¡Hola a todos!
Erich Hartmann escribió:Por encima de toda razón
La obstinación militar, con Umezu a la cabeza, rayo en absurdo cuando se recibieron en Tokio terribles noticias de Hiroshima. Para ganar tiempo ante la evidencia de que se les había arrojado una bomba atómica, enviaron allí a uno de sus expertos, el físico Yoshio Nishina, que al día siguiente confirmaba lo que en el Consejo bien sabían: la destrucción de Hiroshima era completa; las víctimas ascendían a casi la mitad de la población y las quemaduras que se observaban entre los supervivientes correspondían, con seguridad, a la contaminación radiactiva. Pero los militares no cedieron.
Los 16 millones de octavillas lanzados por los norteamericanos sobre 47 ciudades japonesas comunicando la naturaleza de la bomba y manteniendo la amenaza de proseguir la guerra atómica no sirvieron de nada. Los generales Anami y Umezu interpretaron que el gesto era una debilidad, que a los norteamericanos les faltaban redaños para asaltar las islas metropolitanas.
La bomba de Nagasaki, coincidente con el ataque soviético en Manchuria, tampoco terminó con la contumacia del Ejército. En la tarde del día 9, aunque la capitulación ya la aceptaban todos, los militares ponían cuatro condiciones: respeto a la figura y papel político del emperador, renuncia a la ocupación del Japón y a la demanda de responsabilidades, autodesarme y retirada pacífica de las fuerzas japonesas en el extranjero... Evidentemente, no era ésa la capitulación incondicional exigida en Potsdam. Así lo entendieron la parte civil del Gobierno y, también, el emperador, que convocó al Consejo Supremo a medianoche. Los norteamericanos, dispuestos a mantener el acoso, enviaron al atardecer sus bombarderos sobre Tokio y los convocados atravesaron la ciudad iluminada por los incendios dejados por el napalm y el fósforo.
Quisiera rescatar esta antigua entrada del artículo de Solar que nos introdujo Erich Hartmann para ampliar la información sobre cómo se recibió en el liderazgo militar y político de Japón la noticia de la explosión de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima y sobre el proceso de toma de decisiones políticas que siguió hasta la aceptación de la rendición japonesa según los términos aliados de Potsdam.
Cuando el
Enola Gay lanzó su bomba atómica sobre Hiroshima en la mañana del 6 de agosto de 1945, ese mismo día la Estación Naval de Kure transmitió un informe al ministro de Marina en el que, de forma inexacta, comunicaba que tres B-29 volando a gran altitud sobre Hiroshima habían arrojado varias bombas alrededor de las 08:25 horas....que había tenido lugar una terrorífica explosión a una altitud de 500/600 metros....y que las bajas estimadas ascendían a unas 100.000 personas.
Más tarde en ese día el jefe de la División de Operaciones del EMG del Ejército, teniente general Miyazaki Shuichi, escribió en su diario que podía tratarse de la llamada bomba atómica. A las 01:00 am del día siguiente, la Agencia de Noticias Domei recibió la declaración del presidente Truman (anunciando el lanzamiento de la bomba atómica) por radio en frecuencia de onda corta. Cuando el ministro de Exteriores Togo se enteró de la noticia en la radio de su ministerio, intentó inmediatamente conseguir más detalles del Ministerio del Ejército, pues los bombardeos aéreos eran un asunto puramente militar y los informes sobre sus daños eran la jurisdicción exclusiva de los jefes de las fuerzas armadas. El Ejército negó que hubiese habido un bombardeo atómico, manteniendo que "aunque Estados Unidos afirma que se trata de una bomba atómica, en realidad parece ser una bomba convencional con extraordinario poder destructivo". Togo, pensando que quizás USA estuviese exagerando pero muy preocupado por la contundencia de las noticias radiadas, dispuso las medidas para convocar urgentemente una reunión de los ministros clave del gobierno para la tarde del 7 de agosto.
En dicha reunión se discutió el bombardeo de Hiroshima. Togo intentó encontrar una salida para la rendición citando ampliamente los informes radiados sobre el bombardeo. Dijo que "la introducción de una nueva arma, que ha alterado drásticamente toda la situación militar, ofrecía a los militares amplias razones para terminar la guerra". Propuso que se considerase inmediatamente la rendición bajo los términos de la Declaración de Potsdam (salvo la cuestión de la continuación del régimen imperial de Hirohito). Sin embargo, los militares siguieron negando que los americanos hubiesen utilizado una bomba atómica, de tal forma que el gabinete no pudo aceptar la propuesta de Togo (una de las peculiaridades más llamativas, por no decir asombrosas, del funcionamiento institucional del gobierno japonés era que las decisiones debían acordarse bajo total unanimidad; si uno de sus miembros se oponía a una propuesta dada, ésta quedaba rechazada).
Hacia el mediodía del 7 de agosto, Kido Koichi, el consejero más importante del emperador, recibió un informe sobre el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, notificando graves daños y 130.000 bajas. A la 1:30 pm se reunió con el emperador Hirohito, quien ya había sido informado en la tarde del día anterior y en la mañana del día actual del bombardeo de Hiroshima. Hirohito, muy disgutado por no tener información suficiente, pidió más detalles del gobierno y del ejército sobre la devastación de Hiroshima.
La mañana del 8 de agosto, con la aprobación del primer ministro Suzuki, Togo se dirigió al Palacio Imperial para informar a Hirohito de las noticias americanas y británicas de la bomba atómica. Le dijo que debía usarse el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima como el momento decisivo para poner fin a la guerra, con la condición, por supuesto, del mantenimiento del sistema imperial. Para subrayar la urgencia de la situación, Togo dijo que Estados Unidos continuaría arrojando bombas atómicas sobre las ciudades japonesas, tal como había advertido Truman, a menos que Japón terminase la guerra de forma inmediata. Hirohito asintió añadiendo que había que realizar los preparativos para poner fin a la guerra tan pronto como fuese posible, y dijo a Togo que pusiera todo su empeño en acabar la guerra y que informara a Suzuki de su deseo.
Togo se reunió con Suzuki y propuso una reunión del Supremo Consejo de Guerra, que estaba compuesto por los "Seis Grandes": primer ministro, ministro de Exteriores, ministros del ejército y la marina, y los jefes del estado mayor general del ejército y de la marina. Sin embargo, la reunión se demoró un día porque algunos de los miembros militares del consejo no estaban disponibles.
Al amanecer del 9 de agosto, Tokio interceptó una emisión de la TASS en la que la Unión Soviética declaraba la guerra a Japón. Pocas horas después el Ejército Rojo atacaba al Ejército de Kwantung en la frontera de Manchuria. Con esta noticia se acabó la última esperanza del gobierno japonés, que entró en pánico, pues hasta ese momento había intentado conseguir la mediación soviética para conseguir de Estados Unidos una rendición favorable.
El Supremo Consejo de Guerra (SCG) se reunió a las 10:30 am del 9 de agosto; todos sus miembros reconocieron que era imposible continuar la guerra por mucho más tiempo, pero la cuestión era si serían capaces de alcanzar una decisión para rendirse. Para lograr esa decisión era necesario que el SCG y el gabinete tuviesen unanimidad de opiniones, pues de lo contrario quedaría paralizada la rendición.
Abrió la reunión Suzuki diciendo que la bomba atómica de Hiroshima y la entrada de la URSS en la guerra hacían totalmente imposible la continuación de la guerra, y que, se quisiera o no, no había otra opción que aceptar los términos de Potsdam. Togo intervino diciendo que Japón debía aceptar inmediatamente los términos de Potsdam con la única condición de que los aliados garantizasen la posición del emperador. Cuando, probablemente (no existen las actas de esta reunión, y lo que se cuenta es por las memorias de algunos de sus testigos), el ministro del Ejército, Anami, estaba especulando que quizá Estados Unidos no tuviese más bombas atómicas que la que había lanzado sobre Hiroshima, en ese mismo instante, justo antes de la 01:00 pm, llegó a la reunión la noticia de que se había lanzado una segunda bomba atómica sobre Nagasaki. La conmoción fue devastadora y Anami ya no dudó de que Estados Unidos tuviera más bombas atómicas. Sin embargo, el consejo siguió con discusiones acaloradas; Togo, que continuó insistiendo fuertemente en la rendición imediata, fue apoyado por el ministro de Marina, Yonai, pero Anami se opuso vehementemente. Estaba dispuesto a aceptar, "en principio", los términos de Potsdam pero con ciertas condiciones al margen de la ya implícita de preservar la institución imperial: que no hubiera ocupación militar de los aliados, que se permitiese a las fuerzas armadas llevar a cabo voluntariamente ellas mismas el desarme y la desmovilización, y dejar que el gobierno japonés enjuiciara a los criminales de guerra. Anami dijo que estas tres condiciones eran condiciones "absolutas", y fue apoyado por los dos jefes de los estados mayores generales del ejército y la marina, Umezu
Yoshijiro y Toyoda, respectivamente. No se pudo romper este empate entre Anami, Yoshijiro y Toyoda, por una parte, y Suzuki, Togo y Yonai, por la otra; los primeros querían una "batalla decisiva" a menos que USA aceptase las tres condiciones (más la del emperador); los segundos quería acabar la guerra con la única condición del mantenimiento del emperador.
Este espectáculo patético y dramático continuó con dos reuniones de emergencia del gabinete el 9 de agosto y una conferencia imperial el día siguiente. A las 2:30 pm del 9 de agosto tuvo lugar la primera reunión, que al no haber acuerdo dio paso a otra reunión a las 6:00 pm. Anami se opuso a Suzuki y Togo, quienes creían que no había esperanza alguna de conseguir las "tres condiciones". Un Anami irracional aseguró que "la aparición de la bomba atómica no significa el final de la guerra...Confiamos en una batalla decisiva en la patria contra las fuerzas americanas". Admitió que la bomba atómica y la entrada de la URSS en la guerra privaban a Japón de toda posibilidad de ganar la guerra "en base al cálculo matemático", pero que mientras lucharan por el honor de la raza de Yamato tendrían alguna oportunidad. No se produjo desempate.
Suzuki -tal como había acordado previamente con Kido e Hirohito- solicitó poco antes de la medianoche una conferencia imperial en el refugio antiaéreo del palacio del emperador. Asistieron a ella los miembros del SCG y el presidente del Consejo Privado, Hiranuma Kiichiro, con Suzuki presidiéndola. El emperador Hirohito vestía uniforme del ejército y llevaba guantes blancos. Togo y Anami reanudaron la confrontación; durante unas dos horas el emperador pacientemente escuchó la acalorada discusión, que terminó en la misma forma que las anteriores: sin acuerdo. Entonces, "en un acto sin precedentes en la historia moderna de Japón", Suzuki se acercó al emperador, hizo una profunda reverencia, y pidió una decisión imperial para el asunto tratado. Rompiendo su silencio usual, Hirohito tomó la "sagrada decisión". Hablando con emoción pero con un tranquilo tono de voz, declaró que estaba de acuerdo con Togo y ordenó que se aceptaran los términos de Potsdam. Eran las 2:30 am del 10 de agosto de 1945. La decisión fue posteriormente ratificada por el gabinete y ese mismo día Togo transmitió el mensaje de rendición condicional al gobierno americano a través de los gobiernos suizo y sueco.
Sin embargo, el emperador tuvo que intervenir en una segunda ocasión, el 14 de agosto de 1945, para resolver el impase sobre la ambigua respuesta (intencionada) del gobierno americano, en cuanto a que la "autoridad" del emperador "estará sujeta al" comandante supremo de las potencias aliadas. Togo estaba por aceptar la condición americana, pues decía que protegía la institución imperial, pero Anami se opuso defendiendo nuevamente la "batalla decisiva" antes de aceptar la respuesta americana. Así pues, Hirohito zanjó la disputa apoyando a Togo. A mediodía del 15 de agosto de 1945, Hirohito radió a la nación y al mundo el rescripto de rendición. Finalmente, la guerra había terminado.
Fuente: Sadao Asada, "The Shock of the Atomic Bomb and Japan’s Decision to Surrender—A Reconsideration", en Robert James Maddox (Ed.),
Hiroshima in History. The Myths of Revisionism (Columbia & London: University of Missouri Press, 2007), pp. 24-44.
Saludos cordiales
JL