Nacionalismo alemán en la República de Weimar

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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Nacionalismo alemán en la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Sab Jul 22, 2006 4:59 pm

¡Hola a todos!

Este tema me parece realmente importante y, en consecuencia, he decidido copiar como introducción (y explicación) algunos pasajes del excelente libro de Joaquín Abellán, Nación y Nacionalismo en Alemania (Editorial Tecnos S.A., 1997). Iremos viendo en varios mensajes la explicación de Abellán sobre el concepto de "nación", sobre lo que los partidos constitucionalistas entendían por "nación", sobre el nacionalismo tradicional, el nacionalismo de nuevo cuño, y el nacionalismo Völkisch.

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Variaciones sobre el concepto de nación

El concepto fundamental en el pensamiento y en la discusión política de los años de Weimar fue probablemente el de pueblo (Volk), con todos sus adjetivos derivados y sus nombres compuestos, como el adjetivo “völkisch” y el compuesto “Volksgemeinschaft”. Algunos partidos políticos recogieron el término “Volk” en sus propias siglas. Éste fue el caso del Deutsche Volkspartei (Partido Popular Alemán), de Gustav Stresemann. Este partido, que había surgido realmente del antiguo partido liberal (Nationalliberale Partei), sustituyó en sus siglas el término de “nación” por el de “pueblo”. Otro partido, como el conservador Deutschnationale Volkspartei (Partido Popular Nacional Alemán), integró ambos conceptos de “nación” y “pueblo” en su propia denominación. Pero el concepto vinculado con el “pueblo” que más éxito obtuvo en los años de Weimar fue, sin duda, el de “Volksgemeinschaft”: la idea de pueblo se asociaba directamente a la idea de comunidad; el pueblo como comunidad, como la comunidad fundamental y englobante de todas las demás; la comunidad que se deriva de participar del mismo pueblo como la auténtica comunidad. La comunidad se convirtió en una idea social, en todo un programa de actuación. La conocida diferenciación que Ferdinand Tönnies había establecido en 1887 entre “comunidad” y “sociedad” (Gemeinschaft y Gesellschaft), se retomó en los años veinte y treinta, pero con un sesgo muy particular que trascendía los fines para los que Tönnies la había empleado. El pensamiento irracionalista se apoderó de esta diferenciación y la convirtió en un programa de práctica social: la “vuelta a la comunidad” se convirtió en un programa de rechazo de la sociedad moderna y del sistema político parlamentario. El programa social y político que se encerraba en el concepto de Volksgemeinschaft y en la llamada a la “vuelta a la comunidad” era un rechazo del sistema político de la República de Weimar. La comunidad era sinónimo de todo aquello, cuya carencia precisamente reprochaban los grupos antidemocráticos a la República de Weimar. La comunidad era unidad interna, fuerza, poder; la comunidad tenía valores, mientras que lo que caracterizaba a la sociedad eran los intereses de sus miembros. La comunidad era una realidad orgánica, mientras que la sociedad era algo artificial. La comunidad tenía un origen divino, mientras que la sociedad era una mera construcción humana. La comunidad era superior al individuo, el ámbito donde éste puede realizarse….

La importancia concedida por los pensadores antidemocráticos al “pueblo” como la auténtica realidad desde la que valorar y condenar al sistema político de Weimar desplazó a veces al uso del término “nación”, aunque en ocasiones los dos eran utilizados de manera análoga. En otros teóricos, por el contrario, como Carl Schmitt en su Teoría de la Constitución, de 1928, “pueblo” y “nación” aparecen en una radical contraposición. El significado, por consiguiente, de los conceptos de nación y pueblo en los años de Weimar estuvo muy diferenciado, no sólo según la fidelidad al sistema de Weimar, sino también dentro de la propia oposición antidemocrática.

>>>>>>> (pp. 133-134)

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Mensaje por José Luis » Sab Jul 22, 2006 5:08 pm

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La Nación según los partidos constitucionales

El Partido Demócrata (DDP) continuaba la tradición del liberalismo nacional alemán del siglo XIX y afirmaba una vinculación esencial entre nación y democracia. Su objetivo básico era la realización del Estado nacional democrático, que significaba al mismo tiempo para ellos el único freno posible a la revolución que había estallado en el otoño de 1918. Para estos demócratas, en la guerra había sido vencido el sistema político autoritario y militarista pero no el pueblo alemán. La renovación del sentimiento nacional no sólo era posible, por tanto, sino necesaria para poder salir de la catástrofe en que la guerra había sumido a Alemania. El “nacionalismo democrático” del DDP no sólo no se oponía a la política de entendimiento con los otros países europeos, sino que la fomentó activamente. Ahora bien, nunca olvidaron las aspiraciones y pretensiones nacionales de Alemania….En definitiva, su punto de referencia nacional era más el pueblo que el Estado y entendían la nación ante todo en términos de nación cultural. Por ello, aspiraban a que la nación cultural alemana pudiera identificarse con la nación política en un Estado nacional democrático…..

La posición del Partido Socialdemócrata (SPD) respecto a la nación mostraba una cierta ambivalencia. La relación entre el nacionalismo y el internacionalismo no había sido aclarada en profundidad en el seno de la socialdemocracia, y, tras la guerra mundial, el SPD continuó atrapado en el patriotismo nacionalista de los años de la guerra. En ese sentido interpretó el final de la guerra más como una vergüenza nacional que como una derrota de sus enemigos políticos internos –el sistema político guillermino- y la posibilidad que se abría para actuar por sí mismo. El SPD se manifestó siempre a favor de la Sociedad de Naciones, del desarme, de la reconciliación con Francia y de la construcción de los Estados Unidos de Europa, pero abogaba al mismo tiempo por la revisión de los tratados de Versalles. Para el SPD era una cuestión capital el que las tropas extranjeras abandonaran la región del Rin y estaba asimismo a favor de la unión de los austriacos en un mismo Estado nacional alemán. Tanto los socialdemócratas del Deutsches Reich como los de Austria estaban a favor de la formación de un solo Estado nacional alemán……Su afirmación de un patriotismo republicano no conocía tampoco la ideología, tan extendida en los años de la República de Weimar, de la Volksgemeinschaft, pues ese concepto negaba y ocultaba, según ellos, la realidad de la diferencia y de la lucha de clases. El SPD, que siempre mantuvo el concepto democrático de nación, actuó además expresamente contra el nacionalismo de derechas….

El partido católico, Zentrum, que apoyó la Constitución de Weimar, no tuvo, sin embargo, una posición unívoca respecto al nacionalismo democrático. El Zentrum, que había comenzado su andadura política durante el Imperio como “enemigo del Estado”, se había convertido sin ningún género de dudas en un partido nacional durante los años de la guerra mundial. Esta imagen nacional la conservó durante los años de la República de Weimar, llegándose incluso al final de la misma, en la etapa del canciller Brüning, a un acercamiento al nacionalismo radical y antirrepublicano. El partido católico aceptó los tratados de Versalles, pero esto no significaba que asumiera el sistema de paz que habían impuesto. También los católicos, y sus obispos, veían en la paz de 1919 una “paz vergonzosa” y el origen de los grandes problemas de los alemanes durante esos años. Los católicos, por lo tanto, aspiraban también a una revisión de los tratados de paz.

>>>>> (pp. 134-137)

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Mensaje por José Luis » Sab Jul 22, 2006 5:37 pm

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El nacionalismo tradicional

Un nacionalismo de viejo cuño, que añoraba el régimen guillermino, estaba representado en el partido nacional popular alemán (DNVP), Este partido, fundado en 1918, como receptáculo de monárquicos y antirrepublicanos y el partido burgués más fuerte en los años veinte, continuaba, en realidad, el nacionalismo de la época del Imperio alemán y el nacionalismo del partido patriótico de la época de la primera guerra mundial.

Como monárquicos convencidos, defendían un sistema político que asegurara su poder y privilegios. Tan pronto como vieron en la República que había otras relaciones de poder, creyeron que sólo había caos y perversión de las costumbres. Les parecía que los más sagrados bienes de la nación habían sido ensuciados y que en vez del brillo y del poder del antiguo Imperio, había ahora una República cutre, impotente, nacida de una revolución, que había enterrado arrogantemente el amor patriótico del régimen anterior. Para estos nacionalistas, todo tenía que volver a ser como antes de 1914 o al menos como era hasta el cese de Bismarck. No querían reconocer que el desarrollo industrial y la formación de una sociedad de masas antes de la primera guerra mundial habían cambiado la situación política y social.

Por eso, a diferencia del nuevo nacionalismo, los nacionalistas de viejo cuño ignoran la cuestión social y no cultivan un patriotismo popular. Cuando se refieren al pueblo no intentan, a diferencia de los nacionalistas de nuevo cuño, superar la lucha de clases en la comunidad del pueblo, sino que desprecian la lucha de clases, pero no para construir una comunidad mejor en colaboración con el proletariado, sino porque el proletariado les disputa su posición dirigente en la nación. No quieren, en definitiva, tomar en cuenta los cambios de los tiempos. Cuando se refieren al pueblo, no se refieren tanto a la unión y participación de todas las capas sociales en el Estado como a la eliminación de los judíos de la cultura, la política y la economía. Cuando en su programa de 1920 hablan del Volkstrum, de la nación, dicen que sólo una nación alemana fuerte, que conserve la esencia y que se mantenga libre de la influencia foránea, puede ser el fundamento sólido de un Estado alemán. Por ello combaten todo espíritu disgregador, no alemán, vengan de los círculos judíos o de cualesquiera otros: “nos dirigimos enérgicamente contra el predominio de los judíos en el gobierno y en la opinión pública, que, desde la revolución, está destacando de manera cada vez más trascendental. Hay que prohibir la afluencia de extranjeros sobre nuestras fronteras”.

Su objetivo político primero es la liberación del pueblo alemán del dominio extranjero. Éste es el presupuesto para el renacimiento nacional. Por eso aspiran a cambiar el tratado de Versalles, a restaurar la unidad nacional y a conseguir de nuevo colonias, necesarias para el desarrollo económico. La protección de lo alemán es una de las tareas más importantes de su política nacional. Expresamente manifiestan que se sienten inseparablemente unidos a los otros miembros del pueblo alemán que están fuera de las fronteras impuestas. Se refieren a la protección de lo alemán en los territorios perdidos u ocupados y de los alemanes de fuera. Mención expresa tiene la comunidad del pueblo (Volksgemeinschaft) que les une con todos los alemanes del extranjero, especialmente con los alemanes de Austria, por cuyos derechos y autodeterminación abogan…..

>>>>>> (pp. 139-140

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Mensaje por José Luis » Sab Jul 22, 2006 7:16 pm

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El nacionalismo de nuevo cuño: Ernst Jünger y la “revolución conservadora”

Durante la primera guerra mundial se gestó un nuevo nacionalismo, que apreciaba poco el patriotismo anterior a 1914 y que sólo encontraba su fuente de legitimación en la experiencia vivida de la guerra: “Tuvimos que perder la guerra para ganar la nación”. Esta frase de Franz Schauwecker resumía el nuevo nacionalismo revolucionario que, partiendo de la experiencia de la guerra, proyectaba un nuevo tipo de hombre y un nuevo sistema político y social. Los nuevos nacionalistas, que en la paz siguieron viviendo la guerra y para quienes los hombres no eran en realidad sino guerreros o soldados, se iban a oponer al nuevo sistema político de Weimar, un orden político al que consideraban carente de espíritu heroico, y animado, por el contrario, por el espíritu de los comerciantes.

En la formulación de esta íntima relación entre el nuevo nacionalismo y su origen –la guerra mundial-, le cupo un papel muy importante al escritor Ernst Jünger. Entre todos los intérpretes literarios de la contienda, fue Jünger sin duda el más eficiente y el más fecundo. En su obra literaria quedó plasmada de la forma más plástica la ideología de la experiencia de la guerra. “La guerra es nuestro padre, nos ha generado como un hombre nuevo en el seno ardiente de las trincheras, y nosotros reconocemos con orgullo nuestro origen. Por eso nuestros valores deben ser también heroicos, valores de guerreros y no esos de los tenderos, que quisieran medir el mundo con su vara”. Ésta es la idea principal del nuevo nacionalismo y de ahí se deriva toda una concepción del hombre y de la sociedad. Como en la guerra se había experimentado la jerarquización y las diferencias de rango, cree que la idea de igualdad está superada. Como en la guerra se había revelado el valor de la personalidad individual, desprecia como masa todo lo que no se corresponda con el corte militar de la propia personalidad. Jünger se define a sí mismo y a los suyos como “hombres”, que llevan la vivencia de la guerra en su sangre, y se burlan de los intelectuales y los literatos que sacaron otras consecuencias de la guerra. El nuevo hombre conformado por la vivencia de la guerra y por los valores que ésta descubrió (“la guerra que tantas cosas se lleva, nos da también muchas cosas. Nos instruye en la camaradería y pone en su sitio unos valores semiolvidados”) es un soldado duro como el acero, que se enfrenta sin piedad al sistema burgués y aspira a continuar la guerra como su propia misión nacional.

El espíritu de este nuevo nacionalismo consiste precisamente en el desprecio de lo intelectual, en la adoración de la lucha y de la guerra y en el odio hacia todo lo burgués-civil. El nuevo objetivo es la destrucción del mundo burgués y de su sistema político y su sustitución por un Estado potente, völkisch, en el que encuentren su coronación lo militar y lo heroico. Lo que este nacionalismo ofrecía era una declaración de guerra a todo lo existente. Su idea del Estado era una mera transposición de la jerarquía militar a la organización política. En vez de las libertades burguesas ponía una firme sujeción. El individuo fue sacrificado al “tipo” o a la “figura”: debía disolverse en la comunidad sanguínea de la nación y sacrificar su vida, si la nación lo requería. En la experiencia de la guerra se disolvió el yo burgués de la época guillermina en el nosotros de la camaradería……

La estilización de este guerrero del frente será el obrero, la nueva figura del siglo XX. El obrero es elevado por Jünger a una especie de mito, a una figura que describe con las categorías del héroe bélico. La figura opuesta al obrero es la del burgués (Bürger), que será devorado por el tiempo, como se dice en el prólogo a Der Arbeiter (1932)…..

Una variante del nacionalismo revolucionario fue conocida en los años de Weimar con la denominación de nacionalbolchevismo. Este concepto se utilizó para definir el nacionalismo de todos aquellos grupos para los que era fundamental apoyarse en la Rusia soviética. Su pensamiento político, a diferencia del nacionalismo revolucionario al estilo de Jünger, contenía una dosis mayor de referencias sociales y de política exterior.

(…) No en todos los pensadores integrantes de la llamada “revolución conservadora” estaba presente con la misma intensidad que en Jünger la experiencia de la guerra, aunque todos ellos coincidían en el rechazo de la realidad y de los valores de la época de la preguerra. A diferencia del nacionalismo tradicional, estos nuevos “conservadores revolucionarios” no aspiraban a restaurar los viejos tiempos, sino que querían desarrollar nuevos valores para la nueva época, de la que se consideraban intérpretes y profetas. Despreciaban tanto la Alemania de Weimar como la Alemania guillermina. No se consideraban reaccionarios sino defensores de un nuevo conservadurismo que no miraba hacia el pasado.

(…) Prescindiendo ahora de la cuestión de la adecuación del término “revolución conservadora” para designar a este conjunto de pensadores, sí es importante señalar que, en el tema de la nación que nos ocupa, no tenían tampoco una concepción unánime. El concepto de nación menos representado entre ellos es, sin duda, el concepto de “Staatsnation”, es decir, de nación política o nación-Estado, de nación como conjunto de ciudadanos, en el que las características culturales de la lengua o la procedencia no desempeñan ningún papel. Por el contrario, el concepto subjetivista de nación, como voluntad de pertenencia común o como sentimiento de pertenencia común, está representado en Carl Schmitt o en la importante revista de los años veinte/treinta TAT. Carl Schmitt descubrió en la doctrina soreliana del mito como fuerza profunda que nace de los auténticos instintos de la vida un elemento decisivo para combatir el bolchevismo. Pero, a diferencia de Sorel, esa fuerza no la encuentra en la lucha de clases sino en el sentimiento nacional. El sentimiento nacional es una fe común, la conciencia de tener un destino común, de formar una comunidad de destino. Pueblo es una comunidad que obtiene existencia política a través de un acto subjetivo, existencial, al distinguir entre amigo y enemigo. Pueblo es una categoría del derecho público, no una categoría de naturaleza cultural o física.

Para Spengler, por su parte, pueblo era una asociación de hombres que se siente como un todo. Si desaparece ese sentimiento, deja de existir el pueblo. Para Spengler hubo pueblos antes y después de la formación de la cultura. Y a los pueblos dentro de la cultura les llama naciones, utilizando aquí las características objetivas en su definición.

Para Moeller van den Bruck, la nación era la alfa y la omega de todo su pensamiento político. Pero la nación era para él básicamente un conjunto de valores, anterior al individuo, que éste debe conocer para contribuir a cumplir la misión que le corresponde a cada nación/pueblo…..

Stapel, sin embargo, se refiere fundamentalmente al “pueblo”. Para él, el pueblo era algo natural, un todo biológico, cuyo fundamento estaba constituido por la procedencia u origen. “El pueblo es una comunidad de nacimiento”, pero este fundamento biológico es algo más que pura biología……

Tampoco respecto al concepto de “raza” hay unanimidad entre los teóricos de la “revolución conservadora”. La construcción teórica de Carl Schmitt desconocía por completo la ideología racista y völkisch. Su reivindicación del postulado de la homogeneidad y de la exclusión de lo heterogéneo no significaba el establecimiento de discriminaciones para los individuos. Pueblo era un concepto del derecho público, no tenía un contenido racial o cultural. Spengler, por su parte, criticaba expresamente los intentos de deducir la raza a partir de elementos físicos como la constitución física o la forma del cráneo. Para él también eran elementos constitutivos de una raza otras características de naturaleza subjetiva, como la manera de hablar, el sentido de la belleza o la camaradería o la Bildung. La unidad de una comunidad no procedía para él de la raza, de la biología, sino de la cultura: las razas de Occidente no son las creadoras de las grandes naciones, sino su consecuencia. Los sentimientos raciales, decía, “por muy extendidos que estén, por muy profundos y naturales que sean, no son ninguna base para la gran política con la que regir o salvar un país. El arte de la política y el sano instinto del pueblo toma las cualidades donde las encuentra: os franceses en Napoleón, un italiano; los conservadores ingleses en Disraeli, un judío; la nobleza y el clero ruso en Catalina II, una alemana. Y en ningún pueblo del mundo con educación política se parte de esto, aunque los ingleses y los americanos son más apasionados en cuestiones de raza que la mayoría de los alemanes. Éstas y las infantiles opiniones y utopías económicas son tan desesperadamente alemanas en el peor sentido, tan necias y provinciales, y separan el moviendo völkisch y la enorme potencia que en él descansa de todo aquello que hay que tomar en serio política y económicamente por las cualidades, la experiencia, el poder y las relaciones, que este movimiento parece determinado a hacer un hueco en el suelo, pero para dejar sitio a una peligrosa corriente en contra”. Tampoco Moeller van den Bruck tiene una concepción racista de los hombres, aunque sus primeros escritos tienen una clara influencia de Chamberlain y contienen una mística de la sangre….

Ernst Jünger y Wilhelm Stapel, aunque rechazaban el concepto biologista de raza, hicieron, sin embargo, algunas formulaciones antisemitas, aunque de distinta consideración. Jünger dice en su libro Der Arbeiter (El Trabajador) que la raza dentro de la clase obrera no tiene nada que hacer con un concepto biológico de la misma. Y creía, por ello, que las críticas a los judíos no tenían sentido. Las críticas de los nacionalistas a los judíos las encontraba demasiado planas. Los judíos eran hijos del liberalismo y lo que a él le interesaba era combatir el liberalismo desde una consideración de lo alemán, quitándole así su base. Entonces caerían también los judíos, que eran los mantenedores del liberalismo. Cuanto más se alemanice Alemania, los judíos se verán en la dificultad de no poder ser alemanes en Alemania y, por consiguiente, se verán ante la alternativa de o ser judíos o no ser.

Mientras Jünger no profundizó en estas ideas y el antisemitismo no tiene un lugar importante en sus pensamientos, para Stapel, sin embargo, la discriminación de los judíos era una tarea urgente. Los judíos constituían para él un pueblo y, por tanto, una idea de Dios, y de ahí que, en este sentido, le mereciese todo el respeto. Pero el problema se planteaba por el hecho de que los judíos vivían en el mismo territorio que el pueblo alemán, impidiéndole a éste su desarrollo cultural. Mientras el pueblo judío era pacifista e internacionalista, el pueblo alemán era belicista y nacionalista. Le parecía imposible un equilibrio o una mezcla entre ambos pueblos, pues la esencia de un pueblo es un destino, es voluntad divina, sobre la que no se puede disponer. Si se imponía la cultura judía, Stapel pensaba que se llegaba al final de la historia alemana. Si, por el contrario, triunfaba el pueblo alemán, era inevitable la separación de los judíos. El propio Stapel hizo una propuesta de apartheid, en 1932, según la cual los judíos vivirían como una corporación con derecho propio, dentro del pueblo alemán, pero sin tener iguales derechos civiles que los alemanes, aunque los judíos podían tener su propia representación…

>>>>>>> (pp. 140-148

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Mensaje por José Luis » Sab Jul 22, 2006 9:07 pm

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El nacionalismo völkisch

A diferencia del nacionalismo tradicional del partido popular nacional, DNVP, los grupos y escritores völkisch no tenían intenciones de restaurar la época guillermina. Pero, a diferencia del nuevo nacionalismo, estos nacionalistas étnicos no daban el perfil intelectual de su pensamiento político. Según la propia declaración de un escritor de este grupo, los nacionalistas völkisch no necesitaban aprender nada de Spengler o de Moeller, sino que seguían su propia tradición que era anterior a la primera guerra mundial. Aunque el término “völkisch” era bastante vago y servía para calificar un amplio espectro de actividades humanas, la referencia común subyacente a todas ellas en boca de los nacionalistas völkisch era la idea de un pueblo alemán purificado de toda mezcla racial. El pensamiento völkisch se “edifica sobre un concepto de hombre alemán que no surge de ninguna otra realidad sino de proceder de alemanes y cuyo ser es determinado por su sangre, es decir, por las disposiciones hereditarias recibidas de sus antepasados”*. Y para acentuar el carácter biológico-racial de su contenido, los grupos nacionalistas que se autocalificaban como “völkisch” solían contraponer este término al de “nacional”.

*Hermann Meyer, Der deutsche Mensch, 2 vols., Munich, 1925, vol. 1, p. 5

Partiendo de esta referencia racial, el pensamiento völkisch elaboró un programa elemental de autarquía racial en todos los terrenos. Para los grupos defensores de este nacionalismo biologista, el mundo se dividía en dos partes: lo propio y lo extraño, lo alemán y lo no alemán…..En el terreno de la cultura y del espíritu, defendían el pensamiento alemán sobre la base de la eliminación de las ideas extranjeras, sobre todo eliminando la literatura judía antialemana. En el campo del idioma, se manifestaban a favor de la conservación de su pureza eliminando las palabras extranjeras. En el terreno de la política, estaban en contra de las instituciones de corte occidental que tenía la República de Weimar y exigían su sustitución por una estructura política autóctona, propia. También la religión tenía que nacionalizarse, sustituyendo al dios judío por un dios alemán. Los grupos völkisch defendieron el cultivo de las tradiciones populares, de la sabiduría popular, el fortalecimiento de la raza alemana mediante el fomento de la natalidad y la conservación de la pureza de su sangre, sin mezclarse especialmente con los judíos…..

La identificación del pueblo con la raza fue de consecuencias enormes. Los nacionalsocialistas asumieron esa identificación y la llevaron a la práctica durante sus años en el poder. Rosenberg dio una interpretación política a esa identificación entre pueblo y raza en su libro Der Mythos des 20 Jahrhunderts, publicado en 1928. Adolf Hitler asumió todos los tópicos raciales de la ideología völkisch y basó su política interior y exterior en una doctrina racial que lo condujo al exterminio de los judíos. Al final, el concepto de raza, no determinable de manera unívoca desde el punto de vista científico ni jurídico, se convirtió en un concepto puramente ideológico, utilizado por su propia indeterminabilidad para justificar la violencia de quienes habían operado esa reducción del pueblo a la raza.

>>>>>>>> (pp. 149-150)

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Mensaje por José Luis » Mar Jul 25, 2006 6:01 am

¡Hola a todos!

Voy a rematar esta serie de extractos con el capítulo que Abellán dedica al nacionalsocialismo:

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3. Pueblo y raza en el nacionalsocialismo

El concepto ideológico del partido nacionalsocialista

(…) El radicalismo y la inhumanidad de sus principios [Abellán se refiere a Hitler y su Mein Kampf] se contraponían expresa y conscientemente a la cultura política que él denunciaba como “burguesa”. Con este radicalismo táctico, y haciendo referencia al componente socialista que llevaba el nombre de su partido, esperaba ganarse a la clase obrera, sacándola de la influencia de los partidos obreros de orientación marxista e internacionalista. Pero, a partir de 1926, introdujo un cambio de orientación. Eliminó el ala izquierda del partido, se ganó al experto en propaganda Joseph Goebbels como Gauleiter de Berlín y concentró su movilización política en las clases medias del campo y la ciudad. Los éxitos electorales fueron en aumento. Junto a la creación de una amplia red de organizaciones y asociaciones a través de toda la sociedad, la propaganda nacionalsocialista se centró en los temas habituales del nacionalismo conservador, presentándolos con un radicalismo extremo que pronto se convirtió en una característica esencial del partido. Tres fueron los temas que la propaganda nacionalsocialista solía abordar: la lucha contra los tratados de Versalles porque habían esclavizado al pueblo alemán, la denuncia sistemática del “sistema de Weimar” y la idea del pueblo como una comunidad integradora, como alternativa superadora de la lucha de clases que la izquierda defendía.

Estos temas eran habituales en el discurso de los nuevos conservadores, y por esta razón la cuestión de las relaciones entre estos teóricos de la “revolución conservadora” y el nacionalsocialismo era compleja. Las similitudes en algunas ideas existentes entre ambos grupos eran, por un lado, evidentes [En una entrevista de Moeller van den Bruck con Hitler, en 1923, éste le dijo al intelectual: “usted tiene todo lo que me falta a mí. Usted está trabajando el equipamiento intelectual para la renovación de Alemania. Yo soy sólo un compilador y un tamborilero. Trabajemos juntos”. Nota del autor]. Pero, por otro lado, algunos elementos nacionalsocialistas –el racismo, su dimensión socialista, el papel asignado al partido- eran totalmente ajenos a los nuevos conservadores. Éstos, por su parte, desde el elitismo que los caracterizaba, aborrecían el tipo de persona que se unía a los nacionalsocialistas. Los teóricos de la “revolución conservadora” no manifestaron ningún aprecio por el partido nacionalsocialista ni por su líder. Pensaban, más bien, que ese partido y sus líderes no iban a aportar nada interesante en especial, debido a su escasa cualificación intelectual y al primitivismo de su programa político y económico. El carácter del NSDAP como partido de masas chocaba frontalmente con el elitismo de la “revolución conservadora”, que, según sus mentores, debía conducir a una nueva época en la que las masas quedarían relegadas al papel para el que habían nacido.

Pero el éxito del partido de Hitler a comienzos de los años treinta condujo a muchos teóricos del nuevo conservadurismo a cambiar su apreciación del partido nacionalsocialista. Muchos pensaron entonces que ese partido, el único que luchaba contra los principios del sistema político de Weimar desde dentro, podría ser la única vía para realizar las nuevas ideas. Los grupos de derecha que no querían el nacionalismo tradicional representado por el partido DNVP no tenían otra alternativa. Pero esta situación era un auténtico dilema para muchos nuevos conservadores: si se oponían a los nacionalsocialistas, apoyaban a la República; pero contribuir a destruir la República de la mano del partido de Hitler era también problemático, pues su idea de la revolución alemana difería de la de los “camisas pardas” nacionalsocialistas. Por esto, algunos teóricos de la “revolución conservadora”, como Edgar Julius Jung, siguieron manifestando sus críticas al nacionalsocialismo, incluso después de la llegada de Hitler al poder. En todo caso, a pesar de las diferencias, como ellos mismos reconocieron, prepararon el suelo para la difusión e implantación del nacionalsocialismo.

(…) De carácter diferente, sin embargo, fue la relación del nacionalsocialismo con los valores y las tradiciones prusianos. Hitler y los dirigentes nacionalsocialistas intentaron acercarse a las tradiciones prusianas, con la intención de apropiárselas, incluso antes de llegar al poder. Prusia en los años veinte era sinónimo de valores y virtudes como el sentido del cumplimiento del deber, la entrega al Estado y el sentido de la justicia y la imparcialidad. También se identificaban con las tradiciones prusianas la disciplina, el sentido de la obediencia y la disposición a la sumisión así como la capacidad militar de aguante a cualquier precio. Formaba parte asimismo de la imagen de Prusia la idea de la tolerancia, desarrollada y practicada en la época de la Ilustración en Prusia. Entre los nacionalsocialistas fue Joseph Goebbels quien más jugó con la idea de Prusia para el nacionalsocialismo, destacando sobre todo la figura de Federico el Grande y pretendiendo mostrar una línea de continuidad entre el rey prusiano, Bismarck y los nacionalsocialistas. Tras la llegada de Hitler al poder en 1933, no era inusual que algunos nacionalsocialistas repitieran el eslogan de “prusianismo es socialismo”, que había dado título a un libro de Oswald Spengler (Preussentum und Sozialismus, 1920). Todavía hasta 1935, los dirigentes nazis intentaron incorporar el prusianismo a su propia ideología, pero cada vez se puso de manifiesto con mayor claridad que el nacionalsocialismo apenas tenía nada en común con las tradiciones prusianas. La disolución de las instituciones, la destrucción de la idea del Estado y del funcionariado, la vuelta a prácticas de gobierno de corte neofeudal, así como la enorme corrupción y la falta de responsabilidad ante la nación, que los nacionalsocialistas llevaron a cabo, distaban mucho precisamente de la tradición prusiana. Está claro, por otro lado, que esta contraposición entre prusianismo y nacionalsocialismo no puede ocultar que algunos elementos de la tradición prusiana –la aceptación del Estado autoritario, el principio de legalidad formal o el sentido del cumplimiento del deber hasta sus últimas consecuencias- hicieron posible la política violenta practicada por Hitler hacia dentro y hacia fuera. Pero también fue una realidad que el movimiento de resistencia del 20 de julio de 1944, contra Hitler, reivindicara precisamente la idea de Prusia y de sus valores tradicionales contra las desmedidas aspiraciones militares de Hitler.

El nacionalsocialismo fue al principio un pequeño grupo völkisch, representante de un nacionalismo radical de carácter bilogista, que, a pesar de su transformación en una organización de masas, en la que muchos millones de alemanes depositaron sus esperanzas nacionales, nunca abandonó sus dogmas raciales. El partido nacionalsocialista se convirtió, efectivamente, a partir de 1930, en un gran movimiento de masas y dejó de ser uno entre los numerosos grupos antidemocráticos existentes para convertirse en la mayor organización que aglutinaba a quienes estaban contra Weimar. Sus planteamientos raciales, sin embargo, no sólo iban a conducir al Estado fuera de las coordenadas del sistema democrático de Weimar, sino desembocaría en la eliminación física de millones de personas.

>>>>>>>> (pp. 150-153)

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