Antisemitismo durante la República de Weimar

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Sab Oct 22, 2011 10:23 am

¡Hola a todos!

La "Cuestión Judía" (la emancipación legal de los judíos en Europa iniciada a finales del XVIII, principios del XIX) comenzó a discutirse en Alemania a principios del XIX y sólo se resolvió políticamente (plena ciudadanía judía) con la creación del llamado II Reich alemán en 1871. También fue en esa década de 1870 cuando se acuñó el término "antisemitismo", que era un odio o prejuicio de tipo esencialmente racial contra los judíos, que se diferenció del anti-judaísmo secular de corte esencialmente religioso. Por el ámbito histórico de nuestro foro no hay lugar aquí para extenderse en el antisemitismo durante el imperio alemán guillermino y sólo basta significar que en agosto de 1914, cuando Europa entraba en guerra, el antisemitismo no estaba en absoluto en la agenda política alemana y los alemanes judíos gozaban razonablemente de los derechos de su ciudadanía como cualquier otro alemán. Los movimientos, asociaciones y publicaciones antisemitas que surgieron a partir de la década de 1870 nunca consiguieron asentarse en la sociedad alemana en general, ni tampoco vieron admitidas sus demandas en la agenda política de los gobiernos y del parlamento.

Sin embargo, cuando comenzaron a desvanecerse las esperanzas en la victoria de la guerra en el campo alemán, también comenzó la búsqueda de un chivo expiatorio al que cargar los infortunios de la guerra, y no había que escarbar mucho para que aflorara el anti-judaísmo histórico y comenzara a germinar la semilla del antisemitismo plantada a finales del siglo anterior. Las acusaciones de políticos antisemitas contra la falta de compromiso de la ciudadanía judía en la guerra, o incluso sus esfuerzos para dificultar la victoria, comenzaron a cobrar tal fuerza que en 1916 el ministro de Guerra prusiano se vio obligado a realizar un "censo judío" para verificar si dichas acusaciones tenían algún fundamento. Estos anti-judaísmo y antisemitismo renacidos durante la guerra culminaron con la infame acusación del liderazgo militar alemán de culpar a los judíos de la derrota alemana en la guerra, después de que Ludendorff urgiera al gobierno alemán a solicitar el armisticio de noviembre de 1918. Así se forjó la leyenda de la "puñalada por la espalda", cuya explotación propagandística tantos dividendos produciría a los políticos conservadores, nacionalistas y ultranacionalistas durante los años siguientes en sus continuados esfuerzos por eliminar la República de Weimar.

El antisemitsmo que resurgió con la derrota alemana en la guerra se diferenció fundamentalmente del antisemitismo surgido en la época imperial en su relación con el régimen político. Bajo el II Reich los grupos antisemitas jamás cuestionaron su lealtad a la monarquía o a las instituciones monárquicas; bajo Weimar esa antigua lealtad se había vuelto una hostilidad total hacia la república de tal forma que los ataques antisemitas estaban íntimamente vinculados con los ataques contra la república. La "Cuestión Judía", que parecía haberse resuelto en 1871, regresó paulatinamente a la arena política durante la guerra de 1914-1918 y cobró cada vez más fuerza durante los años de Weimar.

El antisemitismo que se vivió durante Weimar no fue exclusivo del Partido Nazi, pero lo que es más importante, y razón de este hilo, es que los objetivos básicos del antisemitismo nazi jamás fueron desconocidos para el pueblo alemán, en general, y por tanto no cabe achacar sorpresa, por su parte, a las políticas que emprendió el NSDAP cuando llegó al poder en enero de 1933.

La organización que, en opinión de Longerich*, se puede considerar como la madre de muchas actividades antisemitas radicales bajo la República de Weimar fue la Deutschvölkischer Schutz- und Trutzbund (DSuT en adelante), que se caracterizó por sus campañas para conseguir que se privara a los alemanes judíos de su ciudadanía. Esta liga contaba en 1922 con más de 150.000 miembros y estaba dirigiendo su campaña antisemita para la captación de trabajadores de los partidos socialistas.

Del trabajo de esa liga se benefició el NSDAP, cuyo programa de 1920 contemplaba la eliminación de la ciudadanía plena que disfrutaban los alemanes judíos desde 1871. También se apuntó a la agitación antisemita el Partido Popular Nacional Alemán (DNVP) que se había formado tras el final de la guerra como sucesor del Partido Conservador de la época imperial, y que ahora dirigió su campaña antisemita especialmente contra los judíos inmigrantes procedentes de la Europa oriental, aunque no se sumaron a la petición de la privación de ciudadanía hasta que su facción radical se separó más tarde del mismo creando el Partido de Libertad Völkisch Alemán (DVFP), que se hizo fuerte en el norte de Alemania y buscó objetivos similares a los del NSDAP. Y había mucho más grupos antisemitas por esas fechas; en 1921 el Anuario Völkisch Alemán citaba casi setenta de estos grupos con los adjetivos "nacional[ista] alemán", que daban una clara indicación de su posición antisemita.

Entre estas organizaciones destacaba la Jungdeutscher Order, con unos 200.000 miembros a principios de la década de los veinte. Esta organización, que por supuesto estaba cerrada a los judíos, rechazaba el uso de la violencia antisemita, pero deseaba claramente la exclusión de los judíos de la ciudadanía alemana.

Cofundadora de la DSuT había sido la Deutschbund, formada en 1894, y que en 1930 se uniría al NSDAP. En igual vena antisemita se desarrolló la Alldeutscher Verband (AdV), que llegó a tener unos 50.000 miembros en 1922, y en 1924 excluyó a los judíos de su membresía. De carácter similar fueron la Liga Tannenberg, fundada en 1925 por Ludendorff, y la Liga Viking, fundada dos años antes por Hermann Ehrhardt, con unos 30.000/40.000 y 10.000 miembros, respectivamente.

Las actividades de estos grupos antisemitas fueron contrarrestadas -sobre todo a razís del asesinato del ministro de Exteriores, Rathenau, en junio de 1922 y del putsch de Hitler de noviembre de 1923- por la acción de los gobiernos, que llevó a la disolución de la DSuT y del NSDAP, respectivamente.

En la siguiente intervención resumiré los objetivos de la política antisemita del NSDAP hechos públicos, de una u otra forma, desde la refundación del partido en 1925.

Peter Longerich, Holocaust. The Nazi Persecution and Murder of the Jews (Oxford University Press, 2010), p. 13 y ss.

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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Sab Oct 22, 2011 1:25 pm

¡Hola a todos!

El grupo del NSDAP en el parlamento regional de Turingia presentó un paquete con siete borradores de proyectos de ley en 1926 que iban en cierta medida más allá de las demandas antisemitas recogidas en el programa del partido. Se pedía la expulsión de los maestros judíos, la expulsión de escolares y estudiantes judíos de sus instituciones de educación, y leyes para prohibir el ejercicio de la medicina, judicatura, abogacía y comercio ganadero por los judíos. Durante el debate sobre el referéndum sobre la expropiación de antiguas casas reales en abril de 1926, el NSDAP presentó otro borrador de ley que incluía la disposición para la expropiación en su totalidad de los activos de “las grandes empresas judías que tengan una importante influencia pública”.

En 1928, diputados del DVFP en el parlamento prusiano y miembros del NSDAP en el Reichstag solicitaron la introducción de una Ley de Extranjería para los Judíos. En enero de 1928 el parlamentario nacionalsocialista Wilhelm Frick pidió la “exclusión de los judíos de la administración de justicia en Alemania”. En las discusiones presupuestarias de marzo de 1928, el nacionalsocialista conde Reventlow invocó a todo el grupo del NSDAP para solicitar una ley que “prohibiera toda nueva inmigración judía y que expulsara a todos los judíos que hubieran entrado en Alemania desde 1914, sujetando al resto bajo la Ley de Extranjería, reservándose el derecho de expulsarlos posteriormente y excluirlos de todos los derechos asociados a la ciudadanía alemana”.

En marzo de 1930, el grupo del NSDAP en el Reichstag remitió un borrador de proyecto de ley según el cual todo aquel “que contribuya hacia, o amenace contribuir hacia la degradación y subversión racial del pueblo alemán mediante el mestizaje con miembros de la 'comunidad sanguínea' judía....deberá ser castigado con prisión en base a traición racial”. Se propuso la pena de muerte para casos graves.

En junio de 1930, Raventlow pidió que los nombres de todos los judíos estuvieran precedidos por el término “judío”, provocando la risa en el Reichstag. En ese verano, el órgano oficial del NSDAP en Prusia del este, Ostdeutscher Beobachter, pidió que “se matase a los niños cuyas características raciales sugieran un padre racialmente negro, oriental, casi-oriental, o camita. Los nacionalsocialistas no pueden permitir la posibilidad de sangre racialmente inferior y de esta forma que las malas condiciones espirituales infiltren el cuerpo de la nación una vez más. Las madres de estos bastardos deben ser hechas infértiles”.

En 1931 y 1932 los oradores nacionalsocialistas pidieron que se tomara a los judíos como rehenes para asegurar que viniera de vuelta el supuesto dinero que se había sacado del país o para impedir un ataque francés. Pidieron expulsar a los judíos de los cargos públicos, del periodismo, e insistieron en que les fuera retirada la ciudadanía alemana, pidiendo la quema de sinagogas o prometiendo pogromos para el caso de que fuese atacado un líder del NSDAP. Compararon a los judíos con los animales, fantasearon con su destrucción, por ejemplo como la “extirpación” de los judíos como “solitarias”, o insistieron en hacerlos “inofensivos...como pulgas”. Esta línea de ataque fue seguida por el periódico oficial del NSDAP, Völkische Beobachter, y el priódico de Goebbels, Der Angriff.

Tras las elecciones al Reichstag de 31 de julio de 1932, los nazis inundaron Prusia del este y otras regiones de Alemania con una oleada de ataques violentos contra los judíos, incluyendo el empleo de granadas de mano. Se continuó el boicot, refrendado por la autoridad del NSDAP, contra firmas e instituciones judías, y se acusó a los judíos de cometer crímenes rituales para avivar el fuego antisemita. Durante la campaña electoral para las elecciones del Reichstag de noviembre de 1932, el NSDAP usó de forma masiva propaganda antisemita con un gran repertorio de caricaturas anti-judías.

Con la llegada de Hitler a la Cancillería del Reich en 1933, el antisemitismo radical previo se convirtió en política oficial del gobierno y se puso en marcha el proceso administrativo y legal de la eliminación de la ciudadanía alemana de los judíos, entre otras desgracias mayores. El que estas medidas pudieran llevarse a cabo en los primeros años del Tercer Reich no se puede atribuir exclusivamente al NSDAP; no se podría haber excluido a los judíos de sus derechos de ciudadanía si previamente este objetivo no se hubiera convertido en una noción popular cada vez mayor en el entorno socio-cultural de los conservadores (especialmente el DNVP y la Stahlhelm) desde la década de 1920, futuros socios del NSDAP en el gobierno de Hitler en el poder.

De eso trataré en la próxima y última intervención.

Fuente: Longerich, obra citada, pp. 15 y ss.

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Antonio Machado
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Re: Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por Antonio Machado » Sab Oct 22, 2011 9:53 pm

José Luis:

"El antisemitismo durante la República de Weimar", un tema tan interesante.

Gracias por compartir tus lecturas, esperamos la tercera entrega de tus comentarios sobre esa obra.

Saludos cordiales desde Nueva York, Antonio Machado.
Con el Holocausto Nazi en contra de la Raza Judía la inhumanidad sobrepasó a la humanidad.

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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Dom Oct 23, 2011 10:45 am

¡Hola a todos!

En el seno de las organizaciones del espectro político conservador, los cabecillas de la posición antisemita radical habían canalizado las peticiones de expulsión de sus miembros judíos para provocar un largo debate sobre la actitud de esas organizaciones con respecto a la "cuestión judía". Los debates así provocados solían terminar con la introducción de una "cláusula aria" que venía a simbolizar la disposición del conjunto de la organización para adoptar una posición radical sobre la "cuestión judía", distanciándose de esta forma de las opiniones conservadoras tradicionales y acercándose a la visión nacionalsocialista.

El DNVP y la Stahlhelm se unirían al NSDAP en 1931 para formar el Frente Harzburg y, como ya he dicho, para ser socios del gobierno de Hitler en 1933.

La decisión del DNVP de excluir formalmente en su partido a miembros judíos se tomó en 1924 y nuevamente en 1926. Era una decisión en línea con el ala derecha del partido que usó la cooperación del partido con las fuerzas democráticas parlamentarias y los gobiernos de coalición (en 1925 y 1927) para acusar al liderazgo del partido de abandonar su oposición fundamental a la República de Weimar y estrecharlo a un estado que desaprobaba. Cuando Hugenberg se hizo con el liderazgo del DNVP en 1928, acabó prevaleciendo el ala derecha del partido que decidió aliarse con el NSDAP, y la exclusión de miembros judíos fue un requisito para esa alianza. Por su parte, la Stahlhelm decidió la exclusión de miembros judíos en 1924 y a partir de entonces mantuvo una posición antisemita.

También se sintió la influencia völkisch en las actitudes sobre la "cuestión judía" en la Reichslandbund o Liga Rural Alemana, sucesora de la marcadamente antisemita Liga de Granjeros de la época anterior a la IGM. En 1924-25 la propaganda de esta liga cambió hacia el uso extensivo de estereotipos antisemitas bajo presión de las fuerzas völkisch.

Con sus más de 300.000 miembros a finales de la década de 1920, la Asociación Nacional Alemana de Empleados Comerciales (DHV), bajo el liderazgo de Wilhelm Stapel, también suscribió un programa de propaganda y educación antisemita, subrayando la incompatibilidad esencial der ser alemán y judío al mismo tiempo.

Es patente, pues, que bajo la República de Weimar hubo un gran número de asociaciones de calse media de inclinaciones antisemitas que consiguieron excluir a sus miembros judíos, haciéndolo además en los llamados "años dorados" de Weimar, cuando se había conseguido cierta estabilidad política y económica. La "cuestión judía" y la exigencia de que se introdujera una "cláusula aria" en la constitución de esas organizaciones jugaron un papel importante desde principios de los años veinte en sus reuniones anuales. En el Club Alpino Austro-Alemán, probablemente la más importante de todas las organizaciones alemanas de turismo y tiempo libre, se discutió la "cuestión judía", y algunas de sus delegaciones, como las de Berlín y Breslau, vetaron la membresía judía. Tampoco aceptaba miembros judíos la Liga Alemana de Gimnastas.

Los estudiantes jugaron un papel principal en la divulgación de ideas antisemitas radicales en la sociedad alemana. A principios de los veinte, casi todas las organizaciones de estudiantes habían vetado la entrada a estudiantes judíos. Refundada en 1920, la Deutscher Hochschulring (DHR), una organización genérica de asociaciones de estudiantes, era especialmente völkisch y antisemita, y muy pronto se convirtió en una poderosa fuerza dentro de las universidades del país, en los consejos de estudiantes y en el Sindicato Nacional de Estudiantes. La DHR vetó por primera vez en 1922 la entrada de estudiantes judíos en las organizaciones de estudiantes alemanas y austriacas.

Sin embargo, la mayoría de asociaciones de estudiantes reconocidas y financiadas por el estado aceptaban judíos en sus filas siempre y cuando fueran ciudadanos alemanes, aunque no aceptaban a los judíos clasificados como "alemanes del extranjero", como aquellos que procedían de Danzig o de territorios cedidos a Polonia. Cuando el ministro prusiano de cultura exigió la abolición de esa práctica, la mayoría de los representantes de los estudiantes votaron en contra en 1927, lo que llevó a la disolución de las organizaciones de estudiantes.

A finales de los años veinte, la Liga Nacional Socialista de Estudiantes Alemanes asumió el principal papel político entre las organizaciones de estudiantes. Después de 1929 consiguió que las asociaciones de estudiantes en varias universidades exigieran que el número de estudiantes judíos estuviese limitado a la proporción de miembros judíos de la población en el área del Reich. La violencia contra profesores y estudiantes judíos se manifestó diariamente en las universidades alemanas en los últimos años de Weimar.

Las posiciones antisemitas radicales también se extendieron entra las dos confesiones cristianas, reforzadas por el ya existente anti-judaísmo secular de base religiosa. Dentro de la Iglesia Protestante surgió un grupo a principios de los veinte conocido como "Cristianos Alemanes" que rechazaba las raíces judías del cristianismo e intentaba reconciliar la teología cristiana con la mitología germana. En las elecciones eclesiales de noviembre de 1932, este grupo consiguió un tercio de todos los votos, casi en proporcipón similar a la obtenida por los nazis en las mismas fechas. Aunque la Iglesia Protestante condenó el antisemitismo violento, no rechazó sino que aceptó e incluso recibió de buen grado sus premisas racistas.

El catolicismo alemán después de la IGM vino a aceptar cada vez con más fuerza la visión del pueblo (Volk) y la nación como componentes del orden divino de la creación. Aunque se distanció de la base racial o material que para el nacionalismo völkisch radical tenían esos componentes, el catolicismo alemán reconoció los "hechos" biológicos, con lo que el concepto católico de la nación se acercó a los conceptos raciales usados en el campo völkisch. De esta forma, el anti-judaísmo católico secular no tuvo reparos en aceptar la demanda antisemita para eliminar a los judíos de la ciudadanía alemana.

También en la esfera intelectual cobró fuerza a principios de los treinta la posición de los intectuales de derechas reclamando la abolición de la ciudadanía alemana para los judíos, destacando entre ellos Wilhelm Stapel, Albrecht Günther y Ernst Jünger.

Aunque toda esta ola antisemita radical no representaba el sentir mayoritario de la sociedad alemana de Weimar, resulta evidente que las peticiones para privar a los judíos de sus derechos de ciudadanía no se redujo a la agitación nacionalsocialista, sino que fue echando raíces gradualmente en la vida social y política de la República de Weimar. Las fuerzas radicales antisemitas habían forzado a la República a entrar en el debate sobre la "cuestión judía".

Aunque el NSDAP reconoció abiertamente que tomarían medidas antisemitas de carácter violento si llegaban al poder, sus socios en el liderazgo del DNVP y de la Stahlhelm y otras organizaciones de derechas aceptaron cada vez más las viejas demandas de expulsar legalmente a los judíos de ciertas áreas de la vida pública. De tal forma, cuando los nazis comenzaron a legislar contra los judíos en 1933, la semilla antisemita que se había plantado durante los años anteriores ya había germinado con fuerza en una parte importante, aunque no mayoritaria, de la sociedad alemana y en los líderes que la representaban.

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Re: Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por Eckart » Lun Oct 24, 2011 11:11 pm

Interesante e importante aportación, amigo. Se agradece mucho.

Un abrazo.
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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Mar Oct 25, 2011 5:24 pm

¡Hola a todos!

Gracias, Antonio y Eckart. En realidad, el antisemitismo durante la época de Weimar y su alcance como plataforma para la relativamente fácil fiebre legisladora nazi contra los judíos desde la misma llegada de Hitler a la Cancillería del Reich, con la resistencia social relativamente escasa que se topó, es un tema que está muy poco estudiado en comparación con la ingente literatura existente sobre la República de Weimar.

Así como el antisemitismo racial difícilmente podría calar en importantes sectores de la política, la sociedad y la cultura alemanas de la época imperial sin la existencia previa de un anti-judaísmo secular de base fundamentalmente religiosa (y por supuesto cultural, social, económica y política), así también la legislación nazi anti-judía sería política y socialmente inexplicable sin la existencia previa de un antisemitismo patente en una buena parte de la vida política, económica, social y cultural de la época de Weimar. En otras palabras, los nazis no fueron los únicos promotores en Alemania de la privación legal de los derechos de ciudadanía alemana para los judíos que siguió en los años del Tercer Reich.

Carl von Ossietzky (1889-1938) fue un famoso personaje alemán que todos los aficionados a esa etapa histórica de Weimar conocerán, sobre todo por el Premio Nobel de la Paz con que fue honrado, in absentia, en 1935. Natural de Hamburgo, fue editor del Die Weltbühne durante 1927-1933. Durante 1912-1914 perteneció a la Alianza Democrática (Demokratische Vereinigung) y durante la guerra se volvió un pacifista radical. En 1931 fue condenado a 18 meses de prisión porque había publicado dos años antes en el Die Weltbühne una dura crítica contra el programa secreto de rearme de Alemania, o en los términos del tribunal que lo juzgó por "traicionar secretos militares". Se benefició de la amnistía de diciembre de 1932, pero no quiso dejar Alemania y fue arrestado nuevamente el 28 de febrero de 1933, permaneciendo en prisión hasta noviembre de 1936. Murió de tuberculosis en un hospital de Berlín en mayo de 1938. (C. Paul Vincent, A Historical Dictionary of Germany's Weimar Republic, 1918-1933. Greenwood Press, 1997, p. 350).

Pues bien, Ossietzky publicó un artículo en su periódico en el verano de 1932 titulado "Antisemitas", que creo de especial interés y muy oportuno para este hilo. Sólo traduciré su introducción y al final daré el enlace para quienes lo quieran leer en inglés:

Uno de los asuntos que la izquierda republicana raramente menciona ya es el antisemitismo. Los periódicos se contentan con reconocer su existencia sin acercarse demsaiado a sus manifestaciones. Para ellos es suficiente, de vez en cuando, reprobar algunos excesos claramente ofensivos. En general están dispuestos a sacrificar a Israel tranquilamente junto con muchas otras cosas. Pero ahora los derechos humanos y civiles de los judíos, aunque nadie puede impugnarlos, se han convertido de nuevo en un asunto de vívida controversia. De nuevo la contrarrevolución consiguió abrir el debate. Ha tomado la iniciativa, y la democracia está intentando crear la impresión de que toda la discusión es inexistente manteniéndose al margen.

El antisemitismo es afín al nacionalismo y su mejor aliado. Son similares porque una nación que, sin territorio o poder de estado, ha vagado durante dos mil años de historia mundial es una refutación viva de toda la ideología nacionalista que deriva el concepto de nación exclusivamente de factores de política del poder. El antisemitismo nunca ha echado raíces entre los trabajadores. Siempre ha sido un asunto de clase media y del pequeño campesinado. Hoy, cuando estas clases afrontan su crisis más grande, se ha convertido para ellas en una especie de religión, o al menos un sustituto de la religión. El nacionalismo y el antisemitismo dominan el cuadro político interno alemán. Son los organillos del fascismo, cuyos chillidos pseudo-revolucionarios amplían el trémolo más suave de la reacción social.

La ola antisemita comenzó con el Capellán de la Corte Adolf Stöcker hace unos veinticinco años. La actitud e influencia del partido antisemita entonces en el Reichstag se asemejan más o menos a las del Partido Económico actual. La violencia antisemita era monopolio del conocido conde Pückler-Tschirine, que no representaba otra cosa que su atolondrada cabeza. Este ilustre provocó la risa general cuando discutió con un vendedor judío en la entrada de un hotel y recibió una terrible paliza.

El antisemitismo intelectual fue la prerrogativa especial de Houston Stewart Chamberlain, quien, en The Foundations of the Nineteenth Century, cocretó las fantasías del conde Arthur de Gobineau, que habían penetrado en Bayreuth. Las tradujo del lenguaje del inofensivo esnobismo al de un modernizado y seductor misticismo. Arthur Moeller van den Bruck, un escritor de arte, fue un retoño de esta tendencia. En su libro, The Germans, que todavía merece la pena leer, intentó definir el tipo germánico. Su libro, The Third Reich, si bien un lamento apolítico y monótono más que un grito de agitación, dio un eslogan al movimiento.

El antisemitismo literario contemporáneo se cubrió a sí mismo al abandonar las teorías raciales desde mucho tiempo reconocidas como inválidas y al dejar de hacer un gran alboroto sobre el arianismo y el nordicismo. Gobineau afirmó ser descendiente de Hakon Jarl, y los advenedizos de Bayreuth intentaron remontar su linaje hasta los vikingos. Hoy en día sólo la pequeña prensa amarilla tiene el descaro de publicar cosas de este tipo.

La literatura antisemita contemporánea, en la medida que no es una simple y grosera persecución judía y en lo que respecta a sus afirmaciones de consideración intelectual, se satisfizo postulando un imponente teutonismo que, examinado críticamente, se desvanece como un hermoso dios epicúreo. La palabra sangre juega una gran parte en su fraseología. La sangre, la inmutable sustancia, determina el destino de naciones y hombres. A causa de las secretas leyes de la sangre, alemanes y judíos nunca serán capaces de mezclarse y deben ser mutuamente antagónicos hasta el día del juicio final.........

Carl von Ossietzky, “Antisemiten”, Die Weltbühne, 28, no. 29 (19 de julio de 1932), 88-97; en Kaes et al, The Weimar Republic Sourcebook:

http://books.google.es/books?id=J4A1gt4 ... ic&f=false" onclick="window.open(this.href);return false;

Saludos cordiales
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Motta
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Re: Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por Motta » Lun Oct 31, 2011 12:00 am

Me parecio un tema sumamente interesante y lo fue. Es algo de lo admito, nunca antes habia leido o al menos no tan a fondo y es quiza por ello que hubo algunos detalles que me sorprendieron, a pesar de que ya sabia muy superficialmente sobre esto.
Saludos desde México
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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por maxtor » Mié Nov 02, 2011 5:11 pm

Saludos cordiales.

Me ha parecido fascinante la exposición y el tema elegido, ya que lo considero muy importante para entender el porqué buena parte de la población alemana siguió la locura de Hitler aupándolo al poder y posteriormente algunos de sus miembros colaboraron activamente con la Solución Final.

En su libro “Los Verdugos Voluntarios de Hitler”, Daniel Godhagen afirma que el antisemitismo más o menos dominaba la vida ideológica de la sociedad civil alemana preñáis y cuando los alemanes eligieron a Hitler para que ocupara el poder, la importancia del antisemitismo en la visión del mundo, el programa y la retórica del partido reflejaba los sentimientos de la cultura alemana. Sigue dicho autor con la tesis de que puesto que Hitler y los alemanes tenían la misma opinión sobre los judíos, éste únicamente liberó o desató ese antisemitismo preexistente, reprimido hasta llegar al Holocausto.

El antisemitismo – según Goldhagen – no reaparece, aparece o desaparece ya que el mismo siempre está presente y lo que aumenta o disminuye es su “expresión” según las condiciones cambiantes. En el caso alemán, tras una derrota en la 1ª GM, una posterior crisis política, económica y social brutal favorecieron las condiciones para que el antisemitismo se expresara en forma de exterminio finalmente.

Es una versión algo monolítica ya que entiendo que excluye variedades cambiantes del antisemitismo en la historia de Alemania. Según el enfoque tradicional social la revolución fallida liberal de 1848 en Alemania desbarató la modernización simultánea de la política y la economía, las elites precapitalistas alemanas mantuvieron sus privilegios en un sistema político autocrático mientras que se compraba a la nerviosa clase media con la prosperidad de la rápida modernización económico, se la adormecía con una unificación nacional que había sido incapaz de conseguir por sus medios revolucionarios y por último se la manipulaba por medio de un “imperialismo social” cada vez mayor.

La distorsionada e incompleta adopción de la Ilustración por parte de algunos intelectuales alemanes seguida de su desesperación ante la amenaza que sufría su mundo tradicional llevó a un continuo rechazo de los valores y tradiciones liberal – democráticos por un lado y a una selectiva reconciliación con aspectos de la modernidad – tales como la tecnología moderna y la racionalidad de fines y medios –

Una brillante interpretación del antisemitismo alemán de finales s. XIX, la efectúa Shulamit Volkov como “código cultural”. Los conservadores alemanes que dominaban un sistema político intolerante pero que sentían peligrar su liderazgo cada vez más a causa de los cambios desencadenados a raíz de la modernización, asociaban el antisemitismo con todo aquello por lo que se sentían amenazados: el liberalismo, la democracia, el socialismo, el internacionalismo, el capitalismo y la experimentación cultural. Autoproclamarse antisemita significaba también ser autoritario, nacionalista, imperialista, proteccionista, corporativista y culturalmente tradicional. ( Shulamit Volkov, “Anti-Semitism as a Cultural Code”, Leo Baeck Institute Yearbok, 23 – 1978, pp. 25 – 46).

Volkov concluye diciendo que el antisemitismo estaba estrechamente ligado con todo lo que representaban los conservadores, “se volvió cada vez más inseparable de su antimodernismo”.

Los conservadores tomaban la cuestión del antisemitismo de los partidos políticos populistas radicales monotemáticos y conseguían apoyo del pensamiento racial seudocientífico y del darwinismo social, aceptaron los conservadores una cuestión que defendía una reacción dándole un tinte típicamente moderno. Pienso que es una cuestión básica ya que sin el apoyo de los conservadores de derecha, ajenos en principio a los radicales nazis, estos no hubieran llegado al poder y no hubieran podido implementar en buena parte sus medidas primero discriminatorias y finalmente genocidas.

A finales s. XIX un antisemitismo alemán cada vez más racial se había convertido en una parte básica de la plataforma política conservadora y penetró con fuerza en las universidades, pero coincido con Jose Luis que la cuestión judía no por ello monopolizaba la vida de las ideas o la política en Alemania. Los conservadores y los partidos antisemíticos radicales eran una minoría en conjunto. La emancipación de los judíos alemanes, que constituían menos del 1 % de la población, apenas se hubiera podido defender si estuviéramos hablando de una Alemania hostil y obsesionada contra los judíos.

En cuanto a la izquierda el antisemitismo no era una cuestión que encajara en su propio análisis de clase y no por su propio antisemitismo – que lo había – y fue la causa de que no se mostrara tan antisemita como al derecha conservadora.

Podrían haber muchos alemanes que situaran a los judíos en la máxima prioridad, el antisemitismo de los conservadores alemanes de finales de siglo XIX y principios del XX encaja bien con el concepto de Gavin Langmuir del antisemitismo “xenófobo”: un estereotipo negativo compuesto de varias afirmaciones que no describen a la verdades minoría judía, sino que más bien simbolizan distintas amenazas y peligros que los antisemitas no podían o no querían comprender. Langmuir observó que el antisemitismo xenófobo era como un cultivo para que crezca el antisemitismo fantástico o quimérico o lo que Saul Friedländer definió como “antisemitismo redentor” (Nazi Germany and The Jews – Nueva Cork, 1997, pp. 73 – 112).

Si el antisemitismo xenófobo de Alemania ocupaba un sector importante de la vida política los antisemitas redentores con sus acusaciones quiméricas – envenenamiento de la sangre aria por parte de los judíos hasta la existencia de conspiraciones secretas mundiales – eran un fenómeno marginal.

El antisemitismo alemán que acabó en la Solución Final no puede disociarse de las experiencias traumáticas en Alemania entre 1912 – 1929; la pérdida de control del Reichstag por parte de la derecha, derrota militar, revolución, inflación desenfrenada y colapso económico; fueron acontecimientos tan traumáticos que transformaron por completo la política alemana y como no afectó también al antisemitismo. La derecha creció a expensas del centro y entre los primeros, los radicales o Nueva Derecha crecieron a expensas de los tradicionalistas o Vieja Derecha. El antisemitismo quimérico creció enormemente y paso de ser un fenómeno marginal a ser la idea central de un movimiento que se convirtió en el partido político más grande de Alemania en el verano de 1932 y en el partido en el poder seis meses después: los nazis.
Esos hechos traumáticos hacen que la historia de Alemania y su antisemitismo sean diferentes de cualquier otro país de Europa, pero el apoyo masivo de alemanes a los nazis hay que matizarlo con el dato de que los nazis nunca obtuvieron más del 37 % de los votos en unas elecciones libres, menos que la suma de los socialistas y comunistas, de una votación ¿podemos sacar conclusiones sobre el antisemitismo general de la población alemana?, ¿qué porcentaje de los que votaron a los socialdemócrata opinaban igual que los nazis en el tema de los judíos?, ¿qué porcentaje de personas votaron a los nazis y tenían una opinión diferente en el tema de los judíos o no consideraban el antisemitismo como una cuestión prioritaria?.

¿Qué impacto tuvo la tremenda propaganda anti-judía, la legislación racista, la manipulación en la educación, del gobierno nazi en su población cuando estos alcanzaron el poder, y máxime con los iniciales éxitos diplomáticos internacionales de Hitler y la reactivzación económica de sus primeros años?.

Creo que son preguntas claves para un debate sobre la actitud del pueblo alemán cuando los nazis cogieron el poder y su reacción ante las medidas antisemitas y el posterior Holocausto. El genial Irwan Kershaw con su memorable frase de que “el camino que va a Auschwitz se construyó con odio, pero se pavimentó con indiferencia” – I. Kershaw – “ Persecution of the Jews”, pp. 288, hace una síntesis en pocas palabras de la actitud de buena parte de la población alemana en esos años, cuanto menos son cómplices de mirar hacia otro lado.

Saludos cordiales desde Benidorm.

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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Mié Nov 02, 2011 6:48 pm

¡Hola a todos!

Gracias por tus aportaciones y opiniones, maxtor. Vienen a ampliar el escenario todavía incompleto (historiográficamente hablando) de este tema controvertido y espinoso. Sin embargo, a mí me gustaría delimitar su alcance al periodo de entreguerras por un motivo formal (que es el periodo histórico que cubre esta sección del foro) y, sobre todo, por dos razones fundamentales: la primera es una continuidad histórica, en el sentido de que si el régimen nazi fue capaz de legalizar un rosario de medidas antisemitas de forma asombrosamente fácil (sin oposición política en 1933 y social en adelante) durante su periodo de preguerra fue porque la "cuestión judía" fue instalada previamente en la agenda política, económica, cultural, social y religosa durante la República de Weimar; confirmar o refutar esta tesis sería el posible debate de este hilo. La segunda razón es por discontinuidad histórica, pues la guerra abrió para el régimen nazi un abanico de posibilidades para su resolución de la "cuestión judía" que jamás podrían ser practicadas en tiempo de paz, y de ahí el secretismo y camuflaje que dieron los nazis a las "soluciones" que fueron tomando. Si durante 1933-1938 la política racial nazi (y dentro de ella y como eje principal, el antisemitismo) se hizo pública en forma de leyes y decretos, y ahí ningún alemán pudo darse por no enterado, la política racial nazi de tiempo de guerra derivó por una senda que, al menos en un buen y largo principio, permaneció oculta y ocultada al pueblo alemán.

Dos apuntes bibliográficos más. Anthony Kauders, en su German Politics and the Jews: Dusseldorf and Nuremberg, 1910-1933 (New York: Oxford University Press, 1996), defiende la tesis que he referido de la continuidad histórica al examinar el antisemitismo en esas dos ciudades alemanas. Eric Ehrenreich, en su The Nazi Ancestral Proof. Genealogy, Racial Science, and the Final Solution (Bloomington & Indianapolis: Indiana University Press, 2007), presenta una buena muestra de la importancia que fue adquiriendo el tema de la eugenesia durante la república, en su capítulo 3, "The Spread of Racist Eugenics in Weimar", pp. 33-57.

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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por fermat » Jue Nov 17, 2011 10:18 pm

Aunque el antisemitismo nazi tiene características que lo hacen único; no fue, desde luego, algo que surgiera "de repente" sin que hubiera ninguna base previa. Antisemitismo hubo también en la época del Kaiser, y también en la República de Weimar que es el tema de este hilo.
El antisemitismo era bastante común entre los conservadores. A partir de 1920 incluyeron en su programa la siguiente cláusula:
Luchamos en consecuencia contra todo espíritu subversivo antigermánico, ya emane de los judíos o de otros círculos. Nos oponemos expresamente al predominio cada vez más amenazador de los judíos en el Gobierno y en la vida pública desde la Revolución. La afluencia de razas extranjeras a nuestras fronteras debe cesar" (Burleigh, M. El Tercer Reich).

Pero no era, el antisemitsmo, patrimonio exclusivo de los conservadores. También se daba en el seno del Partido Católico, sin duda influidos por el secular antijudaismo de la Iglesia. En este sentido cuando en 1928 el Partido Católico denigró a Hitler por su antisemitismo, éste les replicó en dos largos discursos mencionando el contenido de alguno de los carteles antisemitas que el Partido Católico había publicado unos años atrás (Koonz, C. La conciencia nazi). Incluso los comunistas no dudaban en utilizar lemas antisemitas cuando consideraban que podían ser efectivos (Friedländer, S. El Tercer Reich y los judíos (1933-1939)).

Estas actitudes no solo se restringían a sectores extremistas y/o minoritarios de los partidos. El antisemitismo había llegado, incluso, a aquellos que detentaban cargos en el gobierno. En octubre de 1932, el ministro del Interior del Reich, von Gayl, estaba considerando exigir 20 años de residencia para adquirir la ciudadanía alemana en el caso de los extranjeros "pertenecientes a una cultura inferior". Según parece se refería a los judíos polacos.
En diciembre de ese mismo año, un funcionario del Ministerio del Interior Prusiano, Hans Globke, redactó una directiva, solo para uso interno, en la que se prohibía la aprobación de cambios de nombres solicitados por judíos que podrían haber deseado "disfrazar su ascendencia judía" (Hilberg, R. La destrucción de los judíos europeos).

Naturalmente todo lo anterior no se puede comparar ni de lejos con lo que vino poco después bajo el nazismo. Sin embargo, su importancia no se debe menospreciar porque conformó un clima de opinión en el que las políticas antisemitas de los nazis encontraban poca o nula oposición, y así pudieron ir aumentando en intensidad hasta desembocar en el genocidio. Sin ese antisemitismo previo, menos fanático y menos radical, seguramente el otro, el de los nazis, no habría podido ser tan dañino.
José Luis escribió:El antisemitsmo que resurgió con la derrota alemana en la guerra se diferenció fundamentalmente del antisemitismo surgido en la época imperial en su relación con el régimen político. Bajo el II Reich los grupos antisemitas jamás cuestionaron su lealtad a la monarquía o a las instituciones monárquicas; bajo Weimar esa antigua lealtad se había vuelto una hostilidad total hacia la república de tal forma que los ataques antisemitas estaban íntimamente vinculados con los ataques contra la república.
Este es un matiz impostante. En efecto, no solo los ataques antisemitas estaban íntimamente vinculados con los ataques a la República; es que eran dos caras de la misma moneda. Durante el II Reich el antisemitismo se dirigía contra la supuesta influencia judía en las finanzas, las artes, la prensa, etc. Pero el gobierno se consideraba que era un "gobierno nacional". En cierto sentido una víctima y un objetivo más de las conspiraciones judías. Sin embargo la República de Weimar era diferente. Representaba el triunfo de los judíos sobre el "espiritu alemán", y solo había podido surgir gracias a la derrota de Alemania propiciada por esos mismos judíos. Posiblemente debido a que muchos ilustres personajes vinculados con la Revolución y con República de Weimar eran judíos empezando por Hugo Preuss uno de los padres de la Constitución de Weimar y siguiendo con Eisner, Rathenau o Luxemburgo), en los círculos nacionalistas y völkisch la identificación entre los judíos y la República era completa. De hecho habitualmente se referían a ella como República Judía.
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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Vie Nov 18, 2011 10:39 am

¡Hola a todos!
fermat escribió: Sin ese antisemitismo previo, menos fanático y menos radical, seguramente el otro, el de los nazis, no habría podido ser tan dañino.
En mi opinión, voy más allá que tú al aventurar que sin el anti-judaísmo y el antisemitismo que ocuparon parte de la vida política y cultural de la República de Weimar, más tarde el régimen nazi difícilmente hubiera podido legislar como lo hizo su política racial. Sin embargo, lo que más me interesa de este asunto es el cambio de tendencia de estos prejuicios del anti-judaísmo al antisemitismo, y aquí subrayo que uso el primer término para significar ese prejuicio secular de corte religioso, y el segundo para significar el prejuicio racial, el odio a los judíos como raza.

Religión y raza son dos términos realmente paradójicos (y más) en el caso de los judíos. Sé que el concepto de raza de los nazis carecía de todo fundamento científico y era pura milonga ideológica. Sin embargo, en cierto sentido casaba bastante con lo que la propia religión judía desde los tiempos bíblicos afirma sobre quién era judío, pues al margen de la profesión de dicha religión, el ser judío era (y es) una cuestión sanguínea. Así que cuando los nazis hablaban de "contaminación de sangre" tenían cierta razón, al menos desde la perspectiva judía ortodoxa.

El problema es que no había, con una sola aunque decisiva excepción, forma alguna de saber a simple vista quién era judío en la Alemania de Weimar, pues los alemanes judíos que llevaban muchísimos años viviendo (y naciendo) en Alemania se habían integrado prácticamente del todo en la cultura alemana durante el proceso de emancipación iniciado en el XIX. Sólo un distintivo específico (religioso) en su atuendo podía identificar a un alemán de confesión judía (o cristiana, vamos), o bien su asistencia a ciertos actos religiosos, como el acudir a una sinagoga o celebrar ciertos ritos judíos; y también, quizá, algunos nombres y apellidos podían denotar una ascendencia judía. En otras palabras, identificar a un judío presentaba prácticamente las mismas dificultades que identificar a un cristiano, católico o protestante. La excepción estaba en los llamados judíos orientales, fácilmente identificables por su apariencia física, habla y costumbres. Aquí no había habido integración o asimilación. Y tengo para mí, si bien no estoy del todo convencido, que fue este factor el que propició o facilitó inicialmente esa tendencia al cambio de un anti-judaísmo secular a un antisemitismo radical entre la mayoría de esa opinión popular minoritaria de la Alemania de Weimar. Era posible distinguir a los judíos orientales (Ostjuden) y volcar sobre ellos, sobre los diferentes, toda la rabia y amargura que había provocado la derrota alemana en la guerra.

En 1871 la población judía del nuevo Reich alemán ascendía a unos 512.000 individuos, alrededor del 1,25 por ciento de la población total. Casi cuarenta años más tarde, en 1910, los judíos alemanes habían subido a 615.000, o el 0,95 por ciento de la población total. Este incremento se produjo principalmente como consecuencia de la inmigración de judíos provinientes del este europeo. Este sector Ostjuden en el Reich alemán sumaba unos 16.000 individuos en 1880, unos 70.000 en 1910 y unos 100.000 en 1930. Esta inmigración de Ostjuden se produjo, en buena parte, debido a la escasez de mano de obra alemana durante la IGM, de tal forma que se transfirieron al Reich a trabajadores judíos de los territorios ocupados por Alemania durante la guerra. Por otra parte, también fue consecuencia de los violentos pogromos que tuvieron lugar entre 1918 y 1921 en Polonia, Rusia y Ucrania. Además, como consecuencia de su derrota, parte del antiguo territorio de Alemania fue anexionado por Polonia (Posen, Alta Silesia, Prusia del Oeste) y una gran parte de los judíos que residían en él decidieron trasladarse a la nueva República de Weimar. Esta inmigración Ostjuden se estableció principalmente en las áreas urbanas más grandes de Alemania, como Berlín, que pasó de tener unos 47.000 judíos en 1871 a más de 181.000 en 1925, año en que la población judía de Alemania representaba un 0,9 por ciento (unos 564.000) de su población total*.

Por sí misma, la sola inmigración de judíos orientales producida en Alemania durante esa época no explica la deriva antisemita radical que adoptó una parte minoritaria, pero importante, de la sociedad alemana de Weimar. Al fin y al cabo, esa inmigración de Ostjuden también se dio en otras naciones cuyas sociedades, sin embargo, no tomaron semejante deriva. Gran Bretaña pasó de tener unos 60.000 judíos en 1880 a cerca de 300.000 en 1918, y la mayor parte de ese incremento vino de Rusia. En vísperas de la IIGM, en Gran Bretaña, tras recibir unos 50.000-60.000 refugiados judíos del Tercer Reich, la población judía llegó a los 350.000, lo que representaba un 0,7 por ciento de la población total del Reino Unido. La mayor parte de esa población judía, unos 230.000 individuos, residía en Londres, de los cuales unos 150.000 vivían en el East End. Y Francia recibió entre las dos guerras mundiales unos 150.000 judíos, en su mayoría procedentes del este centroeuropeo. Francia contaba en 1872 con unos 50.000 judíos, cifra que se elevó a 80.000/90.000 en 1900, llegando a los 300.000 en 1939, lo que representaba el 0,7 por ciento de su población total. Y como Londres, París fue la residencia de la mayor parte de esa inmigración judía, especialmente la llegada del este, que en 1935 representaba el 80 por ciento de la población judía parisina**.

La diferencia entre Alemania y estas otras dos naciones con respecto a la cuestión judía que estamos tratando, viene determinada, en mi opinión, por sus diferentes circunstancias políticas, económicas y sociales de posguerra. Al fin y al cabo, la derrota militar alemana había sumido al país en un verdadero caos político, económico, social y cultural, circunstancias que -al margen de los problemas propios de una posguerra y el enorme trauma de sus heridas, que se extienden a todos sus participantes de forma similar- estaba ausente en las victoriosas Francia y Gran Bretaña. La falsa e infame excusa de la derecha alemana, en general, de culpar a los judíos (junto a otros colectivos asociados a lo judío) de la derrota de la guerra y del caos revolucionario que siguió (aunque en esta retorcida visión la revolución, y antes la conspiración que la precedió, había causado la derrota), tuvo su mayor soporte, entre la sociedad alemana ganada por esta leyenda, en la visualización física de los Ostjuden, el único colectivo físico identificable de esa abstracta mezcolanza de bolcheviques-socialdemócratas-judíos a quien se culpaba de alta traición. Y al identificar al único judío identificable -el judío oriental- el antisemita racial bajo Weimar tuvo algo tangible en lo que apoyar su nuevo prejuicio, al margen del anti-judaísmo clásico. La crisis económica, casi endémica, durante Weimar, la propaganda nacionalista (dirigida especialmente contra todo aquello extraño o diferente a lo normal alemán, o lo que entendía por eso), el envoltorio pseudocientífico con que se pretendió fundamentar el antisemitismo nazi (más fácil de aplicar sin más a lo Ostjuden), un contexto de crisis política, económica y de identidad nacional en buena parte de Europa y el antijudaísmo secular, vigente en todos los estamentos de la sociedad alemana, iglesia incluida, y europea, abonaron el camino para que finalmente los nazis pudieran implementar, prácticamente sin ningún tipo de oposición en Alemania (pero también fuera de Alemania) sus políticas raciales criminales, con la antisemita de bandera.

*William I. Brustein, Roots of Hate. Anti-Semitism in Europe Before the Holocaust (Cambridge University Press, 2003), pp. 104 y ss.
**Ibid.

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Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por fermat » Vie Nov 18, 2011 3:00 pm

José Luis escribió:
fermat escribió::Sin ese antisemitismo previo, menos fanático y menos radical, seguramente el otro, el de los nazis, no habría podido ser tan dañino.
En mi opinión, voy más allá que tú al aventurar que sin el anti-judaísmo y el antisemitismo que ocuparon parte de la vida política y cultural de la República de Weimar, más tarde el régimen nazi difícilmente hubiera podido legislar como lo hizo su política racial. Sin embargo, lo que más me interesa de este asunto es el cambio de tendencia de estos prejuicios del anti-judaísmo al antisemitismo, y aquí subrayo que uso el primer término para significar ese prejuicio secular de corte religioso, y el segundo para significar el prejuicio racial, el odio a los judíos como raza.
Bueno, yo no he hecho la precisión de distinguir entre antijudaismo y antisemitismo; pero coincido totalmente con tu opinión y eso es exactamente lo que yo quise decir.
José Luis escribió:Aquí no había habido integración o asimilación. Y tengo para mí, si bien no estoy del todo convencido, que fue este factor el que propició o facilitó inicialmente esa tendencia al cambio de un anti-judaísmo secular a un antisemitismo radical entre la mayoría de esa opinión popular minoritaria de la Alemania de Weimar. Era posible distinguir a los judíos orientales (Ostjuden) y volcar sobre ellos, sobre los diferentes, toda la rabia y amargura que había provocado la derrota alemana en la guerra.
No dudo que la presencia de los judios orientales haya podido tener algún impacto en la transición de antijudaismo a antisemitismo. Pero mucho me temo que debe haber otro tipo de factores, que no se si llamar antropológicos, instintivos, etc. Como bien has dicho, José Luis, la proporción de judios en la República de Weimar era muy baja; en torno al 0.9%. De estos, algunos eran judíos orientales; con que la proporción de judíos orientales debería ser sensiblemente menor que el 0.9%. Esto significa que muchísimos alemanes de esos que hicieron la transición del antijudaismo al antisemitismo, no habían visto a un judío oriental en su vida. No podían pues cimentar su rechazo en las diferencias de apariencia física, de idioma o de costumbres. La mayoría de ellos me temo que odiaban, más que nada, al concepto del judío. Este era un ente abstracto que encarnaba todos los males, y que no necesariamente iba asociado a unas características concretas identificables. Era un odio de tipo irracional ya que los judíos encarnaban una cosa y lo opuesto (por ejemplo: el capitalismo y el comunismo, la mezcla de razas y el no integrarse, la falta de creatividad y la excesiva presencia en las artes y ciencias, la democracia y el sometimiento de otros pueblos). En cierto sentido, en mi opinión, creo que este "odio conceptual" permitió la rápida extensión de un antisemitismo que podríamos llamar "básico" (o no practicante). Lo que quiero decir con esto lo ilustraré con un ejemplo: es algo así como cuando una mayoría de españoles se declaran católicos, pero si se analiza cuantos de ellos realmente siguen los dogmas de la Iglesia, la proporción baja de forma importante. Este antisemitismo "básico" pudo crecer rápidamente porque es más fácil odiar un concepto abstracto, que proyectar ese odio sobre personas concretas. Personas que son tus vecinos, con los que has convivido durante años y con los que, posiblemente, mantienes una buena relación.
Por ese motivo, si bien ese antisemitismo "básico" estaba muy extendido, al ser de una naturaleza más abstracta no hacía que el grueso de la población reclamase cada vez más medidas antisemitas, ni el endurecimiento de las que existían. Los nazis eran conscientes de esa realidad y así durante las campañas electorales de los años 30, eran relativamente raras las referencias antisemitas; lo que hace suponer que el antisemitismo no era lo que a la población alemana le resultaba más atractivo del ideario nazi.
Ahora bien, cuando los nazis se hicieron con el poder, los radicales del Partido que tenían el antisemitismo como algo fundamental y lo entendían de una forma muy concreta empezaron a adoptar políticas antisemitas que no encontraron ninguna (o muy poca) resistencia entre la población debido, probablemente, a ese poso antisemita que cubría la sociedad alemana. Los pocos antisemitas radicales que hubo, pudieron llevar a cabo sus acciones gracias a la indiferencia de los muchos antisemitas "básicos" que había.
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Re: Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Vie Nov 18, 2011 3:47 pm

¡Hola a todos!

Coincido con tu exposición, fermat. Pero tengo que dedicar más tiempo a la cuestión de los judíos orientales y su influencia en el antisemitismo radical nazi, especialmente entre sus líderes, para despejar en la medida de lo posible este aspecto de la cuestión que comento. Los judíos orientales de Viena, por ejemplo, (más que nada, su imagen peculiar por diferente y "extraña"), dejaron una impresión perdurable en Hitler, por no hablar de Rosenberg y su imagen de los judíos del este. Y por no mhablar de la imagen de esos judíos que trasladaron a Alemania los emigrados rusos blancos. Así que ya iré viendo a dónde llego.

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Re: Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por maxtor » Lun Abr 23, 2012 10:16 pm

Saludos cordiales.

Continuando un poco la temática del antisemitismo en la República de Weimar, que creo que es un aspecto importante ya que mucho de lo que pasó en cuanto a las medidas antijudías posteriores nazis tuvieron su génesis en la República de Weimar, añadir un par de comentarios.

Jose Luis hizo una reflexión sobre la influencia que tuvo para el antisemitismo alemán que posteriormente derivó al racial, la diferenciación que se hizo o pudo hacer respecto a los judíos del Este de Europa, especialmente en Polonia. Desde el segundo año de la Primera Guerra Mundial el contacto de las tropas alemanas con los judíos de Polonia agravaron el ambiente de antijudaismo alemán. El contacto entre el alemán y el judío del Este se efectúa al comienzo en Polonia; las tropas alemanas descubren allí una población de dos millones de judíos tradicionalmente miserables y cuya indigencia había sido agravada por la guerra. Un prototipo de judío, de aspecto exterior a menudo extraño y hasta repulsivo, de costumbres raras, que se entregaba a la usura y la venta ambulante, se encuentra frente al alemán lleno de prejuicios antisemitas. La realidad exterior parecía confirmar las ideas preconcebidas más extremas.

Si la situación de los judíos en los territorios ocupados de Europa del Este es miserable y choca al espíritu de los soldados alemanes, la de los 35.000 trabajadores judíos polacos, trasladados de grado o por fuerza al Reich, no es mejor. Con la esperanza de mejorar su suerte, abandonan clandestinamente en general, los lugares de trabajo que se les impone y se instalan en los arrabales de las grandes ciudades, sobre todo en Berlín, viviendo al margen de la sociedad. Al finalizar el conflicto se les encontrará en medio del caos de la posguerra, engrosadas sus filas por decenas de miles de nuevos residentes.

La imagen del judío polaco se extiende al conjunto de la comunidad contribuyendo al recrudecimiento del antisemitismo racial y aunque coincido con Fermat en que tiene que haber algo más, creo que el contacto de los alemanes con esas personas que ellos veían como casi despojos humanos incrementó las tendencias antisemitas radicales. No he encontrado nada de bibliografía dedicado a dicha temática específica pero sí algunos comentarios aislados en diversos historiadores que redundan en que la imagen del judío del Este influyó negativamente; en el libro de S. Friedländer, ¿Por qué el Holocausto?. Historia de una psicosis colectiva, en la pp. 96 se señala dicho factor como uno de los tres que revitalizaron los sentimientos antijudíos en Alemania, ya incluso durante el propio conflicto bélico que se vió pronto que no se ganaría claramente y se buscaron culpables y se volvió la mirada hacia el judío. La creciente tensión fue un catalizaodr de emociones colectivas momentáneamente apaciguadas, y un catalizador de dicha tensión antisemita fue el impacto que los judíos del Este de Europa tuvieron en la visión alemana del problema judío y del judío en sí mismo.

El impacto de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución bolchevique en la imaginación europea fue de mayor calado que el de cualquier otro acontecimiento desde la Revolución francesa, aparte de la exaltación nacionalista en otros países, la esperanza, los miedos y odios de millones de personas cristalizaron en la mayor división bipolar que marcaría la historia de las décadas siguientes: el temor a la revolución por una parte y la exigencia de ella, por la otra. Los que temían la revolución a menudo identificaban a sus líderes con los judíos.

En 1921 en su libro World Revolution, la historiadora inglesa Nesta Webster se preguntaba: “¿Cuál es el objetivo último de su proyecto de destruir la civilización? ¿Qué es lo que esperan conseguir de ello? Es esta aparente ausencia de motivos en esta campaña de destrucción sin objetivo aparente llevada a cabo por los bolcheviques de Rusia lo que ha llevado a mucha gente a creer en la teoría de una conspiración judía dirigida a destruir la cristiandad”. (Nesta H. Webster, World Revolution: The Plot Against Civilization, Londres, 1921, pp. 293).

Ese miedo o reacción ante la sensación de revolución fue especialmente enconado en Alemania, en dicho país la mezcla ideológica de posguerra era una fusión del temor constante a la amenaza roja con el resentimiento nacionalista nacido por la derrota en la Primera Guerra Mundial. Dos meses después de la derrota de Alemania, los espartaquistas (revolucionarios de extrema izquierda) intentaron adueñarse del poder en Berlin, el levantamiento fracasó y la tarde del 15 de enero de 1919 sus líderes principales, Kart Liebknecht y Rosa Luxemburgo, fueron arrestados y ejecutados. Un tribunal militar absolvió posteriormente a la mayoría de los oficiales implicados en dicha ejecución extra-judicial – sentenciando a dos de ellos a una pena mínima de prisión – siendo firmada dicha sentencia por el ministro de Defensa Gustav Noske, socialdemócrata. Rosa Luxemburgo y sus compañeros más cercanos entre los espartaquistas de Berlín eran judíos, como Leo Jogiches y Paul Levi.

La preeminencia de judíos entre los líderes de la revolución en Baviera, igual que su papel entre los espartaquistas de Berlín no hizo sino añadir leña al fuego ya exaltado del antisemitismo de la derecha. Fue Kart Eisner, líder judío del Partido Independiente Socialista de Baviera quien destronó a la dinastía de los Wittelsbach que había reinado durante siglos en Baviera, y durante su corto periodo como ministro Eisner publicó archivos incriminatorios sobre la responsabilidad de Alemania en el estallido de la primera guerra mundial. Eiser fue asesinado el 21 de febrero de 1919, de hecho sólo una pequeña minoría entre los líderes de las repúblicas bávaras era de origen judíos, pero algunas de las personalidades más visibles se podían identificar como tales.

La derecha más exaltada acusaba a estos líderes judíos de ser responsables de la mayor atrocidad cometida por los rojos: disparar a unos rehenes en el sótano del Luitpold Gymnasium de Munich; los hechos todavía no son del todo claro pero al parecer siete activistas de la Sociedad Thule, radicales antisemitas fueron detenidos en la oficina de la organización, y al parecer al llegar noticias de que en Munich unidades de voluntarios contrarrevolucionarios – los cuerpos francos de Franz Freiherr Ritter von Epp – habían asesinado a prisioneros comunistas en la ciudad de Starnberg, el comandante de las fuerzas rojas, un antiguo miembro de la Marina llamado Rudolf Egelhofer, ordenó que se ejecutase a los rehenes. Esas ejecuciones – que fueron una acción aislada – se convirtió en el arquetipo del terror judío bolchevique en Alemania; en palabras del historiador británico Reginald Phelps, ese “asesinato de rehenes permite explicar (…) la apasionada oleada de antisemitismo que se extendió por todo el país ya que se aseguraba que dicho acto representaba la venganza de los “líderes judíos soviéticos (…) contra sus enemigos antisemitas”. Claro está que el hecho de que Egelhofer y todos los relacionados directamente con la matanza no fueran judíos y sí una de las víctimas, no cambiaba la percepción en absoluto.

El impacto de tal situación en Berlín y Baviera se amplió a otros lugares de Alemania dada la agitación revolucionaria, los acontecimientos alemanes eran a su vez percibidos en relación con levantamientos similares acaecidos en Hungría con el establecimiento de la República soviética de Béla Kun y el hecho de que la presencia judía fuera más amplia aún allí que en Berlín o en Munich. El historiador británico especialista en Europa central R.W. Seton – Watson observó en mayo de 1919: “Los sentimientos antisemitas están aumentando regularmente en Budapest (cosa nada sorprendente, dado que no sólo el gobierno en pleno, salvo dos de sus miembros, y 28 de los comisionados ministeriales son judíos, sino también una gran proporción de los funcionarios rojos)” ( Citado en Nathaniel Katzburg, Hungary and the Jews: Policy and Legislation, 1920 – 1943, Ramat – Gan, 1981, pp. 35).

No había misterio alguno entre la aparente desproporción entre judíos y revolucionarios de izquierda en los diferentes países, esos hombres y mujeres pertenecían a una generación de judíos recién emancipados que habían abandonado el marco de la tradición religiosa por los principios de ideales del racionalismo y bastante a menudo, del socialismo – o del sionismo – Sólo una parte era decididamente conservadora, por ejemplo, el Partido Democrático Alemán, organización preferida por la mayoría de los judíos alemanes, era la encarnación del centro liberal en la escena política, sin embargo, tales hechos eran ignorados en gran medida por el público no judío. En Alemania en concreto, el odio acumulado en el campo nacionalista necesitaba un pretexto y un objetivo para sus invectivas, y de ahí que se lanzaran contra los revolucionarios judíos.

Para muchos alemanes Roxa de Luxemburgo y los líderes judíos de Baviera eran la encarnación de la amenaza revolucionaria judía; para los nacionalistas, el nombramiento de un cierto número de ministros judíos así como de funcionarios de alto rango probaba que la odiada república estaba controlada por los judíos; la derecha podía señalar a Hugo Haase, Otto Landsberg, Hugo Preuss, Eugen Schiffer, Emmanuel Wurm, Oskar Cohn y el ministro judío más visible de todos, Walter Rathenau. Rosa de Luxemburgo fue asesinada el 15 de enero de 1919; Walter Rathenau, seis meses después de ser nombrado Ministro de Exteriores, el 25 de junio de 1922.

En el juicio por el asesinato de Rathenau, se llegó a decir que dicho ministro judío era uno de los sabios de Sión. La Biblia escrita de la conspiración judía eran los Protocolos de los sabios de Sión, que fue inventado a mediados de la década de 1890 por orden de Piotr Rachkovsky, jefe de la delegación en París de la policía secreta zarista rusa, la Ojrana. Los Protocolos comprendían elementos de dos obras publicadas en la década de 1860; un panfleto francés contrario a Napoleón III y una novela antisemita alemana, Biarritz, escrita por un tal Hermann Gödsche. Toda esa invención estaba destinada a luchar contra la expansión del liberalismo en el interior del Imperio ruso.

Los Protocolos fueron poco conocidos hasta el estallido de la Revolución rusa, pero el derrumbamiento del régimen zarista y la desaparición de los Romanov, a la que seguiría después las dinastías Hohenzollern y los Habsburgo, dotaron de repente a este bodrio – llevados por los rusos blancos a Occidente – de una aureola de credibilidad. En Alemania llegaron a ser considerados la prueba real de la existencia de fuerzas oscuras responsables de la derrota de la nación en la guerra y de su posterior caos revolucionario. En los años anteriores al ascenso de Hitler al poder aparecieron 33 ediciones alemanas, e incontables ediciones más después de 1933.

Las diferentes versiones de los Protocolos publicadas a lo largo del s. XX – e increíblemente hoy en día en pleno s. XXI son best-seller en algunos países árabes – comparten el mismo núcleo: las supuestas discusiones mantenidas entre los “sabios de Sión” en 24 reuniones secretas, y que en un futuro próximo no titubearían dichos sabios a la hora de recurrir a la violencia para conseguir el control del mundo.

Ahora con el paso de los tiempos nos podemos reir de que semejante panfleto hubiera tenido eco, pero en un articulo del Times de Londres de 08/05/1920, se preguntaba: “¿Qué son esos “Protocolos”, ¿Son auténticos?. Si es así, ¿qué malévola asamblea ha tramado esos planes y se ha regodeado con su exposición? ¿Acaso es sólo una falsificación? En tal caso, ¿de dónde viene esa extraña sensación de profecía en parte cumplida, en parte en avanzado proceso de cumplimiento?. Un año más tarde el Times cambiaba de criterio y declaraba que los Protocolos eran falso, pero el daño estaba hecho; el miedo se ancló en la mente de muchas personas, esto es, el de caer víctimas de unas fuerzas secretas que acechan en la oscuridad y lógicamente eran fuerzas judías. En una atmósfera cargada de amenazas concretas y premoniciones imaginarias, el antisemitismo radical nazi racista parecía ofrecer más que nunca respuestas a los enigmas de la época en que vivían, y para los verdaderos creyentes antisemitas la lucha suprema por la salvación exigía el fanatismo incondicional en una persona que les mostrara el camino y les dirigiera a la acción.

Hitler antes del otoño de 1935 no insinuó siquiera cuál podía ser el objetivo final de su política antijudía, si bien es cierto que antes como agitador político había definido el objetivo de una política antisemítica en su primer texto político notorio: la carta sobre la cuestión judía dirigida el 16 de septiembre de 1919 a un tal Adolf Gemlich, en ella se decía que a corto plazo los judíos debían ser desposeídos de sus derechos civiles: “El objetivo final, sin embargo, debe ser la eliminación a ultranza de todos los judíos”. (Fuente: Noakes y Pridham, Nazism, vol I, pp. 13). Pero los primeros años de Hitler en el poder parecen indicar el estilo más de un agitador de masas aplicadas a su vez por otros oradores völkisch, y sus argumentos no iban más allá de la habitual interpretación völkish de la historia.

El carácter definitivo del imperativo racial era incuestionable para Hitler que lo afirmaba en términos absolutos: “Dicho esto, debemos recordar que no existen judíos buenos o malos; aquí todos trabajan conforme a los imperativos de la raza, porque la raza – o si lo preferimos, la nación – y todo lo que está ligado a ella, carácter y demás rasgos, como explican los propios judíos, reside en la sangre, y esa sangre impele a todo individuo a actuar según esos principios (…) A un individuo que es judío le mueve un único pensamiento: ¿cómo puedo elevar a mi nación para convertirla en la nación dominante? “ (Hitler, Sämtliche Aufzeichnungen, pp. 199).

Como señala el historiador alemán Eberhard Jäckel, el amplio alcance del antisemitismo judío aparecía solamente en Mein Kampf, en el cual la plena fuerza de la dimensión apocalíptica de la lucha antijudía encuentra toda su extensión, y según historiadores como Friedländer fue fruto de la evolución ideológica de Hitler devenida probablemente por los postulados ideológicos de un hombre a quien Hitler conoció en 1919 o principios de 1920: Dietrich Eckart, escritor, director de periódicos, panfletista, drogadicto y alcohólico.

La influencia ideológica de Eckart en Hitler y su ayuda práctica que le prestó en momentos decisivos entre 1920 y 1923 se han comentado con frecuencia, y el propio Hitler no negó nunca dicha influencia, Meim Kampf estaba dedicado a la memoria de los camaradas de Hitler muertos durante el golpe de Estado de 1923, y a la memoria de Dietrich Eckart que había fallecido cerca de Berchtesgaden en la Nochebuena de ese año. El notable “diálogo” entre Eckart y Hitler (“El bolchevismo desde Moisés a Lenin: un diálogo entre Adolf Hitler y yo mismo), fue escrito sólo por Eckart probablemente sin conocimiento de Hitler, para algunos historiadores dicho documento es la expresión de la postura ideológica básica de Hitler con respecto al tema judío ( Ernst Nolte, “Eine frühe Quelle zu Hitlers Antisemitismos”, historische Zeitschrift 192, 1961, pp. 604 y ss); para otros pertenece más a la forma de pensar de Eckart que a la de Hitler. Pero con independencia de la definitiva paternidad de dicho documento sí que es claro que muestra la relación existente entre ambos y las ideas que compartían.

Los temas centrales del Diálogo aparecen claramente en Mein Kampf, allí donde la retórica de Hitler supera el nivel metahistórico. Sin embargo lo más sorprendente del Diálogo es que el bolchevismo no se identifica con la ideología y la fuerza política revolucionaria que llegó al poder en Rusia en 1917 sino que representa la acción destructiva de los judíos a lo largo de la historia. En realidad durante los primeros años de agitador oratorio de Hitler el bolchevismo no era una de sus obsesiones principales. Se trata de un aspecto importante pero sólo en tanto deriva del tema capital del libro: los judíos. El periodo revolucionario de 1919 no ocupa un lugar principal en la propaganda de Hitler. Por lo tanto, considerar el nazismo fundamentalmente como una reacción de pánico a la amenaza del bolchevismo, tal como por ejemplo argumenta el historiador judío Ernst Nolte, no se corresponde con lo que se sabe de la trayectoria de Hitler.

El Diálogo se halla dominado por la dimensión apocalíptica atribuida a la amenaza judía, y dicho panfleto es sin duda una de las presentaciones más extremas de los judíos como fuerza del mal en la historia, asociaban como meta final de los judíos la destrucción del mundo, dicha visión aparece casi de forma literal en Meim Kampf: “Si con la ayuda de su credo marxista, los judíos salen victoriosos sobre los demás pueblos del mundo, su corona será la corona funeraria de la humanidad y nuestro planeta, tal como ocurrió hace miles de años se moverá por el éter desprovisto de seres humanos”.

La representación ideológica más completa de la ideología de Hitler como sistema intelectual coherente se puede encontrar en Jäckel, Hitler´s Worldview. Para la relación directa entre la visión del mundo y la política nazi véase Eberhard Jäckel, Hitler in History, Hanover, 1984. Esta posición “intencional” se opone al enfoque “funcionalista”, que desestima el aspecto sistemático de la ideología de Hitler y margina o niega completamente cualquier relación causal entre la ideología de Hitler y las políticas del régimen nazi. El exponente más coherente de la posición funcionalista ha sido Hans Mommesen, “The Realization of the Unthinkable”.

El historiador Friedländer sostiene que la visión defendida del mundo por Hitler indicaba aunque fuera en términos generales, sus objetivos de sus actos, al tiempo que ofrecía instrucciones para iniciativas políticas concretas a corto plazo. Hitler repetía incesantemente su historia sobre la perdición causada por los judíos y la redención que sobrevendría con la victoria total sobre ellos, el nazismo consideraba la historia como el enfrentamiento entre un bien y un mal inmutables. El resultado siempre se contemplaba en términos religiosos: perdición o redención. Existía un elemento adicional en esta visión de Hitler, los judíos eran vistos a su vez como una causa infrahumana de infección, desintegración y muerte.

La última expresión escrita importante de la obsesión antijudía de Hitler se encuentra en el segundo volumen de Mein Kampf publicado en 1927, luego Hitler escribió otro libro, que completó en 1928 y se conserva en forma de manuscrito ya que desde un punto de vista político era más seguro no revelar la violencia de las ideas de Führer, sobre todo en asuntos internacionales ya que por aquel entonces ya se perfilaba como futuro hombre de Estado, pero en sus discursos era menos comedido, era como si el fracaso del golpe de Estado de 1923, el encarcelamiento y la disolución temporal de su partido hubiesen redoblado su furia, o como si las necesidades de agitación política requirieran lemas más agresivos; enarbolaba la amenaza judía del mercado bursátil y el capital internacional judío junto a la de los revolucionarios judíos sedientos de sangre.

En las elecciones al Reichstag de 1928, los nazis sólo obtuvieron el 2.6 % de los votos, el avance definitivo estaba por llegar y la agitación antijudía continuó. Después del asombroso éxito del NSDAP en las elecciones de 1930 y durante los dos años y medio que siguieron al nombramiento de Hitler como canciller el tema judío se volvió menos frecuente en su retórica aunque sin desaparecer, para el consumo externo Hitler se mostraba mucho más moderado, sin embargo, la contención de Hitler era compensaba de sobre por sus subordinados, como Joseph Goebbels que con su gacete Der Angriff (El Ataque) hacía más que honor a su nombre y atacaba implacablemente a los judíos.

Durante la República de Weimar los ataques a los judíos fueron infrecuentes, si bien, en 1923 se produjo un saqueo antijudío tipo pogromo que empezó en el distrito Scheunenviertel de Berlín y duró varios días, aunque no existe conexión directa entre esos acontecimientos y los que siguieron en 1933 la tendencia que se describe de violencia contra los judíos iba incrementándose poco a poco. Sin embargo, esa fijación en el antisemitismo no debe conducirnos a una percepción sesgada del escenario alemán y sobre todo de la situación de los judíos en Alemania antes de 1933: si bien la influencia judía que pretendían los antisemitas era pura fantasía, sí que es cierto que la República de Weimar abrió el camino para un gran avance social y una mayor relevancia en la vida alemana a la gran mayoría de los judíos del país. El incremento del antisemitismo fue real, pero también lo fue – al menos durante cierto tiempo – el poderoso renacimiento de la cultura judía en Alemania y hasta el inicio de la crisis de 1929 – 1930 una amplia aceptación de los judíos entre los sectores liberales e izquierdistas de la sociedad germana. En la derecha sin embargo, el antisemitismo avanzaba incólume y durante la fase final de la república llegó mucho más allá de la derecha radical, e incluso tradicional.

Los partidos de izquierda también mostraban signos de antijudaísmo si veían que podían sacar réditos electorales, así el Partido Comunista Alemán en 1924 tenía aún a 6 judíos entre los 64 miembros de dicho partido representados en el Reichstag; en 1932 no quedaba ni uno. Los comunistas no dudaron en usar lemas antisemitas cuando los consideraron efectivos entre sus posibles votantes; pero la expresión política más significativa del clima de opinión general fue la transformación del Partido Democrático Alemán – DDP – que a menudo era tildado del partido judío debido a la abundancia de hebreos entre sus votantes y al menos, por su adhesión durante cierto tiempo, a temas identificados con las posiciones de la “prensa judía”. En las elecciones de enero de 1919, el DDP obtuvo el 18.5 % de los votos, lo que lo convertía en el partido más votado de los liberales de la clase media, pero aquella situación no duró y la moderación dejó paso a personalidades asociadas con la derecha que se mostraron abiertamente contrarios a los judíos y a que se les considerara un partido de judíos.

En 1039 el DDP desapareció como organización política y fue reemplazado por el Partido del Estado Alemán; sus líderes eran en gran medida protestante y algunos de sus componentes como el joven movimiento Jungdeutscher Orden no admitían judíos. Los votantes del DDP procedían de clase media liberal favorable a la República de Weimar; el cambio de nombre y la política del partido reflejaban lo que se percibió, dentro de los círculos liberales de clase media, como una actitud electoral útil respecto al “problema judío”. Pero parece que dicha actitud de desjudaización no tuvo el resultado electoral esperado ya que mientras en las elecciones de 1928 el DDP obtuvo 25 escaños y el DVP obtuvo 45, en las siguientes de 1930, el DDP todavía consiguió 20 representantes y el DVP 30, pero en los comicios de julio de 1932, el DDP se derrumbó a 4 escaños y el DVP a 7.

El declive de los partidos liberales durante la República de Weimar ha sido ampliamente analizado y en cuanto al tema de los judíos significó que su base política fundamental – aparte de la socialdemocracia – había desaparecido. La influencia “perniciosa” de los judíos en la cultura alemana era el tema más común del antisemitismo en la época de Weimar, y en ese momento y especialmente en dicho terreno – el cultural y social – la burguesía conservadora alemana, el mundo académico tradicional, la opinión mayoritaria de las provincias, se unieron a los antisemitas más radicales.

En el estudio de Istvan Deak sobre los intelectuales izquierdistas de Weimar resalta el que mucho de los mejores compositores, músicos, artistas,escultores y arquitectos de Alemania eran judíos; su participación literaria era enorme y prácticamente todos los grandes críticos y buena parte de los novelistas, poetas, ensayistas, dramaturgos de la Alemania de Weimar eran judíos, puede discutirse dicha influencia judía en la cultura alemana pero parece claro que en la mente del público de clase media, ya fuera derecha moderada o de la tendencia más extrema, cualquier cosa “atrevida, o moderna” se identificaba con los judíos, y en una sociedad que estaba en conflicto radical con la modernización y abandono del sistema tradicional los judíos eran portadores de una amenaza enorme.

Frente a la desintegración creciente de la sociedad alemana, frente al mito del judío aterrador, una cantidad cada vez más grande de alemanes aspiraba a la llegada de alguien que restableciera el orden, que restableciera los valores tradicionales y la autoridad para regenerar al pueblo, devolver al Reich su esplendor y llevar el combate decisivo contra el judío, símbolo del mal. Los tiempos estaban maduros para que apareciera alguien como Adolf Hitler.

Saludos desde Benidorm.

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Re: Antisemitismo durante la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Mar Abr 24, 2012 10:28 am

¡Hola a todos!
maxtor escribió: Jose Luis hizo una reflexión sobre la influencia que tuvo para el antisemitismo alemán que posteriormente derivó al racial
Estimado maxtor, esa frase tuya es confusa y no se ajusta realmente a lo que yo he significado. Aunque el matiz pueda parecer algo baladí, es de crucial importancia diferenciar históricamente el antisemitismo del anti-judaísmo.

Hoy en día se suele utilizar indistintamente el término “antisemitismo” para referirse generalmente al odio a los judíos. Pero el término “antisemitismo” es una palabra relativamente moderna que apenas cuenta con siglo y medio de antigüedad. Cuando esta palabra apareció por primera vez impresa (en 1879), se utilizó con un significado ideológico y político como respuesta a la emancipación legal de los judíos. Con anterioridad a la aparición de la palabra “antisemitismo”, se hablaba y escribía del “anti-judaísmo”, de la “judeofobia”, del “odio a los judíos”, de la “persecución de los judíos”, etc., pero no existía la palabra “antisemitismo” como concepto político e ideológico. Normalmente se atribuye a Wilhelm Marr (junto con Hector de Grousillier, que junto con Marr fue fundador de la Liga de los Antisemitas en 1879) la acuñación de este concepto de “antisemitismo”, y Moshe Zimmermann, en su Wilhelm Marr: The Patriarch of Anti-Semitism (New York: Oxford University Press, 1986), pp. 90-95, explica los propósitos del “antisemitismo” frente al “anti-judaísmo”.

El “antisemitismo” fue pues, y ante todo, un concepto ideológico y político establecido en 1879 por Wilhelm Marr (Der Siegs des Judenthums über das Germanenthum, 1879), el fundador del primer partido político realmente antisemita (Antisemitenliga, fundada el 26 de septiembre de 1879). Y si bien Marr fue el iniciador del antisemitismo, sus primeros mayores exponentes fueron hombres como Adolf Stoecker, Heinrich von Treitschke y Houston Stewart Chamberlain.

Estos dos sentimientos de odio hacia los judíos, el tradicional “anti-judaísmo” y el nuevo “antisemitismo”, coexistieron desde la década de 1870 en adelante en Alemania, y lo que importa subrayar no es que el antisemitismo alemán, como tú dices, derivara hacia un antisemitismo racial, lo que propiamente es falso. El antisemitismo ideológico y político era racial desde su primera concepción, en contra del anti-judaísmo, que era esencialmente un prejuicio religioso. Lo que sucedió en Alemania después de la IGM, durante la etapa de Weimar y un poco antes durante la guerra, es que muchos anti-judíos pasaron a convertirse en antisemitas; en otras palabras, el antisemitismo ganó adeptos de entre el anti-judaísmo.

Repito que hoy en día conceptuamos, en general, el odio a los judíos como “antisemitismo”, pero históricamente, y para lo que estamos tratando en este tema, es fundamental diferenciar el “antisemitismo” del “anti-judaísmo”.

Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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