John Malcolm Thorpe Fleming Churchill

Todos los personajes de la Segunda Guerra Mundial

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Ivanrebollo
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John Malcolm Thorpe Fleming Churchill

Mensaje por Ivanrebollo » Sab Oct 09, 2010 5:26 pm

No estaba seguro de si escribir este mensaje como presentación o en el apartado de biografías. Al final me he decidido por éste, pues más allá de la habitual presentación, que comparto (estoy encantado de estar en este foro, me encnata la historia y la IIGM en particular, espero poder aportar mucho), me gustaría mencionar aquello que sí podré aportar al foro, y el motivo detrás de cuantas preguntas o solicitudes plantee en él.

Imagen
fuente http://upload.wikimedia.org/wikipedia/c ... rchill.jpg

Así pues, me voy a permitir colaros un breve relato a modo de introducción. Dadme el beneficio de la duda, por favor:

El guerrero inglés se acercó a hurtadillas junto a sus compañeros hasta alcanzar el granero que había divisado. Subió hasta el pajar y desde ahí observó detenidamente el pueblucho francés que estaban tratando de defender frente a las acometidas cada vez más virulentas de los teutones. De pronto, su mano se crispó cerrándose firmemente alrededor de la empuñadura de la espada escocesa que colgada de su cinto: cinco soldados enemigos se parapetaban tras un muro, escondidos de cualquier observador salvo de ese veterano soldado de Oxfordshire.

Una traviesa sonrisa perfiló por un instante su bigote, pero la ocultó antes de girarse e indicar con señas a sus compañeros que esperasen a que él hubiera disparado antes de hacerlo ellos.

Con un movimiento mil veces ensayado seleccionó una de las flechas, la encajó en la cuerda del arco, alzó éste apuntando cuidadosamente al soldado del centro y lo tensó hasta casi tocar con los dedos la comisura de sus labios. Casi no se dio cuenta de que la cuerda se deslizaba por las yemas encallecidas de sus dedos, liberando de golpe las varias docenas de libras de fuerza contenidas en la madera de tejo, señal inequívoca de que el tiro sería preciso.

La saeta voló silenciosamente a través las treinta yardas que los separaba del torso del enemigo escogido para acabar incrustándose firmemente a la izquierda de su pecho. Era la señal que estaba esperando su soldadesca para liquidar al resto de alemanes.

Jack, al que todos llamaban Jack el Loco, saltó del granero con la intención de recuperar su flecha, pero otros alemanes se acercaban y el astil prácticamente atravesaba el cuerpo del muerto, por lo que desistió al segundo intento y huyó, llevándose, eso sí, el casco del enemigo abatido como trofeo.

Entre las felicitaciones de sus soldados él no dejaba de mascullar por lo bajo, lamentándose de la fecha perdida mientras miraba la esvástica pintada en el casco del soldado nazi: le había costado media guinea y hacía siglos que el ejército de su majestad no pagaba las flechas a sus oficiales, tan solo balas y otras armas propias del siglo XX en curso…


Si habéis llegado hasta aquí, os doy las gracias. Aunque me imagino que muchos de vosotros habréis oido hablar de él, os presento a alguien que ya es casi de la familia para mi: John Malcolm Thorpe Fleming Churchill, también conocido entre sus compañeros del Commando nº 2 como "Mad Jack", apodo que honró durante toda su vida.

Me encontré con la historia de este personaje hace bastante tiempo, cuando un encantador ancianito vino a la residencia de estudiantes de Manchester, donde estudiaba el verano antes de entrar en la universidad, para contarnos sus "batallitas". Las batallitas resultaron eso, batallas y experiencias de un navegante de bombardero durante la II GM, y el puñetero anciano nos dejó a ocho adolescentes babeantes de admiración. El caso es que uno de mis compañeros sacó a colación que a mi me encantaba la esgrima histórica y él lo oyó, así que me dijo que él había conocido "the last swordman in the english army, the last warrior to wear and use a real sword in the war". Y me habló de Jack. Con el tiempo investigar su vida se ha convertido en un hobby que algún día dará lugar a una biografía de tamaño personaje.

Ahora mismo ya estoy escribiendo cuando mi trabajo y mi hija me dejan tiempo, aunque aun tengo que realizar algo de investigación sobre determinados aspectos de su vida. El caso es que una de las cuestiones que más me preocupa es no cometer errores en la ambientación de las hazañas que este individuo hizo. Por ejemplo, tengo escrito un segundo borrador sobre su paso por Dunkerque y he descubierto de fuentes 100% fidedignas que su primera DSO fue por salvar a un tripulante de un tanque encallado bajo fuego enemigo. Pero nada más.

En mi narración de los hechos me veo obligado a tirar de la imaginación, pero prefiero hacerlo diciendo que el tanque era un Matilda que estaba encallado por un impacto en sus cadenas, cosa que parece era común por un defecto en el diseño de su blindaje, que hablar de que se le había pinchado una rueda. Me seguís, verdad?

A cambio de solventar pequeñas dudas por el estilo os ofreceré una muestra bastante exhaustiva de lo que he podido recopilar sobre Mad Jack, además de cualesquiera otros temas en los que piense que puedo aportar algo. Además, no creo que esas preguntas sean tan molestas al fin y al cabo, pues pueden dar lugar a temas interesantes (por ejemplo, me consta que Jack prefería utilizar en los Commandos el Garand americano al Lee-Enfield; si bien es cierto que a los Commando se les proporcionaban las mejores armas, ese "privilegio" incluia poner a su disposición armamento americano en general o se trataría de un privilegio específico por su rango).

Y como no me gusta prometer sin responder, aporto un rara-avis. De Jack se pueden encontrar varios artículos en la red, pero la mayoría reproducen lo escrito en la Wikipedia y en un buen artículo de 2005.

Lo único escrito sobre él de más de cinco páginas es un librito que hizo uno de sus mejores amigos, Rex King-Clark, con motivo de su muerte en 1996, "Unlimited Boldness". La copia a la que tuve acceso me la proporcionó su sobrino-nieto y me he permitido traducirla al español. Tras solicitar permiso al Museo del Manchester Regiment, la pondré en breve a vuestra disposición, en cuanto descubra como cargar el archivo a megaupload o algo asi (no descarto copiar y pegar directamente en un mensaje, pero me sabe mal no respetar el formato original)

Un saludo

Ivanrebollo
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JUnlimited Boldness. Parte 1

Mensaje por Ivanrebollo » Sab Oct 09, 2010 5:38 pm

No hay forma de hacerlo con la conexión que padezco en el Empordà, así que copio el texto. Más adelante subiré las fotografias que lo acompañan, que aunque de pobre calidad (fotocopias de fotocopias) son muy interesantes. He aquí la primera parte.

Unlimited Boldness, de Rex King-Clark.

Durante más de sesenta años Jack Churchill fue mi amigo y, en ocasiones, mi compañero.

Que era inteligente, realista, versado en un amplio espectro de disciplinas (algunas decididamente esotéricas) no puede negarlo nadie; que por naturaleza era un individualista, un romántico, un excéntrico de deslumbrante estilo e iniciativa y, ante todo, un formidable luchador en la guerra, es igualmente innegable.

En la Segunda Guerra Mundial la prensa percibió que estas últimas cualidades, estando además aderezadas por su gusto por la “audacia ilimitada”, serían de mayor interés para los lectores que las primeras, por lo que le bautizaron como ”Mad Jack”♣, ¡y el apodo cuajó!

* * *

La actitud y las gestas de Jack en la Segunda Guerra Mundial de hecho fueron simplemente una extensión del entusiasmo por vivir que ya había demostrado en los años anteriores a 1939, con la ventaja de que dicho conflicto ofrecía más oportunidades de aventura.

Para apreciar en su plenitud su hoja de servicios durante la guerra quizás ayude rememorar un poco de lo acaecido en esos años de entreguerras y algunas de las singulares anécdotas que protagonizó durante esa época.

John Malcolm Torpe Fleming Churchill, miembro de una familia con cierto abolengo de Oxfordshire, nació en 1906, siendo el mayor de los tres hijos de Alec y Elinor Churchill; su padre fue Director de Obras Públicas en Hong Kong durante muchos años.
Tras pasar por Dragon School, Oxford y King William’s Collage, en la Isla de Man, se graduó en la academia militar de Sandhurst y el 4 de febrero de 1926 Jack fue asignado al Regimiento de Manchester. Entre 1926 y 1932 sirvió con su 2º Batallón en la India y en Birmania, incluyendo servicio durante las revueltas birmanas de 1930-1932, por el cual recibió su primera condecoración: la Medalla al Servicio General de la India con Broche Birmano .

En esos tiempos ya era un apasionado motociclista, como lo sería durante el resto de su vida. En 1927 le enviaron desde Rangún a un curso de señalización en Poona, al cual se llevó su motocicleta Zenith, modelo 1923 OHV. Al finalizar el curso en abril decidió realizar las mil quinientas millas de viaje a través de la India en moto hasta Calcuta, donde tomaría el barco con el que incorporarse a su Batallón. El viaje, que con toda seguridad no había sido realizado nunca en moto hasta la fecha, se interrumpió temporalmente cerca de Indore, en el centro del subcontinente, cuando de repente un búfalo se cruzó en su camino y no pudo evitar embestirlo, aunque finalmente lograría completar su trayecto.

En Birmania, en 1926, había realizado una travesía también en la Zenith siguiendo la línea del ferrocarril, pues entonces no existían carreteras, desde Maymyo a Rangún vía Mandalay (unas quinientas millas) “para visitar a un amigo”. “Estaban esos puentes sobre los numerosos Kyaungs (lechos fluviales) que eran un problema” me explicó Jack en una ocasión. “No había nada entre las traviesas de las vías, por lo que tuve que empujar la moto a mano sobre el rail mientras iba saltando de traviesa en traviesa”. ¡Pero lo consiguió hacer!

Mientras Jack estuvo acuartelado en Maymyo con los Cameron Highlanders quedó fascinado por la gaita del Regimiento y se hizo pupilo de su mejor gaitero mayor. Tiempo después, de vuelta en Inglaterra, fue tutelado por Donald Fraser, un antiguo gaitero mayor de los Seaforths que en 1882 había tocado durante la batalla de Tel-el-Kebir en Egipto. En su momento Jack resultó ser un soberbio intérprete de la gran gaita escocesa de guerra.

En 1932 Jack regresó a casa, reuniéndose en 1934 con el 2º de Manchesters en Strensall, cerca de York, tras el periplo extranjero de catorce años del Batallón en Birmania, India, las islas Andamán, Sudán y Chipre. Fue ese año en Strensall, a través de mi escuela escocesa (Loreto) y Sandhurst, que conocí por primera vez a Jack, haciéndonos buenos amigos al estilo de los alférez.

Dos años después, en 1936, tras diez años de servicio, con 29 años Jack presentó su dimisión. No sería injusto decir que su actitud hacia la vida militar en esos momentos era, tal y como dijo Dryden:

“Pleased with the danger, when the waves went high
He sought the storms; but for the calm unfit.”♣

Algunas excentricidades, provocadas sin lugar a dudas por la frustración, tales como dar una serenata a las tres de la madrugada al ordenanza en la sala de guardias, o al preparar su examen de promoción estudiar ex profeso una campaña preestablecida errónea, quizás le impidieron cualquier oportunidad de ascenso en esos tiempos e hicieron la ruptura con el Ejército, tras una charla con su oficial al mando, inevitable.

En agosto de 1936 me vi envuelto en un accidente de aviación, por lo que tras salir del hospital el Ejército me dio varios meses de permiso por baja médica. Ante la disquisición de qué hacer con tanto tiempo libre invité a Jack a unírseme en un viaje a través de Europa en mi coche. Jack no dejó escapar la oportunidad y desde octubre de 1936 a enero de 1937 conseguimos vernos envueltos (como en otros sitios se ha explicado) en una serie de aventuras (algunas hilarantes, otras extremadamente alarmantes para mí, todas ellas instigadas por Jack y todas ellas resueltas gracias a nuestros kilts y nuestras gaitas!). Esta expedición me dio a conocer por primera vez la pasta de la que Jack estaba hecho realmente.

Durante los siguientes dos años, en los que estuve destinado en el extranjero con mi Batallón, el 1º de los Manchesters, Jack volvió a casa y se involucró en algunas aventuras comerciales, no siempre beneficiosas, relacionadas con la Guerra Civil Española. También continuó tocando la gaita con tanta pericia que llegó a finalizar en segundo lugar en la clasificación de oficiales del campeonato de gaitas celebrado durante el Festival de Andeshot en junio de 1930 (el único ingles entre setenta participantes, lo cual fue recogido por los titulares del Daily Mirror como “Inglés vence a numerosos gaiteros escoceses”, al puro estilo de “hombre muerde a perro”) y, finalmente, siguió desarrollando sus habilidades en el tiro con arco, que había adoptado como hobby mientras estaba en el cuartel de su Regimiento tras su regreso de Birmania, hasta el punto de ser seleccionado como miembro del equipo británico que acudió al Campeonato Mundial celebrado en Oslo en 1939. Volvió de este evento justo a tiempo para reanudar su verdadera vocación, la guerra.

Imagen
fuente http://www.lodgedevotion.net/_/rsrc/134 ... age096.gif

Durante la Guerra Falsa (desde Septiembre de 1939 al 10 de mayo de 1940) ambos servimos en la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF) con el 2º de Manchesters en el Batallón de ametralladoras del 1º Cuerpo, estacionado bajo el mando de la 2ª División en las defensas subterráneas de la frontera entre Francia y Bélgica que nunca llegaríamos a utilizar. Nos visitaríamos con cierta regularidad en nuestros respectivos centros de mando, bebiendo “terciopelo negro” (cerveza negra con champagne a 25 peniques la botella) y charlando sobre los viejos tiempos y los que habían de venir. En alguna ocasión llegaríamos a hacer incursiones en la vida nocturna de Lille, la cual era bastante agitada en aquellos extraños e inquietantes meses.

En diciembre de 1939 Jack realizó un periodo de servicio con la Compañía D, de la que era segundo al mando, conjuntamente con el ejército francés a lo largo de la Línea Maginot. Sus actos en patrullas contra los puestos avanzados alemanes con su arco y flechas en ese crudo invierno forman parte de la historia de la toxofilia. Tras esto desapareció durante una temporada, como voluntario, en la fuerza que debía asistir a los finlandeses en su guerra contra la invasión rusa de su país. Ello le proporcionó un par de placenteras semanas en Chamonix, realizando entrenamiento de esquí, además de un permiso a casa antes de que la expedición fuera cancelada.

Para cuando los alemanes invadieron Holanda y Bélgica el 10 de mayo de 1940, había regresado con el Manchesters y fue en ese momento cuando Jack, al igual que Rommel en la descripción que le hiciera Charles Douglas-Home, realmente se convirtió en “un hombre poseído, mantenido casi hasta la adicción, por la adrenalina de la guerra”. Su carrera subsiguiente durante la guerra fue, en verdad, absolutamente sorprendente.

Siendo en esencia un individualista, en las operaciones peligrosas Jack siempre prefirió tener a su lado únicamente a sus pocos elegidos (medias puntas a su posición de delantero centro) en los que podía confiar que reaccionarían tal y como él lo haría. Pensaba, con razón, que en el ataque una fuerza muy pequeña y audaz muchas veces podía conseguir una mayor penetración beneficiándose de la sorpresa que un cuerpo mucho más grande. Sin embargo, no siempre tuvo en consideración, en su entusiasmo, que ese cuerpo mayor quizás sería necesario para finalizar el negocio y mantener el terreno ganado. O, si efectivamente apreció esa circunstancia, como comandante muy pocas veces estaba en situación de disponerlo, en cuanto, en la mayoría de ocasiones, Jack estaría literalmente espada en mano (había convertido en norma personal llevar siempre su espada a la batalla) liderando el ataque con sus “medias puntas” a sus espaldas y nadie más a la vista.

En su defensa, uno no puede decir más que, si una posición resultaba insostenible, él era el último en abandonarla, y nunca sin un tiro parto por encima de su hombro.

Para mí, como cronista, la intensa guerra de Jack tuvo cinco episodios destacables, mezcla de seriedad y desenfado.

* * *

El primero fue su actuación en la segunda quincena de mayo de 1940, durante la retirada a Dunkerque desde las posiciones de las Fuerzas Expedicionarias Británicas en el río Dyle, al este de Bruselas. Previamente, Tommy Woolsey (más tarde Teniente Coronel E.F. Wooley, DSO), oficial de su Compañía, había sido herido, por lo que Jack tuvo que asumir el mando de la Compañía D.

Su logro más destacado durante la retirada, por el cual le fue concedida la Cruz Militar, ocurrió el 27 de mayo de 1940. Ese día, liderando un pequeño contingente formado por tropas del Manchester y de otras unidades de la 4ª Brigada de Infantería, defendió la villa de L’Epinette, cerca de Bethure, contra un virulento ataque enemigo. Pero lo que le dio a la acción su particular toque “Jack Churchill” fue el uso de su arco largo galés. Tal y como describió Donald Featherstone en su libro “Los arqueros de Inglaterra”: “Escalando al pajar de un pequeño granero (en L’Epinette) [···] el Capitán Churchill vio, a unas treinta yardas, cinco alemanes parapetados tras un muro pero claramente visibles desde el granero [···] el Capitán Churchill alzó su arco, apuntó cuidadosamente y soltó la flecha [···] para verla embestir al alemán del centro en la parte izquierda de su torso, penetrando profundamente en su cuerpo”. Tiempo después el puesto de mando de la 4ª Brigada dejaría constancia en su Diario de Guerra de lo siguiente: “Una de las imágenes más reconfortantes del embarque fue la visión del Capitán Churchill cruzando la playa de Dunkerque con su arco y sus flechas. Su gran ejemplo y su magnífico trabajo [···] fueron una ayuda enorme para la 4ª Brigada de Infantería.”

Poco después de la acción de la acción en L’Epinette (la cual no había llegado aún a mi conocimiento) me encontraba charlando con un oficial artillero, sentado en la terraza de un pequeño café de carretera con los restos de mi Compañía a mi alrededor, cuando apareció una pequeña motocicleta que se acercaba a nosotros a través de los llanos y desiertos campos de Flandes.

Aún se encontraba bastante lejos cuando pude reconocer, a la luz de esa primavera de espléndido tiempo, el pelo rubio y el feroz bigote del conductor, por lo que corrí a la polvorienta carretera agitando los brazos. La motocicleta se detuvo a pocos centímetros de mí. “¡Jack!” grité. Él me sonrió, las arrugas de su cara acentuadas por la mugre: “¡Ah!, ¡Hola, Clark! ¿Tienes algo para beber?” y aparcó la moto uniéndose a nosotros en la mesa, relajando sus fuertes manos, negras por el polvo, en su regazo.

Miré a la moto. Su arco galés estaba atado al chasis: en una de las alforjas sujetas a la rueda trasera pude observar el borde de su casco, mientras que del otro sobresalían las astas y las plumas de diversas flechas. Encima del faro descansaba un casco alemán, un recuerdo de su aventura en L’Epinette, según nos explicó Jack. Mientras hablaba noté que tenía sangre seca en el lóbulo de su oreja izquierda y en su cuello. “¿Qué es eso?” le pregunté, y nos explicó como ese mismo día, por la mañana, una ametralladora enemiga empezó a disparar sobre la calle del pueblo que estaba cruzando a pie, mientras sus soldados le gritaban que corriera. “Pero no pude” dijo “estaba demasiado cansado” y una bala le rozó la oreja.

Aproximadamente a finales de junio de 1940, unas semanas después de la evacuación de Dunkerque en la que, por cortesía de la Armada Real, regresamos Jack y yo, cuando se requirieron voluntarios tanto del Ejército como de la misma Armada para lo que vendrían a denominarse los Comandos. La respuesta fue inmediata. Probablemente Jack fuera el primer voluntario: era un traje hecho a su medida.

* * *

El segundo episodio (con ciertos toques cómicos) fue el papel que jugó en su primera operación de comando, la incursión en Vaagso (un grupo de islitas en la boca del Gran Fiordo del Norte en la costa oeste de Noruega, a unas doscientas cincuenta millas al noreste de las islas Shetlands) el 27 de diciembre de 1941, donde lideró las tropas del Comando Número 3 en el asalto a la batería costera de la isla Maaloy, fuertemente defendida.

Habiendo tocando la tonada “La marcha de los hombres de Cameron” mientras su bote de desembarco llegaba a la costa (para especial deleite de la prensa a posteriori), saltó espada en mano a la playa y desapareció entre la pantalla de humo que previamente habían creado los aviones Hampdens de las Reales Fuerzas Aéreas. Afortunadamente, la sorpresa fue completa y la isla fue tomada sin mayores dificultades. Mientras celebraba el triunfo con una botella de Moselle hallada en la oficina de mando alemana, una carga de demolición explotó en las cercanías. La botella se rompió entre sus manos y un trozo de vidrio le provocó un profundo corte en la frente. El resultado de la incursión recibió una respuesta entusiasta por parte del público en Inglaterra, por lo que Jack obtuvo una publicidad considerable, a la cual no era reacio. Su “herida” sanó rápidamente; de hecho, demasiado rápido. “Tuve que retocármela de vez en cuando con el pintalabios de Rosamund (su esposa) para mantener la historia del héroe herido” me comentaría después.

* * *

El tercer episodio cubre una acción muy diferente, además de tratarse de una muy bien documentada. Se trata de los logros de Jack en septiembre de 1943, durante el desembarco en Salerno, el principal asalto angloameriano sobre Italia. En esos momentos se encontraba al mando del Comando Número 2. La noche del 15 de septiembre el comandante de la 167 ª Brigada de Infantería, bajo cuyas órdenes se encontraba ese día, le ordenó que organizara una incursión con el objetivo de tomar prisioneros en el valle cercano a Pigoletti, un pueblo fuertemente defendido por los alemanes situado en un risco al borde de un escarpado y boscoso valle.

La tarde del 15 de septiembre de 1943 en la cabeza de playa de Salerno, poco antes del ataque del Comando Número 2 a la colina de Pigoletti. Jack es el más cercano a la cámara (nótese la guardia de su espada escocesa por encima de su mochila). El Teniente General Dick McCreary, Comandante del 10º Cuerpo, apunta a los objetivos con el General de Brigada Firth, Comandante de la 165º Brigada de la 56ª División (Londres) a su izquierda y el Teniente Coronel Cleyghone, al mando del 9º de Fusileros Reales, en el extremo, bebiendo una taza de té.

Jack, espada en mano y seguido a veinte yardas por su “media punta” el Cabo Ruffell, se adelantó al resto de sus hombres y, en la oscuridad, se internó en el pueblo sin ser visto por el enemigo.

Tiempo después me escribiría: “Tras capturar el primer puesto de guardia doble le entregué uno de los centinelas a Ruffell, deslicé el nudo corredizo del cordel de mi revolver por el cuello del otro y, con la punta de mi espada en su espalda, fuimos visitando al resto de centinelas, haciendo que los hunos se identificaran cada vez que eran requeridos, de tal forma que capturamos Pigoletti y los cuarenta y dos miembros de la sección al completo, además de un mortero de 81 milímetros y sus accesorios.” Dejando los restos de uno de sus pelotones en Pigoletti a cargo de Joe Nichol, el único oficial superviviente (tiempo después Capellán de Store School), Jack condujo con otros dos soldados a los prisioneros descendiendo la escarpada colina hacia el área controlada por la Brigada.

Más tarde explicaría: “Siempre conduzco a mis prisioneros haciéndoles llevar sus propias armas: les hace cansarse más. Tan solo cojo los cerrojos de sus rifles y las pongo en un macuto que carga uno de los prisioneros. Los prisioneros también llevaron el mortero y cuantas bombas pudieron cargar, además de una tartana con cinco heridos en ella. Cuando llegamos a nuestra base les di de comer junto a nuestros soldados como si fueran otro pelotón y les envié, con el resto de prisioneros capturados por los otros pelotones (en total un centenar) al rudimentario campo de prisioneros, que hasta entonces estaba virtualmente vacío. Esos magníficos alemanes se fueron a dormir tan solo tras haber colocado el mortero con las bombas a su alrededor y haber apilado cuidadosamente sus rifles. Posteriormente se me comunicó que, a la mañana siguiente, ellos mismos quisieron limpiar el rocío acumulado durante la noche en el mortero y los rifles. Cuando el viejo topo que dirigía el (vacío) campo de prisioneros apareció tras desayunar no pudo disimular su estupefacción al encontrarlo prácticamente lleno. “¿Qué ha pasado?” se quejó a McCreary, quién estalló en carcajadas”.

Jack continuó: “Yo sostengo que, siempre que le digas a un alemán alto y claro qué tiene que hacer, si eres superior él gritará “jawohl!” y se entregará a ello entusiasta y eficientemente independientemente de cual sea la situación a su alrededor. Eso es lo que les hace unos soldados tan maravillosos!” (lo que Evelyn Waugh, creo recordar, llamaba “la negativa gracia de la obediencia”).

Jack, una vez depositados los prisioneros en el campo, regresó sin descanso alguno a eso de la una de la mañana a la escarpada cordillera de Pigoletti, donde en los siguientes días hubo “una durísima serie de ataques y contraataques; tuvimos muchísimas bajas, incluido el Duque de Wellington, que estaba asignado a mi Comando”. De hecho, Hilary St. George-Sanders relata en su libro The Green Beret que el Comando Número 2 y el Comando de Marines Reales Número 41 sufrieron 367 bajas, heridos o desaparecidos de los 738 oficiales y soldados que lucharon entre el 9 y el 19 de septiembre de 1943, prácticamente la mitad. “No perdimos ningún prisionero”.

Siempre he entendido que Jack fue propuesto para la Cruz de la Victoria por su excepcional hacer en Pigoletti el 15 de septiembre, lo cual según se ha dicho salvó el desembarco en Salerno en un momento crítico. En algún punto del proceso, quizás por la naturaleza individualista de su logro (Jack mismo lo describió “Un poquito a lo Errol Flynn”) quedó diluido a una Orden de Servicio Distinguido. Sea cierto o no, sin lugar a dudas la Cruz de la Victoria ha sido otorgada por muestras mucho menores de valor.

* * *

El cuarto episodio transcurre durante el periodo comprendido entre junio de 1944 y abril de 1945. Durante la noche del 3 al 4 de junio, Jack fue tomado prisionero durante el asalto a la isla de Brac en la costa dálmata, realizado desde la cercana isla de Vis. Esta última era la base de la 2ª Brigada del Servicio Especial en el Adriático desde la que, junto a las fuerzas partisanas yugoslavas, estuvieron hostigando e inmovilizando las formaciones costeras alemanas. La aportación de Jack en esa operación se describe con detalle en el libro de Hilary St. George-Saunders, en el que explica como Jack, al mando de la fuerza de asalto y en Compañía de una gran unidad de partisanos yugoslavos dirigió el ataque nocturno al punto estratégico de la Colina 622 tocando su gaita a la cabeza del Comando de Marines Reales Número 40 (el Teniente Coronel J.C. “Pops” Manners, DSO, al mando de la unidad, murió al lado de Jack durante este ataque). Bajo un intenso fuego de ametralladora y mortero el ataque falló.

Jack se encontró completamente rodeado junto a un pequeño grupo de Marines Reales; entonces se recostó y acercando la gaita a sus labios tocó “¿No vas a venir otra vez?”. Finalmente, aturdidos por un racimo de granadas, él y media docena de supervivientes fueron capturados por hombres de la 18ª División Jagger alemana , que ocupaban la isla.

Komiza, el puesto situado en el extremo oeste de la isla de Vis, era el Cuartel General de la Segunda Brigada del Servicio Especial, dirigida por el General de Brigada Tom Churchill (el hermano de Jack) y de las Fuerzas Navales Costeras Británicas, principalmente MGBs, MTVs y MLs. El teniente de Navío Morgan Jills era el mayor oficial de la Armada en Vis.
El Cuartel General de la Brigada se estableció en marzo de 1944. Jack había llegado a la isla en enero y con su grupo del comando número 2 ya había realizado diversas incursiones en algunas islas cercanas, especialmente contra Hvar.

El asalto a Brac, en el que Jack fue herido y capturado, partió de Komiza con una escolta de las Fuerzas Navales Costeras Británicas. Angus Miller, un amigo y vecino del autor, era oficial a bordo de uno de los MGB, de la escolta. Mientras permanecían en la costa oyeron las gaitas de Jack y comprendieron que el asalto había fallado. Al recibir noticias de que Jack había sido capturado, las Fueras Costeras esperaron tener la oportunidad de interceptar su traslado a tierra firme. Sin embargo, no tuvieron éxito al identificar la pequeña lancha motora artillada en la que se le trasladó la noche del 6 de junio desde Supetar, en la costa norte de Brac, hacia Makarska, al este en el continente.

Tras ser llevados a Mostar en lancha motora y en coche, Jack fue interrogado con firme cortesía por el Mayor General Keubler, el comandante de la División, quien no pudo ser persuadido de que Jack no tuviera relación alguna con Winston Churchill. Le confiscaron su gaita y su espada y le llevaron mediante aviones Fieseler Storch y Heinkell III a Berlín, no sin que antes dejara escrita una carta de “pan y mantequilla” a sus captores.

En Berlín le internaron en el campo de concentración de Sachenshausen, donde el primer mes le tuvieron esposado y encadenado al suelo. Entre sus compañeros de cautiverio se encontraban Schuschrigg, antiguo Canciller de Austria, el Dr. Hjalmar Schacht, antiguo Ministro de Finanzas alemán, y Von Thyssen, el industrial.

Sin embargo, no estando muy satisfecho con la vida en prisión, acompañado del líder de escuadrón James, un oficial de la RAF, excavaron un túnel por debajo del hormigón y el muro del campo, emergiendo en la cuneta de la carretera exterior el 23 de septiembre de 1944, la cual bordeaba la línea de ferrocarril hacia la costa báltica. Desafortunadamente, en medio de una densa niebla matinal, mientras se aproximaban a Rostock, se encontraron con un grupo de trabajadores que los persiguieron hasta una alta alambrada de espino. Superándola, escalaron una segunda barrera, tan solo para encontrarse, una vez superada, que era la valla interna del campo de trabajo y que se encontraban otra vez “dentro”.

Capturados de nuevo los trasladaron al sur, a Niederdorf, en Austria, con un grupo de otros prisioneros. Oportunista como era, la noche del 20 de abril de 1945 aprovechó un apagón para huir en solitario de un campo de trabajo exterior. Continuó su camino a pie, viviendo de sopa hecha de vegetales que rapiñaba de huertos y jardines y que cocinaba en una pequeña y herrumbrosa lata, la cual, junto a unas cebollas y cerillas, había mantenido oculta en su chaqueta para una oportunidad como ésa. Cruzó los Alpes en el paso de Brenner, manteniéndose siempre que le fue posible entre la carretera y la nieve con Verona, a unas ciento cincuenta millas, como destino.

El octavo día, sin embargo, con un esguince en el tobillo y muchísimas millas por delante, en la carretera que discurría a lo lejos divisó una columna blindada en cuyos vehículos pudo discernir, para su salvaje sorpresa y alivio, la marca de la estrella blanca americana.

Corriendo colina abajo como un loco consiguió detener el último de los vehículos, un tanque. A los tripulantes americanos les costó un rato creerse que ese desastrado espantapájaros, vestido con un uniforme de sargento de la RAF, era el coronel Churchill, del ejército británico. Tal y como me contó después, “no podía caminar muy bien y estaba tan sin aliento que casi no podía hablar, pero aún así conseguí hacer un saludo a lo Sandhurst creíble, lo cual me hizo ganar la jugada”.

* * *

El quinto y último episodio de guerra de Jack me brindó la Gran Carcajada.

Poco después de la evasión de Jack, la guerra finalizó en Europa, dejándole con una intensa sensación de frustración al haberse perdido algo de la acción y la oportunidad de obtener el ascenso que, con buen criterio, había deseado: el mando de una Brigada de Comandos. “En cualquier caso, aún tenemos a los japos, ¿no?”, preguntaba a sus amigos.
Mientras tanto, el segundo de Manchesters (en ese momento bajo mi mando) estaba acuartelado, junto a gran parte de la segunda división, en un remoto campo a unas setenta millas al norte de Secunderabad, en mitad de la India, habiendo sido trasladados ahí unas semanas antes desde Birmania. Fue mientras estábamos ahí el 18 de agosto de 1945, que, por fortuna, todo llegó a su fin tras el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

Unos pocos días después, para mi incrédulo gozo, recibí un mensaje personal de Jack desde Bombay, donde daba a entender que había llegado recientemente como segundo al mando de la tercera Brigada de Comandos. “Club Náutico de Bombay cuanto antes” se leía en la nota. Rápidamente me agencié unos pocos días de permiso, me fui corriendo a Bombay y la tarde de mi llegada me situé confortablemente en el bar. Jack apareció al poco con su inmaculado tropical de coronel, espléndido con sus medallas y galones.

“¡Jack!”.
“¡Hola Clark!“.

Fue un gran momento y, creo recordar, incluso nos estrechamos las manos.

“Tomemos un trago” (“beber es el placer del soldado”, otra vez Driden). “Tenemos mucho de lo que ponernos al día”.
Cuando alzamos nuestros primeros whisky dobles le pregunté como lo llevaba.
“Bueno, bien” contestó, e hizo una pausa; “¡pero sabes, Rex, que si no hubiera sido por esos condenados yanquis habríamos mantenido la guerra en marcha otros 10 años!”.

* * *

Para intentar concluir, aunque en la guerra Jack Churchill siempre fue un notable e inspirador líder, creo que no siempre conectó con el soldado de a pie. Durante las tres semanas que duró la campaña de Dunkerque (la primera de la guerra) él estaba sinceramente sorprendido y decepcionado de que no todos los hombres fueran tan valerosos como él. Quizás Jack nunca supo percibir el deseo primario que el soldado medio alberga de vivir para poder luchar otro día, o que el recluta sigue con mayor alegría al líder que respeta, en el marco de las circunstancias, ese sentimiento básico.

Una vez Jack me envió una postal con los colores del regimiento impresos en ella. En el reverso había escrito:
“No Prince or Lord has tomb so proud
As he whose flag becomes his shroud.”♣

Sin embargo, como tantos otros de ese pequeño y curioso grupo de genios del campo de batalla, este destino le fue negado y, de hecho, sobrevivió tanto a la guerra como a otras aventuras (prácticamente sin un rasguño), lo cual lo consiguió principalmente enfrentándose al peligro serena y, sin duda alguna, con mucho interés, en lugar de esconderse o huir alocadamente de él.

Ivanrebollo
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Unlimited Boldness. Parte II

Mensaje por Ivanrebollo » Sab Oct 09, 2010 5:43 pm

Parte II: Warminster, Palestina, Australia e Inglaterra.

“La gente es más reticente a dispararte si les sonríes”.

En agosto de 1945, cuando finalizó la II Guerra Mundial, Jack tenía casi 39 años y empezaba a coger el ritmo, aunque se encontraba entorpecido por las pocas oportunidades de lucha que se le ofrecían. En cualquier caso existían otros campos por explorar, tales como el arte del paracaidismo. Así, para empezar, a la edad de 40 años se adiestró y ganó sus “alas de paracaidista” . También solicitó y obtuvo su traslado de los Manchesters a los Seaforth Highlanders. Aunque directamente le dije que consideraba eso un paso atrás en su carrera (a lo que, recuerdo perfectamente, no hizo réplica alguna) también pude reconocer, sin lugar a dudas, la necesidad que había sentido todos estos años por incrementar su vínculo con Escocia, necesidad acentuada en la guerra durante su entrenamiento de comando en las Highlands.

Su primer destino en la Brigada de las Highlands fue dirigir la Compañía de entrenamiento del 2º de Seaforths en la Escuela de Infantería de Warminster, en Wiltshire. Cuando, en 1948, los segundos batallones de todos los regimientos de infantería fueron licenciados, fue nombrado segundo al mano del 1º de Infantería Ligera de las Highlands (antiguo 71º) en Jerusalén.

* * *

En esa época la situación en Palestina era muy delicada. El fin, previsto para mediados de mayo de 1948, de los 25 años de protectorado británico sobre el país (acordado por las Liga de las Naciones tras la Gran Guerra) y el establecimiento inminente del Estado de Israel generaban grandes tensiones que desembocaban en actos de terrorismo por todos lados, tanto de judíos extremistas contra los británicos como entre árabes y judíos, especialmente dentro y en los alrededores de Jerusalén, el foco político y espiritual de ambas naciones.

Fue en uno de esos últimos enfrentamientos en Jerusalén cuando Jack, otra vez prácticamente solo, se ofreció a rescatar un convoy judío de doctores, enfermeras y pacientes que se vieron emboscados en sus ambulancias (marcadas con una Cruz de David Roja), autobuses y camiones entre dos cráteres de minas y una estrecha calle en el sector árabe de Sheikh Jarrah. El convoy se dirigía al ultramoderno Hospital Hadaza y a la Universidad Hebrea, los dos situados en el monte Scopus, encima de la Ciudad Vieja, un trayecto de unas dos millas desde el sector judío Mea Shearim.

Era un martes, 13 de abril de 1948, un mes y un día antes de que expirara el mandato británico en Palestina.

Jack fue el primer oficial en la escena de la emboscada. Se encontraba pasando revista al Batallón en los barracones del 1º de Infantería Ligera de las Highlands, en el Hospicio Alemán de San Pablo, cuando al fondo de la formación vio a un soldado agitando nerviosamente un trozo de papel.

Jack, que como segundo al mando era parte del grupo de inspección, se acercó al soldado, que resultó ser un Ordenanza de comunicaciones con un mensaje radiado desde la base Tony en Sheikh Jarrah . El mensaje advertía de que el convoy hebreo de Hadaza había sido emboscado por los árabes cerca de la base, que la carretera estaba minada y que se estaba produciendo un fuerte intercambio de fuego. El mensaje había sido enviado a las 9:30.

Jack volvió a la revista, pidió al Sargento Mayor del Regimiento que cuando tuviese oportunidad comunicase al oficial al mando que había problemas cerca de la base Tony y que él, Jack, iba hacia allá para ver qué estaba ocurriendo. Subiéndose a su Dingo junto con su conductor, cubrieron rápidamente la escasa milla que les separaba de la base Tony, aproximándose por detrás de una colina empleando la tracción a cuatro ruedas del vehículo. Entonces se encaramó al techo del edificio, desde donde pudo observar la escena de la emboscada.

Jack (el realista), comprendiendo que era inminente un enfrentamiento de primera magnitud entre árabes y judíos, rápidamente se puso en contacto por radio con el Cuartel General de la 2ª Brigada de Infantería en Jerusalén (las líneas telefónicas habían sido cortadas por una mina), explicó la situación y solicitó se pusieran inmediatamente a su disposición dos cañones de 25 libras para barrer a los tiradores árabes de sus posiciones en las casas. “Necesito cañones de verdad, nada de ametralladoras” dijo.

Sin embargo, el oficial al mando de la Brigada, sin lugar a dudas conmocionado por una solicitud tan poco ortodoxa y, sobretodo, desesperadamente ansioso por la casi efectiva finalización del Mandato Británico, rechazó su petición a los efectos de mantener una posición intermedia entre árabes y judíos. Jack, una vez hubo dejado claro que se estaba produciendo una situación sumamente peligrosa y que era preciso hacer algo si se quería salvar a los judíos, solicitó a continuación dos Staghounds, vehículos blindados pesados con un cañón y una ametralladora, los cuales sí le fueron concedidos. Ello no obstante, se le advirtió de que tardarían aun un rato en regresar de las misiones de escolta de convoyes en las que se encontraban. “Pero por el amor de Dios, intenta evitar el uso de los cañones”, añadió el oficial. “Solo los quiero por los cañones”, le contestó Jack.

Mientras tanto no podía hacer nada en la base Tony, que consistía sólo en una oficina con un Alférez y quince “Jocks”♣ sin armamento pesado y con un surtido de municiones limitado . Sin embargo, sintiendo una cierta responsabilidad como oficial superior en el lugar, Jack decidió intentar salvar algunos de los judíos atrapados en los autobuses y camiones usando uno de los grandes transportes blindados de tropas GMC del Batallón (APC). Así, advirtiendo por radio primero al Batallón de que tuviera a punto uno de los vehículos, regresó con su Dingo y recogió un APC junto a un Bren Gun Carrier♣ a modo de escolta. Con esos dos vehículos y un pequeño coche blindado de la policía armado con una ametralladora ligera que se encontró por el camino de vuelta, volvió a la zona de la emboscada. Al llegar, situó el Bren Carrier y el coche blindado en la paella de Sheikh Jarrah, a unas cincuenta yardas del convoy atrapado, desde donde podía cubrir con sus ametralladoras tanto las casas árabes como los dos lados de la carretera. Emplazó el APC entre ambos vehículos.

A continuación Jack (ahora sí, el romántico) salió del Dingo y caminó unas treinta yardas hasta los vehículos hebreos, solo, a plena vista de los tiradores árabes situados en las casas a su alrededor. Tal y como luego me explicaría “mientras caminaba decididamente, agitando mi bastón de madera de ciruelo, iba sonriendo como un locote un lado a otro de la calle, pues la gente normalmente es más reticente a dispararte si les sonríes. Por descontado, viniendo directamente de un pase de revista al Batallón, iba muy bien vestido: ¡con mi sombrero escocés, mi correaje cruzado (¡pero sin mi claymore en esta ocasión, mala suerte!), mi kilt con su escarcela de pelo, mis medias cuarteradas y las polainas blancas!. Toda esta impedimenta en medio del campo de batalla, junto a mis muecas, seguramente hiciera reír a los árabes, pues la mayoría tienen buen sentido del humor. ¡En cualquier caso, no me dispararon!.

Una vez consiguió llegar a los autobuses, golpeó con su bastón en la puerta del más cercano. La voz de una mujer gritó “¿Qué pasa?” y Jack respondió “Soy el Mayor Churchill de la Infantería Ligera de las Highlands. Estoy aquí con un gran y potente vehículo acorazado y puedo evacuarles de este autobús y de cada uno de los otros autobuses escalonadamente si lo desean, pero pueden haber bajas mientras se trasladan de un vehículo a otro. ¿Comprende usted esto último?” . La mujer contestó “Sí, pero ¿va a ahuyentar primero a los árabes?”. “No, no puedo hacerlo: tan solo dispongo de una docena de hombres y hay cientos de árabes”, explicó Jack. “Bien, tendré que consultarlo con el Dr. Yassky o con alguien más”, dijo la mujer y Jack los escuchó discutir en hebreo. Tras unos instantes Jack exlamó “Dense prisa y decidan rápido; es sumamente peligro para mí permanecer aquí fuera”. Poco después la respuesta vino del interior. “Muchas gracias pero no deseamos su ayuda. El Ejército Hebreo – la Haganah – nos salvará”. Jack se acercó a cada uno de los otros autobuses repitiendo su oferta y añadiendo que era su última oportunidad de recibir ayuda de los británicos y que, si no aceptaban, existían muchas posibilidades de que acabasen todos muertos. Pero todas las veces la respuesta fue igual: “No, gracias. La Haganah nos salvará”.

Cuando se alejaba de los buses el conductor del Bren Gun Carrier, que estaba a unas setenta y cinco yardas, le gritó que su artillero, el soldado Hutton, había sido alcanzado y que estaba muriendo. Una vez más Jack se giró y gritó a los autobuses “¡Mirad, han matado a uno de mis hombres, por lo que ahora mismo me voy. Os quedaréis solos!”. “Sí, sí” contestaron. Jack corrió de vuelta a los vehículos y envió el APC y el Bren Carrier, con el soldado moribundo, de vuelta a las líneas de la Infantería Ligera. Él volvió a la base Tony, que continuaba apoyando los vehículos atrapados disparando sus armas cortas contra los árabes. Ese fuego de cobertura, junto al que realizaba la escasa escolta judía atrapada junto al convoy impidió durante un rato que los árabes asaltasen los vehículos.

Pero ese fue el fin del asunto en lo que respecta a la intervención británica directa en la emboscada. El cercado convoy recibió una oferta personal de ayuda por parte de Jack Churchill, representando en ese momento al Ejército Británico, y la rechazó. De hecho, el convoy habría dispuesto, previa solicitud, de una escolta del Ejército Británico, pero en los últimos tiempos los judíos se habían vuelto sumamente confiados en cuanto a su capacidad de defenderse a sí mismos, lo cual fue la raíz de la tragedia de Sheik Jarrah.

Una vez Jack y sus vehículos hubieron abandonado la escena, los árabes, que para entonces eran muy numerosos en los alrededores, se volvieron aún más osados; finalmente incendiaron los autobuses judíos con cócteles molotov y dispararon a sus ocupantes según salían de dentro. A media tarde del 13 de abril de 1948, setenta y siete judíos habían muerto. Los cuerpos quedaron calcinados de tal forma que fue imposible identificarlos, por lo que sus restos fueron enterrados en una fosa común . Veinticinco judíos más fueron heridos. Tan solo ocho de los ciento diez hombres y mujeres que partieron en el convoy del Hospital Hadassah ese martes por la mañana salieron ilesos. Cuando a las tres y media de la tarde finalmente llegaron los vehículos blindados del Ejército británico, no pudieron hacer mucho más que observar la carnicería. Los hombres de la Infantería Ligera de las Highlands (que habían sufrido dos bajas y tres heridos) trabajaron hasta muy entrada la noche limpiando los cuerpos, los vehículos y los escombros del lugar de la masacre .

Según transcurría la segunda mitad de abril, pese a la presencia británica los francotiradores y el acoso general hacían muy difícil la vida para los judíos en el monte Scopus, por lo que era preciso encontrar una forma de sacar a las setecientas personas que quedaban en el Hospital Hadassah y en la Universidad. Eli Davis, el Director Médico Suplente, pidió ayuda a Jack Churchill. En el capítulo 15 del libro “Bálsamo en Golead – La historia de Hadassah” se recoge lo que Davis explicó sobre dicha entrevista:

“El Mayor Churchill me explicó que había una pequeña oportunidad de salir a través del monte Scopus, porque para los árabes los británicos significaban negocio. Decidió realizar el trayecto hasta Scopus y me invitó a acompañarlo. El Mayor cogió un jeep con su conductor. Yo me senté, mientras él permanecía erguido haciendo girar su bastón, como si estuviera en medio de un desfile en Londres. No ocurrió nada al cruzar Sheik Jarrah. En Scopus nos abrazamos. Habíamos demostrado que era posible hacerlo”.

A continuación, cuatro convoyes trasladaron doscientos pacientes, más de un centenar de estudiantes de enfermería y trescientos miembros del personal, así como seiscientas toneladas de equipo y suministros. No se disparó un solo tiro. El último convoy, realizado el 5 de mayo, fue el mayor porque, según aseguró Davis después, Jack no podía proporcionar más ayuda. Ya había excedido sus órdenes y empezaba a tener problemas con sus superiores.

Finalmente, hubo una monumental discusión entre los británicos y los judíos en relación a la Masacre del convoy de Hadassah. Jack siempre aseguró que fue su acción en solitario la que, al final, sacó a los mandos del Ejército del atolladero de lo que, en definitiva, había sido una confrontación árabe-israelí. La afirmación de Jack parece plenamente justificada a la vista de la respuesta que el General Gordon MacMillan, Comandante en Jefe de las tropas británicas en Palestina, envió al Dr. J.L. Magnes, Presidente de la Universidad Hebrea, en referencia a sus cartas interrogando sobre la falta de acciones del Ejército británico durante la emboscada.

* * *

En 1979, Israel envió un equipo de televisión a la casa de Jack en Woking, Surrey, para entrevistarle sobre la masacre de Hadassah, un acontecimiento muy recordado en Israel, incluido el papel que Jack jugó en él. Sin embargo, la decisiva y audaz actuación de Jack ese día nunca ha sido reconocida por su propio país.

En un intento de ser objetivo para con la aparente indecisión del Ejército ese 13 de abril de 1948 en Sheikh Jarrah, se me ocurre la metáfora de un policía que, en su ronda, se encuentra con una pelea callejera. Su deber es actuar para mantener la ley y el orden: un oficial joven, entusiasta y audaz sin lugar a dudas se abalanzará para separar a los combatientes, mientras que un hombre mayor, experimentado y más realista, quizás con un ojo ya en la jubilación, seguramente preferiría apartarse y recoger a los heridos. ¿Podría Jack, en esta parábola, representar al primero y el Ejército al último?

* * *

Tras Palestina, Jack fue enviado como instructor a la Escuela de Guerra Aérea y Terrestre en Newcastle, al norte de Sydney en Australia. Allí, además de transmitir su particular modo de entender el servicio en el ejército a los soldados y marineros de la Commonwealth, se empleó a fondo en el arte del surf, diseñando sus propias tablas y desarrollando una forma propia de remar que le hacía deslizarse más rápido hacia la rompiente.

Cuando regresó en 1954 a Inglaterra, trayendo su aparejo de surf con él, fue nombrado seleccionador en el Comité de Selección de la Oficina de Defensa en Barton Stacey, Hampshire, por el que debían pasar todos los candidatos a alistarse al Ejército.

Desde ahí planeó y consiguió por primera vez en la historia surfear durante al menos una milla y media la formidable ola de marea, de casi dos metros de altura, que se forma en el río Severn. Este logro fue recogido por The Times y el Evening Standard del 22 de julio de 1955. La noticia fue reproducida en la prensa australiana unos días más tarde, lo que en gran medida provocó que su gesta fuera imitada por algunos salvavidas australianos.

Jack necesitó ejercitar mucho su ingenio para planificar la forma de transportar su larga y estrecha tabla desde su casa en Surrey hasta Severn, a unas ciento cincuenta millas. Finalmente las opciones se redujeros a escoger entre usar el “enorme y extravagante Wolseley de 25 caballos” de Rosamund con la tabla atada al techo o construir un remolque para engancharlo a su motocicleta, que por aquél entonces era ni más ni menos la Vincent-HRD “Black Shadow” que había ganado, superando todos los records, la carrera de la Isla de Man de 1952 en la categoría de senior, tal y como proclamaba la placa de su depósito.

Finalmente Jack decidió que esta última era la opción más económica y él mismo fabricó un remolque ex profeso para la ocasión, el cual aun inclinado funcionó bastante bien. Sin embargo, cuando regresaba de vuelta un policía le detuvo en Farington, multándolo por llevar un remolque de esas características con una motocicleta. En cualquier caso, la sanción que le impuso fue de tan solo dos libras. “¡Mucho más barato que usar el Woseley!”, como comentaría maliciosamente al explicarlo.

Otra de sus aficiones durante muchos años era coleccionar, restaurar y utilizar modelos a escala de barcos por radio-control, sobre todo buques de guerra, de los cuales se iba desprendiendo de tanto en tanto con beneficios subastándolos en Christie’s. La calidad técnica que llegó a alcanzar armando y operando esas maravillosas embarcaciones era realmente extraordinaria, especialmente en alguien completamente autodidacta en cuantas habilidades eran precisas para ello.

No obstante, en los últimos años de su vida la verdadera pasión de Jack fueron los barcos de vapor, de los que llegó a tener una variedad desconcertante y en cuyo campo era considerado un experto. Ver una elegante e inmaculada lancha a vapor deslizándose un día de verano por las aguas del Támesis desde Richmond a Oxford era, sin lugar a dudas, una bonita imagen: la voluta de humo blanco que su chimenea dejaba atrás contrastando con el verde de los árboles en ambas orillas, Jack con su gorra llevando a cabo las funciones de ingeniero y fogonero, mientras Rosamund, al timón, “daba muchísimas órdenes” aseguraba siempre Jack “haciendo sonar la bocina a todos esos botes que no obedecían las reglas de circulación y se mantenían a la derecha.”

En 1959, tras exactamente un tercio de siglo de, en líneas generales, vinculación amistosa con el Ejército, Jack se retiró. Durante los siguientes trece años trabajó en calidad de “Oficial Retirado” como funcionario del Ministerio de Defensa en la Fuerza de Cadetes del distrito de Londres. Este destino le vino de perlas, pues por un lado le asignaron una oficina en la Guardia Montada de Whitehall desde donde podía observar, con el intenso placer que siempre había sentido por los desfiles militares, a la Guardia Real Montada realizando sus maniobras en el campo, y por otro lado le brindó la oportunidad de visitar (montado en su última motocicleta en aquellos días que hiciera buen tiempo) las distintas unidades de cadetes dispersas por los alrededores por las que tomo tanto interés.

Jack se mantuvo siempre como ese romántico, aunque también razonable, individualista que aplicaba a la vida en general (y a la guerra en particular) su innata “audacia ilimitada”, acompañada de un perpetuo entusiasmo por vivir. Ese estilo “profesional amateur” único, creo que fue el resultado de una actitud de “deportividad” que había absorbido ansiosamente tanto en la escuela como, junto con sus dos magníficos hermanos, en casa.

¡Amigo mío, no nos vendrían mal otros como Jack Churchill pero, quizás, no muchos más!

Jack Churchill murió pacíficamente en su casa el 8 de marzo de 1996, a la edad de ochenta y nueve años.

ermimac
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Jack Churchill: el extravagante arquero de la SGM

Mensaje por ermimac » Lun May 09, 2011 8:19 am

Fuente: http://www.abc.es/20110505/archivo/abci ... 81829.html" onclick="window.open(this.href);return false;

Muchas historia increíbles hemos leído de la Segunda Guerra Mundial, pero muy pocas superan a la protagonizada por Jack Churchill: un extravagante capitán del ejército británico, obsesionado con la historia de Inglaterra, que combatió en el más devastador y mortífero conflicto del siglo XX armado con un arco, flechas y una espada «claymore» de doble filo, originaria de la Edad Media, que no dudaba en utilizar cuando tomaba al asalto posiciones enemigas ante el asombro de los soldados que comandaba.

Este héroe o enajenado mental, que era conocido entre los miembros de su compañía como «El luchador Jack Churchill» o «Loco Mad», era algo así como un guerrero sacado de otra época, un soldado absolutamente anacrónico que combatía en una guerra moderna. Fue de hecho, el único combatiente inglés que en siglos, y el último hasta la fecha, que había matado a un enemigo con un arco y una flecha.

Nacido en 1906 en Hong Kong, se alistó por segunda vez en el Ejército británico cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. En la primera, se había pasado la mayor parte del tiempo aprendiendo a tocar la gaita, viajando en moto por todo el subcontinente indio e incluso a reprensentar a Inglaterra en el Campeonato Mundial de Tiro con Arco, celebrado en Oslo en 1939. Poco antes, sus excentricidades, «como hacer sona la gaita en la sala de guardia a las tres de la mañana o estudiar la campaña incorrecta en el examen para su promoción», escribe su biógrafo, le llevaron a hacer una pausa en el Ejército en 1936.

Aunque su dominio con el arco le proporcionaron pequeños papeles en películas como «El ladrón de Bagdad» o «Ivanhoe», nunca tuvo la oportunidad de demostrar al mundo que era un oficial y, sobre todo, un soldado dispuesto a desempeñar las misiones más peligrosas, así que, cuando la sombra de la Guerra se cernió sobre Europa, se alistó esa segunda vez al Ejército… no sin antes pasarse por un tienda de Londres a adquirir un buen arco de madera de tejo español de 100 libras, construido al estilo medieval.

Arquero en los campeonatos del mundo
Fue en sus actuaciones durante la guerra donde se ganó su fama de «luchador» intrépido y soldado «loco». En diciembre de 1939, por ejemplo, en Polonia, sorprendió a todos abalanzándose sigilosamente, hasta unos 50 metros de las trincheras alemanas, disparando flechas hasta que los soldados enemigos comenzaron a agitarse y gritar. Poco después, en mayo de 1940, en Francia, cuando estaba al mando de una compañía de infantería que debía defender el pueblo de L´epinette, fue capaz de acercarse hasta un granero sin ser visto por los nazis, y atravesar con una flecha desde 30 metros de distancia a un sargento alemán, antes de que comenzaran los disparos de sus hombres contra el resto de enemigos.

«Una de las incidencias más celebradas de la evacuación de Dunkerque –podía leerse en el diario de guerra de la cuarta brigada de infantería– fue la visión del capitán Churchill, marchando por la playa con su arco y sus flechas. Sus acciones en el Saar con sus flechas son conocidas por muchos y su disgusto por no haber podido practicar con ellas tanto como le habría gustado, ha sido notable. Su ejemplo y buen trabajo con su grupo de ametralladoras han sido una gran ayuda para la cuarta brigada de infantería»

Sus conquistas y el asombró de sus compañeros y superiores no se detuvieron ahí. En diciembre de 1941, en la Noruega ocupada por Hitler, fue el primer hombre que puso su pie en la playa, al frente de dos compañías dentro de la «Operación Arquería». Churchill desembarcó con su espada en alto contra la batería enemiga mientras gritaba a sus soldados, y los enemigos cayeron pronto, en una acción que le valió su segunda Cruz Militar.

Atacando al enemigo, espada en mano
Su momento cumbre llegó en otoño de 1943, durante el ataque nocturno a la población italiana de Piegoletti. Tras intimidar y capturar a 136 soldados alemanes al grito de «¡comando!», consiguió infiltrase en el pueblo y continuar intimidando a los enemigos sin ser descubierto, tan solo con su espada, haciéndose con los puestos de guardia y sin disparar una sola bala. Por esta acción recibió una nueva condecoración.

Su suerte se acabó en 1944, en Yugoslavia, tras quedar aislado con seis de sus hombres en el ataque a una posición alemana. Cuando todos sus hombres cayeron heridos, el «Loco Mad» sacó su gaita y comenzó a tocar «No volverás» para animar a los soldados, pero una granada cayó a su lado y le dejó inconsciente. Al despertar, estaba rodeado de nazis.

Fue enviado al campo de concentración de Sachsenhausen, donde conoció a veteranos que habían participado en el hecho real que inspiró la famosa «Gran evasión». Se unió a ellos y, en su lucha continua, consiguió exacavar un túnel por debajo de los muros de la prisión y escapar. Estuvo libre 14 días, hasta que la Gestapo volvió a capturarlo.

Salvado por un nazi
A pesar de las órdenes de Hitler de ejecutar a todos los enemigos, un capitán nazi se negó a hacerlo, por lo que, al término de la guerra, cuando tenía 40 años, pudo ingresar en la escuela de saltos, hacer se paracaidista y seguir participando en acciones militares estratégicas.

Años después se lo agradecería al oficial nazi que no le ejecutó, mucho antes de morir apaciblemente en 1996 en su casa de Surrey, al sudeste de Inglaterra… tras llevar una vida, claramente, de cine. ¿Héroe o loco? Juzguen ustedes mismos.

Guille_90
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Re: Jack Churchill: el extravagante arquero de la SGM

Mensaje por Guille_90 » Vie May 13, 2011 1:14 am

"¿Héroe o loco? Juzguen ustedes mismos"

Yo creo que las dos cosas a un tiempo. Muy interesante la historia de este tipo sin duda... Se merece una película. Lo que no entiendo es como le permitían hacer lo que hacía... porque no es muy reglamentario que digamos ir con un arco y una espada, y aunque él fuese oficial tendría superiores... Es muy curioso.

Un saludo

2 audios sobre este personaje singular

Freaks que hicieron Historia- "Mad" Jack Churchill - El arquero de la WWII

https://www.ivoox.com/mad-jack-churchil ... 422_1.html

Casus Belli Podcast- SdL#02 Soldados de Leyenda. "Mad Jack" Churchill, el arquero del Siglo XX
https://www.ivoox.com/sdl-02-soldados-l ... 502_1.html

y unos simpáticos cartoons animados
https://www.youtube.com/watch?v=uWWOda6VOW4

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