El Motín de Kiel

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El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 1:14 pm

Resumen

Las causas aparentes del motín de los mal llamados "marineros rojos" de Kiel son bastante conocidas y convergen en el rechazo de la marinería de los acorazados y cruceros de la Flota de Alta Mar (Hochseeflotte) de la Marina Imperial Alemana (Kaiserliche Marine) a participar en una batalla suicida contra la flota británica cuando la guerra ya estaba perdida y el gobierno alemán estaba negociando la paz con el presidente estadounidense Wilson. Ningún soldado quiere ser la última víctima de una guerra perdida, y menos en un momento en que su gobierno legal está negociando con el enemigo para ponerle un punto y final mediante un armisticio. Por ello, cuando en la últimas horas de la tarde del 29 de octubre de 1918 el Comandante en Jefe de la Flota de Alta Mar, almirante Franz Ritter von Hipper, convocó a los comandantes de escuadrón en su cabina, la marinería de la flota sospechó que el mando se disponía a llevar a cabo una operación de guerra contra la Gran Flota (Great Fleet) de la Royal Navy, ante lo cual se negó a cumplir las órdenes de sus oficiales. La rebelión fue rápidamente sofocada y muchos de sus participantes arrestados, pero cuando un escuadrón de la flota recibió la orden de dirigirse a Kiel, al poco de la llegada a puerto la marinería comenzó a manifestarse por las calles de la ciudad para exigir inicialmente la libertad de los marineros arrestados. Pronto la manifestación derivó en un motín general del escuadrón al que se sumaron poco a poco los soldados de las guarniciones de Kiel, acompañados por trabajadores y civiles de la ciudad, y en pocos días motín, manifestaciones y huelgas derivaron en la revolución de Kiel que se extendería rápidamente por toda Alemania.

La orden del Alto Mando de la Marina de Guerra (Seekriegsleitung, en adelante SKL) para la ejecución de esta operación fue realmente la gota que colmó un vaso que se había ido llenando de conflictos y tensiones internas entre la oficialidad y la marinería de la Flota de Alta Mar durante la guerra, todo ello agravado por los conflictos sociales y huelgas políticas que tuvieron lugar en el conjunto de Alemania, especialmente a partir de 1917 y de los que he comentado los más importantes en el hilo “La Revolución Espartaquista” a partir de la página 2 aquí http://www.forosegundaguerra.com/viewto ... 2&start=15 .

Sin embargo, la finalidad de este ensayo es analizar las causas profundas y latentes dentro de la Marina de Guerra, que provocaron problemas cuya raíz está en la decisión de construir una poderosa flota de guerra a finales de la década de 1890, siguieron con las grandes expectativas que durante mucho tiempo se albergaron sobre este ambicioso proyecto de construcción naval para el futuro de Alemania, y comenzaron a manifestarse tras el pobre papel estratégico que desempeñó la armada alemana durante la guerra. Todo ello agravado por los problemas estructurales de la Marina Imperial Alemana que produjeron muchas de las tensiones y conflictos entre las tripulaciones, y que acabaron finalmente prendiendo la mecha del famoso motín de Kiel y la revolución alemana de noviembre de 1918.

Para ello quiero comenzar precisamente con la decisión de construir una poderosa flota de guerra cuyo objetivo fundamental era permitir al imperio alemán desafiar el orden europeo existente, especialmente contra Gran Bretaña. Bajo esta estrategia político-militar se buscaba al mismo tiempo preservar el sistema político y social de unas clases dominantes que veían amenazada su posición privilegiada en el Reich por las demandas y presiones de las clases trabajadoras y el movimiento obrero.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 1:26 pm

La Construcción de la Flota

La decisión política y militar de crear una gran flota de guerra poderosa rompía con la estrategia adoptada en este ámbito desde la fundación del imperio alemán en 1871. Tras la guerra franco-prusiana (1870-71) que finalmente la posibilitó, la Alemania Imperial comenzó a construir lentamente una flota de segundo rango, limitada a proteger los intereses alemanes en el exterior, bajo el mando de los generales de infantería (y luego almirantes) Albrecht von Stosch hasta 1883 y Leo von Caprivi hasta 1888. Esta estrategia realista cambió radicalmente con el ascenso al trono de Guillermo II en 1888 y su impulso y apoyo a los planes del Gran Almirante Alfred von Tirpitz, que quería construir una gran flota de guerra para mejorar la posición de Alemania en el nuevo orden mundial que se estaba creando. En realidad, Tirpitz quería desafiar el poder a Gran Bretaña como primera potencia naval mundial, ya mediante una especie de guerra fría, ya directamente en una guerra abierta. Con ello, Tirpitz aseguró a Guillermo II que no sólo se garantizaría la expansión industrial alemana, el comercio exterior, las colonias y la Marina, sino también, y más importante, se daría una solución permanente al “problema social” que amenazaba el orden político y social existente.

A tal fin, Alemania comenzó a construir su Flota de Alta Mar en 1897-98 bajo la dirección de Tirpitz, que fue Secretario de la Oficina Naval Imperial durante 1897-1916. Tirpitz planeó un proyecto de construcción naval fabuloso a completar en 20 años: 41 acorazados, 20 cruceros pesados, 40 cruceros ligeros, 144 torpederos y 72 sumergibles, con una dotación total de 100.500 hombres. Aunque esta flota, de completarse, sería inferior a la de la Royal Navy, el Gran Almirante creía que las restricciones financieras y de personal impedirían a Gran Bretaña supera a Alemania en esta carrera de construcción naval. De esta forma, el margen de inferioridad entre la flota imperial alemana y la de Gran Bretaña no pasaría de un tercio y sería compensada por la gran calidad de los barcos de guerra alemanes, tácticas superiores y tripulaciones mejor entrenadas. Así las cosas, Tirpitz creía que era posible derrotar a la Royal Navy en el archipiélago Helgoland en el Mar del Norte, teniendo en cuenta, además, que los británicos no podrían comprometer toda su flota en la batalla a causa de sus compromisos imperiales.

Con el plan de Tirpitz, la Marina recibió prioridad sobre el ejército en la distribución de los presupuestos militares, que casi en su totalidad fueron destinados a la Flota de Alta Mar. Pese a todo, el plan de Tirpitz se demostró finalmente inviable por motivos financieros pocos años antes de que estallase la IGM. Los enormes costes del proyecto de construcción de la flota se cargaron vía impuestos de forma desigual entre la sociedad alemana, provocando un clima de descontento que se materializó en un crecimiento del número de diputados del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) en el Reichstag. No sólo no se había solucionado el “problema social”, sino que ahora la estabilidad del sistema político se veía amenazada también por las demandas del SPD, que en 1912 se convirtió en el partido mayoritario del Reichstag. Pero además, Gran Bretaña, pese a las limitaciones financieras y laborales que había previsto Tirpitz, se lanzó a reforzar a la Royal Navy con nueva construcción naval. Tirpitz tuvo que reconocer finalmente que él “simplemente no podía construir los barcos asignados por falta de fondos”. Este revés naval devolvió al ejército de tierra su papel preponderante en la asignación de presupuestos de 1911-12, si bien Tirpitz confió en que este cambio no afectaría demasiado a su proyecto. A finales de 1914 la Flota de Alta Mar estaba compuesta por 17 acorazados (Dreadnoughts): el buque insignia de la flota Friedrich der Grosse, 8 barcos de las clases Nassau y Helgoland (Primer Escuadrón), y 8 de las clases Kaiser y König (Tercer Escuadrón); 8 preDreadnoughts de las clases Braunschweig y Deutschland, 4 cruceros de batalla (Von der Tann, Moltke, Seydlitz y Derfflinger); y 4 cruceros acorazados (Blücher, Prinz Adalbert, Roon y Yorck). Gran Bretaña tenía 24 Dreadnoughts, 18 cruceros ligeros y 8 más en construcción.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 1:36 pm

La Guerra y La Flota de Alta Mar

Cuando finalmente estalló la guerra en agosto de 1914, las previsiones de Tirpitz y sus colegas en la Marina se demostraron fallidas. En el principal teatro, el Mar del Norte, la Gran Flota británica no salió a buscar batalla en la gran ensenada alemana, donde las condiciones favorecían a los alemanes y perjudicaban a los británicos, sino que simplemente implantó y ejerció un bloqueo casi impenetrable que dejó a la Flota de Alta Mar alemana embotellada en sus puertos prácticamente durante toda la guerra. Salvo las escaramuzas contra barcos británicos en agosto de 1914 y los intentos de destruir fuerzas aisladas de la Royal Navy mediante ataques costeros (que acabaron algunas veces con grandes pérdidas para los alemanes), tal vez única batalla de cierta importancia táctica, pero insuficiente para revertir el contexto estratégico, se dio en la Batalla de Jutlandia en 1916.

La única fuerza naval alemana capaz de causar ciertos daños a la Royal Navy y graves daños al tráfico mercante británico fue precisamente la que Tirpitz había subestimado y descuidado: los sumergibles. No obstante, la acción de los sumergibles era también insuficiente para alterar el desequilibrio existente y forzar un cambio estratégico en la guerra. Los únicos éxitos de la Flota de Alta Mar se redujeron prácticamente al Báltico, pero el control de estas aguas tampoco tuvo un peso importante en el desarrollo estratégico de la guerra. Por tanto, la Flota de Alta Mar permaneció ociosa la mayor parte del tiempo, ociosidad que sentó muy mal a una oficialidad que se negó a llevar sus medallas de guerra. Y al mismo tiempo, la marinería comenzó a sentir la brecha profunda que había entre ellos mismos y el cuerpo de oficiales.

La Marina alemana comenzaba a pagar el precio de unos problemas estructurales que sus jefes no quisieron o fueron incapaces de resolver. Este liderazgo de la Marina mantuvo con celo la distinción entre oficiales ejecutivos, oficiales ingenieros, oficiales de cubierta y marinería. Los oficiales ejecutivos siempre se habían considerado como la élite de la marina, tanto en la jerarquía militar como en la sociedad, e incluso hubo algunos que soñaron en convertirse en una nueva casta militar al estilo de la Junker. A este pensamiento desfasado le acompañaba un conservadurismo político profundamente arraigado. A bordo de sus barcos, los oficiales ejecutivos formaban un grupo distinto. Tenían su propio comedor de oficiales y sus propios tribunales de honor. También vestían uniformes con insignias especiales que subrayaban su especial relación con el emperador, que estaba representado por el rango más alto a bordo, el capitán.

Este estatus privilegiado contrastaba poderosamente con el pequeño número de oficiales ejecutivos, no más de 20 en los acorazados modernos, que tenían a su cargo a unos 30 oficiales ingenieros y de cubierta y a unos 1.000 suboficiales y marinería. En una época en que los conocimientos y capacidades técnicas de los militares eran más importantes que nunca, este elitismo anacrónico provocó pronto envidia o descontento en el resto de las tripulaciones. Tanto los ingenieros navales como los oficiales de cubierta se quejaron continuamente de su exclusión del cuerpo de oficiales ejecutivos, así como del rechazo de cualquier concesión real con respecto a su estatus militar y social. Estaba claro que esta exclusión obedecía principalmente al deseo de un liderazgo desmedidamente conservador de mantener estos grupos, que procedían en su mayoría de las clases medias bajas, separados del selecto grupo al que consideraban la élite de la Marina. Ya en 1913, el capitán von Kühlwetter defendió este elitismo afirmando con toda exageración “que en caso de guerra, el destino de toda la nación podría depender de los oficiales ejecutivos. Por lo tanto, es natural que se valore más alta la carrera de los oficiales ejecutivos que la de los ingenieros navales”.

La guerra a partir de 1914 no hizo más que agravar estas tensiones. En 1916, el comandante en jefe de la Flota de Alta Mar, almirante Reinhard Scheer, confirmó la decisión del comandante en jefe del Grupo de Exploración, vicealmirante Franz von Hipper, de negar la entrada de los ingenieros navales en el comedor del capitán ni en el comedor de los oficiales. Los ingenieros reaccionaron reportando enfermedad o actos de resistencia pasiva, especialmente cuando fueron puesto bajo el mando de un oficial ejecutivo mucho más joven y de menor rango. Los oficiales de cubierta vieron problemas similares de rango y estatus social, e incluso se les negó unas reformas moderadas que hubieran mejorado su situación.

Este conflicto tuvo un profundo impacto sobre la disciplina a bordo de los barcos de la Marina, pues los oficiales ingenieros y de cubierta no eran meros intermediarios entre la marinería y los oficiales ejecutivos. Además, en vez de reportar casos de insubordinación, cuando los hubo, por parte de fogoneros y marinería a los oficiales ejecutivos, guardaron silencio. Todo empeoró cuando un número cada vez mayor de jóvenes oficiales fueron transferidos de los grandes barcos a los sumergibles, pues hasta un cierto punto estos jóvenes oficiales podían haber aliviado las tensiones a bordo. Finalmente, en 1918 el Mando Supremo de la Marina transfirió incluso a muchos de los oficiales superiores de la Flota de Alta Mar. Pronto, su Jefe de Estado Mayor, el contralmirante von Trotha, se quejó del descenso de oficiales experimentados, pues temía sus consecuencias con respecto al ambiente a bordo entre los hombres. Estas quejas llegaban demasiado tarde, pues a principios de octubre, en vísperas del colapso militar y la revolución, la gran mayoría de los marineros ya no tenían confianza en sus superiores. La ”crisis política” que había previsto ya en agosto de 1918 el jefe del Gabinete Naval, almirante von Müller, cuando informó sobre las nuevas quejas de los ingenieros navales, era ahora inevitable.

Cuando el liderazgo político y militar alemán se había embarcado años atrás en una política exterior y naval expansiva, las consideraciones sobre la política interior habían tenido su propio peso en el proceso de toma de decisiones. Desde la fundación del Imperio en 1871, las grandes brechas abiertas entre las viejas élites terratenientes y las nuevas élites burguesas, de una parte, y las clases trabajadoras, de la otra, habían dividido al país, pese a que las condiciones de vida habían mejorado lentamente para las clases bajas antes de 1914. Sin embargo, a las clases trabajadoras se les seguía negando todavía el derecho a una plena emancipación política. El establishment alemán, temeroso de perder sus privilegios de abrir las puertas a la “avalancha roja”, intentó desesperadamente reforzar los cimientos del orden político y social. Era una conducta que se hizo evidente en 1912, cuando el SPD se convirtió en el partido más fuerte del Reichstag. Sin embargo, las clases dominantes no supieron o quisieron ver en el éxito electoral del SPD una advertencia que clamaba por reformar el sistema político. Antes al contrario, como en décadas anteriores, consideraron esta realidad electoral como una amenaza peligrosa que había que abortar, incluso mediante un golpe de estado. Hubo quien sugirió incluso una guerra preventiva cuya esperada victoria reforzaría el prestigio de la monarquía y neutralizaría la “avalancha roja”.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 1:48 pm

Insubordinación y Motines de 1917

Por otra parte, los conflictos sociales y las huelgas políticas -motivadas para protestar por las precariedades de la guerra y para exigir un fin inmediato a la misma- repercutieron gravemente en la Marina por la solidaridad mostrada por una marinería que también padecía esas precariedades. Mientras que los barcos permanecían ociosos en Schillig-Wilhelmshaven (Mar del Norte) o en Kiel (Báltico), el descontento de su marinería no dejaba de crecer, más aún durante el llamado “invierno del nabo” de 1916-17. En Kiel, una de las grandes bases navales, los trabajadores de los astilleros se habían declarado en huelga en marzo de 1917 para protestar por la reducción de los ranchos, Llamaba poderosamente la atención el contraste entre una marinería que pasaba hambre y una oficialidad a la que no le faltaban alimentos. Además, las noticias de la Revolución Rusa en marzo enardecieron todavía más a una marinería politizada que se resistía ante la aplicación estricta de las regulaciones navales por parte de los oficiales ejecutivos. Ahora se echaba en falta a los jóvenes oficiales que habían sido transferidos a los sumergibles, pues venían siendo los mediadores entre la marinería y el cuerpo de oficiales a bordo.

Cuando el Secretario de la Oficina Naval Imperial, Almirante von Capelle, a instancias del Reichstag, ordenó el 20 de junio de 1917 el establecimiento de comités supervisores de alimentos (Menagekommission) en todos los barcos en el Mar del Norte, Scheer ignoró la orden, considerándola una “infracción sobre asuntos puramente militares”. Pero cuando la marinería de los barcos leyó en la prensa que por orden del secretario de estado tenía derecho a supervisar la selección y preparación de los alimentos, entonces se sintió, con razón, engañada y traicionada por sus superiores.

Como la oposición a las órdenes militares o la huelga masiva serían considerados actos de amotinamiento, la marinería respondió en junio con una resistencia pasiva para forzar el establecimiento de los comités supervisores de alimentos. Los líderes de este movimiento tenían diferentes ideologías: por ejemplo, los fogoneros del Prinsregent Luitpold, Albin Köbis y Johann Beckers, eran anarquistas; el fogonero Willi Sachse y el marinero Max Reichpietsch del Friedrich der Grosse, eran simpatizantes socialistas; y el marinero Conrad Lotter del crucero Bremse, un católico nacionalista.

El 6 de junio, la tripulación de la sala de máquinas del acorazado Prinzregent Luitpold inició una huelga de hambre, negándose a comer más nabos. Aunque el Primer Oficial, Herzbruch, intentó calmar a los fogoneros con promesas de pan y beicon, Beckers y Köbis establecieron un consejo de marineros (Soldatenbund) para coordinar los pasos siguientes. Las tensiones en el buque insignia de la flota Friedrich der Grosse estallaron el 5 de julio, cuando los fogoneros se comieron el rancho del día siguiente y se les negó más pan. Esto dio paso a una huelga de hambre organizada por Sachse y Reichpietsch, consiguiendo que los oficiales permitieran servir una sopa de cereales de comida. Además, el capitán Theodor Fuchs consintió en la creación inmediata de un Menagekommission. Los demás barcos siguieron el ejemplo del buque insignia, y pronto, tras huelgas de hambre, se establecieron más comités supervisores de alimentos. El mes siguiente, los marineros de los otros barcos solicitaron el establecimiento de estos comités.

El 31 de julio de 1917, cuando los fogoneros del Prinzregent Luitpold vieron cancelados sus periodos recreativos y de cine, y a cambio se les ordenó ejercicios de infantería como instrucción, el jefe del Menagekommission ordenó a la tercera división de fogoneros no regresar a bordo. Algunos de los marineros, que eran anarquistas declarados o tenían contactos con miembros del USPD, convocaron una salida de los fogoneros para el día siguiente a modo de huelga. El 1 de agosto 47 fogoneros abandonaron el barco, y tras pasar unas cuantas horas en tierra regresaron a bordo creyendo que ya se habría cancelado la instrucción. Pero el capitán del Luitpold ordenó a sus oficiales seleccionar a once de los cabecillas, degradarlos de rango y arrestarlos durante tres semanas.

Tras saber del castigo en la misma noche del 1 de agosto, representantes de los barcos Friedrich der Grosse, Kaiser, Kaiserin y Pillau se reunieron con representantes del Prinzregent Luitpold en un vagón de tren vacío en el muelle y decidieron una salida en masa del Prinzregent Luitpold. El 2 de agosto unos 600 hombres abandonaron el acorazado y se dirigieron al pueblo de Rüstersiel. Herzbruch envió a varios oficiales a buscar a sus hombres y se convocó de inmediato a la policía y a las patrullas costeras navales de Wilhelnshaven. El acorazado fue sitiado y finalmente la huelga fracasó. Sus cabecillas fueron acusados de motín y conspiración política. Otros barcos vieron episodios similares, culminando con una salvaje huelga de carbón, no relacionada con las otras, a bordo del Westfalen catorce días más tarde. Pero todas ellas fueron implacablemente reprimidas.

En algunas de las cabinas de los barcos se habían hallado folletos publicados por el USPD que exigían la paz de forma inmediata y sin anexiones ni indemnizaciones, tal como se había proclamado en junio en el Reichstag con la “Resolución de la Paz”, y de acuerdo con la llamada “fórmula de San Petersburgo”. Esto despertó en el liderazgo de la Marina las sospechas de una conspiración política. Sin prueba alguna de que las huelgas hubieran sido causadas por un movimiento político secreto con conexiones de partidos radicales en Berlín, y sin siquiera leer los folletos, Scheer y von Capelle la dieron por sentada. En consecuencia, Scheer decidió convocar un consejo de guerra que el 26 de agosto sentenció a pena de muerte a cinco líderes de la huelga (Reichpietsch, Sachse, Köbis, Weber y Beckers). Otros recibieron castigos que ascendían a 360 años de prisión.

El Comandante en Jefe de la Flota de Alta Mar, Scheer, tenía que decidir si firmar o conmutar las penas de muerte, o bien dejar el asunto en manos del Kaiser para que decidiera finalmente. Eligió lo primero y el 3 de septiembre de 1917 confirmó las sentencias de Köbis y Reichpietsch, y conmutó las de los otros tres marineros. A las 07:03 a.m. del 5 de septiembre de 1917, Köbis y Reichpietsch fueron fusilados por un pelotón de 20 hombres en Wahn, cerca de Colonia.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 1:53 pm

Repercusiones

Las dos sentencias de muerte no contentaron a los almirantes más conservadores de la Marina, quienes querían que se castigase a los diputados del USPD en el Reichstag, con quienes los marineros habían tenido contactos en junio en Berlín. Scheer, Gustav Bachmann (jefe de la estación naval del Báltico y gobernador del puerto de Kiel) y el vicealmirante Ehrhard Schmidt fueron los que más presionaron a tal fin. Cuando el 9 de octubre, en un acto de propaganda de la derecha política, el almirante von Capelle recibió el bulo de que uno de los marineros había confesado la existencia de un complot contra el Kaiser, el Canciller Michaelis decidió abrir una sesión en el Reichstag contra el USPD. Cuando Capelle tomó la palabra en representación de la Marina, fue constantemente abucheado por los diputados que, olvidando temporalmente sus diferencias ideológicas, defendieron el principio de inmunidad parlamentaria y protección contra las injerencias del gobierno. Friedrich Ebert, el líder de los socialdemócratas, declaró: “Nos alegraremos cada día que pase de que el pueblo alemán sea liberado de este gobierno”.

Todo este asunto incomodó a los oficiales superiores de la Marina, que comenzaron a ver como un gran error la acción emprendida por von Capelle. Además, Scheer no consiguió lo que se propuso cuando decidió castigar severamente a los marineros amotinados, provocando en cambio un incremento de la agitación política y el orden social. De nada sirvieron los “éxitos” logrados a mediados de octubre en el Báltico, en la bahía de Riga y las operaciones navales de la primavera de 1918, pues el aumento de moral que provocaron al principio se desvaneció muy pronto en el verano de 1918, cuando la Flota de Alta Mar tornó a su ociosidad en los puertos, y regresaron la disciplina estricta y los abusos de autoridad a bordo de sus barcos.

El 11 de agosto de 1918, presionado por Scheer, Trotha y Levetzow bajo amenazas de dimisión, Guillermo II se vio obligado a realizar cambios en la jerarquía militar naval. Scheer se convirtió en el Jefe del Almirantazgo y del recién creado SKL, con el capitán von Levetzow como su jefe de estado mayor; Hipper reemplazó a Scheer como Jefe de la Flota de Alta Mar, y Trotha como su jefe temporal de estado mayor hasta que pudieran librarse del contralmirante Alexander von Müller como jefe del Gabinete Naval, momento en que Trotha pasaría a ocupar este puesto, cosa que no sucedió. Como primer acto de su nuevo mando, Scheer ordenó la construcción de 450 sumergibles, 2 acorazados y 15 cruceros. Era una orden absolutamente disparatada que sólo respondía a una táctica psicológica de última hora sin ningún efecto real. E igualmente disparatados eran los objetivos anexionistas del nuevo SKL, si bien seguían la línea de lo sucedido en Brest-Litovsk unos meses antes. Sin embargo, el gran almirante Tirpitz, ya retirado en 1916, propagó todas estas fantasías a la sociedad alemana como presidente del nuevo Partido de la Patria Alemana (Deutsche Vaterlandspartei, DVLP), un partido con más de un millón de miembros. El contralmirante Karl Hollweg de la Oficina Naval pidió una futura flota de 40 acorazados, 40 cruceros ligeros y 200 sumergibles para romper el “monopolio” angloamericano de los mares. El propio Tirpitz consideró la lucha actual como el equivalente de una “Segunda Guerra Púnica” entre Roma (Alemania) y Cartago (Inglaterra), creyendo que era su obligación preparar al Reich al máximo para el último ajuste de cuentas, la “Tercera Guerra Púnica”. Ajenos al contexto estratégico y totalmente alejados de la realidad de una guerra perdida, los altos oficiales de la Marina fantaseaban si cesar.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 2:01 pm

Brest-Litovsk y Michael

En el verano de 1917 Alexander Kerensky, ministro de Guerra del Gobierno Provisional, ordenó una ofensiva general contra las fuerzas austro-húngaras y alemanas. Iniciada el 1 de julio con el objetivo de Lemberg y de sacar a los austro-húngaros de la guerra, y tras unos éxitos iniciales, la ofensiva fue finalmente frenada por las fuerzas alemanas, que provocaron grandes bajas entre las tropas rusas. En la segunda semana de julio los rusos se vieron obligados a detener su ofensiva. Y acto seguido los austro-húngaros y los alemanes contraatacaron y avanzaron por Galiza, Ucrania y los estados bálticos, haciendo retroceder a los rusos unos 240 kilómetros en apenas unos pocos días. En septiembre la segunda mayor ciudad portuaria rusa, Riga, se rindió a los alemanes y el imperio ruso comenzó a desmoronarse. A finales de octubre los bolcheviques dieron un golpe de estado que acabó con el Gobierno Provisional de Kerensky y los aupó al poder, dando paso a la Guerra Civil Rusa. Con Lenin determinado a sacar a Rusia de la guerra para consolidar el poder bolchevique en la guerra civil, el 15 de diciembre de 1917 se firmó un armisticio con las Potencias Centrales. Una semana después comenzó la Conferencia de Paz de Brest-Litovsk entre las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, el imperio otomano y Bulgaria), la Rusia bolchevique y Ucrania, acabando con dos tratados de paz firmados por las Potencias Centrales, primero con Ucrania el 9 de febrero de 1918 y luego con Rusia el 3 de marzo de 1918.

El segundo Tratado de Paz de Brest-Litovsk de 3 de marzo de 1918 obligó a Rusia, fundamentalmente, a renunciar a la Polonia del Congreso, Curlandia, Lituania, las islas Moonsound y Riga, y el futuro estado de esos territorios sería determinado por Alemania y Austria-Hungría de acuerdo con sus poblaciones (Artículo III). Tenía que evacuar los distritos de Kars, Ardahan y Batum, cuyas poblaciones determinarían el futuro estatus de los territorios ·de acuerdo con los estados vecinos, especialmente Turquía” (Artículo IV). Las fuerzas regulares rusas y los Guardias Rojos también tenían que evacuar la Livonia y Estonia al oeste de los ríos Narva y Dvina, pero no se hacía mención alguna al futuro estatus de estas dos provincias (Artículo VI). Finalmente, Rusia estaba obligada a reconocer a Ucrania y Finlandia como estados independientes y a concluir de inmediato tratados de paz con sus respectivos gobiernos (Artículo VI).

De acuerdo con las duras condiciones del tratado, el imperio ruso perdió 780.000 km2, que incluían el 27% de su tierra cultivable, el 26% de sus ferrocarriles, el 33% de su industria textil, el 73% de su producción de hierro y acero, el 89% de sus depósitos de carbón, y el 90% de su producción de azúcar.

Brest-Litovsk avivó los ánimos del nacionalismo expansivo alemán por sus consecuencias geográficas estratégicas. Antes del tratado, el ejército alemán estaba geográficamente dividido entre el Este y el Oeste, con unos 2,5 millones de hombres desplegados en el frente oriental (y unos 3,5 millones en el frente occidental). Tras la firma del tratado, Alemania podía trasladar a la mayor parte de su ejército oriental al frente occidental. Y Ludendorff en el OHL pensó que había llegado el momento de jugárselo todo a una carta lanzando una nueva ofensiva en el Oeste, la Operación Michael en marzo de 1918. El propósito de la ofensiva era conseguir una victoria decisiva antes de la llegada masiva de tropas estadounidenses que cambiarían definitivamente la correlación de fuerzas a favor de los aliados. A pesar del éxito inicial, la ofensiva se detuvo el 5 de abril para dar paso posteriormente a la Operación Georgette (contra la Fuerza Expedicionaria Británica) y la ofensiva de Aisne (contra los franceses). Tras los contraataques aliados de julio y agosto, llegó el desastre y la derrota militar que culminó, según Ludendorff, en el día más negro de la historia militar alemana, el 8 de agosto de 1918, precisamente el día del contraataque británico fuera de Amiens. Tras cuatro años de lucha agotadora y con sus fuerzas disminuyendo sin cesar, el ejército alemán tuvo que retirarse lentamente del Frente Occidental, perdiendo en el proceso todas las ganancias territoriales conseguidas con sus ofensivas de primavera y verano. Con un ejército física y moralmente agotado y una “huelga militar” latente, la noche del 28-29 de septiembre el Alto Mando del Ejército (Oberste Heeresleitung, OHL) reconoció la derrota, y para evitar un colapso total pidió al gobierno que negociase un armisticio.

Mientras el nuevo gobierno de Max von Baden negociaba el armisticio, el SKL, recién establecido en agosto, tenia unos objetivos muy diferentes. Su jefe, el almirante Scheer, creyó que había llegado el momento de ordenar a la Flota de Alta Mar una salida final contra la Gran Flota de la Royal Navy, para mejorar la posición alemana de cara a la paz y evitar así una derrota humillante, especialmente para la Marina, que no había cosechado ningún éxito estratégico sustancial durante la guerra. Además, a principios de octubre, Ludendorff había comentado a un representante del SKL que la Armada sería extraditada muy probablemente a Gran Bretaña y debía pagar la cuenta final de la derrota, algo a lo que se oponía con toda su determinación el SKL.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 2:08 pm

El Plan Operacional No. 19

El 17 de octubre tuvo lugar una reunión entre el gabinete de Max von Baden y Ludendorff, a la que también asistieron Scheer y Levetzow. El propósito principal de este encuentro era deliberar sobre la respuesta alemana a la segunda nota americana. Al finalizar la reunión, Ludendorff habló abiertamente de las expectativas de éxito de una Endkampf (batalla final). Pero el gobierno de Baden respondió a los americanos con términos conciliadores el 20 de octubre. Ludendorff intentó sabotear abiertamente el trabajo del gabinete de Baden, poniendo fin al proceso diplomático.

El 23 de octubre, con la tercera y última nota del presidente Wilson, concluyó el intercambio de notas iniciado el 3 de octubre con la petición del armisticio por parte del gobierno alemán. En ella Wilson declaraba que si tenía que tratar el armisticio con los jefes militares y los monarcas alemanes, en vez de hacerlo con un gobierno democrático y representativo del pueblo alemán, entonces no plantearía negociaciones para la paz, sino que exigiría la rendición. En el OHL, Hindenburg y Ludendorff rechazaron de plano las condiciones de Wilson y ordenaron al ejército, sin dar parte al Kaiser ni al canciller, que se preparara para “combatir hasta el sangriento final” con el fin de evitar una paz vergonzosa. En contra de las instrucciones expresas del canciller von Baden para que permaneciesen en Spa, Hindenburg y Ludendorff viajaron a Berlín el 25 de octubre para exigir que el gobierno rompiera inmediatamente las negociaciones con el gobierno americano. Ante este desafío, el canciller Baden comunicó al emperador Guillermo II que despidiera a los dos jefes del OHL o que aceptara su irrevocable dimisión. Guillermo II apoyó a su canciller y el 26 de octubre convocó a sus dos jefes militares en el Palacio Bellevue, Berlín oeste. Tras criticarlos duramente por su actitud incoherente y por ordenar al ejército prepararse para combatir sin su conocimiento, destituyó a Ludendorff, pero dejó a Hindenburg para evitar una mayor desmoralización de las tropas.

Fue bajo este tenso contexto que el almirante Scheer cursó la orden de 28 de octubre para la ejecución el 30 de octubre de la orden operacional núm. 19 del SKL de 24 de octubre de 1918 que había preparado el Jefe del EM de la Flota de Alta Mar, contraalmirante Adolf von Trotha.

La decisión de esta operación suicida se había tomado tras un mes de planificación e intrigas por parte del almirante Scheer, el vicealmirante Adolf von Trotha y el capitán Magnus von Levetzow. El 29 de septiembre de 1918 este triunvirato quedó conmocionado al enterarse de la declaración de Ludendorff de que la guerra estaba perdida y sólo un armisticio inmediato podía evitar la debacle militar y la devastación total en el frente y en la retaguardia. Scheer, Trotha y Levetzow estaban horrorizados con esta perspectiva, pues creían que la guerra no estaba perdida y que Alemania todavía tenía suficiente poderío para seguir luchando. No sólo lo creían estos tres altos oficiales, sino que en apenas tres semanas también lo creería el propio Ludendorff, cambiando drásticamente de opinión.

Los preparativos del plan, mantenidos en secreto y no comunicados al canciller ni al emperador, habían comenzado inmediatamente después de que el 3 de octubre Ludendorff hubiera dicho al representante del SKL (el teniente comandante von Yorck) en Spa que el destino final que esperaba a la Marina Imperial era su rendición y su internamiento en Gran Bretaña. El 4 de octubre Yorck reportó a Scheer la opinión de Ludendorff, siendo Trotha el primero en sugerir una batalla final contra la Royal Navy. Trotha explicó al jefe del EM de Scherr, von Levetzow, que una batalla final era la única opción abierta para evitar que la Marina tuviese un final vergonzoso. Y también le comentó que “Una batalla honorable de la flota, incluso si se convierte en una batalla mortal en esta guerra, dará nacimiento -en tanto nuestra gente no falle como nación- a una nueva futura flota alemana; una flota encadenada por una paz vergonzosa no tendrá futuro”. En otras palabras, una batalla final contra la Royal Navy era la única manera de salvar el honor de la Marina, aunque en ella quedase destruida toda la flota y sus tripulaciones al completo. Era, esencialmente, una cuestión de salvar el prestigio de los mandos de la Marina a cuenta de los barcos y las tripulaciones de la Flota de Alta Mar.

El Plan Operacional No. 19 proyectaba un despliegue nocturno de toda la Flota de Alta Mar en la ensenada Hoofden, la sección del Mar del Norte situada entre el Canal inglés, la costa este de Inglaterra y la costa holandesa. Desde allí pequeñas unidades debían paralizar el tráfico naval en la costa holandesa y lanzar ataques iniciales en dirección a la desembocadura del Támesis. Se previó que la Gran Flota reaccionaría intentando cortar la ruta de retirada de la Flota de Alta Mar al norte de Hoofden. De camino, muchos barcos británicos serían hundidos por los sumergibles alemanes y los campos de minas, proporcionando de esta forma una ventaja estratégica a los alemanes para la batalla naval principal, que se anticipaba tendría lugar cerca de la isla holandesa de Terschelling. Este plan debía comunicarse a las tripulaciones de la flota sólo cuando estuvieran en el mar y se hubieran cortado las comunicaciones con el interior.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 2:14 pm

La Rebelión de la Flota de Alta Mar

Los oficiales de estado mayor de la Flota de Alta Mar se reunieron en la cabina de Hipper en la ensenada de Schillin al anochecer del 29 de octubre (un pueblo del distrito Friesland de la Baja Sajonia, situado en la costa oeste de Jadebusen -Bahía de Jade, Mar del Norte-, y distante 20 kilómetros de la ciudad de Wilhelmshaven). Cuando el comandante en jefe de la flota, Hipper, y su jefe de EM, Throtha, estaban informando a sus líderes de escuadrón de los detalles del plan de la operación para el día siguiente, llegaron noticias del III Escuadrón, el más poderoso de la flota, de que habían estallado motines en los acorazados Kaiserin, König, Kronprintz, Wilhelm y Markgraf. También de que los marineros de los cruceros de batalla Derfflinger y von der Tann se habían negado a regresar a sus puestos. Por último, las tripulaciones del Thuringen y el Helgoland del I Escuadrón se habían rebelado igualmente o estaban a punto de hacerlo. Un tanto de lo mismo tuvo lugar en el Baden, los cruceros de batalla Moltke y Seydlitz, y los cruceros ligeros Pillau, Regensburg y Strassburg. Sólo las tripulaciones de los torpederos y los sumergibles permanecieron leales a sus oficiales. Así las cosas, Hipper suspendió de inmediato la operación.

¿Qué había ocurrido? Que cuando corrió la voz entre la marinería de que los jefes de escuadrón habían sido convocados por el jefe de la flota la noche del 29 de octubre, sospecharon rápidamente que se estaba preparando una salida inminente de la flota y, en consecuencia, se amotinaron. Inicialmente, el motín de los marineros se limitó a rechazar el ataque planificado sobre la flota británica. No intentaron tomar permanentemente el control de la flota, y durante la rebelión mostraron muy poca violencia. Cuando un torpedero y un sumergible amenazaron con torpedear a los rebeldes a bordo del Helgoland y del Thüringen, los marineros sublevados se rindieron. En conjunto, se confinó a unos 1.000 marineros mientras el mando naval intentaba restaurar el orden. Creyendo que la rebelión había sido aplacada, Hipper reactivó la operación, inconsciente del alcance que había tenido el amotinamiento. Pero al día siguiente, 30 de octubre, la rebelión se extendió al Friedrich der Grosse y al König Albert, e Hipper canceló definitivamente la operación. Su último gran error fue dispersar la flota. Envió el II Escuadrón al Elba, el III a Kiel, y el IV a Wilhelmshaven.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 2:21 pm

El Motín de Kiel

El comandante del III Escuadrón,, almirante Kraft, al mando de unos 5.000 marineros, y los barcos de guerra KönigBayernGrosser KurfürstKronprinz y Markgraf sometieron a sus hombres a una maniobra para probar su lealtad. Tras comprobarla con éxito, la flotilla partió hacia el puerto de Kiel llegando en la noche del 31 de octubre. Poco antes de atracar se arrestó a otros 47 marineros a bordo del Markgraf, algunos de los cuales fueron enviados a la prisión de la Feldstrasse en Kiel. Una vez atracada la flotilla, Kraft fue a discutir la situación con el comandante naval de Kiel, almirante Souchon. Tomaron la decisión de dar permiso a los marineros para dejar sus barcos. Luego justificaron esta decisión argumentando que pensaban que se mantendría la disciplina siempre y cuando no hubiera más intentos de poner en marcha la operación ofensiva. Su decisión se demostró totalmente errada.

A lo largo de los siguientes tres o cuatro días, una serie de sucesos locales, conectados entre sí, en Kiel se combinaron para transformar el limitado motín de los marineros en el punto de inicio de un movimiento de protesta social mucho más amplio, movimiento que el 9 de noviembre llevaría a la proclamación de la república en Berlín. El primero de los cinco días de protestas en Kiel tuvo lugar el 1 de noviembre, cuando unos 250 marineros y unos cuantos oficiales subalternos se reunieron en el edificio de los sindicatos de Kiel, tras saber de la operación de la marina y del arresto de compañeros. El 2 de noviembre, a medida que más marineros se enteraron de lo que estaba ocurriendo, más de 600 marineros de los barcos de guerra BayernKönig y Markgraf convergieron en Waldwiese al sur de Kiel. El asunto principal que se discutió, en medio de un ambiente revolucionario, fue la situación de los marineros arrestados. A la conclusión de esta reunión de 2 de noviembre, los marineros acordaron que podían esperar que muchos hombres más se unirían a ellos al día siguiente, domingo, y entonces podrían marchar por las calles de Kiel para demostrar a los demás que “todavía estaban allí”.

La previsión de los marineros se demostró correcta, y el domingo 3 de noviembre se estima que entre 4.000 y 8.000 manifestantes, incluyendo mujeres y hombres civiles, se congregaron en Waldwiese, donde el asunto principal siguió siendo la situación de los marineros arrestados. Cuando acabó la discusión, varios miles de manifestantes marcharon hacia el centro de la ciudad de Kiel, y muchos de ellos comenzaron a pedir la liberación de los marineros arrestados en la prisión de Feldstrasse. Alertados por los informes de los agentes de policía, las autoridades enviaron una patrulla militar de unos 30 a 40 soldados para proteger la prisión. Cuando llegaron los manifestantes y se negaron a dispersarse, los soldados abrieron fuego por encima de las cabezas de los protestantes, pero cuando éstos siguieron su marcha los soldados dispararon nuevamente, esta vez matado a nueve e hiriendo a otros 29 manifestantes, ninguno de ellos mujeres. A su vez, el comandante de la patrulla, un tal Steinhäuser, resultó gravemente herido durante la confrontación. Sea como fuere, los disparos de la patrulla consiguieron finalmente dispersar la manifestación, y los comandantes militares de Kiel creyeron que había vuelto la calma a la ciudad.

Nada más lejos de la realidad. A primeras horas del 4 de noviembre, pequeños grupos de marineros rebeldes se dirigieron a los barracones del centro de la ciudad de Kiel pidiendo nuevas manifestaciones y buscando conseguir armas y municiones. Molestos por la injusticia de la violencia del día anterior, poco después del mediodía miles de marineros de los mucho más grandes complejos del norte de Kiel se unieron a la rebelión. Y en esos momentos, en acto de solidaridad, los trabajadores de Kiel se declararon en huelga. A las 14:00 horas el almirante Souchon reconoció que la situación estaba perdida. Escribió más tarde que en el distrito de Wik ya había 2.000 rebeldes bien armados y que intentar su neutralización acabaría en un baño de sangre. Además no estaba seguro de cuántas unidades militares de Kiel estarían dispuestas a enfrentarse a los rebeldes, y sospechaba que incluso se volverían contra los comandantes que abrieran fuego contra sus camaradas. Así que para rebajar la tensa situación, Souchon hizo una proclamación anunciando que estaba dispuesto a conceder las demandas de los marineros. En respuesta, tras un encuentro entre Souchon y los representantes de los rebeldes (cuya elección marcó el nacimiento de los consejos de soldados y marineros) fueron liberados 16 prisioneros de la prisión de la Feldstrasse sobre las 16:00 horas. Fueron recibidos por una multitud de unos 2.000 rebeldes armados que celebraron la liberación como una victoria marchando por las calles del centro de Kiel, cantando y exhibiendo banderas rojas. Cuando informó sobre estos acontecimientos, Souchon añadió que los rebeldes victoriosos “no cometieron un simple acto de violencia”.

Pocas horas más tarde llegaron a Kiel el secretario de estado Conrad Haussmann y el portavoz socialdemócrata de asuntos militares, Gustav Noske. Habían sido enviados a toda prisa esa misma mañana desde Berlín para calmar la situación tras los sucesos violentos (el tiroteo de la patrulla) del día anterior. Fueron recibidos por los aplausos de cientos de marineros y llevados a la Wilhelmsplatz, donde se habían congregado unas 1.000 personas. Noske prometió a la multitud que elevaría sus demandas al gobierno en Berlín. Cuando acabó su discurso hubo una explosión de alegría entre la multitud. Sin embargo, pronto se extendieron por Kiel toda clase de rumores que alertaban de una respuesta violenta de fuerzas reaccionarias que se dirigían hacia Kiel para suprimir a los rebeldes (desde los húsares hasta un barco de guerra capitaneado por un hijo de Guillermo II), aunque ninguno de estos rumores se demostró cierto en los próximos días.

Los sucesos de Kiel pronto surtieron efectos en otras ciudades alemanas. En Hamburgo el 5 de noviembre, en contra de las órdenes recibidas por los líderes de los sindicatos, los trabajadores de un astillero se declararon en huelga. Por la tarde, los trabajadores del puerto celebraron una reunión masiva y pidieron una huelga general en apoyo de la revuelta de Kiev y la abdicación del Kaiser. En Bremen sucedió algo parecido, y pronto siguieron ejemplo en Lubeck, Cuxhaven, Rensburg, Restock y otras pequeñas ciudades que estaban en manos de las clases trabajadoras. El golpe de gracia vino dado por el levantamiento revolucionario en el reino de Baviera. El 7 de noviembre unas cien mil personas se congregaron en Munich exigiendo la abdicación del Kaiser. Cuando se dispersó la multitud, los soldados revolucionarios se unieron con la guarnición de la ciudad y ocuparon todos su puntos estratégicos. Bajo el liderazgo de Kurt Eisner se ocupó el parlamento y el 8 de noviembre se proclamó la República Popular de Baviera y el rey Ludwig III abdicó.

El 8 de noviembre la revolución se extendió a las grandes áreas urbanas de Sajonia, Baden, Hesse-Darmstadt, y los estados de Wurttemberg y Thüringen, cayendo poco a poco todas sus dinastías. El 9 de noviembre la revolución estalló en Berlín con la doble proclamación de una república y una república socialista.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Sab Nov 14, 2020 2:24 pm

Epílogo

A diferencia de lo ocurrido en 1917, el motín de la marinería de la Flota de Alta Mar en octubre de 1918 no fue un acto aislado, por más que fuese un acto espontáneo. Los marineros se amotinaron porque consideraron a los almirantes unos rebeldes que estaban dando un golpe de estado contra la reforma constitucional que había llevado a cabo la mayoría parlamentaria del Reichstag y que había entrado en vigor el 28 de octubre de 1918. A resultas de la reforma, todo el ejército y sus jefes, incluido el emperador, estaban subordinados al gobierno de la nación. El plan ideado por Scheer, Trotha y Levetzow, no comunicado al gobierno, significaba un golpe de mano contra las negociaciones que el gabinete Baden estaba llevando a cabo con el presidente Wilson. La marinería, consciente de ello y ansiosa por la paz, se rebeló en consecuencia. Hipper y Trotha describieron el motín como un “movimiento bolchevique”, pero no hubo un solo contacto del USP de Berlín con la marinería de la flota conminándola a rebelarse contra sus oficiales, ni tampoco para derrocar al gobierno.

Nota sobre las fuentes

Para reunir la información que he proporcionado en este ensayo me he servido fundamentalmente de las siguientes obras. Para la construcción de la flota de guerra he seguido principalmente a Holger H. Herwig y su “Luxury” Fleet. The Imperial German Navy 1888-1918 (1980). Para el papel de la Marina Imperial alemana en la guerra, el libro citado antes de Herwig y su The First World War. Germany and Austria-Hungary 1914-1918 (2014); el libro de Alexander Watson, Ring of Steel. Germany and Austria-Hungary in World War I (2014); y el libro de Robert Gerwarth, November 1918. The German Revolution (2020); para Brest-Litovsk, el libro de Borislav Chernev, Twilight of Empire. The Brest-Litovsk Conference and the Remaking of East-Central Europe, 1917-1918 (2017); y para las rebeliones de la flota en el verano de 1917 y octubre de 1918, además de los libros antes citados, he utilizado a Michael Epkenhans, “Red Sailors” and the Demise of the German Empire, 1918, en Christopher M. Bell y Bruce A. Elleman (Eds.), Naval Mutiniesof the Twentieth Century. An Internstional Perspective (2003), pp. 66-87. Y para el motín de Kiel he copiado lo ya escrito en el enlace indicado en el inicio de este ensayo, cuyas fuentes son Mark Jones, Founding Weimar. Violence and the German Revolution of 1918-1919 (Cambridge University Press, 2016), capítulo 1, La Grande Peur of November 1918, pp. 27-66; William A. Pelz, A People's History of the German Revolution (Pluto Press, 2018), capítulo 4, The Road to the November Revolution, pp. 48-66.
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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 02, 2020 1:25 am

Me ha sorprendido encontrar este hilo en un Foro sobre la WWII, bien escrito e instructivo, mis felicitaciones al autor. Solo me gustaría hacer unos apuntes, si se me permite.
el rechazo de la marinería de los acorazados y cruceros de la Flota de Alta Mar (Hochseeflotte) de la Marina Imperial Alemana (Kaiserliche Marine) a participar en una batalla suicida
Efectivamente esa es la idea que corrió entre las tripulaciones, pero si estudiamos el plan operativo de suicida no tenía nada, más bien se trataba de combatir al caer la tarde y con los campos de minas propios a mano, más que buscar una batalla decisiva, parece que la intención de los Almirantes implicados era torpedear las negociaciones con los Aliados, como bien se explica en el artículo.
contra la Gran Flota (Great Fleet) de la Royal Navy,
Perdón por la pijotada, pero se trata de la Grand Fleet (los británicos, que son así).
Con el plan de Tirpitz, la Marina recibió prioridad sobre el ejército en la distribución de los presupuestos militares, que casi en su totalidad fueron destinados a la Flota de Alta Mar.
En realidad el porcentaje máximo del presupuesto dedicado a la Armada fue de aproximadamente un tercio, como es lógico en un país como el Imperio alemán, el Ejército se llevaba la mayor parte.
mediante ataques costeros (que acabaron algunas veces con grandes pérdidas para los alemanes)
Las operaciones de bombardeo costero (tres) no sirvieron de nada, pero tampoco conllevaron mayores pérdidas. La peor, Jutlandia/Skagerrak aparte obviamente, fue la pérdida del crucero acorazado SMS Blücher durante la redada de Dogger Bank que dio lugar a la batalla de mismo nombre.
Los únicos éxitos de la Flota de Alta Mar se redujeron prácticamente al Báltico, pero el control de estas aguas tampoco tuvo un peso importante en el desarrollo estratégico de la guerra.
Con este punto no puedo estar de acuerdo. El dominio del Báltico no solo proporcionó el esencial mineral de hierro sueco, también resultó fundamental, junto a la entrada en guerra del Imperio otomano gracias a la presencia del SMS Goeben en Constantinopla, para aislar a Rusia. Se puede decir que la Kaiserliche Marine fue un factor decisivo para que los alemanes lograsen la victoria en el Frente Oriental.
Ajenos al contexto estratégico y totalmente alejados de la realidad de una guerra perdida, los altos oficiales de la Marina fantaseaban si cesar.
Correcto, y no solo en la Armada, ahí tenemos a Ludendorff y sus Ofensivas de Primavera. Lo triste es que los mismos que perdieron la guerra con sus nefastas decisiones estratégicas, fueron los que se inventaron el mito de la puñalada por la espalda, que tanto ayudaría al surgimiento del nazismo tres lustros más tarde.
con unos 2,5 millones de hombres desplegados en el frente oriental (y unos 3,5 millones en el frente occidental)
Bastantes menos a esas alturas de la guerra, las cifras más cercanas serían unos 2,7 millones en el Frente Occidental y poco más de dos millones en el Oriental. Tras el traslado de tropas de un Frente a otro, los germanos iniciaron la Kaiserschlacht con unos 3,7 millones de hombres, tras dejar un millón en el Este (y que casi 100.000 desertasen por el camino).
Los marineros se amotinaron porque consideraron a los almirantes unos rebeldes que estaban dando un golpe de estado contra la reforma constitucional que había llevado a cabo la mayoría parlamentaria del Reichstag
Lo más gracioso, es que cuando se informó tardíamente al Príncipe Baden de la frustrada operación, dijo que de haberle consultado hubiese dado su visto bueno.

Saludos.

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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por José Luis » Mié Dic 02, 2020 10:28 am

¡Hola a todos!
SMS Derfflinger escribió: Me ha sorprendido encontrar este hilo en un Foro sobre la WWII, bien escrito e instructivo, mis felicitaciones al autor. Solo me gustaría hacer unos apuntes, si se me permite.
Gracias por los comentarios y los apuntes. En realidad, lo que me sorprende a mí es que en los foros sobre la IIGM no haya hilos sobre la IGM. Hay muchos asuntos de la IIGM, en general, y del periodo de entreguerras, en particular, que son difícilmente comprensibles fuera del contexto de lo que sucedió en la IGM y su inmediata posguerra. Y esto es especialmente importante para el caso de Alemania. Una de las razones que me llevaron a escribir este ensayo fue la cantidad de similitudes que observé entre decisiones estratégicas de los líderes políticos y militares de la Alemania guillermina y los de la Alemania hitleriana. Y el factor común a casi todas ellas está en la falta de realismo de quienes las tomaron en cuanto al potencial real del país en el ámbito económico y financiero, de una parte, y el aparente desdén que mostraron hacia las reacciones estratégicas de sus potenciales enemigos, de la otra.

El caso de la Marina de Guerra no escapa a este paradigma. Comenzando por la muy ambiciosa decisión de construir una poderosa flota de guerra, un proyecto que no tenía en cuenta las realidades socio-políticas del país, las limitaciones presupuestarias ni la reacción de Gran Bretaña. Ni Tirpitz en la armada ni Schlieffen en el ejército vieron satisfechas sus pretensiones de aumentar y reforzar sus efectivos humanos y materiales por dos motivos fundamentales: la oposición mayoritaria del Reichstag a la conscripción universal (que en este caso era una representación verdadera del sentir de las clases trabajadores y el movimiento obrero al respecto), y las limitaciones económicas y financieras de Alemania, así como la oposición del Reichstag a aumentar los presupuestos militares en la medida necesaria para satisfacer esas pretensiones.

Aunque las circunstancias políticas eran totalmente diferentes, en el Tercer Reich se cometió el mismo error en la planificación estratégica. En el caso particular de la Marina de Guerra, el proyecto de construcción naval acordado por Hitler y Raeder, si bien no hacía frente a ningún obstáculo de una oposición política inexistente, carecía del mismo realismo económico y financiero que marcó el proyecto de construcción naval de Guillermo II y Tirpitz. Con el agravante de que estaba acompañado de unos proyectos desmedidos en la expansión del ejército de tierra y otros totalmente disparatados con respecto al ejército del aire.

Otra particularidad más de las actitudes de los lideres de la Marina de Guerra en la IGM, especialmente en su última etapa y por el "deshonor" del internamiento de la flota, fue la de sembrar las raíces de un odio patológico a la república que se creó en 1919 y a todo su sistema parlamentario. Los mayores reaccionarios y golpistas militares de 1919-1923 pertenecían a la extinta Kaiserliche Marine.

Hay muchos ejemplos más, pero remataré esta pequeña muestra con uno crucial. En ambas circunstancias históricas, los líderes políticos y militares alemanes mostraron un desdén irresponsable en el terreno de la diplomacia europea. En el caso de Guillermo II se rompió con la política de alianzas (especialmente con Rusia) perseguida y mantenida por Bismarck para preservar un cierto equilibrio de poderes en el continente y no dejar a Alemania aislada entre sus enemigos, y se acometió una política destinada claramente a una futuro enfrentamiento armado contra una coalición de enemigos mucho más poderosa. Ya con anterioridad a ese desastroso rumbo en la política exterior guillermina, Moltke el Viejo había sido incapaz de resolver satisfactoriamente el escenario de una guerra en dos frentes (Este y Oeste) entre Alemania y sus potenciales aliados, de una parte, y Francia, Gran Bretaña y Rusia (más sus aliados potenciales), de la otra. En todos los escenarios militares posibles (ejercicios de mapa, juegos de guerra, memorandos, etc.) llevados a cabo por Moltke el Viejo el resultado era siempre el mismo: Alemania perdía. Los escenarios planteados más tarde por Schlieffen ante la misma encrucijada de una guerra en dos frentes mostraron también que no había solución exitosa. El famoso memorando de Schlieffen de finales de 1905 y principios de 1906 (que ha pasado a ser conocido en la historia como el "Plan Schlieffen" y que supuestamente brindaría la victoria a Alemania) descansaba en unos presupuestos inexistentes, principalmente en la cantidad de fuerzas alemanas utilizadas por Schlieffen en dicho memorando. Conocedor de esta situación, el juego de guerra más ambicioso y exhaustivo que llevó a cabo Schlieffen se basó en una defensa estratégica en líneas interiores para frustrar las esperadas ofensivas de Francia y Rusia, pero jamás para ganar la guerra ni derrotar a Francia como se ha dicho en todas partes. Por tanto, cuando estalló la guerra en el verano de 1914, Moltke el Joven no tenía un plan realista para derrotar a Francia porque no tenía la cantidad de fuerzas necesarias para tal fin ni las capacidades logísticas para llevarlo a cabo con éxito.

Con Hitler se repitió la situación hasta un cierto grado. Aunque una guerra en dos frentes era tabú para Hitler y sus gerifaltes militares, se embarcaron en una guerra contra Polonia sin tener un plan estratégico de antemano para lidiar con las posibles reacciones de Francia y Gran Bretaña. Cuando estas dos potencias declararon finalmente la guerra a Alemania a principios de septiembre de 1939, los alemanes no tenían un plan sobre cómo continuar la guerra que ellos mismos habían desatado. Lo que siguió es bien conocido para resumirlo aquí; basta decir que la suerte hizo que Hitler conociera un plan elaborado por Manstein (y desdeñado por sus superiores), que lo apoyara, que se probara y finalmente se llevase a cabo en mayo de 1940. Dejando a un margen lo que sucedió en esta increíble campaña militar, el hecho es que a su conclusión y pese a haber sacado a Francia de la guerra, los alemanes seguían sin saber cómo continuar la guerra contra Gran Bretaña. La solución de Hitler fue romper con el tabú de una guerra en dos frentes, abriéndola con su invasión de la URSS, que finalmente devino en una guerra multifrontal.

En ambas estrategias fallidas, la implicación de los jefes de la armada fue sustancial. La de Tirpitz ya la conocemos en parte; no tanto la de Raeder. Si bien este último rechazaba la invasión de la URSS, y dejando a un margen sus proyectos de preguerra, sus proyectos cara a una expansión geográfica estratégica en el verano de 1940 eran realmente fantásticos (digo fantásticos porque parecían no tener en cuenta las reacciones británica y estadounidense). En ambos casos, tanto con Tirpitz como con Raeder (y Hitler), se despreció la importancia del arma submarina en favor de los grandes barcos de guerra.

En fin, acabo esta intervención dando la bienvenida al foro al usuario SMS Derfflinger y agradeciéndole sus puntos de vista.

Saludos cordiales
JL
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Re: El Motín de Kiel

Mensaje por SMS Derfflinger » Mié Dic 02, 2020 11:03 pm

Hay muchos asuntos de la IIGM, en general, y del periodo de entreguerras, en particular, que son difícilmente comprensibles fuera del contexto de lo que sucedió en la IGM y su inmediata posguerra.
Totalmente de acuerdo, aquí todos sabéis que Churchill las agrupa en una nueva Guerra de los Treinta Años.
la oposición mayoritaria del Reichstag a la conscripción universal (que en este caso era una representación verdadera del sentir de las clases trabajadores y el movimiento obrero al respecto), y las limitaciones económicas y financieras de Alemania, así como la oposición del Reichstag a aumentar los presupuestos militares en la medida necesaria para satisfacer esas pretensiones.
Es interesante que se conozcan dos hechos que suelen pasar inadvertidos. El primero es que el Imperio alemán, aunque lejos de ser una democracia de corte occidental, tampoco era un régimen autocrático como Rusia, pues el Reichstag tenía la facultad de aprobar los presupuestos, que no es moco de pavo. Lo segundo, que la imagen del Imperio como un país altamente militarizado tampoco responde a la realidad, por ejemplo Francia tenía un servicio militar obligatorio de tres años, por solo dos en Alemania, hecho que le permitiò movilizar casi el mismo número de efectivos en Agosto de 1914 con una población un tercio menor. Por supuesto, como bien comentas, el auge del SPD tuvo mucho que ver con ello.
Conocedor de esta situación, el juego de guerra más ambicioso y exhaustivo que llevó a cabo Schlieffen se basó en una defensa estratégica en líneas interiores para frustrar las esperadas ofensivas de Francia y Rusia, pero jamás para ganar la guerra ni derrotar a Francia como se ha dicho en todas partes.
Aquí hay mucha miga, pero lo más probable es que sin la invasión de Bélgica Gran Bretaña hubiese permanecido neutral, al menos en 1914. Si el Imperio alemán se hubiese mantenido a la defensiva en el Oeste y atacado en el Este junto al Imperio Habsburgo, lo más probable es que hubiese ganado la guerra.
En fin, acabo esta intervención dando la bienvenida al foro al usuario SMS Derfflinger y agradeciéndole sus puntos de vista.
Muy amable. Lo cierto es que soy Administrador de otro Foro al que tengo que dedicar mucho tiempo y por lo tanto no podré dedicarlo a este, pero de vez en cuando os leo y debo felicitaros tanto por el nivel como por la seriedad de los debates, seguir así.

Saludos.

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