El proceso a Graziani
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El proceso a Graziani
EL ATENTADO CONTRA LA VIDA DEL MARISCAL
El 19 de febrero de 1937, durante una ceremonia en el recinto del guebi (el palacio imperial) de Addis Abeba, se lanzaron algunas bombas de mano contra el palco de las autoridades en el que estaba Graziani. El mariscal quedó acribillado por la metralla y con él cayeron heridos el general Liotta, el abuna Kyrillos, el general de la ciudad, Cortese, algunos periodistas (entre los cuales estaba Mario Appelius) y otras treinta personas.
La represalia duró tres días y fue atroz. Cortese lanzó a los escuadristas. Todos los miembros del partido de los jóvenes etiopes y los intelectuales, y los oficiales y cadetes de la escuela militar de Oletta fueron muertos cruelmente. Graziani se encerró en el palacio del gobierno e impartió órdenes de que las matanzas prosiguieran doquiera hubiera sospechas de una conjuración.
Así murieron miles de abisinios —se calculan de 3.000 a 5.800—; en Debrá Libanós el mariscal mandó fusilar a 425 monjes, borrando el convento de la topografía de la Iglesia copta.
De los momentos del atentado a Graziani, presentamos el testimonio del periodista, escritor y ensayista Beppe Pegolotti que estaba presente en el hecho, y que incluso fue herido por una de las bombas: Mediodía (...). Una voz gritó: "¡Bombas, bombas!". Pandemonio, entre las explosiones que se sucedían. Nos encontramos allí, bajo el pórtico, al abrigo de la fachada del guebi. Huir era imposible. Habían estallado nueve bombas: a intervalos de algunos segundos las tres primeras, las demás, juntas. La primera estalló sobre la cornisa alta del pórtico; la segunda, lanzada con discreta maestría, había caído entre las dos columnas pasando apenas por encima de las cabezas de los presentes. La tercera había dado en el blanco, alcanzando al virrey y a las autoridades de la primera fila. Graziani, que había dado un salto desde las gradas, la había visto pasar sobre la cabeza, y había explotado a sus espaldas. Esa es la explicación de sus heridas, todas en la espalda y en la parte posterior de las piernas. Cayó al suelo maldiciendo. Cuatro personas, entre las cuales estaban Gariboldi y Cortese, se precipitaron a levantarlo.
No fueron muchos los que conservaron la calma. Entre ellos hubo un operador cinematográfico del instituto Luce, Danilo Birindelli de Viareggio. Saltó a un automóvil, metió en él a Graziani, desmayado y sangrando, y le trasladó al hospital de la Consolata. Apenas fuera del recinto, una ametralladora disparó en dirección del auto, pero los disparos fallaron. Quizá Graziani habría muerto desangrado si no hubiera intervenido Birindelli (...).
Cuando Graziani estaba caído en el suelo, un capitán de los Carabinieri le había salvado
la vida dejando secos con dos disparos de pistola a dos terroristas cuando estaban para lanzarle otras bombas. Después de explotar la novena bomba hubo una secuencia apretada de otros lanzamientos que, sin embargo, no produjeron daños porque los artefactos, todavía con la anilla sujeta, resultaron inofensivos. ¿Qué sucedió luego? Tuvo lugar un breve tiroteo contra el Pequeño Guebl. Eran algunos cómplices capitaneados por un armenio, que disparaban desesperadamente, con el fin de facilitar la fuga a los lanzadores. Los Carabinieri de guardia en los portones, los cerraron prontamente, y así todos los que permanecieron en el parque cayeron en la trampa (...). Entre tanto, Gariboldi había asumido el mando de la plaza y, con voz tranquila, impartía allí bajo el pórtico las disposiciones de emergencia. También él sangraba, herido en un brazo. Más tarde, cuando se temía la sublevación popular, dudó si llamar a la ciudad al general Gallina con sus tropas, que había sido enviado a la caza del Ras Desta.
Pero, una vez aclarada la situación, se le dio a Gallina la orden de "quemar etapas" para tratar de desanimar a los guerreros del Ras, que las columnas Tucci y Natale estaban cercando en el sur. Cuando, después de al menos una hora, los heridos por las bombas fueron trasladados al pequeño hospital Vittorio Emmanuele (antes Sueco), las balas silbaban por todas partes. Ya había comenzado el rastreo de la policía. En muchos "tucul" estaban escondidas las armas.
Se desarrollaban algunos combates a tiros. En las horas sucesivas comenzaría también la sangrienta represalia, realizada generalmente por los elementos más facinerosos de la colonia civil blanca de tres mil italianos. La población etíope del conglomerado de la ciudad ascendía a 120.000 personas en aquel tiempo. En el hospital no había camas suficientes para todos los heridos. Unos cincuenta esperaron la medicación tendidos en el suelo. La extracción de los pequeños fragmentos de metralla era larga; los escasos médicos procedieron sumariamente. Muy pronto se agotó la provisión de éter. Tendido también yo en el suelo (tenía 22 fragmentos de metralla en las piernas) me hice a un lado para dejar pasar una camilla. Sobre ella estaba el general Liotta, en muy mal estado. Le llevaban al quirófano; ya había perdido un ojo: le amputaron una pierna. En otra camilla llegó un carabinero, que expiró casi inmediatamente. En el cuarto donde me hallaba estaban Petretti y Siniscalchi, heridos, pero no de gravedad. Allí hacia las dos de la tarde, me enteré de las primeras noticias sobre el estado de Graziani. Un oficial que venía de la Consolata, informó a los dos altos funcionarios del Gobierno. Dijo que, a pesar de "más de cien" fragmentos de metralla que le habían alcanzado (luego resultaron 350) y de la pérdida de sangre, podía considerarse fuera de peligro.
Llegaron también noticias sobre los otros heridos graves. Entre ellos estaba el abuna Kyrillos. Pero el clérigo indígena que le sostenía el paraguas había muerto. En un balance aproximado se estableció que los heridos del atentado eran sesenta. Mario Appelius había recibido un fragmento de metralla en la nariz. Los muertos eran cinco: además del carabinero y el clérigo, había fallecido un técnico (...).
Saludos cordiales
El 19 de febrero de 1937, durante una ceremonia en el recinto del guebi (el palacio imperial) de Addis Abeba, se lanzaron algunas bombas de mano contra el palco de las autoridades en el que estaba Graziani. El mariscal quedó acribillado por la metralla y con él cayeron heridos el general Liotta, el abuna Kyrillos, el general de la ciudad, Cortese, algunos periodistas (entre los cuales estaba Mario Appelius) y otras treinta personas.
La represalia duró tres días y fue atroz. Cortese lanzó a los escuadristas. Todos los miembros del partido de los jóvenes etiopes y los intelectuales, y los oficiales y cadetes de la escuela militar de Oletta fueron muertos cruelmente. Graziani se encerró en el palacio del gobierno e impartió órdenes de que las matanzas prosiguieran doquiera hubiera sospechas de una conjuración.
Así murieron miles de abisinios —se calculan de 3.000 a 5.800—; en Debrá Libanós el mariscal mandó fusilar a 425 monjes, borrando el convento de la topografía de la Iglesia copta.
De los momentos del atentado a Graziani, presentamos el testimonio del periodista, escritor y ensayista Beppe Pegolotti que estaba presente en el hecho, y que incluso fue herido por una de las bombas: Mediodía (...). Una voz gritó: "¡Bombas, bombas!". Pandemonio, entre las explosiones que se sucedían. Nos encontramos allí, bajo el pórtico, al abrigo de la fachada del guebi. Huir era imposible. Habían estallado nueve bombas: a intervalos de algunos segundos las tres primeras, las demás, juntas. La primera estalló sobre la cornisa alta del pórtico; la segunda, lanzada con discreta maestría, había caído entre las dos columnas pasando apenas por encima de las cabezas de los presentes. La tercera había dado en el blanco, alcanzando al virrey y a las autoridades de la primera fila. Graziani, que había dado un salto desde las gradas, la había visto pasar sobre la cabeza, y había explotado a sus espaldas. Esa es la explicación de sus heridas, todas en la espalda y en la parte posterior de las piernas. Cayó al suelo maldiciendo. Cuatro personas, entre las cuales estaban Gariboldi y Cortese, se precipitaron a levantarlo.
No fueron muchos los que conservaron la calma. Entre ellos hubo un operador cinematográfico del instituto Luce, Danilo Birindelli de Viareggio. Saltó a un automóvil, metió en él a Graziani, desmayado y sangrando, y le trasladó al hospital de la Consolata. Apenas fuera del recinto, una ametralladora disparó en dirección del auto, pero los disparos fallaron. Quizá Graziani habría muerto desangrado si no hubiera intervenido Birindelli (...).
Cuando Graziani estaba caído en el suelo, un capitán de los Carabinieri le había salvado
la vida dejando secos con dos disparos de pistola a dos terroristas cuando estaban para lanzarle otras bombas. Después de explotar la novena bomba hubo una secuencia apretada de otros lanzamientos que, sin embargo, no produjeron daños porque los artefactos, todavía con la anilla sujeta, resultaron inofensivos. ¿Qué sucedió luego? Tuvo lugar un breve tiroteo contra el Pequeño Guebl. Eran algunos cómplices capitaneados por un armenio, que disparaban desesperadamente, con el fin de facilitar la fuga a los lanzadores. Los Carabinieri de guardia en los portones, los cerraron prontamente, y así todos los que permanecieron en el parque cayeron en la trampa (...). Entre tanto, Gariboldi había asumido el mando de la plaza y, con voz tranquila, impartía allí bajo el pórtico las disposiciones de emergencia. También él sangraba, herido en un brazo. Más tarde, cuando se temía la sublevación popular, dudó si llamar a la ciudad al general Gallina con sus tropas, que había sido enviado a la caza del Ras Desta.
Pero, una vez aclarada la situación, se le dio a Gallina la orden de "quemar etapas" para tratar de desanimar a los guerreros del Ras, que las columnas Tucci y Natale estaban cercando en el sur. Cuando, después de al menos una hora, los heridos por las bombas fueron trasladados al pequeño hospital Vittorio Emmanuele (antes Sueco), las balas silbaban por todas partes. Ya había comenzado el rastreo de la policía. En muchos "tucul" estaban escondidas las armas.
Se desarrollaban algunos combates a tiros. En las horas sucesivas comenzaría también la sangrienta represalia, realizada generalmente por los elementos más facinerosos de la colonia civil blanca de tres mil italianos. La población etíope del conglomerado de la ciudad ascendía a 120.000 personas en aquel tiempo. En el hospital no había camas suficientes para todos los heridos. Unos cincuenta esperaron la medicación tendidos en el suelo. La extracción de los pequeños fragmentos de metralla era larga; los escasos médicos procedieron sumariamente. Muy pronto se agotó la provisión de éter. Tendido también yo en el suelo (tenía 22 fragmentos de metralla en las piernas) me hice a un lado para dejar pasar una camilla. Sobre ella estaba el general Liotta, en muy mal estado. Le llevaban al quirófano; ya había perdido un ojo: le amputaron una pierna. En otra camilla llegó un carabinero, que expiró casi inmediatamente. En el cuarto donde me hallaba estaban Petretti y Siniscalchi, heridos, pero no de gravedad. Allí hacia las dos de la tarde, me enteré de las primeras noticias sobre el estado de Graziani. Un oficial que venía de la Consolata, informó a los dos altos funcionarios del Gobierno. Dijo que, a pesar de "más de cien" fragmentos de metralla que le habían alcanzado (luego resultaron 350) y de la pérdida de sangre, podía considerarse fuera de peligro.
Llegaron también noticias sobre los otros heridos graves. Entre ellos estaba el abuna Kyrillos. Pero el clérigo indígena que le sostenía el paraguas había muerto. En un balance aproximado se estableció que los heridos del atentado eran sesenta. Mario Appelius había recibido un fragmento de metralla en la nariz. Los muertos eran cinco: además del carabinero y el clérigo, había fallecido un técnico (...).
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Desde luego, vaya nombre para un general.al general Gallina ...
My body lies under the ocean
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Wrapped up in an SB2C
Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él (Louis Pasteur)
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El proceso a Graziani
EL LLAMAMIENTO DE GRAZIANI A LOS CAMARADAS
El texto del discurso del mariscal Rodolfo Graziani en la reunión del 1 de octubre de 1943 de cuatro mil oficiales en el teatro Adriano de Roma.
El texto del discurso del mariscal Rodolfo Graziani en la reunión del 1 de octubre de 1943 de cuatro mil oficiales en el teatro Adriano de Roma.
- ¡Camaradas! No quiero haceros un discurso de ninguna manera, sino unas palabras sencillas de soldado a soldados que en esta hora trágica para la patria voy a pronunciar para vosotros y para mí. Es el sollozo doloroso de los vivos y de los muertos lo que sube a mi garganta y a vuestra garganta desde el corazón y el alma descompuesta por el horror del abismo en que ha caído nuestra patria. Son las lágrimas de todos los italianos sin distinción las que humedecen nuestros ojos, ya tan atónitos y tan mudos por el espectáculo del deshonor que nos ha manchado y por la ruina en la que hemos caído. Las banderas, los estandartes gloriosos, los lábaros, los gallardetes que besaron mil y mil veces la victoria, son hoy ennegrecidos, arriados, envilecidos. El cuerpo sagrado de la patria es dividido,pisoteado, martirizado, está sangrando.
Así pues, ya no son las palabras, las recriminaciones ni las acusaciones las que nos convienen, sino sólo reunimos en una unidad profunda para enmendar todas nuestras culpas, todos los errores, todos los abandonos, para volvernos a levantar y rebautizarnos en el baño del nuevo combate, por nuestra redención, por el honor de recobrarnos, por el prestigio de la patria que hay que volver a levantar ante el mundo. Y mirad que yo, camaradas, os he convocado y reunido para mirarnos una vez más con los ojos en los ojos, el alma en el alma, el corazón en el corazón. En el combate, en la prueba del fuego, ya no se consiente la mentira. Y es para deciros y repetiros que sólo por el camino de la fidelidad a los pactos, sellados con plena y consciente responsabilidad por quien los selló, rotos luego por trágica locura de otros, sólo por este camino podremos borrar la vergüenza y volver a dar al pueblo italiano el prestigio, la fe y el honor.
Volved al combate, camaradas, al lado del aliado, pero bajo nuestras banderas; a las órdenes de vuestros jefes y al lado de nuestros aliados estrechamente unidos. Si unimos todos nuestros esfuerzos y seguimos dando nuestra energía, nuestra fe y nuestra voluntad, venceremos, porque no nos faltarán las armas. Este es nuestro programa: reconstruir nuestras fuerzas para volver a combatir al lado del aliado. Reemprender la ofensiva que, desde el norte de Italia, devuelva a la ribera africana al aborrecido enemigo anglosajón. El programa de nuestros jefes es el de restablecer las fuerzas en el más breve tiempo posible para volver a combatir al lado de nuestros aliados. No nos faltará nada. Ese es el programa, si hay hombres y mandos, sobre todo mandos. Por eso os digo, camaradas: superaos a vosotros mismos, mirad sólo a la cara a vuestra conciencia: la patria, la patria, la patria es la única que cuenta.
- Audie Murphy
- Moderador
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- Registrado: Dom Oct 09, 2005 7:38 am
Re: El proceso a Graziani
Un monumento en honor de Rodolfo Graziani, enfrenta a la derecha y la izquierda en Affile, una pequeña localidad italiana de apenas 1500 habitantes. El mausoleo ha costado unos 127.000 euros de dinero público.
“Volver a ver camisas negras, águilas, saludos romanos es doloroso. No es digno de un país democrático”, afirma Francesco Polcaro, presidente de la Asociación de Partisanos Italianos.
“¿Es posible permitir, aceptar o solo tolerar que en 2012 se dedique un parque y un monumento a un general fascista?”, se pregunta mucha gente.
Conocido como el 'carnicero de Fezzan' por las ejecuciones que ordenó cuando era gobernador de Cirenaica, también se le recuerda por las masacres perpetradas en Etiopía, donde llegó a decir: «Mussolini tendrá Etiopía, con o sin etíopes».
http://internacional.elpais.com/interna ... 12145.html
http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20120 ... 20816.html
fuente http://ep01.epimg.net/internacional/ima ... normal.jpg
“Volver a ver camisas negras, águilas, saludos romanos es doloroso. No es digno de un país democrático”, afirma Francesco Polcaro, presidente de la Asociación de Partisanos Italianos.
“¿Es posible permitir, aceptar o solo tolerar que en 2012 se dedique un parque y un monumento a un general fascista?”, se pregunta mucha gente.
Conocido como el 'carnicero de Fezzan' por las ejecuciones que ordenó cuando era gobernador de Cirenaica, también se le recuerda por las masacres perpetradas en Etiopía, donde llegó a decir: «Mussolini tendrá Etiopía, con o sin etíopes».
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"El mal existe cuando las personas buenas no hacen lo que es correcto"
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