La URSS como un "coloso con pies de barro"

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La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por José Luis » Mar May 14, 2024 9:19 am

Por falta de espacio en la casilla no pude completar el título. Lo hago aquí:

La Unión Soviética como un "coloso con pies de barro". Del mito a la realidad.

Se atribuye el origen de la famosa expresión “un coloso con pies de barro” a un texto de la Biblia, en Daniel 2:31-35 en referencia a Nabucodonosor y su vasto imperio. El rey soñó con una gran estatua con cabeza de oro fino, pecho y brazos de plata, vientre y muslos de bronce, piernas de hierro, y pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, hasta que una piedra, no cortada, golpeó los pies y los pulverizó, y con ellos toda la estatua.

Desconozco cuando comenzó la aplicación de esta expresión a Rusia, pero es muy antigua, y sin lugar a la duda se aplicó inicialmente a la Rusia Imperial, probablemente durante el siglo XIX. Por ejemplo, en un artículo de febrero de 1845 en Demokrata Polski se declaraba que Rusia había dominado la estructura de poder del continente europeo después de 1815, y que sólo el levantamiento polaco de noviembre de 1831 había dejado claro que el “coloso ruso se mantiene en pies de barro”. (Demokrata Polski, 22 de febrero de 1845, Biblioteca Polaca de París (BPP), no. 9561).

Durante la IGM, a finales de 1915 un tal Edward Goldbeck publicó una carta bajo el título “El Coloso Imperial con pies de barro” con un titular que rezaba: “No podrá enfrentarse a Alemania en el campo de batalla hasta que sus hombres de acción comprendan que primero la nación tiene que ser educada y elevada material, moral y mentalmente”. (Russia, The Imperial Colossus with Feet of Clay. Edward Goldbeck. Public Ledger, Philadelphia, Sunday Morning, November 12, 1915. Will Be Unable to Cope With Germany on the Battlefield Until Her Men of Action Understand That the Nation Has First to Be Educated and Elevated Materially, Morally and Mentally).

En Alemania la imagen de Rusia como un coloso con pies de barro debió ser muy antigua también, pero cobró fuerza y fue típica de la propaganda de la extrema derecha en la prensa alemana durante finales del Siglo XIX y comienzos del XX, añadiendo que Rusia era una mezcla medio-asiática de eslavos y mongoles, “carente de cultura”. Aquí había ya los tintes racistas y anti-eslavos que recogerá más tarde la cosmovisión racial nazi con Hitler.

El propio Hitler se refirió no pocas veces a la Unión Soviética en términos similares. Quizá los comentarios de Hitler que resumen todos los demás que hizo los realizó el dictador el 9 de enero de 1941 en una reunión que mantuvo con su alto mando del ejército. En esta ocasión dijo literalmente que las fuerzas armadas rusas “son un coloso de barro sin cabeza”. Kriegstagebuch des Oberkommandos der Wehrmacht (Wehrmachtführungsstab), vol. 1: 1. August 1940–31. Dezember 1941, ed. Percy Ernst Schramm, Munich, 1982, pp. 257 y ss.. (entrada del 9 de enero de 1941). Esta era una expresión mucho más despreciativa que las que se habían realizado en el Siglo XIX sobre la Rusia Imperial, pues un coloso de barro sin cabeza es mucho más degradante que un coloso con pies de barro. Añadió que la derrota del Ejército Rojo sería más aplastante incluso que la del Ejército francés en el verano de 1940 y que la fuerzas armadas rusas no tenían buenos generales, estaban mal equipadas, pero no debían subestimarse.

Unos meses antes, cuando se reunió con el liderazgo militar el 31 de julio de 1940 para ordenar la planificación de la invasión soviética, Hitler consideró que la URSS sería derrotada en cinco meses como máximo. Más optimista parecía el comandante en jefe del ejército, Brauchitsch, quien ya unos días antes, el 22 de julio, había dicho a Hitler que el ejército alemán sólo necesitaría de 4 a 6 semanas para una campaña contra la Unión Soviética. No sólo era una creencia de Hitler y Brauchitsch. En su planificación de agosto, Erich Marks estimó que necesitarían entre un mínimo de 2 meses y un máximo de 4 meses para conseguir la victoria final. El tiempo necesario para la victoria fue reduciéndose en los meses siguientes; en diciembre se estimó en poco más de un mes, y en abril de 1941 Brauchitsch consideró que las batallas fronterizas estarían liquidadas en 4 semanas, tras lo cual la resistencia soviética sería insignificante. Andreas Hillgruber (1997). The German Military Leaders' View of Russia Prior to the Attack on the Soviet Union, en Bernd Wegner (ed.), From Peace to War: Germany, Soviet Russia, and the World, 1939-1941 (pp. 169-186).

La gran mayoría de los jefes de estado mayor de grupos de ejércitos y ejércitos contemplaba entre 8 y 10 semanas para acabar la guerra. La única excepción vino dada por un general de intelecto superior: el General de Infantería Georg von Sodenstern, Jefe de Estado Mayor General del Grupo de Ejércitos Sur de von Rundstedt. Durante la dirección de un ejercicio de mapa en enero de 1941 preguntó a sus participantes: “¿Está claro para ustedes que ahora hemos perdido la guerra?”. Andreas Hillgruber, Ibid., 183.

Los altos oficiales del Ejército alemán, en general, compartían una opinión negativa, incluso muy negativa, sobre el Ejército Rojo. La valoración que hizo el general Günther Blumentritt el 18 de abril de 1941, entonces Jefe de Estado Mayor General del 4º Ejército, es ilustrativa de lo que se pensaba dentro del generalato alemán:

Tal vez los rusos intenten realmente resistir y combatir a los alemanes entre la frontera occidental y el Dnieper, movimiento que sería muy deseable […] Ni siquiera el Ejército Imperial era rival para el mando alemán, y los comandantes rusos hoy están todavía en una mayor desventaja. Las carencias de los rangos medios son incluso mayores […]. Los efectos de las armas alemanas, cuyo prestigio se ha incrementado con la campaña contra Yugoslavia, se harán notar pronto. Habrá catorce días de duro combate. Con un poco de suerte, por entonces lo habremos logrado. Jürgen Förster y Evan Mawdsley (2004). Hitler and Stalin in Perspective: Secret Speeches on the Eve of Barbarossa. War in History, Vol. 11, No. 1, 61-103, p. 69.

En el “Handbuch über die Kriegswehrmacht der UdSSR”, publicado por el Abteilung Fremde Heere Ost el 1 de enero de 1941 se puede leer el siguiente extracto: “El carácter nacional ruso -lentitud de ingenio, esquematismo, miedo a la responsabilidad y a tomar decisiones- no ha cambiado...La debilidad [del Ejército Rojo] yace en la torpeza de sus comandantes a todos los niveles, la dependencia de modelos estereotipados, el hecho de que el entrenamiento no está a la altura de los estándares modernos, el miedo a la responsabilidad y la falta de organización en todos los ámbitos". Andreas Hillgruber, Ibid., pp. 179-180.

Recapitulando, la imagen tan negativa de la Unión Soviética que tenían Hitler y la gran mayoría de sus líderes militares no sólo procedía de los estereotipos gestados durante el Siglo XIX y en la IGM en Occidente sobre la Rusia Imperial, sino también de la cosmovisión racial nazi construida durante el periodo de entreguerras, que caló asimismo en una gran parte del ejército alemán. Esta imagen se vio reforzada por las purgas militares de Stalin (especialmente en 1937-38) y por las deficiencias mostradas por el Ejército Rojo en Polonia en septiembre de 1939 y en Finlandia en el invierno de 1939-40, amén de las carencias estructurales, bien ciertas, en la organización y entrenamiento de las tropas y oficialidad del Ejército Rojo. Sin duda alguna, también por el fuerte prejuicio anticomunista que impregnó el pensamiento de Hitler y el grueso de sus jefes y líderes militares. Es cierto que algunos altos comandantes militares, y el propio Hitler, albergaron por momentos ciertos temores sobre la aventura militar que iban a emprender contra la URSS, pero quedaron disipados por el desatado ambiente de euforia que dominaba la cúpula política y militar nazi tras las victorias militares conseguidas previamente en 1939 y 1941. Ahora bien, esta visión sobre la Unión Soviética y el Ejército Rojo -realista en ciertas partes, pero deformada en su extensión al todo- no fue exclusiva de la Alemania nazi, sino que fue compartida en mayor o menor grado por el mundo político y militar anglosajón antes de la invasión alemana de la URSS.

El historiador económico sueco Martin Kahn publicó en 2012 un artículo muy ilustrativo al respecto titulado “Russia Will Assuredly Be Defeated”: Anglo-American Government Assessments of Soviet War Potential before Operation Barbarossa, The Journal of Slavic Military Studies, 25:2, 220-240. El entrecomillado del título es una frase de Churchill que registró su secretario privado el 21 de junio de 1941: “The P.M. [Prime Minister] says a German attack on Russia is certain and Russia will assuredly be defeated”. (“El P.M. [Primer Minuistro] dice que un ataque alemán sobre Rusia es seguro y que Rusia será derrotada con seguridad”). Ciertamente, tras la invasión nazi Churchill hizo cuanto pudo para que eso no se produjese.

No se sabe lo que pensaba el presidente estadounidense Roosevelt antes de la invasión, pero cuando ya estaba en marcha, a mediados de julio, y bajo la influencia pro-soviética de su asesor Harry Hopkins y el antiguo embajador en Moscú, Davies, Roosevelt adoptó una posición netamente más positiva que la de sus asesores diplomáticos y militares. Sin embargo, dice Kahn, la actitud de Hopkins y Davies fue una excepción, pues casi todos los otros observadores estadounidenses veían el asunto de forma completamente diferente y mucho más pesimista. Apuntando a una explicación sobre esta visión tan pesimista, Dmitrii Fedotoff-White, un emigrado ruso y antiguo oficial zarista, escribió durante la guerra en su The Growth of the Red Army:

Una de las explicaciones plausibles de la baja estima del poder de resistencia del Ejército Rojo que existía en algunos círculos militares, tanto en este país [Estados Unidos] como en Gran Bretañaen en la época de [...Barbarroja], es que puede haber tenido su raíces en la falta de conocimiento en parte de algunos de los líderes militares […] de los extraordinarios hechos como la producción de la industria pesada soviética y en su falta de fe en la información que les llegó respecto a la productividad de la industria militar [soviética].

En su artículo, Kahn describe las valoraciones negativas que se produjeron en los pasillos del poder en USA y GB sobre las capacidades industriales, la economía y las infraestructuras soviéticas, así como el pesimismo sobre el Ejército Rojo. Por ejemplo, en 1939 los Jefes de Estado Mayor británico (COS) predijeron una completa quiebra de la economía soviética si se intentaba una movilización militar a plena escala. En el aspecto económico, ningún otro sector era considerado tan débil como el de transportes, que en muchos casos lo veían como la causa directa de esa supuesta quiebra del esfuerzo de guerra soviético. Estos comentarios venían sustentados en una supuesta desorganización y malas condiciones administrativas y económicas en general en la URSS. Se creía que un montón de la ineficacia económica se debía a lo que se percibía como una fuerza de trabajo incompetente y relativamente ineducada e indisciplinada. En cuanto al Ejército Rojo, la valoraciones iban en el mismo sentido.

Recapitulando, los observadores angloamericanos consideraban la industria y la economía soviéticas en general como dificultadas por la ineficacia y los defectos que se atribuían al sistema soviético como tal, y al nivel general de subdesarrollo. Se subestimó la productividad industrial, especialmente en el sector de las municiones. No se creía que la industria y la economía estuvieran capacitadas para la tarea de suministrar grandes fuerzas armadas durante un conflicto prolongado, etc. Debido a estos factores llegaron a la conclusión de que la quiebra sería económica y militar. Dos de los errores más importantes cometidos por los observadores fueron subestimar la producción de municiones y la errónea percepción respecto a la capacidad de incrementar el tamaño del Ejército Rojo por encima de cierto punto. Kahn concluye su artículo así: “En realidad el Ejército Rojo y la economía soviética resultaron ser mucho más resilientes, adaptables y efectivos de lo que cualquier funcionario gubernamental angloamericano podría soñar durante 1939-41, al menos según sus propias valoraciones”.

Así pues, no es de extrañar que con estas valoraciones tan negativas, en Londres y Washington hubiera una opinión casi unánime en 1939-1941 que predecía que la unión Soviética colapsaría en poco tiempo ante una invasión alemana. En los servicios de inteligencia británicos incluso se calculó ese tiempo en diez días, y el mariscal de campo Sir John Dill, Jefe del Estado Mayor General Imperial en 1940-41, en seis semanas. Frank Knox, Secretario de la Armada estadounidense, de seis a ocho semanas; y Henry L. Stimson, Secretario de Guerra, de uno a tres meses. (Hillgruber, Op. Cit., p. 184). De hecho, Stimson estaba de acuerdo con la valoración del general Marshall y la de la División de Planes de Guerra en cuanto a que en el peor caso el Ejército Rojo sería derrotado en un mes, y en el mejor caso en tres meses. En su Diario en la entrada del 17 de junio de 1941 Stimson anotó que era más probable que no que la Unión Soviética se rendiría incluso sin luchar. Gunther Eyck (1972), Secretary Stimson and the European War 1940-1941. The US Army War College Quarterly: Parameters, Vol.2, No.1 (1972), p. 46.

Por tanto, es evidente que la imagen de la Unión Soviética como “un coloso con pies de barro” que se vendría abajo tan pronto fuese invadido por la trituradora militar nazi era una visión generalizada, con contadas excepciones, entre los círculos políticos y militares de Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos desde 1939 hasta el mismo momento de la invasión de 22 de junio de 1941. Y resulta igualmente evidente que esta visión generalizada se demostró totalmente errada en sus pronósticos sobre el tiempo que sería capaz de resistir la Rusia Soviética a partir del desarrollo de la Operación Barbarroja y su desenlace final en diciembre de 1941, que arrojó un estrepitoso fracaso estratégico alemán.

La pregunta obvia a partir de aquí es explicar cuáles fueron los verdaderos motivos subyacentes que llevaron a alemanes y angloamericanos -cada bando a su manera- a subestimar tan groseramente las capacidades políticas, económicas, industriales y militares de la Unión Soviética para hacer frente, resistir y finalmente rechazar una invasión militar nazi. ¿Fueron de índole ideológica? ¿Estaban basados en prejuicios que dificultaban el reconocimiento de que el sistema comunista -tan denigrado y combatido desde el triunfo de la revolución bolchevique y a lo largo del periodo de entreguerras en el mundo capitalista- podía resultar exitoso en aquellos ámbitos decisivos para la preparación del país para la guerra? ¿Tenían su origen en los estereotipos creados a lo largo de los últimos cien años sobre la Rusia Imperial? ¿Fueron determinados, a partir del verano de 1940, por las victorias militares alemanas que arrojaron la imagen de una maquinaria militar invencible? ¿O fueron, finalmente, el resultado de un gran desconocimiento de las realidades de la Unión Soviética? Probablemente obedecían a una mezcla de todo lo anterior.

No obstante, es cierto que una parte de esas valoraciones tan negativas partían de hechos reales en el campo soviético. En primer lugar estaba el reto increíble que tenía que afrontar el régimen soviético para reconstruir y modernizar un país atrasado en muchos aspectos y con una sociedad mayoritariamente agrícola y analfabeta. Un país que había quedado destrozado por la guerra desatada en 1914, por las revoluciones rusa y bolchevique de febrero y octubre de 1917, y por la Guerra Civil subsiguiente. Por si fuera poco, era un reto que debía llevar a cabo una “banda” de revolucionarios con poca o ninguna experiencia en los asuntos administrativos y burocráticos de un Estado. Por otra parte, el esfuerzo de modernización soviético se vio entorpecido, y en ocasiones fracasado, por los grandes obstáculos económicos, industriales, sociales y culturales que debía superar. Luego estaban las purgas políticas y, sobre todo, militares que llevó a cabo el régimen stalinista, que provocaron el descabezamiento del liderazgo militar, técnico, tecnológico y doctrinal asociado al Ejército Rojo y la industria de guerra soviética. A esto hay que añadir, por acabar, la engañosa experiencia extraída de la intervención soviética en la Guerra Civil Española de 1936 que llevó a la abolición del cuerpo doctrinal recogido en el PU-36, el inadecuado desempeño del Ejército Rojo en Polonia en septiembre de 1939 y, sobre todo, en la guerra contra Finlandia durante el invierno de 1939-40, desempeños que vinieron a demostrar, dentro y fuera de la Unión Soviética, que el Ejército Rojo padecía unos defectos estructurales y carencias logísticas en su organización y entrenamiento, y en su cadena de mando y control. Estos sucesos, sin duda, contribuyeron en buena medida al rumbo que tomaron las valoraciones alemanas y angloamericanas que hemos visto. Pero, acompañando esos hechos, había también señales de la capacidad del sistema soviético para subsanarlos y reconducirlos.

Un analista neutral y conocedor de lo que sucedía en la Unión Soviética con esos hechos referidos, habría comprobado que el liderazgo político, económico, industrial y militar se había recompuesto de esas desventuras y subsanado algunos de los mayores problemas estructurales que las causaron. Eso se demostró en el curso de la producción de la industria pesada rusa en los planes quinquenales que arrojaron unas cifras extraordinarias en los resultados de armamentos y municiones; en la propia guerra contra Finlandia que acabó con la victoria rusa y provocó una gran reforma en el Ejército Rojo iniciada en el verano de 1940 en su organización y entrenamiento. En realidad, algunos observadores estadounidenses se percataron de esas mejoras, si bien no les parecieron suficientes para cambiar sus valoraciones finales.

Sin embargo, existe una notable diferencia entre las creencias o convicciones del liderazgo político y militar angloamericano sobre las capacidades económicas y militares de la Unión Soviética ante un ataque alemán y lo que se pensaba al mismo tiempo y sobre el mismo asunto en el bando alemán. Mientras que los primeros fueron cambiando o matizando esas opiniones una vez comenzada la invasión nazi y a medida que la ofensiva perdía su ímpetu inicial y el Ejército Rojo resistía, a los segundos les resultó muy difícil asimilar esa realidad y siguieron manteniendo, en general, sus prejuicios previos incluso después de la contraofensiva soviética de principios de diciembre de 1941.

El problema fundamental con la mayor parte del generalato alemán, mariscales incluidos, una vez que se demostró el fracaso de la campaña rusa de 1941, fue su rechazo a aceptar que habían subestimado en grado sumo las capacidades militares del Ejército Rojo y del conjunto de su oficialidad, así como el potencial económico e industrial de la Unión Soviética y la estabilidad de su régimen político. Porque, más o menos, siguieron pensando lo mismo en 1942 y 1943, y algunos de ellos hasta el mismo final de la guerra. Un problema mayor vino después de acabada la guerra. ¿Cómo podían justificar la derrota en la guerra, especialmente frente a la Unión Soviética, si habían mantenido a lo largo de su desarrollo los mismos prejuicios anti-rusos y anti-comunistas previos a la invasión de 22 de junio de 1941? Lo hicieron de la misma forma que habían hecho sus antecesores al acabar la IGM: falseando la realidad.

Si a finales de 1918, de cara al pueblo alemán, se inventó la leyenda de la “puñalada por la espalda” para justificar la derrota de la guerra, y, de cara al ejército, se echó la culpa a Moltke el Joven, convenientemente muerto en 1916, por alterar el “Plan Schlieffen” y frustrar de este modo la receta para la victoria ya en 1914, en 1945 se armó una conspiración entre un selecto grupo de mariscales y generales para justificar la derrota en Rusia, y con ello de la guerra, echándole la culpa a Hitler, también convenientemente muerto unos meses antes. Básicamente, vinieron a concluir que lo que impidió la victoria alemana en 1941 fueron dos cosas: la decisión de Hitler de priorizar el esfuerzo principal de la ofensiva en agosto de 1941 sobre los flancos del Grupo de Ejércitos Centro (Leningrado y Kiev) sobre la continuación de la ofensiva contra Moscú, de una parte, y las condiciones meteorológicas de octubre y noviembre que dieron al traste con la Operación Tifón, de la otra. Esta conspiración -originada tras la guerra con el Memorando de los Generales de 1945 y la Escuela Halder contratada por la División Histórica del US Army en Europa- siguió menospreciando las capacidades de resistencia del Ejército Rojo al otorgarles un papel secundario en la derrota alemana en la URSS en 1941.

La conspiración tuvo un gran éxito porque durante muchos años el grueso de los relatos de los historiadores que estudiaron la campaña de 1941 en Rusia bebió de las fuentes de la conspiración, sin ponerlas en tela de juicio. Veamos.

David Sutton, de la Universidad de Wollongong, escribió su tesis doctoral -(Sutton, David (2018), German Defeat/Red Victory: Change and Continuity in Western and Russian Accounts of June-December 1941, Doctor of Philosophy thesis, School of Humanities and Social Inquiry, University of Wollongong- sobre cómo fue evolucionando la historiografía en Occidente y la Unión Soviética-Rusia sobre la consideración de la campaña alemana en Rusia en 1941 desde el final de la guerra en 1945 (Derrota Alemana) hasta prácticamente la actualidad (Victoria Roja). Respecto al asunto que he señalado anteriormente, respecto de las causas de la derrota alemana según la conspiración, Sutton examinó los relatos que dieron unos 30 historiadores (conspiradores incluidos) desde 1945 hasta 2017. Presentó una tabla con el nombre del autor y el año de publicación de su estudio, y 2 columnas que recogen sus opiniones sobre los que priorizaron los errores de Hitler y la meteorología sobre la resistencia soviética, y quienes priorizaron la resistencia soviética sobre los errores de Hitler y la meteorología. En ambas columnas hay tres posiciones: quienes apoyaban firmemente, quienes simplemente apoyaban, y ambivalentes. Y divide todo eso en tres periodos: el de los antiguos comandantes alemanes, el periodo que precedió a la apertura de los archivos soviéticos (periodo de la Guerra Fría) y el que siguió a la apertura de los archivos soviéticos (1991 en adelante).

En el primer periodo se citan seis comandantes alemanes, todos ellos acordando firmemente en priorizar los errores de Hitler (desvío de Kiev fundamentalmente) sobre la resistencia soviética como causa de la derrota: Halder y Raus (1949), Assmann (1950), Guderian (1952), Blumentritt (1956), y Manstein (1958).

En el segundo periodo hace el examen sobre 22 historiadores. Los que acuerdan firmemente con los errores y el tiempo son: Liddell Hart (1948), Anders (1953), Lederrey (1955), Seth (1964), Ziemke (1968), Seaton (1971), Piekalkiewicz (1985), y Haupt (1986). Los que simplemente están de acuerdo: Carell (1964), Liddell Hart (1970), Turney (1971), Keegan (1971), Cooper (1978), y Ziemke&Bauer (1987). El que acordó firmemente con priorizar la resistencia soviética: Werth (1964). Y los que simplemente acordaron con priorizar la resistencia soviética: Clark (1965), Jukes (1970), Reinhardt (1972), Erickson (1975), Van Creveld (1977), Horst Boog et al (1984), y Fugate (1984).

En el tercer y último periodo los resultados son loas siguientes: los que acuerdan firmemente con priorizar los errores y el tiempo son Stolfi (1991) y Nagorski (2007). Los que simplemente acuerdan son Ziemke (2004), Megargee (2006) y Ellis (2015). Los ambivalentes son Forczyk (2006), Zetterling&Frankson (2012), Bergström (2013), y Kirchubel (2013). En la otra cara, quienes acuerdan firmemente con priorizar la resistencia soviética: Dunn (1994), Glantz&House (1995), Glantz (1998, 2001 y 2005), Roberts (2005), Braithwaite ((2006), Jones (2009), Fritz (2011) y nuevamente Glantz (2012), Los que simplemente acuerdan con esta tesis: Fugate&Dvoretsky (1997), Overy (1998), Ueberschär (2002), Mawdsley (2005), Bellamy (2008), Stahel (2009 y 2012), Radey&Sharp (2012), Luther (2013), Hartmann (2013), Stahel (2013 y 2015), Liedtke (2016) y Hill (2017).

Como se puede observar hay un cambio de paradigma en la historiografía sobre estas dos cuestiones. Si desde 1945 hasta el fin de la Guerra Fría prevaleció la tesis de achacar la derrota alemana en 1941 a los errores de Hitler y la meteorología, desde la apertura de los archivos soviético-rusos prevalece la tesis que propugna la resistencia soviética.

Naturalmente, este cuadro se refiere únicamente a esas dos cuestiones. Hay muchas otras causas para explicar la derrota alemana o la victoria soviética en 1941, todas ellas entrelazadas. Pero aquí sólo estoy tratando las consideraciones que sostuvieron alemanes y angloamericanos sobre la capacidad de la resistencia soviética ante un ataque alemán en 1941, y cómo desde una parte importante del bando alemán esas consideraciones continuaron prevaleciendo incluso después de la guerra. ¿Era la Unión Soviética un “coloso con pies de barro”? Yo tengo claro que no. ¿Vosotros?
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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por Schwerpunkt » Mar May 14, 2024 7:18 pm

José Luis escribió:
Mar May 14, 2024 9:19 am
¿Era la Unión Soviética un “coloso con pies de barro”? Yo tengo claro que no. ¿Vosotros?
¡Visto el resultado de la contienda es evidente que no !
José Luis escribió:
Mar May 14, 2024 9:19 am
Sin embargo, existe una notable diferencia entre las creencias o convicciones del liderazgo político y militar angloamericano sobre las capacidades económicas y militares de la Unión Soviética ante un ataque alemán y lo que se pensaba al mismo tiempo y sobre el mismo asunto en el bando alemán. Mientras que los primeros fueron cambiando o matizando esas opiniones una vez comenzada la invasión nazi y a medida que la ofensiva perdía su ímpetu inicial y el Ejército Rojo resistía, a los segundos les resultó muy difícil asimilar esa realidad y siguieron manteniendo, en general, sus prejuicios previos incluso después de la contraofensiva soviética de principios de diciembre de 1941.
No sólo la mayor parte de analistas militares y políticos alemanes y angloamericanos contaban con un pronto derrumbe de la Unión Soviética, es que esa opinión era compartida por la inmensa mayoría de expertos de otros países. Y efectivamente esas afirmaciones serían matizadas por los angloamericanos más tarde al comprobar la resistencia soviética y las dificultades alemanas. Los alemanes por su parte se empecinaron en seguir erre que erre con esa visión sesgada durante la guerra y después de ella. No hay más que ver la perpetua infravaloración de las capacidades soviéticas. Pero la realidad es que en 1941 prácticamente ningún analista militar o político daba un ochavo por las posibilidades soviéticas. Hubo algunas excepciones pero fueron insignificantes.

Hace algún tiempo escribí un trabajillo sobre el fiasco de la explotación económica alemana en los territorios conquistados de la Unión Soviética. Se puede ver en detalle aquí:

https://www.forosegundaguerra.com/viewt ... 28&t=19696

Aunque la contribución es un análisis fundamentalmente económico es interesante subrayar las razones que llevaron a ese desprecio de la capacidad económica soviética y la asunción de presupuestos ultraoptimistas sobre la capacidad alemana. Para no abusar de la paciencia del lector las resumiré como sigue:
  • Cosmovisión racial nazi: Desprecio racial a las capacidades intelectuales, industriales, militares y organizativas rusas o soviéticas
  • Desconocimiento de las realidades económicas y logísticas de la URSS
  • Desprecio a los informes realistas de diplomáticos alemanes que no casaran con los prejuicios o ideas preconcebidas
  • Ausencia del mínimo plan de integración de la población soviética en el nuevo esquema político-económico (sólo se contemplaba su esclavitud y diezmo poblacional)
Desde una perspectiva más estratégica y militar podríamos añadir que la falta de inteligencia militar sobre la URSS fue una constante para alemanes y angloamericanos. Nadie tenía en esas fechas una idea siquiera aproximada acerca del tamaño y posibilidades militares del Ejército Rojo. Como dijo un diplomático alemán que conocía el pais era prácticamente imposible que un agente de inteligencia extranjero pudiera deambular por el país y recoger informes. Durante toda la guerra la inteligencia alemana no tuvo prácticamente agentes infiltrados en la Unión Soviética.

Es cierto que se había visto el penoso desempeño del Ejército Rojo en la guerra de Finlandia y también la pobre impresión que dieron las unidades soviéticas a los alemanes en la partición de Polonia. Se conocía el efecto de las purgas en la oficialidad. Pero no se tuvo en cuenta el efecto galvanizador que tendría una invasión entre la población rusa. Y se desconocía el armamento innovador que habían sido capaces de diseñar y producir. Todo esto era el resultado del desconocimiento profundo del país que se seguía viendo desde el prisma de la Rusia de los zares y de los prejuicios ideológicos.

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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por José Luis » Mié May 15, 2024 8:56 am

Schwerpunkt escribió: Los alemanes por su parte se empecinaron en seguir erre que erre con esa visión sesgada durante la guerra y después de ella. No hay más que ver la perpetua infravaloración de las capacidades soviéticas.
Aquí hay dos cuestiones interesantes en lo concerniente a la posición general adoptada tras la guerra por los colaboradores de la “Escuela Halder”. Muchos de ellos reconocieron que los rusos y Rusia habían sido un hueso demasiado duro de roer. Por ejemplo, Günther Blumentritt declaró en 1957:

Las primeras decisiones fatales las tomó el mando alemán en Rusia. Desde el punto de vista político, la principal decisión fatal fue la decisión de atacar a este país. Ahora teníamos que hacer la guerra contra un enemigo más poderoso que aquellos con los que nos habíamos enfrentado hasta entonces. En las infinitas extensiones del Este era imposible contar con una victoria fácil. Muchos de nuestros líderes subestimaron seriamente al nuevo oponente. Esto ocurrió en parte porque no conocían ni al pueblo ruso ni, más aún, al soldado ruso. Algunos de nuestros líderes militares estuvieron en el frente occidental durante toda la Primera Guerra Mundial y nunca habían luchado en el Este; por lo tanto, no tenían la menor idea sobre las condiciones geográficas de Rusia o la firmeza del soldado ruso, pero al mismo tiempo ignoraron las repetidas advertencias de eminentes especialistas militares sobre Rusia.

Estas reflexiones son de lo más curioso viniendo de un militar que, como he señalado en mi ensayo, pensaba de forma muy diferente en abril de 1941 cuando declaró:

Tal vez los rusos intenten realmente resistir y combatir a los alemanes entre la frontera occidental y el Dnieper, movimiento que sería muy deseable […] Ni siquiera el Ejército Imperial era rival para el mando alemán, y los comandantes rusos hoy están todavía en una mayor desventaja. Las carencias de los rangos medios son incluso mayores […]. Los efectos de las armas alemanas, cuyo prestigio se ha incrementado con la campaña contra Yugoslavia, se harán notar pronto. Habrá catorce días de duro combate. Con un poco de suerte, por entonces lo habremos logrado.

¿Cómo explicar estas contradicciones en un hombre inteligente como Blumentritt? Sus comentarios de 1941 sobre el mando ruso de 1941 y su creencia de que con un poco de suerte la guerra estaría finiquitada en catorce días de batallas fronterizas no casa muy bien con su valoración de 1957 de que atacar a la Unión Soviética fue la decisión más fatal del mando alemán. O viceversa.

Su alusión al total desconocimiento de algunos de los líderes militares alemanes (quizá se refiere a Halder o al propio Hitler entre otros) sobre la geografía rusa y la firmeza del soldado ruso (esto último no es cierto) es, amén de que podría aplicársela a sí mismo, otra contradicción insalvable. Y quiénes eran los eminentes especialistas militares sobre Rusia? Tal vez estaba pensando en Clausewitz, Moltke el Viejo o Schlieffen, los tres habiendo advertido de la locura que sería atacar a Rusia penetrando en sus profundidades geográficas. Pero Blumentritt olvidaba que una parte importante de esos líderes militares a los que se refiere como ignorantes de Rusia había pasado largas temporadas en Rusia entre 1926 y 1933 en estrecho contacto con sus homólogos soviéticos, y que una buena parte de estos últimos también había estado por esas mismas fechas en Alemania en sus escuelas y academias de guerra y en sus ejercicios y maniobras militares.

Ahora bien, la derrota se habría evitado, y con ello conseguido la victoria, si Hitler no hubiese demorado el avance sobre Moscú que ansiaban Halder y sus discípulos. Esta es otra contradicción que repitieron los discípulos del maestro Halder, Blumentritt incluido. Conviene recordar que la “Escuela Halder” produjo más de 2.500 estudios de la guerra contra la Unión Soviética para los militares del US Army, estudios que finalmente se harían públicos en la década de 1960, en una época de plena Guerra Fría donde todo era válido para falsear la historia de dicha guerra y negligir y/o desvirtuar el papel decisivo jugado por el Ejército Rojo. Esta publicación avalada oficialmente por el US Army concedió una pátina de legitimidad en Occidente a la visión sesgada y falseada de dichas cuentas, y de las memorias de aquellos militares alemanes que no entraron en el grupo de Halder (Guderian, Manstein, etc.).

La coartada de Moscú es fácilmente desmontable. Veamos.

El requisito imprescindible para la victoria, según la planificación alemana de Barbarroja, pasaba por destruir al grueso del Ejército Rojo al oeste de la línea de los ríos Dvina/Dnieper, evitando así el peligro de que consiguieran retirarse al este de esa línea. Según los juegos de Paulus de diciembre de 1940, la obligada pausa operacional debía tener lugar el día D+40, lo que significaba el 31 de julio. Si estas dos condiciones se cumplían, tras las dos semanas más o menos de pausa operacional, lo que quedaría, de acuerdo con la planificación, serían meras operaciones de limpieza de unidades soviéticas que ya no se podrían contar como un “factor de potencia”. Recordemos igualmente que Moscú jamás fue un objetivo señalado en esa planificación, sino Leningrado y Kiev. Esto lo dejó claro Hitler en varias ocasiones y nadie en el OKH lo contradijo. Esta historia ya la desgrané en el hilo “Operación Barbarroja y prioridad de Moscú” en https://www.forosegundaguerra.com/viewt ... =5&t=16425

Esos eran los requisitos fundamentales y la estrategia “Blitzkrieg” de guerra corta que implicaban. Fallaron. En primer lugar, pese a la extraordinaria escabechina que el GEC de von Bock impuso en las formaciones del Ejército Rojo que le hicieron frente, una buena parte de ellas consiguió retirarse al Este de la fatídica línea Dvina/Dnieper, mientras que otras, dispersas, quedaron rezagadas y combatieron a modo partisano para dificultar todavía más los problemas de transporte de suministro alemán. En segundo lugar, la pausa operacional estimada para el 31 de julio no se pudo llevar a cabo por cuatro razones fundamentales: porque la bolsa y la batalla de Smolensk no concluyeron hasta finales de julio (Bock emitió la orden de la proclamación de la victoria el 5 de agosto), porque los rusos contraatacaron repetidamente durante todo el mes de agosto a las formaciones (móviles incluidas) alemanas de vanguardia sin permitirles descanso y en algunos casos diezmándolas en sus capacidades de combate, porque los flancos del GEC (Leeb en el norte y Rundstedt en el sur) no habían conseguido sus objetivos (Leningrado y Kiev) dejando vulnerables dichos flancos, y finalmente porque los problemas logísticos comenzaban a ser difícilmente superables por distintos motivos.

Todo lo anterior desvela la falacia de la coartada de Moscú, que fue construida realmente ex post facto y que obtuvo tanto éxito en Occidente. De hecho, Halder, después de la conquista de Kiev en septiembre, estaba convencido de que Moscú caería igualmente pues los soviéticos, según creía, ya no tenían más carne que echar al asador. Incluso lo siguió creyendo a mediados de noviembre cuando, esta vez sí, el objetivo era Moscú. En cambio, el chivo expiatorio convenientemente muerto al que cargaron la culpa de la derrota en Rusia en 1941, Hitler, fue mucho más realista cuando ya a principios de agosto de 1941 había reconocido a Goebbels que la guerra ya no se podría ganar en 1941 y que estaba tentado a entrar en negociaciones con Stalin. Fue uno de esos momentos de realismo depresivo que tuvo el Führer durante la guerra. El generalato alemán estaba dominado absolutamente por el concepto operacional de la guerra forjado y asentado en el EMG desde los tiempos de Moltke el Viejo y Schlieffen, despreciando de este modo toda visión estratégica de la guerra. Por eso estaban obsesionados con Moscú y la creencia en la “batalla decisiva”, desfasada, principalmente, tras lo acaecido en la IGM. Los objetivos de Hitler de conquistar en primer lugar Leningrado y Kiev estaban mucho más en consonancia con una visión estratégica, que vino además reforzada porque el desfase de los grupos de ejércitos norte y, especialmente, sur respecto de los avances del GEC, dejaban al desnudo los flancos de Bock ante una hipotética ofensiva contra Moscú, caso de que fuese realmente viable (en términos logísticos y de potencia ofensiva) en agosto de 1941. Una situación que no pasó desapercibida en el mando soviético. Por eso era tan importante, no sólo desde el punto de vista militar sino también económico, asentar en primer lugar los flancos del GEC. Y eso fue lo que decidió Hitler, correctamente a mi juicio.

Sin embargo, aceptar esto tras la guerra era tragar un plato demasiado amargo para Halder y compañía. Era mucho más fácil echarle la culpa al muerto, amén de más conveniente bajo el contexto de la Guerra Fría. No en vano, Halder fue recompensado por sus servicios al US Army con la “Meritorious Civilian Service Award”.
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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por José Luis » Mié May 15, 2024 11:50 am

Un apunte más. En la que considero la mejor biografía de Hitler después de la de Kershaw, el historiador alemán Volker Ullrich* escribió en la segunda página de su introducción al segundo libro (traduzco):

En sus memorias posteriores a 1945, los generales alemanes rechazaron cualquier responsabilidad por la derrota militar del país. La guerra podría haberse ganado, argumentaban, si el “diletante” Hitler no se hubiera involucrado y hubiera estropeado las cosas. Un testigo destacado de este punto de vista fue el ex jefe del Estado Mayor General Franz Halder. En el verano de 1946, los estadounidenses ya lo habían contratado para trabajar en el departamento alemán de la División Histórica del Centro de Historia Militar del Ejército de los EE. UU., con la esperanza de que la experiencia de los comandantes de la Wehrmacht fuera útil en la incipiente Guerra Fría con la Unión Soviética. En un folleto publicado en 1949, Halder negó que Hitler tuviera talento militar alguno, descartándolo como “un líder militar en el sentido alemán” y “en manera alguna un comandante de campo”. Incapaz de moderar su determinación demoníaca, añadió Halder, Hitler había ignorado repetidamente los límites de lo que era posible militarmente y había causado la catástrofe alemana. Una función obvia de esa narrativa del Führer estratégicamente incompetente, divorciado de toda realidad, era exonerar a gente como el propio Halder. Culpar sólo a Hitler por todos los errores eliminaba la necesidad de discutir las propias deficiencias de esa gente. Sin embargo, Hitler no era en absoluto tan incompetente en asuntos militares como afirmó la dirección militar alemana después de 1945.

*Volker Ullrich, Adolf Hitler. Die Jahre des Aufstiegs 1889–1939. Biographie, Band 1. (Frankfurt am Main: S. Fischer, 2013), y Adolf Hitler. Die Jahre des Untergangs 1939–1945. Biographie, Band 2 (Frankfurt am Main: S. Fischer, 2018). Publicadas en inglés como Hitler: Ascent 1889-1939 (2016) y Hitler: Downfall 1939-1945 (2020). Hasta donde yo sé no se publicó todavía en español.
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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por Schwerpunkt » Mié May 15, 2024 2:26 pm

Un par de comentarios aunque supongan una deriva del tema principal...
José Luis escribió:
Mié May 15, 2024 8:56 am
Su alusión al total desconocimiento de algunos de los líderes militares alemanes (quizá se refiere a Halder o al propio Hitler entre otros) sobre la geografía rusa y la firmeza del soldado ruso (esto último no es cierto) es, amén de que podría aplicársela a sí mismo, otra contradicción insalvable. Y quiénes eran los eminentes especialistas militares sobre Rusia? Tal vez estaba pensando en Clausewitz, Moltke el Viejo o Schlieffen, los tres habiendo advertido de la locura que sería atacar a Rusia penetrando en sus profundidades geográficas. Pero Blumentritt olvidaba que una parte importante de esos líderes militares a los que se refiere como ignorantes de Rusia había pasado largas temporadas en Rusia entre 1926 y 1933 en estrecho contacto con sus homólogos soviéticos, y que una buena parte de estos últimos también había estado por esas mismas fechas en Alemania en sus escuelas y academias de guerra y en sus ejercicios y maniobras militares.
Aunque los altos oficiales alemanes en principio mostraron un superoptimismo producto de las circunstancias del momento, superioridad militar alemana acreditada en muchas campañas y un no poco de superioridad racial e ideológica hay que señalar que hubo momentos de duda. El alto mando alemán pasó por un torbellino de emociones contrarias durante el verano de 1941. A principios de julio de 1941 se daba la contienda por ganada para luego caer en el pesimismo en agosto conforme la campaña se alargaba, los problemas logísticos se acumulaban y los soviéticos seguían luchando. El propio Hitler atravesó por ese vaivén de sentimientos encontrados a medida que la campaña no se resolvía. Hubo momentos similares en septiembre y luego un breve fogonazo de optimismo en octubre y primeros de noviembre cuando la Wehrmacht estaba a las puertas de Moscú. Y en el verano de 1942 tras la deprimente campaña invernal los militares siguieron pensando en su mayoría que se podía derrotar a la URSS. Lo sorprendente es que gran parte de estas ideas preconcebidas no sean sólo achacables a la ignorancia. Posiblemente el sesgo ideológico y racial jugó un papel mayor del que pensamos.
José Luis escribió:
Mié May 15, 2024 8:56 am
El generalato alemán estaba dominado absolutamente por el concepto operacional de la guerra forjado y asentado en el EMG desde los tiempos de Moltke el Viejo y Schlieffen, despreciando de este modo toda visión estratégica de la guerra. Por eso estaban obsesionados con Moscú y la creencia en la “batalla decisiva”, desfasada, principalmente, tras lo acaecido en la IGM. Los objetivos de Hitler de conquistar en primer lugar Leningrado y Kiev estaban mucho más en consonancia con una visión estratégica, que vino además reforzada porque el desfase de los grupos de ejércitos norte y, especialmente, sur respecto de los avances del GEC, dejaban al desnudo los flancos de Bock ante una hipotética ofensiva contra Moscú, caso de que fuese realmente viable (en términos logísticos y de potencia ofensiva) en agosto de 1941.
La decisión de Hitler de conquistar Ucrania fue correcta desde el punto de vista estratégico, logístico y económico pese a todas las críticas realizadas por sus generales y muchos "generales de salón" después de la guerra. Desde el punto de vista económico casi destruyó la capacidad industrial soviética.

Volviendo al tema principal y por no hacer más hincapié en la versión alemana de la posguerra, es importante comprender la ignorancia que reinaba en la cúpula de poder nazi. Hitler era prisionero de sus prejuicios raciales e ideológicos y era totalmente ignorante de las realidades soviéticas. Gran parte de su visión estaba basada en los prejuicios del general Ludendorff, una visión extremadamente sesgada de Rusia y en cualquier caso muy anterior a los cambios producidos por la Revolución soviética. En líneas generales Göring y la camarilla política eran productos arquetípicos del partido nazi, ignorantes y extremadamente despreciativos hacia todo lo que viniera de la URSSy a lo que contradijera al líder supremo. Estos esbirros crearon un cordón sanitario para impedir que los informes que no casaran con su visión preconcebida se filtraran hacia arriba. Así por ejemplo los informes de diplomáticos de la vieja escuela que conocían las realidades de la Rusia soviética fueron sistemáticamente ignorados como el del secretario de la embajada Gebhard von Walther en octubre de 1940 al ser preguntado por las consecuencias de un ataque alemán.

El memorándum realizaba un análisis sobre la política interna y externa del estado soviético. El documento tiene el valor de señalar la falta de oposición política a Stalin y el que el pueblo soviético se opondría con todas sus fuerzas a un ataque alemán. La eventual caída de Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos no sería un alivio económico sino una carga para Alemania.

Y los informes sectoriales de los expertos alemanes en industria petrolífera fueron sencillamente ignorados o despreciados por su “derrotismo”. Así por ejemplo los memorándums de Alfred Bentz, plenipotenciario en extracción petrolífera de H. Göring el 24.07.1940 titulado “Confiscación de la demanda petrolífera europea” o el “Abastecimiento de la Europa con petróleo tras la guerra, sumario del consumo de posguerra y aseguramiento del suministro” por Ernst R. Fischer en septiembre de 1940 ordenados por Göring establecían que no sería posible asegurar el suministro de petróleo de Rusia debido a lo obsoleto de las instalaciones y a las dificultades logísticas. De hecho la URSS ya tenía problemas en servir las exiguas cantidades pactadas con el III Reich por este hecho con lo cual sería imposible el suministro a la Europa ocupada (Grosswirtschaftsraum) con sólo petróleo soviético. Era necesario asegurar el suministro de Oriente Medio también.

Asimismo hubo también informes de expertos sobre la verdadera situación de la agricultura soviética y las dificultades para explotarla por parte de una potencia exterior. Se había despreciado la información proporcionada sobre verdaderos expertos en la Rusia soviética en beneficio de personajes del partido con un conocimiento en el mejor de los casos sesgado. En suma, se practicó la discriminación interesada de la información a favor de las tesis de Hitler.

Y sorprende la absoluta falta de un plan sobre que hacer con la población soviética a medida que se conquistaran los territorios. Se puso una gran fe en un supuesto derrumbe del estado soviético pero no se hizo el menor análisis de como se iba a producir ese derrumbe si la única política hacia el ciudadano soviético era la esclavitud y/o exterminio según las circunstancias. Es interesante como cuando se estaba exterminando a millones de prisioneros soviéticos por hambre y penalidades los únicos comentarios realizados por sus captores son sobre su presunta inhumanidad, inferioridad racial sin la menor empatía a su situación -creada en cualquier caso por los propios alemanes- y su previsible efecto en la población ocupada.

Es importante comprender que gran parte de esta visión sesgada y distorsionada no eran exclusivos de los gerifaltes y militares alemanes sino que eran compartidas por gran parte de los políticos y militares occidentales de la época.

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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por José Luis » Jue May 16, 2024 9:29 am

Schwerpunkt escribió: Volviendo al tema principal y por no hacer más hincapié en la versión alemana de la posguerra, es importante comprender la ignorancia que reinaba en la cúpula de poder nazi. Hitler era prisionero de sus prejuicios raciales e ideológicos y era totalmente ignorante de las realidades soviéticas. Gran parte de su visión estaba basada en los prejuicios del general Ludendorff, una visión extremadamente sesgada de Rusia y en cualquier caso muy anterior a los cambios producidos por la Revolución soviética. En líneas generales Göring y la camarilla política eran productos arquetípicos del partido nazi, ignorantes y extremadamente despreciativos hacia todo lo que viniera de la URSSy a lo que contradijera al líder supremo. Estos esbirros crearon un cordón sanitario para impedir que los informes que no casaran con su visión preconcebida se filtraran hacia arriba. Así por ejemplo los informes de diplomáticos de la vieja escuela que conocían las realidades de la Rusia soviética fueron sistemáticamente ignorados como el del secretario de la embajada Gebhard von Walther en octubre de 1940 al ser preguntado por las consecuencias de un ataque alemán.
Yo matizaría un poco estas reflexiones. La "ignorancia en la cúpula del poder nazi" sobre la Unión Soviética era parcial. Había una base suficiente para tener una idea más realista de cómo había evolucionado la URSS y el Ejército Rojo, pero como bien dices toda esa información no llegó en muchas ocasiones a Hitler porque no casaba con la imagen nazi moldeada en torno al "subhumano" eslavo ni con los planes de Hitler. Parte de esa base se había forjado en las relaciones que mantuvieron el Reichswehr y el Ejército Rojo entre 1922 y 1933. En varias ocasiones a lo largo de este periodo más de 30 altos oficiales del Ejército Rojo visitaron Alemania, entre ellos Thukhachevsky, Uborevitch, Yakir, Triandafilov y Yegorov. En esas estancias trabajaron en las academias y escuelas militares, en los archivos y bibliotecas, participaron en las maniobras, juegos de guerra, ejercicios de campo (operacionales y tácticos, aviación y suministros), y se entrenaron junto especialistas alemanes en tácticas. Por vuelta, también un gran número de oficiales alemanes visitaron Rusia, entre ellos Brauchitsch, Keitel, Manstein y Model, participando en actividades similares. El 10 de mayo de 1933, por ejemplo, cinco altos oficiales alemanes encabezados por el jefe del departamento de armamento, general Bokelberger, viajaron a Moscú invitados por Thukhachevsky, para devolver la visita que este último había hecho a Alemania en 1932. Visitaron las empresas de la industria de defensa soviética como TsAGI, la primera fábrica de construcción de aviación, los talleres de artillería de Golutvin, las instalaciones químicas de Bobriky, la fábrica de cañones de Kalinin, etc.* Esta estrecha colaboración militar, técnica y tecnológica, y las conclusiones extraídas por ambos bandos, no se puede ignorar al tratar el asunto del que hablamos.

En cuanto a Hitler, no debemos exagerar. Tenía la suficiente cintura para dejar a un lado sus prejuicios y convicciones ideológicas cuando le convenía o era necesario, y no se cerraba, por lo menos en los dos primeros años de la guerra, a escuchar opiniones o informaciones contrarias a lo que él creía. Sin embargo, muchas veces dichas opiniones e informes no llegaron a él por la intervención (en el caso de la planificación de Barbarroja) de gente como Halder o Keitel. En este sentido, retomando la afortunada frase de Kershaw, todos trabajaron en la dirección del Führer.

Tampoco hay que sobrevalorar la influencia de Ludendorff en Hitler. Sin duda, fue un pilar en el ascenso y notoriedad de Hitler (Putsch del 23 y juicio posterior) y un publicista y demagogo de mitologías y falsedades que fueron aprovechadas y utilizadas por Hitler y su camarilla nazi. Pero en términos estrictamente militares y de inteligencia militar, Ludendorff jugó un papel marginal en la construcción del imaginario del liderazgo político y militar sobre la Unión Sovviética. Los mitos salidos de la IGM de los soldados rusos como una horda salvaje y criminal ya fueron desmontados por los propios historiadores alemanes tras la guerra. Por ejemplo, las historias de los rusos de violaciones y pillaje en Prusia del Este. Prácticamente, nada de ello fue verdad, y cuando historiadores alemanes examinaron los archivos alemanes tras la guerra hallaron que el propio Ejército Alemán había admitido que "las descripciones de las crueldades rusas y la reportada devastación del país son falsas. Las tropas rusas se comportaron correctamente en todas partes hacia sus habitantes. Si ciertas ciudades y pueblos fueron quemadas, esto se debió casi siempre al fuego de artillería durante la batalla".**

En cuanto a los informes a los que has aludido sobre el personal diplomático alemán en Moscú, para quien esté interesado en este aspecto hay una buena cuenta en el volumen 4 de la serie Germany and the Second World War, en el capítulo IV escrito por Ernst Klink, epígrafe a) titulado The Red Army in the Judgement of the Army High Command after September 1939, pp. 226-239.

*Yuri Dyakov y Tatyana Bushuyeva, The Red Army and the Wehrmacht. How the Soviets militarized Germany , 1922-33, and paved the way for Fascism (1995).
**Will Brownell y Denise Drace-Brownell, The First Nazi. Ercih Ludendorff, the man who made Hitler possible (2016).
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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por José Luis » Vie May 17, 2024 9:12 am

Cuando se analizan las nefastas valoraciones angloamericanas sobre la capacidad de movilización y sostenimiento de la Unión Soviética en caso de guerra prolongada que preveían un colapso económico y militar si la cifra superaba los 5 millones de personas, y se compara con la movilización real llevada a cabo durante la guerra, el resultado refleja lo lejos de la realidad de las previsiones angloamericanas.

A partir del 22 de junio de 1941 y hasta el final de la guerra en mayo de 1945 la URSS movilizó un total de 29.574.900 personas, que junto con el personal que ya estaba sirviendo en las fuerzas armadas el 22 de junio de 1941 (4.901.800) hacen un total de 34.476.700. La movilización fue así:

-del 22 de junio de 1941 al 1 de mayo de 1942: 15.384.837
-del 1 de mayo al 31 de diciembre de 1942: 5.328.392
-durante 1943: 5.901.436
-durante 1944: 4.646.250
-del 1 de enero al 1 de mayo de 1945: 551.243
-Total: 31.812.158

La explicación de la diferencia entre esta cifra total de 31.812.158 y la del total señalado arriba de 29.574.900 está en que hubo un total de 2.237.300 que fueron llamados dos veces al servicio militar. Por ello la cifra real de total movilizados a partir del 22 de junio es la de 29.574.900, que sumados a los que ya estaban sirviendo el 22 de junio da el total arriba indicado de 34.476.700.*

En comparación, Alemania movilizó un total de 18.000.000 de personas entre 1939 y 1945

*The Great Patriotic War. The Anniversary Statistical Handbook (2020), p. 246...
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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por Schwerpunkt » Vie May 17, 2024 7:41 pm

Habíamos comentado antes que la mayoría de políticos y militares angloamericanos coincidían en 1941 que la URSS sería derrotada por Alemania. Hay multitud de citas del gobierno británico que lo atestiguan. Pero los norteamericanos compartían estas tésis. Así por ejemplo en un memorandum de analistas militares norteamericanos del 21 de diciembre de 1941 establecía que "Tan sólo Rusia posee la población potencialmente capaz de derrotar a Alemania en Europa". El consenso compartido por Roosevelt y todos los servicios militares estadounidenses es que el bloque económico y militar de una Alemania vencedora en Europa sería sería invencible caso que cayera la Unión Soviética.

Hubo multitud de memorandums y propuestas señalando que aunque se creara una fuerza naval inmensa, no sería posible derrotar a Alemania y sus conquistas terrestres, sin crear unas fuerzas terrestre colosales, asumiendo que la URSS sería vencida. Al margen de las implicaciones en la estrategia angloamericana de crear grandes fuerzas navales y aéreas pero no terrestres, a lo cual en general los planificadores tenían una cierta alergia por las posibles bajas masivas que produciría, en general se coincidía en que no sería posible vencer a una Alemania ocupante del continente europeo sin la URSS en pie de guerra.

Bueno, ese pesimismo respecto a las posibilidades soviéticas siguió existiendo incluso en 1942. Hay una cita interesante de Henry Morgenthau del 15 junio de 1942 en conversación con Roosevelt donde el presidente comenta "La cuestión de si ganamos o perdemos la guerra depende enteramente de los rusos"

En abril de 1942 se comenzaron unos estudios ante la posibilidad del colapso de la Unión Soviética y una serie de comités exploraron las respuestas adecuadas a la "situación desesperada" que se produciría en caso de derrota soviética. Se admitía con franqueza que el colapso ruso supondría una catástrofe de tal magnitud que posiblemente forzara a EE.UU. a considerar otras acciones que beneficiaran al país más que a las Naciones Unidas. En otras palabras o bien abandonar Gran Bretaña a su suerte o todo lo más una defensa estratégica que impidiera la caída de Gran Bretaña mientras se practicaba la ofensiva estratégica en el Pacífico. En agosto de 1942 Incluso se propusieron unos escenarios de armisticio con Alemania caso que se produjera el colapso soviético.

Es de reseñar que la imposición de rendición incondicional sobre el Eje por parte de los angloamericanos no se produjo hasta la conferencia de Casablanca en enero de 1943 cuando quedó claro que la derrota de Stalingrado y el desembarco en el norte de Africa había cambiado definitivamente la suerte de la guerra.

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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por José Luis » Sab May 18, 2024 10:48 pm

José Luis escribió: La pregunta obvia a partir de aquí es explicar cuáles fueron los verdaderos motivos subyacentes que llevaron a alemanes y angloamericanos -cada bando a su manera- a subestimar tan groseramente las capacidades políticas, económicas, industriales y militares de la Unión Soviética para hacer frente, resistir y finalmente rechazar una invasión militar nazi. ¿Fueron de índole ideológica? ¿Estaban basados en prejuicios que dificultaban el reconocimiento de que el sistema comunista -tan denigrado y combatido desde el triunfo de la revolución bolchevique y a lo largo del periodo de entreguerras en el mundo capitalista- podía resultar exitoso en aquellos ámbitos decisivos para la preparación del país para la guerra? ¿Tenían su origen en los estereotipos creados a lo largo de los últimos cien años sobre la Rusia Imperial? ¿Fueron determinados, a partir del verano de 1940, por las victorias militares alemanas que arrojaron la imagen de una maquinaria militar invencible? ¿O fueron, finalmente, el resultado de un gran desconocimiento de las realidades de la Unión Soviética? Probablemente obedecían a una mezcla de todo lo anterior.
Schwerpunkt escribió: Aunque la contribución es un análisis fundamentalmente económico es interesante subrayar las razones que llevaron a ese desprecio de la capacidad económica soviética y la asunción de presupuestos ultraoptimistas sobre la capacidad alemana. Para no abusar de la paciencia del lector las resumiré como sigue:
  • Cosmovisión racial nazi: Desprecio racial a las capacidades intelectuales, industriales, militares y organizativas rusas o soviéticas
  • Desconocimiento de las realidades económicas y logísticas de la URSS
  • Desprecio a los informes realistas de diplomáticos alemanes que no casaran con los prejuicios o ideas preconcebidas
  • Ausencia del mínimo plan de integración de la población soviética en el nuevo esquema político-económico (sólo se contemplaba su esclavitud y diezmo poblacional)
Desde una perspectiva más estratégica y militar podríamos añadir que la falta de inteligencia militar sobre la URSS fue una constante para alemanes y angloamericanos...
Me gustaría ahondar en estas reflexiones que pretenden dar respuesta a los motivos que hubo en ambos bandos, el angloamericano y el alemán, para extraer valoraciones tan negativas, e incluso insultantes, de las capacidades políticas, económicas y militares de la Unión Soviética para hacer frente a la invasión nazi.

La tesis sobre el desconocimiento que ambos bandos tenían sobre las realidades de la Unión Soviética no es útil, a mi juicio, para explicar los motivos aludidos. Pero además de no ser útil, es relativa en su significado. Ambos bandos poseían conocimientos (informaciones) sobre las realidades políticas, económicas y militares soviéticas, aunque dichos conocimientos fuesen limitados e incluso equívocos o errados. Me parece más útil a nuestro propósito analizar por qué esos conocimientos insuficientes, pero importantes, no tuvieron el peso debido a la hora de valorar las capacidades soviéticas. Y aquí creo que podemos entrever sus motivos.

Para empezar por el bando angloamericano, los motivos fueron, a mi juicio, enteramente ideológicos. Tenían su origen en el odio (repulsión, rechazo) que las tres principales potencias de la Entente (Gran Bretaña, Francia y USA) sintieron ante la toma de poder bolchevique en Rusia en el otoño de 1917, odio desatado ya tras la firma de paz de la Rusia Bolchevique con las Potencias Centrales a finales de 1917 y principios de 1918. En el Gabinete de Guerra británico en febrero de 1918 se debatió la opción de apoyar a los bolcheviques contra los alemanes (que únicamente defendía el Premier Lloyd George), y la respuesta general era que el bolchevismo era una amenaza para la civilización. En USA, el Secretario de Estado, Robert Lansing no quería ni oír hablar de tal idea. El bolchevismo, decía, apelaba a los peores elementos de la sociedad: “a los ignorantes y mentalmente deficientes que por sus números están llamados a convertirse en dueños”. Para estos elitistas occidentales, acostumbrados a disponer del poder, el bolchevismo era “una enfermedad contagiosa, una plaga, un virus, una pestilencia que amenazaba con la revolución socialista mundial”.*

A finales de la primavera de 1918 comenzaron a financiar y/o sobornar a los insurgentes rusos para levantarse contra los bolcheviques, y poco después procedieron al envío de varios contingentes de tropas (unas 100.000 en total) para luchar al lado de los Blancos en la Guerra Civil Rusa, y fracasar totalmente a fin de cuentas.

Tras el final de la Guerra Civil Rusa y la Guerra Soviético-Polaca, las relaciones entre la Unión Soviética y las potencias occidentales (inexistentes inicialmente en términos diplomáticos) entraron en lo que Maksim Litvinov llamó en 1926 un “conflicto silencioso”, que más que una simple guerra de propaganda entre ambos bandos, fue una compleja guerra ideológica entre el capitalismo y el comunismo. Hemos de recordar que USA no reconoció el nuevo estado de la URSS hasta el 16 de noviembre de 1933 con Roosevelt; Gran Bretaña y Francia lo hicieron mucho antes; la primera en febrero de 1924 y la segunda en noviembre del mismo año. Pero más allá de este reconocimiento y los jugosos contratos comerciales que gobiernos y empresas occidentales cerraron con la Unión Soviética, desde entonces se fueron cimentando los prejuicios ideológicos creados por ese odio inoculado en 1918-1921. Simplemente, el bolchevismo era la peor de todas las amenazas imaginables para las potencias capitalistas, especialmente por el impacto y la contagiosa influencia que tuvo entre sus clases trabajadoras. En tal sentido, y ya con Hitler en el poder a partir de inicios de 1933, la tendencia de las instituciones gubernamentales angloamericanas era dar apoyo al fascismo hitleriano como baluarte contra el comunismo. Y por ello, y en general, torpedearon todos los esfuerzos soviéticos en la búsqueda de una política de seguridad colectiva y un pacto antifascista.

Este es el contexto histórico e ideológico -grosero por forzosamente breve- en que debemos considerar las valoraciones de los altos funcionarios angloamericanos sobre la URSS hasta justo el inicio de la invasión nazi. En síntesis, incluso conociendo los logros y avances económicos e industriales que los soviéticos habían conseguido en la modernización de Rusia durante los años de entreguerras, esos prejuicios ideológicos les impedían reconocer y aceptar que una supuesta banda de “revolucionarios ineducados” con una supuesta sociedad mayormente campesina, iletrada, medio mezcla de eslavos y mongoles primitivos, pudiera finalmente hacer frente con éxito a una invasión militar de un país, Alemania, que era todo lo contrario: gentes cultas, civilizadas y eficientes, aunque estuviesen gobernadas por un “régimen de gánsteres”, tal como calificó el embajador británico Neville Henderson al gobierno nazi. Pero la economía soviética funcionó, la industria funcionó, el ferrocarril funcionó, la movilización funcionó, el Ejército Rojo resistió y el régimen soviético no colapsó. Es cierto que a un precio terrible. Pero el coloso ruso demostró no tener los pies de barro.

Tras la invasión nazi fueron cambiando o matizando sus opiniones hasta el establecimiento de la Gran Alianza (Gran Bretaña, la URSS y USA) a finales de 1941, momento a partir del cual comenzaron las “alabanzas” al “tío José” (“Uncle Joe”) (Stalin) y a la Unión Soviética, sólo para volver al redil contrario, finalizada la guerra, con la Guerra Fría saliente.**

En una próxima intervención daré mi opinión sobre el bando alemán.

*Michael Jabara Carley, Silent Conflict. A Hidden History of Early Soviet-Western Relations (2014)p. 43.

**Por cierto, no me resisto a observar, aunque sea de forma totalmente marginal, la vuelta a la guerra ideológica tras el periodo relativamente “idílico” que siguió entre Occidente y la Federación Rusa tras la disolución de la URSS. Con la invasión militar rusa de Ucrania en 2022, Rusia ya no es el socio neoliberal capitalista con quien tan buenos negocios ha hecho Occidente, sino la nueva amenaza que, no pudiendo ser ya el manido comunismo soviético, es la Rusia de Putin, quien supuestamente amenaza con invadir Occidente. Vino nuevo en odres viejos.
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Re: La URSS como un "coloso con pies de barro"

Mensaje por José Luis » Lun May 20, 2024 10:46 am

En el bando alemán, los motivos que explican el desdén más o menos generalizado sobre la Unión Soviética tenían sus raíces en los cambios ideológicos y culturales habidos principalmente durante el Siglo XIX y principios del XX en Alemania sobre la Rusia Imperial, que pasaron de una estrecha colaboración geopolítica y económica hacia una rusofobia creciente (1) que derivó hacia el antibolchevismo alemán tras la Revolución de Octubre de 1917, exacerbado inicialmente por la influencia de los emigrados rusos “blancos” sobre Hitler y el Partido Nazi en 1919-1923 (2) y las experiencias e imaginarios construidos por soldados y oficiales alemanes en el Frente Oriental de la IGM, para converger finalmente todo ello en la construcción de la ideología racial nazi en su vertiente antieslavista, en general, y antibolchevique, en particular. Que bien podría sintetizarse en el término nazi “Untermenschen” (“subhumanos”) que, no siendo realmente de cosecha nazi, aplicaron bajo su cosmovisión racial a los eslavos del Este y a los judíos, fundidos luego en el judeo-bolchevismo. En el congreso nazi de Nuremberg en 1935, Goebbels dijo que “el bolchevismo es la declaración de guerra de los subhumanos internacionales dirigidos por los judíos contra la propia cultura”. (3) Todo esto caló profundamente en el ejército alemán bajo Hitler. (4)

Bajo estos parámetros históricos, políticos, culturales, ideológicos y raciales es cómo se puede entender, a mi juicio, el desdén mostrado por el liderazgo militar alemán, en general, sobre las capacidades soviéticas para resistir la invasión nazi, así como la negligencia mostrada ante la información de inteligencia -insuficiente y a veces errada- que reunió y no valoró debidamente antes del 22 de junio de 1941. ¿Qué información tenían?

Fremde Heere Ost (FHO) era el departamento de inteligencia del EMG en el OKH, establecido el 10 de noviembre de 1938, responsable de los asuntos militares en Europa Oriental, especialmente la URSS. Estuvo dirigido hasta marzo de 1942 por Obersleutnant Eberhard Kinzel y reportaba al Oberquartiermeister IV del EMG, cuyo jefe era el Generaleutnant Kurt von Tippelskirch (hasta enero de 1941).

Inicialmente, FHO era responsable de la colección de datos estadísticos e información técnica relativos a los ejércitos de varios países. En lo referido al Ejército Rojo, esta responsabilidad no fue primordial hasta el 31 de julio de 1940, cuando Hitler informó al EMG de su intención de atacar a la URSS. Hasta que esta invasión se hizo efectiva el 22 de junio de 1941, FHO se dedicó principalmente de la valoración de la inteligencia estadística y técnica sobre el Ejército Rojo que le proporcionaban cuatro fuentes:

-el Amt Ausland (Departamento de Extranjero) del Abwehr en el OKW, que recogía los informes de agentes y de los agregados militares alemanes, fundamentalmente en Helsinki y Moscú;

-el Oberkommando der Luftwaffe a través del Abteilung Fremde Luftwaffe Ost mediante fotografías de reconocimiento aéreo de las concentraciones de tropas del Ejército Rojo, instalaciones y fortificaciones;

-el Wehrwirtschafts-und Rüstungsamt mediante datos técnico-militares y la producción de armamento soviético; y

-el Nachrichtenaufklärung Ost mediante señales de reconocimiento (radio) del Ejército Rojo.

Hasta el momento de la invasión, FHO no extraía conclusiones generales respecto a la información reunida sobre el Ejército Rojo, sino que esta tarea quedaba en manos del Departamento de Operaciones del EMG en el OKH.

Como ya he comentado en mi ensayo inicial, en el el “Handbuch über die Kriegswehrmacht der UdSSR”, publicado por FHO el 1 de enero de 1941 (con la emisión de 2.000 copias el 15 de enero), se estableció la existencia de 16 distritos militares y 2 comisarías militares bajo la Comisaría de Defensa soviética, si bien no se decía nada claro sobre la organización y la fuerza del Ejército Rojo. A través del reconocimiento aéreo y de señales, FHO estimó que había al menos 11 ejércitos desplegados en la Rusia europea. También estimó que los rusos podían movilizar entre 11 y 12 millones de hombres para el ejército de campaña, aunque dudaban de que pudieran llevarla a cabo debido a la escasez de mano de obra y la falta de oficiales y material. Calculó que la fuerza total del Ejército Rojo comprendería, como mínimo, 20 ejércitos con 20 cuerpos de fusiles, 150 divisiones de fusiles, 9 cuerpos de caballería, de 32 a 36 divisiones de caballería, 6 cuerpos mecanizados y 36 brigadas motorizadas-mecanizadas.

FHO estimó que a finales de 1940 había un total de al menos 121 divisiones de fusiles en la Rusia europea, aunque desconocía cómo estaban distribuidas. Tampoco conocía el número de regimientos de tanques y motorizados, ni las formaciones de artillería. Opinó que los tanques soviéticos conocidos y los vehículos armados eran obsoletos, copias o versiones modificadas de modelos extranjeros. En base a los datos reunidos sobre unas 200 divisiones de fusiles y otras unidades, FHO estimó que el ejército de campaña soviético tenía unos 4 millones de hombres, más unos 600.000 en los servicios de retaguardia, y 1.600.000 más en las tropas del interior, para un total de 6.200.000 hombres.

En cuanto a las intenciones estratégicas y operacionales del Ejército Rojo en el caso de un ataque alemán, FHO barajó dos posibilidades. La primera contemplaba el despliegue del grueso de las fuerzas soviéticas al norte o al sur de los Pantanos del Pripyat (Pinsk), con la finalidad de evitar una ruptura mediante un contraataque sobre los flancos del avance alemán. Pero se dudaba de la capacidad de los rusos para realizar tales operaciones de flanqueo debido a su liderazgo y entrenamiento militar inadecuados, así como al estado de carreteras y ferrocarriles. La segunda posibilidad consideraba que la fuerza del Ejército Rojo derivaba de los números de hombres y armas, y del estoicismo, dureza y coraje del soldado individual, lo que hacía que el Ejército Rojo sería especialmente eficaz en la defensa.

No había ninguna evaluación de los cambios políticos, sociales y psicológicos ocurridos en la Unión Soviética desde 1917, en concreto sobre los efectos del adoctrinamiento y educación del Partido Comunista durante 24 años sobre la población rusa y los soldados y oficiales del Ejército Rojo. Concluyó, al igual que el OKH, que los problemas y debilidades del Ejército Rojo estaban en su falta de competencia, falta de un liderazgo capaz de reemplazar a todos los generales y oficiales superiores purgados por Stalin, atraso en el entrenamiento de tropas, e insuficiente estocaje de cantidades suficientes de material de guerra moderno para todas las formaciones de combate.

El 20 de mayo de 1941 FHO emitió otro memorando en el que reafirmaba que el grueso de las tropas soviéticas estaba desplegado en la Rusia europea con 130 divisiones de fusiles, 31 de caballería, 5 blindadas, y 36 brigadas motorizadas-mecanizadas. Estimaba que por razones políticas eran improbables refuerzos desde Asia. En cuanto a lo que harían los soviéticos ante un ataque alemán, FHO estimó que era imposible una retirada de las fuerzas soviéticas hacia el interior de Rusia, como en 1812. Siguió convencido de que el Alto Mando soviético carecía de la habilidad para planificar y ejecutar con rapidez ataques blindados a gran escala a nivel estratégico u operacional como respuesta a la guerra de movimiento alemana. Esta infravaloración del FHO sobre el Ejército Rojo no pasó desapercibida en el OKH, pero no se consideró un asunto importante. (5)

En realidad, el Ejército Rojo tenía desplegadas en la Rusia europea al 22 de junio de 1941 un total de 170 divisiones, 2 brigadas de fusiles independientes y 12 brigadas aerotransportadas. El primer escalón operacional -10/59 kilómetros de la frontera- contenía 56 divisiones (53 de fusiles y 3 de caballería) y 2 brigadas de fusiles independientes. El segundo escalón operacional (50/100 kilómetros de la frontera) contaba con 52 divisiones (13 de fusiles, 3 de caballería, 24 de tanques y 12 motorizadas). El tercer escalón operacional (100/400 kilómetros de la frontera hacia el este) desplegaba 62 divisiones, el grueso de las cuales estaba desplegado al oeste de los ríos Dvina Occidental y Dnieper en las reservas de los distritos militares. (6)

Así que el departamento de Kinzel no desatinaba al estimar la cantidad de divisiones soviéticas desplegadas en la Rusia europea, si bien desconocía su composición y armamento. Lo que no sabía era que el Ejército Rojo tenía un total de 303 divisiones y 22 brigadas activas, de las cuales 167 divisiones y 9 brigadas (es decir, unas 170,5 divisiones) estaban en la Rusia europea con una fuerza de personal de 2,9 millones de hombres. Tampoco erró mucho en la cantidad de hombres (11-12 millones) que podía movilizar la URSS para hacer frente a la invasión alemana, aunque infravaloró las capacidades que tenía para poder llevar a cabo dicha movilización. Recordemos que entre el 22 de junio de 1941 y el 1 de mayo de 1942 los soviéticos movilizaron más de 15 millones. Ahora bien, dentro de la perspectiva alemana de la época y su convencimiento de que la campaña rusa iba a durar muy poco tiempo (desde 2 a 3 semanas hasta 2 meses en sus últimas estimaciones), la cantidad de gente que podían movilizar los soviéticos en dicho plazo era algo relativamente secundario. No atinó para nada en la cantidad de armamento principal, especialmente tanques y aviones, que tenía el Ejército Rojo, y desconocía por completo algunos de sus modelos más modernos. En cambio calculó de más la fuerza de persona total del Ejército Rojo, en 6.200.000 hombres, cuando en realidad tenía 4,8 millones de hombres, incluyendo la Marina de Guerra. Acertó en la mayoría de los problemas técnicos, de liderazgo y entrenamiento que señaló en el Ejército Rojo, aunque sobredimensionó sus consecuencias, algo que casaba muy bien con la mentalidad reinante en el OKH. (7)

Mucha más enjundia que las valoraciones de FHO bajo la dirección de Kinzel (que sería relevado en marzo de 1942 por su incompetencia en sus informes de inteligencia sobre los soviéticos durante Barbarroja), tenían los informes de Ernst-August Köstring, militar y diplomático alemán que había nacido (1876) y crecido en Rusia y emigrado a Alemania antes de la IGM. Köstring llevaba sirviendo como agregado militar en Moscú desde 1935, dominaba perfectamente el ruso y había jugado un papel importante en el pacto de no agresión nazi-soviético de agosto de 1939. En septiembre de 1940 fue informado por Halder de las intenciones alemanas en Rusia. Durante la visita de Molotov a Barlín, Köstring señaló: “Sigo repitiendo (cursivas en el original) que la gran Unión Soviética no tiene intención de guerra, menos que nunca, porque el ejército y el país están en medio de una reestructuración y reconstrucción”, las cuales no arrojarán “resultados en varios años”. En sus informes a Tippelskirch la tendencia general de Köstring mostraba que no tenía sentido una guerra contra la URSS, pues todas las concesiones económicas e incluso políticas podían obtenerse de Stalin por otros medios siempre y cuando la Wehrmacht se mantuviese fuerte y en su línea victoriosa. Esta valoración no casaba con lo que creía Halder, que tenía un juicio muy diferente de la situación. Köstring señaló que el soldado ruso ya no representaba la imagen del “buen campesino” que se había extraído de la IGM, pues desde entonces se había producido una mejora cultural y una mayor inteligencia en la URSS. Si bien creía que en el futuro inmediato el Ejército Rojo no era capaz de llevar a cabo operaciones a gran escala en una guerra de movimiento. (8)

En cuanto a la convicción reinante en el OKH de que la URSS colapsaría ante las primeras derrotas sufridas por la maquinaria de guerra nazi, el 10 de octubre de 1940 el Consejero General de la embajada alemana en Moscú, Gebhardt von Walther, se opuso expresamente a tal convicción. Comunicó al representante de Exteriores en el OKH, Hasso von Etzdorf, que en el caso de una guerra defensiva, el gobierno soviético contaría con el apoyo de toda la población, que no habría división entre las nacionalidades, ni era de esperar ningún levantamiento. En caso de un ataque alemán habría, sin duda, severos reveses, pero no un colapso de la URSS. En general, esto era lo que pensaba la mayoría del personal de la embajada alemana en Moscú, que Stalin estaría dispuesto a realizar sacrificios para preservar la paz, y que Alemania no debía esperar obtener alguna ventaja de una guerra contra Rusia (9).

Recapitulando, de toda la información llegada por diferentes vías al OKH sobre las capacidades de la Unión Soviética y el Ejército Rojo hasta poco antes de la invasión de junio de 1941, toda aquella que ponía en tela de juicio la conveniencia de atacar a la URSS y/o que alertaba del optimismo reinante en el liderazgo político y militar alemán sobre la invasión fue desechada o simplemente rechazada. Y al tiempo de subestimar las capacidades soviéticas, no dejaron de sobrestimar las capacidades propias y negligir los problemas logísticos y espacio-temporales que presentaba una extraordinaria campaña militar en un teatro de guerra tan vasto y desconocido como el de Rusia. Dado que este liderazgo político-militar alemán estaba compuesto por personas inteligentes, la única explicación posible de su actitud en este asunto pasa por la penetración de la ideología racial nazi de superioridad aria e inferioridad eslava en el mismo, exacerbada por un clima de euforia victoriosa tras las campañas previas de 1939 y 1940.

Quiero acabar esta intervención con una declaración realizada por el antiguo mariscal de campo Friedrich Paulus el 21 de julio de 1951 sobre el comportamiento del generalato alemán bajo Hitler: “Sería un error peligroso pensar que esta guerra sólo se perdió porque Hitler cometió tantos errores […] Tanto Hitler (OKW) como el Estado Mayor del Ejército (OKH) habían malinterpretado -aunque en diferentes grados- el punto clave: la fuerza numérica, económica y, sobre todo, moral de la Unión Soviética. Yo mismo fui miembro en ocasiones del Alto Mando y asumo mi parte de responsabilidad en la responsabilidad compartida". (10).

(1) Véase un buen resumen en Velig Demitark (2021), Two sides of the coin: “Asiatic other” Russians vs. “supreme European” Germans? Capadocia Journal of Area Studies, Vol. 3, No.1, 44-62.

(2) Véase “Las raíces rusas del nazismo” en https://www.forosegundaguerra.com/viewt ... =59&t=9605

(3) Véase https://encyclopedia.ushmm.org/content/ ... oy-culture

(4) Véase, por ejemplo, Bryce Sait, The Indoctrination of the Wehrmacht. Nazi Ideology and the War Crimes of the German Military (2019).

(5) David Thomas (1987), Foreign Armies East and German Military Intelligence in Russia 1941-45. Journal of Contemporary History, Vol. 22, 261-301. Ernst Klink, Op. Cit.

(6) David M. Glantz, Barbarossa Derailed, Vol. 1 (2010), p. 35, nota 12.

(7) Véase para más detalles el hilo “Alemania-URSS. Población y fuerzas armadas” en https://www.forosegundaguerra.com/viewt ... 19&t=15834

(8) Klink.

(9) Ibid.

(10) Dr. Torsten Diedrich (2016), Friedrich Paulus, das „Unternehmen Barbarossa“ und der Mythos vom Präventivkrieg. Zentrum Für Militärgegeschichte Und Sozialwissenschaften der Bundeswehr, Potsdam, 1-17.
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sino como un hombre
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