Saburo Sakai

Todos los personajes de la Segunda Guerra Mundial

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Shaka_zero
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Saburo Sakai

Mensaje por Shaka_zero » Mar Ago 02, 2005 8:11 am

SU INFANCIA Y CÓMO LLEGÓ A SER PILOTO

Nació el 26 de agosto de 1916 en Nishiyoka, un pequeño pueblo. Su familia desendia de un lineaje de Samurai, por lo que él vivia listo para morir y para dar la vida por sus superiores. El era el tercero de 4 hermanos mas sus 3 hermanas. Su padre murio cuando el apenas tenia 11 años. Su tio que trabajaba en el ministerio de comunicaciones se ofrecio para adoptarlo y de esa forma poder prooverle una mejor educaición. La educación en su nueva escuela era muy superior a la de su pueblo y estro trajo dificultades para Saburo, cuya familia estaba avergonzada y su tio decepcionado por la forma en la que le iba. Por sus constantes peleas con otros chicos y sus malas calificaciones Saburo fue enviado de vuelta a casa. Como creia que el quedarse traeria verguenza y deshonra en su familia decidio unirse a la marina a la edad de 16 años. El entrenamiento era duro y cruel, por ejemplo a los nuevos reclutas les tiraban agua helada como "recibimiento". Finalmente se graduó del entrenamiento básico y fue asignado al Kirishima como artillero en una torreta. Finalmente entro a la escuela naval de artilleros y fue trasladado al HAruna como oficial de tercera clase. En 1937 entro a la escuela de pilotos. Saburo dice que la entrada en el 37 era muy distinta a la del periodo 44-45. Los pilotos de estas últimas no hubieran sido capaces siquiera de llenar el tanque de mi avión en el 37. Luego de la graduación tuvo un entrenamiento complementario en las bases navales de Oita y Omura.

SUS INICIOS EN EL COMBATE

Su primer combate fue en China en 1938.
Luego el 8 de diciembre de 1941, horas despues de Pearl Harbor voló un Zero que atacó el aeropuerto de Clark en las Filipinas. Saburo cuenta que su vuelo se demoró 8 horas debido a una niebla y que esperando, mientras desayunaban se enteraron de Pearl Harbor lo que lo hizo pensar si lo estarían esperando. "Todo empezó muy mal" -comenta- "pues tras el despege un bombardero choco y destruyo a toda su unidad". En esa mision derribo un avion y 2 dias despues destruyo un B-17.
El 7/08/42 18 Zeros fueron asignados para atacar Guadalcanal y Saburo destruyó alli 3 Wildcat. Luego apareció un grupo de SBD Dauntless y el Zero de Saburo se convirtió en el blanco de 16 ametralladoras, pero afortunadamente salio vivo y derribó 3 SBD aunque una bala hizo que perdiera el ojo derecho.
En el 44 se acercó a un grupo de aviones que creyó eran Zeros pero en realidad eran 15 Hellcats que durante 20 minutos eludió hasta llegar de vuelta a su base intacto.
Durante una misión de patrulla Saburo vió un C-47 y decidió atacarlo. Resulta que ese avión llevaba una enfermera alemana, 6 soldados y un grupo de niños que habian sido evacuados. De pronto el Zero se coloco detras del C-47 pero luego se retiro y dió orden de que prosiguieran. Resulta que al ver a los chicos opto por la piedad y los dejo vivir.
En 7 años volo 200 misiones y derribo 64 aviones y la mayoria de ellas sin haber perdido un hombre de flanco. El 17/08/45 combatió contra un grupo de B-29 y los describió como grandes aviones muy veloces y con un gran fuego defensivo. Derribó uno aunque nunca fue a los registros oficiales porque la mision fue lanzada despues de que se les ordenara rendirse.

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Tras la guerra se dedicó a escribir, contando la crueldad de la guerra. Esto se puesde apreciar en su libro "Samurai". Despues de la guerra se transformo al Budismo y según él desde la última vez que se subió a su A6M5 Zero en el 45 no ha matado ni a un mosquito.

El 22 de Septiembre del 2000 durante una fiesta en la Base Militar Americana de Atsugi se descompuso y fue trasladado a un hospital. Tras numerosos exámenes le pregunto al doctor si ya podia descansar a lo que este le respondio que sí, cerro los ojos y nunca mas los volvió a abrir.
Asi moria el As japones a la edad de 84 años.

Armando Broncas Fuertes
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Re: Saburo Sakai

Mensaje por Armando Broncas Fuertes » Vie Ago 05, 2005 2:27 am

Shaka_zero escribió:SU INFANCIA Y COMO LLEGO A SER PILOTO
Tras numerosos exámenes le pregunto al doctor si ya podia descansar a lo que este le respondio que sí, cerro los ojos y nunca mas los volvió a abrir.
Asi moria el As japones a la edad de 84 años.
Pobre hombre, sabria que no iba a despertar nunca mas?
Creo que conozco a este as. Este fue que el ataco una formacion de torpederos americanos pensando que era un grupo de cazas y fue alcanzado por un impacto de 12.7mm en la cabeza y no lo mato de milagro. Recupero el sentido cuando estaba boca a bajo y hubiera tardado mas se hubiera estrellado. Creo que le retiran del servicio. Pero lo volvieron a poner en activo a partir de la batalla de Okinawua. ¿Es ese as o este es otro?

Shaka_zero
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Mensaje por Shaka_zero » Vie Ago 05, 2005 9:06 am

Hola. Creo que dentro de todo tuvo una muerte tranquila y hermosa, se fue a dormir y no volvio a despertar.
Pero cambiando de tema si creo que el piloto al que vos te referís es Saburo salvo por algunos detalles. Cuando el se acerca a la formacion de aviones creyendo que eran Zeros resulto ser una escuadra de Helcats, 16, a los que evadió pero creo que eso fue luego de haber perdido su ojo. Su ojo lo perdió durante una lucha con un SBD que tenia artillero atrás.
Aunque igualmente en estos casos las versiones siempre vaian un poco pero asi es como a mi me contaron la historia.

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Kurt_Steiner
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Mensaje por Kurt_Steiner » Sab Ago 06, 2005 6:00 pm

He aquí la naracción por el propio Sakai de su acto más heroico:

"Volvimos a formar y nos dirigimos hacia foco del combate. A unas seis millas ante nosotros, sobre lo que parecia ser Tulagi, apercibí un grupo de ocho aviones enemigos. Debo reconocer que tengo una vista excepcionalmente buena, lo que me daba la ventaja de poder ver e identificar al adversario cuando él aún no me habia visto.
Reconocí su nacionalidad por la formación que llevaban : dos patrullas de cuatro y a 5.500 metros de altitud. ! Aviones norteamericanos ¡, anuncié a mis compañeros.

No debian de habernos visto acercar a ellos por detrás, pues, de haberse apercibido, nos hubiran atacado inmediatamente aprovechando su superior altitud. " Si de verdad quieren entablar combate-pensé- romperán la formación". Pero no,; aún la cerraron más.

No sospechaban, pues, nuestra paroximación y se nos presentaba una magnifica ventaja. Si yo podia abatir dos aviones de cada patrulla sorprendiendoles por detrás y por debajo, mis compañeros harian lo demás.

Abrí gases al máximo.....Poco me importaba si los otros dos Cero no lograban seguirme. La rapidez constituye el elemtno primordial en toda situación como aquélla y no podia dejar pasar tan magnífica ocasión.
Pero además tenia buenas razones para adoptar este modo de obrar…..No era ya aquella la primera vez que sorprendia una formación enemiga por detrás y por debajo.Cuantas veces lo habia hecho, conseguí abatir por lo menos dos aviones en el primer ataque.
La primera vez fue sobre Soerabaya, cuando derribé dos aviones holandeses; la segunda y la tercera sobre PortMoresby, siendo mis adversarios Bell P-39 ‘Airacobras’

Fue disminuyendo la distancia……..Quinientos, cuatrocientos, trescientos metros. Distinguia ya todos los detalles cuando me dí cuenta de que habia caído en una trampa. Hasta aquel momento estaba convencido de que iba a tener que vérmelas con cazas y no con aviones torpederos Grumman TBF ‘Avenger’.No era extraño, pues, que hubiesen cerrado la formación………Nos habian visto y se acercaban para protegerse mutuamente.

Maldije mi estupidez. Estaba ya a menos de cien metros y distinguia claramente las torretas, y, en cada una de ellas , dos ametralladoras de 12,7 mm.

Imposible escapar……..Dieciséis bocas de fuego me estaban apuntando. Si viraba, me ofreceria de panza a su tiro concentrado. Tenia pues que seguir………Ochenta, sesenta, cincuenta metros. Ya no podia acercarme más y presioné rabiosamente el disparador. Mis cañones de 20 mm. Y las ametralladoras norteamericanas dispararon casi simultaneamente, llenando de balas el reducido espacio que nos separaba.

Un ruido espantoso, imposible de describir, llenó mi cerebro. Me parecio como si explotara el mundo. El Cero se bamboleó como un juguete. ‘¿Qué ha pasado?¡’ No tenia la menor idea; solo la impresión de haber recibido un garrotazo horrible en la cabeza. El cielo se iluminó de llamas rojas y perdí el conocimiento por unos segundos. Al recuperarme, vi que, con el mio, eran dos más los que caian al mismo tiempo. Las balas me habian arrancado los dos tercios del parabrisas. Volví a perder la conciencia.

Debí de caer como una piedra.Al cabo de cierto tiempo, el aire fresco que entraba por el parabrisas me hizo recobrar el conocimiento.La primera imagen que se me presentó fue la de mi querida madre. ‘¿Qué te pasa, pues? ¿No te da vergüenza desmayarte por una herida tan pequeña?’, parecia decirme.

Desde los 5.500 metros habia caido a 2.000 y continuaba cayendo, perdido el control de los mandos, cuando, de repente, se me ocurrió llevar a cabo un ataque suicida. ‘Si tengo que morir-me dije-tengo que llevarme por delante un barco norteamericano…………!preferible un barco de guerra ¡’ Me acordé de haber visto algunos pocos minutos antes. Los barcos cortos y gruesos eran transportes; los largos y finos, acorazados. Si hechaba a pique a uno de éstos, seria un honor para mi.
Miré a mi alrededor pero no vi nada; absolutamente nada ‘¿Qué me pasa ahora?’ Me di cuenta entonces de que tenia la cara acribillada de fragmentos de proyectiles y de que estaba ciego.

El Cero seguia picando hacia el mar. El aire se colaba en el Cockpit con tal violencia que era incapaz de juzgar las condiciones del motor y tratar de formarme ideade mi vuelo. Cosa extraña, no sentia dolor alguno. Maquinalmente, por la fuerza de la costumbre, tiré de la palanca. El avión pareció salir del picado y tomar posición horizontal. La violencia de la corriente de aire se atenuó inmediatamente.

Traté de manipular la manecilla de gases. La mano izquierda la tenia completamente inerte y no podia ni doblar los dedos. Cuando quise apoyarme sobre el palonnier, me di cuenta de que tambien la pierna izquierda la tenia paralizada.

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Mensaje por Kurt_Steiner » Sab Ago 06, 2005 6:01 pm

Desesperado, solté la palanca y me froté los ojos con la mano derecha, lo más fuerte que pude y durante mucho tiempo.Entonces empecé a distinguir el extremo del ala izquierda. Aunque debilmente, con el ojo izquierdo veia algo. Seguí frotandome el derecho, pero no consegui devolverle la visión.

Todo me parecia teñido de rojo, como si el mundo entero ardiese furiosamente. Me golpeé la pierna y el brazo izquierdo con la mano derecha,pero no sentí nada;estaban paralizados. ‘¿Pro qqué me ha pasado?’, me preguntaba sin cesar. De repente sentí en la cabeza un dolor espantoso que me cortaba la respiración. Me palpé torpemente el craneo con la mano derecha y la saqué chorreando sangre.

En aquel momento, jadeante aún, apercibí unas sombras negras pasando debajoel ala derecha; luego , otras, pero sin que pudiera reconocer de qué se trataba. Me estaba preguntando qué podia ser aquello, cuando, dominando el ruido del motor, oi tableteo de ametralladoras y que varias balas atravesaban las alas haciendo vibrar el Cero…….Estaba volando justamente encima del convoy enemigo……….’¿Así es como va a terminar mi vida?’ me dije, abandonando toda esperanza. Luego, recobré algo de conocimiento y conseguí controlar los mandos. ‘!Puedo estrellarme cuando quiera contra un barco norteamericano…….! A que prolongar esta lucha inutil¡’ Habiendo aceptado la idea de morir inevitablemente, me tranquilicé mucho y pude concentrarme en el avión.

Entonces me vino un pensamiento. ‘¿No he abatido hoy varios aviones enemigos? Probablemente, mi lista de victorias ha subido ya a sesenta. Les he causado la misma muerte que yo voy a conocer ahora. ¡ Llegó mi vez ¡’ Siempre habia sabido que llegaria. Acababa de cometer el mayor y último error de mi vida tomando a aquellos aviones torpederos por cazas monoplazas.

De todas formas, habia conseguido enfrentarme por fin a aquellos aviones de la Marina norteamericana con quienes tanto deseaba combatir……No podia quejarme. Entonces me puse a considerar las posibilidades que tenia de sobrevivir. Decidí que estaba condenado. ‘Si puedo, voy a intentar entablar combate con un caza enemigo. Moriré como debe morir un piloto de Caza : en combate aereo. Además, quizá me dé tiempo a estrellarme luego contra un barco.

Cazas enemigos tenia que haber muchos alrededor del convoy. Entonces empecé a describir amplios circulos. Pasaban los minutos y, aunque no sucedia nada, yo estaba convencido de que iba a ocurrir. ¿Oiría por fin el tableteo de ametralladoras de un avión picando sobre mí? Y seguí esperando, volando inutilmente. Se diria que estaba solo en el cielo.

Miré al mar, debajo de mi, y comprendí que me dirigia hacia Tulagi. Me sentia por minutos con más lucidez y veia mejor con el ojo izquierdo. Tendí la mano derecha hacia la izquierda y abrí gases.El Cero aumentó de velocidad imediatamente. ‘Si esto continua-me dije-puedo tomar altitud, y, si la suerte no me abandona del todo, podré, incluso, llegar a Shortland, o a Bouka…….Quizá a ver Rabaul.’

Habia aceptado la idea de morir, pero la anturaleza humana se imponia y estaba deseando retrasar este momento lo más posible. Mientras el avión siguiera volando y si conservaba el conocimiento, aún no se habia perdido toda esperanza…….Pero ante todo, tenia que detener la hemorragia. Me quité los guantes y me tenté las heridas.
La de la cabeza, que pareció la más grave, seguia sangrando. Hundí el índice y el dedo corazón de la mano derecha en el agujero abierto en el casco de vuelo. Entraron profundamente; la herida era viscosa. Desde luego, el craneo habia sido tocado, pero, cosa increible, pensaba con raciocinio y empezaba a ver mejor que antes.

Me acordé entonces de lo ocurrido a Ryuma Sakamoto, un valiene samurai que sobrevivió a una terrible herida que le causó en la cabeza un criminal. ‘!vamos¡ Con un poco de suerte, llegarás a Shortland. Tienes que tratar de llegar’

La cabeza me pesaba anormalmente y la hemorragia continuaba. ‘Debo tener algo dentro’, pensé. (El examen médico posterior demostró que habia sido herido por dos balas de ametralladora de 12,7 mm. Y que numerosos fragmentos se habian alojado en la bóveda craneal) La sangre, caliente y viscosa, me corria por la nuca. El cuello del uniform y el Foulard que llevaba anudado formaban una pasta viscosa muy desagradable. La cara, expuesta al viento de la velocidad, me parecia tenrla lacerada, resquebrajada por la sangre coagulada.
Mi situación seguia siendo desesperada. Ya podia distinguir la rosa de la brújula. Para alcanzar Shortland tenia que seguir en sentido inverso el camino que habiamos recorrido por la mañana, pero no conseguia orientarme. Felizmente, cuando volaba hacia Guadalcanal, preví la posibilidad de sufrir averia en la brújula y que me viera aislado de los otros cazas.La única solución ya la habia decidido; consistia en orientarme por el sol.

A cada momento, me escupia en la mano derecha para frotarme los ojos ‘!Nada, imposible¡’ ¡ Ni el sol puedo ver ¡’, me dije, desesperado. No tenia más que un consuelo; que el avión seguia volando a pesar de los graves daños recibidos.. En buena lógica, debia aberse abatido hacia mucho tiempo. Comprobando mi incapacidad para descubrir la dirección de Shortland, traté de nuevo de detener la hemorragia. Yo llevaba siempre compresas triangulares , para un caso parecido. Saqué una y traté de aplicarmela a la cabeza, pero el viento de la velocidad me la arrebató enseguida.. En la segunda tentativa, no tuve más éxito. Y no era de extrañar, puesto que, para hacerlo, tenia que pilotar con una sola mano. Desanudé el foulard, puse un extremo bajo el pie derecho y, sosteniendo el otro con la mano derecha, corté cuatro tiras apretando el cuchillo entre los ientes. Pero el viento me arrancó enseguida tres tiras de aquellas que tanto trabajo me habia costado hacer.No me quedó más que una.Me incité a la calma. ‘!Por impaciente, has perdido las compresas y estas tiras.’ Para disminuir la fuerza del aire bajé el asiento lo más que pude. Luego, coloqué los mandos del motor y la palanca en posición que permitieran volar al avión sin intervención por mi parte. ‘!Ahora, prueba a ver’

Sujeté con los dientes un extremo de la última tira, para que no se la llevara el viento, y, con la mano derecha, la introduje, centimetro a centimetro en el espacio que quedaba entre la cabeza y el casco de vuelo. Conteniendo la respiración, apreté el cierre de este al máximo. La sangre dejó de correr.

Tuve la impresión de que estos esfuerzos habian durado por lo menos media hora.En el momento en que empezaba a tranquilizarme, me vi asaltado por el peor enemigo del aviador : el sueño. Noté que me hundia en el sopor;en un sopor donde ya no sufria y al que me seria dificil resistir. Finalmente, habiendo conseguido abrir el ojo izquierdo, miré a mi alrededor y, con gran sorpresa, descubrí que el Cero se hallaba en vuelo invertido.Lo puse inmediatamente en posición horizontal y gané altitud. Si no conservaba por completo el conocimiento era seguro que me estrellaria en el mar.Me golpeé la cabeza con el puño : el dolor me hizo despertar durante un momento.

Al cabo de algunos minutos el dolor llegó a una intensidad casi intolerable. Tenia ganas de gritar.La cara me parecia como si ardiera. Tenia la sensación de estar quemado.Sin embargo, me sumergian oleadas de agotamiento y de nuevo me asaltó el sueño. El Cero vacilaba a medida que mi mano iba quedandose inerte. El horrible dolor que me producian las heridas no bastaban para tenerme despierto. Me vi forzado a golpearme otra vez con el puño.

Sin embargo, el avión volaba derecho y horizontal.Luché desesperadamente para mantnerme despierto. Cada vez que estaba a punto de sucumbir, me golpeaba la cabeza. De repente, sentí hambre. Cosa de media hora antes de llegar sobre Guadalcanal, habia consumido la mitad de los makizushi (pasteles de arroz) que llevaba siempre para las largas misiones.Me quedaban algunos y esto bastaria para impedir que me durmiera.

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Kurt_Steiner
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Mensaje por Kurt_Steiner » Sab Ago 06, 2005 6:02 pm

Con las manos, sucias de sangre, me metí los pasteles en la boca y me impuse para comermelos. Pero al cuarto, sentí un malestar repentino y vomité todo lo que habia comido. El estómago rechazaba el alimento. Tenia que volver a empezar el procedimiento de los puñetazos en la cabeza. Yo sabia que más pronto o más tarde iba a dormirme y que aquello suponia el final. ‘!Nunca llegaré a Shortland o a Bouka……¡ Más vale que vuele hacia Guadalcanal para estrellarme contra un avión enemigo antes de errar sobre el océano hasta perder por completo el conocimiento o que se agote el carburante ¡.

Viré en redondo, pero entonces se aclararon mis ideas como por milagro. De nuevo volví a pensaren la posibilidad de alcanzar un aeródromo japonés. ‘! Vuelve a virar ¡’Puse rumbo hacia lo que creia buena dirección y, un momento después, me volvia a asaltar el sueño, y de nuevo viré rumbo a Guadalcanal, resuelto a ejecutar mi ataque suicida. Pero, tan pronto lo hice, el mismo resultado : mis ideas se aclararon. Repetí los mismos movimientos tres o cuatro veces. Estaba en un dilema……..Entre el poderoso instinto de conservación y el ardiente deseo de terminar aquel vuelo estúpido con una muerte gloriosas.Los dos sentimientos se sucedían, cada vez en sentido opuesto. De pronto, volví a quedarme completamente ciego. Las siluetas de las islas que veia, desaparecieron de repente, y el cuadro de a bordo se borró ante mi ojo izquierdo. No se podria imaginar peor situación. Ya no sabia donde estaba ni en que dirección estaba Guadalcanal o mi base. Aún traté de escupirme en la mano y frotarme los ojos, pero no tenia saliva. Tenia la boca completamente seca.

Me sentia al límite de mis fuerzas físicas y morales. Ciego, perdido, medio paralítico y con el Cero que empezaba a cabecear en todos los sentidos como si hubiese perdido la estabilidad. Moví desesperadamente la palanca, tratando de mantener horizontal el avión. De repente, recuperé la vista. Estelas blancas pasaban a una velocidad loca ante mi. Estaba casi en el agua. Eran las crestas de las olas que pasaban justamente por debajo de mis alas.

Un minuto después, distinguia, delante de mí, una isla. ‘! Estoy perdido ¡’ , grité. Pero, al acercarme a la isla, descubrí que se trataba de un chubasco muy bajo sobre el mar. Cometí el mismo error varias veces……Hacia cerca ya de dos horas que volaba en aquel estado. Por fin, las ideas se me aclararon lo suficiente para permitirme distinguir la aguja y las letras grandes de la brújula. Mis probabilidades de alcanzar una base japonesa eran mayores que lo que habian estado siendo desde que me hierieron. Estimé que me hallaba al Norte-Nordeste de las Salomón.

Con la manga de la cazadora traté de limpiar la sangre que habia manchado el mapa y extendí este sobre las rodillas. Tracé una X en el punto en que creia encontrarme; luego, viré 90º alOeste, esperando cruzar el archipielago de las Salomón, orientado casi en dirección Norte-Sur. Cuarenta minutos después, víi un arrecife en forma de herradura. Era una de las islas Green, que, por su forma tan particular, habia atraido mi atención por la mañana. Si seguia así, no tardaria en llegar. Me habia desesperado durante algún tiempo pero luego todo parecia arreglarse. No hay nada que desanime más a un piloto, que verse perdido, sobre todo cuando el carburante se va agotando.

Me habia confiado demasiado pronto……..Apenas hube tomado mi nueva ruta, el motor se paró y el avión empezó a caer. Los depositos principales los llevaba ya vacios pero me quedaban unos cien litros en el depósito suplementario. Mas, para economizar carburante, volaba con una mezcla tan pobre, que el moor no respondió cuando lo alimenté con el depósito suplementario. Solté la palanca para mover la manecilla de gases con la mano derecha, pero tenia que soltarla a cada momento para accionar la bomba de alimentación. Estaba ya rozando la superficie del mar, cuando, por fin, el motor empezó a zumbar………Hasta entonces, habia estado accionando simultaneamente la manecilla de gases y la bomba, y dominando la caida del avión con una pierna y un brazo paralizados y tuerto del ojo derecho……..Estaba empapado en sudor frio. Poco tiempo después, avistaba Nueva Bretaña. Rabaul no estaba lejos. Mi deseo de llegar creció como las llamas y empecé a ascender lntamente, tratando de tomar altitud para luego, ir descendiendo sobre la isla. Pero aquello consumia carburante. Luego, de pronto perdí oda esperanza………Una gran nube negra aparecia directamente ante mí cuando alcanzaba ya los 1.500 metros. No me quedaba otra solución que virar; no podia permiirme atravesar aquella nube.

De nuevo puse rumbo Sudoeste. Debajo de mí distinguí varias estelas blancas. Me pareció que las producian barcos de guerra japoneses con rumbo Sur y a toda máquina. ‘Si me posara cerca de ellos- me dije-seguramente me recogerian’ Pero asi corria el peligro de retrasar una misión importante y no debia hacerlo. Segí, pues, mi camino hacia Rabaul. Los minutos transcurrian al ritmo de mi motor.Me sentia intensamente cansado, pero ya no era aquella somnolencia que habia estado a punto de llevarme a la muerte. Al cabo de un rato,que me fue imposible precisar, ví bajo mi ala derecha un gran crater……..’Ese es el crater que está al lado de la pista………….’! Es Rabaul ¡’

No me atrevia a creerlo. Todo parecia desarrollarse como en un sueño. (Luego, supe que habia estado volando durante ocho horas y media) Me iba a ser muy dificil aterrizar, pues la pierna izquierda la tenia inerte y no podria presionar bien sobre el timón. Temí no poder aterrizar, pues el avión habia sufrido terriblemente con el fuego enemigo, y era milagroso que aún se mantuviera en el aire. En casos como éste, lo normal es posarse sobre el agua., pues, incluso si el avión se hunde, las embarcaciones mantenidas siempre en alerta pueden venir en tu ayuda. Me preparé al choque y, lentamente, fui reduciendo gases. El Cero iba perdiendo altitud gradualmente. Pero, al descender, cambié otra vez de idea. Estaba seguro de que mis horas estaban contadas. Incluso si conseguia posarme en el agua y me salvaban, no viviria mucho tiempo. Me daba vergüenza haber podido dar tanto trabajo a mis amigos para sacar del agua a un hombre que ya no podria prestar servicio. Aunque fuera más peligroso, tenia que aterrizar sobre la pista y evitar todos los trastornos que iba a causar posándome en el agua.

Detuve,pues,el descenso y evolucioné alrededor de la pista, estudiando el mejor modo de presentarme. Di una pasada infructuosa, volví a subir y quise ver si el tren de aterrizaje funcionaba bien. Habiendo sufrido el avión graves averias, pocas esperanzas quedaban. Pero la bombillita verde del cockpit se encendió, indicandome que el tren de aterrizaje habia salido ya. Esto y el comprobar que los flaps también funcionaban me produjo asombro. Después de todo no habia que desesperar. Las perspecivas me parecieron favorables. Volví a un extremo de la pista y empecé a descender. Pero como no podia saber qué iba a ocurrir- el tren de aterrizaje, por ejemplo, seguia preocupandome-, corté el encendido para evitar el peligro de incendio o explosión. Habitualmente solia hacerlo con la mano derecha. Esta vez no podia, pero despues de haberme contorsionado cuanto me permitia la parálisis de la pierna y el brazo izquierdo, conseguí accionar el contacto con la pierna derecha. Estimando mi altitud y la velocidad de descenso por la cima de un bosque de cocoteros que distinguia vagamente, me deslicé hacia la pista. Por fin, pilotando como envuelto en la niebla, sentí que las ruedas rozaban el suelo.

Como habia cortado el encendido y la hélice se detuvo casi instantaneamente, pude darme cuenta de la disminución de velocidad sufrida por el avión al rodar. Al saber que estaba en Tierra, un indescriptible sentimiento me llenó el cerebro y todo el cuerpo. Es un instante supremo que sólo un piloto puede conocer. ‘ ¡ He vuelto ¡ ‘ Este alegre pensamiento borraba todo lo demás. Sentí que, sin duda a consecuencia del relajamiento de la tensión, el sueño me invadia de nuevo. Pero esta vez no tenia que luchar y me abandoné a un mundo sumergido en niebla roja……..Que ocurrií luego, si he de decir la verdad, sólo me acuerdo de que, antes de perder el conocimiento, oi voces pronunciando mi nombre y que me agarraban.
Tambien oí gritos de ‘!Sakai,Sakai ¡’ ¡ No te dejes morir ¡


Imagen
su aspecto tras aterrizar, fuente revista "Flight Journal" nº november-december 2022, p87

Subieron unos hombres a las alas del Cero. Eran el Capitán de Fragata Kozono- Jefe del Estado Mayor- el capitán de Corbeta Nakajima , un Jefe de Grupo y el teniente de navio Sasai, Jefe de mi Escuadrilla. Me soltaron el vendaje y el cinturón de seguridad y, levantandome, me bajaron con cuidado al suelo. La cara- me dijeron más tarde- la tenia tan cubierta de sangre coagulada y tan espantosamente hinchada, que les parecí llegado de otro mundo y hasta mis pilotos se horrorizaron y apartaron la vista.

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Esta es la historia-la saga- de Saburo Sakai……Resulta casi increible y hoy se clasifica entre los más hermosos hechos de heroismo. No creo que durante la última guerra, haya tenido lugar otra acción tan extraordinaria como ésta. Sakai voló cerca de nueve horas en su pequeño avión monoplaza monomotor, abatió cuatro aviones enemigos –elevando así a 60 el número de sus victorias-, y recorrió una distancia de 560 millas naúticas en las espantosas condiciones en que se encontraba después del combate. Sakai es el mejor testimonio que se puede citar, tantoen favor de su valentia como de las excepcionales virtudes técnicas del caza Cero.
Cerca de un año tuvo que permanecer Sakai en el hospital después de este episodio. Curó de sus heridas, pero quedó tuerto del ojo derecho.

Shaka_zero
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Saburo en Iwo Jima

Mensaje por Shaka_zero » Dom Ago 07, 2005 1:49 am

El 24 de junio de 1944 los radares de Iwo Jimadetectan una gran concentración de aviones norteamericanos. Unos 40 Zeros se largan al encuentro desesperadamente, entre ellos Sakai que cuenta: "no hubo vacilación por parte de los pilotos norteamericanos. Los Grumman cubrían el cielo ganando altura desde el nivel del mar a la capa nubosa mientras reñían encarnizados encuentros. Se deshacían las formaciones.

Me lancé en apretado rizo y luego salí de él para situarme en la cola de un Hellcat, soltando una ráfaga tan pronto el avión apareció en el colimador. El avión enemigo se distanció, y mis balas sólo encontraron el vacío. Caí en una espiral vertical a la izquierda y seguí acortando distancias, tratando de abrir hueco para un disparo certero en la panza del aparato. El Grumman intentó igualarme en el giro; ese era el momento que necesitaba: el vientre del caza llenó el colimador, y solté una segunda ráfaga. Los proyectiles de los cañones hicieron explosión a lo largo del fuselaje. Al segundo siguiente, espesas nubes de humo negro surgieron del avión, el cual entró en un incontrolable picado hacia el mar.

Yo veía cazas por todas partes, largas estelas de humo, llamaradas y explosiones. Había mirado demasiado tiempo. Las trazadoras surgieron directamente por debajo de mi ala; instintivamente, tiré de la palanca hacia la izquierda, viré para colocarme sobre su cola y solté una ráfaga. Fallé. Él picó fuera de mi alcance, más rápido de lo que yo podía seguirle.

Me maldije por haberme dejado coger desprevenido, y con igual vehemencia maldije mi ojo son luz, que dejaba en sombras casi la mitad de mi área de visión. Con la mayor rapidez, me deslicé fuera del arnés del paracaídas y liberé mi cuerpo, para poder moverme el asiento y compensar así la falta de visión lateral.

Y miré sin darme un momento de reposo. Tenía a mi cola por lo menos media docena de cazas Grumman, maniobrando para situarse en posición de tiro. Sus alas aparecieron envueltas en llamas al abrir fuego. Otro giro a la izquierda -¡Rápido !- y las trazadoras pasaron inofensivamente. Los seis cazas rebasaron mis alas y ganaron altura en giros ascensionales a la derecha.

¡ Esta vez no! ¡ Oh, no! Empujé a tope la palanca del mando de gases y giré a la derecha, volviendo sobre los seis cazas a toda la velocidad que el Cero podía darme. Eché un vistazo a popa: no había otros aviones a mi espalda. Uno de estos iba a ser mío. ¡ Lo juré! El Cero acortó rápidamente la distancia al Grumman más cercano. A cincuenta metros, abrí fuego con los cañones observando cómo las granadas recorrían el fuselaje y desaparecían en la cabina. Humo y llamas surgieron debajo del cristal: un instante después, el Hellcat se desvió alocadamente y cayó sobre un ala, con su rastro de humo aumentando cada segundo.

¡Pero había más cazas a mi cola! De pronto, no tuve el menor deseo de enfrentarme a ellos. Me invadió el cansancio como si fuera un manto sofocante. En los viejos días de Lae, no habría perdido tiempo en tirar del Cero e ir a por ellos. Pero ahora me sentía como si todo mi vigor se hubiera secado. No quería luchar.

Piqué y salí huyendo. En estas condiciones habría sido un verdadero suicidio oponerme a los Hellcats. Un desliz, un segundo de retraso en mover la palanca de mando o el pedal del timón ... y allí acabaría todo. Necesitaba tiempo para recobrar el resuello, para sacudirme el súbito aturdimiento. Quizá se trataba de la consecuencia de tratar de ver mucho con un solo ojo, como había venido haciendo; únicamente sabía que no podía combatir.

Escapé hacia el norte, empleando la sobrealimentación del motor para alejarme. Los Hellcats dieron la vuelta en busca de caza más fresca ...

Volé lentamente en círculos, al Norte de Iwo, aspirando profundamente el aire y tratando de relajarme. El mareo desapareció, y volví a la zona de lucha. El combate había terminado. Aún se veían Ceros y Hellcats en el cielo, pero se hallaban muy separados, y los cazas de ambos bandos volvían a sus grupos respectivos.

A proa y a la derecha vi quince Ceros que rehacían la formación, y me acerqué para unirme a ellos. Subí por debajo de la formación y ...

¡Hellcats! Ahora comprendí por qué el médico, tiempo atrás, había protestado con tanta vehemencia de mi vuelta al campo de batalla. Con un solo ojo, sufría la perspectiva, y yo perdía los pequeños detalles al identificar aviones a distancia. Hasta que las estrellas blancas sobre fondo azul se hicieron claras no me di cuenta de mi error. No traté de desprenderme del temor que me asaltaba; giré a la izquierda, di una vuelta ceñida, picando para alcanzar más velocidad, y confié en que los cazas Grumman no me hubieran visto.

No tuve tal suerte. Los Hellcats rompieron la formación y emprendieron la persecución. ¿Qué podía hacer yo? Mis posibilidades se presentaban desoladoras.

No; todavía quedaba una salida, y una pequeña posibilidad en ella. Estaba casi sobre Iwo Jima. Si podía superar en la maniobra a los otros aviones - tarea casi imposible, pensé- hasta que se vieran escasos de combustible y tuviesen que romper el contacto para regresar a sus bases de partida ...

Entonces me di cuenta de la velocidad de estos cazas. Acortaban distancias en segundos. ¡ Eran tan rápidos! Resultaba inútil correr más ...

Retrocedí en apretado giro. La maniobra sorprendió a los pilotos enemigos al tiempo que subía hacia ellos en espiral. Me quedé asombrado; no se dispersaron. El caza guía respondió con una espiral idéntica, reproduciendo perfectamente mi maniobra. De nuevo volé en espiral, acercándome más esta vez. Los aviones adversarios no cedieron terreno.

Estos nuevos Hellcats eran los aparatos enemigos más maniobreros con los que me hubiera tropezado antes. Salí de la espiral en una trampa. Los quince cazas desfilaron en una larga columna. Y al momento siguiente me encontré girando en un anillo gigante de quince Hellcats. Por todos lados veía las anchas alas con las estrellas blancas. Si alguna vez un piloto se ha visto rodeado en el aire, ese era yo.

Disponía de poco tiempo para examinar mis desventuras. Cuatro cazas rompieron su círculo y vinieron hacia mí. Estaban demasiado anhelantes. Me aparté fácilmente del camino, y los Hellcats pasaron de largo, aparentemente sin gobierno. Pero lo que creí un ligero giro únicamente me situó por encima de varios otros cazas. Un segundo cuarteto rompió el anillo, derecho a mi cola.

Corrí. Aceleré para sacar al motor hasta el último gramo de fuerza y me alejé lo suficiente a fin de colocarme fuera del alcance de sus armas, al menos por el momento. El primer cuarteto había subido de su zambullida y de hallaban por encima de mí, picando para hacer otra pasada.

Pisé con el pie derecho el pedal del timón, haciendo derrapar al Cero hacia la izquierda. Luego la palanca de mando, bien a la izquierda, en agudo giro. Aparecieron unos cuantos fogonazos debajo de mi cola derecha, seguidos por un Hellcat que caía a plomo.

Salí del tonel en ceñida vuelta. El segundo Grumman se hallaba a unos setecientos metros detrás de mí, con las alas ya envueltas en llamas amarillas de sus ametralladoras. Si no lo había sabido antes, lo sabía ahora. Los pilotos enemigos estaban tan verdes como los bisoños míos ... y este podía ser el factor que quizá me salvara la vida.

El segundo caza siguió aproximándose, salpicando todo el cielo de trazadoras, las cuales no llegaban a mi aparato. ¡Sigue así! Grité. Adelante gasta todas las municiones; serás uno menos a preocuparme. Di la vuelta y escapé, con el Hellcat acercándose rápidamente. Cuando se encontraba unos trescientos metros a mi espalda, viré a la izquierda. El Grumman pasó por debajo de mí, aún disparando al aire.

Perdí la paciencia. ¿Por qué huir de tan torpe piloto? Sin pensarlo dos veces, volví y me puse sobre su cola. A cincuenta metros de distancia solté una ráfaga de los cañones.

Desperdiciada. No había corregido el deslizamiento causado por mi abrupto giro. Y de pronto no me importó el avión que tenía delante ... otro Grumman estaba sobre mi cola, disparando sin cesar. Una vez más, el giro a la izquierda, la maniobra que nunca me fallaba. El Hellcat pasó rugiendo, seguido por el tercero y el cuarto de los cazas del cuarteto.

Otros cuatro aviones se hallaban casi directamente encima de mí, listos para picar. A veces uno tiene que atacar a fin de defenderse. Subí en vertical, justo por debajo de los cuatro cazas. Los pilotos levantaron las alas una y otra vez, tratando de encontrarme. No tenía tiempo para dispersarlos. Tres Hellcats venían hacia mí por la derecha. Escapé por los pelos de sus trazadoras y me evadí con la misma maniobra a la izquierda.

Los cazas volvieron a su amplio anillo. Cualquier movimiento que hacía para escaparme provocaba la salida de varios aviones a cortarme el paso desde distintas direcciones. Volé en círculos en el centro de la rueda, buscando una salida.

No tenían intención de dejarme escapar. Uno tras otro, los cazas arrancaban del círculo y venían a por mí, disparando al acercarse.

No recuerdo cuántas veces atacaron los cazas ni cuántas los eludí. Me corría tanto el sudor que me empapó la ropa interior. Toda mi frente estaba cubierta de gotas que empezaban a caer en mi rostro. Proferí una maldición cuando el salado líquido penetró en mi ojo izquierdo ... ¡no podía tomarme el tiempo necesario para frotármelo con la mano! Todo lo que podía hacer era pestañear, tratar de que no entrara la sal, tratar de ver.

Me cansaba demasiado rápidamente. No sabía cómo podía escapar del anillo. Pero resultaba evidente que estos pilotos no eran tan buenos como sus aviones. Una voz interior parecía susurrarme, parecía repetirme una y otra vez las mismas palabras ... velocidad ... mantén la velocidad ... olvídate del motor, quémalo, pero ¡mantén la velocidad !... sigue girando ... no dejes nunca de dar vueltas ...

El brazo empezaba a entumecérseme del constante giro a la izquierda para evadir las trazadoras de los Hellcats. Si aflojaba una sola vez la velocidad al girar a la izquierda, ese sería mi fin. Mas, ¿ por cuánto tiempo podía mantener la velocidad necesaria al maniobrar para alejarme?

¡Debía seguir virando! En tanto los aviones enemigos quisieran conservar intacto su anillo, sólo un caza podía atacarme cada vez. Y yo no temía eludir a un solo avión al hacer su pasada. Las trazadoras se acercaban, pero tendrían que alcanzarme exactamente si es que iban a derribarme. No importaba si los proyectiles pasaban a cien metros o a cien centímetros de distancia, en tanto yo pudiera eludirlos.

Necesitaba tiempo para alejarme de los cazas que aceleraban, uno tras otro, arrancando del amplio anillo que mantenían alrededor mío.

Shaka_zero
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Sakai en Iwo Jima parte II

Mensaje por Shaka_zero » Lun Ago 08, 2005 2:52 am

Viré, A todo gas.

Palanca a la izquierda.

¡Ahí viene otro!

Con fuerza otra vez. El mar y el horizonte dan vueltas vertiginosamente.

¡Derrape!

¡Otro!

¡Ese iba cerca!

Trazadoras brillantes, refulgentes, relampagueantes. Siempre por debajo del ala.

Gobierna de nuevo.

¡Mantén la velocidad!

Virar a la izquierda.

Virar.

¡ Mi brazo! ¡ Apenas lo noto ya!

Si alguno de los Hellcats hubiera escogido una maniobra de aproximación diferente para su pasada de ataque o se hubiese concentrado cuidadosamente en su objetivo, seguramente me habría barrido del cielo. Ni una sola vez apuntaron los aviadores adversarios al punto hacia el que se dirigía mi avión. Si uno solo de los cazas hubiera sembrado de trazadoras el espacio vacío inmediato a mí, hacia la zona adonde yo viraba cada vez, yo habría volado en plena trayectoria de sus balas.

Pero existe una peculiaridad respecto a los aviadores. Su psicología es extraña, excepto en cuanto a los pocos que resisten y perseveran para llegar a ser ases destacados. El 99 por ciento de todos los pilotos se aferra a la fórmula que les enseñaron en la escuela. Seguirán una cierta pauta y, venga lo que venga, nunca considerarán la posibilidad de apartarse de esa norma.

Así que esta pugna se redujo a una prueba de resistencia entre el momento en que mi brazo cediese, y yo flaquease en mis maniobras de evasión, y la capacidad de combustible de los Hellcats. Ellos todavía tenían que volver a sus portaaviones.

Miré el indicador de velocidad del avión con relación al aire. Casi 565 kilómetros por hora, la mayor que podía alcanzar el Cero.

Necesitaba aguantar más que mi brazo. El caza tenía también sus límites. Yo temía por las alas. Se estaban arqueando bajo la repetida violencia de las maniobras de escape. Existía la posibilidad de que el metal pudiera ceder como consecuencia de la continua presión, y el ala fuera arrancada del Cero, pero eso quedaba fuera de mis manos. Yo sólo podía continuar volando. Debía forzar el avión a los virajes de evasión, o perecer.

Viraje.

¡Mueve la palanca!

Derrape.

Ahí viene otro.

¡Al diablo con las alas! ¡Vira!

No oigo nada. El sonido del motor del Cero, el rugiente trueno de los Hellcats, el pesado staccato de sus ametralladoras de media pulgada ... todo había desaparecido.

Me pica el ojo izquierdo.

Me corre el sudor.

No puede limpiarlo.

¡Cuidado!

La palanca. Pisa el pedal.

Allá van las trazadoras. Han vuelto a fallar.

El altímetro había caído al fondo; el océano se hallaba inmediatamente debajo de mi avión. Hay que sostener las alas, Sakai, o azotarás una ola con la punta del plano. ¿Dónde había comenzado el combate aéreo? Cuatro mil metros de altitud. Más de cuatro kilómetros deslizándose y alejándose de las trazadoras, más y más abajo. Y ahora no quedaba margen alguno de altura.

Pero los Hellcats no podían hacer sus pasadas de ametrallamiento como antes. Ni picar, porque no disponían de espacio para recoger el picado. Ahora intentarían algo más. Disponía de unos pocos momentos. Sujeté la palanca con la mano izquierda, y sacudí enérgicamente la derecha. Me dolía. Me dolía todo. Un dolor sordo, un entumecimiento paralizante.

Ahí vienen, deslizándose del anillo. Ahora tienen cuidado, temerosos de lo que yo pueda hacer súbitamente. Uno gira. Y hace una pasada.

No es difícil salirse de la trayectoria.

Viraje a la izquierda. Mirada.

Las trazadoras.

Se alzan géiseres del agua. Rociada. Espuma.

Ahí viene otro.

¿Cuántas veces han ido a por mí de esa manera? He perdido la cuenta. ¿Cuándo abandonarán? ¡Tienen que andar escasos de combustible!

Pero ya no puedo maniobrar tan eficazmente. Se me entumecen los brazos. Estoy perdiendo el tacto. En vez de virar con un movimiento rápido y firme, el Cero describe un arco que se transforma en un óvalo chapucero, estirando cada maniobra. Los Hellcats se dieron cuenta y arreciaron sus ataques, más audaces ahora. Sus pasadas se suceden tan rápidamente que apenas tengo tiempo de respirar.

No podía sostenerme. ¡Tenía que tomarme un respiro! Salí de otro viraje a la izquierda, pisé el pedal del timón y empujé la palanca de mando hacia el mismo lado. El Cero se encolerizó como respuesta y yo di todo el gas al caza buscando una fisura en el anillo. Estaba fuera, bajando nuevamente el morro y escapando, justo por encima del agua. Los Hellcats se arremolinaron por un momento, confusos. Luego volvieron a perseguirme.

La mitad de los aviones formaban una barricada por encima, mientras los otros, en un apretado manojo de ametralladoras escupiendo fuego, se lanzaban tras de mí. Los Hellcats eran demasiado rápidos. En pocos segundos se hallaban en posición de fuego. Seguí gobernando progresivamente a la derecha, haciendo que el Cero se rebelara y diera tirones a cada maniobra. A la izquierda, surtidores de blanca espuma saltaban al aire por efecto de las trazadoras, que continuaban errando mi aparato por muy poco.

Se resistían a abandonar. Ahora bajaban en mi busca los cazas de la parte alta. Los aviones que tenía inmediatamente detrás soltaron sus ráfagas, y los Hellcats que picaban trataban de anticiparse a mis movimientos. Apenas podía mover los brazos o las piernas. No había salida. Si continuaba volando bajo, sólo sería cuestión de un minuto o dos que moviera la palanca con excesiva lentitud. ¿Por qué esperar a morir, corriendo como un cobarde?

Tiré de la palanca hacia mi estómago. El Cero chirrió arriba y atrás, y allí, a sólo cien metros delante de mí, estaba un Hellcat, con su asombrado piloto tratando de encontrar mi aparato.

Los cazas que tenía a la espalda ya viraban sobre mí. No me importaba cuántos eran. Yo quería este avión. El Hellcat de encabritó alocadamente para escapar. ¡Ahora! Apreté el gatillo; salieron las trazadoras. Mis brazos habían ido demasiado lejos. El Cero se tambaleó; yo no podía mantener los brazos firmes. El caza enemigo viró acusadamente, empezó a subir y huyó.

El rizo había ayudado. Los otros cazas se arremolinaron en plena confusión. Gané altura y de nuevo huí. Los Hellcats venían a por mí. Los locos que tripulaban aquellos aviones disparaban desde quinientos metros de distancia. Desperdiciad las municiones, desperdiciadlas, grité. ¡Pero eran tan rápidos! Las trazadoras relampaguearon junto a mi ala, y viré desesperadamente.

Abajo, Iwo Jima apareció súbitamente. Agité las alas, confiando en que los artilleros de tierra verían las marcas rojas. Fue un error. La maniobra me hizo perder velocidad, y los Hellcats se hallaban otra vez sobre mí.

¿Dónde estaba la artillería antiaérea? ¿Qué pasaba con los de la isla? ¡Disparad, locos, disparad!

Iwo estalló en llamas. Brillantes fogonazos cruzaban la isla. Parecía que disparaban todos los cañones, escupiendo trazadoras al aire. Las explosiones sacudían al Cero. Penachos retorcidos de humo aparecieron entre los Hellcats. Estos viraron acusadamente y picaron fuera del alcance de las armas de tierra.

Seguí a todo gas. Estaba aterrorizado. Miré atrás, temiendo que hubieran vuelto, que en cualquier segundo las trazadoras no fallaran, que alcanzaran la cabina, rompiendo el metal y desgarrando mi carne.

Rebasé Iwo, golpeé la palanca del mando de gases y pedí al avión que volara más rápido. ¡Más y más veloz! Ante mí tenía un cúmulo gigantesco que se alzaba a gran altura sobre el agua. No me preocupaban las corrientes de aire. Sólo quería escapar de aquellos cazas. A toda velocidad, me precipité en la ondulante masa.

Un monstruoso puño pareció apoderarse del Cero y despedirlo brutalmente por el aire. No vi otra cosa que vívidos chispazos de luz, y luego la negrura. No tenía gobierno. El avión caía y se encabritaba. Estaba boca abajo, cayendo; luego se sostenía sobre las alas y saltaba hacia arriba, la cola primero.

Después no pude más. La tormenta del interior de la nube escupió al Cero con un violento vaivén. Yo estaba boca abajo. Recuperé el gobierno del avión a menos de quinientos metros. Muy al Sur divisé a quince Hellcats que regresaban a sus portaaviones. Resultaba difícil creer que todo había terminado y que aún me encontraba con vida. Quería desesperadamente abandonar el aire. Quería tierra firme bajo mis pies ...


Esta es una entevista que encontre en internet de la participación de Saburo en Iwo Jima y que demuestra como grandes pilotos aun en desvetaja (con un ojo menos y persegido por 16 Hellcats) pueden hacer la diferencia en la guerra.

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Saburo Sakai

Mensaje por Audie Murphy » Jue Oct 01, 2009 4:06 pm

el americano Caidin redactó sus memorias y hay pasajes con mucha polémica porque hay serias discrepancias sobre sus verdaderos logros en combate, seguramente no hizo más de 15 derribos
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un dossier en inglés https://www.docdroid.net/5k6b8TU/sakai- ... yo2018.pdf


y un testimonio videográfico para guardar en la hemeroteca
"El mal existe cuando las personas buenas no hacen lo que es correcto"

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Saburo Sakai

Mensaje por Von Richardsen » Sab Oct 03, 2009 2:30 am

¡Que testimonio!

La verdad que es impresionante; he leído antes un poco sobre Sakai, y siempre me ha impresionado favorablemente. Es de destacar los lazos que forjó con sus antes enemigos, y el reconocimiento mutuo que existió entre ellos. Y su decisión de sguir combatiendo, parcialmente incapacitado, en un avión obsoleto, da muestras de una gran determinación y voluntad.

Se agradece mucho el libro Audie.

¡Saludos!
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Re: Saburo Sakai

Mensaje por TonyGV » Mié Jul 03, 2013 12:19 am

Saburo Sakai ,menudo As de la aviacion Japonesa,al cual se le adjudican unos 60 derribos de aviones norteamericanos.Esta historia es muy buena e impactante y nunca me cansare de leerla,60 aviones derribados es para sacarse el sombrero.
"Quien diga que la pluma es más poderosa que la espada, evidentemente nunca vio armas automaticas en acción".-Douglas MacArthur .

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Re: Saburo Sakai

Mensaje por Juan M. Parada C. » Dom Sep 14, 2014 2:07 am

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Fuente de las fotos: http://es.wikipedia.org/wiki/Sabur%C5%8 ... htgear.jpg

He aqui algunas fotos de este legendario piloto nipón,al que se le adjudicó unos 60 derribos,que tendría la fortuna de poder sobrevivir después a la guerra y plasmar sus experiencias en ese libro autobiográfico,titulado "Samurai".Todo un tributo al valor y a la audacia que demostraría sus capacidades de piloto de combate.
Saludos y bendiciones a granel para todos.
"¡Ay,señor! Tú sabes lo ocupado que tendré que estar hoy.Si acaso te olvido por un instante,tu no te olvides de mi". Sir Jacob Astley antes de la batalla de Edge Hill el 23 de octubre del año de nuestro señor de 1642

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Re: Saburo Sakai

Mensaje por Kurt_Steiner » Mar Abr 21, 2020 10:16 am


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