La revolución espartaquista

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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Barbarossa
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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por Barbarossa » Dom May 12, 2019 7:43 pm

Buenas tardes.

En Berlín, hay varios monumentos erigidos a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg.

En el Tiergarten hay uno, y recuerdo que era una especie de columna de adoquines o ladrillos con el nombre de Karl Liebknecht. Además, en tiempos de la DDR, en las inmediaciones de la Potsdamer Platz, había otro monumento de una piedra parecida al granito. Tras la caída del Muro, ya no está en la plaza; ignoro si ha sido trasladado a otro lugar o si ha sido destruido.

Cerca de la embajada de España en Berlín, se encuentra el de Rosa Luxemburg, ubicado en un puente del Landwehrkanal. Si la memoria no me falla, en la inscripción se indica que, en ese mismo lugar, fue arrojado al río el cadáver de Rosa Luxemburg después de ser muerta de un disparo.

Saludos cordiales.

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Juan M. Parada C.
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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por Juan M. Parada C. » Dom May 12, 2019 7:55 pm

Me parece raro a mi también tal hecho,mi estimado amigo.Recuerdo que en ese noticiero germano de fama internacional,que nadie discute en modo alguno,pude ver a la canciller Merkel y otras autoridades llevando una corona a donde estan enterrados estos dos líderes de ese fallido movimiento espartaquista y en medio de los mismos me pareció ver una placa.

Saludos y bendiciones a granel.
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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Lun May 13, 2019 9:21 am

¡Hola a todos!

Vamos a ver, ya sé que hay varios monumentos en Alemania eregidos en honor de Rosa y Karl, pero lo que pongo en duda es que haya alguno construido por orden del gobierno de la nación. Sé que en 2002 la coalición del SPD (socialdemócratas) y PDS (comunistas) acordaron en el senado berlinés eregir un monumento en honor a Rosa Luxemburg. Y que otro monumento para Karl Liebknecht fue inaugurado en la Potsdamer Platz. Y cada año en enero más de 10.000 personas se congregan en el cementerio de los socialistas en Berlín para rendir homenaje a la memoria de estos dos revolucionarios. Y aunque entre los congregados figuren autoridades como el caso de Angela Merkel, lo que digo es que, en lo que yo sé, ningún gobierno feferal alemán decidió jamás levantar un monumento en honor de estos dos miembros fundadores del KPD asesinados el 15 de enero de 1919.

El primer monumento creado en su honor fue obra de Ludwig Mies van der Rohe en Berlín en 1926, destruido luego por el nazismo y restaurado en la República Democrática Alemana. Además se construyeron numerosos bustos y placas en su honor por todo Berlín, pues ambos eran los dos mártires principales del comunismo alemán.

Pero repito, y salvo que alguien pruebe lo contrario, creo que ningún gobierno de la República Federal Alemana ordenó la construcción de un monumento o memorial en honor de Rosa y Karl.

Saludos corfdiales
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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Lun May 13, 2019 10:44 am

Con todo este asunto se me olvidó explicar el porqué de mi extrañeza en la noticia que daba Parada del gobierno alemán. Es bien sabido que el SPD aprobó los créditos de guerra del gobierno imperial en el parlamento el 4 de agosto de 1914, incumpliendo así uno de los puntos principales de su programa fundacional, cual era la oposición al militarismo. Esta votación provocó cierto malestar entre miembros del SPD, malestar que fue creciendo poco a poco hasta producir un cisma en el partido en 1917 (escribo de memoria), con la fundación del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD en sus siglas alemanas). Rosa Luxemburg, que había creado antes de aquel fatídico 4 de agosto de 1914, el llamado Grupo Internacional (que perseguía una especia de socialdemocracia paneuropea) comenzó a atraer hacia su grupo a varios políticos, del SPD incluidos, que poco a poco fueron organizándose como Grupo Espartaquista (debido a unas cartas con las funciones de su programa que Rosa firmó como Espartaco), una formación ilegal que vio a algunos de sus miembros encarcelados (entre ellos Rosa). El Grupo Espartaquista se unió al USPD, pero más tarde, en un congreso fundacional celebrado a finales de diciembre de 1918 y el primero de año de 1919, fundó el Partido Comunista Alemán (KPD), que pasaron a dirigir Rosa y Karl tras ser liberados de prisión.

Bien, el problema es que la revolución de 1918, de la cual el SPD se aprovechó para hacerse con las riendas del nuevo gobierno, acabó siendo neutralizada por la contrarrevolución emprendida por el SPD en el gobierno y sus socios políticos conservadores, que encargaron al ejército, a través de los freikorps, acabar con los revolucionarios. Y estas acciones de los freikorps terminaron en auténticos asesinatos, entre ellos los de Rosa y Karl.

Por todo ello me resultaba extraño que cualquier gobierno federal alemán -ya fuese socialdemócrata, conservador o de coalición- levantase un monumento a esos dos revolucionarios, siendo sus antecesores quienes mandaron o permitieron asesinarlos.

Saludos cordiales
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tigre
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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por tigre » Jue Jun 20, 2019 11:05 pm

Hola a todos :-D; algo más.....................................

Rebelión Espartaquista.

Imagen
Barricada en el Jannowitzbrücke........................................................

Imagen
Las tropas leales utilizan un tanque Mk IV británico capturado para sofocar el Levantamiento en Berlín, 1919................................

Fuente: https://www.ebay.ca/itm/1919-The-Sphere ... 0037.m2107
http://godwithusww1.files.wordpress.com ... ikorps.jpg

Saludos. Raúl M 8).
Irse a pique, antes que arriar el pabellón. Alte G. Brown.

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por Paulaner » Sab Oct 10, 2020 11:22 am

Akeno escribió:
Mar Jun 17, 2008 5:50 pm
El movimiento político de los espartaquistas tomó su nombre simbólico, de "Las cartas de Espartaco", el periódico de la izquierda revolucionaria alemana, y en particular de Espartaco, el seudónimo del director y fundador Karl Liebknecht.

El movimiento nació el 4 de agosto de 1914 bajo el impulso de acontecimientos dramáticos: estalló la PGM y el Partido Social-Demócrata, representante de la clase obrera, patrióticamente declaró: "En la hora del peligro no abandonamos a la patria." El grupo de Liebknecht, del que forman parte Rosa Luxemburg, Clara Zetkin y Franz Mehring, en diciembre del mismo año, realiza el primer espectacular gesto de desacuerdo: vota contra la asignación de créditos de guerra y publica una revista, Die Internationale, en la que sostiene que los enemigos del proletariado son los capitalistas y no los proletarios de otras naciones.

"Las cartas de Espartaco" aparecen en enero de 1916. En ese año los espartaquistas organizan una manifestación pública contra la guerra, contra "el Gobierno que trae el hambre a los obreros". Liebknecht, arrestado, es procesado y condenado por un tribunal militar a cuatro años y seis meses. De esta manera nace su leyenda. Liberado en 1918, Liebknecht y los suyos, en la oleada de la Revolución Rusa de 1917, tratan de tomar la dirección del Partido Social-Demócrata. La ocasión parece favorable: en la hora de la derrota, que las capas populares atribuyen a las clases dirigentes, ante el deso general de cambiar radicalmente la sociedad y el Estado, el grupo espartaquista se pone a la cabeza de todas las agitaciones y revueltas locales, alcanzando su punto más álgido cuando las dotaciones de varios buques de la flota de alta mar se amotinaron en Kiel y Wilhelmshaven. Durante los primeros días de noviembre se propagó la insurrección a otras ciudades del Reich: los obreros se declararon en huelga, fueron formados comités de trabajadores y soldados y el pueblo se lanzó a la calle, exigiendo la terminación de la guerra, la caída de la monarquía y una nueva ordenación económica y social.

Revolución de Noviembre: http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C ... _Noviembre

Bajo la creciente presión del ambiente revolucionario, el canciller del Reich, príncipe Max von Baden, anunció el 9 de noviembre, por decisión propia, ya que el Kaiser Guillermo II vacilaba, la abdicación del Emperador. Simultáneamente renunció al cargo de canciller en favor del jefe del partido más poderoso, el socialdemócrata Friedrich Ebert. Es la época en que el Gobierno formado por socialistas y por independientes de izquierda, asume tonos claramente revolucionarios; está formado no por ministros, sino por seis comisarios del pueblo socialistas, y pide, obviamente, una Constitución que dé "todo el poder al pueblo". El socialdemócrata Ebert comprende que el empuje revolucionario no tiene posibilidades de éxito en un país cuya aristocracia y cuya burguesía siguen dominando totalmente en las zonas agrícolas; cuya casta militar, aunque derrotada, mantiene relaciones profesionales y políticas con los vencedores occidentales, los cuales, si bien debieron aceptar la Revolución Rusa, no están dispuestos de ningún modo a ver pasar al campo de los comunistas la nación que domina la Europa continental. Ebert conoce bien, a la vez, a su partido y sabe que los obreros alemanes se alejan pronto de los tumultos y enseguida invocan el orden.

Liebknecht y los suyos no se resignan, esperan aprovechar la última ocasión revolucionaria e incitan a los obreros a la rebelión. Cuando se tuvo conocimiento de que Liebknecht pretendía proclamar una "República socialista alemana", Philipp Scheidemann, adelantándose a él, corrió hacia una de las ventanas de la Cancillería y gritó en dirección a la multitud que se manifestaba frente a la sede del Gobierno: "¡Trabajadores, soldados: el pueblo alemán ha vencido en toda la línea! ¡Viva la República alemana libre!". Cuando Liebknecht, en la tarde del mismo día, proclamó desde el Palacio de Berlín la "República socialista alemana", los dados habían sido arrojados ya. :sgm117:

Había nacido la República, que tendría que pasar una dura prueba en los primeros días de enero de 1919.


LA REVUELTA ROJA DE BERLÍN

"Estamos luchando por las puertas del paraíso", proclamó el líder comunista Karl Liebknecht en los primeros días de 1919, animando a su Liga Espartaquista a capturar Berlín para, luego, hacerse con el Gobierno alemán. En efecto, para los comunistas alemanes y miles de simpatizantes de izquierdas, nunca había sido tan propicio el momento, ni los portales de la victoria habían estado tan cerca, como en aquella época fatídica. Alemania parecía en su punto para ser cogida por los comunistas. Friedrich Ebert, el asediado canciller de la nueva República, había sido incapaz de aplastar el desafío radical con los reducidos recursos a su disposición: unidaes militares sumidas en el caos y divididas en sus lealtades, y una fuerza de policía berlinesa que parecía indiferente a la amenaza.

A principios de enero, los espartaquistas y sus partidarios se hicieron con el control de los servicios públicos, el sistema de transporte y las fábricas de municiones de Berlín. Cuando el Gobierno de Ebert depuso al jefe de la policía de la ciudad, un seguidor de los espartaquistas, Liebknecht y Rosa Luxemburg convocaron una manifestación masiva para el 5 de enero para protestar por la destitución.

Ese día y los que siguieron, cientos de miles de trabajadores tomaron las calles blandiendo armas, ondeando banderas rojas y gritando lemas revolucionarios. En un último esfuerzo por restaurar el orden y salvar el Gobierno, Ebert y Gustav Noske, su ministro de Defensa, pidieron ayuda a la única fuente que quedaba: los Freikorps. Las unidades de Freikorps respondieron con ansia al llamamiento del Gobierno, poniéndose rápidamente en marcha hacia Berlín, y quedó dispuesto el escenario para un enfrentamiento sangriento.

REBELDES SIN UN PLAN

El 5 de enero, los líderes espartaquistas se reunieron con el depuesto jefe de la policía en la principal comisaría de Berlín para diseñar la estrategia. El canciller Ebert y otros líderes gubernamentales se refugiaron en la cancillería, que pronto fue rodeada por una muchedumbre colérica. En otros lugares, rebeldes armados se movieron en libertad, tomando la Belle-Alliance Platz, el distrito de la prensa de Berlín, y ocupando las oficinas de algunos de los periódicos de la ciudad, incluídas las del Vorwärts, órgano de los socialistas rivales. Esa tarde, los líderes de la rebelión votaron a favor de combatir al Gobierno hasta derrocarlo. Sin embargo, nadie preparó un plan para llevarlo a cabo. El 6 de enero, los rebeldes capturaron la planta de impresión del Gobierno, su nueva agencia, y la principal oficina de telégrafos de Berlín. Durante días, la multitud aguardó inquieta mientras los hombres que estaba sitiados en el cuartel de la policía deliberaban.

LA ORGANIZACIÓN DE UN RESCATE

Mientras los espartaquistas vacilaban, el ministro de Defensa Gustav Noske se retiró al suburbio occidental de Dahlem para planificar la recuperación de Berlín. Protegido por unidades de Freikorps del cercano Zossen y dotado de un único teléfono, Noske contactó con ex oficiales del Ejército dentro y en las afueras de la capital. En unos días, habían reclutado miles de tropas de los Freikorps para rescatar al Gobierno de Ebert.

"Alguien tiene que ser el tirano sanguinario; no le temo a la responsabilidad." Con esta frase, Gustav Noske se hizo cargo para defender al Gobierno, de dichas fuerzas.

El 10 de enero, 350 soldados de los Freikorps con base cerca del suburbio norteño de Spandau se impusieron a los espartaquistas que intentaban tomar el control de la enorme planta de municiones de la zona. A la mañana siguiente, 1.200 tropas de los Freikorps de Postdam habían atacado la Belle-Alliance Platz, bombardeando el edificio del Vorwärts con obuses y morteros desde corta distancia. Los espartaquistas del interior respondieron con fuego, pero sus ametralladoras y fusiles no pudieron hacer nada contra la artillería y, al cabo de poco tiempo, los rebeldes fueron derrotados.

EL RENACIMIENTO DE LOS GUBERNAMENTALES

El 11 de enero, el ministro de Defensa Noske condujo a más de 3.000 tropas de los Freikorps hasta el corazón de Berlín. A su paso por los barrios prósperos del oeste de la ciudad, los residentes se apostaron en las aceras y los recibieron con vítores. "Más de un corazón patriota pudo regocijarse una vez más ante una visión que echábamos en falta", declaró un periódico conservador. "Los soldados cruzaban marchando la Potsdamer Platz, soldados con oficiales, soldados controlados por sus líderes."

Sin encontrar resistencia, los hombres de Noske avanzaron hasta la Puerta de Brandemburgo, donde socorrieron a los gubernamentales que, tan sólo unas horas antes, habían defendido este bastión simbólico de los ataques de los espartaquistas. Luego, los asesores militares del ministro de Defensa dividieron la ciudad en sectores y los Freikorps se dispersaron, instalando sus ametralladoras en importantes intersecciones y rodeando edificios públicos que seguían en manos de los comunistas.

LA MASACRE DE LA DERECHA

Desahogando sus virulentos sentimientos anticomunistas, las tropas de los Freikorps se abalanzaron sobre los radicales con extraordinario salvajismo. En Spandau, los espartaquistas que no murieron en acción fueron capturados y luego asesinados camino a la prisión. En el edificio del Vorwärts, seis hombres que salieron con banderas blancas fueron abatidos en el acto.

La matanza continuó. Tras bombardear la delegación principal de la policía con artillería, una compañía de hombres de Noske asaltó el edificio y mató brutalmente a los espartaquistas en las oficinas, los pasillos y los ascensores. Mientras que algunos radicales fueron asesinados donde se hallaban, otros encontraron un destino aun peor: fueron golpeados y perseguidos de habitación en habitación antes de ser asesinados a culatazos.

UN FINAL INSEGURO DE LA MATANZA

El 15 de enero, los Freikorps habían impuesto una calma insegura en la capital. Ametralladoras y vehículos blindados amedrentaban a los disidentes, y tiradores certeros abatían al francotirador espartaquista ocasional.

Liebknecht y Luxemburg, los principales líderes espartaquistas, habían pasado a la clandestinidad, pero los hombres de los Freikorps les descubrieron. Los dos radicales fueron conducidos al cuertel de los Freikorps en el Hotel Eden de Berlín. Esa misma noche, fueron escoltados por separado por una puerta trasera, aporreados, introducidos en automóviles y asesinados en el camino.

Fueron las últimas víctimas mortales de la semana sangrienta de Berlín. Más de un centenar de espartaquistas murieron defendiendo su causa, pero los Freikorps salieron de los violentos enfrentamientos con tan sólo 13 muertos y 20 heridos.

FUENTES UTILIZADAS


EL TERCER REICH. Su historia en textos, fotografías y documentos. Heinz Huber y Artur Müller. Plaza & Janés S.A. 1967

EL TERCER REICH. Un sueño perverso (II). Time-Life Books Inc - Editorial Rombo S.A. 1996

HISTORIA DE LA II GUERRA MUNDIAL Y DEL III REICH. Océano-Instituto Gallach 1985


Saludos cordiales!
Subrayo para facilitar su lectura.
Qué triste que se tenga que recurrir a la violencia, venga de donde venga.

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José Luis
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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Sab Oct 10, 2020 2:03 pm

¡Hola a todos!

El texto citado sobre la revolución "espartaquista" es demasiado simplista e ignora acontecimientos importantes. En su conjunto, ofrece una visión deformada, por simplista, de la compleja realidad militar, política, obrera, sindical y social de la Alemania del otoño-invierno de 1918 y de enero de 1919. Informa de una posición de la Mayoría Socialista (que así se denominaba entonces el SPD de Ebert) muy tamizada y edulcorada, e ignora por completo a los independientes socialistas (USPD), los comités de empresa y sus líderes sindicales (los llamados Revolutionäre Obleute) que fueron los verdaderos artífices de las dos grandes manifestaciones políticas masivas de 1916 y 1918, previas a la revolución, y los artífices igualmente de las manifestaciones y huelgas de Berlín y otras ciudades a partir de noviembre. No hubo tal revolución espartaquista, sino de esos sindicalistas revolucionarios y los obreros, de los cuales se quisieron empoderar los espartaquistas (ya por entonces encuadrados dentro del KPD).

Saludos cordiales
JL
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von Thoma
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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por von Thoma » Dom Oct 11, 2020 4:22 am

Los asesinatos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg fueron realizados para
cortar un problema de raiz. No olvidemos que si Rosa y Karl se hubieran salido
con la suya, tras una sangrienta revolución, hubieran importado el mismo tipo
de sistema de Rusia a Alemania. Hubo muchas víctimas inocentes en la lucha
entre Freikorps y comunistas, ellos no hicieron sino recibir su propia medicina.

Uno puede ser de izquierda sin tener que apoyar a personas como Luxemburg
y Liebknecht, que no eran mejores que Lenin o Trotsky.
La izquierda siempre hace pesar más de lo debido a sus mártires.

Como curiosidad decir que Baldur von Schirach dice en su libro " Ich glaubte an Hitler "
(capítulo 40) que durante su internamiento en Spandau después de la guerra,
el almirante Raeder le confió que Canaris fue el verdadero organizador de los
asesinatos de Luxemburg y Liebknecht.

Con su asesinato -observó Isaac Deutscher, biógrafo de Trotsky- " la Alemania de
los Hohenzollern celebró su último triunfo y la Alemania nazi, el primero".
«El derecho de creer es el derecho de quienes no saben»

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por Plantigrado » Dom Oct 11, 2020 9:04 am

von Thoma escribió:
Dom Oct 11, 2020 4:22 am
No olvidemos que si Rosa y Karl se hubieran salido
con la suya, tras una sangrienta revolución, hubieran importado el mismo tipo
de sistema de Rusia a Alemania.
(...)
Uno puede ser de izquierda sin tener que apoyar a personas como Luxemburg
y Liebknecht, que no eran mejores que Lenin o Trotsky.
Es imposible saber con seguridad cómo podría haber evolucionado la Revolución Alemana que intentó la Liga Espartaquista si Rosa y Karl se hubiesen salido con la suya.

Desde luego que el ejemplo de la reciente Revolución Rusa, encabezada por Lenin y Trotsky, estaba influyendo poderosamente en el ánimo de los espartaquistas. Pero Rosa Luxemburg no compartía exactamente las posiciones leninistas en temas importantes; tenía una visión de simpatía por lo que pasaba en Rusia en tanto que proyecto inspirado en el marxismo, pero no dejaba de criticar con desconfianza mucho de lo que pasaba allí también.

Había en la propuesta de Rosa Luxemburg una defensa de la democracia obrera y un rechazo al burocratismo y al militarismo dominantes en el bolchevismo que posiblemente podían haber dado un rumbo diferente a la Revolución Alemana de 1919 respecto a la Revolución Rusa de 1917.

Es de notar que Luxemburg y Liebknecht habían participado en la revuelta arrastrados por el entusiasmo de sus camaradas de la Liga, pero no sin antes manifestar su opinión de que la clase obrera alemana estaba todavía insuficientemente organizada para ella, lo que los abocaba a una lucha desigual con los grupos reaccionarios mucho más organizados a la contra.

Tras el asesinato de Luxemburg y Liebknecht en 1919 estas posiciones diferenciales respecto al leninismo quedaron en gran medida olvidadas dentro del comunismo alemán, a partir de entonces más ortodoxamente leninista.

Pero serían recogidas y desarrolladas con posterioridad en sectores del comunismo neerlandés encabezados por Anton Pannekoek. Dando lugar al llamado "comunismo consejista", que sería considerado herético por la Comitern, y al que el mismo Lenin condenaría teóricamente en su obra El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo(1920).

https://www.izquierdadiario.es/Rosa-Lux ... ucion-Rusa
https://es.wikipedia.org/wiki/Luxemburguismo
https://es.wikipedia.org/wiki/Comunismo_consejista
“Mientras la guerra sea considerada como mala, conservará su fascinación. Cuando sea tenida por vulgar, cesará su popularidad”.

Oscar Wilde, escritor irlandés.

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Dom Oct 11, 2020 10:40 am

¡Hola a todos!

Difícilmente comprenderemos la complejidad de la revolución alemana de noviembre de 1918-19 si antes no analizamos lo que sucedió en el ámbito político, militar, laboral y social desde el comienzo de la guerra en Alemania. En esta intervención sólo me voy a detener, por cuestión de espacio, en algunos de los sucesos más importantes que ocurrieron dentro del SPD y el movimiento obrero. Es importante porque la derrota alemana, tácitamente reconocida por Ludendorff cuando urgió la petición de armisticio en septiembre de 1918, no habría propiciado la revolución de noviembre si mucho tiempo antes no se hubieran producido esos acontecimientos políticos dentro del SPD y las huelgas y manifestaciones del movimiento obrero. Básicamente, el liderazgo del SPD traicionó el 4 de agosto de 1914, cuando dio su apoyo parlamentario a los créditos de guerra del gobierno, su programa fundacional y político hasta entonces, a consecuencia de lo cual surgieron en primer lugar las tensiones internas y en último lugar la escisión del partido. Al mismo tiempo, una parte importante de los trabajadores y, especialmente, los representantes sindicales de los comités de empresa, sobre todo en el sector de la industria pesada, fueron paulatinamente oponiéndose no sólo al SPD sino también a los sindicatos oficiales vinculados en su mayoría con el SPD. Fueron estos representantes de los comités de empresa del sector de la industria pesada, armamento, principalmente, los que más tarde se denominarían Revolutionäre Obleute (algo así como Delegados de Empresa Revolucionarios), quienes a partir de 1916, desafiando la ley marcial imperante, al liderazgo del SPD y a los sindicatos oficiales, comenzaron una serie de manifestaciones y huelgas políticas que sentaron la base social principal de la que surgió la revolución en noviembre de 1918. Pero detengámonos en el SPD.

Las primeras grandes discrepancias programáticas del SPD afloraron tras el final en 1891 de las Leyes Excepcionales que Bismarck había impuesto contra este partido en 1878, durante ese tiempo un partido clandestino. Surgía ahora la “juventud” socialista y su posición de boicotear las elecciones, con una política de ofensiva permanente contra el régimen. En cambio, el ala derecha del SPD, liderada por Georg von Vollmar, quería reorientar el partido hacia el “posibilismo”, dedicándose exclusivamente a la lucha electoral. La dirección (el Ejecutivo) del SPD decidió en el Congreso de Erfurt de 1891 una línea intermedia desarrollada por Kautsky (ideólogo austriaco del partido): sin renunciar a su programa máximo, la revolución socialista, que la expansión del capitalismo auguraba para largo, el SPD debía luchar por las demandas de un programa de mínimos, unos objetivos parciales, reformas políticas, económicas y sociales, y trabajar sin descanso para consolidar el poder político y económico del movimiento de los trabajadores, al tiempo de elevar la conciencia de la clase trabajadora.

Esta división entre el programa máximo -revolución y socialismo- y el programa mínimo de reformas (esto es programa de ruptura y programa de reformas) fue lo que determinó la teoría y la práctica de la socialdemocracia durante las décadas siguientes. Dos años más tarde, en el Congreso de Dresden de 1903, se impuso la tesis rupturista, cerrando el debate, al menos formalmente, al condenar los intentos revisionistas (reformistas) de “reemplazar la política de conquista del poder mediante la victoria por una política que se acomodaba al orden existente”.

La Revolución Rusa de 1905 produjo, entre otras consecuencias para el SPD, una huelga no oficial de los mineros del Ruhr que desató un conflicto dentro de los sindicatos. Quienes trabajaban a tiempo completo en los sindicatos temían el aventurismo y eran contrarios a las huelgas de los trabajadores, mientras la fracción radical defendía, junto con Rosa Luxemburg, que la “huelga general política” era un medio eficaz de levantar la conciencia política de grandes cantidades de trabajadores previamente atrasados, y un arma esencial para el movimiento socialista. En el Congreso de Jena de 1905, ganó la postura radical contra la revisionista, y estos últimos se agruparon en torno a los sindicatos de Legien, quien calificó la huelga general de “absurdo general”.

Sin embargo, en 1906 en el Congreso de Mannheim, los líderes sindicales consiguieron el apoyo de Bebel (el principal activista socialista, que junto con Kautsky formaba el pilar práctico y teórico, respectivamente, del SPD) para una resolución que colocaba a sindicatos y partido en un mismo nivel de igualdad, lo que en la práctica significaba que ambas partes debían consultar entre sí de forma obligatoria en los asuntos de interés común. En otras palabras, se anulaba la votación de Jena, lo que significaba que el ejecutivo del SPD daba categóricamente la espalda a la identificación del partido con la revolución.

En 1912, el Congreso de la Internacional Socialista en Basilea declaró las tareas de la Internacional, sus partidos constituyentes y la clase trabajadora en cada país en caso del estallido de la guerra: “Si se declara la guerra, las clases trabajadoras de los países afectados, así como sus representantes parlamentarios, tienen el deber de movilizar sus fuerzas para evitar que estallen las hostilidades, con el apoyo de la actividad coordinadora del la Oficina Internacional, aplicando las medidas que se consideren más eficaces, medios que evidentemente variarán en función del mayor o menor cambio agravado que deba tomar la lucha de clases y en relación a la situación política general. Si, a pesar de estos esfuerzos, estallara la guerra, su deber es luchar activamente por un rápido fin al combate, y hacer todo esfuerzo para usar la crisis política y económica que causa la guerra para levantar a la gente, y acelerar de esta forma la abolición del dominio de la clase capitalista”.

Sin embargo, cuando estalló la guerra en agosto de 1914, el SPD (y la mayoría de los partidos socialistas de Europa) traicionó lo acordado dos años antes en el Congreso de la IS de Basilea, y traicionó tres puntos fundamentales de su propio programa fundacional: la oposición al militarismo, la internacional proletaria y la lucha de clases. El 4 de agosto de 1914 todos los parlamentarios del SPD votaron a favor de los créditos de guerra. Ni un simple diputado votó en contra, ni siquiera Karl Liebknecht. Aun más, el SPD puso a su vicepresidente Hugo Haase, hasta entonces un oponente determinado contra la guerra, como portavoz de la nueva política del partido para justificar su apoyo a los créditos de guerra. Unos días antes, el 1 y 2 de agosto, el liderazgo de los sindicatos oficiales más importantes acordaron con el Ministerio del Interior suspender todas las huelgas y no llevar a cabo ninguna manifestación ni huelga durante la guerra. Dado que los sindicatos estaban estrechamente vinculados con el SPD, puede decirse que con esta decisión se inauguró la Burgfrieden, la tregua política que subordinó el movimiento obrero alemán al interés del estado imperial.

Pronto surgieron las tensiones internas en el SPD por el apoyo a la guerra dado el 4 de agosto. La férrea organización y disciplina del SPD no impidió, sin embargo, que en la segunda sesión del Reichstag de 2 de diciembre de 1914 Liebknecht votase en contra de los créditos de guerra. Fue el único parlamentario del SPD (y del Reichstag) en hacerlo (aunque Firtz Kurnet, de Halle, que se oponía a aprobarlos, se ausentó del Reichstag durante la sesión, y por tanto no votó). Liebknecht había reconocido poco tiempo antes ante sindicatos y trabajadores que la Burgfrieden de agosto había sido un error injustificable, y de ahí su actitud coherente en diciembre.

Tras este acontecimiento parlamentario, pronto comenzó la división interna dentro del SPD, formándose dos grupos disidentes: un grupo moderado que unió en torno a Hugo Haase y Georg Ledebour, y un grupo radical congregado en torno a Liebknecht y Rosa Luxemburg, de los que saldría más tarde el Grupo Spartakus. Estos dos grupos pronto se unirían para formar el Partido de los Socialdemócratas Independientes de Alemania (Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands, o USPD), la plataforma que reunió a todos los socialistas que se oponían a la guerra, y a la que se unirían también en 1918 los Revolutionäre Obleute, delegados sindicales elegidos por los trabajadores, principalmente de la industria metalúrgica, que eran independientes de los sindicatos oficiales. Incluso Ernst Däumig, el editor del principal periódico del SPD, el Vorwärts, junto con otros empleados del periódico, se mostraron en contra de la política oficial del SPD o la criticaron, produciéndose un gran conflicto público entre los editores del periódico y Comité General de los Sindicatos (Generalkommission der Gewerkschaften), esto es el liderazgo central del movimiento sindical socialdemócrata de 1890 a 1919. Däumig perdió su puesto de editor en el Vorwärts en 1916 debido a la intervención del liderazgo del SPD.

Sindicatos y trabajadores, por su parte, estaban en una difícil situación. Las manifestaciones pacifistas y las huelgas estaban prohibidas, así como la libertad de prensa; y cualquier manifestación o crítica contra el gobierno o la guerra podía llevar a prisión o al frente. No obstante, a medida que las consecuencias de la guerra se hicieron notar en las condiciones laborales, salarios y división del trabajo, y en general en la escasez y carestía de los alimentos, los movimientos de trabajadores, sus sindicatos, delegados y líderes comenzaron una lenta evolución hacia las manifestaciones y huelgas masivas, al principio de carácter laboral, pero ya a partir de 1917 de carácter político. En esta evolución iba a jugar un papel trascendental los sindicatos de las grandes compañías de la industria metalúrgica (aquellas que superaban los 1.500 trabajadores y que constituían la industria pesada alemana), especialmente en Berlín. Aquí la división se produjo principalmente entre el liderazgo oficial de los sindicatos, que favorecía la línea a favor de la guerra del aparato del SPD, y los delegados independientes de los trabajadores que, pertenecientes a los sindicatos oficiales y sujetos en teoría a la disciplina de su liderazgo, se mostraron cada vez más como representantes independientes de los comités de empresa, hasta convertirse finalmente en revolucionarios. Las clases trabajadoras alemanas, en general, no se opusieron a la guerra en agosto de 1914, pero tampoco mostraron el entusiasmo hacia la guerra que muestra sin fundamento la historiografía clásica.

Básicamente, las discrepancias principales que había entre los miembros del SPD y los líderes y delegados sindicales giraban en torno a la guerra y la huelga masiva. La Mayoría Socialdemócrata y los sindicatos oficiales (cuyos líderes eran nominados por el aparato del SPD) estaban a favor de la guerra y en contra de la huelga. Los socialistas del USPD, los de la Liga Espartaquista y los Obleute mantenían, lo hicieron paulatinamente, la posición contraria. Los más moderados de este grupo eran los del USPD, y los más radicales los Espartaquistas. Los Obleute comenzaron a entrar en el campo político a partir de 1916 con el liderazgo de las huelgas, radicalizándose a partir de 1918. Esto es en síntesis, pues luego estaba toda la prensa del SPD, inicialmente siguiendo la línea del aparato, pero luego también dividiéndose.

La primera huelga masiva acaecida en Alemania fue la de junio de 1916, que se conoce como la Huelga de Liebknecht, pero que en realidad fue organizada por los Obleute, aunque entonces no habían adoptado todavía el nombre de revolucionarios (esto ocurriría en 1918). Esta huelga asociada a los espartaquistas (que se habían conformado así en enero de ese año) por el arresto de Liebknecht el 1 de mayo y por la participación en la misma de los espartaquistas, fue organizada realmente por los Obleute, que, aunque trabajaban en alianza, tenían grandes tensiones con ellos. Mientras los Obleute organizaban a los trabajadores en las fábricas, los espartaquistas se esforzaban por sacarlos a la calle. Estos últimos ya habían organizado manifestaciones contra la guerra en 1915 y 1916, pero la respuesta de los trabajadores fue prácticamente nula. Todo cambió con el arresto de Liebknecht, lo que impulsó a los Obleute a moverse al terreno de la oposición política. El 27 de junio los Obleute, tras una manifestación de los espartaquistas, alquilaron el Musiker-Festsäle de Berlín para una reunión que finalmente no se pudo celebrar por las filtraciones que de la misma dieron los informadores de la policía. Sin embargo, un pequeño grupo de 30 Obleute se reunió más tarde en un pub de la Sophienstrasse, y allí, bajo propuesta de Richard Müller, acordaron una huelga política masiva para el 28 de junio, que congregó finalmente a unos 55.000 trabajadores en Berlín clamando por la libertad de Liebknecht. La huelga comenzó en las grandes compañías de Berlín y de allí se extendió como la pólvora a otras industrias del metal, convirtiéndose en una manifestación contra la guerra.

La siguiente gran huelga tuvo lugar en Berlín (extendiéndose a Halle, Magdeburg y Leipzig) en abril de 1917, congregando entre 200.000 y 300.000 trabajadores, mientras que la de enero de 1918 representó a más de 400.000 trabajadores. A diferencia de la de abril del año anterior, que se llamó la Huelga de la Comida (por su escasez), la de enero de 1918 fue enteramente política, contra la guerra y la monarquía, donde emergieron, siguiendo la línea bolchevique, los consejos (soviets) de trabajadores. Se creó un Comité de Acción que recogía las demandas de los trabajadores, mediante sus delegados, quedando la legitimación de las mismas no sujeta a la mediación de partidos o sindicatos.

Los miembros elegidos para el Comité de Acción, como liderazgo de las huelgas, eran casi exclusivamente Obleute: Paul Eckert, Paul Neuendorf, Paul Blumenthal, Heinrich Malzahn, Richard Müller, Otto Kraatz, Paul Scholze, Otto Tost, Fritz Zimmermann, Paul Tirpitz y Cläre Casper (la única mujer del grupo). El 28 de enero invitaron al liderazgo del USPD a enviar 3 representantes para el Comité de Acción, y el partido envió a Hugo Haase, Wilhelm Dittmann y Georg Ledebour, Invitaron igualmente a la Mayoría Socialdemócrata, esto es el aparato del antiguo SPD que se había posicionado a favor del gobierno y en contra de las huelgas, y enviaron a Friedrich Ebert, Philipp Scheidemann y Otto Braun.

En la primera reunión del Comité de Acción, los representantes de la Mayoría Socialdemócrata se alejaron de las demandas de los huelguistas del 28 de enero, y pidieron paridad con los Obleute en el Comité de Acción con la esperanza de convertirse en un contrapeso a los Obleute, que la rechazaron. Al poco llegaron rumores de que la policía había tenido noticias de la reunión y se disponía a intervenir. Ante este rumor, los representantes de la Mayoría Socialdemócrata huyeron espantados, quedando, en cambio, el resto de sus miembros que no fueron molestados por la policía.

Los representantes del Comité de Acción intentaron negociar con el gobierno e informaron al secretario de Interior que un equipo de trabajadores y parlamentarios (los Obleute Richard Müller y Paul Scholze, Philipp Scheidemann de la Mayoría Socialdemócrata y Hugo Haase del USPD) querían reunirse con él, pero el ministro declinó. Como mucho estaba dispuesto a reunirse con los parlamentarios, pero no con los trabajadores. Esa misma noche se declaró ilegal el Comité de Acción y se prohibieron sus asambleas, pero siguieron de forma clandestina. Tras las tensiones internas, amenazas del gobierno y el apoyo de la Mayoría Socialdemócrata a este último, los Obleute pusieron fin a la huelga el 3 de febrero de 1918.

Ya continuaré en otra ocasión. Para la información que he proporcionado me he servido de Pierre Broué, The German Revolution 1917-1923 (Brill, 2005), publicada originalmente en francés como La révolution en Allemagne, 1917-1923 (Les Editions de Minuit, 1971), y especialmente de Ralf Hoffrogge, Working Class Politics in the German Revolution. Richard Müller, the Revolutionary Shop Stewards and
the Origins of the Council Movement
(Brill, 2014), publicada originalmente en alemán como Richard Muller – Der Mann hinter der November Revolution (Karl Dietz Verlag, 2008).

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Dom Oct 11, 2020 1:56 pm

¡Hola a todos!

Un pequeño apunte sobre los partidos y grupos políticos que cobraron más o menos protagonismo durante la Revolución Alemana, y que creo facilitará la lectura de posteriores intervenciones.

Partido Socialdemócrata de Alemania (Sozialdemokratische Partei Deutschlands o SPD) fundado en 1890 como sucesor del Partido de los Trabajadores Socialistas de Alemania (Sozialistische Arbeiterpartei Deutschlands). Cuando la escisión del USPD, el SPD comenzó a denominarse Mayoría Socialista (Mehrheitssozialisten) o, menos, Derecha Socialista (Rechtssozialisten) para distinguirse precisamente del USPD.

Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands, o en breve USPD) fundado en 1917 por la facción que estaba en contra de la guerra y que se había escindido del SPD. En 1920, una gran parte de sus miembros se unieron Partido Comunista de Alemania (KPD), mientras que el resto se unió al SPD en 1922, lo que dejó al USPD como un partido políticamente insignificante que se disolvería a principios de la década de 1930.

Liga Espartaco (Spartakusbund), grupo de miembros del SPD, internacionalista y anti-guerra, que salió del Grupo Internacional (Gruppe Internationale) fundado en 1914, y que adoptó ese nombre -Spartakusbund- oficialmente en noviembre de 1918, aunque previamente ya era conocido como Grupo Espartaco (Spartakusgruppe) desde las primeras Cartas Espartaco (Spartakusbriefe) publicadas en 1916. En 1917 formaba el ala izquierda del recién creado USPD. La Spartakusbund fue el grupo principal tras la fundación del KPD en 1919, siendo sus miembros más destacados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg.

Comunistas Internacionales de Alemania (Internationale Kommunisten Deutschlands o IKD) fundado a finales de 1918 por los radicales del ala izquierda (Linksradikale) de Bremen y otros socialistas radicales. Junto con la Spartakusbund fundaron el KPD en 1919.

Partido Comunista de Alemania (Kommunistische Partei Deutschlands o KPD) fundado en 1919 por los miembros de la Spartakusbund y de la IKD. Cuando se unió a este partido la mayoría del ala izquierda del USPD en 1920, el KPD se denominó oficialmente Partido Comunista Unido de Alemania (Vereinigte Kommunistische Partei Deutschlands o VKPD) desde 1920 a 1922.

Delegados de Empresa Revolucionarios (Revolutionäre Obleute), nombre adoptado en 1918 por delegados sindicales independientes de los sindicados oficiales, libremente elegidos por los trabajadores de diferentes empresas alemanas de la industria pesada, que eran radicales anti-guerra que jugaron el papel más importante en el movimiento consejista de la Revolución Alemana.

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Dom Oct 11, 2020 11:33 pm

¡Hola a todos!

Ahora voy a cambiar de tercio momentáneamente para resumir lo que sucedió en el ámbito militar y político a finales de septiembre de 1918. Como es sabido, las operaciones de la ofensiva alemana (Ludendorff) de primavera-verano acabaron con un fracaso estratégico que dejó al ejército alemán completamente exhausto y con una reducción de un quinto de sus efectivos. Con la ofensiva aliada iniciada en agosto, la situación militar alemana llegaba al borde del colapso a finales de septiembre. El 14 de ese mes se emitió la nota de paz austro-húngara, a la que siguió el 30 el armisticio de Bulgaria. El Mando Supremo del Ejército alemán (Oberste Heeresleitung, OHL) no tuvo más remedio que reconocer que su país había perdido la guerra y que sólo un armisticio urgente podía evitar una catástrofe militar.

La situación de colapso militar fue declarada por el OHL en su cuartel general, sito en la ciudad-balneario de Spa (Lieja, Bélgica), durante una conferencia mantenida el 28-29 de septiembre de 1918 a la que asistieron representantes del régimen imperial. En ella se resolvió solicitar con la máxima urgencia el armisticio y la paz al presidente estadounidense Wilson. Se pediría, además, apoyo para el mantenimiento del frente interior alemán, para lo cual se formaría un gobierno parlamentario. En otras palabras, los máximos responsables del desastre alemán en la guerra, Ludendorff y Hindenburg -quienes desde 1917 mantenían sometido al país a una cuasi-dictadura militar con el beneplácito del Kaiser Guillermo II- querían que un nuevo gobierno parlamentario asumiese la responsabilidad de la que ellos arteramente dimitían ahora. Pero querían mantener el régimen monárquico, sólo que en vez de la monarquía constitucional de Guillermo II (donde el parlamento sólo tenía poder sobre los presupuestos y el monarca decidía prácticamente en todo lo demás), ofrecían ahora una monarquía parlamentaria, donde un nuevo gobierno asumiera todas las responsabilidades de la guerra al tener que solicitar un armisticio para poner fin al esfuerzo de guerra. Para ello, el 3 de octubre Guillermo II nombró Canciller del Reich al Príncipe Max de Baden, quien formó un gobierno de pleno consenso con los partidos de la mayoría del Reichstag, con Philipp Scheidemann (Mayoría Socialista) como Secretario de Estado -Staatssekretär- y Gustav Bauer (vicepresidente del Comité General de los Sindicatos) como jefe de la recién creada Oficina de Trabajo del Reich (Reichsarbeitsamt).

En realidad, la mayoría parlamentaria ya había dado pasos en dirección a este cambio antes de la orden emanada del OHL en Spa. El 28 de septiembre el comité inter-partidos del Reichstag, coordinador de los partidos de la mayoría, ya había pedido una enmienda constitucional como una “precondición para la creación de un gobierno fuerte apoyado por la confianza de una mayoría del Reichstag”, y además estaba dispuesto a utilizar los poderes conseguidos por el Reichstag tras su resolución de paz en julio de 1917. Por tanto, si este estado de cosas no llevó a una confrontación entre el OHL y la mayoría del Reichstag fue por la astucia de Ludendorff, que viendo que la situación militar no ofrecía esperanza alguna, decidió dejar que los partidos del Reichstag tomaran el poder y de esta manera asumieran también la responsabilidad política de poner fin al esfuerzo de guerra.

El 2 de octubre, un día antes de la formación del gobierno de Max de Baden, un representante del OHL informó por vez primera a los líderes de los grupos parlamentarios de que sólo un armisticio inmediato podía evitar el colapso militar. El canciller Max de Baden intentó desesperadamente conseguir una demora de unos cuantos días para solicitar el armisticio, pero Ludendorff exigió que se enviara inmediatamente la nota de petición de armisticio a Wilson. Dijo: “El Ejército no puede esperar 48 horas”. Así que al anochecer del 3 de octubre el nuevo gobierno alemán solicitó al presidente Wilson la “restauración de la paz” sobre la base que él mismo había establecido, especialmente en sus Catorce Puntos. Y luego concluía la nota del gobierno alemán con la famosa frase: “Para evitar un mayor derramamiento de sangre, el Gobierno alemán solicita la conclusión inmediata de un armisticio en tierra, mar y aire”.

La respuesta del presidente Wilson fue demoledora para la camarilla militar del OHL “atrincherada” en Spa. Especialmente en su tercera nota de 23 de octubre. Wilson declaró inequívocamente que si el gobierno de los Estados Unidos tenía que negociar con gobernantes militares y monarcas autocráticos, “no exigirá negociaciones de paz, sino la rendición”.

Ambas cosas, el reconocimiento de la derrota y la petición de armisticio, de una parte, y la respuesta de Wilson, de la otra, cayeron como una bomba en una opinión pública alemana que hasta entonces había sido mantenida en el engaño de la propaganda emanada del OHL sobre los éxitos continuos de la guerra. Ahora empezaba a calar entre una gran parte de la sociedad alemana la idea de que la abdicación del Kaiser traería finalmente la paz. No es que esa mayoría social fuese anti-monárquica, pero era mayor su deseo de poner fin a la guerra y conseguir unas condiciones de paz benevolentes que su amor al monarca. Por tanto, las exigencias de abdicación de Guillermo II fueron ganando fuerza y se discutieron ampliamente en la prensa pese a la censura reinante.

El 28 de octubre de 1918 entraron en vigor los dos proyectos de ley “para la reforma de la constitución del Reich”, una reforma que aunque afectaba sólo a unos cuantos artículos de la Constitución de 1871, colocaba al Reich bajo el sistema de una monarquía parlamentaria en términos de derecho constitucional. Su provisión fundamental era que en el futuro el Canciller del Reich tenía que poseer la confianza del Reichstag, y quedaba responsable ante las dos cámaras (Reichstag y Bundesrat) por sus acciones de gobierno, en vez de serlo ante el monarca como venía siendo bajo la monarquía constitucional de 1871. Además, la reforma posibilitaba que los miembros del Reichstag pudieran convertirse en ministros sin necesidad de renunciar a sus escaños en el parlamento.

Esta reforma constitucional que, en teoría, subordinaba al monarca y al ejército a un gobierno civil del que tenía que seguir sus órdenes, no pasó de ser papel mojado en la práctica. Esto quedó demostrado en varias ocasiones, de las que sobresalen dos. La primera vio a los jefes de la marina de guerra, sin informar al gobierno, ordenando salir a la Flota de Alta Mar hacia el Mar del Norte, lo que provocó que los marineros de la flota en su fondeadero en Schillig Roadstead cerca de Wilhelmshaven resolvieran no obedecer la órdenes y amotinarse dando lugar al estallido inicial de la revolución. La segunda vio la huida del Kaiser a Spa, en contra de la voluntad del gobierno, para escapar precisamente al control del poder civil.

Los sucesos revolucionarios iniciados en Kiel y extendidos durante los primeros días de noviembre a las principales ciudades alemanas y a la capital Berlín (que resumiré en una próxima intervención), con el aparato policial y militar del antiguo régimen rindiéndose por todas partes, convencieron a Max de Baden de que la única posibilidad de supervivencia de la monarquía pasaba por la abdicación de Guillermo II y el príncipe heredero. A tal fin, el 9 de noviembre intentó convencer a Guillermo II, huido en Spa, para que le permitiera emitir la proclama de su abdicación. Hacia el mediodía Baden anunció la abdicación del Kaiser, pese a no tener autoridad para ello, al tiempo que pasaba la jefatura de la Cancillería a Friedrich Ebert, el líder de la Mayoría Socialista, quien intentó poner fin a la revolución y reconstruir el gobierno en base a la reforma constitucional de octubre. Pretendía construir una mayoría parlamentaria con su partido, el USPD, el Partido del Centro Católico y el Partido Progresista (Fortschrittliche Volkspartei, un partido liberal) para formar un gabinete con poderes dictatoriales hasta que se convocase una asamblea nacional para decidir sobre la futura constitución del Estado. Pero mientras que preparaba estos pasos, su compañero de partido Philipp Scheidemann proclamó la república ante una multitud congregada en frente del Reichstag. Casi al mismo tiempo, Karl Liebknecht, recién salido de prisión a finales de octubre, proclamó la República Socialista de Alemania.

Sin embargo, el poder real en Berlín lo tenían los Revolutionäre Obleute y los soldados. El 9 de noviembre consiguieron persuadir a los soldados guarnicionados en la capital para adoptar una resolución para elegir el próximo día, en el Cirkus Busch, consejos de trabajadores y soldados en las fábricas y guarniciones de la capital, y formar el mismo día una asamblea y un gobierno provisional.

Ante esta situación, Ebert decidió abandonar sus planes previos de formar un gabinete de coalición de partidos socialistas y burgueses, decidiendo la formación inmediata de un gabinete de coalición con el USPD, antes de que pudiera reunirse la asamblea de consejos de trabajadores y soldados. Así, en la tarde del 10 de noviembre los líderes de ambos partidos llegaron a un acuerdo para la formación de un gobierno de paridad: el Consejo de los Representantes del Pueblo (Rat der Volksbeauftragten) compuesto por tres miembros de la Mayoría Socialista o SPD (Ebert, Scheidemann y Landsberg) y tres miembros del USPD (Haase, Dinmann y Barth).

En la asamblea de Cirkus Busch -que congregó a unas 3.000 personas, la mayoría de ellas soldados- los Revolutionäre Obleute (RO en adelante) presidieron la asamblea con Müller, Emil Barth y el teniente Walz (asesor militar de los RO), pero, debido principalmente a su inexperiencia política, fueron incapaces de dominarla e imponer sus ideas. El mucho más experimentado SPD consiguió impedir que los RO impusieran un estado revolucionario basado en los consejos. Estos querían nombrar un “comité de acción” compuesto exclusivamente de espartaquistas y RO para actuar como el máximo órgano de la revolución, al que quedaría subordinado el gobierno provisional de Ebert. Sin embargo, la asamblea, repleta de miembros del SPD, rechazó la propuesta de la formación de un comité de acción y propuso un consejo diferente con igual representación del SPD y USPD. La tensión creciente entre las partes enfrentadas en la asamblea estuvo a punto de acabar en un enfrentamiento armado, pero al final, con el apoyo de los consejos de soldados, se rechazó la formación del comité de acción y se estableció el Consejo Ejecutivo de los Consejos de Trabajadores y Soldados del Gran Berlín, con siete representantes del SPD y siete representantes del USPD. Sin embargo, seis de los siete representantes del USPD eran RO, y el séptimo era su defensor, Georg Ledebour. Y además, el Consejo tenía 14 sitios para los delegados de los soldados, y estaba encabezado por Richard Müller como presidente principal. Los miembros elegidos y la composición del Consejo cambiaron constantemente durante las siguientes semanas, pero la mayoría siempre estuvo del lado del SPD gracias al apoyo de los consejos de soldados, carentes de experiencia política. El curso futuro de la revolución se había decidido en Cirkus Busch.

Seguiré en otra ocasión. Para esta información me he servido principalmente de Eberhard Kolb, The Weimar Republic (Routledge, 2005), publicada originalmente en alemán en 1984, y de la ya citada de Ralf Hoffrogge.

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Lun Oct 12, 2020 11:15 am

¡Hola a todos!

Sin duda, puede afirmarse que las huelgas masivas de enero de 1918 en las plantas fabriles de armamentos fueron el detonante que provocó el fervor revolucionario que cundió en Alemania a partir de noviembre. Esas huelgas que se extendieron hasta febrero ya no reclamaban mejores condiciones de trabajos y salarios, sino que exigieron poner fin a la monarquía y la guerra, y firmar una tratado de paz con la Rusia revolucionaria en los términos propuestos por Trotsky y los bolcheviques. Y como he explicado anteriormente, esas huelgas no fueron organizadas por los espartaquistas o el USPD, como se relata habitualmente en muchos libros de historia, sino que fue obra de los Revolutionäre Obleute (RO en adelante). Cuando se desconvocó la huelga el 3 de febrero de 1918, muchos de los líderes de los RO, entre ellos Richard Müller, fueron detenidos y alistados a la fuerza en el ejército, algo que no hizo más que enardecer los ánimos revolucionarios de los trabajadores. Desde entonces fue cobrando más fuerza un clima social general de rechazo de la guerra y del gobierno, y en octubre ya no se hablaba de la posibilidad de una revolución, sino de cuándo iba a tener lugar.

La mecha que prendió el inicio de la revolución fue la decisión de tres altos oficiales de la marina imperial de comprometer toda la flota de alta mar, con el apoyo de sumergibles, en una operación rumbo a la Inglaterra meridional con la intención de hacer salir a la Royal Navy de su base en Scapa Flow para atacar a los barcos alemanes en el Mar del Norte. Era una clara provocación a los intentos del canciller Max de Baden en sus intercambios diplomáticos para conseguir un armisticio con el presidente Wilson. Y era al mismo tiempo una misión suicida que pretendía salvar el honor de los comandantes de la flota alemana a costa de la flota y sus marineros. Merece la pena detenernos un poco más en este suceso y el inicio de la revolución en Kiel.

La decisión de esta operación suicida se había tomado tras un mes de planificación e intrigas por parte del almirante Reinhard Scheer, el vicealmirante Adolf von Trotha y el capitán Magnus von Levetzow, quienes constituyeron un triunvirato que dominaba el Alto Mando de la Marina (Seekriegsleitung, o SKL), establecido en agosto de 1918 siguiendo el modelo del Tercer Mando Supremo del ejército de Hindenburg y Ludendorff. El 29 de septiembre de 1918 este triunvirato quedó conmocionado al enterarse de la declaración de Ludendorff de que la guerra estaba perdida y sólo un armisticio inmediato podía evitar la debacle militar y la devastación total en el frente y en la retaguardia. Scheer, Trotha y Levetzow estaban horrorizados con esta perspectiva, pues creían que la guerra no estaba perdida y que Alemania todavía tenía suficiente poderío para seguir luchando. No sólo lo creían estos tres altos oficiales, sino que en apenas tres semanas también lo creería el propio Ludendorff, cambiando drásticamente de opinión.

El 17 de octubre tuvo lugar una reunión entre el gabinete de Max de Baden y Ludendorff, a la que también asistieron Scheer y Levetzow. El propósito principal de este encuentro era deliberar sobre la respuesta alemana a la segunda nota americana. Al finalizar la reunión, Ludendorff habló abiertamente de las expectativas de éxito de una Endkampf (una batalla final), algo que retomaría muchos años después Hitler en el último año de la IIGM. Pero el gobierno de Baden respondió a los americanos con términos conciliadores el 20 de octubre. Ludendorff intentó sabotear abiertamente el trabajo del gabinete de Baden, poniendo fin al proceso diplomático, pero como respuesta consiguió que el gobierno lo llamara a Berlín y lo despojara de su cargo el 26 de octubre de 1918. En este punto, el triunvirato de la marina pensó que había llegado su hora.

Sin embargo, pocas horas después del momento esperado para su comienzo, la operación se fue al garete durante la mañana del 30 de octubre ante la rebelión de marineros y fogoneros. Los primeros actos de desobediencia ya habían tenido lugar días antes cuando algunos fogoneros y marineros desaparecieron de sus barcos, mientras otros se negaron a aceptar las entregas extra de carbón necesario para emprender la aventura del Mar del Norte. Y los comportamientos rebeldes también tuvieron lugar en el mar, cuando se ordenó a los barcos reunirse fuera de la costa. Todo ello pese a que ni fogoneros ni marineros conocían los planes de la operación de Scheer et al, aunque tales disposiciones les hacían sospechar de que algo grande se estaba preparando. Por ello estalló el motín.

Inicialmente, el motín de los marineros se limitó a rechazar el ataque planificado sobre la flota británica. No intentaron tomar permanentemente el control de la flota, y durante la rebelión mostraron muy poca violencia. Cuando un torpedero y un sumergible amenazaron con torpedear a los rebeldes a bordo del Helgoland y del Thüringen, los marineros sublevados se rindieron. En conjunto, se confinó a unos 1.000 marineros mientras el mando naval intentaba restaurar el orden.

El 1 de noviembre parecía que los oficiales habían restaurado el orden. El comandante de la III Flotilla, almirante Kraft, al mando de unos 5.000 marineros, y los barcos de guerra König, Bayern, Grosser Kurfürst, Kronprinz y Markgraf sometieron a sus hombres a una maniobra para probar su lealtad. Tras comprobarla con éxito, la flotilla partió hacia el puerto de Kiel llegando en la noche del 31 de octubre y 1 de noviembre. Poco antes de atracar se arrestó a otros 47 marineros a bordo del Markgraf, algunos de los cuales fueron enviados a la prisión de la Feldstrasse en Kiel. Una vez atracada la flotilla, Kraft fue a discutir la situación con el comandante naval de Kiel, almirante Souchon. Tomaron la decisión de dar permiso a los marineros para dejar sus barcos. Luego justificaron esta decisión argumentando que pensaban que se mantendría la disciplina siempre y cuando no hubiera más intentos de poner en marcha la operación ofensiva. Su decisión se demostró totalmente errada.

A lo largo de los siguientes tres o cuatro días, una serie de sucesos locales, conectados entre sí, en Kiel se combinaron para transformar el limitado motín de los marineros en el punto de inicio de un movimiento de protesta social mucho más amplio, movimiento que el 9 de noviembre llevaría a la proclamación de la república en Berlín. El primero de los cinco días de protestas en Kiel tuvo lugar el 1 de noviembre, cuando unos 250 marineros y unos cuantos oficiales subalternos se reunieron en el edificio de los sindicatos de Kiel, tras saber de la operación de la marina y del arresto de compañeros. El 2 de noviembre, a medida que más marineros se enteraron de lo que estaba ocurriendo, más de 600 marineros de los barcos de guerra Bayern, König y Markgraf convergieron en Waldwiese al sur de Kiel. El asunto principal que se discutió, en medio de un ambiente revolucionario, fue la situación de los marineros arrestados. A la conclusión de esta reunión de 2 de noviembre, los marineros acordaron que podían esperar que muchos hombres más se unirían a ellos al día siguiente, domingo, y entonces podrían marchar por las calles de Kiel para demostrar a los demás que “todavía estaban allí”.

La previsión de los marineros se demostró correcta, y el domingo 3 de noviembre se estima que entre 4.000 y 8.000 manifestantes, incluyendo mujeres y hombres civiles, se congregaron en Waldwiese, donde el asunto principal siguió siendo la situación de los marineros arrestados. Cuando acabó la discusión, varios miles de manifestantes marcharon hacia el centro de la ciudad de Kiel, y muchos de ellos comenzaron a pedir la liberación de los marineros arrestados en la prisión de Feldstrasse. Alertados por los informes de los agentes de policía, las autoridades enviaron una patrulla militar de unos 30 a 40 soldados para proteger la prisión. Cuando llegaron los manifestantes y se negaron a dispersarse, los soldados abrieron fuego por encima de las cabezas de los protestantes, pero cuando éstos siguieron su marcha los soldados dispararon nuevamente, esta vez matado a nueve e hiriendo a otros 29 manifestantes, ninguno de ellos mujeres. A su vez, el comandante de la patrulla, un tal Steinhäuser, resultó gravemente herido durante la confrontación. Sea como fuere, los disparos de la patrulla consiguieron finalmente dispersar la manifestación, y los comandantes militares de Kiel creyeron que había vuelto la calma a la ciudad.

Nada más lejos de la realidad. A primeras horas del 4 de noviembre, pequeños grupos de marineros rebeldes se dirigieron a los barracones del centro de la ciudad de Kiel pidiendo nuevas manifestaciones y buscando conseguir armas y municiones. Molestos por la injusticia de la violencia del día anterior, poco después del mediodía miles de marineros de los mucho más grandes complejos del norte de Kiel se unieron a la rebelión. Y en esos momentos, en acto de solidaridad, los trabajadores de Kiel se declararon en huelga. A las 14:00 horas el almirante Souchon reconoció que la situación estaba perdida. Escribió más tarde que en el distrito de Wik ya había 2.000 rebeldes bien armados y que intentar su neutralización acabaría en un baño de sangre. Además no estaba seguro de cuántas unidades militares de Kiel estarían dispuestas a enfrentarse a los rebeldes, y sospechaba que incluso se volverían contra los comandantes que abrieran fuego contra sus camaradas. Así que para rebajar la tensa situación, Souchon hizo una proclamación anunciando que estaba dispuesto a conceder las demandas de los marineros. En respuesta, tras un encuentro entre Souchon y los representantes de los rebeldes (cuya elección marcó el nacimiento de los consejos de soldados y marineros) fueron liberados 16 prisioneros de la prisión de la Feldstrasse sobre las 16:00 horas. Fueron recibidos por una multitud de unos 2.000 rebeldes armados que celebraron la liberación como una victoria marchando por las calles del centro de Kiel, cantando y exhibiendo banderas rojas. Cuando informó sobre estos acontecimientos, Souchon añadió que los rebeldes victoriosos “no cometieron un simple acto de violencia”.

Pocas horas más tarde llegaron a Kiel el secretario de estado Conrad Haussmann y el portavoz socialdemócrata de asuntos militares, Gustav Noske. Habían sido enviados a toda prisa esa misma mañana desde Berlín para calmar la situación tras los sucesos violentos (el tiroteo de la patrulla) del día anterior. Fueron recibidos por los aplausos de cientos de marineros y llevados a la Wilhelmsplatz, donde se habían congregado unas 1.000 personas. Noske prometió a la multitud que elevaría sus demandas al gobierno en Berlín. Cuando acabó su discurso hubo una explosión de alegría entre la multitud. Sin embargo, pronto se extendieron por Kiel toda clase de rumores que alertaban de una respuesta violenta de fuerzas reaccionarias que se dirigían hacia Kiel para suprimir a los rebeldes (desde los húsares hasta un barco de guerra capitaneado por un hijo de Guillermo II), aunque ninguno de estos rumores se demostró cierto en los próximos días.

Los sucesos de Kiel pronto surtieron efectos en otras ciudades alemanas. En Hamburgo el 5 de noviembre, en contra de las órdenes recibidas por los líderes de los sindicatos, los trabajadores de un astillero se declararon en huelga. Por la tarde, los trabajadores del puerto celebraron una reunión masiva y pidieron una huelga general en apoyo de la revuelta de Kiev y la abdicación del Kaiser. En Bremen sucedió algo parecido, y pronto siguieron ejemplo en Lubeck, Cuxhaven, Rensburg, Restock y otras pequeñas ciudades que estaban en manos de las clases trabajadoras. El golpe de gracia vino dado por el levantamiento revolucionario en el reino de Baviera. El 7 de noviembre unas cien mil personas se congregaron en Munich exigiendo la abdicación del Kaiser. Cuando se dispersó la multitud, los soldados revolucionarios se unieron con la guarnición de la ciudad y ocuparon todos su puntos estratégicos. Bajo el liderazgo de Kurt Eisner se ocupó el parlamento y el 8 de noviembre se proclamó la República Popular de Baviera y el rey Ludwig III abdicó.

El 8 de noviembre la revolución se extendió a las grandes áreas urbanas de Sajonia, Baden, Hesse-Darmstadt, y los estados de Wurttemberg y Thüringen, cayendo poco a poco todas sus dinastías. El 9 de noviembre la revolución estalló en Berlín con la doble proclamación de una república y una república socialista.

Continuaré.

Fuentes: Mark Jones, Founding Weimar. Violence and the German Revolution of 1918-1919 (Cambridge University Press, 2016), capítulo 1, La Grande Peur of November 1918, pp. 27-66; William A. Pelz, A People's History of the German Revolution (Pluto Press, 2018), capítulo 4, The Road to the November Revolution, pp. 48-66.

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Lun Oct 12, 2020 7:29 pm

¡Hola a todos!

La explosión revolucionaria de noviembre trajo consigo la abolición del sistema monárquico de los estados federales alemanes y el establecimiento de nuevos gobiernos revolucionarios en todas partes. En casi todas las ciudades, grandes y pequeñas, estos gobiernos estaban compuestos siguiendo el modelo del gobierno nacional: paridad de miembros de la Mayoría Socialista y del USPD; aunque en algunos lugares dominaba la Mayoría Socialista y en otros los independientes. La caída de las monarquías y el auge de los gobiernos revolucionarios en Alemania coincidió con el final de la guerra. El 6 de noviembre el gobierno había recibido una nota estadounidense dando luz verde para las negociaciones del armisticio. Los términos que presentó el mariscal Foch a la delegación alemana encargada de negociarlos (encabezada por Matthias Erzberger del Centro Católico) eran muy duros (véase para ello https://en.wikipedia.org/wiki/Armistice ... ember_1918 ), y las protestas alemanas no sirvieron para nada, salvo para conseguir más tiempo en la fecha de retirada de sus tropas de los territorios ocupados. El armisticio se firmó el 11 de noviembre de 1918 en Le Francport (cerca de Compiègne) y entró en vigor a las pocas horas de su firma. Tras más de cuatro años de combates, la lucha cesó en todos los frentes.

Ludendorff, que había sido el amo de Alemania desde 1917, huyó del país tras ser despedido por el gobierno el 26 de octubre. Ayudado por su familia, disfrazado con anteojos azules y barba postiza, y con un pasaporte finlandés falso, escapó a Suecia y permaneció allí hasta febrero de 1919, cuando el gobierno sueco le obligó a abandonar el país. Su sucesor como Erster Generalquartiermeister en el OHL fue nombrado el 29 de octubre: el general Wilhelm Groener, al que volveremos muy pronto. De todas formas y sin Ludendorff, es de observar que el OHL se cuidó muy bien de enviar como jefe de la delegación alemana para negociar el armisticio a un oficial superior del Gran Estado Mayor General del OHL, como sería lo lógico, pues estaban en juego asuntos militares de la mayor importancia para Alemania. Es evidente que su intención fue cargar a un político civil como chivo expiatorio por la responsabilidad de la firma del armisticio.

Los términos del Armisticio de Compiègne causaron una conmoción general en Alemania una vez se conocieron. Nadie en Alemania parecía estar preparado para el colapso nacional que supuso la pérdida de la guerra, la revolución y el armisticio. La derecha política estaba paralizada y había aceptado la caída de la monarquía sin oponer resistencia alguna. Los partidos burgueses sólo estaban preocupados por la amenaza de los revolucionarios al orden social hasta entonces existente. El Cuerpo de Oficiales del Ejército estaba desprestigiado. La Mayoría Socialdemócrata recelaba de sus socios del USPD en el gobierno y estaba empeñada en sofocar la revolución. Los Espartaquistas querían una Alemania soviética aliada con la Rusia soviética, instigaban a continuar la revolución, pedían la abolición del Consejo de los Representantes del Pueblo, la transferencia del poder político a los consejos de trabajadores y soldados, que no se convocase una asamblea nacional, el desarme de la policía, de todos los oficiales del ejército y de todos los soldados no proletarios, la creación de una milicia de trabajadores, y la expropiación de un montón de empresas y firmas comerciales, minas, agricultura, etc. Pero pese a todo este fervor revolucionario, los Espartaquistas eran un puñado de gente, apenas 1.000 cuando estalló la revolución, y sólo habían conseguido un asiento en el Consejo y en el Comité Ejecutivo. Por ello querían tomar las calles y organizar manifestaciones revolucionarias, pero sin el apoyo de los RO, que estaban en contra de sus tácticas, apenas tenían opciones de éxito. Finalmente, el USPD tenía a sus principales miembros divididos, con los moderados en línea con sus socios en el gobierno para aplacar la revolución, y los radicales en línea con los revolucionarios. Cuando al final supieron de las negociaciones de Ebert con el OHL, abandonaron el gobierno. A estas negociaciones dedicaré mi próxima intervención.

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Re: La revolución espartaquista

Mensaje por José Luis » Mié Oct 14, 2020 7:00 am

¡Hola a todos!

En noviembre y diciembre de 1918 se produjeron varios acontecimientos que iban a marcar el fracaso de la revolución.

El 10 de noviembre de 1918 las negociaciones que venían manteniendo desde el día anterior el Presidente del Consejo de los Representantes del Pueblo (gobierno), Friedrich Ebert, y el general Wilhelm Groener, representando al OHL, fructificaron en un acuerdo según el cual el OHL comprometía su lealtad al nuevo gobierno a cambio de que éste apoyara al OHL para mantener la disciplina de las tropas y a preservar la autoridad del cuerpo de oficiales. Aparte de estos intereses propios, el acuerdo buscaba neutralizar la tendencia izquierdista de la revolución y mantener los resortes del poder del Estado.

Cinco días más tarde, el 15 de noviembre, la Asociación Central del Trabajo (Zentralarbeitsgemeinschaft) alcanzó un acuerdo entre la patronal y los sindicatos, fruto de unas negociaciones que se habían iniciado antes de la revolución. Los puntos principales del acuerdo fueron los siguientes: los empresarios reconocían a los sindicatos como la “representación autorizada de los trabajadores” y como el órgano con el que había que negociar los salarios colectivos; los empresarios dejaban de prestar su apoyo a los más dóciles sindicatos “amarillos” (Werkvereine), se implantó la jornada diaria de ocho horas con pleno ajuste de los salarios y el establecimiento de comités de trabajadores en todas las empresas de cincuenta trabajadores para arriba. Con esta nueva política social salida del acuerdo se renunciaba a la “socialización” (nacionalización) de las empresas. Este acuerdo fue fundamental para el curso inmediato de la revolución, pues los miembros de los “sindicatos libres” vinculados con los partidos de los trabajadores creció de unos 2,8 millones a finales de 1918 a más de siete millones a finales de 1919.

El 29 de noviembre el Consejo aprobó la ley para la convocatoria de unas elecciones para elegir una asamblea constituyente. La ley incluía un sistema electoral de representación proporcional y el derecho de voto de las mujeres, que además podían presentarse a las elecciones.

La fecha para la celebración de las elecciones se fijó en el primer Congreso Nacional de los Consejos de Trabajadores y Soldados, que se celebró en Berlín entre el 16 y el 20 de diciembre con la asistencia de unos 500 delegados. La mayoría de los delegados (unos dos tercios) pertenecían a la Mayoría Socialista, mientras que los Espartaquistas no llegaban a la docena. Por abultada mayoría se estableció el 19 de enero de 1919 como fecha de las elecciones. Se rechazó una propuesta que pretendía situar a los consejos como la “base de la constitución de la república socialista” y de investirlos con el poder legislativo y ejecutivo.

Sin embargo, se tomaron otras decisiones importantes en el Congreso contrarias a los deseos de la Mayoría Socialista. Se pedía al Consejo “poner en marcha de manera inmediata la socialización de todas las empresas maduras para este propósito, especialmente la industria minera” y “tomar todas las medidas necesarias para desarmar a la contrarrevolución”. Como símbolo de la “destrucción del militarismo y la abolición de la doctrina de obediencia ciega (Kadavergehorsam)” debían prohibirse todas las insignias de rango y llevar uniformes fuera de servicio, los soldados debían elegir a sus propios oficiales, y debía crearse inmediatamente una milicia popular (Volkswehr) ara sustituir al ejército regular. Estas medidas, que en el fondo buscaban la “democratización” de la administración, la economía y, especialmente, el ejército, contaron igualmente con una aplastante mayoría entre el movimiento de masas del momento, aunque el gobierno de Ebert nunca las llevaría a cabo.

Otro punto importante de los acuerdos del Congreso fue que la función del Comité Ejecutivo de supervisar al Consejo fue transferida a un nuevo “Consejo Central de la República Socialista de Alemania”. Con esta decisión, el Comité Ejecutivo, que estaba dominado por los RO a través del USPD y que tenía como presidente a un RO, dejó de ser el órgano supremo de la revolución en menos de seis semanas. Su posición fue tomada realmente por el Consejo (gobierno), pues el nuevo Consejo Central recién creado, dominado por la Mayoría Socialista, no fue más que una tapadera simbólica de la Mayoría Socialista, que pronto se quedó sola en el gobierno tras la dimisión de los tres miembros del USPD el 28 de diciembre. La razón formal de esta salida del gobierno de los independientes socialistas fue la decisión de Ebert de utilizar a las tropas del ejército para poner fin a los disturbios ocurridos durante la Navidad. Pero la razón de fondo era el desacuerdo entre ambos socios de gobierno respecto a la política que Ebert venía manteniendo hacia el ejército y el OHL, junto con la presión ejercida por el ala izquierda del USPD para que sus tres miembros (Haase, Dittmann y Barth) abandonaran el gobierno, rompiendo así la coalición mantenida hasta entonces con la Mayoría Socialista. Tras su dimisión, Ebert dio entrada en el gobierno a dos miembros de su partido, Nostke y Wissell, formando así un gobierno monocolor (Mayoría Socialista) que se vio apoyado por la administración del antiguo régimen y expertos de partidos conservadores y burgueses a los que se les dieron puestos ministeriales. El 3 de enero de 1919 dimitían también los miembros del USPD en el gobierno de Prusia.

Todos estos acontecimientos debilitaron al ala moderada del USPD y dieron fuerza al ala radical, que creó un partido independiente salido de la unión de la Liga Espartaco y los “radicales de izquierda de Bremen”: el Partido Comunista Alemán, que celebró su congreso inaugural el 1 de enero de 1919 en Berlín. Todo esto nos acerca al llamado “levantamiento de enero”, normalmente mal entendido como “revolución espartaquista”, tema central que trataré en mi próxima y última intervención.

Fuentes: Kolb y Hoffrogge, obras citadas.

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