¿Quién fue al abuelo de Hitler?
Publicado: Mar May 23, 2006 6:47 pm
¡Hola a todos!
Este topic no pretende dar respuesta a la pregunta del título. Probablemente, esta pregunta nunca tendrá respuesta, como escribió en su día Allan Bullock. La respuesta se la llevó a la tumba Maria Anna Schicklgruber, la madre de Alois Schicklgruber (el padre de Adolf Hitler), y nosotros sólo podemos especular. Por otra parte, no hay ninguna prueba conocida que demuestre que el abuelo de Adolf Hitler era judío. Pero veamos los hechos.
Para esta primera relación me sirvo del trabajo de Marlis Steiner, Hitler y el universo hitleriano (Ediciones B, S. A., 2004), páginas 17-22.
El 7 de junio de 1837, Maria Anna Schicklgruber, una soltera de 42 años, dio a luz a un varón, Alois, en la casa de un granjero (Johann Trummelschlager, que fue padrino del niño) de Strones, en el distrito de Zwette, al noroeste de Viena. Los padres de Maria Anna se llamaban Johann y Theresia Schicklgruber.
La madre de Maria Anna había muerto en 1821, y Maria Anna y su hijo Alois vivieron en la casa de su padre hasta que el niño cumplió cinco años. A los 47 años Maria Anna se casó con un obrero molinero itinerante, Johann Georg Hiedler (que ya había estado casado), natural de Strones. Cuando murió su primera mujer, Johann Georg Hiedler retornó a Strones. Sin embargo, Alois, que siguió llevando el apellido Schicklgruber, fue enviado a vivir con su tío Johann Nepomuk Hüttler, hermano de Johann Georg Hiedler (la grafía de los patronímicos no era fija en esa época), cuya casa se encontraba en Spital. Aquí, Johann Nepomuk vivía con su mujer, Eva Maria (de soltera Decker), con su madre, Anna Maria Hiedler, y sus tres hijas, Johanna, Walburga y Josefa.
Maria Anna Schicklgruber, la madre de Alois, murió en 1847, y el padrastro de Alois, Johann Georg Hiedler, reinició la vida nómada para regresar a Spital sólo mucho más tarde, donde murió en 1857.
Después de una breve permanencia en la escuela primaria, Alois Schicklgruber trabajó desde 1851 hasta 1853 en Spital como aprendiz de un zapatero de su familia; luego ejerció ese oficio en Viena. [“Pero aspiraba a una vida mejor, a una posición social más elevada, la de un funcionario del Estado. Entró primero como guardia forestal auxiliar en el Ministerio de Finanzas y fue confirmado en 1855. Después de un intenso entrenamiento y al término de un examen en el otoño de 1861, fue nombrado Finanzwach-Rezipient, el rango más alto de los escalones subalternos. Luego se sucedieron con regularidad promociones y desplazamientos: en 1862 lo encontramos en Saalfelden, cerca de Salzburgo; en 1864, se halla en Linz, con la categoría definitiva de funcionario. Siguieron más desplazamientos: en 1870 ocupa un puesto cerca de Passau, y es nombrado inspector de aduanas en Braunau am Inn en 1871”.].
En 1873, Alois Schicklgruber se casó con Anna Glassl, hija de un funcionario de aduanas, catorce años mayor que él (él había tenido antes un hijo con otra mujer). [“El matrimonio no parece haber sido feliz. Anna sufría de los pulmones –la madre de Alois había muerto de la misma enfermedad- y él le era infiel. Tuvo una relación con una sirvienta de la posada donde vivía con su mujer. Al mismo tiempo hizo venir a Klara Poelzl, la nieta de Johann Nepomuk Hüttler, nacida de la unión de su hija Johanna con Johann Poelzl, campesino de Spital. Parece ser que, durante varios años, existió entre Alois y las tres mujeres una suerte de ménage à quatre…”].
Por esta época es cuando tiene lugar el suceso que dará pie a todas las especulaciones futuras. En junio de 1876, Alois se presentó al párroco de Döllersheim acompañado de tres testigos: Josef Romeder (yerno de Johann Nepomuk, se había casado con su hija Walburga), Johann Breitender y Engelbert Paulch. [“Declaró al cura que el marido de su madre, Johann Georg Hiedler, era su padre, que después de su boda había reconocido su paternidad y expresado el deseo de legitimar a su hijo. Los tres testigos confirmaron sus dichos y firmaron una declaración conjunta. Para apoyar su demanda, el solicitante presentó un protocolo de legitimación, firmado el 6 de junio de 1876 ante un notario de Weitra, en el que, por una razón desconocida, el apellido de Hiedler era cambiado por el de Hitler. El cura de Döllersheim reemplazó entonces Schicklgruber por Hitler, aunque Johann Georg hubiese muerto hacía casi veinte años. Una correspondencia entre las administraciones religiosas y gubernamentales y la Dirección de Finanzas de Braunau confirmó esa legitimación per matrimonium subsequens, invocando un decreto del ministro del Interior del 12 de septiembre de 1868, cuyo texto preconizaba tales legitimaciones en la medida de lo posible”].
Parece ser que los rumores sobre que el abuelo de Hitler era judío brotaron en Alemania al comienzo de la década de 1920. Sin embargo, fue después de acabada la IIGM cuando aquellos antiguos rumores cobraron nueva vida en las memorias que Hans Frank escribió durante su estancia en la prisión de Nuremberg.
Joachim Fest en The Face of the Third Reich, cuenta que, de acuerdo con la declaración de Hans Frank, Hitler recibió una carta en 1930 de un pariente que lo chantajeaba con revelar los orígenes de la familia. Así que Hitler ordenó realizar a Frank una investigación reservada sobre su familia. Según Frank:
[“El padre de Hitler era el hijo ilegítimo de una cocinera llamada Schickelgruber (sic) de Leonding, cerca de Linz, empleada doméstica de una casa en Graz. Esta cocinera Schickelgruber, la abuela de Adolf Hitler, estaba trabajando para una familia judía llamada Frankenberger cuando dio a luz a su hijo (esto debería leerse “cuando ella quedó embarazada”). En ese momento, esto sucedió en la década de 1830, Frankenberger pagó a Schickelgruber en nombre de su hijo, entonces sobre diecinueve años, un complemento de paternidad desde el momento del nacimiento del niño hasta su decimocuarto año. Hubo siempre una correspondencia entre esos Frankenberger y la abuela de Hitler, cuya pauta general era el conocimiento común no expresado de los corresponsales de que el hijo de Schickelgruber había sido concebido en circunstancias que responsabilizaban a los Frankenberger a pagar una prestación por paternidad”.]
Claro, la posibilidad de que Hitler tuviese ascendencia judía sería realmente una noticia asombrosa, de ser cierta. Pero no hay prueba alguna que respalde esa teoría.
Ian Kershaw, en su célebre biografía de Hitler, examina tres posibilidades para explicar el cambio de nombre (Hitler por Hiedler), diciendo que “las dos primeras equivalen a poco más que si hubiese un pequeño escándalo oculto dentro de la familia Hiedler, mientras que la tercera posibilidad, que habría tenido históricamente cierta importancia, se puede desechar, teniendo en cuenta los datos de que disponemos”.
A nosotros nos interesa la tercera. Veamos qué dice Kershaw:
[La tercera posibilidad es que el abuelo de Adolf Hitler fuese judío. A principios de la década de 1920 circularon rumores en ese sentido por los cafés de Munich, rumores que fueron fomentados por el periodismo sensacionalista de la prensa extranjera durante la década de 1930. Se decía que el apellido “Hitler” era judío, se “ponía al descubierto” que los orígenes de Hitler podían remontarse hasta una familia judía de Bucarest apellidada Hitler, e incluso se afirmaba que su padre era hijo ilegítimo del barón Rothschild, en cuya casa de Viena había estado supuestamente sirviendo como criada su abuela un tiempo. Pero la hipótesis más seria sobre los supuestos orígenes judíos de Hitler se planteó después de la IIGM, y tiene su fuente directa en las memorias del destacado abogado nazi y general gobernador de Colonia Hans Frank, memorias que dictó en su celda de Nuremberg mientras esperaba al verdugo.
Frank aseguraba que Hitler le había llamado hacia finales de 1930 y le había enseñado una carta de su sobrino William Patrick Hitler (el hijo de su hermanastro Alois, que había estado casado durante un breve período con una irlandesa). William amenazaba con revelar que Hitler tenía sangre judía corriendo por sus venas. Esto se relacionaba con reportajes de prensa que circulaban por entonces sobre sus orígenes familiares. Frank, supuestamente encargado por Hitler de investigar la historia de la familia, decía haber descubierto que Maria Anna Schicklgruber había dado a luz a su hijo cuando trabajaba de cocinera en Graz, en casa de una familia judía apellidada Frankenberger. No sólo eso: Frankenberger padre había pagado al parecer cantidades regulares para mantener al niño en nombre de su hijo, de unos diecinueve años de edad en la fecha de su nacimiento, hasta que el niño cumplió los catorce. Se habían intercambiado supuestamente cartas durante años entre Maria Anna Schicklgruber y los Frankenberger. Según Frank, Hitler declaró que sabía, por lo que su padre y su abuela le habían dicho, que su abuelo no era el judío de Graz, pero que como su abuela y su posterior marido eran muy pobres habían engañado al judío haciéndole creer que era el padre para que pagara por el mantenimiento del niño.
Esta historia de Frank llegó a difundirse mucho en la década de 1950. Pero la verdad es que no se tiene en pie. No había ninguna familia judía que se apellidase Frankenberger en Graz durante la década de 1930. En realidad no había ningún judío en toda la Estiria en esa época, porque hasta la década de 1860 no les estuvo permitido a los judíos vivir en esa parte de Austria. Vivía allí una familia apellidada Frankenreiter, pero no era judía. No hay prueba alguna de que Maria Anna estuviese alguna vez en Graz, y menos aún que fuese la cocinera del carnicero Leopold Frankenreiter. No ha aparecido jamás correspondencia alguna entre Maria Anna y una familia llamada Frankenberger o Frankenreiter. El hijo de Leopold Frankenreiter y supuesto padre del niño (según la historia que contó Frank y aceptando que sólo hubiese confundido los apellidos) en nombre del cual se dice que Frankenreiter se mostró dispuesto a pagar por el mantenimiento del niño durante trece años, tenía diez cuando el niño nació. La familia Frankenreiter estaba además pasándolo tan mal que no habría podido afrontar el pago de ningún dinero a Maria Anna Schicklgruber. Carece asimismo de credibilidad el comentario de Frank de que Hitler hubiese sabido por su abuela que la historia de Graz no era cierta: en la época en que nació Hitler su abuela llevaba ya cuarenta años muerta. Y es también dudoso lo de que Hitler recibiese una carta de su sobrino chantajeándole en 1930. Si hubiese sido así, Patrick (que se convirtió repetidamente en un engorro para sus intentos de sacar dinero a costa de su famoso tío) tuvo suerte de sobrevivir los años siguientes, que pasó mayoritariamente en Alemania, y de poder abandonar el país para siempre en diciembre de 1938. Sus “revelaciones”, cuando aparecieron en un periódico de París en agosto de 1939, no contenían nada sobre la historia de Graz. Ni tampoco una serie de investigaciones diversas de la Gestapo sobre los antecedentes de la familia de Hitler efectuados en las décadas de 1930 y 1940 contenían alusión alguna a los supuestos antecedentes de Graz. No pusieron al descubierto en realidad ningún terrible secreto oculto. Las memorias de Hans Frank, dictadas en un momento en que estaba esperando al verdugo y pasando claramente por una crisis psicológica, están llenas de inexactitudes y deben abordarse con precaución. Lo que dicen respecto a la historia del supuesto abuelo judío de Hitler carece de valor. El abuelo de Hitler, fuese quien fuese, no era un judío de Graz] pp. 32-34
Las pruebas que presenta Kershaw invalidando el testimonio de Hans Frank son abrumadoras. Sin embargo, yo me pregunto: ¿por qué querría Frank inventar una historia así? ¿Por qué iba a inventar una historia falsa sobre la familia de Hitler un hombre que estaba esperando la horca? ¿Crisis psicológica como interpreta Kershaw? A mí me parece extraño. Si Frank quisiera vengarse de alguna forma de Hitler, tenía un montón de historias mucho más verosímiles que revelar sobre los crímenes de Hitler durante el Tercer Reich. ¿Por qué contó esa historia?
Es más probable que todos los intentos de Hitler de eliminar el rastro de los orígenes de su familia, en este aspecto que tratamos, tengan que ver con cuestiones más propias de la salud mental y la moral de la época. Quizás Hitler quería ocultar los casos de demencia y suicidios en su familia. O tal vez pretendía esconder la conducta inmoral de su padre.
Steiner lanza un dardo envenenado en este sentido:
[“Aparte de que es poco glorioso tener una abuela pecadora y un abuelo verosímilmente adúltero, podían descubrirse otros molestos hechos. Su madre, Klara Poelzl, la tercera mujer de Alois, era nieta de Johann Nepomuk. Alois la desposó después de la muerte de su segunda esposa, Franziska Matzelsberger, con la cual vivió después de separarse de Anna Glassl. Con Franziska tuvo un hijo, Alois, que legitimó en 1883, después de la muerte de Anna y de su boda con Franziska. Tuvo de ella otra hija, Angela. Poco después, Franziska cayó enferma y Klara Poelzl, que había sido repudiada, volvió junto al matrimonio. Se desempeñaba allí como sirvienta, niñera y amante del dueño de la casa (del que ella era, después de la legitimación, prima en segundo grado). Coincidiendo casi con el momento de la muerte de Franziska (a la edad de veintitrés años, el 10 de agosto de 1884), Klara se dio cuenta de que estaba embarazada. Para poder casarse con Alois, pariente cercano, necesitaba una dispensa pontificia, que le fue acordada. El 7 de enero de 1885 tuvo lugar la boda en su apartamento, situado en una posada de la periferia de Braunau. Si la hipótesis de Maser es correcta, Alois era hermanastro de su suegra y, por lo tanto, tío de su mujer (por otra parte ésta lo llamaba así).
Klara dio a luz a su primer hijo, Gustav, el 17 de mayo de 1885. Otra hija, Ida, llegó al mundo el 25 de septiembre de 1886. Un tercero, Otto, falleció poco después de su nacimiento. A fines de 1887, Gustav e Ida murieron de difteria. Después de tres años de matrimonio, a Klara no le quedaban más que los dos hijos de Franziska. Sólo el 20 de abril de 1889, a las cinco y media de la tarde, dio a luz un nuevo hijo. Recibió el nombre de Adolf.”].
En fin, las especulaciones no tendrán fin. Pero yo me sigo preguntando: ¿por qué inventaría Hans Frank una historia tan retorcida y, aparentemente, insostenible?
Saludos cordiales
José Luis
Este topic no pretende dar respuesta a la pregunta del título. Probablemente, esta pregunta nunca tendrá respuesta, como escribió en su día Allan Bullock. La respuesta se la llevó a la tumba Maria Anna Schicklgruber, la madre de Alois Schicklgruber (el padre de Adolf Hitler), y nosotros sólo podemos especular. Por otra parte, no hay ninguna prueba conocida que demuestre que el abuelo de Adolf Hitler era judío. Pero veamos los hechos.
Para esta primera relación me sirvo del trabajo de Marlis Steiner, Hitler y el universo hitleriano (Ediciones B, S. A., 2004), páginas 17-22.
El 7 de junio de 1837, Maria Anna Schicklgruber, una soltera de 42 años, dio a luz a un varón, Alois, en la casa de un granjero (Johann Trummelschlager, que fue padrino del niño) de Strones, en el distrito de Zwette, al noroeste de Viena. Los padres de Maria Anna se llamaban Johann y Theresia Schicklgruber.
La madre de Maria Anna había muerto en 1821, y Maria Anna y su hijo Alois vivieron en la casa de su padre hasta que el niño cumplió cinco años. A los 47 años Maria Anna se casó con un obrero molinero itinerante, Johann Georg Hiedler (que ya había estado casado), natural de Strones. Cuando murió su primera mujer, Johann Georg Hiedler retornó a Strones. Sin embargo, Alois, que siguió llevando el apellido Schicklgruber, fue enviado a vivir con su tío Johann Nepomuk Hüttler, hermano de Johann Georg Hiedler (la grafía de los patronímicos no era fija en esa época), cuya casa se encontraba en Spital. Aquí, Johann Nepomuk vivía con su mujer, Eva Maria (de soltera Decker), con su madre, Anna Maria Hiedler, y sus tres hijas, Johanna, Walburga y Josefa.
Maria Anna Schicklgruber, la madre de Alois, murió en 1847, y el padrastro de Alois, Johann Georg Hiedler, reinició la vida nómada para regresar a Spital sólo mucho más tarde, donde murió en 1857.
Después de una breve permanencia en la escuela primaria, Alois Schicklgruber trabajó desde 1851 hasta 1853 en Spital como aprendiz de un zapatero de su familia; luego ejerció ese oficio en Viena. [“Pero aspiraba a una vida mejor, a una posición social más elevada, la de un funcionario del Estado. Entró primero como guardia forestal auxiliar en el Ministerio de Finanzas y fue confirmado en 1855. Después de un intenso entrenamiento y al término de un examen en el otoño de 1861, fue nombrado Finanzwach-Rezipient, el rango más alto de los escalones subalternos. Luego se sucedieron con regularidad promociones y desplazamientos: en 1862 lo encontramos en Saalfelden, cerca de Salzburgo; en 1864, se halla en Linz, con la categoría definitiva de funcionario. Siguieron más desplazamientos: en 1870 ocupa un puesto cerca de Passau, y es nombrado inspector de aduanas en Braunau am Inn en 1871”.].
En 1873, Alois Schicklgruber se casó con Anna Glassl, hija de un funcionario de aduanas, catorce años mayor que él (él había tenido antes un hijo con otra mujer). [“El matrimonio no parece haber sido feliz. Anna sufría de los pulmones –la madre de Alois había muerto de la misma enfermedad- y él le era infiel. Tuvo una relación con una sirvienta de la posada donde vivía con su mujer. Al mismo tiempo hizo venir a Klara Poelzl, la nieta de Johann Nepomuk Hüttler, nacida de la unión de su hija Johanna con Johann Poelzl, campesino de Spital. Parece ser que, durante varios años, existió entre Alois y las tres mujeres una suerte de ménage à quatre…”].
Por esta época es cuando tiene lugar el suceso que dará pie a todas las especulaciones futuras. En junio de 1876, Alois se presentó al párroco de Döllersheim acompañado de tres testigos: Josef Romeder (yerno de Johann Nepomuk, se había casado con su hija Walburga), Johann Breitender y Engelbert Paulch. [“Declaró al cura que el marido de su madre, Johann Georg Hiedler, era su padre, que después de su boda había reconocido su paternidad y expresado el deseo de legitimar a su hijo. Los tres testigos confirmaron sus dichos y firmaron una declaración conjunta. Para apoyar su demanda, el solicitante presentó un protocolo de legitimación, firmado el 6 de junio de 1876 ante un notario de Weitra, en el que, por una razón desconocida, el apellido de Hiedler era cambiado por el de Hitler. El cura de Döllersheim reemplazó entonces Schicklgruber por Hitler, aunque Johann Georg hubiese muerto hacía casi veinte años. Una correspondencia entre las administraciones religiosas y gubernamentales y la Dirección de Finanzas de Braunau confirmó esa legitimación per matrimonium subsequens, invocando un decreto del ministro del Interior del 12 de septiembre de 1868, cuyo texto preconizaba tales legitimaciones en la medida de lo posible”].
Parece ser que los rumores sobre que el abuelo de Hitler era judío brotaron en Alemania al comienzo de la década de 1920. Sin embargo, fue después de acabada la IIGM cuando aquellos antiguos rumores cobraron nueva vida en las memorias que Hans Frank escribió durante su estancia en la prisión de Nuremberg.
Joachim Fest en The Face of the Third Reich, cuenta que, de acuerdo con la declaración de Hans Frank, Hitler recibió una carta en 1930 de un pariente que lo chantajeaba con revelar los orígenes de la familia. Así que Hitler ordenó realizar a Frank una investigación reservada sobre su familia. Según Frank:
[“El padre de Hitler era el hijo ilegítimo de una cocinera llamada Schickelgruber (sic) de Leonding, cerca de Linz, empleada doméstica de una casa en Graz. Esta cocinera Schickelgruber, la abuela de Adolf Hitler, estaba trabajando para una familia judía llamada Frankenberger cuando dio a luz a su hijo (esto debería leerse “cuando ella quedó embarazada”). En ese momento, esto sucedió en la década de 1830, Frankenberger pagó a Schickelgruber en nombre de su hijo, entonces sobre diecinueve años, un complemento de paternidad desde el momento del nacimiento del niño hasta su decimocuarto año. Hubo siempre una correspondencia entre esos Frankenberger y la abuela de Hitler, cuya pauta general era el conocimiento común no expresado de los corresponsales de que el hijo de Schickelgruber había sido concebido en circunstancias que responsabilizaban a los Frankenberger a pagar una prestación por paternidad”.]
Claro, la posibilidad de que Hitler tuviese ascendencia judía sería realmente una noticia asombrosa, de ser cierta. Pero no hay prueba alguna que respalde esa teoría.
Ian Kershaw, en su célebre biografía de Hitler, examina tres posibilidades para explicar el cambio de nombre (Hitler por Hiedler), diciendo que “las dos primeras equivalen a poco más que si hubiese un pequeño escándalo oculto dentro de la familia Hiedler, mientras que la tercera posibilidad, que habría tenido históricamente cierta importancia, se puede desechar, teniendo en cuenta los datos de que disponemos”.
A nosotros nos interesa la tercera. Veamos qué dice Kershaw:
[La tercera posibilidad es que el abuelo de Adolf Hitler fuese judío. A principios de la década de 1920 circularon rumores en ese sentido por los cafés de Munich, rumores que fueron fomentados por el periodismo sensacionalista de la prensa extranjera durante la década de 1930. Se decía que el apellido “Hitler” era judío, se “ponía al descubierto” que los orígenes de Hitler podían remontarse hasta una familia judía de Bucarest apellidada Hitler, e incluso se afirmaba que su padre era hijo ilegítimo del barón Rothschild, en cuya casa de Viena había estado supuestamente sirviendo como criada su abuela un tiempo. Pero la hipótesis más seria sobre los supuestos orígenes judíos de Hitler se planteó después de la IIGM, y tiene su fuente directa en las memorias del destacado abogado nazi y general gobernador de Colonia Hans Frank, memorias que dictó en su celda de Nuremberg mientras esperaba al verdugo.
Frank aseguraba que Hitler le había llamado hacia finales de 1930 y le había enseñado una carta de su sobrino William Patrick Hitler (el hijo de su hermanastro Alois, que había estado casado durante un breve período con una irlandesa). William amenazaba con revelar que Hitler tenía sangre judía corriendo por sus venas. Esto se relacionaba con reportajes de prensa que circulaban por entonces sobre sus orígenes familiares. Frank, supuestamente encargado por Hitler de investigar la historia de la familia, decía haber descubierto que Maria Anna Schicklgruber había dado a luz a su hijo cuando trabajaba de cocinera en Graz, en casa de una familia judía apellidada Frankenberger. No sólo eso: Frankenberger padre había pagado al parecer cantidades regulares para mantener al niño en nombre de su hijo, de unos diecinueve años de edad en la fecha de su nacimiento, hasta que el niño cumplió los catorce. Se habían intercambiado supuestamente cartas durante años entre Maria Anna Schicklgruber y los Frankenberger. Según Frank, Hitler declaró que sabía, por lo que su padre y su abuela le habían dicho, que su abuelo no era el judío de Graz, pero que como su abuela y su posterior marido eran muy pobres habían engañado al judío haciéndole creer que era el padre para que pagara por el mantenimiento del niño.
Esta historia de Frank llegó a difundirse mucho en la década de 1950. Pero la verdad es que no se tiene en pie. No había ninguna familia judía que se apellidase Frankenberger en Graz durante la década de 1930. En realidad no había ningún judío en toda la Estiria en esa época, porque hasta la década de 1860 no les estuvo permitido a los judíos vivir en esa parte de Austria. Vivía allí una familia apellidada Frankenreiter, pero no era judía. No hay prueba alguna de que Maria Anna estuviese alguna vez en Graz, y menos aún que fuese la cocinera del carnicero Leopold Frankenreiter. No ha aparecido jamás correspondencia alguna entre Maria Anna y una familia llamada Frankenberger o Frankenreiter. El hijo de Leopold Frankenreiter y supuesto padre del niño (según la historia que contó Frank y aceptando que sólo hubiese confundido los apellidos) en nombre del cual se dice que Frankenreiter se mostró dispuesto a pagar por el mantenimiento del niño durante trece años, tenía diez cuando el niño nació. La familia Frankenreiter estaba además pasándolo tan mal que no habría podido afrontar el pago de ningún dinero a Maria Anna Schicklgruber. Carece asimismo de credibilidad el comentario de Frank de que Hitler hubiese sabido por su abuela que la historia de Graz no era cierta: en la época en que nació Hitler su abuela llevaba ya cuarenta años muerta. Y es también dudoso lo de que Hitler recibiese una carta de su sobrino chantajeándole en 1930. Si hubiese sido así, Patrick (que se convirtió repetidamente en un engorro para sus intentos de sacar dinero a costa de su famoso tío) tuvo suerte de sobrevivir los años siguientes, que pasó mayoritariamente en Alemania, y de poder abandonar el país para siempre en diciembre de 1938. Sus “revelaciones”, cuando aparecieron en un periódico de París en agosto de 1939, no contenían nada sobre la historia de Graz. Ni tampoco una serie de investigaciones diversas de la Gestapo sobre los antecedentes de la familia de Hitler efectuados en las décadas de 1930 y 1940 contenían alusión alguna a los supuestos antecedentes de Graz. No pusieron al descubierto en realidad ningún terrible secreto oculto. Las memorias de Hans Frank, dictadas en un momento en que estaba esperando al verdugo y pasando claramente por una crisis psicológica, están llenas de inexactitudes y deben abordarse con precaución. Lo que dicen respecto a la historia del supuesto abuelo judío de Hitler carece de valor. El abuelo de Hitler, fuese quien fuese, no era un judío de Graz] pp. 32-34
Las pruebas que presenta Kershaw invalidando el testimonio de Hans Frank son abrumadoras. Sin embargo, yo me pregunto: ¿por qué querría Frank inventar una historia así? ¿Por qué iba a inventar una historia falsa sobre la familia de Hitler un hombre que estaba esperando la horca? ¿Crisis psicológica como interpreta Kershaw? A mí me parece extraño. Si Frank quisiera vengarse de alguna forma de Hitler, tenía un montón de historias mucho más verosímiles que revelar sobre los crímenes de Hitler durante el Tercer Reich. ¿Por qué contó esa historia?
Es más probable que todos los intentos de Hitler de eliminar el rastro de los orígenes de su familia, en este aspecto que tratamos, tengan que ver con cuestiones más propias de la salud mental y la moral de la época. Quizás Hitler quería ocultar los casos de demencia y suicidios en su familia. O tal vez pretendía esconder la conducta inmoral de su padre.
Steiner lanza un dardo envenenado en este sentido:
[“Aparte de que es poco glorioso tener una abuela pecadora y un abuelo verosímilmente adúltero, podían descubrirse otros molestos hechos. Su madre, Klara Poelzl, la tercera mujer de Alois, era nieta de Johann Nepomuk. Alois la desposó después de la muerte de su segunda esposa, Franziska Matzelsberger, con la cual vivió después de separarse de Anna Glassl. Con Franziska tuvo un hijo, Alois, que legitimó en 1883, después de la muerte de Anna y de su boda con Franziska. Tuvo de ella otra hija, Angela. Poco después, Franziska cayó enferma y Klara Poelzl, que había sido repudiada, volvió junto al matrimonio. Se desempeñaba allí como sirvienta, niñera y amante del dueño de la casa (del que ella era, después de la legitimación, prima en segundo grado). Coincidiendo casi con el momento de la muerte de Franziska (a la edad de veintitrés años, el 10 de agosto de 1884), Klara se dio cuenta de que estaba embarazada. Para poder casarse con Alois, pariente cercano, necesitaba una dispensa pontificia, que le fue acordada. El 7 de enero de 1885 tuvo lugar la boda en su apartamento, situado en una posada de la periferia de Braunau. Si la hipótesis de Maser es correcta, Alois era hermanastro de su suegra y, por lo tanto, tío de su mujer (por otra parte ésta lo llamaba así).
Klara dio a luz a su primer hijo, Gustav, el 17 de mayo de 1885. Otra hija, Ida, llegó al mundo el 25 de septiembre de 1886. Un tercero, Otto, falleció poco después de su nacimiento. A fines de 1887, Gustav e Ida murieron de difteria. Después de tres años de matrimonio, a Klara no le quedaban más que los dos hijos de Franziska. Sólo el 20 de abril de 1889, a las cinco y media de la tarde, dio a luz un nuevo hijo. Recibió el nombre de Adolf.”].
En fin, las especulaciones no tendrán fin. Pero yo me sigo preguntando: ¿por qué inventaría Hans Frank una historia tan retorcida y, aparentemente, insostenible?
Saludos cordiales
José Luis