Fin del apalancamiento político de Hitler, dic 1932 ene 1933

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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Fin del apalancamiento político de Hitler, dic 1932 ene 1933

Mensaje por kalmado » Vie Dic 19, 2008 6:05 pm

A finales de 1932 la cúpula del NSDAP atravesaba por momentos delicados, el conato de bicefalia con Strasser, la presión de Röhn y la pérdida de escaños tras la elecciones de noviembre de 1932 colocaba al partido al borde del horizonte de sucesos y ser completamente difuminado del primer plano político de Alemania. A todo esto la hostilidad de Hindenburg a la cancillería del líder del NSDAP hacía que pintaran bastos para los nazis.
Sin embargo quedaba una esperanza inesperada a la que aferrarse para intentar un resurgir como fuerza política a tener en cuenta, como aquellos días de julio de 1932, no, eso sí, sin ser una apuesta arriesgada y jugarse el todo por el todo como había demostrado Hitler en otras ocasiones a lo largo de su carrera política sin importarle las consecuencias de un posible fracaso.
En diciembre de 1932 el resentimiento de Von Papen hacía el actual canciller Schleicher se transformaría en un salvavidas para Hitler ya que le permitiría escapar de la pasividad política por la que estaba atravesando. Von Papen a pesar de haber sido acorralado constantemente por los nazis durante su período de gobierno quería pasar a la contraofensiva política, y así a través del barón Kurt Von Schröder, un banquero de Colonia simpatizante del movimiento nazi comenzaron a cimentarse las disposiciones para un cumbre Hitler-Von Papen. De esta manera el 4 de enero de 1933 tuvo lugar en Colonia el encuentro en casa del barón Schröder.
Las antiguas rencillas se hicieron patentes en la reunión. Hitler de inmediato tomó la ofensiva y reprochó a Von Papen sus intrigas –desaconsejó por completo a Hindenburg que Hitler se convirtiera en canciller- en el fracaso para acceder a la cancillería a pesar del triunfo de las elecciones de julio. Von Papen por el contrario acusó a Schleicher de influenciar a Hindenburg en su contra, mientras que él postulaba que lo había apoyado. En cuanto al punto álgido de la reunión, la cancillería, Von Papen hombre sin partido, quería apoyarse en los votos nazis para reconquistar el poder, argumentando que él era una buena opción debido a la enquistada reticencia de Hindenburg de nombrar a Hitler como canciller. Su propuesta pasaba por ofrecer Defensa e Interior –lo que les daría el control de las fuerzas armadas y la ejecución de las leyes federales- a los nazis en un gabinete encabezado por él. Sin embargo Hitler apelaba al soporte que le ofrecían las masas y se obstinó en su negativa de no formar parte de un gabinete del cual no fuera canciller. No permitiría que le usurparan el puesto que según él se lo había ganado por derecho en las urnas. La reunión se dio por finalizada tras discutir las opciones de un triunvirato sin llegar a ninguna conclusión cuando Schröder les anunció que el almuerzo estaba listo. Aun y todo después de esta primera toma de contacto las cosas se iban perfilando para nuevas negociaciones sin acordar una fecha concreta.

Fuente, "A treinta días del poder" Henry Ashby Turner. Edhasa 2002.

Sigue.
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Mensaje por kalmado » Dom Dic 21, 2008 9:55 pm

Las noticias no se hicieron esperar y el 5 de enero el Tägliche Rundschau afín a Schleicher rezaba así: “Hitler y Von Papen contra Schleicher”, el Vorwärts de corte socialdemócrata: “¡Cogidos in fraganti!”, y Der Angriff de Goebbels simple y llanamente indicaba que no había nada fuera de lo normal en este tipo de intercambios entre políticos. Durante los días siguientes los alegatos de complots, especulaciones, teorías conspirativas y relatos imaginativos surgieron en la prensa dejando a Hitler y Von Papen como meras marionetas de intereses en la sombra de fuerzas más poderosas. Sólo una minoría aplicaba a este affaire la ley de la navaja de Ockham: que Hitler y Von Papen se confabulaban para derrocar a Schleicher. El propio Schleicher no fue capaz de advertir lo que era fehaciente y sin achacar motivos malintencionados a Von Papen llegó incluso a cavilar con exacerbada ingenuidad que su acercamiento a Hitler formaba parte de una empresa dedicada a ganarse su favor de nuevo intentando mejorar las relaciones de Hitler con su gabinete. Así se lo reflejaba Schleicher al embajador FranÇois-Poncet, con el cual mantenía relaciones cordiales, el 6 de enero mientras tomaban el té, asegurándole que el antiguo canciller no había querido hacerle daño:
“El muy ingenuo imaginó que estaba apunto de ejecutar un golpe maestro y servirnos a Hitler en bandeja. ¡Como si Hitler no hubiese demostrado muchas veces que no es digno de confianza! Ahora Von Papen está avergonzado: teme que se lo reprochemos. Yo no pienso amonestarle, simplemente le diré:<<Querido Fränzchen, has vuelto a meter la pata>>”
El 9 de enero Von Papen volvió a Berlín y refirió a Schleicher la misma versión falaz que volvería a repetir tras la caída del Tercer Reich, que su encuentro con Hitler fue para conseguir el respaldo al gabinete de Schleicher. Schleicher reconocería mas tarde al estrecharle la mano, mirándole a los ojos y dando su palabra que “fui lo suficientemente tonto para creerle”. Después de esta conversación Von Papen acudió a Hindenburg señalándole que Hitler había dejado de pretender la cancillería y que estaba dispuesto a gobernar en coalición con los conservadores. Así Hindenburg llegó a la conclusión de que Hitler no apoyaría a Schleicher y surgiría como hombre ideal Von Papen, dándole permiso de forma confidencial y personal a mantener negociaciones con Hitler sin revelarle a Schleicher esta autorización. De esta manera el jefe de Estado, el mando supremo del poder, único con autoridad para nombrar al canciller y concederle poderes extraordinarios, se convirtió quizás inconscientemente, en cómplice de la conspiración que tenía por objetivo deponer al hombre que había propuesto para ese cargo tan sólo cinco semanas antes.

Próximo, la campaña de Lippe.
Fuentes, ib.
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Mensaje por kalmado » Mar Dic 23, 2008 7:42 pm

De inmediato tras la reunión con Von Papen, Hitler viajó desde Colonia al pequeño estado de Lippe, donde se celebrarían elecciones legislativas el 15 de enero. En apariencia el pequeño estado cuya población rondaba poco más del 0,25 por ciento de Alemania, y con una extensión de unos 340km2 no resultaba el mejor escenario para dedicarse a una campaña política donde consumir numerosos recursos y financiación con un provecho beneficioso. Sin embargo la cúpula nazi iba a dar el todo por el todo e intentar fructificar lo que para ellos era un golpe de suerte, puesto que el momento tan desesperante por el que atravesaba el partido, hacía de Lippe una gran oportunidad para demostrar que su movimiento no había perdido fuerza.
Los puntos claves radicaban en la reducida extensión del estado, lo cual permitía invadirlo y cubrirlo por completo de propaganda y mítines, el 90 por ciento de la población era protestante y más del 60 por ciento vivía en el campo o en aldeas rurales lo que casi alcanzaba el doble de la media de Alemania. Por lo general las zonas industrializadas eran feudo de comunistas y socialdemócratas donde los obreros votaban en masa. Así mismo la región al estar rodeada de zonas populosas, los nazis lo tenían fácil para complementar sus recursos locales con refuerzos, los mítines se abarrotarían con gente de fuera del estado en su mayoría. El día de los dos primeros mítines de Hitler, llegaron a Lippe no menos de seis trenes y numerosos autobuses repletos de visitantes, además de unos seiscientos o setecientos soldados de asalto, la mayoría en bicicleta, con el fin de engrosar las unidades locales durante la campaña.
La situación política de Lippe garantizaba prácticamente la victoria electoral nazi. Hacia más de tres años que no se llamaba a los ciudadanos a las urnas en el ámbito estatal, justo antes de la depresión de 1929 donde los votantes eran fieles a sus respectivos partidos. De esta manera, los nazis sólo poseían uno de los veintiún escaños de la asamblea legislativa, con lo cual dichos comicios auguraba un espectacular aumento en la representación de la cámara. Otra ventaja era la falta de competencia. El canciller Schleicher no podía utilizar los recursos del Gobierno Nacional para apoyar la campaña de ningún partido, ya que ninguno estaba aliado con su gabinete. Los liberales vieron reducida su importancia de forma considerable después de las pérdidas masivas en las elecciones generales de 1932. El Partido de Centro Católico, uno de los pilares de la República nunca gozó de una considerable representación en un estado de mayoría protestante. El único partido que podía absorber los votos de pequeños granjeros y los habitantes de pequeñas ciudades de Lippe era el Partido Nacional del Pueblo Alemán, sin embargo Alfred Hugenberg, con la intención de restañar las enemistades surgidas entre los dos partidos de derechas durante más de un año, se abstuvo de atacar a los nazis y moderó los editoriales del diario más importante del partido en Lippe. Por lo tanto, sólo los socialdemócratas podían competir en igual ímpetu, pero su estrecha relación con los sindicatos le concedía pocas posibilidades de aumentar sus votos en un estado en el que escaseaban los trabajadores industriales.

Fuentes, ib.

Sigue, los problemas intrínsecos del movimiento, el verdadero enemigo en la campaña de Lippe.
Última edición por kalmado el Dom Dic 28, 2008 8:03 pm, editado 2 veces en total.
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Mensaje por kalmado » Mié Dic 24, 2008 2:25 am

Hitler utilizó un patrón general para sus mítines en Lippe. Atacaba al sistema republicano como principal culpable de los males de Alemania supuestamente dirigido por judíos y marxistas con los que se debía debatir una autentica cruzada para salvar a la Nación. Expuso a menudo la manipulación de ser colocado como marioneta según las propuestas de Von Papen y Schleicher de investirle como canciller adjunto “un título desprovisto de poder” según él.
Aunque todo parecían ventajas en Lippe –sin apenas competencia política, condiciones sociales e incluso geográficas favorables- la estrategia de Hitler por acceder al poder mediante las urnas no era del agrado de numerosos seguidores nazis sobre todo por el intento frustrado tras la victoria de julio de 1932. El desánimo se extendió por las bases del partido y sus ilusiones de solventar la grave situación económica por la que atravesaban se disipó de inmediato. Así quedaba reflejado en un informe de la policía política republicana encargada de vigilar al Partido Nazi en Munich:

“Cada día se presentan un gran número de dimisiones, las cuotas empiezan a llegar con cierta irregularidad y las expulsiones debidas a retrasos en el pago son cada vez más frecuentes [...] Todas las secciones del partido [...] dan la impresión de estar debilitadas.”

Las dificultades económicas eran obvias debido en gran parte a esta crisis. Las dos elecciones al Reichstag en 1932 y las parlamentarias en Prusia arañaron el baúl de las rentas del partido. Según disminuían las esperanzas de victoria, lo hacían proporcionalmente los ingresos por las cuotas de afiliados así como las aportaciones de los simpatizantes no afiliados. Ante tales circunstancias económicas habría sido verdaderamente complicado llevar a cabo una campaña electoral en un territorio diferente del pequeño estado de Lippe con garantías de no verse avocado hacia un rotundo fracaso. Incluso para economizar se vieron obligados a reciclar los carteles de propaganda utilizados durante los comicios de noviembre. También queda patente la situación en un gesto inusualmente extremo: Hitler se vio forzado a usar los derechos de Mein Kampf, su principal fuente de ingresos, para aumentar los recursos cada vez más exiguos del partido local.
Otra preocupación a tener en cuenta eran los rumores que surgían en la prensa sobre las intrigas que Gregor Strasser – el cual abogaba más por dirigir la política del partido más hacia su adjetivo de "socialista" - estaba desarrollando para aliarse con el gabinete de Schleicher, con la subsiguiente amenaza de fraccionamiento del partido. Los disidentes que apoyaban a Strasser –que en un principio buscaban simplemente una reconciliación con Hitler, responsabilizando de su dimisión a hombres como Goering y Goebbels- exhibían que la estrategia del todo o nada llevada a cabo por Hitler sólo provocaría la disolución del Reichstag, conllevando la convocatoria de nuevas elecciones que costarían al partido numerosos votos como ocurrió en noviembre. A sí todo, el 12 de enero se recibieron en Lippe noticias de una reunión entre Hindenburg y Strasser, confirmando las sospechas de los tejemanejes de éste minando la lealtad de los seguidores del partido. Goebbels anotó en su diario:

“Strasser quiere luchar bajo la consigna: Contra Goering y Goebbels”.

Y más adelante:

“Strasser está tramando algo. Ha estado con Hindenburg [...]. No es más que un traidor. Desde el principio vi claramente sus intenciones. Hitler corre peligro”.

Hitler no sólo lidiaba con la desmoralización de su partido, si no que también con las SA. Eran ya claros los enfrentamientos por su fracaso de hacerse con el poder por medios legales y numerosos seguidores muy escépticos de esta estrategia comenzaban a dar muestras de insubordinación. Los actos terroristas y de violencia que llevaron a cabo durante verano y otoño de 1932 fueron objetivo de las quejas de numerosos empleados del partido que achacaban las grandes pérdidas de noviembre a la indignación pública frente a los crímenes de las tropas de asalto. En medio de la campaña de Lippe, en Franconia se dio uno de los casos de mayor insubordinación en las SA. Los enfrentados en este asunto fueron Wihelm Stegmann, comandante de las SA en Franconia y el gauleiter de la misma zona Julius Streicher. Stegmann, nazi veterano y diputado del Reichstag, más afín a los postulados de Strasser se enfrentaba a menudo con el autocrático y corrupto Streicher, que había adquirido cierta fama como editor de Der Stürmer (El Atracador), revista pornográfica antisemita. Sus desavenencias se acrecentaron y Streicher logró disuadir a la dirección de las SA para despojarle de su cargo, pero Stegmann gracias a la lealtad de sus soldados logró esquivar esa orden.
Este altercado invadió la prensa durante la segunda semana de enero, desembocando en una reyerta enconada entre los seguidores de ambos cuando un fiel de Stegmann irrumpió en la sede de la SA en Nuremberg, encerró a un soldado leal a Streicher y afanó algunos archivos oficiales. Hitler respondió despojando a Stegmann de toda autoridad. Justo antes de la víspera de las elecciones de Lippe, Stegmann fue emplazado a reunirse con Hitler. La filípica de éste con las que solía intimidar a sus subordinados dio resultados inmediatos, logrando el completo sometimiento de Stegmann firmando una declaración de total sumisión al líder del partido la cual fue remitida inmediatamente a la prensa. Por supuesto el eco de esta reconciliación originada por completo con fines políticos fue efímera pero logrando su principal objetivo: convencer a los votantes de que irían a las urnas en una atmósfera de unidad y solidez entre las filas nazis.

Fuentes, ib.

Para Der Stürmer he encontrado esto en el foro:
http://forosegundaguerra.com/viewtopic.php?t=2148

Sigue, resultados de las elecciones, análisis y conlusiones.
Última edición por kalmado el Sab Dic 27, 2008 2:20 am, editado 1 vez en total.
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Mensaje por kalmado » Mié Dic 24, 2008 2:40 am

Error en la edición. Por favor, este mensaje puede ser borrado. Gracias y mis disulpas.
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Mensaje por kalmado » Sab Dic 27, 2008 2:18 am

Las elecciones de Lippe fueron las últimas totalmente libres en Alemania antes del III Reich, anunciadas por lo general como una victoria de Hitler. Los datos en un somero análisis corroboran este triunfo: un 39,5 por ciento de los votos, consiguiendo nueve de los veintiún escaños y reflejando un aumento del 70 por ciento respecto a las últimas elecciones del estado. Sin embargo contrastados con los resultados de las dos convocatorias nacionales del 32 difiere bastante de lo que sería un resultado victorioso. Así, de casi cien mil votos emitidos, alcanzaron algo más de treinta y nueve mil (cinco mil más que en las del Reichstag en noviembre) pero se quedaron a unos tres mil quinientos de igualar los resultados de julio. Lo que consiguieron los nazis fue atraer unos cuatro mil votos del Partido Nacional. Incluso los socialdemócratas aumentaron en unos tres mil votos su participación, quedando así en gran medida la igualdad que existía anteriormente entre izquierdas y derechas. A lo sumo, objetivamente, se deduce que el movimiento nazi dejaba de caer en barrena y que como mucho se estabilizaba la pérdida del apoyo que recibieron en julio del 32.
Las reacciones fueron obviamente tendenciosas en cada uno de los sectores que apoyaban sus respectivos movimientos. Los católicos negaban la reivindicación de los nazis sobre el expresar de la opinión pública respecto a los resultados positivos, propagados a bombo y platillo por éstos. Theodor Wolff del Berliner Tageblatt ironizaba sagazmente:

“En realidad, lo único que Hitler se ha traído de su heroica batalla en Lippe es una mosca empalada en la punta de la espada”.

Pero el Völkischer Beobachter no desistió en explotar el filón que tanto trabajo les había costado conseguir en Lippe, constatando:

“... también constituye una prueba incontrovertible de que el estancamiento del partido ha sido superado por completo y que ha empezado una nueva época de esplendor. La ola del nacionalsocialismo se está volviendo a levantar”.


Los nazis explotaron al máximo esta jugada de Lippe en numerosos aspectos. Apuntalaron su menguada estrategia política del todo por el todo, rechazando establecer acuerdos o alianzas con otras fuerzas políticas para retener lo que habían ganado y que cualquiera se tenía que plegar a las pretensiones del partido nazi. También aprovecharon para atacar los movimientos de escisión dentro del partido en contra de esta estrategia representada por Strasser, Goebbels se refería a ellos como los “sabihondos de la periferia de nuestro mismo partido”. Hitler no dudó en machacar y eliminar por completo a Strasser, y para el día 15 de enero sin conocer todavía los resultados convocó a la cúpula nazi a un cónclave en la ciudad de Weimar. Al día siguiente, fortalecido tras ver cumplido su augurio, dio un discurso a puerta cerrada, y dejó bien claro ante la audiencia que quien estuviese en contra de su estratégia estaba confabulado con el desprestigiado Strasser. Goebbels detalló el momento:

“Al final todos se volvieron locos. Hitler había logrado una victoria total. El caso Strasser ha llegado a su fin [...]. ¡Pobre Gregor! Sus mejores amigos se han vuelto contra él [...]. Todo el mundo lo ha abandonado”.

Esta reunión tuvo la sutiliza de ser excepcionalmente alejada de los cauces propagandísticos nazis y mantenida en secreto para evitar dar a conocer al público la rotura definitiva en sus filas. Sin embargo no pasaron muchos días sin desconocerse la noticia. Así mismo, se sirvieron para amedrentar al canciller Schleicher, mostrando que los resultados del Lippe no supondrían más pérdidas para los nazis en caso de disolución del Reichstag para convocar nuevas elecciones, punto extremadamente delicado para los nazis donde se arriesgaban a que su movimiento se derrumbara como un castillo de naipes.


A la postre los beneficios de la campaña de Lippe no fueron de gran envergadura, pero el período que atravesaba el partido nazi las hizo venir como agua en mayo, y en cierta manera consiguieron el efecto deseado, sin darle importancia alguna a la poca relevancia que hubieran tenido de por sí unas ortodoxas elecciones en este pequeño estado. Los nazis supieron enfocarlo por completo hacia el levantamiento político necesario para el partido en el ámbito nacional, aunque en cierta medida la moral todavía estaba tocada por las sombras de los resultados de noviembre. Quedaron algunos flecos más molestos como insubordinaciones de la SA -impacientes y nada convencidos de la estrategia de Hitler- de nuevo encabezados por Stegmann.
Los réditos de la campaña pasaron desde la eliminación de Strasser, afianzando así las filas del partido, hasta la vuelta al primer plano de la política alemana. Este último logro fortaleció a Hitler en futuras negociaciones –aunque no muy fructíferas en un principio- tanto con Von Papen como con Hugenberg, enquistándose en su posición del todo o nada. Lippe representó un peldaño más en su asalto al poder o casi más bien un trampolín donde los obstáculos poco a poco se iban disipando. La siguiente tarea estaría dedicada a limar asperezas con Von Papen y el Partido Nacional, confabulando para derrocar a Schleicher, y por último salvar el escollo de Hindenburg, de toda suerte vadeable con la influencia de Von Papen.

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Mensaje por Juan Negrín » Jue Feb 05, 2009 12:11 am

Felicidades por el tema, me parece muy interesante.

Un saludo

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