¡Hola a todos!
Kleinfeld escribió:
El asunto, es que ahora se utiliza la palabra fascismo como insulto, incluso al general Franco se le tilda de fascista, cuando él poca relación con la izquierda tenía, de hecho a Hitler tambien se le llama fascista.
La mayoría de los que así lo utilizan, como insulto, no tienen idea de que era en realidad.
La pregunta de Anubi no pretende saber si Franco era fascista y otras digresiones del tenor, sino si el régimen político de Japón tenía una ideología fascista durante la IIGM.
Yo ya he expresado mi opinión en sentido negativo y he explicado algunas de las razones. En primer lugar, y como ya apunté en mi primera intervención, el régimen político de Japón durante la IIGM era formalmente una monarquía constitucional fundada en la Constitución Meiji de 1889, que seguía el modelo constitucional prusiano y en cierto modo también el modelo británico, pues tenía un sistema bicameral que imitaba el británico en su Cámara de los Lores, que con Meiji fue la Cámara de los Pares. Dije que yo la definiría como una "teocracia constitucional" porque sentaba el origen divino del emperador y porque la soberanía residía en el emperador, no en el pueblo como suele ser habitual en el parlamentarismo. Sin embargo, el poder del emperador tenía sus límites constitucionales, al igual que el poder del ejecutivo. Tenía un poder judicial teóricamente independiente y garantizaba las libertades civiles y políticas. Aquí se puede consultar la Constitución Meiji de 1889:
https://history.hanover.edu/texts/1889con.html
Aunque el Japón anterior a la Restauración Meiji (1868) raramente tuvo una constitución escrita, la monarquía constitucional de 1889 seguía el modelo occidental del paso de una monarquía absoluta a una constitucional, donde el poder del soberano era importante, pero limitado. A veces se confunde la monarquía constitucional con la parlamentaria, pero en ésta el poder del monarca es puramente simbólico. En Japón la Constitución Meiji de 1889 discurrió oscilando, según la época, entre una monarquía constitucional y una absoluta caracterizadas por la intervención casi constante (con su manifestación más brutal en forma de asesinatos y golpes de estado) de grupos militares de las fuerzas armadas en los asuntos políticos y la política exterior. El trasfondo venía dado por la división y el enfrentamiento en el espectro político-militar; principalmente, había políticos y militares que eran ultranacionalistas y defendían una monarquía absoluta, y luego estaban los intelectuales liberales que promovían una monarquía constitucional. Y la historia de la monarquía Meiji osciló entre esas dos tendencias según la época y las circunstancias, aunque ninguna de las dos logró imponerse nunca totalmente. Hirohito, que admiraba el modelo constitucional británico, no pudo escapar de los conflictos provocados por esas dos tendencias, aunque puede decirse que el ultranacionalismo finalmente predominó. El propio Hirohito, aunque teóricamente podía hacerlo, nunca ejerció el poder casi absoluto que ejercieron su padre y abuelo, los emperadores Taisho y Meiji, respectivamente. Los motivos fueron diversos, y no tengo tiempo para exponerlos aquí (ni me parece oportuno).
Bajo estos parámetros formales y teóricos del sistema político del Japón Imperial resulta difícil, en mi opinión, calificar el sistema de fascismo o de estar basado en una ideología tal. Si en base a esto analizamos el Japón de Hirohito con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini (los dos arquetipos del fascismo reinante de la época), el análisis no resise una comparación. Hitler tuvo y ejerció un poder político prácticamente ilimitado, y en menor escala Mussolini. Ambos tenían regímenes totalitarios (partido único) y ejercían el poder en consonancia, dictatorialmente. Más allá de las rivalidades existentes entre los diferentes servicios de cualesquiera fuerzas armadas del mundo, ni por asomo había en los ejércitos de Hitler y Mussolini rebeliones, golpes de estado o acciones violentas contra los dirigentes políticos, al menos hasta que comenzó a cambiar drásticamente el curso de la guerra. Todo esto estaba ausente en el Japón Imperial, también con Hirohito. Más allá de su teórica figura sagrada y sus poderes constitucionales, el papel de Hirohito estuvo siempre limitado no sólo constitucionalmente, sino también
condicionado por las intrigas de sus cortesanos, de sus ministros y burócratas, y por las intrigas, atentados y golpes de estado de grupos militares. El Japón de Hirohito estaba política y militarmente muy lejos de ser y comportarse como la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini. Hirohito nunca fue un
Führer ni un
Duce, ni gozó y ejerció el poder de sus tiranías.
Sin embargo, dicho lo anterior, no cabe duda alguna de que el Japón Imperial experimentó algunas de las características propias del fascismo italiano y/o el nazismo alemán. Por encima de todo, ultranacionalismo y militarismo autoritarios, y xenofobia. El ultranacionalismo japonés era secular y fue una reacción a la incursión occidental en el país, que tuvo su máxima expresión a mediados del Siglo XIX cuando una alianza interfeudal de bandas del movimiento
shishi derrocó el shogunato Tokugawa en 1868 poniendo fin a la era Edo y dando pie a la era Meiji. La ideología del movimiento
shishi, un movimiento que desapareció con la Restauración Meiji*, se podía resumir en su eslogan
sonnō jōi, que venía a significar “venera al emperador y expulsa a los bárbaros”. En cambio, el militarismo surgió y creció durante la era Meiji, y no fue ajeno a las circunstancias de la política internacional, las guerras y las ambiciones imperiales de expansión territorial. Finalmente, si a estos rasgos añadimos los crímenes de todo tipo que el ejército japonés cometió durante la IIGM, entonces no es difícil comprender el que muchas veces se califique, erradamente a mi juicio, al Japón de Hirohito como fascismo.
*El movimiento desapareció, pero no su impronta ideológica y cultural, sin la cual no se entendrían los movimientos revolucionarios militares y civiles de la era Meiji. Este tema ha sido tratado por primera vez en luenga inglesa en la reciente obra de Danny Orbach,
Curse on this Country. The Rebellious Army of Imperial Japan (Cornell University Press, 2017), una lectura imprescindible para conocer las causas de la simbólica maldición expresada en el título.
Saludos cordiales
JL