¡Hola a todos!
RITTER escribió:
Estimado José Luis:
desde luego que son un hecho mas que demostrado las tergiversaciones del Sr. Irving, totalmente de acuerdo, no debato este punto que para mi esta claro; como ya he dicho, no las comparto y repito, esto ha de quedar claro.No obstante, parece razonable que como tu dices los historiadores de mas peso en el tema no tengan interés en debatir con Irving debido precisamente a estas manipulaciones, en este punto he de darte la razón desde luego a tu pregunta. Pero esto es una cosa y otra muy distinta pretender coartar la libertad de expresión de un medio de comunicación.
Estimado Ritter, yo no me estoy refiriendo a la libertad de publicar lo que le venga en gana a un periódico. Pero sí defiendo la indignación que puedan sentir uno o varios historiadores profesionales de renombre al conocer, a posteriori, que sus nombres aparecen junto con el de Irving en una serie de entrevistas consecutivas sobre la II GM, en general, y sobre Hitler y el Holocausto, en particular. Comprendo perfectamente que ellos, de saber previamente que dicho periódico también iba a publicar una entrevista a Irving, expresen que se habrían negado a conceder una entrevista a dicho periódico de saber tal cosa.
También quiero añadir que, en mi opinión, la libertad de expresión no debiera equipararse con la deshonestidad intelectual. En el caso que nos ocupa, cualquier historiador es libre de expresar sus opiniones, pero esa libertad viene limitada por la deontología disciplinar. En otras palabras, un historiador no debe extraer conclusiones (y, en consecuencia, emitir o publicar opiniones) fundadas en un uso deshonesto de las fuentes utilizadas. Si actúa de esa forma, pasa a convertirse en un pseudo-historiador, es decir, en alguien cuyo trabajo de investigación tiene una agenda política y sus tesis no se elaboran bajo la metodología disciplinar. Y esto no tiene nada que ver con la "verdad" histórica. La historia, si se me permite simplificar, es un discurso narrativo al que el historiador debe llegar mediante el análisis honesto de las fuentes primarias y secundarias y la interpretación argumentada de sus datos, teniendo presente el discurso o discursos historiográficos ya existentes, para refrendarlos, clarificarlos o refutarlos. Y su discurso puede ser acertado o no, puede ser aceptado o refutado por el resto de historiadores, puede ser polémico, etc. Lo único que se le exige es que respete la metodología disciplinar. Pero no es éste el caso de Irving, quien, a pesar de que ya se demostró y publicó en reiteradas ocasiones su deshonestidad intelectual en el uso de fuentes y sus claros fines políticos, persiste en su agenda política y en su condición de pseudo-historiador. Por ello ninguna publicación académica acepta editar trabajos de Irving, precisamente porque no se ajustan a la metodología disciplinar. Así a Irving no le queda otra alternativa que publicar sus opiniones sobre Hitler y el Holocausto en los medios de comunicación populares que lo aceptan, como el caso de este periódico.
Y ante esta situación que debiera estar clara para cualquier estudioso sincero de la historia (más allá de sus propios prejuicios o tendencias políticas), todavía hay muchas personas que, de buena o mala fe, reivindican la libertad de expresión en el caso Irving, subrayando o dando a entender que ese derecho fundamental (extraño a las dictaduras y regímenes totalitarios) se conculca en el caso de este personaje.
Sin embargo, sus quejas serían más eclarecedoras si delimitaran a los sujetos de las mismas. Todos tienen derecho a la libertad de expresión, pero los historiadores profesionales ven ese derecho restringido por su deontología disciplinar. Y así lo aceptan porque son las reglas del juego de su profesión. En cambio, ese derecho no se ve restringido de ninguna forma para el caso de los pseudo-historiadores. Ellos pueden opinar lo que les venga en gana porque para eso está la libertad de expresión. Y los historiadores tienen todo el derecho del mundo a no verse mezclados con los pseudo-historiadores. Esto es lo que debe tener muy claro la audiencia.
Saludos cordiales
José Luis