Re: Holocausto y exterminio
Publicado: Lun Nov 12, 2012 8:56 pm
Saludos cordiales.
El tercero de los campos de la operación Reinhard estaba situado en Treblina, al noreste de Varsovia, las SS lo escogieron como el emplazamiento para un nuevo campo de la muerte. Su construcción comenzó a principios de junio de 1942, bajo la supervisión de Richard Thomalla, el oficial de las SS que había construido Sobibor. Cuando se inició su construcción, los campos de la muerte en Belzec y Sobibor ya estaban en funcionamiento, así que Thomalla intentó mejorarlos. Construyeron un ramal ferroviario y una estación desde la cual los judíos que llegaban eran conducidos a una sala para desvertise cerca del “gueto” donde vivían los prisioneros cuya estancia era más prolongada. Una vez allí los judíos desnudos enseguida eran llevados como ganado a través de un callejón angosto vallado – llamado por las SS “el camino hacia el cielo” – hasta una construcción de ladrillo cuidadosamente oculta en la parte más elevada del campo. En Treblinka había tres cámaras de gas, en las cuales se obligaba a entrara las víctimas con gritos e insultos para matarlas con los gases producidos por motores diésel canalizados hacia el interior mediante un sistema de tubos. Detrás del edificio había un montón de zanjas con una longitud de 50 metros, y anchura de 25 m, con profundidad de 10 m. Destacamentos especiales de prisioneros metían los cuerpos en vagonetas para trasladarlos desde la zona de procesamiento por una vía férrea estrecha y los arrojaban a las zanjas, que sobresalían del suelo cuando estaban llenas.
Al principio llegaban a diario unos 5000 judíos o más, pero desde mediados de agosto de 1942 se aceleró el ritmo de las matanzas y para finales de ese mismo mes se había gaseado en Treblinka a 312.000 judíos, no sólo de Varsovia, sino también de Radom y Lublin. El primer comandante del campo Irmfried Eberl, una médico austriaco que había participado en la operación “eutanasia” había manifestado su ambición de sobrepasar a cualquier otro campo en la cifra de muertes. La presión de las cifras llegó a tal punto que se abandonó cualquier fingimiento. Oskar Berger, que llegó en un transporte el 22 de agosto de 1942, anotó “cientos de cuerpos tirados” en el andén, “montones de fardos, ropas, maletas, todo mezclado. Los soldados de las SS, los alemenas y ucranianos se situaban en los techos de los barracones y disparaban contra la multitud indiscriminadamente. Hombres, mujeres y niños caían sangrando. El aire se llenaba de gritos y llanto”. Los hombres de las SS conducían hasta las cámaras de gas a los supervivientes golpeándolos con látigos y barras de hierro. Era tal el volúmen de judíos gaseados que las cámaras no daban abasto y en ocasiones los hombres de las SS fusilaban a los excedentes o en lugares de recepción cuando no se podía continuar un ritmo elevado de gaseamientos. Las cámaras de gas se averiaban con frencuencia, en ocasiones cuando las víctimas ya estaban dentro, en donde se las obligaba a esperar durante horas hasta que las reparaciones habían concluido. Las zanjas se colmaban enseguida y otras nuevas no se podían excavar con rapidez suficiente, así que no tardó en haber cuerpos sin enterrar por todas partes. (Sereny, Into That Darkness, pp. 200 – 207).
El caos era absoluto y las escenas dantescas que se producían en la terminal de llegada de los trenes a Treblinka superan lo inimaginable, tanto Globocnik como Wirth tuvieron conocimiento de dicho caos y se personaron en una inspección sorpresa en Treblinka y destituyeron en el acto a Eberl, Wirth entregó el manod a Franz Strangl, el comandante de Sobibor a comienzos de septiembre. A su llegada Strangl estableció lo que él entendía como un régimen ordenado; construyó una estación de ferrocarril falsa, donde no faltaba detalle alguno incluso un reloj con las agujas pintadas. Dispuso huertos, edificó nuevos barracones y construyó nuevas cocinas con el fin de aparentar y engañar a las víctimas a su llegada induciéndolas a pensar que estaban en un campo de tránsito.
Strangl ordenó el caso asesino pero en el campo continuaron las escenas de violencia y sadismo, a las cuadrillas de trabajo judías las palizas eran una constante y cuando su periodo de servicio expiraba o no podían continuar por agotamiento físico eran fusilados delante de sus sustitutos. Los auxiliares ucranianos solían agarrar y violar a las mujeres jóvenes judías.
En la primavera de 1942 Himmler había decidido que convenía desenterrar los cuerpos sepultados en los campos de exterminio y quemarlos para destruir sus evidencias, en un principio Globocnik no estuvo de acuerdo ya que entendía que no había nada que esconder y que deberían incluso construir monolitos y monumentos recordando a la gente quién había hecho esa “gigantesca tarea” – (Arad, Belzec, pp. 81 – 94; Sereny, Into the Darkness, pp. 200 – 207). Finalmente en diciembre de 1942 las incineraciones comenzaron en Chelmno y Belzec, a las que siguieron en abril de 1943 las de Treblinka. Himmler tomó la decisión de cerrar los campos habida cuenta de que ya se había maado a la inmensa mayoría de los habitantes judíos de los guetos polacos. Para finales de julio de 1943, cuatro meses después, prácticamente se había ultimado la tarea de desenterrar e incinerar alrededor de 700.000 cadáveres que habían sido sepultados en fosas comunes.
Ante las evidencias de los desenterramientos, y la disminución del volúmen de judíos que llegaban a los campos los prisioneros judíos se organizaron y comenzaron algunas revueltas donde la desesperación dio lugar a actos de valentía y se intentaron fugas masivas como la del 2 de agosto de 1943 en Treblinka que en su fuga provocaron fuego en las instalaciones que quedaron bastante dañadas; hubo un enfrentamiento armado y los judíos consiguieron abatir a 12 miembros de las SS, sólo unos cuantos consiguieron sobrevivir y huir a los bosques cercanos. Estos levantamientos, especialmente los de Sobibor y Treblinka reforzaron la creencia de Himmler en el sentido de que los judíos suponían en todas partes un riesgo para la seguridad. El número de presos recluidos en los dos campos era reducido en ese periodo temporal, unos 45.000 incluyendo a mujeres y niños y Himmler ordenó una operación masiva de fusilamiento que fue conocida como “Operación Festival de la Cosecha”, que costó un total de 42.000 muertos.
Las pruebas o huellas físicas de la operación Reinhard son escasas, después de las sublevaciones los edificios que quedaron en Treblinka fueron destruidos, el terreno se cubrió de hierba y se plantaron árboles y flores, y los ladrillos de las cámaras de gas se utlizaron para construir una pequeña granja. Sin embargo la población polaca de la zona sabía lo que había ocurrido allí, y en el verano de 1944 se extendieron rumores de que había judíos semienterrados a los que no se les había terminado de quitar joyas, relojes, piezas dentales de oro, u otros utensilios personales. Durante muchos meses un gran número de trabajadores y campesinos de las granjas estuvieron registrando el área minuciosamente en busca de esos “tesoros” escondidos. Cuando una comisión de crímenes de guerra del Estado polaco visitó el emplazamiento de Treblinka el 7 de noviembre de 1945, se encontró con “muchedumbres compuestas por toda clase de rateros y ladrones provistos con palas (…) excavando, registrando, rastrillando y filtrando la arena. (Arad, Belzec, pp. 379 – 380). Esta macraba búsqueda finalizó cuando el Estado polaco erigió monumentos oficiales en los emplazamientos de los campos y apostó guardias en torno a ellos.
Según un informe destinado a Eichmann el 11 de enero de 1943 e interceptado por los servicios secretos británicos de vigilancia, la cifra de judíos exterminados en los campos de la operación Reinhard hasta el final del año anterior (1942) era aproximadamente de 1.250.000 personas. Cumpliendo órdenes de Himmler su “inspector de estadística”, Richard Korherr, proporcionó el 23 de marzo de 1943 una lista más exhaustiva de todos los judíos evacuados o conducidos a los campos en el este; la lista elevaba su número a 1.873.539 si bien se incluían las matanzas producidas fuera de los campos Reinhard. Una versión más breve del informe actualizado el 31 de marzo de 1943 y realizado con la tipografía más grande que se empleaba para la lectura de Hitler que tenía problemas de miopía, le fue presentada al Führer en vísperas de su quincuagésimo cuarto aniversario, el 19 de abril de 1943.
Los cálculos modernos sitúan el número total de exterminados en Belzec, Sobibor y Treblinka en torno a 1.700.000 personas. (Fuente: Arad, Belzec, p. 379).
El tercero de los campos de la operación Reinhard estaba situado en Treblina, al noreste de Varsovia, las SS lo escogieron como el emplazamiento para un nuevo campo de la muerte. Su construcción comenzó a principios de junio de 1942, bajo la supervisión de Richard Thomalla, el oficial de las SS que había construido Sobibor. Cuando se inició su construcción, los campos de la muerte en Belzec y Sobibor ya estaban en funcionamiento, así que Thomalla intentó mejorarlos. Construyeron un ramal ferroviario y una estación desde la cual los judíos que llegaban eran conducidos a una sala para desvertise cerca del “gueto” donde vivían los prisioneros cuya estancia era más prolongada. Una vez allí los judíos desnudos enseguida eran llevados como ganado a través de un callejón angosto vallado – llamado por las SS “el camino hacia el cielo” – hasta una construcción de ladrillo cuidadosamente oculta en la parte más elevada del campo. En Treblinka había tres cámaras de gas, en las cuales se obligaba a entrara las víctimas con gritos e insultos para matarlas con los gases producidos por motores diésel canalizados hacia el interior mediante un sistema de tubos. Detrás del edificio había un montón de zanjas con una longitud de 50 metros, y anchura de 25 m, con profundidad de 10 m. Destacamentos especiales de prisioneros metían los cuerpos en vagonetas para trasladarlos desde la zona de procesamiento por una vía férrea estrecha y los arrojaban a las zanjas, que sobresalían del suelo cuando estaban llenas.
Al principio llegaban a diario unos 5000 judíos o más, pero desde mediados de agosto de 1942 se aceleró el ritmo de las matanzas y para finales de ese mismo mes se había gaseado en Treblinka a 312.000 judíos, no sólo de Varsovia, sino también de Radom y Lublin. El primer comandante del campo Irmfried Eberl, una médico austriaco que había participado en la operación “eutanasia” había manifestado su ambición de sobrepasar a cualquier otro campo en la cifra de muertes. La presión de las cifras llegó a tal punto que se abandonó cualquier fingimiento. Oskar Berger, que llegó en un transporte el 22 de agosto de 1942, anotó “cientos de cuerpos tirados” en el andén, “montones de fardos, ropas, maletas, todo mezclado. Los soldados de las SS, los alemenas y ucranianos se situaban en los techos de los barracones y disparaban contra la multitud indiscriminadamente. Hombres, mujeres y niños caían sangrando. El aire se llenaba de gritos y llanto”. Los hombres de las SS conducían hasta las cámaras de gas a los supervivientes golpeándolos con látigos y barras de hierro. Era tal el volúmen de judíos gaseados que las cámaras no daban abasto y en ocasiones los hombres de las SS fusilaban a los excedentes o en lugares de recepción cuando no se podía continuar un ritmo elevado de gaseamientos. Las cámaras de gas se averiaban con frencuencia, en ocasiones cuando las víctimas ya estaban dentro, en donde se las obligaba a esperar durante horas hasta que las reparaciones habían concluido. Las zanjas se colmaban enseguida y otras nuevas no se podían excavar con rapidez suficiente, así que no tardó en haber cuerpos sin enterrar por todas partes. (Sereny, Into That Darkness, pp. 200 – 207).
El caos era absoluto y las escenas dantescas que se producían en la terminal de llegada de los trenes a Treblinka superan lo inimaginable, tanto Globocnik como Wirth tuvieron conocimiento de dicho caos y se personaron en una inspección sorpresa en Treblinka y destituyeron en el acto a Eberl, Wirth entregó el manod a Franz Strangl, el comandante de Sobibor a comienzos de septiembre. A su llegada Strangl estableció lo que él entendía como un régimen ordenado; construyó una estación de ferrocarril falsa, donde no faltaba detalle alguno incluso un reloj con las agujas pintadas. Dispuso huertos, edificó nuevos barracones y construyó nuevas cocinas con el fin de aparentar y engañar a las víctimas a su llegada induciéndolas a pensar que estaban en un campo de tránsito.
Strangl ordenó el caso asesino pero en el campo continuaron las escenas de violencia y sadismo, a las cuadrillas de trabajo judías las palizas eran una constante y cuando su periodo de servicio expiraba o no podían continuar por agotamiento físico eran fusilados delante de sus sustitutos. Los auxiliares ucranianos solían agarrar y violar a las mujeres jóvenes judías.
En la primavera de 1942 Himmler había decidido que convenía desenterrar los cuerpos sepultados en los campos de exterminio y quemarlos para destruir sus evidencias, en un principio Globocnik no estuvo de acuerdo ya que entendía que no había nada que esconder y que deberían incluso construir monolitos y monumentos recordando a la gente quién había hecho esa “gigantesca tarea” – (Arad, Belzec, pp. 81 – 94; Sereny, Into the Darkness, pp. 200 – 207). Finalmente en diciembre de 1942 las incineraciones comenzaron en Chelmno y Belzec, a las que siguieron en abril de 1943 las de Treblinka. Himmler tomó la decisión de cerrar los campos habida cuenta de que ya se había maado a la inmensa mayoría de los habitantes judíos de los guetos polacos. Para finales de julio de 1943, cuatro meses después, prácticamente se había ultimado la tarea de desenterrar e incinerar alrededor de 700.000 cadáveres que habían sido sepultados en fosas comunes.
Ante las evidencias de los desenterramientos, y la disminución del volúmen de judíos que llegaban a los campos los prisioneros judíos se organizaron y comenzaron algunas revueltas donde la desesperación dio lugar a actos de valentía y se intentaron fugas masivas como la del 2 de agosto de 1943 en Treblinka que en su fuga provocaron fuego en las instalaciones que quedaron bastante dañadas; hubo un enfrentamiento armado y los judíos consiguieron abatir a 12 miembros de las SS, sólo unos cuantos consiguieron sobrevivir y huir a los bosques cercanos. Estos levantamientos, especialmente los de Sobibor y Treblinka reforzaron la creencia de Himmler en el sentido de que los judíos suponían en todas partes un riesgo para la seguridad. El número de presos recluidos en los dos campos era reducido en ese periodo temporal, unos 45.000 incluyendo a mujeres y niños y Himmler ordenó una operación masiva de fusilamiento que fue conocida como “Operación Festival de la Cosecha”, que costó un total de 42.000 muertos.
Las pruebas o huellas físicas de la operación Reinhard son escasas, después de las sublevaciones los edificios que quedaron en Treblinka fueron destruidos, el terreno se cubrió de hierba y se plantaron árboles y flores, y los ladrillos de las cámaras de gas se utlizaron para construir una pequeña granja. Sin embargo la población polaca de la zona sabía lo que había ocurrido allí, y en el verano de 1944 se extendieron rumores de que había judíos semienterrados a los que no se les había terminado de quitar joyas, relojes, piezas dentales de oro, u otros utensilios personales. Durante muchos meses un gran número de trabajadores y campesinos de las granjas estuvieron registrando el área minuciosamente en busca de esos “tesoros” escondidos. Cuando una comisión de crímenes de guerra del Estado polaco visitó el emplazamiento de Treblinka el 7 de noviembre de 1945, se encontró con “muchedumbres compuestas por toda clase de rateros y ladrones provistos con palas (…) excavando, registrando, rastrillando y filtrando la arena. (Arad, Belzec, pp. 379 – 380). Esta macraba búsqueda finalizó cuando el Estado polaco erigió monumentos oficiales en los emplazamientos de los campos y apostó guardias en torno a ellos.
Según un informe destinado a Eichmann el 11 de enero de 1943 e interceptado por los servicios secretos británicos de vigilancia, la cifra de judíos exterminados en los campos de la operación Reinhard hasta el final del año anterior (1942) era aproximadamente de 1.250.000 personas. Cumpliendo órdenes de Himmler su “inspector de estadística”, Richard Korherr, proporcionó el 23 de marzo de 1943 una lista más exhaustiva de todos los judíos evacuados o conducidos a los campos en el este; la lista elevaba su número a 1.873.539 si bien se incluían las matanzas producidas fuera de los campos Reinhard. Una versión más breve del informe actualizado el 31 de marzo de 1943 y realizado con la tipografía más grande que se empleaba para la lectura de Hitler que tenía problemas de miopía, le fue presentada al Führer en vísperas de su quincuagésimo cuarto aniversario, el 19 de abril de 1943.
Los cálculos modernos sitúan el número total de exterminados en Belzec, Sobibor y Treblinka en torno a 1.700.000 personas. (Fuente: Arad, Belzec, p. 379).