Tras el nombramiento de Hitler como canciller de Alemania el lunes 30 de enero de 1933 al mediodía, las primeras noticias sobre el acontecimiento en la prensa española aparecieron el mismo día 30 por la tarde. Los diarios exclusivamente vespertinos o aquellos que contaban con doble edición (mañana y tarde) pudieron ofrecer la noticia sin esperar al día siguiente. Antes del encumbramiento de Hitler, la situación de inestabilidad en Alemania se comentaba con regularidad en los periódicos. El propio 30 de enero, en sus ediciones mattinales, redactadas cuando aún no había un nuevo canciller, algunos diarios presentaron comentarios e informaciones sobre la posibilidad de que pronto se formara un nuevo gabinete de gobierno y, en general, sobre la crisis política de Alemania. Un ejemplo es El Noticiero Gaditano, que bajo el titular De la crisis alemana, contaba desde Berlín lo siguiente:
- Von Papen continua celebrando conferencias con todas las fuerzas políticas de Alemania para llegar a la formación del nuevo Gobierno.
Como consecuencia de estas gestiones, créese que se ha llegado a una inteligencia con el jefe de los “nazis”.
Con esto asegúrase que von Papen ha podido completar la lista del nuevo Ministerio.
Se atribuye será concedida la Cancillería del Imperio a Hitler y que será vicencanciller Von Papen.
Los ministros restantes serán extraídos de los partidos derechistas y ultranacionalistas.
(El Noticiero Gaditano. 30.1.1933. p. 3)
- El presidente Hindenburg ha nombrado a Hitler canciller. El nuevo Gobierno ha quedado constituido en la forma siguiente:
Canciller, Hitler.
Vicecanciller y Comisario del Reich en Prusia, von Papen.
Negocios Extranjeros, von Neurath.
Interior, Frick
Reichswehr, general von Blomberg.
Hacienda, Scbwering von Krosigk.
Economía y Agricultura, Hugenberg.
Trabajo, Seldte.
Correos y Comunicaciones, Eltz Ruebenach.
Ministro sin cartera y comisario de Aeronáutica, Goering.
El nuevo Gobierno celebrará su primera reunión esta tarde, a las cinco.
(El Siglo Futuro. 30.1.1933. p. 6)
- Hitler ha aceptado el encargo de formar Gobierno, figurando él como canciller.
Los principales miembros del Gabinete Hitler son: Canciller del Reich, Adolfo Hitler.
Vicecanciller y comisionado para Prusia, Von Papen.
Ministro del Interior, Von Frick.
Relaciones Exteriores, Von Neurath.
Ministro de Defensa, general Warner von Blomberg.
Hacienda, Schwerin von Krosigk.
Comercio y Agricultura, Hugenberg.
El nacionalsocialista Goering ha sido comisionado para administrar el ministerio del Interior de Prusia. Tiene el control sobre 160.000 hombres de la Policía en Prusia.
(Luz. 30.1.1933. p. 1)
- Por moción de los nazis la Comisión del Reichstag resolvió convocar a sesión plenaria del mismo para el día 7 de febrero a más tardar.
Hitler juró el cargo con sus ministros en presencia del mariscal Hindenburg. Luego el nuevo canciller convocó a primera reunión ministerial para las cinco de la tarde.
Un portavoz oficial dijo que «Hitler prestó juramento de cumplir la Constitución de la República y gobernará legalmente el país».
(Luz. 30.1.1933. p. 1)
- No se puede decir que la llamada a Hitler para que ocupe la Cancillería significa el triunfo del nacionalsocialismo. Ni siquiera significa el triunfo del mismo jefe de los nazis. El presidente del Reich le ha confiado la jefatura del Gobierno después de haber agotado todas las posibilidades. Se trata, pues, de un recurso en último extremo. Hindenburg, al entregar a Hitler la cancillería, asume la actitud resignada de quien adopta una decisión peligrosa, pensando: «Del mal, el menos».
No desde nuestro punto de vista de demócratas, sino desde un punto de vista absolutamente objetivo, se abre como muy razonable una profunda inquietud por el inmediato Porvenir político de Alemania.
A todas luces, Hitler no es una solución. Porque la que se ha dado a la crisis no es una solución Hitler -y, por lo tanto, no supone la definitiva conquista del Gobierno por el nacionalsocialismo, porque no se trata de un Gobierno nazi, sino de un Gobierno de coalición de las derechas alemanas más intransigentes.
Cayó von Papen, y en seguida Schleicher por no contar con la mayoría nacionalsocialista.
Cuantas gestiones se realizaron para asegurarse la benevolencia de los hitlerianos resultaron inútiles. Los nazis condicionaban su colaboración a la entrega de la Cancillería.
«Del mal, el menos», hemos dicho refiriéndonos al posible lema que pudiera ponerse al nuevo Gobierno alemán. Esta solución «menos mala» tiene, sin duda, por objeto imponer enérgicamente el orden en la República, cuyas continuas perturbaciones son causa de que los Gobiernos que dieron de sucederse en los últimos años gastasen la mayor parte de sus energías en restablecerlo.
Pero es indudable que una apariencia de orden no es el orden, y es lo más verosímil que el nuevo Gobierno alemán no pueda pasar, en ese sentido, de las apariencias. Orden es bienestar, vida disciplinada, trabajo... Lo otro es, a lo sumo, lograr que no surja a la superficie el dolor de los que se ven privados de todo.
En cuanto a política exterior, las bravuconadas de Hitler no habrán servido sino para demostrar que eran eso: bravuconadas. Bien sabía él, bien sabían sus huestes, que sus puños amenazadores no tenían más trascendencia que la de un gesto teatral de propaganda política.
(Heraldo de Madrid 30.1.1933. p. 1)
- Hitler llega a la Cancilleria teniendo como vicecanciller y encargado de los asuntos de Prusia a
von Papen. El nacionalsocialismo, que pedía en sus propagandas la destrucción del gran capitalismo y la nacionalización de los bancos, se alía con los barones prusianos y con Hugenberg, el representante político de las más vastas asociaciones industriales de Alemania. ¿Paradoja? No. Hitler debía acabar así, prisionero de aquellos que le han venido utilizando como instrumento de lucha contra la Constitución de Weimar. Está bien y será útil a los supremos intereses de la democracia universal que se haga en Alemania el ensayo Hitler. Las masas que siguieron un día al delirante pintorcillo austríaco, y que comenzaban a apartarse de él, verán muy pronto que no puede cumplir ninguna de sus promesas de agitador y le volverán la espalda. Hay, sin embargo, en la elevación a Hitler a la Cancillería un peligro muy grave para la paz del mundo. Su ululante nacionalismo, su xenofobia rabiosa, pueden provocar conflictos internacionales. Por algo el centro católico alemán no ha querido embarcarse en esa galera. Se reserva y aguarda...
(La Voz, 30.1.1933. p. 1)
- La solución de la crisis alemana ha sido lo que constitucional y parlametariamente tenía que ser. El presidente del Reich, mariscal Hindenburg, ha demostrado una vez más el escrupuloso cuidado con que rige la política de su país. Hitler es el jefe de la fracción más numerosa del Reichstag, y le nombra canciller. Pero no suma bastantes votos y le hace acompañar de Von Papen, que representa la confianza presidencial y puede significar la atracción del Centro católico, y de Hugenberg, nacionalista. El solo hecho de que figuren juntos en el nuevo gobierno estos tres hombres que tanto se ha combatido, es una demostración del gran patriotismo que existe en Alemania.
La gobernación de Hítler era necesaria; pero Hindenburg ha dejado que obre el tiempo para (que) Hitler llegue a ella no como el jefe de un partido rebelde y violento, sino como el jefe del partido
más numeroso. El hitlerismo no es así fuerza de calle, sino fuerza de opinión.
Hítler había sido el contrincante de Hindenburg, pero ahora los dos sirven a su país, cada uno en un puesto diferente. Las elecciones últimas para la Dieta de Lippe demostraron que el hitlerismo es en Alemania una esperanza; se ensaya, además, la gobernación con el actual Reichstag, y el Presidente del Reich va al ensayo.
Los pueblos europeos anhelan política de autoridad, y así se explica el auge de Hitler. De Hitler -no lo olvidemos en España-, que empezó con un partido de cuatro correligionarios, y ha llegado ya a los 13 millones de votos. Y es que el «deutschland über alles», no era expresión imperial, sino expansión de toda conciencia germánica.
¿Acreditará Hitler dotes de gobernante que igualen a las de caudillo? Los momentos son difíciles y la prueba es dura.
(La Época. 30.1.1933. p. 1)