La demolición de la República de Weimar

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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Erich Hartmann
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Mensaje por Erich Hartmann » Lun May 26, 2008 1:06 pm

¡YA LOS TENGO!

En vísperas de las elecciones convocadas para el 5 de marzo se mezclaba esa mentalidad y prejuicios con su necesidad de batir a la izquierda –comunistas y socialistas- que en las últimas elecciones del otoño anterior habían logrado más votos y diputados que el partido nazi. Para lograrlo desplegó el fuego pesado de su oratoria, de sus medios de difusión, del dinero conseguido, del poder político que detentaba y de la brutalidad de sus escuadras pardas y negras.

En sendos discursos, el 10 y 17 de febrero, acusó a los comunistas de haber causado la ruina del país; condenó la democracia parlamentaria; prometió a los militares el servicio militar obligatorio y denunció las limitaciones armamentísticas impuestas por la Conferencia de Versalles.

Del presidente Hindenburg obtuvo plenos poderes para que su ministro del interior, Wilhelm Frick, manejara a su albedrío el derecho de reunión, de mítines y reuniones políticas, la censura y la suspensión de publicaciones, pretextando su peligrosidad para el Estado; considerando que la situación era excepcional, unos cincuenta mil miembros de bandas paramilitares nazis SA y SS fueron enrolados como miembros auxiliares de la policía de Prusia y utilizados para perseguir, apalear o asesinar a sus rivales políticos, culminando su actuación en el asalto a la sede del Partido Comunista, que fue destruida y sus archivos incautados, con el pretexto de que los comunistas estaban preparando un golpe de estado. El incendio del Reichstag brindaría a los nazis la culminación de sus aspiraciones totalitarias.

El 27 de febrero, Hitler cenaba en casa de Joseph y Magda Goebbels, cuando sonó el teléfono. Era Ernst Hanfstaengl, uno de los ricos protectores y amigos de Hitler, Que comunicaba el incendio del Reichstag. Goebbels, desconfiado, replicó:

-¿No será una broma suya?

-No, díselo inmediatamente a Adolf.

Goebbels confirmó la información y regresó inmediatamente al comedor, donde Hitler terminaba de cenar, acompañado de Magda:

-¡Está ardiendo el Reichstag!

Hitler se tomó unos segundos para asimilar la noticia.

-¿Ya se conoce al responsable?

-Circula el rumor de que han sido los comunistas.

-¡Bravo! Ahora sí que los tengo.

En este punto los historiadores discrepan. Según algunos, ambos salieron volando y el Mercedes Komprensor de Hitler los trasladó a “cien por hora” hacia el Reichstag. Según otros, la noticia, por esperada, les sorprendió tan poco que terminaron de cenar: Hitler se tomó los postres de cocina que preparaba Magda y que tanto le gustaban y luego se fueron a ver el incendio.

COMO UNA ANTORCHA

Encontraron el centro de Berlín conmocionado por ka circulación y el estrépito de las alarmas de los camiones de bomberos y las sirenas de la policía y por miles de curiosos congregados para presenciar cómo se consumía la obra del arquitecto Paul Wallot, erigida en 1894.

Hitler, Goebels y su escolta cruzaron los controles y se acercaron al incendio a las 21:47 horas, según anotó un periodista británico. El Führer, visiblemente emocionado, comentó. “Es como una antorcha en el cielo”; tal imagen debió de encantarle, pues tres días después la repitió públicamente: “Fue como la antorcha que precede a una nueva era en la historia de la Humanidad”. Luego quedó ensimismado, con el rostro encendido por el calor del incendio y por la emoción. Debía de ser intensa su alegría, pues aborrecía la institución parlamentaria y, también, el edificio en llamas, del que había dicho que era “un híbrido de templo griego, basílica romana y palacio árabe, aunque como conjunto parece más bien una sinagoga”.

Entre tanto, los nazis no perdían el tiempo. Ya habían establecido la identidad de los responsables: Goebbels declaró a la prensa “Este es el último intento comunista de sembrar confusión mediante el fuego y el terror para hacerse con el pode en medio del pánico general”. Y Göring, en el mismo sentido: “¡Este es el inicio de una insurrección comunista! ¡Es ahora cuando van a atacar! No hay que perder un minuto”.

Y, dándoles la razón, no muy lejos del grupo de jerifaltes nazis, un joven, esposado y rodeado de policías, gritaba a voz en cuello: “¡Protesta, protesta!”. Se trataba de Marinius von der Lubbe, un holandés de 24 años, gran fortaleza física, aspecto simple y vista deficiente. Según establecería la posterior investigación, Van der Lubbe había pertenecido a las juventudes comunistas holandesas y, después, al movimiento anarquista, en los que no había perseverado, pues se trataba de un individuo psíquicamente inestable. Había llegado a Berlín hacía una semana y sobrevivía en albergues y gracias a la caridad pública. En las colas del paro se le escuchó perorar contra los nazis, su persecución de la izquierda, la iniquidad de los servicios de asistencia social…

Al parecer, en aquellos días había fracasado en pueriles intentos de incendiar algunos edificios públicos. En la mañana del día 27, Van der Lubbe se había gastado lo poco que le quedaba en cajas de cerillas y material inflamable. Había penetrado en el Reihstag por la tarde, y a la hora del cierre se había ocultado. Cuando cesó todo movimiento en el edificio, intentó formar una hoguera con los muebles de la cafetería, pero resultaron un combustible difícil. Luego encontró un material fantástico: las cortinas de la cámara, a las que fue prendiendo fuego una tras otra hasta formar una hoguera de gran extensión, que pronto alcanzó los asientos de los diputados y el mobiliario. Cuando los vigilantes trataron de apagar el fuego, ya era tarde y más porque en otros lugares del edifico seguían surgiendo nuevos focos del incendio. Al parecer, Marinus penetraba en los despachos que hallaba abiertos y hacía arder todo lo que respondía a sus cerillas y teas. Pese a la rápida acción de los bomberos, nada se pudo hacer ya por el parlamento.

Van der Lubbe fue capturado sin resistencia cuando abandonaba el ardiente edificio y espontáneamente explicó que “había incendiado una institución representativa de un estado represor de obreros y de las ideas marxistas”. Rudol Diles, jefe de la policía prusiana, le vio así: “Con la parte superior del cuerpo desnuda, sucio y sudoroso estaba sentado entre mis agentes. Jadeaba como si acabara de realizar una tarea ingente. En los ojos de aquello joven de rostro demacrado ardía una mirada de triunfo…”

Fuente: Artículo de David solar aparecido en el número 112 de la revista La aventura de la historia


Continuará...


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Mensaje por Erich Hartmann » Lun Jun 02, 2008 10:36 pm

MIENTRAS DORMÍAN

Diles, testigo privilegiado del suceso, describió a Hitler “gritando como si fuera a estallar: “¡Ya no habrá piedad! Todo aquel que se interponga en nuestro camino será eliminado. (…). Alos funcionarios comunistas se les pegará un tiro en el acto allí donde se les encuentre. A los diputados comunistas se les ahorcará esta misma noche. A los que estén de acuerdo con los comunistas hay que detenerlos…!””

Antes de medianoche, tras un intercambio de opiniones entre los jerifaltes nazis allí presentes, Goering ordenó a la policía, a las SA y a las SS que detuvieran a los responsables. Aquella noche fueron capturados más de cuatro mil dirigentes, funcionarios y diputados comunistas, sacados de la cama en la mayoría de los casos, prueba evidente tanto de que no estaban aprestándose a ningún tipo de golpe de estado como de que la redada nazi había sido preparada con tiempo y método.

Al día siguiente, Hitler y von Papen fueron recibidos por Hindenburg, al que el canciller hizo una dramática y manipulada narración de los hechos:

“Tenemos ya al autor del incendio, sus cómplices y a más de un millar de responsables de la conspiración comunista. Les hemos confiscado unos tres mil quintales de material explosivo. Su plan de anoche era comenzar con el Reichstag, para seguir con la Presidencia, la Cancillería y demás ministerios… Pero la acción rápida y enérgica de Goering ha conjurado el peligro. Hay que demostrarles que no tenemos vacilación alguna y que nada nos impedirá cumplir con nuestro deber. Para ello le propongo la aprobación y la firma de este decreto cuya finalidad es la protección del pueblo y el estado.”

Hindenburg quedó anonadado ante el informe y exclamó: “¡tres mil quintales…! ¡Eso es tanto como los explosivos que se consumen durante una batalla importante!” El anciano suspiró aliviado y firmó sin titubear el “Decreto para la protección del Reich”, más conocido como “Decreto del incendio del Reichstag”, que suspendía temporalmente siete artículos constitucionales que garantizaban la libertad de prensa, opinión, reunión y asociación; el secreto del correo, el teléfono y el telégrafo; la libertad personal hasta que un juez no emitiera una orden de prisión; la inviolabilidad del domicilio y la propiedad privada. El residente había entregado a Hitler el poder absoluto.

A partir de aquel instante, las detenciones por motivos políticos se sucedieron en cascada. Las cárceles se llenaron y durante los días siguientes hubieron de habilitarse tres campos de prisioneros políticos en Prusia. El primero fue el Oranienburgo, cerca de Potsdam, inaugurado el 20 de marzo; en los alrededores de Múnich, el 21 de marzo, el jefe de la policía política de Baviera y de las SS, Heinrich Himmler, inauguró el de Dacha, uno de los lugares más siniestros de la historia criminal del nazismo. De la custodia de este centro, antigua fábrica de municiones reformada, se encargó la agrupación Totenkopf (calavera) de las SS.

Al llegar el verano de 1933, funcionaba medio centenar de campos de internamiento. Cuando se inauguró el campo de concentración de Oranienburgo, justamente tres semanaS después del incendio del Reichstag, ya había unos 15.000 prisioneros políticos en las cárceles alemanas. Y, en abril, la cifra se elevaba a 25.000.

UN TRIUNFO DECEPCIONANTE

Para entonces, casi se había olvidado el resultado de las elecciones celebradas el 5 de marzo. Hitler contó con una semana de campaña casi en solitario. Empleando los poderes concedidos por los decretos presidenciales, impuso la censura de las publicaciones contrarias, secuestró y cerró periódicos, clausuró sedes de partidos, impidió mítines, detuvo a líderes políticos, espió comunicaciones de las formaciones rivales y, al tiempo, empleando las ingentes sumas de dinero recaudadas desde el poder, los nazis realizaron una campaña monstruosa, tratando de conquistar el voto.

Los resultaron constituyeron, sin embargo, una decepción inesperada y amarga para los nazis: vencieron, pero pese a su amañada y ventajista campaña consiguieron 17.277.328 votos, lo que equivalía al 46,9 de los sufragios útiles y 288 escaños en una cámara de 647, es decir, no alcanzaron la mayoría absoluta y, lo que era igualmente hiriente, la perseguida izquierda, con gran parte de sus dirigentes encarcelados y graves dificultades para votar, seguía contando con un tercio de los votos y 200 escaños.

Hitler se apresuró a proclamar que había logrado una victoria definitiva y se dispuso a imponer su dictadura, pero, guardando las apariencias, contrajo una alianza con el Partido Nacional Alemán (Stahlhelm), con lo que ambas fuerzas contaban con el 51,9 por ciento de los votos y con el 52 por ciento de los escaños. Pero la necesidad de esa mayoría iba a ser efímera, porque Hitler no estaba interesado en el juego democrático.

Tras la derogación de los derechos el 28 de febrero, los nazis iniciaron una frenética carrera para manejar todos los resortes del poder. Los sindicatos fueron suprimidos y sus dirigentes detenidos, lo mismo que los diputados comunistas y socialistas que no lograron exiliarse. Expulsaron de sus empleos a burócratas y políticos de destrito si no eran del NSDAP o simpatizantes. Ordenaron que la bandera nazi ondeara en todos los edificios públicos. Las sedes de los partidos, asociaciones políticas, deportivas, recreativas e incluso religiosas fueron asaltadas, registradas, confiscados sus archivos y sus locales.

La maquinaria nacionalsocialista se había puesto en marcha, cobrando vida propia, incluso sin órdenes procedentes de la Cancillería. Las directrices estaban en la ideología, en el Mein Kampf, en los miles de discursos y las directrices recibidas. Personalidades de la Iglesia o de la intelectualidad alzaron su alarma o su protesta hasta la presidencia, pero Hindenburg se limitaba a responder que trasladaba sus demandas al canciller, con lo que Hitler tomaba nota de sus enemigos y éstos perdían la esperanza de cualquier solución razonable. El anciano mariscal debía tener momentos de profunda inquietud sobre la prudencia de sus decisiones, pero Hitler mostró un arte extraordinario para contentarle, mientras culminaba la conquista del poder absoluto.



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Mensaje por Erich Hartmann » Mar Jun 03, 2008 5:58 pm

UN ENIGMA HISTÓRICO

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Marinius van der Lubbe. Fuente: http://www.kurasje.org/lex/l01000.htm

¿Quién incendió el Reichstag? Aún hoy existen dudas sobre la identidad del pirómano. La justicia nazi consideró probado que el autor había sido Marinus van der Lubbe, inspirado por el comunismo. El proceso, en el que fueron encausado numerosos comunistas, incluido el secretario de la Internacional, George Dimitrov, tuvo enorme repercusión internacional y proliferaron las teorías según las cuales Van der Lubbe no habría podido incendiar materialmente el edificio, siendo sólo el chivo expiatorio de una operación organizada por los nazis para disponer del pretexto adecuado para desencadenar la persecución de los comunistas y obtener del presidente el “Decreto para la protección del Reich”. Van der Lubbe, condenado a muerte en diciembre de 1933, fue guillotinado en enero. Los demás acusados resultaron absueltos ante la campaña de prensa desatada en toda Europa que denunciaba la inconsistencia de las pruebas y la falta de garantías procesales observadas en todo el juicio. En las memorias de personajes que estuvieron cerca del suceso y en el Juicio de Nuremberg no aparece en ningún momento la mano nazi en el incendio. Goering negó toda participación: en uno de los interrogatorios declaró: "puestos a incendiarlo, yo lo habría hecho por un motivo muy distinto, porque el hemiciclo era horroroso" y en otro: “…Ese atentado (…) me resultó sumamente desagradable, porque me obligó a entrar en acción de forma muy precipitada y a actuar sin haber llevado a cabo mis preparativos de forma conveniente”. Rechazó, igualmente, que esa fuese su gran oportunidad para deshacerse de los comunistas: “Yo no precisaba de eso para actuar, porque la suma de sus culpas era tan grande, tan norme su delito que yo, sin otras razones, estaba decidido, con todos los medios a mi alcance, a iniciar una guerra de exterminio sin contemplaciones contra semejante peste”.

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Marinus van der Lubbe rodeado de numerosos miembros de la Policía de Prusia. Fuente: http://www.nrc.nl/buitenland/article888 ... vernietigd

Las investigaciones más recientes no ofrecen resultados concluyentes: si bien Van der Lubbe aparece en el centro de la acción, subsisten algunos aspectos oscuros en el caso.


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La demolición de la República de Weimar

Mensaje por Hundi » Vie Dic 18, 2009 12:45 am

que buen post! si señor, muy buena info por parte de erich, jejeje pero requiere tiempo para leerlo todo.

aun asi esta bueno!
[size=85]Hago de mi futuro una utopía, pues pretendo comprender, esta voluble vida...[/size]
[size=85][color=#FF0000]Una vida sin vicios es una vida sin virtudes.[/color][/size]

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Re: La demolición de la República de Weimar

Mensaje por amf » Mar Sep 06, 2011 8:43 pm

Muy buen post, totalmente de acuerdo.

Aprovecho esto para preguntaros ¿La desaparición de la República de Weimar fue solo debido a la serie de cincunstancias que la hicieron posibles (desde la entrada en vigor del artículo 48 de la constitución de Weimar al incendio del reichstag) o existió algun decreto que pusiera fin como tal a la república?
Última edición por amf el Mié Sep 07, 2011 9:55 am, editado 1 vez en total.

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Antonio Machado
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Re: La demolición de la República de Weimar

Mensaje por Antonio Machado » Mar Sep 06, 2011 10:03 pm

Coincido con amf, es un excelente tópico para ser discutido y comentado ampliamente.

Muy buena pregunta la que plantea sobre las causas -mediatas e inmediatas- de la extinción de la República de Weimar.

Saludos cordiales desde Nueva York, Antonio Machado.
Con el Holocausto Nazi en contra de la Raza Judía la inhumanidad sobrepasó a la humanidad.

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Re: La demolición de la República de Weimar

Mensaje por José Luis » Mié Sep 07, 2011 12:02 pm

amf escribió: Aprovecho esto para preguntaros ¿La desaparición de la República de Weimar fue solo debido a la serie de cincunstancias que la hicieron posibles (desde la entrada en vigor del artículo 48 de la constitución de Weimar al incendio del reichstag) o existió algun decreto que pusiera fin como tal a la república?
Algo de ello hemos discutido aquí:
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"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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