La deshonra de Patton
Publicado: Mié Mar 01, 2006 4:21 am
¡Hola a todos!
Creo que éste es un buen subforo para abrir un topic que dé cuenta de los "incidentes" de las bofetadas e insultos que Patton propinó a dos soldados estadounidenses en agosto de 1943.
Me sirvo del libro de Charles M. Province, The Unknown Patton, libro que se puede leer en Internet. Este autor, que comprensiblemente ve con buenos ojos a Patton, describe la historia así:
[[Los incidentes de las bofetadas.-
Historia completa
Parte I
Se han escrito miles de palabras sobre “los incidentes de las bofetadas” que tuvieron lugar durante agosto de 1943 en la isla de Sicilia y casi acabaron con la carrera del general Patton, aunque poco se ha escrito de los hechos al completo; la historia completa.
Declararé la lista completa de hechos, las principales personas envueltas, y cómo actuaron o reaccionaron. Corresponderá al lector decidir por sí mismo si Patton tenía razón en estas acciones o si fue víctima de prácticas poco éticas.
Primero, la información registrada que ha sido publicada hasta la fecha. Diremos luego el resto de la historia que nunca ha visto con antelación la luz.
De una carta fechada el 16 de agosto de 1943 por el teniente coronel Perrin H. Long, del Cuerpo Médico, sobre el tema “Maltrato de pacientes en las tiendas de recepción”.
[Exposición 1. Soldado Charles H. Kuhl, Compañía L, 26º de Infantería, 1ª División, fue visto en la estación de ayuda el 2 de agosto de 1943. Se hizo un diagnóstico de “Agotamiento”. Fue evacuado a la Compañía C del 1º Batallón Médico. Se había hecho una nota en la Etiqueta Médica de Emergencia del paciente en la que se decía que había sido admitido en la Compañía C tres veces por “Agotamiento” durante la Campaña de Sicilia. De la Compañía C fue evacuado a la compañía de limpieza y fue puesto en “cuarteles” dándosele mytal sodium. El 3 de agosto de 1943 aparece la siguiente nota sobre el E.M.T. “Estado de ansiedad psico-neurótica –moderada severa” (el soldado había estado dos veces antes en el hospital en diez días. No se puede llevar al frente, evidentemente. Es devuelto repetidamente). Fue evacuado al 15º Hospital de Evacuación. Mientras estaba esperando en la tienda de recepción, el teniente general George S. Patton, Jr., entró en la tienda con el oficial comandante y otros oficiales médicos. El general habló con varios pacientes en la tienda de recepción elogiando especialmente a los heridos. Entonces se acercó al soldado Kuhl y le preguntó cuál era el problema. El soldado respondió: “Creo que no puedo soportarlo” [I guess I ca’t take it]. El general estalló inmediatamente, maldijo al soldado, le llamó cobarde en todas las maneras, entonces le abofeteó la cara con sus guantes y finalmente agarró al soldado por el pescuezo y lo sacó a patadas de la tienda. El soldado fue levantado inmediatamente por los hombres del cuerpo y llevado a una sala de la tienda. Se le encontró una temperatura de 102.2º F y presentó un cuadro de una diarrea crónica durante casi un mes, haciendo a veces hasta 10/12 deposiciones al día. Al día siguiente continuó su fiebre y se le encontraron manchas de sangre demostrativas de parásitos de malaria. Este hombre llevaba en el ejército ocho meses y con la 1ª División desde cerca del 2 de junio]
[Exposición 2. Soldado Paul G. Bennet, Batería C, del 17º de Artillería de Campaña, fue admitido en el 93º Hospital de Evacuación el 10 de agosto de 1943. Este paciente era un “chico” de 21 años que había servido cuatro años en el ejército regular. Su unidad había estado con el II Cuerpo desde Marzo y él nunca había tenido dificultades hasta el 6 de agosto, cuando fue herido su amigo. No pudo dormir esa noche y se sintió nervioso. Los proyectiles cayendo sobre él lo perturbaban. Al día siguiente estaba preocupado por su amigo y se puso más nervioso. Fue enviado al escalón de retaguardia por un ayudante de batería y allí el oficial médico le administró alguna medicina que le hizo dormir, pero todavía estaba nervioso y perturbado. Al día siguiente el oficial médico ordenó su evacuación, aunque el “chico” suplicaba no ser evacuado porque no quería dejar su unidad. El teniente general George S. Patton, Jr., entró en la tienda de recepción y habló a todos los heridos. El siguiente paciente estaba sentado acurrucado y estremeciéndose. Cuando se le preguntó cuál era su problema, respondió: “Son mis nervios”, y comenzó a sollozar. Entonces el general le gritó: “¿Qué dice usted?”. El hombre respondió: “Son mis nervios. Ya no puedo soportar los proyectiles”. Todavía estaba sollozando. El general entonces le chilló: “Un infierno, tus nervios; eres un maldito cobarde, un cobarde hijo de perra”. Entonces abofeteó al hombre y dijo: “Encerrad a este maldito gritón. No quiero a estos bravos hombres aquí viendo a un cobarde bastardo sentado aquí llorando”. Luego golpeó de nuevo al hombre arrancándole su caso y entró en la siguiente tienda. Luego se volvió al oficial recepcionista y chilló: “No admita a este cobarde bastardo; no hay ningún problema con él. No quiero tener los hospitales atiborrados con esos hijos de perra que no tienen agallas para luchar”. Luego se volvió nuevamente al hombre: “Vas a volver a las líneas del frente, y puede que te disparen y te maten, pero vas a ir a combatir. Si no lo haces te pondré contra un muro y dispondré un pelotón de fuego para matarte a propósito. De hecho,” dijo, buscando su pistola, “juro que te mato yo mismo, maldito cobarde lloricón”. Al dejar la tienda, el general todavía estaba chillando al oficial recepcionista para que enviara a ese cobarde hijo de perra a la línea del frente. Las enfermeras y los pacientes atraídos por los chillidos y las maldiciones vinieron de las tiendas adyacentes y fueron testigos de este disturbio. Los perjudiciales efectos de semejantes incidentes sobre los pacientes, sobre la moral profesional del personal médico y sobre la relación de paciente-médico son incalculables. Es imperativo que se tomen las medidas inmediatas para evitar la recurrencia de semejantes incidentes]
Estos informes se realizaron a través de la cadena de mando normal y llegaron finalmente al despacho del general Omar Bradley, que en esa época era subordinado de Patton. En vez de mostrar los informes a su superior, Bradley decidió asegurarlos de su mano y olvidar todo el asunto. Si se los hubiera enseñado a Patton, le hubiera mostrado, al menos, que sus acciones estaban siendo cuestionadas por sus oficiales médicos y quizás pudiera reconsiderarlas. Los oficiales médicos pasaron por encima de los canales normales y enviaron un segundo pliego de informes a través de los canales médicos al cuartel general de Eisenhower.]]
Bueno, no quiero seguir traduciendo para no hacerlo pesado. Resumiendo lo que siguió, el 17 de agosto de 1943, el general F. A. Blesse, cirujano jefe del AFHQ, entregó una carta de Eisenhower a Patton en la que le decía que estaba conmocionado al enterarse de las alegaciones contra su conducta personal. Le decía que esperaba que le pudiese demostrar que ninguna de ellas era verdadera, aunque aseguraba que las pruebas que tenía le habían convencido de que existían fundamentos para esos cargos. Expresaba su comprensión de que en los momentos que se vivían eran necesarias a veces las medidas drásticas para asegurar los objetivos deseados, pero que esas medidas no excusaban la brutalidad y el abuso de enfermos, ni la demostración de un temperamento incontrolable delante de subordinados.
El autor de libro, que tiene su página dedicada a la memoria de Patton, se muestra comprensiblemente favorable a paliar en alguna medida la conducta de Patton, y hace una llamada al término empleado por Eisenhower (enfermo) para explicar que para Patton la “fatiga de batalla” no era una enfermedad, cuestión que Patton creía firmemente.
Eisenhower sigue con su filípica a Patton, al que reconoce méritos y bla, bla, bla, pero le exige que le dé cuenta personal y secreta (Ike le dice que no hay registro de la carta que le envía en su cuartel general, excepto en sus expedientes secretos), y le aconseja que, si hay algún asomo de verdad en las alegaciones que recibió, pida perdón a los individuos afectados, y le advierte que no tolerará ninguna conducta semejante en su teatro de operaciones.
Patton nunca admitió que se había equivocado y en sus “disculpas” sólo explicó el por qué y el qué había hecho.
A pesar de que Eisenhower quiso mantener los incidentes en secreto (después de haber convencido al personal médico), la noticia del indecoroso e irregular comportamiento de Patton saltó al público de la mano del periodista Drew Pearson, y varios senadores y congresistas pidieron la dimisión de Patton. Un congresista incluso comparó a Patton con Hitler. Por otra parte, causó furor el que Eisenhower hubiera querido encubrir el asunto.
Bueno, la historia sigue, pero creo que hay suficiente para que deis vuestro parecer sobre este asunto tristemente famoso del general Patton.
Saludos cordiales
José Luis
Creo que éste es un buen subforo para abrir un topic que dé cuenta de los "incidentes" de las bofetadas e insultos que Patton propinó a dos soldados estadounidenses en agosto de 1943.
Me sirvo del libro de Charles M. Province, The Unknown Patton, libro que se puede leer en Internet. Este autor, que comprensiblemente ve con buenos ojos a Patton, describe la historia así:
[[Los incidentes de las bofetadas.-
Historia completa
Parte I
Se han escrito miles de palabras sobre “los incidentes de las bofetadas” que tuvieron lugar durante agosto de 1943 en la isla de Sicilia y casi acabaron con la carrera del general Patton, aunque poco se ha escrito de los hechos al completo; la historia completa.
Declararé la lista completa de hechos, las principales personas envueltas, y cómo actuaron o reaccionaron. Corresponderá al lector decidir por sí mismo si Patton tenía razón en estas acciones o si fue víctima de prácticas poco éticas.
Primero, la información registrada que ha sido publicada hasta la fecha. Diremos luego el resto de la historia que nunca ha visto con antelación la luz.
De una carta fechada el 16 de agosto de 1943 por el teniente coronel Perrin H. Long, del Cuerpo Médico, sobre el tema “Maltrato de pacientes en las tiendas de recepción”.
[Exposición 1. Soldado Charles H. Kuhl, Compañía L, 26º de Infantería, 1ª División, fue visto en la estación de ayuda el 2 de agosto de 1943. Se hizo un diagnóstico de “Agotamiento”. Fue evacuado a la Compañía C del 1º Batallón Médico. Se había hecho una nota en la Etiqueta Médica de Emergencia del paciente en la que se decía que había sido admitido en la Compañía C tres veces por “Agotamiento” durante la Campaña de Sicilia. De la Compañía C fue evacuado a la compañía de limpieza y fue puesto en “cuarteles” dándosele mytal sodium. El 3 de agosto de 1943 aparece la siguiente nota sobre el E.M.T. “Estado de ansiedad psico-neurótica –moderada severa” (el soldado había estado dos veces antes en el hospital en diez días. No se puede llevar al frente, evidentemente. Es devuelto repetidamente). Fue evacuado al 15º Hospital de Evacuación. Mientras estaba esperando en la tienda de recepción, el teniente general George S. Patton, Jr., entró en la tienda con el oficial comandante y otros oficiales médicos. El general habló con varios pacientes en la tienda de recepción elogiando especialmente a los heridos. Entonces se acercó al soldado Kuhl y le preguntó cuál era el problema. El soldado respondió: “Creo que no puedo soportarlo” [I guess I ca’t take it]. El general estalló inmediatamente, maldijo al soldado, le llamó cobarde en todas las maneras, entonces le abofeteó la cara con sus guantes y finalmente agarró al soldado por el pescuezo y lo sacó a patadas de la tienda. El soldado fue levantado inmediatamente por los hombres del cuerpo y llevado a una sala de la tienda. Se le encontró una temperatura de 102.2º F y presentó un cuadro de una diarrea crónica durante casi un mes, haciendo a veces hasta 10/12 deposiciones al día. Al día siguiente continuó su fiebre y se le encontraron manchas de sangre demostrativas de parásitos de malaria. Este hombre llevaba en el ejército ocho meses y con la 1ª División desde cerca del 2 de junio]
[Exposición 2. Soldado Paul G. Bennet, Batería C, del 17º de Artillería de Campaña, fue admitido en el 93º Hospital de Evacuación el 10 de agosto de 1943. Este paciente era un “chico” de 21 años que había servido cuatro años en el ejército regular. Su unidad había estado con el II Cuerpo desde Marzo y él nunca había tenido dificultades hasta el 6 de agosto, cuando fue herido su amigo. No pudo dormir esa noche y se sintió nervioso. Los proyectiles cayendo sobre él lo perturbaban. Al día siguiente estaba preocupado por su amigo y se puso más nervioso. Fue enviado al escalón de retaguardia por un ayudante de batería y allí el oficial médico le administró alguna medicina que le hizo dormir, pero todavía estaba nervioso y perturbado. Al día siguiente el oficial médico ordenó su evacuación, aunque el “chico” suplicaba no ser evacuado porque no quería dejar su unidad. El teniente general George S. Patton, Jr., entró en la tienda de recepción y habló a todos los heridos. El siguiente paciente estaba sentado acurrucado y estremeciéndose. Cuando se le preguntó cuál era su problema, respondió: “Son mis nervios”, y comenzó a sollozar. Entonces el general le gritó: “¿Qué dice usted?”. El hombre respondió: “Son mis nervios. Ya no puedo soportar los proyectiles”. Todavía estaba sollozando. El general entonces le chilló: “Un infierno, tus nervios; eres un maldito cobarde, un cobarde hijo de perra”. Entonces abofeteó al hombre y dijo: “Encerrad a este maldito gritón. No quiero a estos bravos hombres aquí viendo a un cobarde bastardo sentado aquí llorando”. Luego golpeó de nuevo al hombre arrancándole su caso y entró en la siguiente tienda. Luego se volvió al oficial recepcionista y chilló: “No admita a este cobarde bastardo; no hay ningún problema con él. No quiero tener los hospitales atiborrados con esos hijos de perra que no tienen agallas para luchar”. Luego se volvió nuevamente al hombre: “Vas a volver a las líneas del frente, y puede que te disparen y te maten, pero vas a ir a combatir. Si no lo haces te pondré contra un muro y dispondré un pelotón de fuego para matarte a propósito. De hecho,” dijo, buscando su pistola, “juro que te mato yo mismo, maldito cobarde lloricón”. Al dejar la tienda, el general todavía estaba chillando al oficial recepcionista para que enviara a ese cobarde hijo de perra a la línea del frente. Las enfermeras y los pacientes atraídos por los chillidos y las maldiciones vinieron de las tiendas adyacentes y fueron testigos de este disturbio. Los perjudiciales efectos de semejantes incidentes sobre los pacientes, sobre la moral profesional del personal médico y sobre la relación de paciente-médico son incalculables. Es imperativo que se tomen las medidas inmediatas para evitar la recurrencia de semejantes incidentes]
Estos informes se realizaron a través de la cadena de mando normal y llegaron finalmente al despacho del general Omar Bradley, que en esa época era subordinado de Patton. En vez de mostrar los informes a su superior, Bradley decidió asegurarlos de su mano y olvidar todo el asunto. Si se los hubiera enseñado a Patton, le hubiera mostrado, al menos, que sus acciones estaban siendo cuestionadas por sus oficiales médicos y quizás pudiera reconsiderarlas. Los oficiales médicos pasaron por encima de los canales normales y enviaron un segundo pliego de informes a través de los canales médicos al cuartel general de Eisenhower.]]
Bueno, no quiero seguir traduciendo para no hacerlo pesado. Resumiendo lo que siguió, el 17 de agosto de 1943, el general F. A. Blesse, cirujano jefe del AFHQ, entregó una carta de Eisenhower a Patton en la que le decía que estaba conmocionado al enterarse de las alegaciones contra su conducta personal. Le decía que esperaba que le pudiese demostrar que ninguna de ellas era verdadera, aunque aseguraba que las pruebas que tenía le habían convencido de que existían fundamentos para esos cargos. Expresaba su comprensión de que en los momentos que se vivían eran necesarias a veces las medidas drásticas para asegurar los objetivos deseados, pero que esas medidas no excusaban la brutalidad y el abuso de enfermos, ni la demostración de un temperamento incontrolable delante de subordinados.
El autor de libro, que tiene su página dedicada a la memoria de Patton, se muestra comprensiblemente favorable a paliar en alguna medida la conducta de Patton, y hace una llamada al término empleado por Eisenhower (enfermo) para explicar que para Patton la “fatiga de batalla” no era una enfermedad, cuestión que Patton creía firmemente.
Eisenhower sigue con su filípica a Patton, al que reconoce méritos y bla, bla, bla, pero le exige que le dé cuenta personal y secreta (Ike le dice que no hay registro de la carta que le envía en su cuartel general, excepto en sus expedientes secretos), y le aconseja que, si hay algún asomo de verdad en las alegaciones que recibió, pida perdón a los individuos afectados, y le advierte que no tolerará ninguna conducta semejante en su teatro de operaciones.
Patton nunca admitió que se había equivocado y en sus “disculpas” sólo explicó el por qué y el qué había hecho.
A pesar de que Eisenhower quiso mantener los incidentes en secreto (después de haber convencido al personal médico), la noticia del indecoroso e irregular comportamiento de Patton saltó al público de la mano del periodista Drew Pearson, y varios senadores y congresistas pidieron la dimisión de Patton. Un congresista incluso comparó a Patton con Hitler. Por otra parte, causó furor el que Eisenhower hubiera querido encubrir el asunto.
Bueno, la historia sigue, pero creo que hay suficiente para que deis vuestro parecer sobre este asunto tristemente famoso del general Patton.
Saludos cordiales
José Luis