y era que una vez liquidada Rusia, la suerte de GB no tardaría mucho en estar decidida, y sería el momento de atraer hacia el Eje a Turquía y atacar a Egipto desde ambos lados (DDI, s. IX, VII, p. 329 (2 julio 1941)… Derrotada Rusia y siendo definitivamente expulsada de Europa, la guerra asumirá un carácter mediterráneo – oriental… “ (DDI, p. 744 – 6 noviembre de 1941). Mussolini no pensaba darle cuerda a GB y pensaba quedarse parte de su Imperio.

Para Italia podrían ser valiosos consejos a su socio alemán, y especialmente a la luz de lo que afirmó Mussolini en el Consejo de Ministros del 5 de julio, ya mencionado, donde señaló que el objetivo de la guerra de Alemania no había englobado la destrucción del imperio inglés y que a juicio de Hitler, Inglaterra ha de mantener un rol importante en el mundo. Apenas la URSS sea vencida, Hitler hará un nuevo y ventajoso pacto de paz a Reino Unido y únicamente quedará pospuesto la solución que dará Alemania al Imperio británico. (G. Gorla, L`Italia nella seconda guerra mondiale, cit, p. 219).

De una anotación del 30 de junio del diario de Ciano (G. Ciatno, Diario, cit, p. 529), es perfectamente explicativa del estado de ánimo de Mussolini y de su posición respecto de Alemania (que la campaña de Rusia no modificó sustancialmente, antes bien, incluso la radicalizó), y de su perspectiva de que el curso de los acontecimientos del conflicto le parecía que le reservaba a Itlia: “Ahora es seguro dos cosas: o que la guerra finaliza en un compromiso que salve el compromiso europeo o que dure mucho tiempo que permite recuperar con las armas el prestigio perdido”.

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Lun Dic 22, 2014 4:47 pm

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Por añadiduría a cuanto ya sabemos de la posición de Mussolini, podemos dilucidar sobre todo dos cosas. En primer lugar; que en el momento del inicio de las hostilidades contra la URSS el Duce, por lo que le afectaba directamente, atribuyó a esta nueva página de la guerra un valor esencialmente funcional a su idea de cómo el conflicto pudiera concluir con una paz de compromiso; liquidar la Rusia bolchevique equivalía para él quitar a Inglaterra la única carta que esa potencia todavía contaba en el continente y juntos ganarse el reconocimiento y simpatía de los Aliados y refrenar las hostilidades o desanimar a los ingleses que persistieran en una guerra a ultranza.

En segundo lugar, dentro de esta perspectiva, crecía en Mussolini la urgencia de implicarse a fondo no solo para infligir el mayor golpe posible contra los ingleses, sino para convencer a Hitler que una vez liquidada la URSS, para inducir a Inglatera a un compromiso de paz era necesario golpearla a fondo en el Mediterráneo y en el Oriente Medio. Y tanto más una vez que supo de la ocupación de Creta por los alemanes, que fue un gran éxito militar y de prestigio, aunque había dejado claro las dificultades y riesgo extremo que una operación similar conllevaría repetirla contra Inglaterra, así que el peligro para Mussolini era que Alemania (liquidada la URSS y con acceso a sus reservas económicas) no persiguiera contra los ingleses un único frente posible, el africano, sino que se concentrase plenamente en una guerra submarina, por lo que Italia – si hubiese llegado a un compromiso de paz o a una victoria “totalitaria”, habría tenido pocas posibilidades de ganancias territoriales que llevar a la mesa de paz para lograr sus objetivos mediterráneos.

Un año de conflicto había obligado a Mussolini a hacer frente a una realidad muy diferente a la que él asumió y a revisar más o menos ámpliamente casi todas las convicciones que le llevaron a entrar en guerra, y, en primer lugar, para poder dar a su participación un carácter autónomo respecto a los objetivos alemanes. Sin embargo, se dio cuenta pronto de la posibilidad de una derrota definitiva y que la guerra se prolongara al punto de exigir a Italia un compromiso y exigencia de supervivencia que se traduciría en el abandono total de cualquier idea de “guerra paralela”, aunque las derrotas en Grecia y en África se rebajaron enormemente, Mussolini se dio cuenta bien pronto de las posibilidades reales de Italia y de que los alemanes cada vez más eran los árbitros de los asuntos italianos presentes y futuros.

A pesar de esto, y aunque por paradójico que pueda parecernos, la extensión del conflicto hacia el este en junio de 1941, fue todavía vista por Mussolini sobre todo bajo la perspectiva de una guerra relativamente breve, y en definitiva, bastante tradicional, lo que habría dado lugar a una mesa de negociación y que por grandes que fueran las convulsiones en todo los campos, no conducirían al final de una época y de un sistema etico-político, sino a su reforma. En esta perspectiva ante la eventualidad de que el ataque a la URSS pudiera determinar la intervención en el conflicto de los EEUU fue para Mussolini una hecho secundario. En primer lugar porque estaba convencido de que Roosevelt finalmente llevaría a los EEUU a la guerra, y luego porque creía que la campaña de Rusia terminaría antes de que los EEUU pudieran participar en grado activo en la guerra; y que su contribución no sería muy diferente de su anterior ayuda a Inglaterra.

“El sr. Roosevelt, escribió el 23 de junio a Hitler, no pude ni siquiera formalmente declararnos la guerra, y no hará un mal mayor de lo que hasta ahora nos ha hecho. La declaración de guerra sería asó por objeto de elevar la moral de los británicos, que están muy deprimidos, pero el efecto de esta excitación sería de corta duración”. (DDI, s. IX, Vii, p. 286; G. Gorla, L´Italia nella seconda guerra mondiale cit, pp. 216 sg. ).

Sin decir que el hecho de que Roosevelt no había aprovechado la ocasión del ataque a la URSS para entrar en la guerra fue interpretado como la prueba de las dificultades que eso hubiera supuesto respecto a sectores decididamente antibolcheviques de la opinión pública norteamericana. Y esto le hizo pensar que la intervención americana estaría un tiempo retardada (DDI, IX, VII, p. 329 – Carta a Hitler del 2 julio de 1941), e incluso mantuvo la esperanza de que no ocurriera, gracias a la amenaza japonesa en el Pacífico, no obstante la decisiva voluntad de Roosvelt de intervenir.

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Mar Ene 13, 2015 1:04 pm

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La idea de que la extensión de la guerra a la URSS sin duda cambiaría profundamente el panorama del conflicto y hacer que fuera mucho más propicio para el eje implicaba un mayor compromiso, y no sólo de Roma, incluso en Berlín se había previsto esta posibilidad, y se empezaron a hacer insinuaciones a Mussolini a finales de octubre de 1941 en dicho sentido.

Pese a los grandes éxitos conseguidos por los alemanes los italianos conocían ciertas divergencias del Estado mayor alemán, que llevaron en diciembre al cese de von Brauchitsch y la toma del mando supremo por parte de Hitler en persona de las operaciones, no obstante, nada de esto sugiere que Mussolini tuviera serias dudas sobre el éxito de la campaña en Rusia; en parte por la gran consideración que tenía sobre el poder militar de Alemania, y que la visita al frente ruso en los últimos diez días de agosto y de su conversación personal con Hitler ( Durante dicha conversación, Hitler se limitió a admitir que por cuanto afectaba a Rusia, “por primera vez desde el inicio del coflicto, el servicio de información militar no ha funcionado”, y de modo que los alemanes se habían encontrado de frente un ejército bastante más fuerte y combativo del previsto, pero también afirmó que no tenía ninguna duda de su éxito final – Fuente: DDI, s. IX, VII, pp. 492 sg). El otro motivo de la confianza de Mussolini en la victoria alemana venía motivado por la consideración de que la alianza entre GB y los EEUU y la URSS no se materializó en una gran ayuda sustancial, y le hizo pensar que Londres y Washington no creían en la posibilidad de una larga resistencia soviética.

El cambio de pensamiento de Mussolini se produjo a finales de octubre y principios de noviembre, y vino motivado por dos hechos. En primer lugar, que no obstante el durísimo golpe dado a los soviético, las intenciones de Hitler de liquidar al ejército rojo en el plazo de unas diez semanas, provocando así “la sublevación general de la población rusa contra el gobierno bolchevique que luego se derrumbaría mientras los ejércitos alemanes no tendrían ninguna dificultad en ocupar los territoriso económicamente útiles, a saber, aquellos que se encontraran dentro de la línea de los Urales y el Caspio”, y de concluir practicamente la campaña de Rusia antes del invierno, estaban todavían dichos objetivos lejos de realizarse, y que en el mejor de los casos una efectiva victoria sobre la URSS no sería posible conseguirla sin al menos otro año de dura lucha. El 25 de octubre de 1941, Ciano se encontró en el cuartel general del Führer, con Hitler y con Ribbentrop. Hitler mostrando siempre confianza en la victoria final, insistió mucho en las “sorpresas incesantes” que la campaña de Rusia le había reservado atribuyéndoles la no realización de sus planes originales y la necesidad de llevarlas a término en un nuevo ciclo de operaciones en la primavera de 1942. Los mismos conceptos fueron básicamente reafirmados por Hitler, Ribbentrop y Göring, un més después al ministro de exteriores italiano que fue a Berlín para la celebración de la firma del Pacto anti-comiterm ( DDI, s. IX, VII, pp. 690 sgg, e 788 sgg; ADAP, s. D, XIII, II, pp. 563 sgg, y 733 sgg). Para una balance de los primeros seis meses de guerra contra la URSS ver cuanto D. Alfieri escribió a Ciano el 17 de diciembre, sobre las decisiones del Alto Mando alemán de suspender la operación ofensiva y de prepararse para la defensa invernal, en ACS, D. Alfieri, b.6, fasc.23, “Rapporti a Ciano”).

En segundo lugar, no obstante la seguridad de Hitler y de su aparato propagandístico de pronunciarse sobre una pronta victoria sobre la URSS y del inicio de la gran ofensiva otoñal que habría de constituir el último titánico golpe, y que debería aplastar al enemigo incluso antes de que comenzase el invierno, el gobierno británico dejó caer bruscamente su negativa a la “ofensiva de paz” puesta en la mesa por Alemania en la primera quincena de octubre con el fin de presionar a la opinión pública inglesa, y transmitida al gobierno de Londres para resolver el conflicto, que según lo revelado por fuentes no oficiales inglesas, se basaba en otorgar el principal gasto del conflicto para Francia y Rusia, a las que se atribuía la mayor responsabilidad por el inicio del conflicto y que habían sido golpeadas en su territorio, mientras que a Inglaterra, Alemania no le pediría ningún sacrificio territorial (Sobre “la ofensiva de paz” alemana de otoño de 1941 cfr. P. Pastorrelli, “L´esaurimento dell´iniziativa dell´Asse, pp. 79 ss). Una solución “pacífica” – aunque rápidamente matizada – la cual no podía sino suscitar en Mussolini aprensión e irritación, y en consecuencia, un nuevo motivo de diferencia y polémica con Alemania, y se confirmaba una vez más que Alemania no tenía en consideración alguna los intereses italianos y que no atendería las reivindicaciones italianas respecto a Francia.

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Mar Ene 13, 2015 5:04 pm

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A partir de aquí, de hecho se arraigó en su ánimo una triple convicción: 1) que la guerra será larga y dura; 2) que llegado a aquel punto, para que la situación fuera favorable para Italia: una guerra larga habría llevado inevitablemente a una nueva redistribución de cartas, a una nueva situación, y tarde o temprano, a nuevas posibilidades de compromiso entre las partes en conflicto y en las que Italia esperaba situarse en condiciones más ventajosas ante una Alemania más desgastada y menos arrogante; y 3) que en tal perspectiva Italia debería realizar el mayor esfuerzo posible para poner sus fuerzas armadas y su economía al nivel de no sólo de afrontar las nuevas exigencias no previstas, y sobre todo conseguir éxitos militares, especialmente en África y Oriente Medio, que hasta entonces no se habían producido, y ahora se hizo aún más esencial para contener la intromisión alemana, y para evitar que una propuesta de paz no tuviera en cuenta sus reivindicaciones en detrimento de satisfacer a otros beligerantes. En esta perspectiva se sitúa probablemente el acento puesto en la potenciación del equipo industrial italiano no utilizado (solo al 40 – 60 %), por defecto de materias primas, y por lo tanto, la posibilidad de que Alemania procediese a colmar por interés común, el desfase de materias primas contenidas en la carta escrita por Mussolini el 6 de noviembre de 1941 a Hitler (DDI, s. IX, VII, p. 744).

Los “Cuadernos” de Alberto Pirelli permiten establecer que ya a finales de octubre Mussolini estaba entrando en un orden de pensamiento de que la guerra será “molto lunga”. Ellos muestran, que de hecho Pirelli, había presentado un memorandum “sobre el esfuerzo financiero de Italia en la guerra, el agotamiento de sus recursos y la necesidad de que la paz le otorgara materias primas o divisas para su abastecimiento (más el retorno de dos millones y medio de soldados a casa), un espacio de vital que sera necesariamente esencial y un acuerdo con Alemania para el desarrollo de la industria italiana, (A. Pirelli, Taccuini, cit, p. 315). Mussolini, el 31 de octubre respondió: “La guerra será muy larga. Sigue siendo la ocasión para dar a los alemanes un apoyo no sólo eficaz (como ya lo hemos dado) pero más llamativo. A continuación se podrá pedir el reconocimeinto apropiado que usted reclama”.

Establecer que Mussolini desde octubre estaba convencido de que la guerra sería larga es importante para comprender su actitud antes de la entrada en la guerra de Japón y como consecuencia de los EEUU. La posición de Hitler respecto a los EEUU y la eventualidad de un conflicto con dicho país supuso una notable evolución (A. Hillgruber, La Estrategia militar de Hitler cit, pp. 214 sgg, 462 ss, y 662 ss). Durante los años treinta una guerra contra los EEUU no entraba en sus planes. Luego tomó la posición de que dicho enfrentamiento sería el problema de la sucesiva generación nacionalsocialista y que este enfrentamiento debería afrontarse no ya desde la óptica de Alemania contra USA, o de dos régimenes políticos opuestos, sino en un enfrentamiento más amplio de los intereses comunes de Europa y de su sistema económico africano. En 1939, alargándose el conflicto alemán – polaco con Inglaterra y Francia, “ los EEUU se habían convertido para Hitler en el punto central de la estrategia de guerra” (A. Hillgruber, p. 220), tanto por el peso de un enfrentamiento directo, como por no poder llevar la guerra al suelo americano, Alemania no sabía – como Hitler había reconocido en enero de 1942 al embajador japonés Oshima- cómo vencer a los EEUU.

Renzo de Felice, en una pequeña nota, comenta que en el actual estado de la documentación de archivo no resulta que por parte alemana se estaba considerando la eventualidad de llegar la guerra al territorio de América Latina. Hasta diciembre de 1941 esto no se debió sólo a la dificultad que esta acción conllevaba sino esencialmente de no ofrecer a Roosevelt la oportunidad de llevar a los EEUU a la guerra. Por parte de algunos círculos democráticos y representantes del servicio gubernamental estadounidense ya que argumentó en 1936-1937 que Alemania e Italia, pero especialmente la primera, estaban llevando una activa política de penetración económica alemana en algunos países latino-americanos, con la fuerte presencia de personal y capital alemán en algunas línea aéreas (Brasil, Colombia, Perú, Ecuador), y el interés alemán por ciertas materias primas, etc… así como el desarrollo de propaganda y organizaciones civiles bajo influencia alemana e italiana en el interior de ambas comunidades en América Latina. De aquí la difusión por parte de los EEUU de ciertos temores de la presunta intención del Eje de servirse de América Latina contra los Estados Unidos. Temores en parte sinceros, pero en buena parte instrumentalizados para eliminar la competencia económica alemana e italiana en la región y afianzar la influencia americana incluso en contra de GB (S.Conn –B. Fairchild, “The framework of heisphere defence, Washington 1960; L. J. Mecham, “The United States and interamerican security 1889 – 1960”, Austin 1961; A. Frye, “Nazi Germany and the american hemisphere (1933-1941), New Haven, 1967).

En los primeros meses de la guerra Hitler había evitado de provocar la entrada de los EEUU en guerra con un correcto respeto de la neutralidad norteamericana, así como de no ofender el prestigio de Roosevelt y de realizar un intento para conseguir que Londres negociara una paz de compromiso. En el verano de 1940, frente a la firmeza de Churchill, Hitler había considerado que el modo más eficaz para evitar la intervención americana sería que ambos países perdieran la esperanza en Rusia y apostar al mismo tiempo en la amenaza japonesa en Asia. Estos dos factores “disuasorios” y el hecho que según la información en su poder, los EEUU no estarían en disposición de tener un efectivo papel militar en Europa y en Africa como pronto hasta 1942, le hicieron pensar en la posibilidad de finalizar la guerra antes de que los norteamericanos estuvieran en disposición de intervenir. En este sentido la alianza de Alemania con Japón había tenido especialmente el propósito de mantener neutral a los EEUU, aislar a Inglaterra y llegar a la paz con ella después de haber liquidado a la URSS. En esta perspectiva, el optimismo de Berlín había estado en que Tokyo atacase únicamente a Inglaterra, dirigiendo el dinamismo japonés hacia las posesiones británicas del sudeste asiático, y constituyese a la vez una amenaza potencial del territorio de la URSS que la pondría fuera de juego respecto a Alemania, y que dicho país contribuiría decididamente la posición de Japón respecto a GB.

Esta línea estratégica coincidió sólo parcialmente con la de Japón, tanto Berlín como Roma no tenían una idea estratégica clara en una panorámica global, así como desconocían el profundo debate y la lucha permanente en Tokyo entre las diversas tendencias política y militares para definirse. Las relaciones entre Berlín y Tokyo se fueron desarrollando desde 1935-1936, gradualmente y desde bases y motivaciones diferentes, porque ambas partes habían dado un significado particular e instrumental respecto a su política exterior. En el caso japonés no sin cierto contraste y división interna. En Japón el Pacto Anti-Komitern había estado deseado casi exclusivamente por el Ejército para evitar un acuerdo dela URSS con Chiang Kai-shek y para conseguir territorios en China. Pero los alemanes habían comenzado a pensar en la posibilidad de efectuar un pacto con característica anti-inglesas, aunque se encontraron de bien pronto con la resistencia de los japoneses y de los italianos contrarios en ese momento a tal caracterización de su propia política.

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maxtor
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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Mié Ene 14, 2015 4:10 pm

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Para Tokyo los puentes con Berlín habían tenido, en aquella fase de su política especialmente un motivo de interés propio: su efecto intimidatorio respecto a Moscú. Esto se explica porqué el pacto alemán – soviético de agosto de 1939 había llevado a ambos países casi a la rotura y a la interrupción de las negociaciones de lo que luego sería conocido como el Pacto tripartito. Al mismo se había llegado casi un año después, el 27 de septiembre de 1940, pero como de costumbre, por razones diferentes y discordantes entre ambos países. Para Alemania, que había tenido que renunciar por el momento de inducir a GB a la paz y encontrar forma de hacer frente a la creciente ayuda de los EEUU a Inglaterra, la alianza con Japón tenía esencialmente una función disuasoria contra los EEUU y tratar de alejarla de la guerra.

Para Japón (donde la victoria alemana en Occidente había suscitado amplias simpatías por el Eje, se reforzó el peso político de los grupos que pedían expansionarse por los territorios holandeses y franceses en Asia oriental, pero también sobre los territorios ingleses más importantes a nivel económico bajo el criterio japonés) el Pacto Tripartito había servido esencialmente para allanar la entrada de un acuerdo con la URSS (hecho que en un principio fue visto favorablemente también en Berlín, pero que tras el fracaso de las negociaciones entre Hitler, Ribbentrop y Molotov en noviembre se convirtió en una fuente de conflicto con Tokyo), para poder proceder a la definitiva liquidación de la guerra en China y poder extenderse hacia el sur, pero sin embargo, sin el riesgo de un conflicto con los Estados Unidos. Así, tras el fracaso de las negociaciones en Berlín de noviembre entre alemanes y soviéticos, llegó el endurecimiento de la actitud americana respecto al Japón como consecuencia de la firma del Pacto tripartito. Tanto fue así que, de un lado, Japón entró en negociaciones directas con la URSS para un tratado de neutralidad o de no agresión (firmado el 13 de abril de 1941), y por otro lado, se iniciaron negociaciones secretas con Washington al objeto de llegar a algún compromiso con los EEUU que le permitiera lograr el propio reconocimiento norteamericano de la hegemonía japonesa sobre el este y sudeste asiático, y si dicho acuerdo hubiera sido posible Japón consideraría letra muerta el Pacto Tripartito.

Estas negociaciones eran conocidas por los alemanes ya en fecha tan temprana como mayo de 1941 cuando ya estaban en pleno apogeo. A las protestas de Berlín (que en los meses anteriores habían intentado solicitar un ataque japonés sobre Singapur y también había sugerido que la fecha del ataque coincidiera con el inicio de las operaciones alemanas contra la URSS) Tokyo respondió con una suspensión de cualquier información sobre las negociaciones. Tampoco los alemanes se estaban comportando correctamente y con claridad, solo ante la inminencia del ataque a la URSS, a principios de junio, Hitler y sobre todo von Ribbentrop habían informado al embajador japonés Oshima sobre las intenciones alemanas, dejando así a los japoneses plena libertad de obrar, pero intentando acercar su posición hacia un ataque contra Rusia hablando de una partición territorial de la URSS.

La intención de Alemania era acercar e inducir a Tokyo de aclarar la finalidad de la alianza en un sentido implícitamente antisoviética y antiamericana. Los grupos japoneses antisoviéticos y antiamericanos, por fuerte que eran, no podían sin embargo,provocar una respuesta clara ante la elección tan difícil para el futuro de Japón y tampoco podían contar con el apoyo del Emperador. El Ejército imperial, aparte de lo que dijeran los alemanes a la gente, vio claramente cómo el ejército alemán no pudo vencer a la URSS en pocas semanas. Mantener dos objetivos de una participación en el conflicto soviético y la expansión por el sudeste asiático sin dispersar excesivamente sus propias fuerzas y mantener un modus vivendi con los norteamericanos se hacía un objetivo inviable. Lógicamente la postura japonesa produjo un enfriamiento de las relaciones entre Tokyo y Berlín (que se manifestó en el hecho de que la URSS pudo trasladar tropas del este de su país hacia el frente Occidental ante la ausencia o indicios de cualquier ataque japonés a la URSS), enfriamiento que se aumentó al mes de noviembre cuando ya fue evidente que las negociaciones entre Japón y los EEUU estaban destinadas a fracasar.

En esos momentos la invasión por parte de tropas japonesas sobre la Indochina francesa habría provocado una rigidez mayor de los norteamericanos en sus negociaciones con Tokyo y por la decisión de Roosevelt de congelar los fondos japoneses en los EEUU y la adopción de una suerte de embargo del comercio con dicho país. De hecho en Japón ya se habían apoderado las tendencias anti-americanas y se había decidido ir a la guerra contra los EEUU, fue una decisión dónde tuvo influencia decisiva los efectos decisivos sobre la economía japonesa del embargo de los EEUU y sobre la potencia de la Marina japonesa. Hasta ahora, la Marina imperial, había sido hostil a una guerra contra los EEUU, ante la cual la flota imperial se sentía inferior, pero esa opinión cambió bajo una triple consideración: que había una situación internacional bastante favorable; que cuanto más tiempo pasase más se abriría la brecha a favor de la marina norteamericana; y que (evitando el enfrentamiento directo contra la URSS y posiblemente tratando Tokyo de mediar entre Berlín y Moscú e infligiendo un súbito golpe y grave a la flota americana) se hubiera tratado de una guerra breve.

Como ha escrito Peter Herde (Pearl Harbor, pp. 239 a 241), los japoneses en efecto, eran los suficientemente realistas para no esperar derrotar a los EEUU; su objetivo era “ interrumpir y romper los vínculos entre los EEUU y el sud-este asiático, incluyendo Australia y bloquear los suministros de caucho y de estaño”, y mientras Alemania inmovilizaba una parte importante de la flota americana en el Atlántico, los japoneses habrían obligado a China a rendirse que se habría quedado sin ayuda de parte de las potencias occidentales. “Con esta táctica se esperaba modificar y tratar de equilibrar el frente interno de los EEUU, dando nuevo vigor a las posiciones aislacionistas y estimulando con el tiempo un nuevo acuerdo de paz con Japón”.

En esta perspectiva el Pacto Tripartito, que hasta hace poco tiempo los japoneses habrían cambiado sin pestañear con los americanos si hubieran estado dispuestos a un modus vivendi con ellos, recuperó para ellos todo su valor y se convirtió en el punto de referencia para ser aprovechado para participar al Eje en su conflicto contra los EEUU y para tratar de asegurar que Italia y sobre todo Alemania no llegarían en el futuro a una paz por separado con GB y los EEUU dejando a Japón sola en el conflicto bélico. De ahí que el 30 de noviembre (sólo una semana antes del ataque a Pearl Harbour), se produjo la decisión del gobierno de Toky de informar a Berlín y Roma de que las negociaciones con Washington estaban llegando al límite de la ruptura y que crecía la posibilidad de un posible conflicto bélico con los EEUU y GB y de pedirles que en tal caso le prestaran apoyo inmediato a Japón y de suscribir acuerdos bilaterales con los cuales Alemania, Italia y Japón se comprometen a no concluir armisticios o pactos separados con los EEUU e GB.

Al punto que habían llegado las cosas, Hitler tenía cierta preocupación sobre la fiabilidad de los japoneses como consecuencia de sus negociaciones secretas con los norteamericanos antes del ataque japonés y de que la actitud de Japón había permitido finalmente a la URSS transferir abundantes tropas al teatro occidental (En la carta que Hitler escribe a Mussolini el 20 de julio de 1941 es posible apercibirse de un vago eco de esta perplejidad y sobre todo su enfado y su total incomprensión, por el hecho de que los japoneses “no se hubieran dado cuenta de la ocasión única que ofrecía a todos la actual situación y que no obstante eso no se aprovecharon de ella”. El discurso se refería obviamente al hecho de que los japoneses no se quisieron unir al ataque alemán contra la URSS (DDI, s. IX, p. 380).

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Sab Ene 17, 2015 7:41 pm

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Dada la prolongación de la campaña de Rusia, la intervención americana se daba por descontada, aunque Berlín hubiera preferido que ocurriera lo más tarde posible, no se hizo nada para evitarlo, ayudándose a Roosevelt a superar la última, aunque no insignificante, resistencia de oposición de los aislacionistas. Las únicas ventajas que Alemania podría extraer del curso de los acontecimientos estaban relacionados con la guerra marítima que se pensaba habrían tenido una ventaja por una menor presencia de la flota americana en el Atlántico y de una mayor libertad de acción por parte de los submarinos alemanes que no tendrían que distinguir entre navíos británicos o estadounidenses. Para los demás miembros del Eje, la participación de los EEUU en la guerra, además de tener graves repercusiones psicológicas internas (Pearl Harbor coincidió con la contraofensiva soviética en el sector de Moscú), significaba la definitiva transformación de la guerra “de un tipo de guerra relámpago a una guerra de agotamiento”, cuya suerte para Alemania estaba condicionada necesariamente a una victoria total sobre la URSS para poder disponer de sus recursos económicos, de la capacidad de Japón de inmovilizar la mayor cantidad de fuerzas inglesas y norteamericanas y al hecho de que Japón no concluyera una paz por separado e implicarse todos en una lucha hasta el final. Así que queriendo sintetizar el juicio de Hitler sobre el ataque japonés a los EEUU, no podemos utilizar otra frase que “el menor de los males” (A. Hillgruber, “La strategia militare de Hitler”, p. 665)

Por paradójico que pueda parecer, diferente fue la reacción de Mussolini. Aunque con altibajos respecto al desempeño de las relaciones con Londres, desde 1935-1936 a junio de 1940 la diplomacia fascita había mirado a Japón con el rabillo de un ojo, mientras permanecía atento a los movimientos alemanes, conscientes de que una coordinación de las políticas de Roma y de Tokyo habría creado graves dificultades a Inglaterra especialmente en el ámbito estratégico y naval, y dificultades también en lo político, en cuanto a poner dificultades al acercamiento ango-soviético intentado en aquel año (V. Ferretti, “Il Giappone e la politica estera italiana”). Y lo mismo puede decirse de la actitud de la diplomacia japonesa.

Después de junio de 1940 las cosas cambiaron parcialmente, pero menos de lo que han afirmado algunos estudiosos; es cierto que la adhesión italiana al Tripartito fue realizada en parte por cosideraciones propagandísticas, y se produjo especialmente como consecuencia de la política italiana, y menos cierto es que a Roma hubiera perdido interés en la carta japonesa.

La explicación de que parezca que la actitud italiana muestra una perdida de interés en Japón, es una adaptación más o menos pasiva de la posición de Berlín que llevó a Mussolini a creer que la guerra duraría pocos meses. En esta perspectiva Japón constituía un excelente elemento de disuasión para impedir que Inglaterra transfiriera fuerzas del Extremo Oriente hacia el Mediterráneo y hacia la madre patria, pero nada más; Mussolini se dio cuenta pronto de que si el dinamismo japonés se pusiera contra Inglaterra (ya que la eventualidad de un conflicto japonés-soviético el Duce no lo creyó nunca) eso traería que los EEUU entrarían en guerra, complicando y prolongando por entero el conflicto. Pero esto no quiere decir que Japón fuese eliminado del particular horizonte de la política mussoliana y que se hubiese delegado en Berlín las gestiones de las relaciones con Tokyo.

El ataque alemán a la URSS y la convicción de Mussolini de que la guerra sería muy larga había obviamente acentuado el interés italiano por el Japón. Decimos italiano y no solamente Mussolini porqué, mientras en el grupo dirigente fascista y del palacio Chigi no faltaron los que se dieron cuenta de la máxima incidencia de la intervención de los EEUU para el destino del conflicto, muchos otros empezando por el soberano Victor Manuel III consideraron la actitud de Japón decisiva (G. Ciano, Diario, p. 564 (8 de diciembre de 1941); G. Gorla, “L´Italia nella seconda guerra mondiale”, pp. 265 (8 de diciembre 19419 Y 289 (23 de febrero 1942); véase también P. Puntoni, “Parla Vittorio Emanuele II, pp. 79 y 80 (8 y 11 diciembre 1941), de lo que parece que el soberano estaba preocupado del hecho que el conflicto estuviese asumiendo un carácter mundial y estaba convencido que, esta vez, Italia estaba siendo puesta ante hechos consumados por Alemania).

Por el poder militar de Japón y por su esbozo de la situación militar en Oriente Mussolini no tenía las dudas de Hitler, de forma que no había pensado nunca que Tokyo pudiera sacrificar todo o en parte la propia exigencia vital de construir un nuevo orden en Asia para revolverse contra la URSS (El 7 de noviembre de 1941, en conversación con su cercano colaborador Sandro Giuliani, definió al Japón como “país potentísimo”, “que hará sentiro en el momento oportuno todo su enorme peso” (Mussolini, XXX, p. 134). El “Duce” lo dejó así escrito a Hitler en respuesta de las dudas del mismo, el 24 de julio: “Es mi convicción que Japón permanecerá en nuestro campo, por el hecho de que se ve obligado por el hecho de que siempre será impotent respecto de lo que los EEUU hagan llegar a Chiang-Kai-Shek. Para empezar no marchará contra la URSS, pero ocupará la Indochina, y esto determinará la rotura con Washington”. (DDI, S. IX, VII, p. 392). Dicha opinión sería repetida un mes después (a Hitler) en su visita al frente ruso no exento de cierta polémica por la incomprensión del Führer; en dicha reunión Mussolini dejó claro que la política exterior alemana había creado una situación política interna compleja, y que el Duce no dudaba de que Japón impulsado fundamentalmente por un dinamismo nacionalista tendería a hacerlo gravitar hacia el eje pero (en cierto sentido) en una conducta similar a España, y que por tanto, es necesario que Alemania evalúe de forma realista su actual capacidad para juzgar los hechos.

En cuanto a los EEUU, Mussolini estaba ya convencido hacía tiempo (por ejemplo veáse la discusión suya en ocasión del Consejo de Ministros del 5 de julio, citado en G. Gorla, “L´Italia nella seconda guerra mondiale, cit, pp. 216 ss), que – como había dicho el 11 de diciembre anunciando desde el balcón del Palacio Venezi la declaración de guerra contra los EEUU (Mussolini, XXX, p. 140 ss), que el “autentico y democrático despota” de Roosvelt le habría portado pronto o tarde a la guerra haciendo recursos de todas sus maléficas artes y de una “serie infinita de provocaciones” y en fraude contra su propio pueblo. Su actitud era “ahora bien entendida” (DDI, s. IX, VII, p. 508 (coloquio con Hitler del 25 agosto de 1941), al punto de que por varios aspectos podría ya considerarse de hecho a los EEUU en guerra contra el Eje (DDI, s.IX, VII, p. 827, lo que dijo el 3 de diciembre de 1941 al embajador japonés Horikiri siguiendo el ejemplo de la captura en Marmarica de algunos funcionarios norteamericanos que se encontraban con las tropas inglesas), así que el hecho de su entrada de lleno en el conflicto no ha cambiado casi nada: no empeoraba sustancialmente la situación, y desde su particular punto de vista, introducía bastantes nuevos elementos positivos.

Considerando que Mussolini pensaba ahora que la guerra sería bastante larga, su alargamiento al Japón y contra los EEUU no hacía sino cofirmalor más en sus convicciones. El 27 de diciembre, resumiendo en el Consejo de Ministros la situación política y militar, había sido aún más explícito dos meses antes con Pirelli y luego con Ciano, el 3 de diciembre, cuando el embajador Horikiri les había anunciado el inminente ataque japonés (G. Ciano, “Diario”, p. 563). La guerra, les dijo: “será larga, muy larga, más larga que la Primera Guerra Mundial. Tal vez tengamos cinco o más años, pero de su exitoso resultado final es mi certeza inquebrantable” (G. Gorla, “La Italia nella seconda Guerra Mondiale, p. 275; G. Ciano, Diario, p. 572; G. Bottai, Diario, p. 294).

Informando de dichas palabras, Gorla anotó en su diario: “las palabras de Mussolini son escuchadas en absoluto silencio porque, por desgracia, nadie comparte su certeza”. Decir si Mussolini realmente albergaba la “inquebrantable certeza” de su éxito final en la guerra, si es quiere expresar en tales términos para animar a los que observaban con creciente preocupación la evolución del conflicto bélico o si quería autoilusionarse es practicamente imposible. El diario de Gorda conserva una afirmación posterior de Mussolini, de poco más de un mes, que parece reveladora de su actitud mental y que puede ayudarnos a ver su actitud mental y establecer el vínculo entre su creencia de que la guerra iba a ser muy larga y del éxito final de la guerra. Refiriéndose en el Consejo de Ministros de la evolución de las operaciones en África septentrional, donde las fuerzas italo-alemanas estaban pasando a la contraofensiva y en un par de semanas habían dado un vuelco a la situación reconquistando gran parte de la Cirenaica, Mussolini, según cuanto refiere Gorla en su diario, se expresó en estos términos: “Los acontecimientos recientes han confirmado denuevo que la suerte de la guerra están atados por un hilo. Si no hubiéramos pasado a la ofensiva hoy nos encontraríamos con el problema de la defensa de la Tripolitana, no obstante estamos a la frontera con Egipto y podemos mirar más allá” (G. Gorla, “L´Italia nella seconda guerra mundiale”, p. 284 (7 febrero de 1942).

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por maxtor » Jue Ene 22, 2015 8:22 pm

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“La suerte de la guerra está atada a un hilo fino”. Puede parecer y probablemente lo era, una fuga hacia delante, un refugio algo irracional, en la idea de que en definitiva todo podía suceder y que la situación estaba abierta a todas las soluciones, a todas las posibilidades. Pero una fuga hacia delante tenía su lógica, una razón de ser que no podía ignorarse. Radicaba en una cultura, en una mentalidad que era propia de Mussolini y del fascismo, pero no solo de ellos, porque eran el producto de la relatividad y del condicionamiento social y político de todos los valores, morales o de otro tipo, y la afirmación, por otro lado, de un extremo voluntarismo que parecía en grado de dominar y de que todo se plegara a la voluntad y a la capacidad del individuo, y por otro lado, a una suerte de especie de ética del destino (individual y político), que en diferentes formas, caracterizaba y dinamizaba el malestar de grandes sectores de la sociedad europea del tiempo. Tanto es así – volviendo de lo general a lo particular – que esta actitud no difiere sustancialmente de la de Mussolini y se puede encontrar en otros personajes del régimen y de su aparato técnico – burocrático, con formación cultural diferente a la del Duce y que su preparación técnica hace a primera vista pensar que debieron alejarlos de una visión que es la que estaba bajo las afirmaciones mussolianas y de su “certeza” de su éxito final de la guerra.

Es interesante sacar a colación una serie de consideraciones de la situación militar en enero de 1942 referidas en el diario de Luca Pietromarchi, un diplomático experto y bien formado, fascista, pero no bajo la pasión política de no darse cuenta de la situación real de la situación de la guerra (L. Pietromarchi, Diario, 15 enero 1942, en Archivo Pietromarchi). La situación para el Eje era todo menos positiva, mucho mejor para Japón, tanto es así que el diario se abría con la afirmación de que “las fuerzas están en equilibrio”: “El Japón ha dado un durísimo, decisivo golpe a las Potencias Anglosajonas con privarles de sus base en el Pacífico y en el Índico, pero Alemania e Italia están a la defensiva fuertemente presionadas por las divisiones enemigas. Tanto Rusia, como Inglaterra tuvieron fuertes dificultades de acenturar un cierto límite la presión y de explotar su éxito”.

Respecto al Mediterráneo, Pietromarchi considera que el destino de Italia se decide en Libia, y que Inglaterra ha exhibido una superioridad armamentística que no será posible más que oponerle una valerosa resistencia, pero limitada defensa. El día en que todo el norte de África sea controlada por los anglosajones, el Mediterráneo será intransitable para el Eje, y será el momento de preocuparse por Cerdeña. Un desembarco, en esas condiciones, será posible en Italia y en los Balcanes. Y será intentado dicho desembarco sólo cuando la fuerza del ejército alemán haya sido suficientemente desgastada.

Respecto al frente ruso… “Ninguno puede prever qué sucederá en Rusia durante el invierno. Es presumible que buena parte del terreno conquistado en primavera será perdido. Hasta el momento, la retirada se ha llevado generalmente en orden y no se denota algún signo de ceder fácilmente”.

La conclusión final en general, no es tan diferente de la de Mussolini de que la guerra, su suerte, está sujeta a un hilo: “En general la situación está muy equilibrada entre las partes en conflicto. Y no es posible predecir en qué situación derivarán los hechos actuales. Lo determinante és la situación en Rusia, donde las fuerzas están ahora en equilibrio. Todo hace presumir que la guerra continuará por un largo tiempo, y que decidirá la balanza los elementos impredecibles, los imponderables. ¿A favor de quién serán?. Sólo la mano de Dios lo sabe."

A la luz de cuanto hemos comentado, creemos que se podrá comprenderse porqué Mussolini acogió con tanta alegría la noticia de la inminente intervención en la guerra del Japón, subestimando (o dando la impresión de subestimar) aquella, por ya tenerla descontada respecto de los EEUU, y no teniendo en cuenta las dudas de algunos de sus colaboradores de Ciano que propusieron el intento de disuadir a Tokyo de emprender la iniciativa contra los EEUU (ADAP, s. D, XIII, II, pp. 755 ss – Akten zur Deutschen Auswaärtigen Politik 1918 – 1945, Baden Baden 1950 sgg).

La extensión del conflicto no solo multiplicaba de hecho los imponderables, y por lo tanto, las oportunidades y la relativa posibilidad de que influyeran en el conflicto y encontrar una salida al conflicto en sí mismo (porque una solución que afectara únicamente a Italia no era posible y así era visto por el Duce), pero le hizo pensar a Mussolini que podría, por un lado, la posibilidad de reconsiderar su estrategia político – militar (sobre todo al Oriente Medio), y por otro lado, permitirle recuperar influencia sobre Hitler proponiéndole como una especie de “tratado de unión” y de mediar al mismo tiempo entre Alemania y Japón, pero teniendo presente que Roma tenía más puntos para gratificar o satisfacer a Alemania y que por tanto, podían establecer dentro del Pacto Tripartito una relación especial o privilegiado.

Según algunos registros de A. Pirelli, Taccuini cit, p. 320 (20 -21 diciembre de 1941) también de parte japonesa se deseaba establecer una particular colaboración con Italia, pero con el estado de la documentación de archivo no es posible ddecir si dicha afirmación es verdad. Sin embargo, es un hecho que el informe de Mussolini sobre las conversaciones con Hitler del 29 – 30 de abril de 1942, parece sugerir que Mussolini efectúo esfuerzos para convencer a Hitler que era oportuno no insistir sobre los japoneses para que entraran en guerra contra la URSS. “ El Führer – anotó Mussolini – está de acuerdo con los fines del Tripartito y que es bueno que el Japón no se comprometa con Rusia, mientras continúe el combate con Inglaterra y América (DDI, s. IX, VIII, p. 543). La actitud de Mussolini se hizo extremadamente cautelosa ya que a finales de diciembre de 1941 el presidente del Consejo japonés había dicho al embajador Indelli sobre la posibilidad de un acuerdo de paz por separado entre el Eje y la URSS. Este hecho había sido tomado, según Ciano (Diario, p. 572, en la fecha de 28 de diciembre), muy favorablemente por el Duce, pero no había sido seguido dada la intransigencia en esta materia de Hitler. No se puede excluir que, conociendo bien la posición de los japoneses en cuanto su relación con la URSS, Mussolini en Klessheim se hubiera esforzado para convencer a Hitler, al menos de que no insistiera al objeto de que Japón atacase a la URSS, y así tener eventualmente abierto un canal de trato con la URSS.

Hasta aquí finaliza el capítulo 2º del libro del historiador italiano Renzo De Felice "Mussolini l`alleato"... He intentado ser lo más literal posible sobre todo en la transcripción de las notas y fuentes... Saludos desde Benidorm.

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Re: Hitler, Mussolini y Barbarroja

Mensaje por José Luis » Vie Ene 23, 2015 10:44 am

¡Hola a todos!

Muy agradecido por todo tu valioso trabajo, maxtor.

Saludos cordiales
JL
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sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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