Stalingrado, de Raymond Cartier

La guerra en el este de Europa

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Stalingrado, de Raymond Cartier

Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 7:47 am

STALINGRADO

La toma de Sebastopol

En Rusia, Halder y otros generales piensan que las pérdidas sufridas por el ejército alemán durante el invierno le impiden reanudar operaciones ofensivas de gran envergadura. Estiman que debe apretar su frente, reconstituir reservas, mejorar sus líneas de retaguardia, provocar a los rusos a la ofensiva e infligirles derrotas sucesivas con réplicas poderosas. Pero nadie se atreve a sostener esta tesis ante un Führer cuya autocracia, lejos de templarse, se ha acentuado bajo el efecto de los reveses.

Según Hitler, hay que lanzarlo todo a la ofensiva para alcanzar en 1942 el objetivo que el invierno ruso le arrebató en 1941, la aniquilación del ejército ruso. Sabe que, con la intervención de América, ha desaparecido la esperanza de una guerra corta. No ignora que en los estados mayores anglo-americanos maduran proyectos de invasión de Europa. La destrucción del ejército soviético, el desplazamiento de los rusos tras los Urales permitirán al III Reich recobrar las fuerzas necesarias para hacer frente de modo decisivo a ese peligro. Cubierta al Oeste, Alemania conservará la iniciativa al Este lanzando desde los Balcanes y el Cáucaso una poderosa ofensiva que, en conjunción con la acción secundaria llevada por Rommel, se apoderará de todo el Oriente Medio. Hitler espera así establecer un mapa de guerra política y económica tal, que la prolongación indefinida de las hostilidades perderá toda importancia. Alemania estará en condiciones de esperar el agotamiento y la resignación de las potencias marítimas. Pero es preciso que la última espada continental de éstas, la URSS, quede rota.

El 5 de abril, Adolf Hitler firma su directiva nº 41. Largo documento, en que disertaciones sobre el arte militar, e incluso redundancias de propaganda, interfieren con la sobriedad del lenguaje estratégico. Las ideas generales, sin embargo, se destacan. Hitler sigue fiel a Hitler. Continúa desdeñando Moscú, cuyo frente alemán sigue sólo a 150 Km, e insiste en buscar la decisión en las alas. En el Sur, en la ruta del Cáucaso, es donde la Wehrmacht aplicará su primer esfuerzo. Dos operaciones preliminares repararán los dos fracasos del invierno, proporcionando a la Wehrmacht bases de partida. En Crimea, la península de Kerch será reconquistada y el asedio a Sebastopol será llevado a término. En Ucrania, se reparará el frente roto del Donets. La acción que se desencadenará después, la operación Azul, se descompondrá en tres fases, seguidas de otra final.

En la primera, los ejércitos del grupo «Süd» atacarán por su izquierda y aniquilarán a los ejércitos soviéticos de la región de Vorónezh. En la segunda, envolverán a los rusos entre Donets y Don. En la tercera, el ala izquierda bajará y el ala derecha subirá por el curso del Don; se enlazarán en la región de Kalach, y, franqueando los 50 km. que separan al Don del Volga, tomarán Stalingrado. La marcha general hacia el Cáucaso será la coronación de la campaña de verano.

El plan de la Directiva nº 41, pues, consiste en establecer un inmenso flanco defensivo desde Stalingrado a Vorónezh, con intención de aislar el Cáucaso y permitir su conquista. Hitler no ha corrido detrás de dos liebres a la vez, como se ha dicho, asignando dos objetivos separados por 1.000 km de montañas y de estepas. La incompatibilidad de los objetivos sólo se echará de ver ulteriormente, cuando la eterna impaciencia del Führer le lleve a querer marchar contra Bakú antes que haya terminado la batalla de Stalingrado. Pero, en la arquitectura primitiva del plan, Stalingrado es el mango de un cerrojo bajo cuya protección Hitler quiere apoderarse de una zona cuya posesión, según cree, le permitirá mantener la guerra indefinidamente.

La debilidad fatal del esquema hitleriano reside en la desproporción de los objetivos y los medios. Para su ofensiva de verano, el grupo «Süd» dispone de 60 divisiones alemanas, de las cuales sólo 9 blindadas. Los rumanos, italianos y húngaros añaden 28 divisiones, pero el O.K.H. es generoso al estimarlas como la mitad de una división alemana en la defensiva y un tercio en la ofensiva. Harían falta fuerzas dobles, y sin embargo, Hitler ha tenido que reducir por debajo del límite de seguridad, a 85 divisiones sólo, las fuerzas que mantienen 2000 km de frente defensivo entre Vorónezh y Karelia.

Esas desproporciones flagrantes, Hitler las combate, o mejor dicho, las exorciza, repitiendo que el enemigo está agotado. El postulado va a la cabeza de la Weisung nº 41. como el principio sobre el cual se encarna todo. «En su esfuerzo para provocar una decisión el enemigo ha consumido este invierno las masas que le eran necesarias para operaciones posteriores...» Los servicios de información no confirman este axioma, pero Hitler recusa a los servicios de información por incompetencia y mal espíritu. «Estalló de furor —cuenta Halder— cuando se le quiso decir que los rusos producían 1 200 tanques al mes...»

El 8 de mayo empieza la primera de las ofensivas preliminares, la de Manstein, en Crimea. Los XLIV y LI ejércitos soviéticos se han atrincherado en el pequeño istmo de Parpach, cuya atracción fue fatal al infortunado conde Sponeck. Manstein les engaña con una maniobra de diversión al Norte y les hunde al Sur. Diez días después, se ha acabado la reconquista de Kerch. El XI ejército ha hecho 170.000 prisioneros, a costa de menos de 8.000 muertos, heridos y desaparecidos. Le queda la más dificil de las tareas: Tomar Sebastopol.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 7:51 am

Durante el invierno, la ciudad sitiada se ha reforzado, al seguir abiertas las comunicaciones marítimas. El ejército, al mando del general I.J. Petrov, cuenta 9 divisiones de infantería, varias unidades de tanques, una pequeña fuerza aérea, 1 600 bocas de fuego.

La forma de la orilla permite establecer una posición relativamente corta, yendo desde el valle de Belbeck a la curva de Balaklava. Los nombres que evocan la expedición franco-británica de 1.855 se levantan en muchedumbre en el pequeño campo de batalla. Al Norte, el terreno está relativamente libre, pero el ejercito rojo ha amontonado fortificaciones que van desde viejos fuertes modernizados, armados con cañones de 305, hasta apoyos de infantería. Al este, el relieve es caótico. Cortas colinas, cubiertas de maleza, cortadas de barrancos, hacen difícil el avance de la infantería. La arista rocosa de Sapún se yergue rectilínea como un bastión. Sebastopol está detrás, en la orilla meridional de la bahía de Svernaia, que le sirve de foso contra un ataque procedente del Norte.

A pesar de las fortificaciones y del obstáculo de la bahía, Manstein decide aplicar su esfuerzo inicial en el sector Norte. El brillante adepto de la guerra rápida se transforma en técnico de una batalla de material. Va a buscar, en el arsenal alemán, los calibres más excepcionales. Del 305, del 350, del 420. Más aún: dos supermorteros de 60 cm, Thor y Odín. Aún mejor, un monstruo, Dora, que se realizó en secreto para perforar los fuertes de la línea Maginot. Es el cañón más gigantesco que ha existido nunca: calibre, 82 cm, peso del proyectil, 7 t, longitud del tubo, 30 m, altura del fuste, la de una casa de dos pisos. 60 trenes han sido necesarios para transportar la pieza. y sus accesorios, y 4.000 hombres la sirven y la protegen. No tira más que tres obuses por hora, pero aplastan un refugio de 30 m de profundidad.

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El mortero pesado Thor, gran demoledor de fortificaciones

Así, hecho nuevo en la segunda guerra mundial, Sebastopol es una batalla de artillería. Manstein pone en línea 208 baterías y hace preceder la salida de su infantería por un Trommelfeuer de cinco días. El 8º cuerpo aéreo, von Richthofen, añade la artillería del cielo. Las 4 divisiones del 54 cuerpo que atacan en el sector Norte tienen la impresión de que no ha podido sobrevivir un ruso al huracán de fuego. Han de cambiar de tono: la resistencia de los supervivientes es de un encarnizamiento épico. Cada una de las fortificaciones, bautizadas por los alemanes Máximo Gorki 1, Stalin, Cheka, G.P.U., etc., es objeto de una batalla. El calor, una temperatura de 50ºC, sobreviniendo con brutalidad increíble, pesa sobre el combate. Las pérdidas son graves. Se cita una compañía alemana reducida a 9 hombres, y Manstein tiene que llamar de Kerch a la infantería de la 46 división para reemplazar a la de la 132, completamente desgastada. «La batalla —dice— está en el filo de la navaja.»

Imagen Imagen
Maxim Gorki 1

El 18 de junio, undécimo día de la ofensiva, la 22 I.D. alcanza por fin la bahía de Svernaia. Cinco días más tarde, Petrov repliega su defensa a la orilla Sur. El 28, la 50 I.D. se apodera de Inkerman y de su colina. Esta está horadada por cavas de champaña en que se han almacenado enormes cantidades de municiones. Los rusos hacen saltar el depósito. La explosión proyecta un trozo de la colina a 300 m de altura.

En la noche siguiente hay dos golpes de audacia alemanes. Manstein lanza a la bahía de Svernaia canoas de asalto, que establecen una cabeza de puente para el 54 cuerpo. Más al Sur, el 30 cuerpo, tras haber avanzado paso a paso, arrebata la arista de Sapún en un ataque relámpago. La colina de Malakof está tomada. Ha terminado el segundo sitio de Sebastopol. Los restos de la guarnición resisten aún cuatro días en el cabo Chersonesski, mientras la marina roja embarca a todos los que puede bajo un intenso fuego de artillería. 90.000 prisioneros quedan entre las manos de los alemanes.
Última edición por Antonio el Dom Jun 04, 2006 9:37 pm, editado 2 veces en total.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 7:54 am

En Ucrania, los alemanes se han visto superados.

La segunda operación preliminar del plan Azul, Fridericus, o restablecimiento de la línea del Donets, debía empezar el 17 de mayo. El ejercito rojo ataca el 9. El primer objetivo que persiguen es el que no han logrado en invierno: la reconquista de Járkov. Tomado Járkov, la ofensiva debe proseguir en dirección a Dniepropetrovsk para la liberación general de Ucrania. Timoshenko, jefe del frente Sudoeste, lo anuncia a los ucranianos en una proclama resonante de amenazas para los nacionalistas que pactan con el invasor. «La guerra —dice— toma un nuevo curso...»


Imagen
Los tanques rusos contraatacan al sur de Járkov

La ofensiva rusa cae sobre el VI ejército alemán, mandado, desde el mes de enero, por el general de las tropas blindadas, Friedrich Paulus. Su ala izquierda se pliega sin romperse, pero, al sur de Járkov, el centro queda hundido. Los alemanes superan la crisis haciendo contraatacar al XVII ejército en el flanco de la bolsa que ha distendido el avance enemigo. El IX ejército soviético, general F.M. Sharítonov, se deshace. En pocas horas, Timoshenko ve transformarse un éxito lleno de promesas en un peligro terrible. Propone a Stalin suspender el avance hacia Járkov y sacar al grupo de ejércitos de la trampa en que está metido. Stalin rehúsa y las cosas siguen su curso. El XVII ejército, Ruoff, toma Isjum, en el Donets, a espaldas de los soviéticos. El ejército Paulus recobra la iniciativa, y, el 25 de mayo, enlaza con el ejército Ruoff.

270.000 prisioneros se añaden al cuadro de la Wehrmacht. El mando soviético ha creído prematuramente en el «nuevo curso de la guerra». «Nuestra ofensiva de mayo de 1942 —reconoce el historiador militar Platónov— se acabó con un fracaso total.» Pero el vigor y el éxito del choque inicial deberían probar a Hitler que los soviéticos están menos muertos de lo que él dice. Con esta falsa premisa el 28 de junio empieza la operación Azul. Los ejércitos del Eje se lanzan hacia Stalingrado.
Última edición por Antonio el Sab Jun 03, 2006 3:32 pm, editado 1 vez en total.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 7:56 am

Los primeros pasos de la Operación Azul

El arranque de la operación Azul, el 28 de junio, fué precedido por una desgracia que recuerda la de los aviadores de Melcheren-Sur-Meuse. Un comandante Reichel ha llevado en su avión de enlace la orden de ataque al 40 cuerpo blindado. El aparato es derribado entre las líneas, y cuando una patrulla va a recuperar los restos, no encuentra cadáveres ni documentos. La masonería de los generales retarda 48 horas la confesión del incidente a Hitler, pero con eso sólo se hace más explosiva su cólera. El jefe del 48 cuerpo, Stumme, pasa a consejo de guerra.

Los rusos, pues, no son sorprendidos; pero de todos modos son aplastados. Los comienzos de la operacion Azul se desarrollan a un ritmo digno otra vez de la Wehrmacht. La acción parte del norte, del subgrupo de ejércitos von Weichs, reuniendo el II ejército, el IV ejército blindado y el II ejército húngaro. Dos días después, la prolonga el VI ejército Paulus; überraschendes Entwicklung, «desarrollo sorprendente», escribe Halder, que dudaba de la posibilidad de recuperar la iniciativa en el frente oriental. El Don está franqueado, y Vorónezh tomado el 8 de junio por el IV Panzerarmee. Dos días después y 200 Km más abajo, lo alcanza el VI ejército. La resistencia es débil. Muchas unidades con que tropiezan los atacantes son milicias obreras reclutadas a toda prisa y sumariamente armadas. Eso confirma la tenaz idea de Hitler: Rusia está en las últimas.

El 11 de julio, el O.K.W. traza un primer balance. El frente ruso está roto en 300 Km, pero el número de prisioneros es poco elevado: 88.689 para el subgrupo de ejércitos Weichs y para el ejército Paulus. El 15 de julio confirma esa observación. Habiendo tomado a su vez la iniciativa, el I Panzerarmee, von Kleist, se reúne, en Millerovo, con el 40 cuerpo blindado, procedente del Norte. La bolsa se ha cerrado, pero está vacía. Los soviéticos han reemplazado con una táctica de defensa elástica la táctica de resistencia sobre el terreno que procuró a la Wehrmacht sus colosales cosechas de hombres en Kiev y en Viazma. Acosadas por la Luftwaffe, espesas columnas en retirada franquean el Don por los puentes de Kasankaia y de Zhelanskaia, se hunden en las estepas del Volga, se acercan a Asia ...

La interpretación de Hitler es la siguiente: desangrada a muerte, Rusia busca el invierno para refugiarse en él como un animal herido en su madriguera. La radio de Moscú le confirma en esa convicción. Ha tomado un tono de angustia, afirma que Rusia combate sola y que sus aliados desleales no le dan el segundo frente que le han prometido. La intuición infalible del Führer le dice que la Wehrmacht llega al acoso. En consecuencia, hay que precipitar y multiplicar los golpes; modificar, para el logro de la victoria, la articulación de los ejércitos y el desarrollo del plan. El 9 de julio, Hitler desmembra el grupo «Süd». Confía su ala derecha, bautizada «grupo A», al mariscal List, dejando el ala izquierda, o «grupo B», al mando de von Bock. Diez días después, en una crisis de cólera, prescinde definitivamente de los servicios de éste. El capitán general barón von und zu Weichs zur Glon reemplaza a Bock a la cabeza del grupo B, cediendo su propio subgrupo de ejércitos al general von Salmuth. Después de Rundstedt, Brauchitsch y Leeb, desaparece del frente oriental el último de los grandes ejecutantes de mayo de 1940.

En realidad, Hitler ha decidido dirigir él mismo las operaciones contra el Cáucaso asumiendo el mando de un grupo de ejércitos, después de haber tomado sucesivamente el de la Wehrmacht y el del Reichsheer. Deja la Prusia oriental y se instala en Ucrania, cerca de Vinnitsa. El clima le molesta, agriando aún más sus relaciones con los generales. La temperatura es abrumadora, y la sombra de los pinares no da ningún frescor. Hitler echa de menos Rastenburg, y sobre todo Berchtesgaden, hacia donde se evade periódicamente, por lo demás, dejando sueltas unas riendas que, en su ausencia, nadie ni se atreve a tomar.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 8:00 am

Golpe tras golpe, el 21 y 23 de julio, dos órdenes de operación particulares, Weisungen Nr 44 y 45, trastornan la maniobra alemana. Queda destruido el equilibrio de la operación Azul. Bajo el cielo tórrido de Ucrania, en el misterio de una sala de mapas, se ha llegado al punto de culminación de la guerra. La tragedia de Stalingrado empieza a gestarse. Hitler se ha vencido a sí mismo.

La directiva 44 se refiere al XI ejército. Después de tomar Sebastopol y de recibir su bastón de mariscal, Erich von Manstein había ido a pasar un permiso de descanso en Rumania. Al regreso, pensaba franquear el estrecho de Kerch, invadir el Kubán y tomar Batumi ¡las órdenes que encuentra al volver a su cuartel general le mandan a conquistar Leningrado! . Deja en Crimea a sus tropas rumanas y dos divisiones alemanas. Enviará otra división alemana a Creta y cederá una cuarta al grupo «Mitte», cuyas reservas son nulas. El resto del XI ejército, los 30 y 54 cuerpos, la inmensa impedimenta de artillería, los cañones gigantes del sitio de Sebastopol, Thor, Odín y Dora, se embarcan en ferrocarril, en una red sofocada, en medio de los ataques de los partisanos para atravesar Rusia de abajo arriba. Hitler ha juzgado que el giro de las operaciones le permite reanimar, sin esperar más, la ofensiva del Norte. Die Weisung Nr 44 debilita la operación Azul. Die Weisung Nr 45 la desarticula. Cuando Hitler le retira la mitad de su grupo de ejércitos, el Mariscal Von Bock escribe en su diario que la batalla iba a ser cortada en dos. Tal es la intención de Hitler

Ya, en el curso de las semanas precedentes, la impaciencia hitleriana ha modificado el desarrollo de la operación Azul. La maniobra en pinza de las dos alas del grupo «Süd» ha sido abandonada. El esfuerzo alemán se traslada al curso inferior del Don, ruta directa del Cáucaso. Rostov se convierte en el punto de convergencia del grupo Ruoff (XVII ejército alemán y III ejército rumano) y del I ejército blindado, von Kleist. Perdida a comienzos del lúgubre invierno precedente, la ciudad es recobrada el 23 de julio, Kleist franquea el Don al día siguiente. El ejército soviético se retira en orden, perdiendo poco material.

Ese repliegue, el alto mando sabe ya que es voluntario. Ha tenido conocimiento del consejo de guerra celebrado el 13 de julio en Moscú, en que Stalin ha aceptado el principio de la defensa elástica. Pero Hitler se empeña en creer que los rusos están vencidos, y que, desdeñando toda maniobra, el ejército alemán puede explotar su victoria empujando en todas las direcciones a la vez.

La directiva Nr 45 procede de esta convicción terca. El grupo de ejércitos A se ha lanzado al asalto del Cáucaso. Su ala derecha tiene orden de conquistar el Kubán, ocupar todo el litoral del mar Negro, apoderarse de los pasos de la ruta occidental, tomar Batumi y adueñarse del yacimiento petrolífero de Maikop. Su ala izquierda tiene orden de conquistar Osetia, tomar el yacimiento petrolífero de Grozni, forzar la ruta de Tiflis, y alcanzar el Caspio urn Baku in Besitz zu nehme, «para tomar posesión de Bakú». El plan lleva el nombre de una modesta flor, Edelweiss. No es modesto, es un programa insensato. El grupo de ejercitos A no dispone de 300 tanques. No puede contar más que con 15 divisiones alemanas, pues los contingentes rumanos y eslovacos están mal armados y son de valor dudoso. Las distancias son desmesuradas: desde Rostov a las primeras pendientes del Cáucaso, 600 km; desde el Don hasta Bakú, ¡más de 1.000 km! El frente de partida de los grupos A y B, Rostov-Zimlanskaia-Vorónezh , mide 1.200 km; el frente que Hitler ordena alcanzar, Batumi-Bakú-Astrajan-Satilngrado-Voronezh ¡mide 1.400 km! .

El restablecimiento de la vía férrea no consigue seguir el avance de las tropas, y, con el alargamiento de las líneas de etapa, el transporte por convoyes automóviles tiende al absurdo, pues los camiones devoran tanta gasolina como llevan. Los caballos conocen otra limitación: la falta de agua para abrevarles. Estepa deslumbrante, estepa fértil, estepa tórrida, el Kubán se seca en verano como un Sáhara. ¡Se verán caravanas de camellos llevando jerrycans para las Panzer!

En la inmensidad llameante, se hunden las tropas alemanas.
El último día de julio, la Wehrmacht entra en Asia, habiendo franqueado la depresión del Mánich limite de Europa. Las fuerzas rusas se han reagrupado en un frente nortecaucasiano y puestas al mando del mariscal Budienny, rehabilitado de su desgracia de Ucrania. Se despegan librando combates de retaguardia en las confluencias de los ríos cuyo cauce mantiene en pleno verano el deshielo de las nieves. El Kubán está atravesado y Krasnodar está tomado el 8 de agosto, por el grupo Ruoff. La noche siguiente, el 3er grupo blindado ve incendiarse ante él el horizonte: los rusos incendian los pozos de Maikop que, desde el día siguiente, la Mineralöl Brigade tendrá la misión de apagar. Pero harían falta meses de trabajo para poder reanudar una explotación efectiva. De esos petróleos que le hipnotizan, y sin los cuales, según dice, «tendrá que liquidar esta guerra», Hitler sólo recibirá unas gotas, fracción insignificante de las oleadas de gasolina que gasta para conquistarlos.

Continúa el avance. Muriendo de sed, la infantería hace 50 km por día. El país cambia, el suelo se eleva, los valles se encajonan, una alta línea nevada emerge del horizonte. Los hombres cambian, los rusos se hacen más raros, y las poblaciones cosacas, cherkesi, chechenas, osetas, vienen a ponerse a disposición de los invasores. Desde el mar de Azov al centro del Cáucaso, su frente de marcha mide 700 km en línea recta. Los gritos de apuro de los jefes de las grandes unidades llegan al C.G. de Stalino, a centenares de kilómetros de la batalla, donde el mariscal List, totalmente impotente, preside nominalmente una empresa que no comprende. En todas partes, falta la gasolina y las dificultades de aprovisionamiento entorpecen las operaciones. Lo cual no impide a Hitler añadir al plan Edelweis modificaciones que aumentan su extravagancia. El grupo A debe seguir extendiendo su acción, aumentar la apertura de sus alas, entrar en el mismo Cáucaso, dejar que montañas gigantes y sin caminos se interpongan entre sus elementos dispersos... Hitler niega la naturaleza, tras haber negado al enemigo.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 8:02 am

Ese enemigo endurece su resistencia.

Ruoff sufre ante las ciudades del mar Negro, Anapa, Novorossíisk, Tuapsé, hábilmente defendidas por Chervischenko. Kleist obtiene éxitos más espectaculares, abre pasos de montaña vertiginosos, y logra la aureola de conquistar la cumbre del Elbrús (5.630 m), cima del Cáucaso, que 21 cazadores alpinos de las 1ª y 4ª Gebirgen divisionen escalan desde el 18 al 21 de agosto, al mando de los capitanes Groth y Gämmeler. Toma Stávropol, y, después de atravesar la estepa de los Nogai, se apodera de Piatigorsk, la ciudad de las Cinco Montañas, en medio de sus fuentes sulfurosas y sus bosques. Más al este aún, la 13 Panzer y el 52 cuerpo alcanzan el Terek, salido de la gran cadena por gargantas en que los soldados del zar abrieron la ruta militar de Osetia para subyugar a los montañeses. Las vanguardias alemanas se acercan a Vladikavkás (Puerta del Cáucaso), a la que los bolcheviques han nombrado Ordzhhonikidze. Junto al Kazbek, la ruta baja luego hacia Tiflis.

A la vez en todas partes, la ofensiva resbala. Ruoff no llega a tomar Novorossíisk. Kleist no llega a franquear el Terek. El Führer no llega a comprender por qué sus ejércitos no avanzan más. El 31 de agosto, convoca a List en Vínnitsa y le cubre de reproches. «La guerra cumplirá tres años esta noche, y estoy cansado de estos generales cuya incapacidad, blandura, falta de fe y falta de fuego la hacen durar...»

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Mensaje por Calígula » Sab Jun 03, 2006 12:31 pm

La directiva 44 se refiere al XI ejército. Después de tomar Sebastopol y de recibir su bastón de mariscal, Erich von Manstein había ido a pasar un permiso de descanso en Rumania. Al regreso, pensaba franquear el estrecho de Kerch, invadir el Kubán y tomar Batumi ¡las órdenes que encuentra al volver a su cuartel general le mandan a conquistar Leningrado!
En su directiva 43 del 11 de Julio, Hitler dio la orden para que el 11º Ejercito de Manstein, que acababa de capturar Sebastopol, cruzara el estrecho de Kerch y tomara parte en la invasion del Caucaso. En su siguiente directiva, la ordenes cambiaron, modificando las instrucciones, y envio a todo el ejercito, exepto un cuerpo, al Norte, donde la experiencia en la captura de fortalezas podria ser de utlidad para la rendicion de Leningrado. Una operacion que continuaba desde su inclusion en el primer proyecto de una ofensiva de verano, con buen sentido, pero que no debia haber sido incluido en el ultimo plan, porque se habia cambiado el enfasis, pasandolo al Sur.
El ejército soviético se retira en orden, perdiendo poco material.
Ese repliegue, el alto mando sabe ya que es voluntario. Ha tenido conocimiento del consejo de guerra celebrado el 13 de julio en Moscú, en que Stalin ha aceptado el principio de la defensa elástica. Pero Hitler se empeña en creer que los rusos están vencidos, y que, desdeñando toda maniobra, el ejército alemán puede explotar su victoria empujando en todas las direcciones a la vez.
Era inegable que la retirada del ejercito rojo en el sur alcanzaba velocidaes que se aproximaban a una huida pavorosa. Pero su obsesion por evitar la lucha y el ser sitiados, asi como su negativa a abandonar su equipo pesado, mostraba que estaban realizando una retirada apresurada, pero con organizacion, hasta una linea donde la defensa fuera mas viable. Pero, habia un profundo pesimismo entre la opnion publica sovietica, a causa de la retirada, aparanetemente sin fin, y la falta de consistencia de los hombres en el Sur, que contrastaba con la firmeza de los defensores de Leningrado y Moscu. Despues de todo, si a Timoshenko se le hubiera permitido abandonar su ofensiva del mes de Mayo, sus fuerzas hubieran estado en situacion mucho mejor para hacer frente al caso Azul.
Heinrich Heine [i]Allí donde se queman los libros, se terminaran quemando personas[/i]

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 12:45 pm

Dramático Stalingrado


Desde Vorónezh al Cáucaso, la extensión y la distorsión de las líneas alemanas han alcanzado un grado extravagante. El grupo de ejércitos Süd ha comenzado su campaña de verano en un frente de 800 km. Se ha fraccionado en dos grupos de ejércitos, A y B, cuyos frentes sumados no representan menos de 2600 km. Los combatientes sólo están unidos a sus bases de aprovisionamiento por rutas que se vuelven impracticables a la menor lluvia, y por ferrocarriles, generalmente de dirección única, cuyos raíles están puestos en el suelo sin balasto. Extremadamente lenta, la rotación del insuficiente material rodante es estorbada además por los sabotajes de los partisanos soviéticos, que alcanzan una media de 700 al mes, sin que ninguna represión consiga frenar su aumento.

El objetivo de la ofensiva era la conquista de Transcaucasia. Esta tarea correspondía al grupo de ejércitos A, mandado por el feldmarschal von Kleist. El grupo de ejércitos B, confiado sucesivamente al mariscal von Bock, y luego al capitán general von Weichs, no tenía más que una misión de cobertura, pero grandiosa. Debía prolongar la barrera del Don, obstruyendo el istmo de unos sesenta kilómetros que separa el Don del Volga, y luego alinearse de cerca a lo largo de este río hasta Astrajan. Al final de la campaña, o sea, antes de la llegada del mal tiempo, las posiciones alemanas en el Sur de la URSS debían estar delimitadas por el litoral del mar Negro, la depresión transcaucásica de Batumi a Bakú por Tifus, el litoral del Caspio, y finalmente el Volga y el Don.

¿ Era absurda tal ambición? Sí y no.
No. El plan hitleriano había de dar a Alemania los petróleos del Cáucaso. Eliminaba a los soviéticos del mar Negro, haciendo desaparecer toda amenaza de contraofensiva contra Crimea, Ucrania y Rumania. El Volga se convertía en el amplio y sólido pilar del edificio alemán en la URSS. La prosecución de la campaña implicaba operaciones en un perímetro de 4200 km, pero la victoria permitiría reducir el frente efectivo a un millar de kilómetros, desde las bocas del Volga hasta el curso medio del Don. De hecho, ya no existía otra probabilidad de victoria, una vez que había desaparecido la esperanza de un desplome rápido y total del ejército rojo.

El absurdo flagrante y total residía en la desproporción del objetivo y los medios. Para realizar el plan de Hitler, los ejércitos alemanes habrían debido disponer de efectivos dobles, de una movilidad triple y de una aviación cuádruple. Las tropas habían debido reposar y ser recompletadas. Combatían sin tregua desde el comienzo de la guerra con la URSS, y las pérdidas que habían sufrido no se habían compensado ni en personal ni en material. Las compañías raramente contaban más de 60 hombres, las Panzerdivisionen, de 80 tanques. Hitler, que no iba nunca al frente y no permitía ir a sus colaboradores próximos, no tenía ninguna idea concreta del desgaste que acusaban sus ejércitos en medio de sus victorias. Si no, habría sabido que le era imposible sacar de una Alemania insuficientemente preparada para la prueba de una guerra mundial los recursos necesarios para hacer frente a ella.

A las inquietudes que se elevaban a su alrededor, el Führer respondía insistiendo en la idea de que los ejércitos soviéticos estaban agotándose. Con fervor acogía todos los indicios que probaban el agotamiento del ejercito rojo y rechazaba con furor todos los indicios contrarios. Las audacias de su estrategia, sostenía él, estaban justificadas por la proximidad del último cuarto de hora. Toda guerra se gana con restos: frente a las ruinas soviéticas, los restos alemanes conservaban su poder de decisión.

Pasó el verano.El otoño pasaba. Ayer tórrido, el viento de la estepa vuelve a ser glacial. La nieve cae en la montaña y aparece en la llanura. Los jefes de cuerpo escriben informe tras informe para pedir que se acelere el envío de los equipos de invierno. Según el calendario del mando supremo, deberían estar alcanzados los objetivos de 1942. ¿En qué medida lo están o pueden estarlo aún antes de los verdaderos hielos? En el mar Negro, Batumi debería estar tomado: faltan 500 km. No se ha realizado ningún avance serio desde la toma de Novorossíisk, y, en el interior, la subida al Elbrús (5800 m) parece haber marcado con una hazaña deportiva el límite del esfuerzo alemán. Compuesto del XVII alemán y del III rumano, el subgrupo de ejércitos Ruoff combate en paisajes sublimes: bosques vírgenes, gargantas salvajes, puntas rocosas desde donde se ve la llanura costera verdeante y la gran mancha sombría del mar. Pero fracasan todos los intentos de bajar hacia esa «costa azul».

En el Cáucaso central, Tiflis debería ser alemán. Su vestíbulo, Ordzhonikidze, todavía no lo es. El I Panzerarmee ha juntado en el recodo del Terek todas las fuerzas que ha podido reunir en sus 700 km de frente, y la 13 Panzerdivision ha intentado subir por las gargantas por las que se desliza la ruta militar de la Osetia: la dificultad del terreno, la penuria de carburante, la resistencia soviética se han conjugado para detenerla. Más al Este, la división Viking, formada de voluntarios nórdicos, ha intentado apoderarse de la importante zona petrolífera de Grozni. Se ha hecho una cabeza de puente sobre el Terek, a costa de esfuerzos salvajes, pero faltaban totalmente los refuerzos necesarios para explotar esa ventaja. El 12 de noviembre, en medio de una tempestad helada, los Vikingos volvían a pasar el río. En ningún sitio habrá ido más lejos la Wehrmacht. El objetivo mismo de la campaña era Bakú. Ningún soldado alemán se acercará a menos de 600 km. «Si no tomo los petróleos de Bakú —había dicho Hitler— tengo obligación de liquidar la guerra...» Entre el Terek y el bajo Volga, en la estepa calmuca, una sola división, la 16 motorizada, debería tapar el vacío de 400 km existente entre los grupos de ejércitos A y B. En realidad, tampoco los mismos rusos llegan a saturar espacios tan desmesurados. La 16 motorizada toma Elista, capital de nómadas, y una patrulla dirigida por un oberleutnant, Gottlieb, avanza hasta a 25 km de Ástrajan. Corta el ferrocarril de Bakú, incendia un tren de petróleo y vuelve sin haber visto un soldado enemigo. Un vacío prácticamente total se extiende entre los ejércitos que combaten en el Cáucaso y los que se aprietan en el Volga.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 12:51 pm

Al norte de Elista, el IV ejército rumano, compuesto de dos débiles cuerpos de ejército, esboza un frente defensivo alineándose a lo largo de una cadena de lagos que materializan un antiguo cauce del Volga. A su izquierda, el IV Panzerarmee, capitán general Hoth, alcanza el gran río cerca del recodo que traza para abandonar la dirección del mar Negro y tomar la del Caspio. Hasta el 16 de setiembre ha participado en la lucha por Stalingrado, y luego ha cedido una parte de sus unidades al VI ejército, encargado de acabar la conquista de la ciudad. Reducida al 4º cuerpo y a la 29 división motorizada, no ha sido capaz de tomar las alturas de Krasnoarmeisk, desde donde los soviéticos dominan sus lineas.

Se entra en el sector del VI ejército en las afueras de Stalingrado. El oficial que lo manda, general Friedrich Paulus, es el más reciente de los grandes jefes alemanes. Con sólo cincuenta y dos años, ex primer cuartelmaestre general, ex jefe de estado mayor del mariscal Reichenau, ha sido llamado, no sin provocar algunos celos, a la cabeza de una de las piezas más importantes del tablero militar. Hitler, además, ha puesto los ojos en él para otro papel, menos envidiable: cuando Paulus tome Stalingrado, piensa confiarle las funciones de Jodl, y hacerle su estratega particular.

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Hitler tiene los ojos puestos en Paulus como futuro general doméstico

El favor político no ha desempeñado ningún papel en la brillante carrera de Paulus. Salido de un medio de funcionarios modestos, realzado socialmente por su alianza con una buena familia rumana, es tan neutro en política como mate en su personalidad. La obediencia hace la fuerza principal de los ejércitos, pero la desobediencia suele hacer la gloria de los grandes jefes. Paulus es incapaz de desobedecer. El papel que se le ha confiado para la campaña de 1942, no ha dejado de ir haciéndose cada vez más pesado. Las operaciones del VI ejército, al principio, se habían pensado sólo en la curva del Don, siendo Stalingrado un objetivo accesorio, un botín más que una finalidad. Luego lo accesorio se ha vuelto lo principal. Hitler había empezado por declarar que no exigía la ocupación de la ciudad, que se contentaría con la destrucción de su potencial industrial. Ahora ve en la feroz batalla que provoca, la prueba capital y decisiva de su lucha contra la URSS.

El sitio empezó el 2 de setiembre, al reunirse, en las colinas que dominan la ciudad, el VI ejército y el IV ejército blindado. Para los soviéticos, la causa parece sin esperanza. Todas las comunicaciones terrestres de Stalingrado están cortadas y el aprovisionamiento de la guarnición sólo es posible por el Volga. El general Lopatin, jefe del LXII ejército, considera la ciudad indefendible y pide autorización para volver a pasar el río. Pero Stalin, abandonando el sistema de defensa elástica adoptado a comienzos del verano, acaba de proclamar que Rusia ya no tiene más territorios que ceder. El jefe del grupo de ejércitos, Eriómenko, y su nuevo comisario político, Jruschov, reemplazan a Lopatin con un general, Chuikov, recién llegado de Extremo Oriente. Sus consignas se resumen en una frase: conservar Stalingrado o morir.
Última edición por Antonio el Mar Jun 06, 2006 6:06 am, editado 1 vez en total.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 3:22 pm

Stalingrado es un muelle sobre el Volga. Vuelve la espalda a la estepa y se aprieta a lo largo del río. Las orillas caen en pendiente brusca, que complica las relaciones de la aglomeración y el río, pero proporciona un ángulo muerto para las armas de tiro raso. Los barrancos de erosión, las balkas de la estepa, se prolongan en la ciudad en una serie de depresiones, la más profunda de las cuales está ocupada por el río Tsaritsa. La ciudad vieja está al Sur. La ciudad central, cuyo corazón es la plaza Roja, desciende por tramos de escaleras hasta el desembarcadero del transbordador que suple la ausencia de puentes. El alineamiento de pequeñas ciudades industriales continúa hacia el Sur. La fábrica de productos químicos Lazur ocupa el centro de una curva ferroviaria, extremadamente visible en las fotos aéreas, de donde su nombre figurado de Raqueta de Tenis. Viene luego la planta de acero Octubre Rojo, la fundición de cañones Barricada y la fábrica de tractores Djerjinski. Los arrabales de Spartokovska y Rinok prolongan Stalingrado hasta la gran extensión de agua a partir de la cual la ancha sangría del Achtuba empieza a desmembrar el Volga. La longitud total de esa cadena urbana e industrial supera los 50 km. Su anchura rara vez excede los 3.000 pasos.

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La fábrica Octubre Rojo

La ciudad vieja fue la primera en caer.La conquista del gran silo por la 29 división fue el primero de los fantásticos combates que dan a la batalla de Stalingrado su carácter único. Las detonaciones resonaban en el inmenso caparazón de cemento haciendo saltar sus tímpanos como membranas demasiado tensas. El edificio estaba aún lleno de trigo: rusos y alemanes se mataban en medio de una inundación dorada. Llevaron ventaja los alemanes. A mediados de octubre, habían conquistado, en el sector Sur, una decena de kilómetros de orilla, desde Kuperovskoie hasta el pie de las escaleras de la plaza Roja. En el sector Norte, ocupaban una fachada equivalente, a ambos lados de Rinok. Si los rusos hubieran sido razonables, lo habrían dejado. De Stalingrado, ya no guardaban más que parte de los barrios industriales del Norte, así como, en la ciudad central, el pie del declive, una banda de unas decenas de metros de ancho, que terminaba en bisel en el embarcadero. Pero la batalla había tomado un carácter irracional. Ya no enfrentaba a dos mandos sensibles a las lógicas militares, sino que lanzaba uno contra otro a dos fanatismos desencadenados.

Por el lado alemán, el absurdo era aún más flagrante. Cuando se vio en octubre que el grupo de ejércitos A ya no tenía ninguna probabilidad de conquistar en 1942 los petróleos del Cáucaso, la punta de Stalingrado acabó de perder toda clase de interés estratégico. Su última justificación económica, la intercepción del tráfico del Volga, estaba en vísperas de desaparecer, ya que el hielo del río debía interrumpir la navegación con más eficacia que la presencia de los soldados de Paulus en Rinok y los de Hoth en Kuperovskoie. La tarea principal del jefe alemán consistía ahora en recibir al invierno ruso en mejores condiciones que el primero, abreviando y consolidando un frente desmesurado. El avance hacia Tiflis y la punta hacia el Volga estaban a la cabeza de los sacrificios a consentir. Pero Hitler ya no era accesible a la realidad, y los que intentaban acercársela lo pagaban caro.

A comienzos de setiembre, un general había sido destituido por haber sostenido que había que limitar el avance, y otro general había caído de su favor por haberle defendido. El primero era el mariscal List; el segundo era el capitán general Jodl. Al volver de una misión en el C. G. del grupo de ejércitos A, Jodl osó lanzar a la cara de Hitler que las faltas reprochadas a List eran la consecuencia de las órdenes que había dado él, Hitler. El Führer salió del cuarto lívido como si se fuera a desvanecer, erró durante horas por los bosques de Vínnitsa, y, acabando de cerrar a su alrededor el circulo de la soledad, no volvió a comer en la mesa de los generales, hasta su muerte. List, relevado de su mando, desaparece de la guerra.

A finales de septiembre, también desaparece Halder. Se mantenía en su puesto de jefe de estado mayor general del ejército desde la crisis de Munich. Pero su espíritu crítico, su monóculo y su buena pronunciación, sus protestas y sus advertencias, e incluso su catolicismo, sentaban mal a un dictador que se dejaba proclamar por sus cortesanos «el mayor genio militar de todos los tiempos». La copa se desbordó el 24 de setiembre. «Sus nervios y los míos —declaró Hitler— están agotados. Lo que yo necesito ya no es un maestro de escuela, sino un hombre penetrado de fanatismo nacionalsocialista, para hacer mi guerra en Rusia...» El que reemplaza a Halder, Kurt Zeitzler, es un simple comandante general. Su O.K.H. sólo tiene como atribuciones el frente oriental, ya que todos los demás teatros de operaciones están puestos directamente bajo la autoridad del O.K.W., o sea, de Keitel. En realidad, todo está confundido bajo la omnipotencia caprichosa y palabrera de Adolf Hitler. Desde su algarada con Jodl, unos estenógrafos registran todas las conversaciones que tienen lugar en su cuartel general. Entregarán a la historia un fantástico galimatías en que se ve a Hitler pasar de las consideraciones más sublimes a los detalles más pequeños, cabalgando el mundo, y, en la relación siguiente, desplazar una compañía; sin sentir ni una vez la tentación de ir a ver a qué se parece la guerra ni rozarse con otros feldgrauen que los héroes condecorados, enguantados y despiojados que se hace presentar de vez en cuando.

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La Lutwaffe dedica la máxima atencion a los muelles de Stalingrado

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Mensaje por V.Manstein » Sab Jun 03, 2006 9:00 pm

Excelente como siempre, Antonio. Gracias.
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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 10:04 pm

Lejos de renunciar a Stalingrado, el ejército alemán se encarniza.

Todos los batallones de ingenieros del ejército son llevados en aviones y formados como grupos de asalto para abrir paso a la infantería en los grandes bastiones industriales. Los combates se desarrollan en medio de un enredo de máquinas-herramientas rotas, de puentes-grúas volcados, de armazones metálicos desplomados. La resistencia soviética es soberbia. Los alemanes saben que no se les cederá nada, que la última piedra de Stalingrado que conquisten tendrán que regarla con su sangre.

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Stalingrado. Los combates se van haciendo cada vez más cerrados. La lutwaffe sigue bombardeando y los stukas castigan el embarcadero

El 9 de noviembre, en la 19 celebración del putsch de Munich, Hitler presume: «He querido alcanzar el Volga en la misma ciudad que lleva el nombre de Stalin. Esa ciudad, la hemos tomado, salvo dos o tres islotes insignificantes. Me preguntan: "¿ Por qué no acaba más de prisa ?". Respondo: "Porque no quiero un segundo Verdún. Dejo a pequeños elementos de asalto el cuidado de acabar la conquista de Stalingrado...".

Al decir que Stalingrado está casi enteramente conquistado, el Führer apenas fuerza la verdad. El ejército rojo conservan el embarcadero, se aferra a la Raqueta de Tenis, tiene una parte de Octubre Rojo, así como las salidas orientales de Barricada y Djerjinski. Todo lo demás, los nueve décimos de Stalingrado, 50 km de ruinas, es del enemigo. Todos los edificios del centro están desventrados. Todas las casas de madera han ardido, sin dejar más vestigio que millares de chimeneas ennegrecidas. No pudiendo cruzar el Volga, la población ha huido a la estepa, sin recursos, y millares de civiles soviéticos han muerto de hambre.

Donde Hitler se burla de su público, es al hacer creer que los combates de Stalingrado ya no son más que asunto de unos cuantos limpiadores de escombros.

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La colina Mamaiev

La totalidad del 51 cuerpo, hinchado hasta nueve divisiones, está sumergida en la batalla de calles. Los mejores elementos del grupo de ejércitos están aspirados por ella. Lejos de tomar el asunto como un dilettante, el Führer tiene prisa de acabar. El 17 de noviembre, en Berchtesgaden, adonde se ha trasladado desde el desembarco angloamericano en Africa del Norte, se dirige a todos los coroneles con mando en Stalingrado. «Conozco las dificultades de vuestra tarea. Las de los rusos no son menores, y los hielos flotantes las van a aumentar. Espero de vuestra energía que aprovechéis esta circunstancia para acabar la conquista de la fábrica de cañones y la planta de acero...»

Los regimientos alemanes responden a esa llamada. El 19 de noviembre, Djerjinski y Barricada están enteramente entre sus manos. Se han conquistado varios centenares de metros de orilla. Los hielos que pasan por el Volga, efectivamente, interrumpen el aprovisionamiento de los defensores. Chuikov hace saber que se le están acabando las municiones, los víveres y la sangre... El sitio toca a su término. Y entonces llega al jefe del VI ejército una orden completamente inesperada: suspender todos los ataques en el frente de Stalingrado...

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Chuikov pide refuerzos para evitar un desplome total
Última edición por Antonio el Dom Jun 04, 2006 12:50 am, editado 1 vez en total.

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 10:17 pm

El lado de vidrio del Ariete

El ejército Paulus no combate sólo en Stalingrado. Curvándose como un brazo protector, cierra el istmo que separa el Volga del Don. Franquea este último río, y, volviendo a cortar la curva de Kremenskaia, que sigue siendo de los rusos, se extiende hasta Klietskaia. Dos cuerpos de ejército, 8º y 11, guarnecen este frente defensivo. Más allá de Klietskaia y hasta las cercanías de Vorónezh, en un desarrollo de 400 km, se alinean los sectores de los aliados de Alemania: rumanos, italianos, húngaros. Los tres ejércitos son idénticos por su debilidad. Un testigo italiano, que vio pasar en Viena a sus compatriotas de camino hacia Rusia, anotó así su impresión: "Nuestros soldados no tienen un aire muy marcial. Están sucios, mal equipados, y, sobre todo, muy mal encuadrados y armados. Si realmente tienen que combatir contra el ejército ruso, en seguida se encontrarán en mala situación. Nos oprime el corazón...". La motorización de los tres ejércitos es prácticamente nula. El equipo, el vestuario, las transmisiones, el material óptico, etc., son de último orden. La artillería es anticuada. La defensa antitanque no dispone de ningún material superior al cañón de 37 mm. La moral es dudosa. Como los contingentes extranjeros de la Grande Armée, los soldados tienen conciencia de que esa guerra no es suya, y no pueden dejar de sentir las condiciones materiales y morales de inferioridad en que combaten.

Numéricamente, la contribución húngaro-italo-rumana a la guerra es considerable. El II ejército húngaro, el más cercano a Vorónezh, cuenta tres cuerpos de ejército, y el IV ejército rumano, el más cercano a Stalingrado, cuenta cuatro, añadiéndose a los dos cuerpos del III ejército en línea en la estepa calmuca, y a las siete divisiones que combaten con el XVII ejército alemán. Como húngaros y rumanos son enemigos tradicionales, ha habido que intercalar entre ellos al VIII ejército italiano, con cuatro cuerpos, entre ellos el alpino. 32 divisiones, de las cuales 24 en línea en el Don, hinchan así el orden de batalla de la Wehrmacht, pero es una estimación generosa reducir su número a los dos tercios para valorar su capacidad combativa por la norma alemana.

Esos débiles auxiliares, los generales alemanes siempre han pedido que estén "encorsetados", es decir, diluidos en las tropas alemanas. Pero a ello se oponen consideraciones de alta política. Los gobiernos satélites quieren ejércitos constituidos, bajo mandos nacionales. A causa de su débil valor ofensivo, tales ejércitos reciben los frentes pasivos. Tal es la razón por la que la protección de los dos flancos de la ofensiva hacia Stalingrado está confiada casi exclusivamente a los aliados.

Sobre la génesis de la contraofensiva
Sobre la preparación de una de las más hermosas victorias de la historia rusa , las fuentes soviéticas, una vez mas, son decepcionantes. La historia de la guerra mundial dirigida por el general Platónov dice que los planes comenzaron a estar elaborados en septiembre, y da un resumen bastante claro. Pero el relato no sale de una sequedad inflexible. Se omiten completamente las condiciones en que se montó una maniobra magistral y las discusiones a que dió lugar. Hay que contentarse con ese estilo convencional y declamatorio, con esa verdad oficial que sucede a otra verdad oficial totalmente diferente. Hasta 1953, el unico vencedor de Stalingrado era Stalin. Desde 1956, Stalin ha muerto para la Historia; su nombre ni siquiera figura en el texto de Platónov.

Tres frentes, o grupos de ejércitos, rodean el saliente de Stalingrado: frente Sudoeste, mandado por Vatutin; frente del Don, mandado por Rokossovski; frente de Stalingrado, mandado por Eriómenko. La idea de la maniobra consiste en atacar simultáneamente en el Norte y en el Sur para cerrar la tenaza sobre la extremidad oriental de la curva del Don. Una concepción más vasta, que hubiera sellado la suerte de toda la derecha alemana, hubiera consistido en apuntar directamente a Rostov, o incluso a Stalino, nudo vital de las comunicaciones enemigas. Ignoramos si se pensó en ella. "La estepa -dice Platónov- no favorecía la concentración soviética. Sin embargo, conseguimos camuflarla. Todos los movimientos tuvieron lugar de noche. Al primer resplandor del amanecer, las tropas se detenían, se escondían en las aldeas o se escondían en las balkas. Nuestra ofensiva fue una sorpresa total para el mando enemigo."


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En las ruinas, hierven combates sin piedad

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Mensaje por Antonio » Sab Jun 03, 2006 10:31 pm

Platónov se engaña. El ataque era esperado.

La fragilidad del flanco defensivo era desde hacia mucho tiempo una causa de inquietud. Ya en agosto, Hitler había señalado la debilidad de la línea del Don, recordando que el ejército blanco ruso había sido vencido, en 1920, cuando atacaba Tsaritsin, con una ofensiva que llegaba desde el río. Los movimientos en las retaguardias, las concentraciones de tropas en las peligrosas cabezas de puente, habían sido señaladas en múltiples ocasiones. No se discutía, en los estados mayores, más que sobre la cuestión de saber si el golpe caería sobre los húngaros, italianos o los rumanos. "Dormiría mejor -decía Hitler- si el Don estuviera defendido por alemanes."

El 7 de noviembre, en la conferencia del Führer, el nuevo jefe de estado mayor, Zeitzler, dio a conocer un informe de espionaje según el cual cuatro días antes, en el Kremlin, se había puesto a punto una gran ofensiva soviética contra el Don. La única reserva mecanizada, el 48 cuerpo blindado, que se encontraba detrás del VIII ejército italiano, recibió orden de ir a ponerse tras el III ejército rumano.

Mandado por el general von Heim, el cuerpo de ejército se componía de la 22 Panzer y de la 1ª división blindada rumana. Esta última, de formación reciente, sólo poseía una cuarentena de tanques checos, débilmente armados con un cañón del 37. La 22, por su parte, estaba lejos de encontrarse en condiciones satisfactorias. Su regimiento de tanques había sido cortado en dos para formar el núcleo de una 27 Panzer, y la mayor parte de los artefactos de reemplazo que había recibido eran Pz. Kw. 2 y 3, incapaces de medirse con el T-34. Además, una sorpresa burlesca esperaba a von Heim. No teniendo reserva de carburante, había dejado los tanques de la 22 Panzer camuflados debajo de paja. Cuando los destaparon, se vio que las ratas, de que hervía la paja, habían devorado los revestimientos de gutapercha y habían dejado fuera de servicio la instalación eléctrica. De los 104 tanques de la división, unos sesenta se deshicieron en un recorrido de 250 km por una ruta cubierta de hielo. Sólo 32 llegaron al nuevo estacionamiento; otros 12 lo alcanzaron en los días siguientes. El 19 de noviembre, el 48 cuerpo blindado, única fuerza de contraataque en la curva del Don, se componía de un puñado de tanques rumanos desparejados y de 44 tanques alemanes.

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Artillería cohete soviética en acción

La noche del 18 al 19 fue fantasmal. La niebla, dicen los testigos, era "como leche". A medianoche, empezó a nevar. A las 4, la artillería rusa comenzó un tiro de aniquilación concentrado en dos estrechos sectores, uno en la cabeza de puente de Serafimóvich, el otro en la cabeza de puente de Kremskaia. A las 8, surgieron los tanques, llevando grupos de infantes agarrados a sus superestructuras. El ataque del Oeste, V ejército blindado, cayó sobre el 2º cuerpo rumano. El ataque del Este, III ejército de choque, cayó sobre el 4º cuerpo rumano. No eran los rumanos los peores de los aliados. Muchas de sus unidades eran aguerridas; algunos de sus generales eran excelentes; los soldados eran más resistentes, más endurecidos al clima, ideológicamente mejor preparados a una guerra contra la Unión Soviética que los húngaros, y sobre todo que los italianos. Sin embargo, la derrota fue fulminante. La irrupción de los tanques rusos produjo el mismo efecto que la irrupción de los tanques alemanes en Sedán. La desbandada se extendió poco a poco, arrastrando a unidades que ni siquiera eran atacadas. Entre las dos perforaciones, una agrupación al mando del general Lascar se apoyó en el Don, defendiéndose con feroz energía, pero, en conjunto, el III ejército rumano se disgregó. Por los caminos nevados, masas de hombres azotados por la ventisca huyeron locamente. La única salvación era el contraataque. Pero las pérdidas y la dispersión habían debilitado a la Wehrmacht en una medida difícil de concebir. Una intervención espontánea de la 14 Panzer, a la izquierda del ejército Paulus, logró despejar al 11 cuerpo alemán, pero el 48 cuerpo blindado, sacudido entre órdenes contradictorias, se arremolinó en el helado campo de batalla, sumergido por hordas de fugitivos, tropezando en todas partes con fuerzas superiores y acabando por huir para no ser cercado. Von Heim, la mitad de cuyos blindados había quedado fuera de combate por unas ratas, fue hecho responsable del desastre y permaneció encarcelado en la prisión militar de Moabit hasta 1945.

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La infantería rusa y los tanques pasan al ataque en el sector de Stalingrado

El 20 de noviembre, mientras Vatutin y Rokossovski galopaban al Oeste del Don, Eriómenko atacaba a su vez al Sur de Stalingrado. El 4º cuerpo de ejército alemán sostuvo el choque, pero, como el III el día anterior, el IV ejército rumano se deshizo. El LI ejército soviético corrió hacia Kalach, paso principal del Don, "cuello de botella" vital de las comunicaciones de Paulus. Cuando lo alcanzó, el 22 el puente ya estaba tomado por los soldados de Rokossovski. El elemento de D.C.A. que lo guardaba, y la batería de 155 que lo cubría, estaban tan lejos de esperar una perforación rusa que tomaron a los T-34 que se acercaban al Don por los tanques enemigos capturados que utilizaba la compañía de instrucción de Kalach. Unos minutos después, el puente, intacto, era de los rusos. ¡ El VI ejército estaba copado !

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Mensaje por Antonio » Dom Jun 04, 2006 5:09 am

Dramático Stalingrado

El mismo Paulus había estado a punto de ser capturado: se encontraba en su puesto de mando de Globulínskaia, a 15 km al norte de Kalach, en la orilla occidental del Don, cuando, a las 14 horas, surgieron los rusos. El estado mayor huyó por el Don helado, abandonando el material de la compañía de propaganda y la vajilla de la cantina. Paulus y su jefe de estado mayor, el general Arthur Schmidt, remontaron el vuelo en dos Fieseler Storch y fueron a posarse en el C.G. de invierno del ejército, en Nizhri-Chirkaia, en la confluencia del Don y del Chir, es decir, fuera de la bolsa lograda por el enemigo. Pocos vuelcos de fortuna han sido tan bruscos. Dos días antes, Paulus podía considerar que la toma de Stalingrado y la victoria que iba a glorificar su nombre ya no eran más que cuestión de horas. La víspera, había recibido del jefe del grupo de ejércitos, capitán general von Weichs, la orden inesperada de volver hacia el Oeste sus unidades móviles. Por la mañana, trataba de comprender qué había podido pasar con tal brusquedad al ejército vecino. Por la tarde, sin haber sido vencido, se encontraba en la situación ridícula de un general separado de su ejército, por haber huido antes que el primero de sus soldados.

Salido de la trampa, Paulus creyó por un momento que podría dirigir desde el exterior las operaciones de salvamento de su ejército. Un telegrama de Hitler le llamó a una concepción más draconiana del deber : "El Oberbefehlshaber del VI ejército volverá a Stalingrado. El ejército se establecerá en un frente cerrado y esperará nuevas órdenes".

La situación era de las que requieren reacciones instantáneas, iniciativas atrevidas. Las primeras instrucciones de Hitler -dictadas desde Berchtesgaden- imponían esperar y no moverse.

Dispuesto a volar para Stalingrado, Paulus ve aparecer un compañero de desgracia, Hoth, jefe del IV ejército blindado. Lo ha perdido todo, sus unidades alemanas, cercadas en la bolsa de Stalingrado, y sus unidades rumanas, dispersadas por la estepa calmuca. Entre los dos jefes, uno de los cuales representa un ejército aniquilado y el otro va a reunirse con un ejército condenado, los adioses son rígidos, pero cargados de emoción. El pequeño avión de Paulus vuela luego a ras de la llanura blanca, y se posa cerca de la estación de Gumrak, a 15 km de Stalingrado, donde ya funciona el nuevo puesto de mando del ejército.

Paulus es un jefe de estado mayor ejemplar: rapidez de análisis, facilidad de exposición. A las 16 horas, dirige al O.K.H. un lúcido informe sobre su situación. Cercado, el VI ejército conserva una cabeza de puente al oeste del Don, pero su flanco sur está abierto, le falta el carburante y sólo tiene víveres para seis días.

Si la exposición es clara, a las conclusiones les falta firmeza. Paulus vacila. En Nizhni-Chirkaia, se ha entablado una discusión. Ponerse en erizo, como quiere Hitler, implica un aprovisionamiento aéreo hasta el momento en que el cerco sea roto por la intervención de un nuevo ejército. El jefe de la IV Luftflotte. Wolfram von Richthofen, ha sido terminante: mantener por vía aérea a 200.000 ó 300.000 hombres, empeñados en duros combates, supera los medios de la aviación de transporte. El general de D.C.A. Martin Fiebig ha hablado en el mismo sentido, diciendo a Paulus que sólo le queda una cosa que hacer: sacar su ejército de la trampa sin perder una hora. Pero el jefe de estado mayor, Schmidt, ha sostenido una opinión opuesta: una retirada, dice, sería "napoleónica", exigiría el abandono de un material inmenso y 15.000 heridos. Indeciso, Paulus se limita a pedir al Führer su libertad de acción y el permiso de abandonar Stalingrado, "en el caso en que el VI ejército no cierre su flanco sur".

Veinticuatro horas después, las ideas de Paulus han evolucionado. La situación le aparece a una luz más sombría, y el nuevo mensaje que dirige al Führer propone una perforación inmediata para salvar al menos "preciosos combatientes". Añade -a riesgo de hacerse acusar de conjuración- que los jefes de sus cinco cuerpos de ejército, Heitz, von Seydlitz, Strecker, Hube y Jaennicke, comparten su manera de ver.
Mientras, el jefe del grupo de ejércitos, von Weichs, ha hablado aún más enérgicamente. El aprovisionamiento aéreo de veinte divisiones, comunica a Angerburg, no puede pretender cubrir más de la décima parte de las necesidades. Cercado, el VI ejército está condenado a perder en unos días la mayor parte de su valor combativo. Una tentativa de brecha provocará la pérdida de una cantidad de material, pero no existe otro medio de evitar un desastre total.

Hitler llega a Rastenburg el 23 a la una de la madrugada. Zeitzler, que le esperaba devorando su impaciencia, oye que le dicen que el Führer está fatigado por su viaje y que sólo le dará audiencia a mediodía. Protesta, invoca la urgencia, consigue hacerse recibir, y, con gran sorpresa, encuentra a un hombre sereno. Trabajando con Jodl, en su tren, Hitler ha hallado un medio de conjurar la crisis de Stalingrado: llamar del Cáucaso a una o quizá dos divisiones blindadas, que volverán a abrir las comunicaciones del VI ejército. Zeitzler replica que hacen falta quince días para transportar una división y que el VI ejército se agotará por completo antes. Pero cuando propone una brecha inmediata, Hitler le pregunta con aire amenazador si piensa entonces en abandonar Stalingrado. Ante la respuesta afirmativa, golpea con el puño y grita varias veces: "¡ No abandonaré nunca el Volga! ¡ No abandonaré nunca el Volga ! ".

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