Hitler y el amor

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Francis Currey
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Hitler y el amor

Mensaje por Francis Currey » Mar Nov 15, 2005 5:53 pm

LAS MUJERES DE HITLER

Cada 18 de septiembre Adolf Hitler depositaba un ramo de flores a los pies del cuadro de su sobrina Geli, que en 1931 se había suicidado en el piso de Hitler situado en Prinzregentenstrasse, Munich. Aquel golpe del destino fue terrible para el futuro líder de la Alemania nazi. Hitler intentó seguirla en la muerte, pero su fiel amigo y secretario Rudolf Hess pudo quitarle la pistola de las manos en el último minuto.

Angela Raubal, Geli como sería conocida, era hija de Angela, la hermanastra de Hitler, y era 20 años más joven que él.

En el verano de 1925 pesaba sobre Hitler la prohibición de hablar en público, así que se dedicó exclusivamente a escribir. Se retiró a la montaña, alquilando una castillo en Obersalzberg, Berchtesgaden. Invitó a su hermanastra viuda para llevarle la casa. Angela se trasladó desde Austria y su hija Geli tuvo la ocasión de conocer a su tío, por aquel entonces ya famoso.

Geli se convirtió en su gran amor, tan pronto como Hitler disponía de tiempo libre corría para estar a su lado. Pero la relación con Hitler no era fácil; los celos la acompañaban a todas partes cortándole toda iniciativa y libertad.

El tiempo pasado al lado de Geli marcó la vida de Hitler. Su dolor fue tan profundo que selló Su habitación en Prinzregentenstrasse. Sólo su ama de llaves, Anny Winter, y él entraban en ella. Corrieron rumores de que el suicidio de Geli se debió a un embarazo no deseado, pero el historiador Werner Maser demostró que no existen razones para pensar que Hitler tuviera algo que ver en el suicidio de Geli.

Pese a estar locamente enamorado de ella en 1929 Hitler mantuvo relaciones, por lo menos, con otras dos mujeres. A las dos las conoció en el estudio de su amigo y fotógrafo personal Heinrich Hoffmann. Hitler tuvo que ponerse a salvo de las trampas tendidas por la joven, bonita y algo opulenta Henriette, hija de Hoffmann y más tarde esposa del jefe de las Juventudes Hitlerianas, Baldur von Schirach. Henriette intentó conquistar por todos los medios posibles a Hitler, haciéndole de paso rabiar a Eva Braun, empleada de su padre. Hitler salió con ella en varias ocasiones, pero nunca le prestó demasiada atención, decantándose por Eva con la que cada vez pasaba más tiempo.

La discreta Eva, tras la muerte de Geli, fue ganándose poco a poco el afecto de Hitler. Para ello no dudó en obedecerle sin protestar. No fumaba en su presencia y sólo bailaba a escondidas. Pasaba largas temporadas a solas pudiendo disfrutar de su afición al deporte, especialmente a la natación y el esquí.

Eva no pasó de ser una sombra a la que Hitler recurría. En su diario llegó a escribir: “... sólo me necesita para una cosa”. En su soledad los celos se apoderaban de ella; y no le faltaban motivos. Una de sus rivales fue Unity Walkyrie Mitford, hija de lord Redescale y cuñada del jefe del partido fascista británico. Su competidora, divida interiormente entre Inglaterra y Alemania, terminó pegándose un tiro cuando las dos potencias entraron en guerra. No murió, pero su vida se apagó en 1948 tras sufrir los daños causados por la bala en su cerebro.

un conservador en muchos aspectos de la mujer. El 1 de marzo de 1942 dijo: “Una muchacha que tenga un niño y cuide de él es para mí más importante que una solterona. Los prejuicios sociales están en franco retroceso. La naturaleza se abre paso. Estamos en buen camino”. No era partidario del matrimonio y pensaba que los hombres debían dejar su huella en cada mujer. Al ser fiel a sus palabras Eva Braun se vio obligada a soportar toda una serie de infidelidades.

Antes de llegar al poder, junto con sus amigos, Hitler se divirtió en fiestas y celebraciones. Joseph Goebbels le acercó al mundo del teatro y el cine. Las aventuras con actrices famosas comenzaron. La rubia, alegre y exuberante Gretl Slezak, hija del cantante de opera judío Leo Slezak, fue la primera de ellas. Goebbels también le presentó a la hoy legendaria Leni Riefenstahl, quien después de su ascenso al poder gozó del favor incondicional de Hitler, filmando las películas “Der Sieg des Glaubens” y “Der Triumph des Willens” recibiendo el premio nacional de cinematografía. Por deseo incondicional del Führer también filmó los Juegos Olímpicos de 1936.

Leni siempre ha negado que mantuviera relaciones sexuales con Hitler; algo que también afirmó Mady Rahl, aunque en los círculos artísticos de Estados Unidos fueron declaradas “favoritas” de Hitler, perdiendo con ello todo el mérito de su trabajo.

Adolf Hitler tuvo un atractivo especial para las mujeres, pero curiosamente no todas en el aspecto sexual.

Hitler llamó a estas relaciones “afecto de madre” y curiosamente así ocurrió. Algunas de ellas, después de 1945, siguieron afirmando que lo mantenían sobre el dictador nazi. Helene, esposa del mundialmente famoso fabricante de pianos Bechstein, quedó fascinada por Hitler y le presentó a sus amistades. Incluso consiguió que su marido prestara dinero al partido nacionalsocialista. De este grupo de mujeres Hitler consiguió voluntariamente diversos objetos de valor que empeñaba cuando corrían malos tiempos.

Pero volviendo a la cuestión sexual, la lista de mujeres ricas que se enamoraron hasta la histeria de Hitler es muy larga. Por su extraordinaria belleza cabe destacar a Inga Ley, mujer de Robert Ley, jefe del Frente Alemán del Trabajo, y María Reiter-Kubisch, hija de uno de los fundadores de la socialdemocracia en Berchtesgaden. Se conocieron en 1926 y sus relaciones, pese a estar casada, se mantuvieron como mínimo hasta 1938.

Con el paso del tiempo y conforme la guerra fue transcurriendo, Hitler, que siempre le gustaba la compañía de bonitas mujeres, fue apartándose de ellas, quedando únicamente Eva Braun a su lado. La fidelidad de Eva se vio “recompensada” cuando los días del Tercer Reich tocaban a su fin. Hitler se casó con ella por “los muchos años de fiel amistad” El 30 de abril de 1945, según la historia oficial, el matrimonio se suicido. Eva con una ampolla de veneno y Hitler pegándose un tiro en la cabeza.

Fuente: Editorial Bitácora
Última edición por Francis Currey el Mar Nov 15, 2005 6:01 pm, editado 1 vez en total.

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Mensaje por Francis Currey » Mié Nov 30, 2005 5:40 am

La propaganda del Tercer Reich tiene una primordial responsabilidad en todo este confusionismo. Goebbels y sus secuaces hicieron verdaderas filigranas para deshumanizar a Hitler, con la evidente finalidad de endiosarlo. Para los fanáticos nazis, su Führer era un hombre sin mujeres, dedicado en cuerpo y alma a la patria alemana, casado, por así decirlo, con ella.

Semejante leyenda -porque hoy día sabemos que fue pura entelequia-, cundió incluso entre los círculos más cercanos al dictador. Hermann Rauschning, en su libro «Gespräche mit Hitler», (Conversaciones con Hitler), nos cuenta que el “gauleiter” Forster le dijo, en cierta ocasión: «¡Si el Führer pudiera saber lo agradable que es tener a una bella muchacha entre los brazos...!».

No cabe duda de que para sus fieles, Hitler era un semidiós, un asceta puro. sin humanas pasiones. y esta peregrina creencia la compartían gentes muy alejadas ideológicamente del nazismo. Un conocido periodista inglés escrlbió en el «Daily Express», a principios del ano 1938: «Si una rubia inquietara el sueño del señor Hltler, Europa dormirá mucho más tranquila».

A criterio de muchos de sus enemigos, Adolf Hitler fue un anormal, un impotente, o un invertido. Pero las más serias biografías del personaje, -los textos de Joachim Fest Alan Bullock, Helmuth Heiber, etcétera-. le han devuelto ciertas características más humanas, pese a su extraño mesianismo. Acaso haya sido August Kubizek, en su celebérrimo libro: «Adolf Hitler; mein Jugendfreund» (Adolfo Hitler. mi amigo de juventud), quien más ha contribuido al conocimiento psicológico del autócrata.

El «bello Adolfo» -como le apodó la despiadada prensa satírica de la época-, tuvo relaciones, más o menos intimas, con un buen número de mujeres. Guy Breton, en su ensayo «Hitler et les femmes). y André Guerber, en su interesantísimo trabajo «Hitler et se douze femme.» (publicado en 1945 por «Le Parislen libéré») han demostrado que algunos de los aludidos idilios fueron fugaces, y otros, los menos, alcanzaron cierta duración. Hubo relaciones platónicas, tenidas de mutua admiración; contactos cuya verdadera naturaleza todavía ignoramos, y amores consumados, perfectamente burgueses. Naturalmente, hasta el gran público ha trascendido, por sobre de todo, el nombre de Eva Braun, la compañera inseparable de los últimos tiempos, con la que Hitler se casó, y con la que compartió la muerte en el wagnariano «Gotterdammerung» de la Cancillería del Reich.

Hoy día, ya nadie cree en la leyenda nazi de un Hitler pasando las noches en blanco, meditando sobre la grandeza de Alemania y el sobrehumano destino de la raza aria. Pero tampoco cabe admitir la hipótesis erótica lanzada en noviembre de 1946 por un redactor de «La Presse» de un Führer que satisfacía sus insaciables apetitos, custodiado estrechamente por los fanáticos miembros de las S.S., y rodeado de un harén de rubias walkirias.

El capitulo de los supuestos vástagos del Führer es un terreno poco desbrozado y completamente cubierto por habladurías y fábulas de escasa consistencia. Muchas de las hipótesis carecen de base fáctica, y no resisten el menor análisis. Pero en dos o tres casos concretos, el historiador objetivo se siente inclinado a pronunciarse por la paternidad de Adolf Hltler. Examinemos, sucintamente, las varias posibilidades planteadas, comenzando por las que presentan menos firmeza.

En el transcurso de los colosales Juegos Olímpicos de 1936 -que Leni Riefenstahl plasmó en su película «Los dioses del estadio»-, Hitler pasó muy malos ratos, hasta que acabó por abandonar definitivamente su palco de preferencia. En atletismo. los rubios arios fueron prácticamente barridos de las pistas por los negros norteamericanos y los amarillos japoneses. Cornellus Johnson. en salto de altura; Tajima en triple salto, y por encima de todos el legendario Jesse Owens, en carreras de velocidad y salto de longitud. humillaron a los semidioses arios. Es muy lógico, por consiguiente, que cada vez que se producía una de las contadas victorias germanas, el Führer vibrara de entusiasmo. Pero cuando vio avanzar hacia el pódium de los triunfadores, para recoger la medalla de oro del lanzamiento de la jabalina, a la rubia y jovencísima Tilly Fleischer, Hltler entró en franco delirio, y se puso de pie, gritando y aplaudiendo. Naturalmente, la hermosa campeona fue reclamada al palco del Führer y colmada de valiosos regalos. El francés Jacques Roblnchon, en un interesante estudio sobre las mujeres que incidieron sobre la vida de Hitler, afirma que aquella esbelta walkiria llegó a ser la amante del autócrata, y que las murmuraciones llenaron los altos círculos de Berlín. Luego, la galardonada atleta se casó con un odontólogo perteneciente al partido nazi, llamado Fritz Heuser, y las gentes la olvidaron. Sin embargo, varios años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, Gisela Heuser, hija legal de dicho matrimonio, levantó un regular escándalo en la Alemania Federal, al publicar un libro donde trataba de demostrar -con escasas pruebas, todo hay que decirlo-, que era hija del Führer.

Aparte de la supuesta hija de Tillv Fleischer. una cierta Eleonore Bauer pretendió también, por aquellos días, haber dado a luz un hijo de Hitler; aunque, en los altos círculos del nacionalsocialismo se habló mucho más de una graciosa niña de Wurtemburg, llamada Freya; a la que, según parece, Hitler consideraba como hija propia. André Guerber, en su citado estudio, afirma que este fábula tuvo su origen en le amistad, más o menos intima, que el dictador alemán sostuvo con una campesina de Kleinfurt, en Hannover, apellidad, Frida Worms, durante las Fiestas de le Primavera, en mayo de 1935. Hitler había pronunciado, el día 21 de dicho mes, un largo discurso ante el Reichstag, «en favor de la paz», que le causó grandísima fatiga, por lo que decidió descansar unos días en el villorrio de Kelnfurt, donde se sintió prendado de la rubia y opulenta Frida. Siempre según Guerber, el Führer, para disponer de mayor libertad, envió al marido, con un cargo de tipo agrícola, a examinar las remolachas azucareras al otro extremo de Alemania. Luego regaló a Frida una finca de doscientas hectáreas, y concedió a la hija mayor de la misma una bolsa de estudios.

Mayor verosimilitud ofrecen, para el historiador serio, los casos de Magda Goebbels y de Sigrid von Lappus. Es una Ironía despiadada del destino que mientras el convincente ministro Goebbels se afanaba en crear, ante la mirada del pueblo teutón, la Imagen de un Führer viviendo como un asceta, su esposa mantuviera relaciones muy particulares con Adolf Hltler. La señora de Otto Reich –esposa del ex secretario de Estado del Reich-, hizo unas indiscretas revelaciones a un corresponsal de la Associated Press, en octubre de 1946. Según tal fuente, la volcánica Magda Goebbels, que admiraba profundamente al Führer, fue su amante durante largo tiempo, e incluso tuvo un hijo del mismo. Durante las vacaciones veraniegas de 1934, Frau Goebbels, que había tenido fuertes altercados con su esposo, se encontró con Hitler en Heiligendamm, en la provincia de Mecklemburg, junto a la costa báltica. Y posteriormente siguieron viéndose, con mucha frecuencia, en el refugio que el señor del Tercer Reich tenÍa en Obersalzberg. Fruto de este idilio fue un varón, nacido en marzo de 1935, al que se impuso el nombre de Helmuth, y que según numerosos testimonios, tenia un notable parecido con Hitler. Como es sabido, todos los hijos del matrimonio Goebbels, ostentaban nombres con la letra inicial «H», en honor del Führer.

Es evidente que el astutísimo ministro de la Propaganda, conocía tal hecho, del que supo sacar gran partido. Así se explica el pasmoso ascendente que los Goebbels tuvieron siempre sobre su amo y señor. Ni siquiera Martin Bormann, que logró ir quebrantando la confianza que Hitler tuviera puesta antaño en Himmler, Goering y Von Ribbentrop, pudo nada contra los Goebbels.

Helmuth murió, a los diez años de edad, en el terrible holocausto de la Cancilleria del Reich, junto a sus hermanos, su madre, y los padres, legal y verdadero.

Para algunos historiadores, la gran pasión de poderoso autócrata del Tercer Reich fue Fraülein Von Lappus, a la que conoció en julio de 1939, cuando ella tenía escasamente veinte años. Hitler la instaló, por todo lo alto, en Berlín, en el número 56 de la Tauentzienstrasse, donde la visitaba muy frecuentemente. Incluso en algunas ocasiones, olvidando su característica prudencia, le permitió asistir a ceremonias oficiales. De paso por la capital del Reich, el conde Ciano -que en política era una nulidad, pero que en cuestión de mujeres era un experto-, se dio cuenta del caso y escribió a su suegro, el Duce: «El Führer está locamente enamorado de fraülein Sigrid von Lappus».

El 23 de febrero de 1940, Goebbels y Himmler tuvieron información fidedigna de que Sigrid se hallaba encinta. El célebre ginecçologo alemán, doctor Hans Lubrecht, dictaminó que daría a luz en los primeros días de septiembre, aconsejando un intenso reposo en Garmisch-Partenkirchen. Pero el episodio acabó dramáticamente; el día 23 de septiembre, Sigrid von Lappus murió a consecuencia del parto de una niña, que sólo sobrevivió dos horas escasas a su madre. Hitler acusó profundamente el golpe, y pasó varias jornadas ensimismado. Son varios los textos, de calidad diversa, que se han ocupado de las relaciones entre Adolf Hitler y Eva Braun, con la que contrajo matrimonio, el día 28 de abril de 1945, en los sótanos de la Cancillería del Reich y ante un oficial del Registro Civil. En las obras de Albert Zoller, Jacques Robichon, y principalmente en la de Nerin E. Gun, se trata marginalmente el problema de si hubo hijos de esta unión. Pero la verdad es que, al quitarse ambos la vida, dos días después de su enlace, se llevaron consigo el misterio de su posible descendencia.

Pronto, sin embargo, comenzaron las cábalas y las noticias sensacionalistas. El 11 de junio de aquel mismo año 1945, una noticia de agencia, procedente de Estocolmo, anunció el mundo que Eva Braun había tenido dos hijos del Führer: un niño y una niña. El varón había venido e le vida el día primero de enero de 1938, en una clínica especializada de San Remo, Italia.

Pocas horas después de que el despacho de Estocolmo hubiera llegado a las salas de redacción del mundo entero, el agregado militar nipón hizo unas declaraciones a los corresponsales de periódicos japoneses en Berlín, confirmando la existencia de dos hijos de Hitler. Pero todo ello no fue óbice para que, casi simultáneamente, el embajador del Sol Naciente desmintiera aquellos rumores con gran énfasis.

Ante semejante confusionismo, producido sin duda por la atmósfera enfebrecida de la inmediata postguerra, el doctor Mino Kato. enviado especial del diario «Nishi Nishi». de Tokio, quiso salir de dudas y se trasladó a Munich para entrevistar al padre de Eva, Fritz Braun. Según las manifestaciones que hizo el mencionado periodista japonés, en 1950, a unos colegas americanos, la contestación del padre de Eva Braun fue sibilina: «Que mi hija haya tenido un hijo, o haya estado a punto de tenerlo, carece de importancia. Lo principal es que Hitler no ha muerto sin sucesor...».

Erik Wesslen, agregado de prensa de la Legación sueca en Berlín, y que durante la guerra estuvo en estrecho contacto con el cuartel general del Fuhrer, afirma, en un articulo publicado en la revista «Noir et Blanc» (1951), que el día 8 o 9 , abril de 1945, Hitler abandonó por vía aérea la sitiada capital del Reich, para pasar tres días en Baviera y despedirse de sus vástagos.

Ahora, según la referencia publicada por «The Sunday Times», el historiador alemán Werner Maser asegura haber comprobado la existencia a un hijo de Hitler, nacido aproximadamente en 1918. y que reside en una localidad del norte de Francia, cerca de la frontera germana.

Maser no es un oportunista del sensacionalismo, sino un historiador serio que, como Bernhard Koerner, Norman Cohn, J. F. Neurohr. etcétera, han intentado estudiar el Tercer Reich entre bastidores, con incursiones e la vida privada del Führer, es de suponer que le reciente hipótesis de la existencia de un hijo de Adolf Hitler se basa en un acontecimiento admitido por la mayoría de los biógrafos. Durante la Primera Guerra Mundial, en 1915, el regimiento List, del que Hitler formaba parte, estuvo en el frente del Aisne, cerca de Saint Ouentin, durante cierto tiempo. Allí, el futuro dictador conoció a una campesina francesa, con la que llegó a tener relaciones íntimas. Luego, el regimiento fue enviado a Neuve Chapelle, frente a los ingleses, y en 1916 tomó parte en los terribles combates del Somme. El día 7 de octubre, Hitler, herido en una pierna, hubo de ser trasladado a Alemania. En el verano de 1917, ascendido ya a cabo de lanceros, regresó a la línea de fuego, tomando parte en el tercer encuentro de Yprés. Y aquel invierno el regimiento List volvió a acampar en el Aisne, cerca de Lizy, de manera que las relaciones entre el «cabo austriaco» y la hermosa campesina se reanudaron.

Años después, cuando el nombre de Hitler., aparecía ya con cierta frecuencia en la prensa europea, la francesa contó a sus amistades que su antiguo novio alemán era un hombre «muy cariñoso, muy dulce y muy artista...». En 1940, la campesina de nuestra historia, ya casada y madre de familia, que tenía a un hijo soldado, prisionero en el Reich, se decidió a escribir al Führer -sin consultarlo a nadie-, recordando las buenas horas que pasaron juntos e interesando la libertad de su primogénito. Una semana después, el soldado francés estaba ya en su hogar. André Guerber y Guy Breton, dan este extraordinario hecho como perfectamente verídico y comprobado.

Habida cuenta de la coincidencia de fechas y lugares, cabe suponer que las investigaciones llevadas a cabo por Werner Maser se refieren al episodio sentimental de la granja cerca del Aisne, en los sombríos inviernos de 1915 y 1917.

Fuente: Historia y Vida, nº 119. Febrero 1978.

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Mensaje por Eckart » Mié Nov 30, 2005 6:59 am

El hijo de la campesina francesa que supuestamente era hijo también de Hitler, se llamaba Jean-Marie Loret, quien escribió un libro titulado "Tu padre se llamaba Hitler". El caso no debe darse por válido a la ligera. Biográfos importantes de Hitler como Fest, Kershaw o Marlis Steinert ni siquiera lo nombran en sus pricipales obras sobre el dictador. Kershaw hace una referencia al asunto en una nota, en la que remite al lector al trabajo de A. Joachimsthaler "Hitler. Corrección de una biografía, 1905-1920", en la que se desestima la afirmación de Maser de que Loret era ciertamente hijo de Hitler.

Un saludo.

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Mensaje por José Luis » Mar Ene 29, 2008 11:08 pm

¡Hola a todos!

Tengo serias dudas de que Hitler haya tenido alguna vez una amante (una relación sexual relativamente duradera en el tiempo con una mujer) antes de la IGM. Después, ya covertido en político, están los casos de su sobrina y E.B., pero hasta en esos casos, que probablemente pueden tildarse de amantes, la relación siempre me pareció demasiado anómala, más allá de guardar las apariencias de los prejuicios políticos.

Algunas declaraciones de Kubizek me dan pie para pensar que Hitler era un auténtico misógino sexual.

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Mensaje por Eckart » Mar Ene 29, 2008 11:13 pm

José Luis escribió:Tengo serias dudas de que Hitler haya tenido alguna vez una amante (una relación sexual relativamente duradera en el tiempo con una mujer) antes de la IGM.
Por lo que sabemos (Kubizek es la mejor fuente para esto, efectivamente) yo casi me atrevería a afirmarlo.

Un saludo.
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Mensaje por José Luis » Mar Ene 29, 2008 11:18 pm

Eckart, ¿te acuerdas de los pasajes de la 'madam' de la casa adonde Kubizek y Hitler acudieron buscando una habitación, y el caso de la joven estudiante de piano que fue a pedirle un consejo a Kubizek antes de unos exámenes?
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Mensaje por Kasparov » Mié Ene 30, 2008 12:11 am

¡Hola a todos!

Un excelente artículo Francis.
JL yo no lo tacharía de misógino a la ligera. Pero me has dado en qué pensar y no sería una mala idea. Sin duda, después de leer tanto sobre Hitler, acabas sacando conclusiones ya patológicas.

Yo más bien soy partidario de la idea de que Hitler era un narcisista egocéntrico.

Saludos
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Mensaje por Eckart » Mié Ene 30, 2008 12:29 am

José Luis escribió:Eckart, ¿te acuerdas de los pasajes de la 'madam' de la casa adonde Kubizek y Hitler acudieron buscando una habitación, y el caso de la joven estudiante de piano que fue a pedirle un consejo a Kubizek antes de unos exámenes?
El episodio de la "madam" lo recuerdo perfectamente. Me resultó cómico desde el primer día. El de la chica que acude buscando consejo de Kubizek no lo recuerdo. Tengo el libro por aquí si necesitas algo, aunque entiendo que tú lo tienes también.

Son muchos los detalles que mueven a pensar que Hitler no tuvo durante su adolescencia y juventud relaciones sexuales. Por un lado, el trato directo con las chicas no era lo suyo. No consta que se acercara a ninguna. Y para una que le gustó (en Linz) , nunca habló con ella. Por otra parte, las prostitutas y su oficio le repelían. En Kubizek tenemos muestras de ello también, como ese pasaje en que relata como una noche volviendo a casa desde la ópera, Hitler agarró por el brazo a su amigo y le instó a dirigir su marcha hacia un barrio donde abundaban las casa de citas, diciéndole "Ven, Gustl, debemos ver otra vez la charca del vicio". Por cierto, este último dato a servido para que algunos hayan visto en Hitler formas de voyeur.

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Mensaje por Kasparov » Mié Ene 30, 2008 12:53 am

Eckart escribió:Son muchos los detalles que mueven a pensar que Hitler no tuvo durante su adolescencia y juventud relaciones sexuales.
The Vienna period.
Más bien todo lo contrario, no? Quiero decir, el contacto con la prostitución metropolitana y lugares como "Mannerheim Brigittenau" se tienen que tener en cuenta a la hora de analizar el hecho de si tuvo o no relaciones sexuales.

Eckart escribió:Por otra parte, las prostitutas y su oficio le repelían. En Kubizek tenemos muestras de ello también, como ese pasaje en que relata como una noche volviendo a casa desde la ópera, Hitler agarró por el brazo a su amigo y le instó a dirigir su marcha hacia un barrio donde abundaban las casa de citas, diciéndole "Ven, Gustl, debemos ver otra vez la charca del vicio". Por cierto, este último dato a servido para que algunos hayan visto en Hitler formas de voyeur.
El Dr. Sedgwick, (en un artículo que venía de complemento con la revista Sapiens), analiza este punto, y dice todo lo contrario:

"...mujeres prostitutas, eran fervientemente admiradas por Hitler porque siempre aparecian en pareja o con un hombre..."

Explicame compañero, tampoco soy una eminencia en la Biografía de Hitler.
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Mensaje por José Luis » Mié Ene 30, 2008 12:53 am

Bueno, cuando la 'madam' le está sugiriendo animadamente a Hitler que sólo él se vaya a vivir a la casa, en un movimiento brusco se le desata la cinta que le cierra la bata (de seda), y la mujer se excusa y la vuelve a cerrar inmediatamente. Kubizek dice que aunque fue sólo un instante, fue suficiente para comprobar que la mujer sólo llevaba unas braguitas debajo de la bata. Pero eso bastó a Hitler para que se ruborizara completamente y agarrase por el brazo a su amigo para abandonar la casa lleno de furia.

La chica estudiante de piano acudió un día a llamar a Kubizek para pedirle consejo antes de un examen. Hitller, según cuenta Kubizek, le había prohibido tener devaneos amorosos, pues “Cualquier paso en esa dirección hubiera significado necesariamente el final de nuestra amistad”. Y así tenía prohibido igualmente recibir a sus compañeras de piano en la habitación de Stumpergasse.

Bueno, pues cuando Hitler se enteró de la visita de esa estudiante de piano, montó en cólera. “Lleno de ira deseaba saber si nuestra habitación, que estaba abarrotada de alguna forma por culpa del gran piano, esa monstruosidad, iba ahora también a convertirse en un lugar para una cita con esa escoria de mujer musical. Fue difícil para mí convencerle de que la pobre muchacha no estaba sufriendo de mal de amores sino de nervios por los exámenes. Esto acabó en una detallada conferencia sobre lo absurdo de que las mujeres fueran a la escuela…….Yo estaba de cuclillas en la silla del piano, callado, mientras él andaba furiosamente tres pasos hacia atrás y tres pasos hacia delante, soltando su indignación duramente en cambios de frases dirigidos a la puerta o al piano”. Estas citas son de segunda mano; las he recogido de Brigitte Hamann, Thomas Thornton, Hitler's Vienna: A Dictator's Apprenticeship (New York: Oxford University Press, 1999). No tengo el libro de Kubizek conmigo.

Pero es evidente que ese hombre, Hitler, era, al menos en esos momentos un sujeto muy raro. Por eso hablé de misógino sexual.

Saludos cordiales
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Mensaje por Kasparov » Mié Ene 30, 2008 1:01 am

¡Hola a todos!

Gracias por el aporte José Luis. No había leído antes el pasaje de la bata. Me tendré que hacer con el libro que citas.

Saludos
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Mensaje por Eckart » Mié Ene 30, 2008 1:19 am

Hola, Kasparov.

Cuando leas a Kubizek, no olvides tener tener presente que este embellece o exagera algunos pasajes, y que en otros se nota la influencia en sus recuerdos de la posterior vida, obra e imagen del Führer. Por ejemplo, respecto a esto último, Kubizek identifica un repentino interés de Adolf por un urbanismo favorable a las clases más necesitadas con el despertar de su conciencia social. No parece que eso fuera así, desde luego; yo lo considero una reacción a su primera toma de conciencia de lo que su vida estaba empezando a ser tras no ser admitido en la escuela de pintura y tener como vivienda un cuarto compartido. De todos modos, Kubizek es una fuente muy fiable, la que más para el periodo vienés de Hitler.

Un saludo.
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Mensaje por Kasparov » Mié Ene 30, 2008 1:32 am

¡Hola a todos!

Gracias por tu opinión compañero. Lo tendré en cuenta durante su lectura.
Sin duda, tiene que ser una fuente repleta de curiosidades del periodo vienes de Hitler.
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"Nosotros no queremos que triunfe un partido ni una clase sobre los demás; queremos que triunfe España como unidad, con una empresa futura que realizar en la que se fundan todas las voluntades individuales. Esto hemos de conseguirlo aún a costa de los mayores sacrificios, pues es mil veces preferible caer en servicio de tal empresa que llevar una vida lánguida, falta de ideal, sin otra meta ni ambición que llegar al día de mañana"

José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia

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Mensaje por vikingo-0001 » Mié Ene 30, 2008 5:01 am

Amigo Francis Currey,

Estoy realmente confundido con este articulo que has presentado. Yo por todo lo leido anteriormente creia que Hitler era Asexual, despues lei ese libro de dificil digestion "El secreto de Hitler" y pense en la posibilidad de su homosexualidad. Pero esto me lo presenta como cualquier dictador sudamericano calenturiento.

El Sr Hitler realmente fue el ser mas enigmatico del siglo 20.

Saludos
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José Luis
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Mensaje por José Luis » Mié Ene 30, 2008 11:37 am

¡Hola a todos!
Kasparov escribió:
Eckart escribió:Son muchos los detalles que mueven a pensar que Hitler no tuvo durante su adolescencia y juventud relaciones sexuales.
The Vienna period.
Más bien todo lo contrario, no? Quiero decir, el contacto con la prostitución metropolitana y lugares como "Mannerheim Brigittenau" se tienen que tener en cuenta a la hora de analizar el hecho de si tuvo o no relaciones sexuales.
Como puedes desprender del pasaje de Kubizek anteriormente citado, Hitler escapaba como un poseso de todo lo que pudiera, no ya entrañar, sino insinuar ligeramente (aunque sólo fuera en su mente radical) una connotación sexual.

Ayer era tarde y no me detuve en el pasaje de la 'madam'. Lo voy a ampliar un poco para contextualizarlo. Ese suceso tuvo lugar en 1908, cuando Hitler contaba con unos 19 años. Estaban buscando un apartamento y llegaron a una casa muy elegante, donde fueron recibidos por unas muchachas que también vestían elegantemente. Estas jóvenes los condujeron a una habitación amueblada con mucho lujo y cama doble. Los dos amigos comprendieron inmediatamente que ese cuarto estaba fuera de sus posibilidades, pero cuando se iban a marchar ya estaba la 'madam' en la puerta de la habitación. Kubizek la describe como una perfecta dama, ya perdida su juventud, pero muy elegante. Vestía bata de seda y llevaba unas delicadas zapatillas forradas. Los saludó con una sonrisa y les ofreció una silla. Y sucedió la anécdota que ya conté.

Cualquier otro joven habría tomado ese incidente como lo que fue: una situación fugazmente embarazosa para la mujer e incluso afortunada para los jóvenes que la presenciaron. Con las excusas de rigor, esto debería convertirse sólo en una anécdota más de las que se cuentan al pasar los años. Pero para Hitler supuso una ofensa, pues debió ver en ese azar algo más perverso. Se enfureció terriblemente, y la única frase que pronunció, una vez en la calle, fue: "¡Qué Putifar!", en alusión al personaje del Génesis (37:36).

Si hay algo en lo que coinciden los escasos testimonios oculares de las personas que conocieron a Hitler durante sus años en Viena, es que no mantuvo relaciones con mujeres, más allá del plano platónico, y siempre a la defensiva y lleno de ansiedad. Hitler, según esos testigos, no se enamoró jamás en el periodo vienés, es decir, entre los 18 y los 24 años de edad. Esto es realmente inusual, por decir lo menos.

Y Kubizek afirmó que que “en esta pecaminosa Babel de Viena, donde incluso la prostitución está artísticamente glorificada y celebrada, [él era] realmente una persona inusual!”. “En su auto-impuesto ascetismo” había mirado a las mujeres “con alerta y crítica simpatía, pero estrictamente sin ninguna personal participación”, y “cualquier cosa que se convertía en una experiencia personal para otros hombres de su edad” resultaba ser un asunto para él “sobre el que se explicaba de manera tan distante y desapasionada que él mismo pareciera estar completamente fuera de tales asuntos” (Brigitte Hamann citando a Kubizek, pp. 360 y ss)

Uno puede pensar que Hitler era tal vez un homosexual. Pero Kubizek no da pie a esta hipótesis. Es más, la descarta inequívocamente. Afirmó que no tenía ninguna inclinación homosexual, y pone el ejemplo de un hombre ya maduro y rico que se insinuó una vez a Hitler y que éste rechazó con total indignación, diciendo que la homosexualidad tenía que ser “combatida como un fenómeno perverso, por cualquier medio posible”.

Así que Hitler, debemos deducir, no tenía ningún interés por las mujeres, ni siquiera por el sexo, a una edad en la que normalmente todos los jóvenes experimentan este tipo de relaciones. Pero también, esta situación inusual no se producía en una aldea, ni en una ciudad de provincia, sino en la Viena de principios del siglo XX. Por otra parte, no era homosexual.

Esta situación personal de Hitler no pasaría de ser inusual si, por lo demás, se quedara en un simple desinterés suyo, quizás temporal. Todos hemos conocido a jóvenes cuya extremada timidez les ha cerrado las puertas para iniciar un romance. La mayoría de estos jóvenes, sin embargo, superan con el tiempo esa timidez. Pero lo de Hitler no se reducía a esto, sino que se expresaba con gran desdén hacia las mujeres (incluso hacia las muchachas, como la compañera de estudios de Kubizek), y de una forma brutal contra las prostitutas y cualquier otra conducta que él entendía una perversión de la sexualidad (sexualidad de la que él no quería saber nada). Su comportamiento, a tenor de esos testimonios, es claramente misógino, con la peculiaridad de que también se lo quería imponer a su amigo Kubizek.

Con estos mimbres es difícil valorar la naturaleza de sus futuras relaciones con su sobrina Gelli y Eva Braun.

Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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